4. Curiosidad

Mis músculos se tensan, pero solo me enfoco en la línea final. He comenzado la carrera en el árbol al lado de la fuente y ahí la voy a terminar. Trato de calmar mis respiraciones, pero me es imposible ayudar mucho. Estas son pesadas y jadeantes, además, siento como si no logro obtener suficiente aire en mis pulmones.

Eres asmática, Ruth.

Necesito parar.

Pero que sabia me has salido.

Siempre termino lo que empiezo.

Mi corazón retumba en mi pecho, comienzo a contar los latidos uno por uno sin perder el enfoque en mi meta.

Es una distracción.

Los segundos pasan y llego al banco donde finalmente me desplomo. Tomo grandes bocanadas de aire y dejo que mi respiración se calme. Luego, saco mi celular y una botella de agua de mi mochila deportiva. Bebo de la botella de agua y dejo salir un suspiro, mi celular vibra llamando mi atención, es del Hospital.

Han pasado varios días, en los cuales no ha ocurrido mucho. Volví al hospital, firmé los papeles que tenía que firmar y obtuve mi identificación. Felicity y su esposo me han ofrecido quedarme en su apartamento hasta que encuentre algo. Así que también estoy tratando de buscar un hogar rápido, no quiero durar en su casa más de dos semanas.

Por mucho que ame a mi hermana, amo más la libertad de vivir sola. Además, creo que ya están cansados de mí hablando sobre mis experiencias repugnantes en el campo de enfermería.

Descuelgo la llamada del Hospital y escucho una voz femenina del otro lado.

—Buen día, enfermera Blackstone. Mi nombre es Kate y soy la coordinadora de personal. Sé que su primer día de turno es mañana y entiendo que usted ya ha hecho su horario en avance. Le estoy llamando para ver si hay una posibilidad de que pueda trabajar en el turno de esta noche. Obviamente, su turno de la mañana será cubierto por otro proveedor.

—¿A qué hora empieza el turno?

—A las siete de la noche.

—Bien, estaré allá.

La llamada termina y me dispongo a caminar hacia mi auto.
Me detengo un momento al recordar, cierto, no tengo auto.

La mañana después del día de emergencias recibí una llamada de parte del señor Ambrosi, según, era para informarme que recogerían mi auto para llevarlo al mecánico. No me quejé, él dijo que lo iba a hacer. La secretaria ofreció mandarme un auto alquilado hasta que las reparaciones terminaran, pero era demasiado.

Es mejor mantenerse alejado.

Aún recuerdo lo que ocurrió en las habitaciones VIP y no me siento cómoda con su presencia.

Entro a la aplicación de Uber en mi celular y escribo la dirección para después esperar por el conductor. Minutos después, un auto color negro se detiene a poca distancia de mí.

(***)

—¿Qué haces? —pregunto con mi rostro confuso.

Felicity se encuentra parada frente a la televisión, su cuerpo encima de una colchoneta en el suelo y está posicionada sobre su abdomen con las piernas hacia delante y el cuello totalmente flexionado.

—Estoy haciendo yoga, ¿no ves? —dice con los mechones de su cabello castaño hacia delante mientras se me queda mirando con sus ojos azul verdoso.

Enarco una de mis cejas.

—Eso no parece yoga, si sigues haciendo eso probablemente te lesiones el cuello.

Ella se sienta en la colchoneta y me saca la lengua como niña pequeña, yo ruedo los ojos y ella sonríe.

—De verdad no sé como André te soporta.

—Se llama amor, Ruth. Deberías intentarlo—responde y luego se da cuenta de lo que ha dicho—. Lo siento, Ruth. Siempre me olvido de lo que pasó con Hades. Es que es un patán, deberías de ser como yo, así lo olvidas.

Niego con mi cabeza y dejo salir una pequeña sonrisa, pero esta no llega a mis ojos.

Antes deseaba un amor lleno de sentimientos, pasión y felicidad. Esa persona que te hace sentir todo en un segundo, pero calma tus emociones cuando te sientes a punto de explotar.

Ahora ni puedo verme en una relación. La primera vez que conocí a Hades fue en un caso de parto. La madre tenía cáncer y estaba embarazada. Un caso complicado, pero los dos nos apoyamos y trabajamos como un equipo. Luego comenzamos a salir a varias citas y finalmente ocurrió.

