3. Un acto lamentable
Los pasos apresurados de los jóvenes hicieron que Agnes levantara su vista de la biblia que la abadesa le había ordenado leer, la joven cerro el libro santo y se levantó del filo de la fuente.
—¡Agnes!— grito una voz acercándose a la joven, la rubia de cabello corto llego hasta ella, era Lilith— ¿Qué esperas? ¡debemos ir antes de que la abadesa llegue y nos regañe!
Lilith tomo la mano de la joven y la guio por los jardines de hacia la entrada de la escuela, luego pasaron las dos filas, una de mujeres y otra de hombres quienes miraban fijamente hacia el frente, Lilith dejo de caminar y estiro su mano a la corbata de Agnes y esta la miro.
—Todo debe estar perfecto...
Las puertas principales de madera de abrieron y las monjas entraron caminando por el pasillo que dejaban los estudiantes, al final, se encontraba la Abadesa, las monjas se arrodillaron en el piso y juntaron las palmas de sus manos sin dejar de ver el gran crucifijo que estaba pegado a la pared.
—Buenas tardes— hablo la abadesa y coloco su mirada en los estudiantes quienes permanecían mirando al piso, Agnes alzo una poco la mirada y miro a sus compañeros todos con la misma postura, frunció el ceño y coloco de nuevo la vista en el piso —Me he enterado de un acto lamentable, desafortunadamente su compañera y amiga Emily Ruth falleció en la madrugada tras una convulsión.
Los estudiantes se atrevieron a intercambiar una mirada de asombro, una joven pelirroja sollozo ante la noticia y apretó sus manos en formas de puños mientras las lágrimas mojaban sus pecas.
—El día de hoy suspenderemos clases por respeto a la muerte de su compañera, pero el día mañana se reanudarán las clases sin ninguna excusa. Ahora, recemos por el alma de su compañera, todos de rodillas.
Los alumnos comenzaron a arrodillarse en el piso y juntaron las palmas de sus manos, luego colocaron su mirada en la pared que estaba al frente. Luego, el coro de las voces de los estudiantes comenzó a sonar en los oídos de Agnes, miro de reojo a Lilith quien también rezaba sin dejar de mirar la pared. La joven pelinegra frunció el ceño y miro hacia atrás donde la misma joven seguía llorando sin dejar de rezar.
—Señorita Jones
Agnes aparto la mirada de la joven y sus ojos negros chocaron con los lúgubres de la abadesa quien la miraba fijamente, algunos estudiantes miraron de reojo con el temor de que la madre superiora los señalara, Lilith por su parte permaneció con la mirada en la pared mientras sus manos temblaban lentamente.
—¿Acaso no sabe recibir una orden? — pregunto la Abadesa y luego señalo en pasillo que dividía a los hombres de mujeres— ¡Al centro ahora!
Agnes miro por algunos segundos a la mujer y luego coloco sus ojos en el centro donde estaba una estrella dibujada en el piso, fruncio el ceño al ver el dibujo.
—¡Ahora! — ordeno la mujer y tomo el brazo de Agnes obligándola a levantarse, la joven soltó un quejido ante el agarre fuerte de la mujer y la sentó en el centro— Sigue rezando— le ordeno la mujer y se comenzó a alejar de ella, varios jóvenes la miraron y Agnes coloco sus ojos al frente.
Tras pasar media hora de rezo, la Abadesa se colocó al frente de todos, alzo su mano y las voces cesaron Agnes miro a la mujer.
—Pueden regresar a sus actividades, menos la señorita Jones...
—Pero, ¿Por qué? — pregunto sin temor la joven pelinegra y se levantó del piso.
—¡Agnes Jones aquí no se cuestionan órdenes y en ningún momento le he ordenado que deje de rezar! — hablo la mujer mirándola fijamente, luego quito su mirada de la joven y miro hacia el frente— Pueden irse.
Los estudiantes comenzaron a levantarse del piso en silencio y comenzaron a abandonar el lugar, Lilith intercambio una mirada con la joven sentada en el piso y esta con ella, la rubia hizo una mueca y dio media vuelta abandonando el lugar. Las monjas miraron a la joven arrodillada en el piso, muchas de ellas la miraron con altanería y con una sonrisa burlona que Agnes no pudo llegar a ver, una mujer vestida de blanco la miro con cierta pena y miro a la Abadesa. La mujer dio media vuelta y salió del lugar.
—Señorita Jones—la voz de la abadesa hizo que Agnes dejara de rezar y mirara a la mujer— ¿Sabe la gran falta que ha hecho el dia de hoy?
Agnes permaneció callada y miro a la mujer.
—Nunca se ve me ve fijamente— hablo la mujer y lentamente Agnes quito su vista y la coloco en el piso— Nunca se interrumpe por nada del mundo los rezos, mucho menos cuando es para pedir por un alma...
—Una joven estaba llorando y atrajo mi atención...
—¡Nada tiene mas atención que nuestro señor!— señalo la mujer el crucifijo que estaba frente a ellas, luego la abadesa negó— Merecerás el castigo que nuestro dios impone a los mal educados.
Dos monjas desabrocharon el vestido de la joven dejando su espalda al descubierto.
—Todo será por tu bien Agnes, veras que después de esto aprenderás y no volverás a cometer el error. Comienza a rezar— ordeno la mujer, Agnes entrelazo sus manos y comenzó a hacerlo mirando el crucifijo, luego, el dolor del látigo en su espalda hizo que soltara un grito— ¡Sigue rezando Agnes, nuestro señor te perdonara por esta gran falta si no dejas de pedir por tu alma! — la joven siguió con dolor la oración mientras el látigo de piel le dejaba marcas.
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