Paso #60: Confía en tus aliados
Al principio, todo era caos y oscuridad, y el primer día dijo Dios: "hágase la luz", la luz se separó de la oscuridad y vió Dios que era bueno. Aún así, la luz, especialmente ésta, cegadora, que me hace arrugar el rostro y doler la cabeza, siempre me molesta. Incluso sin abrir los ojos, ya sé que estoy en el hospital. Solo en este lugar he conocido tal incandescencia.
O quizá solo sea insoportable porque debo luchar contra la anestesia para poder enfocar la mirada. Recuerdo oír voces, y preguntas la primera vez que abrí los ojos. La experiencia me hace saber que dormí después de eso. Ahora, escucho ruidos otra vez, pero no son preguntas de las enfermeras. Alguien discute.
La mariposa amarilla parece estar aleteando frente a mis ojos, impidiéndome abrirlos, pero soy capaz de escuchar. Por un momento no soy capaz de moverme y eso me llena de terror, luego me doy cuenta de que simplemente no estoy poniendo demasiado esfuerzo en ello. Mi cuerpo se siente adormecido en su mayor parte, excepto la garganta. El dolor en la garganta es desesperante, como si aún estuviera atado.
—No, ¡déjame! —su voz me asfixia un poco más, la desesperación se intensifica—. ¡Suéltame! No voy a salir, solo quiero saber si está...
—No tienes permiso, ni siquiera eres familiar, Will —reconozco la otra voz, pero no me concentro lo suficiente en ponerle un rostro—. ¡Por todos los cielos! Su padre ni siquiera ha entrado. ¡Ven! ¡Fuera de aquí!
—No, pero...
La discusión se mantiene, pero las palabras se distorsionan. Escucho un pitido, pero nadie corre hacia donde estoy para verificar el collar. Ah. Es cierto. No es mi collar. Estoy en el hospital. Volví a hacerlo. No quería. Pero lo hice. El collar ya no está, y ese pitido proviene de otro lugar. No importa, la tonada es la misma, como una melodía demasiado conocida, mi pulso sigue latiendo.
Sigo vivo.
No quiero morir.
La voz de Will suena desesperada, lo aflige un tremendo dolor. Eso hace que el dolor en mi garganta sea más fuerte que antes. Me falta el aire, tengo sed. Y duele, duele mucho. Mi cabeza sigue adormecida, pero siento mis dedos. Sé que estoy moviendo los de los pies. Sigo vivo. Realmente estoy vivo.
La discusión se intensifica, pero ahora escucho más voces. ¿Es mi padre? La puerta se abre. Debe estar muy molesto. ¿Me va a gritar otra vez? Pero, ¡hey! Estoy vivo. No te asustes... No te asustes... Fue un accidente, lo prometo. Las voces son más fuertes por un momento y después se apagan otra vez. La puerta se ha cerrado, y ahora discuten afuera. Me duele la garganta.
La mariposa ha abandonado al fin mis ojos, consigo abrirlos, y comienzo a moverme. No me doy cuenta de que lo estoy buscando a él, hasta que ya he pronunciado su nombre. Las cuatro letras salen tan rotas de mi boca, que es difícil saber si tan siquiera consiguen formar una palabra. Es más un graznido, como si mis cuerdas vocales fueran de cemento, y soltaran polvo.
Me gustaría decir que no puedo reconocerme. Pero, lo hago. Ya he estado aquí. No en este lugar, pero sí en esta posición.
No sé si se coló de nuevo, o si simplemente su padre no consiguió sacarlo, pero me ha escuchado, y en un segundo ya está a mi lado. Consigo verlo. Parece un ángel, en medio de tantas paredes y techos blancos. Sus ojos azules son el cielo y por un momento, soy capaz de jurar que el paraíso existe. Luego, el cielo comienza a caerse, y es el fin del mundo.
—Nico... —su voz tiembla, su expresión está llena de miedo. Todo su cuerpo está temblando. Intenta controlarse, lleva una mano hasta su boca para evitar... evitar algo... pero su respiración se acelera, su mirada se inunda, y luego solo deja caer la cabeza sobre mi pecho y comienza a sollozar. Como un niño.
Y es mi culpa. Su sonrisa no está. Ya no existe. Lo he roto. Atrapé a la mariposa amarilla, solo para romperle las alas. Le he arruinado la vida. Ya jamás podrá volar. Estará triste por siempre. Estoy desvariando.
Estoy hablando. Digo palabras sin sentido, porque no puedo pronunciarlas bien. Mis manos se están moviendo con desesperación por encima de él. Intento consolarlo, pero, ¿cómo puedo dar consuelo a quien siempre fue el mío? Intento calmarlo, y disculparme, pero, ¿qué calma puedo ofrecer si he sido yo quien causó su dolor? Me escucho repetir "Perdón, perdón", y luego también un "No quise hacerlo", pero Will no deja de llorar. No deja de aferrarse a mí.
Mi garganta bien podría estar sangrando. Duele muchísimo. Estoy llorando. Realmente estoy llorando, no puedo evitarlo. Gritaría si pudiera gritar. Devolvería el tiempo si con eso evitara lastimarlo así... pero, no puedo. No sé hacerlo. Perdóname. Por favor, perdóname. No me odies. No me odies.
Los pitidos de la máquina que monitorea mi pulso se han disparado, se convierte en un chillido insoportable, así que me arranco todos los cables que se pegan a mi cuerpo. Eso solo lo hace peor, se convierte en un solo grito interminable, pero hace que Will se incorpore y me mire, secándose los ojos con velocidad, o al menos lo intenta, porque las lágrimas no dejan de salir.
—Lo siento, lo siento —dice, como si tuviera que disculparse. Como si no fuera yo el pecador aquí—. Cálmate, no te hagas daño, ¿sí? No estoy llorando, ¿ves? No estoy llorando, lo prometo.
La puerta se abre y el doctor entra apresurado. Todo es un caos, el pitido es el de una persona cuyo corazón acaba de detenerse, pero el mío late más fuerte que nunca. No puedo detenerme, le estoy sollozando a Will, le imploro que me perdone.
