3. VIP

Ruth Blackstone

Me quedo en posición viendo como varias personas de seguridad apuntan al hombre. Él mira a su alrededor, desesperado, como si estuviera planificando una salida.

Los de seguridad me hacen una señal que baje el arma y lo hago lentamente, en cuestión de segundos, ellos agarran al hombre y lo detienen. Dejo salir una bocanada de aire y miro hacia mi lado donde la joven de cabellos rubios hace una mueca y deja salir un grito de dolor. Ahí es cuando noto que su pantalón color crema se ha puesto de un color rojo vino en el área pélvica.

¡Mierda!

Corro rápido hacia ella y la sostengo desde atrás. El dolor le ha hecho perder el balance y sus respiraciones son rápidas y cortas.

—Eloise, soy Ruth. Soy enfermera, ¿okay? Necesito que tomes respiraciones profundas y que asientas o niegues con las preguntas que te voy a hacer. ¿De acuerdo?

Ella asiente, su rostro se contrae y lágrimas comienzan a salir por sus ojos.

—¿Voy a morir? —Su voz se corta y mi corazón da un vuelco.

Trago en seco.

—Te prometo que el hospital va a hacer todo lo posible para que eso no pase.

Sus ojos van hacia su vientre y luego desvía su mirada hacia mí.

—Lo mismo para tu bebé. ¡Por favor que alguien traiga una camilla!

Uno de los seguridades va corriendo mientras los otros dos se quedan con el hombre y yo examino a Eloise.

—¿Has estado sangrando?

Eloise asiente.

—¿Vaginalmente? —Ella vuelve a asentir—. ¿Cuántas semanas tienes?

—32

—¿Estás tomando ácido fólico y hierro?

Ella asiente y somos interrumpidas cuando el doctor Knight, Dean y otra enfermera más se acercan a nosotras. Ellos colocan a Eloise en una camilla y ella me agarra de la mano.

—Quiero que ella venga conmigo, dijiste que eres enfermera, ¿verdad?

Doctor Knight me observa con ojos entrecerrados, está a punto de decir algo cuando Dean y la otra enfermera asienten. Luego caminamos dentro de emergencias.

—32 semanas de gestación y ha estado sangrando vaginalmente por varios días, tiene dolor cada vez que ocurre. Sé que necesitará más exámenes pero mi instinto me dice que su placenta se puede estar rompiendo.

—Y si estás en lo correcto, eso significa que tendremos que llamar para que preparen la sala de cirugías—responde doctor Knight tomando su comunicador del hospital para hablar a la unidad obstétrica y explicar la situación.

Inmediatamente, le toman los signos vitales a Eloise y le obtienen una línea intravenosa. Minutos pasan y la obstetra y un asociado médico bajan con varios equipos médicos para examinar al feto.

—Los latidos están fluctuando, están en la parte alta de los noventa. Necesitamos llevarla inmediatamente a la sala de cirugía para una cesárea.

Los ojos de Eloise conectan conmigo, está asustada, lo entiendo. La verdad es que no puede tener más de veintidós, sus ojos se llenan de lágrimas y noto como comienza a hiperventilar. Me acerco más a la cabecilla de la cama provocando miradas curiosas.

—Hey, tranquila. Respira profundo—sugiero mientras hago los ejercicios de respiración con ella.

De fondo escucho como la obstetra dice que le avisará a la sala de cirugía para que preparen todo y el doctor Knight se pone de acuerdo con el plan.

—¿Tienes alguna familia, Eloise? Sé que este es un momento difícil y...

—No—Su voz es fría y concluyente—. Pero agradecería si te puedes quedar conmigo.

Analizo su rostro, sus ojos están rojos e hinchados por las lágrimas, tiene líneas en su frente y su labio tiembla como si en cualquier momento volverá a llorar pero ha reunido todas sus fuerzas para no hacerlo.

Eso sin añadir la vida de mierda que ha de tener con aquel hombre que seguridad se llevó.

Le doy mi mano, ella deja salir una pequeña sonrisa y aprieta mi muñeca mientras susurra un gracias.

El calor se acomoda en mi pecho en respuesta.

Ahí es cuando la realidad choca con mi cuerpo y mi mente no sabe como explicar lo extraordinario de la vida.

Una palabra, una decisión, un acto.

¿Cómo algo tan pequeño puede marcar una persona de por vida? Lo más gracioso, es que a veces lo hacemos y no nos damos cuenta del peso que tienen estas acciones.

La obstetra se acerca a Eloise diciéndole que es hora de ir al quirófano. Ella asiente y luego aprieta mi muñeca.

—Te aseguro que ellos harán todo lo que está en su poder para que todo salga bien, Eloise. Estaré aquí cuando termines.

Ella vuelve a asentir y me quedo parada en el mismo lugar viendo como la obstetra y el asociado médico se la llevan con otro personal.

Dean se queda a mi lado y palmea mi hombro mientras que el doctor Knight enarca una de sus cejas.

—¿Enfermera? Si lo hubieses dicho desde el principio te habría dejado ir y nos habríamos ahorrado eso.