Él estuvo conmigo en uno de mis peores momentos y a pesar de todo se lo agradezco. Pero tampoco sé si algún día le podré perdonar lo que hizo, si ya no sentía algo por mí mejor hubiésemos terminado.

No había motivos para hacer lo que hizo.

Dejo salir un suspiro y Felicity se encuentra observándome, su rostro luce preocupado y es cuando me doy cuenta que tengo varias lágrimas bajando por mis mejillas.

Ella se acerca a mí, todos estos días han sido tan intensos que no he dejado a mi cerebro procesar nada de lo que ha ocurrido.

Mi pecho se encoge, ¿es normal sentirse tan vacía?

¿Sola?

Los brazos de Felicity me rodean en un abrazo, la calidez de su cuerpo envuelve el mío y dejo salir un pequeño suspiro dejando caer parte de mis murallas.

—¿Qué ocurre? Sabes que estoy aquí. Sé que lo de Hades es difícil para ti, pero siento que no me estás diciendo algo.

—Yo...

Ella rompe el abrazo y me obliga a mirarla a los ojos.

—La situación de Eloise, el estacionamiento solo, todo me recordó a ese día.

Ella deja salir un suspiro y yo trago en seco.

—Él está en la cárcel, Ruth. No te puede hacer daño.

—Lo sé.

—No fue tu culpa.

Mis ojos la miran, ella esperando que concuerde con ella.

Pero no estoy tan segura, hermana.

Sé que pude hacer más, no importa lo que la autopsia dijera, sé que pude haber hecho más. Pero estaba enojada, dejé mis emociones guiarme, y no debería ser así.

Asiento lentamente y ella deja salir un suspiro, como si todo este tiempo estuviera aguantando la respiración.

—¿Cómo está la bebé Ruth?

Dejo salir una sonrisa. Eloise está fuera del hospital pero siempre va a ver a Ruth. Está haciendo gestiones para mudarse a un edificio de la ciudad. Quiere tener todo preparado para cuando bebé Ruth salga del hospital.

—Más fuerte que nunca. Tengo... tengo turno esta noche y necesito preparar todo.

—¿No vas a comer?

—Sí, pero tengo que preparar todo primero.

Voy hacia la habitación, en mis días libres, tuve que ir a Las Vegas y empacar lo que más necesitaba. Estoy planeando recoger el resto cuando tenga un apartamento.

Tomo mi libreta, laptop, lápices, mi estetoscopio, linterna y tijeras de vendas. Los entro en mi mochila y luego bajo a la cocina para preparar algo para llevar y llenar mi botella de agua.

—¿En serio, Ruth? —cuestiona Felicity con una de sus cejas enarcada.

—¿Qué?

—Hay suficiente comida para que comas ahora y te lleves un poco, vete a comer, mujer.

Me quedo parada en el medio de la cocina, ella con sus brazos cruzados y rostro fruncido.

—Bien.

Me siento en el desayunador y ella pone un plato de comida frente a mí.

Comienzo a comer, al paso, moviendo el tenedor de un lado a otro pensativa. Los ojos de Felicity no dejan de mirarme y ya se está volviendo raro que ninguna de las dos digamos nada.

—¿No vas a decir una de tus historias?

Su pregunta me toma por sorpresa y una sonrisa sale de mis labios.

—Por lo mucho que amas mis historias, Lici.

—Son buenas, cuando no contienen sangre y materiales desechables—dice con sus ojos entrecerrados.

—Bien, hubo una vez que presencié un drama familiar, —ella coloca los brazos en el desayunador y me mira con atención—, los padres eran recién casados. Fueron a la clínica porque la esposa no dejaba de vomitar y como parte de la boda fue intoxicada por una comida, no prestaron atención. Pero había pasado un mes y la esposa seguía con los síntomas. Así que fueron a emergencias, le hicieron laboratorio y resulta que ella tenía tres meses de embarazo. Nosotros, como siempre, preguntamos a la chica si quiere que digamos sus resultados frente a su esposo. Ella dice que sí, cuando le dijimos que estaba embarazada de tres meses su rostro se tornó pálido. Resulta que su esposo y ella antes de la boda no habían tenido relaciones sexuales, pero ella sí se había acostado con su hermano en la fiesta de solteros  que le hicieron tres meses atrás. Fue... algo extraño.