—No quise hacerlo —digo, o al menos creo que es lo que intento decir. Mi voz raspa, mi garganta no aguanta tanto, siento que mi cuello va a partirse a la mitad— Créeme, por favor, crée...me... —me quedo sin aire en la mitad de la oración— No lo haré nunca más. Lo juro.
La mano de Will está en mi rostro, pero no me doy cuenta de eso hasta que la quita. De pronto todo está en silencio, Will se aparta dos pasos de mí, sus ojos azules ya no me miran. ¿Desde cuándo no me miran? ¿No habían estado siempre ahí, observándome? Creo que sigo balbuceando, al menos mi garganta quema como si lo hiciera. Solo juro y juro y juro. Porque no dejaré de hacerlo hasta que me crea.
Siento una mano sostener con fuerza mi hombro para luego empujarme contra la cama. Ha levantado la parte superior lo suficiente como para que pueda quedarme sentado, en lugar de acostado. Yo ni siquiera me dí cuenta de que me había movido tanto hasta estar casi a punto de saltar sobre Will. Pero, ahora Will no está nada cerca de mí: dos pasos más allá del borde de la cama.
¿Me odia? ¿Realmente me odia?
Algo me pincha el dorso de la mano izquierda y me giro para mirar por inercia. Son un par de manos, intentan ajustar la vía que me he arrancado a la fuerza. Hay sangre alrededor de la aguja, ensuciando la cinta que la mantenía pegada a mi piel. Sé cómo funciona. Sé que debe tener un calmante, y yo no quiero dormir más, así que le arrebato la mano de entre las suyas.
O al menos lo intento. Apolo tiene demasiada experiencia siendo doctor como para tener un reflejo rápido que le hace atrapar mi mano en el aire y tironearla con fuerza de vuelta a su lugar. Repito el movimiento, pero me sujeta muy fuerte. Entonces, antes de que lo intente una tercera vez, como un pez chocando contra el vidrio de su pecera, me dice:
—Quieto... No me hagas amarrarte a la cama, porque puedo hacerlo, ¿okay? —Su voz, sin embargo, no es cruel. Es suave, tranquila... quizá incluso cariñosa. Coloca la vía en su lugar, cambia la cinta, pero no enciende nuevamente el monitor. Al menos no por el momento—. Creí que "no despertarlo" era bastante obvio.
—No lo desperté —Will se defiende automáticamente, lo escucho sorber la nariz. Giro la cabeza, quiero verlo otra vez, pero al intentar cambiar mi mirada de un lado a otro de la habitación, me doy cuenta de que debo ver hacia el frente.
Y al ver hacia el frente, mi mirada se estanca ahí. En mi padre. Los recuerdos entran de golpe en mi cabeza y comprendo con una lentitud agonizante lo que hago aquí. Lo que intenté hacer. Lo que significa. Lo que ocurrió. Mi rostro aún debe estar mojado por llorar, pero no me importa, la pregunta simplemente escala por mi tráquea hasta arrastrarse fuera.
—Quando? —De acuerdo, solo es una palabra, y ni siquiera suena fuerte, es solo un gruñido. Mi padre me mira cómo si no entendiera, el ceño fruncido, los brazos cruzados, no como si estuviera enfadado, sino como si tuviera frío. Veo un movimiento en su ceja, pero no contesta—. Quando è il funerale?
Más silencio. Silencio que no me gusta nada. Puedo escuchar mi propia respiración, y sentir como mi pecho se levanta y vuelve a hundirse, temblando en el momento justo en que mis pulmones se llenan por completo de aire. Yo sigo con vida, pero ella no. Nada ha cambiado. Sigue siendo mi culpa.
—Di cosa stai parlando? —mi padre termina por contestarme, lo hace lentamente, su rostro está fruncido por el dolor, pero parece ser simple incomodidad.
—Riguardo a lei —le regreso yo. ¿A qué otra cosa estaría refiriéndome? Hablo de su funeral... ¿Cuándo es? ¿Acaso me lo he perdido? ¿Otra vez? Los ojos de mi padre me abandonan un momento, creo que van hasta Apolo, preguntando si hay algo mal. Pero, Apolo no entiende de lo que hablamos, ya sea porque no habla italiano, o porque está completamente fuera del contexto. Me canso de esperar—. Posso parecipare?
¿Me dejarán ir esta vez? ¿Puedo verla una última vez? ¿Puedo disculparme con ella, al menos? Pero, mi padre sigue viéndose confundido. Lame sus labios un segundo, está a punto de preguntar algo:
—¿Bi...?
—Mamma —lo corrijo de inmediato. Su ceño se frunce aún más.
—Nico, Caro... —la voz me hace dar un salto. De nuevo estoy casi al lado de Will, quien parece estar haciéndose más pequeñito, como si no quisiera que alguien lo notara. No la había visto. No sabía que estaba aquí, y su simple presencia me hace querer vomitar. Sophie Manganello. Mi padre la mira mal, levanta la mano para silenciarla y ella obedece, con una expresión incluso sonriente. Los ojos de mi padre vuelven a mí, luego de abofetearla con su mirada.
—Dove l'hai sentito? —esta vez hay verdadera rabia en sus palabras. No espera a que yo conteste, mira un poco más allá, hacia el señor D. Yo tampoco sabía que él estaba aquí. ¿Son todos? ¿Me he perdido de alguien más? Una estúpida parte de mi de pronto empieza a preocuparse por todo lo que he dicho desde que desperté. ¿Actué de forma demasiado patética? ¿Siquiera importa?—. ¿Quién se lo ha dicho? Ni siquiera debería enterarse de eso. —Se gira de nuevo hacia mí, parece querer preguntar si es el motivo de todo esto, pero no lo hace, porque ya sabe la respuesta. Y está más furioso que nunca.
"Ella no lo hizo" —estoy a punto de decirle—. "Al menos, no hay pruebas de ello... No aún. Bueno, las hay, pero..."
Aún así, son oraciones demasiado largas. No llegaría ni a la mitad sin vomitar mis entrañas fuera de mi cuerpo. El dolor de garganta empeora, mi voz está tan ronca que ni siquiera puedo escuchar con claridad mis propios pensamientos, empiezo a preguntarme si tal vez la he arruinado para siempre. Y tengo sed. Muchísima sed.
