20. Dama de negro
Su paso era rápido mientras Agnes pasaba por el bosque, sabía que esa era la mejor forma de huir, nadie la buscaría por ahí, miro como el cielo que había sido en pocas ocasiones de color azul celeste se volvía grisáceo, sintió la el frio golpear su rostro y su cabello negro se movía de un lado a otro. Pensó en Oliver, en cómo le había pedido y suplicado que se quedara, detuvo sus pasos y se quedó parada inmóvil mientras escuchaba los búhos ocultos en los arboles más altos. Un sonido de un vehículo hizo que mirara hacia el otro camino, sonrió, ese sería su forma de escape rápido.
Se apartó del camino y se colocó detrás de uno de los árboles, poco después se vio a lo lejos el vehículo de color negro que se detuvo varios metros alejados de donde estaba, el conductor bajo del vehículo y abrió la puerta trasera, del auto, salió una mujer vestida totalmente de negro y una tela cubría su rostro evitando que su identidad fuera revelada.
La mujer se adentró entre los árboles y se perdió de la vista de Agnes. La joven miro la salida que le daría su libertad del instituto, regreso su vista por donde se había perdido la extraña mujer y camino hacia ella siguiéndola.
A cada paso que daba, se internaba cada vez más al bosque, en repetidas ocasiones tuvo que ver a su espalda para comprobar que estaba sola.
—Estas siendo muy paranoica— se regañó y siguió caminando.
Volvió a encontrar quien estaba parada en el centro esperando a alguien, Agnes se sentó en el piso y observo de un lado a otro. Pasados varios minutos Agnes decidió que lo mejor sería marcharse cuando la extraña mujer se movió y alguien llego hasta ella.
—Sabes lo que odio que hagan esperar— espeto la mujer con tono molesto, la recién llegada le sonrió.
—Sabes que siempre hay problemas en la Abadia— contesto la Abadesa siendo seguida por dos monjas más— Y que debemos actuar con cuidado, no todas las monjas saben de esto...—negó con la cabeza— Era mejor cuando Sombra y Negro nos ayudaban con la distracción ¿Te acuerdas de ellas?
—Sí, eran una molestia, pero fueron de gran ayuda. Lástima que estén muertas, pero bueno...—agito la mano la mujer de negro— No vengo hablar de esas brujas ¿Qué ha sucedido?
—Varias cosas a nuestro favor M— sonrió la Abadesa— Uno de ellos no puede hablar y los otros tres discutieron, ya he ordenado que la busquen y la mantengan apartada de todos, pero no sé qué esté pasando, tu hijastra es difícil de controlar. Por cierto...—hizo una pausa pensando— ¿Cómo esta Frederick?
—En su lecho de muerto si todo sale bien. Enserio quería agradecer a las hermanas Sombra y Negro por el té Negro, es muy efectivo, nadie sabrá que yo lo mate— en ese momento la extraña bajo su capa y revelo su identidad, era Meredith, la madrastra de Agnes.
Agnes se dejó caer al piso y coloco una mano sobre su pecho. Negó con la cabeza en repetidas ocasiones, su padre no podía estar muerto, soltó un sollozo y coloco su mano sobre su boca para que no la escucharan. La joven comenzó a arrastrarse en el piso, debía huir. Se levantó y comenzó a correr lejos de las tres mujeres, sus lágrimas en sus ojos hacia difícil su visión, tropezó con un tronco y rodo por el piso cayendo en un agujero negro.
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