Capítulo 3

— Jack Redfield. — gruñó Ashran, el malvado profesor de matemáticas. — ¿Has hecho los deberes?

¡No! ¡Se me olvidó por completo hacerlos!

— Yo... — comencé, pensando en una excusa convincente. — Verá, señor profesor, es que... mi dragón... ha quemado mis deberes...

Toda la clase se rió.

— ¡¡¡SILENCIO!!! — ordenó, y hasta el grillo dejó de hablar por el susto. — Señor Redfield, creía que alguien tan inteligente cómo usted sabría que ya no quedan dragones por Madrid.

— Es que me lo traje desde Dinamarca. — continué mintiendo. — Allí los hay por todas partes, incluso fuera de los zoos.

— Comprendo. — asintió Ashran, muy serio. — También debe saber que se aproxima el día de la mascota en el colegio y que estoy deseoso de que traiga y me enseñe a su dragón o tendrá un cero cómo nota final... toda la clase.

Se escucharon murmullos de desagrado por toda la clase.

— ¿Alguien tiene algo que objetar? — preguntó el terrible profesor de matemáticas. — Perfecto, digamos con la clase. Victoria d'Ascolli, ¿has hecho los deberes?

— Yo, esto... — comenzó a balbucear Victoria, quién estaba claro que no los había hecho.

Pip Pap Pop Pip. — sonó por los altavoces de la clase. — Les habla la directora Laura Gallego. Por favor, preséntense en mi despacho la señorita Victoria d'Ascolli, el señor Jack Redfield, las señoritas Paula y Natalia Williams, el señor Shail d'Ascolli, el señor Alexander de Vanissar, la señorita Zaisei Celeste y el señor Kirtash Delséptimo. Pip Pap Pop Pip.

— Ya lo ha oído, señor profesor. — dijo Victoria. — Debemos ir al despacho de la directora.

Una vez los cuatro salimos de clase, soltamos la carcajada que habíamos estado reteniendo.

— Salvados por la directora. — suspiró Victoria. — Luego le daré las gracias a Laurita.

— ¿Sabéis quién ha sido el último chico? — les pregunté. — ¿Qué clase de nombre es Kirtash Delséptimo?

— ¿Delséptimo no es el apellido de Ashran? — comentó Victoria.

— Mejor vayamos al despacho de Laura. — comentó Natalia.

— Allí lo descubriremos. — completó Paula.

— Hola. — nos saludó Shail cuando nos vio llegar. Alexander estaba a su lado, y al otro, la chica del pelo azul, Zaisei.

Apoyado en la pared, apartado de ellos estaba el que debía ser Kirtash.

— Oh, que bien, ya estáis todos. Seguro que os estaréis preguntando qué hacéis aquí. — dijo Laura, y todos asentimos con la cabeza, salvo Kirtash, que miró hacía otra parte, indiferente. Ese chico no me caía nada bien.

» Pues veréis — continuó la directora. — , ¡el profesor Haa Din y yo hemos decidido restaurar el club de teatro! Pero por supuesto, los demás profesores no quieren, así que hemos pensado montar una pequeña obra de teatro para convencerles de que es una buena idea. Por eso, el profesor Haa Din y to os hemos elegido a vosotros, para que representéis la obra que he escrito.

» La obra, titulada "Memorias de Idhún", trata sobre un mundo llamado Idhún, en dónde habitan unicornios y dragones. Pero un día, los Sheks, guiados por un malvado nigromante, llegan a Idhún y matan a todos los unicornios y dragones, haciéndose con el poder de Idhún. Pero un unicornio y un dragón consiguieron salvarse y fueron exiliados a la Tierra, dónde encarnaron en humanos.

» Años más tarde, el dragón y el unicornio se encuentran, y junto a la resistencia vuelven a Idhún. Allí matan a todos los malos, excepto al hijo del nigromante, que también es medio Shek, pues la chica unicornio se enamora de él, creando un triángulo amoroso entre el Shek, el unicornio y el Dragón aún mejor que el de Crepúsculo. ¡Toma esa, Stephanie Meyer!

Todos nos miramos unos a otros, mientras lo contaba. Cuando hubo terminado, Paula aplaudió.

— ¿Y bien? ¿Qué os parece? — preguntó Laura.

— Emm... — comenzó Victoria.

— Esto... — murmuró Shail.

— ¿No os gusta?

— ¡No, no es eso, Laura! — se apresuró a decir Victoria. — Es sólo que será difícil hacer de esa historia una obra de teatro.

— ¡No te preocupes por eso! — dijo la directora. — ¡Confío en vuestros dotes de actuación! ¡Mañana repartiremos los papeles, ahora, volved a clase!

Y volvió a entrar en su despacho, dando un portazo dramático.

— ¿Y si nos damos un paseo hasta llegar a clase? — le pregunté a Victoria. — Quedan solo cinco minutos para que acabe la hora de matemáticas.

— ¿Qué toca después? — quiso saber ella.

— Filosofía. — respondió Paula, sacando la hoja con el horario de su mochila, de la que no se separaba nunca.

— Qué sean diez minutos. — murmuró Natalia. — Siempre podemos decir que la charla con la directora se alargó.

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