—¿Y perder mi pequeña victoria? —Los ojos del hombre canoso se abren y luego niega con una sonrisa.

Un acto. Un gesto. El comienzo de una amistad.

—Dean me comentó que trabajarás aquí.

—Correcto. En pediatría. Aún no saben si me quedaré definitivo en Emergencias o iré a un piso general.

Él asiente y nos quedamos en silencio por unos segundos, pero entonces ese silencio es interrumpido por uno de los guardias de seguridad llamando la atención de nosotros.

—¿Señorita Blackstone? La requieren en la zona VIP.

Mi frente se arruga mientras la confusión se esparce por mi rostro.

—¿VIP?

Él asiente.

—El señor Ambrosi requiere de su presencia.

Doctor Knight y Dean se miran entre sí y luego observan al guardia quien se encoge de hombros.

—Eloise no acaba hasta otra hora más. Tienes que ir a la zona VIP—contesta doctor Knight y dejo salir un suspiro.

Asiento hacia el guardia y luego hago una señal de que me guíe a donde vamos. Caminamos por los pasillos de emergencias hasta llegar a un elevador separado de los otros. Nos adentramos a este y noto como el guardia aprieta el botón del último piso, 17.

El viaje en el elevador es silencioso y después unos segundos este hace su sonido para indicar que hemos llegado.

La puerta se abre y lo primero que veo es una pecera con peces exóticos de diferentes colores. Enarco una de mis cejas y volteo hacia el guardia de seguridad. Él solo hace una mueca.

—El señor Ambrosi la espera en la habitación 1703. Está al final de aquel pasillo—dice señalándome el lugar, le agradezco y dejo salir una pequeña sonrisa. Luego me dispongo a caminar mientras observo mi alrededor.

Los pasillos tienen pinturas, la decoración es elegante y sobre todo hay mucho silencio. La confusión comienza a crecer en mí cuando noto que no hay una estación de enfermeras aquí. O por lo menos no cerca.

Llego hasta la habitación que dice 1703 y dejo salir un suspiro cansado antes de tocar.

Theo Ambrosi.

¿Acaso este hombre me persigue o qué?

—Pase.

Siento como un escalofrío recorre mi espalda al escuchar su voz detrás de la puerta. Tomo la perilla de la puerta y abro esta de inmediato.

Su figura se encuentra mirando a través del ventanal que tiene la habitación. Tomo unos segundos y examino mi alrededor, la habitación tiene una camilla la cual se ve más grande y cómoda que las regulares. Una pantalla plasma de por lo menos 40 pulgadas, una nevera, un librero, una mesa para comer de dos, un sillón reclinable y una puerta con un pequeño cuadro que indica que es la sala de baño.

Esto parece más una habitación de hotel que un hospital.

Me acerco más a la figura del señor Ambrosi, su mano derecha se encuentra en su bolsillo mientras que su mano izquierda mueve en círculos su vaso lleno de licor.

—¿A qué viene su llamada, señor Ambrosi? Pensé que solo debía llamarlo al...—Comienzo a decir, sin dejar salir la curiosidad en mi voz.

Porque lo que escuché en emergencias no es algo típico que ocurra.

—¿La he mandado a hablar, señorita Blackstone? —Me interrumpe, aún observando a través del cristal. Su tono es frío, pero su voz es baja y profunda mientras arrastra las palabras de una forma íntima.

Me cruzo de brazos, ignorando la sensación de pesadumbre que me ha provocado su respuesta.

Dejo salir una sonrisa irónica, lo cual hace que su mirada se desvíe hacia mí. Sus facciones duras, su porte lleno de orgullo e impotencia y sus ojos intimidantes que me provocan eludir su rostro.

—¿Qué es tan gracioso? —pregunta, el compás de sus palabras es lento lo cual hace que todo lo que diga se sienta importante.

Usted.

Él enarca una de sus cejas y coloca su cuerpo frente a mí.

Ahí es cuando me doy cuenta que lo he dicho en voz alta.

—Cuidado con lo que dice, señorita Blackstone—Hace una pausa—. ¿Hizo algún tipo de reporte del accidente?

—No.

—Bien, no quiero que lo haga. Mi secretaria la llamará mañana para arreglar los daños de su accidente.

—¿Y qué si lo hubiese hecho? —planteo sin medir las consecuencias.

Su mirada se oscurece y su cuerpo se acerca al mío a paso lento, las alarmas de mi cuerpo comienzan a sonar en mi mente. Sin embargo, no me muevo. Su olor es embriagante, intenso a proximidad y suave a distancia. El aroma a pino fresco se mezcla con el whiskey viejo que sale de sus labios dándole un aire joven y experimentado al mismo tiempo. Levanto mi barbilla, retándolo con la mirada, me lleva dos cabezas de altura lo cual provoca que aquella posición se vuelva incómoda.

—Tiene una lengua atrevida, señorita Blackstone.

Su rostro es serio pero en su frente han aparecido varias líneas haciéndolo ver menos intimidante.