—Yo... —el señor D intenta contestar, realmente lo intenta. Pero no tiene ni puta idea de nada—. Es que no... no entiendo...
—No importa —mi padre se vuelve más firme que antes, su rostro parece congelarse y por un momento casi puedo ver un reflejo del mío—, tan pronto como el doctor le dé el alta lo llevaré a casa y no volverá a ese Instituto...
—No puede hacer eso —la voz de Will de pronto resuena junto a mí—. Ahí están todos sus amigos, usted no puede alejarlo de las personas que lo quieren.
—Will, hay que ir afuera. Ahora —Apolo decide que este es el momento adecuado para dejar de ser espectador. Quizá la rabia en el rostro de mi padre, le dio una señal.
—¡No! —Will también está molesto, se acerca un par de pasos a mí, pero no es su intención. Él está intentando escapar de su padre, quien está dando la vuelta a la cama para agarrarlo y sacarlo—. Ni siquiera le ha preguntado a Nico qué quiere hacer. Además, ¿no se supone que está encerrado por su bien? No porque tenga todo ese dinero significa que pueda hacer con sus hijos lo que le plazca, como si fueran simplemente de su propiedad. ¡Dígale, señor D!
—Señor di Angelo... —el señor D no habla porque Will se lo pidió, sino porque ya tenía la intención de hacerlo desde antes. De hecho, ya había empezado antes de que Will mencionara su nombre. Frunce el ceño cuando lo escucha, pero después no tiene otra opción más que continuar—. Nico había tenido una enorme mejora hasta el momen...
—¡Sí, ya veo cómo ha mejorado! —Mi padre lo interrumpe, con sarcasmo. Se ve enojado, sí, pero al menos aún no está gritando, como en otras ocasiones. Es increíble, como cada vez reacciona diferente. Como si probara, y esperara encontrar la reacción correcta en alguna ocasión: furia, dolor... sarcasmo.
—¡Pues quizá si no lo tratara como a un criminal! —Will vuelve a interferir—. ¡Colocándole un collar en el cuello, como si fuera un perro! ¿Qué sigue ahora? ¿Va a ponerle un bozal, también? ¿Lo va a encadenar en su ático? ¿No se da cuenta de que todo su control solo hace que todo empeore?
El ceño de mi padre se frunce aún más. Está a punto de tomarla contra Will, va a defenderse, y probablemente lo hará gritando. Sé que no podré soportar eso, o quizá simplemente es mi subconsciente quién lo sabe, porque al segundo siguiente estoy incorporándome más y jalando a Will de la mano.
—Él no me puso el collar, lo hice yo —el sonido de mi propia voz me da asco. Pero, a Will parece causarle sufrimiento extremo. Sus hombros se caen como si le hubieran colgado yunques en ambas muñecas. Me mira como si estuviera a punto de echarse a llorar otra vez. La fuerza que quiso mostrar ante mi padre, no era otra cosa más que una fachada, que ya no existe.
—¿Qué? —pregunta, pero es apenas un susurro, como si simplemente fuera eco de sus pensamientos.
—Creo que no hay que tomar ninguna decisión apresurada en este momento, Hades —Apolo levanta ambas manos en gesto de apaciguar la situación, haciendo que la atención se vaya por completo hacia él. No se me escapa que ha utilizado su nombre de pila— Nico necesita descansar en este momento y hay demasiada gente en la habitación. Además aún tenemos que transferirlo a un cuarto de recuperación, así que... Will, afuera, ahora.
—Me temo, doctor... ¿Solace? —La voz de Sophie Manganello me hace dar otro salto. Odio que ocurra esto, pero ella simplemente me incomoda. No es como tenerle terror, simplemente, no me agrada tenerla cerca. No sé si Will lo ha notado. Ella continúa hablando—: que la pérdida de tiempo ha resultado ser contraproducente en situaciones anteriores. Me apresuré para llegar lo más pronto que pude, justamente por esa razón.
Está sonriendo, con esa asquerosa sonrisa brillantemente falsa. Da varios pasos hacia el frente, me mira con dulzura. Ella no está enojada. Es posiblemente la única persona en este lugar que no está resentida conmigo por lo que hice. Es justo como el desierto: hermoso si eres turista, pero una pesadilla si te encierran en un Instituto en medio de él, e intentas escapar.
—¿Y Hazel? —Le grazno a mi padre, pero la estoy viendo a ella. ¿Cómo llegó Wil hasta aquí? ¿Su padre le permitió venir? ¿Dónde dejaron a mi hermana? ¿Está bien?
—Afuera —contesta papá—, con tus otros... amigos.
Sophie sonríe incluso más radiante. ¿Se da cuenta de que ella no gritará en mi auxilio en esta ocasión? ¿Eso la divierte? ¿Está retándome a que grite yo? ¡Como si siquiera me alcanzara la voz para ello!
—No me importa si viajó en jet o en cohete espacial, señorita —Apolo le contesta a Sophie, algo tarde. Es como si él hubiera estado esperando a que mi padre la detuviera, pero él no lo hizo— Necesito que todos salgan de aquí ahora mismo... —luego agrega entre dientes—: especialmente tú, Will, es la última vez que te lo digo. No te atengas a las consecuencias.
No puedo evitar bufar. ¿Cuáles consecuencias? Como si alguna vez hubiera sido algo que no fuera un padre excesivamente amoroso con él. Pero Sophie ha llegado hasta los pies de la cama, y ha colocado su mano sobre mi pierna. No sé por qué, pero eso hace a Will explotar.
—¿Qué le pasa? ¡No lo toque! ¡Aléjese de él! —incluso es lo bastante altanero para dar los pasos que le faltan hacia el frente y abofetearle la mano—. No tiene permitido tocarlo.
Sophie no se enfada. Le parece divertido. Le contesta con la confianza de alguien que sabe que ha ganado la discusión antes de comenzarla.
—Y tú no tienes permitido estar aquí —le sonríe con demasiada calidez—. Abandona este cuarto, y no vuelvas a tocarme si no quieres un cargo por agredir a un policía en tu expediente, junto con otros cuantos meses de condena.
—¡Will! Obedece, ya basta —esta vez Apolo sí sonó furioso. Will lo mira con una expresión ofendida, pero por única ocasión, decide obedecer. Da un paso hacia la derecha. Y entonces se detiene.