Los ojos de Felicity se abren de sorpresa y yo me encojo de hombros.

—Pasa más de lo que te imaginas, también cuando las chicas van a emergencia porque creen que tienen una infección urinaria y es algún tipo de enfermedad sexual que su pareja la ha contagiado.

Me paso la tarde conversando con Felicity hasta que la hora de prepararme llega, me baño, coloco mi uniforme y luego llamo a un taxi.

(***)

He sobrevivido las primeras cuatro horas, hubo una pequeña presentación en donde pude conocer los nombres de algunos de mis compañeros, luego todos nos designamos a trabajar. Hoy me toca directamente en emergencias, hay varios niños con virus respiratorios (noviembre, nada fuera de lo normal) y algunos adolescentes.

Aún sigo esperando los resultados de mis pacientes, para así discutirlo con la pediatra en turno.

Una de las enfermeras, Julieta, se acerca en donde estoy. Noto que está estresada, así que me le adelanto.

—¿En qué te puedo ayudar?

—En el piso diecisiete necesitan a alguien para que canalice a una niña.

Piso diecisiete, ¿acaso eso no es VIP?

—¿VIP? ¿Por qué están llamando a emergencias?

—La niña fue registrada en emergencias. Para serte honesta a nadie le gusta ir.

Me quedo pensando por unos momentos...

—Voy a ir, pero si los resultados de mis pacientes llegan llámame.

Ella asiente y yo le doy una pequeña sonrisa.

Recojo todo lo que anticipo necesitar, siempre llevo cosas de mas por si acaso, y luego camino por emergencias hasta llegar al mismo elevador de la otra vez, emergencia de adultos y pediatría están en el mismo edificio pero separados. Mientras espero por elevador doy un vistazo, por si me encuentro con Dean.

Las puertas del elevador se abren y entro a este para después presionar el botón del piso.

Por alguna razón, siento una sensación de nerviosismo y ansiedad.

No es como que los recuerdos de Theo Ambrosi sean lo mejor.

Si sigues pensando en él, lo vas a llamar con los pensamientos.

Salgo de los elevadores y me dirijo a la habitación que Julieta me ha dado. Cuando llego a esta, toco la puerta y escucho la voz de una mujer diciendo que entre.

Lo primero que noto es la niña de algunos tres años, cabello negro azabache y ojos avellana. Tiene la piel tostada y una sonrisa dulce a pesar de todo.

La mujer al lado de la niña, es como una versión más grande de ella. Sus ojos están cansados y tiene ojeras debajo de estos. Tiene el cabello amarrado en una coleta, sus ojos no son avellana, pero sí de un color miel. Tiene puesto un vestido manga larga sencillo, pero estoy segura que es de diseñador y unas botas sin tacón.

—Hola, soy la enfermera Ruth. ¿Cómo es tu nombre? —pregunto a la niña bajándome a su estatura con una sonrisa, ella sonríe, pero luego tose.

—Chiara... Chiara Ambrosi—pronuncia con orgullo y la sonrisa se esfuma de mi rostro cuando siento la puerta del baño abrirse.

No.

Me levanto lentamente y escucho como alguien se aclara la garganta detrás de mí.

La adrenalina y el nerviosismo corre por mi cuerpo.

Vamos, Ruth.

—Señorita Blackstone... —Su voz hace que se envíen pequeñas corrientes de electricidad por mi cuerpo.

Pongo una sonrisa falsa en mi rostro y me doy la vuelta quedando frente a frente.

Sus ojos se clavan en los míos, atentos, examinando todo tipo de reacción. Enarco una de mis cejas y veo como una media sonrisa aparece en su rostro. 

—Creí que mi mente estaba jugando conmigo, pero sí, es usted. Desafiándome como siempre.

Me aclaro la garganta sintiendo como la tensión comienza a aparecer entre nosotros.

—No he dicho nada, señor Ambrosi.

—No tiene que decir nada, son las pequeñas cosas, enfermera Blackstone.

Escucho a Chiara toser y me obligo a mi misma desviar mi mirada hacia ella.