Una media sonrisa aparece en mis labios y siento su mirada recorrer mi rostro lentamente como si estuviese tratando de descifrar algún código.

—Consecuencias del trabajo, señor Ambrosi.

Sus ojos avellanas se clavan en los míos, tienen una combinación de miel y verdes. Trago en seco, él  no se mueve, solo me observa. Mi mente vuelve hacia atrás y recuerdo los tiempos en que solía jugar concursos de miradas. Pero esto no es lo mismo, aquí el ganador ejerce el sentimiento de intimidación sobre el otro. Siento los latidos de mi corazón acelerarse y mi respiración detenerse.

—¿Qué es lo que está haciendo, señor Ambrosi?

Doy un paso hacia atrás y él se bebe lo que queda de su licor para luego caminar a la mesa de comer y dejarlo encima.

—¿Dónde aprendió a hacer eso con las armas, señorita Blackstone?

Su pregunta me toma por sorpresa, ¿cómo sabe...?

Las cámaras.

Aclaro mi garganta y evito su mirada. Demasiadas emociones por hoy.

—¿Para qué quiere saber? Además, ¿eso qué tiene que ver con usted?

—Su trabajo.

—¿Mi trabajo?

—¿De dónde cree que sale parte de su salario?

Dejo salir una sonrisa sarcástica.

—Y de miles de empleados usted viene solo donde mí.

—A la única que he visto hacerlo es a usted.

Lo observo, estoy enojada, no es algo que sea justo, a él que le importa, ¿no puede meter sus narices en otros lugares?

Dejo salir un suspiro, calmándome.

—Mi vida personal no es discutible, señor Ambrosi.

Él asiente con calma analizando mi rostro.

—Bien, puede marcharse.

Él deja de mirarme y vuelve a la misma posición en la que estaba cuando llegué.

Dios... ¡Está loco!

Lo observo aún con la mirada perpleja en mi rostro, ¿pero qué carajos...?

—No escucho sus pasos, señorita Blackstone. Cierre la puerta al salir.

Este hombre va a hacer que lo asesinen si le sigue hablando a las personas así.

Salgo de la habitación y veo a una mujer pelirroja y uniforme de falda y chaqueta. En su identificación aparece su nombre pero solo veo algunas letras de este.

Su mirada es neutra al verme salir, pero de alguna forma me incomoda y me hace sentir como si hubiese hecho algo indebido.

Camino hasta los elevadores y le escribo a Dean para ver si ha sabido algo acerca de Eloise.

Él me responde que aún no, pero que ya no deben tardar mucho.

Paso por mis contactos y veo el nombre de Felicity, mi hermana. Muerdo mi labio interior y me quedo unos segundos mirando su nombre. La última vez que hablé con ella dijo que su esposo y ella se habían mudado a Washington. Pero de aquello han pasado varios meses, y ellos se viven mudando por el trabajo de él.

Le doy a llamar y espero impacientemente mientras el tono de la llamada suena. Después de cuatro tonos, escucho la voz de Felicity detrás del teléfono.

—Al fin te dignas a llamar, Ruth Blackstone—dice en reproche—. A qué debo la llamada de mi querida hermana mayor a las...,—ella hace una pausa—, nueve de la noche.

—Estoy en Washington y he tenido un día de mierda.

—¿Dónde estás? —pregunta con un tono preocupado.

—Seattle, en el Hospital Barton Hughes.

—Le diré a André que te pase a buscar, no estamos tan lejos, vivimos en Tacoma.

—¿Sabes que te quiero, verdad? 

Escucho su risa detrás del teléfono.

—Sí, tontita. Nos vemos.

Entro al elevador mientras leo el nuevo mensaje de Dean. Eloise ha salido de cirugía y se encuentra estable, se han llevado a la bebé a cuidados intensivos de neonatales y ella se encuentra en el piso nueve.

Marco el piso nueve y en cuestión de segundos las puertas se abren.

Camino hacia la estación de enfermeros y pregunto por el número de habitación para luego dirigirme hacia allá.

Abro la puerta y ella se encuentra descansando con sus ojos cerrados, decido que no es buena idea despertarla, pero cuando estoy apunto de cerrar la puerta su voz me detiene.

—¿Ruth?

—Sí, soy yo. ¿Cómo te sientes?

—No me duele nada.

—Es el medicamento–respondo y me acerco más a la cama. Ella sonríe.

Nos quedamos en silencio unos segundos y ella deja salir un suspiro.

—Tuve una niña preciosa. Fuerte, decidida y luchadora.

Sonrío, feliz de que todo saliera bien.

—Por eso su nombre es Ruth. Como la persona que la ayudó a salir al mundo.

Sus palabras me sorprendieron, porque no solo estaba llamando a su hija todas esas cualidades, sino que al mismo tiempo me estaba dejando saber que así es como ve.

Fuerte. Decidida. Luchadora.

Ha pasado tiempo desde que me han dicho algo así.

Y aquella vez... la situación se salió de control.

******

Buenas tardecitasssss, oficialmente :) Intangibleeeee.

💙💙💙

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top