No porque quiera.
Lo tengo sujeto de la mano. Fuertemente. Mis ojos siguen fijos sobre la agente Manganello, así que no sé si me ha mirado para despedirse antes de salir, pero puedo sentir como tironea un par de veces su mano para hacerme soltarlo. No lo hago. Por el contrario, lo jalo tan fuertemente que estoy a punto de subirlo a la cama. Puedo sentir los ojos de mi padre fijos en mí. Puedo ver como la sonrisa de Sophie titubea un poco, pero sobre todo, puedo sentir como la mano de Will se vuelve más suave, hasta acariciar lentamente la mía, que lo sujeta.
—Voy a estar afuera con los chi...— inicia a decir suave y lentamente.
—No —lo interrumpo, y tironeo un poco más. Juro que si no se sienta conmigo por voluntad propia, me voy a levantar solo para cargarlo y colocarlo sobre la cama.
No es solo porque no quiero que se vaya (que no quiero, realmente lo quiero aquí a mi lado), pero además, si él se sienta conmigo en la cama, Sophie no tendrá espacio para hacerlo ella. Puedo hablarle a Manganello. Quiero hacerlo, la necesito, no hay otra opción. Pero, no la quiero tan cerca de mí.
—Nico, escúchame, ¿sí? —Es Apolo. No hay comparación posible entre el modo en que me habla, con el que le ha hablado a Sophie. Su voz conmigo, se asemeja al tono que usa con Will. Jamás en la vida escuché la seriedad con la que le habló a Sophie—. Necesitas descansar, así que suelta a Will y...
—¿Vas a contestar mi pregunta? —No es mi intención tratar mal a Apolo, es solo que de pronto me di cuenta de que, si Hazel está afuera, no ha pasado demasiado tiempo desde que ocurrió, así que, tal vez, solo tal vez, no me haya perdido el funeral. Mi mente no está funcionando en orden en este momento, lo sé. Pero, lo estoy intentando, de verdad—. ¿Cuándo será su funeral? ¿Puedo ir?
—Nico, no está muerta —mi padre contesta con brusquedad, no lo culpo—, la hirieron, está en el hospital— parece pensárselo un momento y específica—. En otro hospital. ¿Quién te dijo que murió?
El periodico. Obviamente. Lo leí ahí. No me lo... ¿Realmente lo decía? ¿O yo lo asumí? No. En verdad lo decía. Pero no venía su nombre. ¿O, sí? ¡Pero era su fotografía! ¡Yo la vi! ¡Jamás la confundiría!
—Está, efectivamente en el hospital —esta vez es Sophie quien lo dice—: la dieron por muerta en un primer momento, pero está con vida. Afortunadamente, mio caro— luego voltea la cabeza hacia mi padre, y en una voz que pretende ser un susurro, pero que suena igual de fuerte que siempre le dice—. Salió en el diario de hoy. Primera plana. Ya sabes como son los periodistas.
Su mano vuelve a colocarse en mi pierna. Casi puedo escuchar a Will gruñir como lo haría un pitbull, así que recojo las piernas y me acomodo bien sobre el colchón.
—¿Está viva? —No puedo evitar preguntar—. ¿Mamá está viva?
Esta vez, siento a Will estremecerse a mi lado. Se sienta junto a mí, la mano que no está atrapada entre mis dedos, que parecen tener ventosas, se coloca sobre mi pierna. No hay incomodidad.
—Lo está —resuelve Sophie, y su mirada se vuelve seria en menos de un segundo, prueba infalible de que su expresión amable es tan falsa como horrorosa—, pero volverá a la cárcel tan pronto como los doctores lo autoricen, así que... —suelta un suspiro forzado—. ¿Tienes algo para mí, mío Caro?
—Sé qué ya dije esto muchas veces —comienza Annabeth, con el cabello rubio revuelto por pasar tantas veces las manos por él—, pero, ¿puedes contarnos qué fue lo que sucedió Hazel? ¿Por favor? Todo esto ha sido tan...
Su voz pierde fuerza a medida que nota que Hazel, o bien está distraída o la está ignorando completamente, mientras sigue sentada en el mismo lugar desde que le dijeron que Nico estaba fuera de peligro. Frank está a su lado por supuesto, no la toca o la abraza pero su figura es tan imponente en la sala de espera, que parece un manto de piel de oso que la cubre y le da poderes para mantener la calma. Porque de otro modo, no entiendo cómo es que la hermana menor de Nico se encuentra tan antinaturalmente serena, cuando yo mismo, siento que estoy a punto de explotar como una cadena de volcanes.
También estoy sentado en el suelo, al otro lado del banco donde Annabeth, Piper y Drew están sentadas, apretujadas para el disgusto de las dos últimas. El resto hemos imitado la posición de Hazel, puesto que no había suficientes bancos para todos. Ahora parecemos un grupo de indios esperando las noticias del curandero sobre nuestro cacique, en una esquina de la sala de espera, mientras las enfermeras no nos quitan el ojo desde que se enteraron que venimos del famosísimo y peligrosísimo Instituto de Delincuentes Juveniles que está en medio del desierto.
No las culpo, después de todo, esta es la primera vez que el El Estratega Ejército Tormenta Marítima del Fuego Divino de los Bellísimos Tesoros del Convencimiento Lujurioso Virtual, está reunido y libre, aunque, entonces estado de reposo a causa de la caída de nuestro líder.
Annabeth le lanza una mirada de ayuda a Percy, quien está recostado contra sus piernas y uno de sus brazos descansa sobre su rodilla. Ha estado distraído desde hace rato jugando con un hilo suelto de las costuras de los pantalones de ella, así que no la ve, sin embargo, él alza la vista cuando Annabeth lo zarandea un poco.
—¿Eh? ¡Oh! —Inmediatamente carraspea, y se rasca un lado de la cabeza, mientras se devana los sesos para pensar algo que decir y no empeorar el ambiente tenso del lugar—. Entonces... ¿Frank? Andrew nos contó que fuiste tú quien dio el aviso de que Nico estaba malherido. Asumo que Will y tú lo encontraron primero. Antes de eso, ¿vieron a alguien salir de su habitación? O, ¿alguien que estuviera rondando cerca de allí?
—La pelea con Dimitri sucedió hace pocos días —añadió Jason—, quizás él intentó vengarse otra vez...
—No fue Dimitri —Frank lo interrumpe de súbito, soltando un suspiro—, esto... él se lo hizo a sí mismo.
El peso de aquellas palabras cae sobre todos, y nos deja rígidos, hasta que una señora con yeso en la pierna deja caer su muleta al suelo (porque se ha quedado dormida en el sofá), y el ruido altísimo provoca un respingo en la mayoría. Solo Hazel, no ha movido un solo músculo aún, pero pestañea cuando Calipso a su lado, hace un pequeño ruidito de sorpresa.
—¿Qué? —susurra Andrew, pero su voz se escucha claramente, incluso para los demás extraños en la sala de espera que fingen no oírnos—. Espera... Frank, ¿estás sugiriendo que... Nico intentó...? —tapa su boca con una mano, incapaz de terminar la oración.
El horror poco a poco me consume más, esperando la respuesta de FranK. Pero, el chino no contesta, sino que se limita a mirar a Hazel, quien, por primera vez, da señales de regresar de entre los muertos con una tez menos fantasmal.
—No. No es lo que están pensando —comenta Hazel, y agarra la mano de su novio, aunque parece ser un gesto distante—. Es mucho más complicado que eso, y no sé si debería contarles... Dependerá de Nico si quiere hacerlo o no.
—Hazel, lo entendemos. Sabemos que quieres protegerlo. Pero, por favor, también ponte en nuestros zapatos —Jason frunce el ceño, preocupado—, creo que no me equivoco cuando hablo por todos los que estamos aquí: apreciamos a Nico y queremos brindarle nuestro apoyo. Sea lo que sea, queremos ayudarlo a mejorar.
—Si no fuera por Nico, seguiría siendo el mismo chico solitario acosado por los bullies —dice Andrew, mirando nerviosamente hacia Clarisse, pero sin achicarse en su lugar—. No exagero cuando digo que mi vida fue salvada gracias a él. Por eso, también quiero ayudarlo.
—Si hay algo que a nuestro rey le causa tanto sufrimiento —murmura Piper, con los ojos un poco enrojecidos—, es nuestro deber como fieles siervos, resolverlo aunque perdamos la vida en ello.
Pero, Hazel niega con la cabeza, rotundamente, con un semblante cargado de cansancio. Duda, es notorio en sus ojos. Al final, sus labios empiezan a moverse y toda la verdad se filtra de ellos. Mientras tanto, la sala de espera se llena de las risas de un niño que acaba de salir de la zona de pediatría, corre por delante de sus padres, quienes lo siguen con la vista fija en él. Una doctora los observa desde el marco de una puerta, su rostro es sombrío, como si en lugar de risas estuviera oyendo lamentos.
La voz de Hazel suena suave y melódica para los oídos, coincide con su tierna belleza, pero no con el contenido de sus palabras. Los ojos de todos cada vez se abren más por el estupefacto y el horror. Percy está boquiabierto, apretando la rodilla de Annabeth hasta que ella le hace una señal para que afloje su fuerza. Éste se disculpa distraídamente, y traga saliva. Clarisse está muda, pero su ceño está fruncido. Drew parece haber caído repentinamente ante la gravedad de la situación, como si hasta ahora, todo hubiera sido un juego.
Hazel contó vagamente sobre el secuestro, sobre la supuesta traición que fue difundida entre la gente. La muerte de su hermana mayor, Bianca, el acoso de una rara y espeluznante mujer llamada Sophie Manganello, quien es la principal motivadora de los catastróficos planes de Nico para conseguir salvar a Maria di Angelo. Creo que no entendí algunas cosas, por la complejidad del asunto, pero si he captado que, Nico había tenido una infancia de mierda.
—Él quiere recordar, necesita hacerlo para ayudar a su madre pero... —Hazel se muerde el labio, como si utilizara el dolor para volver a concentrarse—. La única forma de hacerlo es asfixiándose, él dice que es el único modo en que logra alcanzar esos recuerdos pero... cada vez que lo intenta, él ha estado a punto de morir... como ahora...
>>¡El collar no era para prevenir que mate a alguien era para evitar que se mate él mismo! Aún así, ¡jamás imaginé que apenas se deshizo del aparato iba a intentarlo de vuelta! Pensé que se había olvidado de aquella obsesión, que finalmente estaba perdonándose.
Frank le acaricia la mano, y ella toma una honda inhalación, al notarse a punto de perder la compostura.
—Es decir, él me prometió que no lo volvería hacer y además, —sonríe desganadamente—, pensé que no lo haría por... por Will.
—Oh, hombre —Percy pone una mueca—, recuerdo lo feliz y emocionado que estaba Will con la idea de quitarle el collar a Nico. No puedo imaginar lo mal que debe estar sintiéndose ahora...
"No tan mal como yo, te apuesto", quiero gritarlo. Pero me muerdo la lengua hasta que saboreo la sangre. Detengo la risa histérica al instante, cuando la siento querer explotar a través de mi boca. Tengo ganas de gritar y llorar al mismo tiempo. La culpa que siento es tan arrolladora que me hace inclinarme hacia adelante, tuviera llamas en mi vientre capaces de quemar mis intestinos.
—No entiendo por qué lo hizo tan pronto —Hazel dice más para sí misma, frunciendo el ceño—, no se veía particularmente ansioso por lo del collar cuando hablaban de quitárselo...
—Pudo haber un detonante —colaboró Frank—, algo que ocurrió ese mismo día...
—Quizás fue por lo del periódico —suelto, y no reconozco mi voz.
—¿Qué periódico? —interroga Annabeth, confundida.
Yo me relamo los labios, tan secos como si hubiera pasado días en el desierto.
—Cuando estaba quitándole el collar, había un periódico cerca de nosotros. Lo había estado leyendo pero no presté mucha atención, pero ahora pienso... había algo en la portada que me pareció extraño... —paso una mano por mi pelo—, ¿dijiste que tu madrastra está en la cárcel??
Hazel abre los ojos tan grandes que todo el oro de sus iris parece absorber el blanco.
—Tal coincidencia, es tan impresionante, que asusta, ¿no? —Echo una risita nerviosa—. Porque yo estoy muy asustado, chicos... Porque si ella realmente está en la cárcel, tiene sentido que Nico haya acabado así... porque en la portada salía que "la esposa de un empresario millonario había resultado muerta en un levantamiento en la cárcel". Y tu papá es un empresario millonario así que...
A Hazel casi se le cae la mandíbula por el shock. Mientras yo me pregunto, si mis manos están realmente malditas. Cuando actúan, parecen tentar a las personas a cometer tales actos atroces. Me hace recordar el pasado, a mis propios monstruos. Por lo que me pongo de pie, sin mirar a nadie, ni escuchar sus interrogantes. Me tambaleo un poco y siento que mis piernas hormiguean dolorosamente por haberme quedado sentado por mucho tiempo, sin embargo, me fuerzo a darme la vuelta y alejarme de ellos.
Oigo que me llaman pero no miro hacia atrás. Mis ojos arden. Al igual que mi corazón lleno de culpa.
—¡No lo sigan! —Es lo último que escucho detrás de mí—. Él necesita estar solo. Déjenlo tranquilo —reconozco la voz de Cali, y me sorprendo que no suene enojada o despectiva, sino como... si empatizara conmigo.
Y la verdad, no lo merezco.
Simplemente, soy un completo idiota.
¿Por qué rayos pensé que era buena idea quitarle el collar? Si no lo hubiera hecho nada de esto habría ocurrido. Nico casi muere por mi culpa. Y la idea me hace estremecer. ¿Por qué siempre estoy cometiendo estos errores? Quizás simplemente estoy descompuesto y no quiero aceptarlo. No quiero aceptar que no existen repuestos para repararme. Así que, quizás alguien debería hacerle un favor al mundo y tirarme a la chatarrería. O quizás yo deba hacerle este favor al mundo y a Nico, para compensarlo todo.
A Apolo no le hace ni un poco de gracia el tono que utiliza Sophie para hablarme. Apolo, en realidad, parece por fin haber encontrado su vena de papá responsable, y está actuando como una mamá gallina a punto de picotear a todo aquel que se atreva a hacerme daño, y por defecto, también a Will.
En un primer momento quiso sacar a todo el mundo de la habitación, luego le dije que quería hablar con ella, y no tuvo otra opción más que hacer lo que mi padre autorizaba o no. Papá, de mala gana, y después de varios insultos en italiano, terminó por concederme el capricho. Así que, ahora, la habitación sigue llena, pero puedo hablar con Sophie Manganello de mis más recientes recuerdos recuperados.
Lamento decir que no son muchos.
Apolo cerró las puertas de la habitación, pero se negó a salir. Encontraron asientos para todos los adultos presentes, aún así, el doctor se quedó de pie, como si de ese modo se sintiera mejor. Me trajo un vaso con agua, y por más que intentaron quitarme a Will, no lo consiguieron. Pedí que se quedara, y me lo concedieron... Para este punto no sé si quieren cumplir mis pedidos para tratarme como a un mocoso malcriado porque se sienten culpables, o si intentan darme todo lo que pido porque aún tienen miedo de que me muera de un momento a otro.
Intento tomar agua de mi vaso sin vomitar, pero a duras penas consigo mojar mis labios. No se me está haciendo fácil respirar, no solo la garganta me duele, sino que el aire no entra libremente por mi naríz, cada vez que hago un movimiento, mi cabeza parece dar cuatro vueltas al globo terráqueo. Es como pescar la gripe, pero unas tres veces peor.
Pero, Will está cerca, y ya no llora. Tampoco ha dicho nada, pero al menos no llora. Y no me está gritando, y no se ha ido. Está sentado en la orilla de la cama, y me mira como si creyera que me voy a quebrar en cientos de pedacitos de un momento a otro. Lo entiendo, si yo estuviera en su lugar, no estaría siendo ni la mitad de razonable que él.
—Entonces... Nico... —Sophie hace presión, como si con mencionar mi nombre pudiera forzarme a beber agua más rápido. Apolo no es el único que la mira mal. En esta ocasión, puedo ver incluso irritación en el señor D.
—Estábamos en el parque —inicio y ¡Dios!, mi voz es realmente una mierda. Intento carraspear, pero el dolor es insoportable, así que simplemente bajo la tonalidad, y termino por hablar con más aire que cuerdas, porque los chirridos me hacen escalofriar—, yo quise ver la mariposa...
—Amore... —ella quiere detener lo que en anteriores ocasiones ha llamado balbuceos tontos.
—¡Es importante! —le suelto. Quizá no lo sea. Pero, es el único cimiento fuerte que tengo, así que me aferro a ello. Ella suelta un suspiro exasperado.
—De acuerdo... la mariposa amarilla. ¿Luego qué? —No la estoy mirando a los ojos, pero puedo jurar que los ha rodado.
—Mamá le gritó a Bianca que podía tomar una fotografía de la mariposa —es ahora cuando la miro. Me quedo mirándola, esperando a que entienda. No lo hace. ¿Cómo no lo entiende? ¿Es estúpida? Ella levanta ambas cejas, cuando no agrego nada más, vuelve a alterarse.
—¿Y luego qué? —repite.
—¡Había una cámara! —le suelto como si fuera estúpida. El chirrido en mi voz está de vuelta—. Bianca tenía una cámara. ¡Lo grabamos todo! Estoy seguro de ello.
—No había ninguna cámara, Nico —esta vez es mi padre, está agotado, pero no furioso. Creo, que en realidad le doy bastante lástima, como un perro al cual no consigue quitarle la sarna.
—Había una —reitero—. Yo tenía el Walkman, ella la cámara. Mamá nos los dio ese día. ¿Por qué iba a darle una cámara si tenía miedo de que pudiera grabar lo que pasaba?
—No tienes un Walkman —dice papá. Lleva una mano hasta el entrecejo. ¿Por qué nadie le ha dado un café? ¿Acaso no tienen en este hospital?
—Claro que lo tiene, está en el Instituto —me sorprendo de escuchar la voz de Will. Quizá él mismo se sorprende también, porque lleva ambas manos a sus labios, para callarse. Mira a su padre, como pidiendo una disculpa por hablar cuando en múltiples ocasiones se le ha dicho que se vaya.
Apolo va a decir algo, pero no lo hace. No le doy tiempo. De pronto me encuentro soltando todo. Todo lo que no le he dicho a Will. Desde el inicio, desde que puedo recordar, es decir, el momento en que papá salió de casa con Hazel, hasta llegar al parque. Del parque al auto. Del auto al hotel. En el hotel consigo repetir todas las palabras de Bianca, cuando me enseñó a utilizar su cámara. Luego los disparos. Después la noche. La llamada. La llegada del otro hombre. Después hay un espacio vacío, pero siento a Will poner una mano otra vez sobre mi rodilla. Está temblando, pero está aquí. Y es la primera persona en años, que me cree sin siquiera dudar.
Lo veo en sus preciosos ojos azules: completa confianza.
Así que hago un esfuerzo y decido no pensar en lo que no recuerdo. Voy a la azotea. Y en la azotea todo es complejo, pero lo intento. Menciono el momento en que llegó mamá. Luego, el cielo. El hombre. Bianca me dice que huya. No. Antes de eso él hombre quiso asfixiarme, me lanzó contra la pared. Bianca lo golpeó, y después me dijo que huyera. Pero, yo no me podía levantar. Hubo un golpe, no sé quien lo dio, pero fue con el tubo. Porque había un tubo. Después más golpes, y gritos y mamá estaba furiosa. Yo estaba grabando. Sé que estaba grabando. Ahora me parece más claro que el agua. Yo estaba grabando. Paré la grabación. Saqué la tarjeta. El hombre vino hacia mí. Un chasquido.
Está a punto de dispararme. Es un arma. Me apunta. Va a matarme.
Hay otro espacio en blanco. Había sirenas.
La policía viene, por eso saqué la tarjeta. Los buenos debían tener la tarjeta. Era un mocoso idiota, pero conocía las reglas básicas de "Policías y Ladrones". Mamá vino a mí. Me levantó del suelo, me golpeó el rostro. Llegó la policía.
Desperté en el hospital. Ya había ocurrido el funeral de Bianca. Papá me gritó. No recuerdo nada. Vomito. No hay más. Aunque, lo que sucedió después de despertar, no lo digo en voz alta. De algún modo, esta vez me siento lo suficientemente culpable, o quizá lo suficientemente compasivo, como para no querer hacer sentir peor al hombre que me dio la vida. En situaciones anteriores, jamás me paré a pensar en él. Hoy, por algún motivo, sólo consigo recordar esa vez que tomamos café juntos, con Hazel, en el Instituto. La vez en que dijo que tenía sentido lo de "el chico con rostro de querubín".
No ha dicho ni una sola palabra sobre Will, no sé si es estúpido y no comprende lo que ocurre. Jamás le he dicho sobre mí... sobre mis preferencias. Al menos no explícitamente, aunque Hazel ha hecho comentarios demasiado notorios... Pero, él jamás ha dicho nada. Tampoco me está mirando con desaprobación y llevo como cuarenta minutos, quizá más, aferrándome a Will como si fuera mi alma que intenta escaparse de mi cuerpo. No creo que sea idiota. Si lo sabía, no le importa, y si no lo sabía, le importa incluso menos.
Me siento nostálgicamente agradecido por ello.
—Si existía una tarjeta de memoria... —Sophie habla sin evidenciar que me crea mucho. Después de todo, un testimonio no deja de ser simple parafraseo, y con el mío siendo tan abstracto, no es que pueda ser muy fiable— ¿En dónde está? No te voy a mentir, nos vendría de maravilla saber lo que realmente pasó, pero sin ella...
Estamos en el principio. Lo sé. No hay progreso de nada. Tampoco se me pasa por alto que remarca todas las consonantes en "realmente". Los dedos de mi mano izquierda se encogen y se estiran en múltiples ocasiones. Primero dos veces, luego siete, luego trece. No sé donde está. No lo recuerdo. ¿Realmente la saqué, en primer lugar? Quizá no lo hice. ¿Había una cámara en verdad? ¿O me lo he inventado en medio de la asfixia?
Si tan solo pudiera...
No.
No.
Basta. No más. No hay modo en que sobreviva una cuarta vez. No quiero morir. Y definitivamente, no es el mejor modo de obtener información. Cada vez recuerdo menos, incluso. Quizá, al fin conseguí matarme unas cuantas neuronas. Quizá eran las neuronas que justamente completaban los espacios en blanco.
—Basta —la mano de Apolo me hace dar un respingo, antes que su voz. Ambos llegaron a mí en el mismo momento, pero la voz parece tener delay en mi mente—. Te estás haciendo daño, no hagas eso.
No sé qué he estado haciendo, pero tengo varios arañazos en la muñeca derecha. ¿No había estado sosteniendo la mano de Will? Mierda. Estoy empezando a hartarme de los espacios en blanco. ¿Por qué no puedes recordar todo, estúpido cerebro?
—Lo siento —contesto sin darme cuenta y Apolo actúa como si acabara de darle un golpe en los huevos. Me mira con más dolor del necesario.
—No es... No tienes que disculparte —se rasca la frente—. ¿Quieres más agua? ¿O tal vez quieres comer algo? Estoy seguro de que puedo conseguirte gelatina, ¿qué tal?
Solo niego con la cabeza, ahora parece querer echarse a llorar. Levanto el vaso y lo llevo a mis labios para tomar un gran sorbo de agua. Nuevamente duele, pero lo resisto esta vez. Apolo asiente con la cabeza, como si eso lo hiciera sentirse al menos, mínimamente aliviado.
—¿Entonces no lo sabes? —Sophie. Ya ni siquiera recuerdo qué me preguntó. Pero, niego con la cabeza de todos modos.
—¿Puedo verla? —pregunto, patéticamente.
—No —la respuesta viene tanto de ella como de mi padre. No es que yo guardara demasiadas esperanzas, si no me han permitido verla en todos estos años, obviamente no lo harán ahora. Pero, estaban concediendo mis caprichos, así que valía la pena intentar.
Escucho a mi padre suspirar ruidosamente. Sophie me mira durante lo que parece ser un rato interminable, pero al final, se levanta dando un gran zapatazo contra el piso, como si quisiera hacer un berrinche por no obtener lo que quería.
—Nos veremos en unos cuantos días, entonces —dice para luego chasquear la lengua—, estoy segura de que recordarás algo más con el transcurso de los días. Tienes que entender, mio Caro, que es muy importante que...
—Las visitas en el Instituto son restringidas. Solo pueden entrar los familiares —Will la interrumpe antes de que diga algo más, que posiblemente se me quedaría pegado en la mente por el resto de mi vida.
—Pero, Nico ya no va a volver a ese lugar —Sophie sonríe—, cariñito. Lo visitaré en su casa. Si te portas bien, quizá a ti también te dejen visitarlo.
No hay nada en su tono que parezca ser rabioso, pero yo sé que lo es. Posiblemente Will también, porque sigue pareciendo que le va a gruñir como pitbull. Lo admito, la imagen me gusta. Un momento... ¿No volver al instituto? Ah sí... Habíamos dejado esa conversación pendiente.
—El señor di Angelo aún no ha tomado una decisión, ¿verdad? —Will parece un tanto desesperado. Mira hacia mi padre como si con su mirada pudiera prometerle que hará todo lo que quiera si me permite quedarme. Sería capaz de vender a su padre en el Mercado Negro, incluso.
Nuevamente, me gusta la imagen. No de Apolo partido en pedacitos en el Mercado Negro, sino de Will queriéndome a su lado a cualquier costo. Es aquí donde me doy cuenta de que soy realmente una muy mala y egoísta persona. No es que lo supiera ya, pero... Lo reafirmo.
Will sabe que no es suficiente con su mirada. Quizá lo sea para su padre, pero no para el mío. Mi padre, ni siquiera está mirándolo a él, me mira a mí.
—Le prometo que vamos a cuidarlo bien, además lo vamos a ayudar —Will no es un hombre temeroso de las súplicas, se tirará al suelo de rodillas si es necesario. No quiero repetir que me gusta la imagen, pero... Adoro la imagen, y no precisamente por pensar en él humillándose o algo por el estilo—. Lamento haber dicho antes lo del collar. Lamento haberle gritado... Pero, por favor, por lo que más quiera... Tiene que dejarlo volver al Instituto... con sus amigos.
Conmigo. Sé que lo pensó.
—Eso es más que suficiente, ya has excedido tus atribuciones por todo un año, Wilbur —el señor D, se levanta de su silla—. No necesito recordarte que estarás castigado todo el mes, ¿verdad? Genial. Ahora, despídete de Nico, porque nos vamos.
Antes de que siquiera pueda intentar quejarse, Apolo le suelta un:
—Obedece —sin compasión.
Así que Will forma un puchero sobre sus labios y me ve. Yo lo veo. Nos vemos. Todos nos están viendo. Will levanta la manita y dice adiós con ella. Yo hago lo mismo. Apolo lo agarra del cuello de la camisa y lo arrastra afuera de la habitación, le da un empujoncito en la puerta, y, ya libre, camina con él. El señor D avanza hasta mi cama, me da un golpecito en el hombro, y los sigue.
Sophie da dos pasos hacia mí, va a despedirse dándome un beso en cada mejilla, como siempre. Mi padre la frena al sujetarla del hombro, y la hace girarse hacia él.
—Gracias, como siempre, por tu... insistente atención —le dice, con cara de pocos amigos. No la de siempre, una nueva y peor—. Te informaré si te necesitamos de vuelta.
—Como siempre, es un placer —contesta ella, con una pésima utilización de palabras. ¿Es un placer que me ahorque? ¿Es un placer verme siempre en hospitales? ¿Es un placer que mi madre siga en la cárcel?
Hay un breve silencio, ella quiere venir a mí. Mi padre no se lo permite. Ella me mira. Mira a papá. Se rinde. Abandona la sala. Al fin puedo respirar. O al menos intentarlo. Me dejo caer contra la cama. Mi padre se deja caer en la silla. De pronto nos estamos mirando, sin descanso, sin parpadear.
—Ya no sé qué hacer... —dice en voz alta. Sé que solo lo hace por desesperación. Obviamente no espera una respuesta, es solo que... ¿A quién más va a decírselo? ¿Con quién más va a desahogarse? Se ha encogido de hombros, está absolutamente derrotado.
—No quería hacerlo —esta vez casi lo digo en un susurro—. Me arrepentí tan pronto como estuve listo. Iba a bajar... pero resbalé.
—¿Esperas que crea eso? —mi papá suelta un bufido, no sé si debe ser un rastro de risa o de exasperación. Quizá ni siquiera él lo sabe.
—¿Importa si lo crees o no? —le devuelvo—. No tienes una mejor opción.
Silencio. Aún siento que si respiro demasiado rápido voy a deshacerme en vómito.
—Hay un montón de amigos tuyos allá afuera —dice después de un rato.
—Por eso estaba molesto el señor D —le regreso—. ¿Vinieron con Haz?
—Sí...
Silencio otra vez.
—¿Realmente me obligarás a volver a casa? —le suelto. Y sí, sé que me he quejado del Instituto la mitad de mi vida, pero, de pronto... estar en otro sitio simplemente parece... fuera de lugar.
Además, no quiero dejar a Will. Cualquier cosa, menos eso. Tampoco es que vaya a decirlo en voz alta.
—No lo sé... Supongo que lo pensaré —dice él.
El silencio una vez más. En esta ocasión, ninguno de los dos lo rompe.
He perdido la noción del tiempo. No sé cuánto ha pasado desde que, después de vagar por mucho rato, solo, decidí dejarme caer aquí, recostado contra la pared y las piernas flexionadas hacia arriba, mientras juego con apagar y prender el encendedor que robé de un despistado y sombrío hombre que parecía ir por su quinto cigarrillo. Sé que, muy, muy dentro suyo, me lo agradecerá, aunque ahora esté maldiciéndome en voz alta.
La llama baila delante de mis ojos, pequeña y débil, como el último respiro de un moribundo. Solo se necesita un movimiento para extinguirla, así como bastaría un movimiento en falso, o el lugar adecuado, para que la pequeña llama se transforme en gigantescos lengüetazos de fuego que lo consuman todo. