23. Sin escape

—Pasaremos por Jackson y nos largaremos de aquí— hablo Agnes mientras caminaban por el pasillo, se detuvo frente a dirección y abrió la puerta lentamente.

—Agnes, ¿Qué estamos haciendo aquí? — pregunto Lilith sin querer entrar a dirección.

Agnes cerró la puerta y coloco una silla sobre la puerta.

—Cuando llegue aquí, el primer día que nos conocimos en el recorrido yo logre ver algo que escondía la Abadesa— explico rebuscando entre los cajones y papeles— Puede ser cualquier cosa, pero algo me dice que es algo que nos puede salvar, algo que...—se sentó en la silla de la mujer giratoria de la mujer y miro el cuadro de Jesucristo que estaba detrás de ella.

Agnes se levantó del asiento y toco el marco de la fotografía.

—Perdóname Dios, tendré que moverte— pidió perdón antes de lo que iba a hacer y bajo la fotografía, detrás había una caja incrustada sobre la pared, tomo la perilla y la abrió, sus ojos de ampliaron al encontrar lo que buscaba.

—Agnes— hablo Lilith y la joven se giró con el arma en la mano.

—Hora de irnos— sonrió Agnes

Salieron de dirección encaminándose hacia la salida cuando tres campanadas hicieron que se detuvieran, los pasos de los estudiantes descendiendo las escaleras resonaron por el eco del lugar.

—Todos, a la catedral ahora— ordeno una de las monjas hacia los estudiantes.

Agnes camino hacia atrás y se ocultaron detrás de la pared mientras los jóvenes acotaban la orden.

—¿Qué creen que vayan a hacer? — pregunto Jackson.

—No lo se, no quiero descubrirlo— contesto Lilith, los cuatro se dieron vuelta y unas bolsas en la cabeza hicieron que gritaran, luego, todo se volvió negro.

***

Oliver parpadeo y lo primero que vio fue un techo grisáceo sobre ellos, se levantó lentamente y movió sus manos encadenadas.

—Al fin despiertas— exclamo la Abadesa sonriéndole— Estábamos preocupados por ti.

Oliver miro a sus amigos en el mismo lugar igual encadenados, las manos de Lilith temblaban sin parar.

—Su amigo Jackson preguntaría por ustedes si tan solo pudiera hablar— rio la mujer y los miro— Pero no se pongan tristes, yo misma los voy a reunir.

La monja chasqueo los dedos y tres monjas más entraron al lugar, cada uno tomo a uno de los jóvenes obligándolos a levantarse, estas los empujan por los pasillos.

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