—¿Desde cuando tiene la tos?

—Tres días—contesta la mujer de ojos mieles, ella le da una mirada al señor Ambrosi y luego me observa—. Veo que Theo y usted se conocen.

¿Theo?

Los mismos ojos avellana, la similitud.
Creo que te enseñaron genética, Ruth.

—Voy a revisar a Chiara, señora Ambrosi.

Ella deja salir una carcajada.

—Ay, no. Por favor, la señora Ambrosi es mi madre. Francesca está bien.

¿Madre?

Ella nota mi confusión y como mi mirada va de ella hacia, Chiara y luego... él.

—No, no, no. Detente ahí, no es lo que estás pensando. Chiara es mi hija, Theo es mi hermano—aclara rápidamente, por lo que el señor Ambrosi rueda los ojos.

Esta es la primera vez que lo he visto hacer algo así.

Solo lo has visto una vez, tonta. No lo conoces.

Sonrío de manera incómoda.

—No hacía falta, señ... Francesca.

Tomo el estetoscopio y escucho los latidos de Chiara, luego sus pulmones. Palpo el área donde están sus amígdalas y luego le pido que saque su lengua.

—Sus pulmones suenan bien, pero sus amígdalas están un poco alteradas. ¿Ha tenido fiebre?

—E...

El señor Ambrosi tose, interrumpiendo a Francesca.

—Disculpen—dice y luego observó cómo camina en dirección del baño.

—Solo una vez—responde Francesca haciendo que le devuelva la mirada.

—Probablemente sea un virus respiratorio. Pero voy a mandar a hacer algunos laboratorios.

Ella asiente y yo me agacho de nuevo a la altura de Chiara.

—¿Quieres que te cuente una historia?

Ella solo ve cómo voy sacando los tubos de sangre y algunas cosas de mi kit.

—¿Me vas a pinchar? —pregunta con voz temerosa.

—Algo así. ¿Quieres que te enseñe algo?

Ella asiente con lentitud y ojos llorosos.

—Esta es la historia de una gran princesa llamada Chiara.

—¿Cómo yo? —dice y sus ojos se agrandan del asombro.

—Sí, ella era la protectora de su pueblo pero un día enfermó—digo distrayéndola mientras abro el paquete de alcohol y la inyección de la intravenosa—. Los animales del bosque se pusieron muy tristes y le llevaron sus cosas favoritas.

Continuo narrándole la historia hasta que en menos de lo esperado ya tiene la intravenosa puesta.

—¡Felicidades, Chiara! Te ganaste una paleta, ¿cuál es tu sabor favorito?

—¡Uva! —contesta con una sonrisa y saco una paleta de mi bolsillo.

—Otra cosa, necesito saber si tus poderes de princesa están bien, así que tengo que sacar un poco de líquido mágico. Lo voy a sacar por aquí, ¿okay? —digo señalándole hacia la intravenosa

Ella asiente temerosa.

Saco la sangre y la coloco en los tubos del laboratorio. Luego escucho como el señor Ambrosi vuelve a toser.

Algo me dice que Chiara probablemente le haya contagiado el virus.

—Señor Ambrosi, siéntese en la camilla.

Mis palabras son repentinas y firmes provocando la misma reacción en los dos adultos de la habitación.

Rostros de sorpresa.

—¿Usted me está ordenando algo? —cuestiona observándome fijamente.

—Correcto, vamos, tengo que volver a emergencias y no puedo perder tiempo.

—¿Señorita Blackstone, se le olvida quien soy?

—Es enfermera para usted.

Su rostro es serio y sus facciones duras, parece que lo he molestado.

—Chiara, cariño, ¿por qué no vamos a la cafetería a comer algo de un pronto? —habla Francesca para después desaparecer de la habitación en cuestión de segundos.

—Y justo porque no se me olvida quien es, es que lo hago—replico, cautelosa y con el corazón latiéndome con rapidez.

—Tiene que aprender a controlar como le habla a sus superiores, señorita Blackstone—refuta con su semblante oscuro, porte obstinado y tono amenazante.

Me muerdo la lengua, aguantándome de no decirle algunas groserías. Es que no lo soporto.

Tomo una respiración profunda, calmando mi enojo y desvío mi mirada hacia él.

—Bien. Ya terminé a lo que vine, así que me voy.

Me doy la vuelta y recojo las cosas que no utilicé para ponerlas dentro del kit. Y después que termino me giro hacia la puerta con dirección a la salida.

—No le he dicho que tiene permiso, enfermera Blackstone.

Mis puños se cierran inconscientemente y tomo otra respiración profunda.

Sí, confirmado, quiere morir hoy.

Juro que me haré pasar por un ángel de la muerte y haré que muera por "condiciones no definidas", si sigue con este juego.

Me detengo frente a la puerta, puedo sentir sus ojos clavados en mi espalda y la tensión entre nosotros.

—Examíneme.

—Mandaré a otra persona—respondo, escucho sus pasos acercarse a mí.

—No, la quiero a usted, enfermera Blackstone—susurra detrás de mí.

Siento su respiración caliente en mi oreja, por un momento creo que mis rodillas flaquean, pero no es verdad. Mantengo mi compostura y me doy la vuelta para enfrentarlo.

Pero lo único que puedo ver es su pecho, así que levanto mi cabeza y ahí está él con una media sonrisa.

Doy un paso hacia atrás.

No entiendo.

¿Qué gana con hacer esto? ¿Acaso no ve que es poco profesional de su parte?

—Le agradecería que no vuelva a adentrarse a mi espacio personal, señor Ambrosi.

Él asiente, su rostro inexpresivo como muchas veces.

Camino hacia la camilla con el señor Ambrosi a mi lado, tomo mi estetoscopio y lo limpio con alcohol. Él se sienta en la camilla y comienza a quitarse el saco del traje que lleva puesto. Luego desabotona las mangas de su camisa y se las sube hasta el codo.

Me acerco a su cuerpo y coloco mi estetoscopio en el lado izquierdo de su pecho, puedo sentir sus ojos en mí, pero me niego a mirarlo. Por alguna razón, su proximidad ha hecho que me ponga nerviosa.

Algo que no me ocurría en mucho tiempo.

—¿Eso que suena son mis latidos o los suyos, enfermera Blackstone?

Siento mi mandíbula tensarse y después de un minuto me aparto de él.

—Setenta y uno. Normal.

Él asiente con lentitud.

—Entonces eran los suyos.

Paciencia, Ruth, paciencia.

—Necesito que respire profundo.

Él lo hace y yo escucho sus pulmones, todo suena bien.

—Estás bien. ¿Algo más?

—¿No me va a ordenar un laboratorio?

—¿Quiere que le saque sangre? —pregunto, confirmando. Él asiente con su rostro serio.

Creo que si hay primera vez para todo.

Saco el pequeño catéter de mariposa que generalmente se usa para sacar sangre.

Él me da uno de sus brazos, sus venas son pronunciadas incluso sin ejercer alguna presión a su brazo. Coloco el torniquete en su antebrazo y le indico que forme un puño. En todo el proceso, sus ojos no se despegan de mí.

Sus venas se vuelven más marcadas y tomo el pequeño catéter en mi mano. No sin antes palpar las venas de su brazo lentamente.

Cuando miro hacia arriba, veo como el señor Ambrosi mantiene una de sus cejas levantadas.

—Tiene buena venas.

Las líneas de su frente aparecen formando un rostro confuso.

Finalmente inserto la aguja y tomo varios tubos de laboratorio.

Los segundos pasan y ya he terminado, chequeo la hora en mi reloj y no puedo creer que ha pasado cerca de una hora.

—Me tengo que ir. Dígale a su hermana que la pediatra pasará por aquí dentro de dos horas.

Él asiente, colocándose el saco del traje.

—Fue agradable verla de nuevo, enfermera Blackstone.

—Gracias, pero no es mutuo.

Él sonríe, esta vez una sonrisa completa, donde las comisuras de sus labios se elevan y sus dientes aparecen. Sin embargo, su sonrisa no dura más de dos segundos y se convierte en una fantasma, como si nunca hubiese existido.

Su rostro se vuelve serio una vez más, como si se ha recordado de algo que le impide sonreír.

Y sin quererlo, ni buscarlo, mi curiosidad cedió.

¿Quién es Theo Ambrosi?

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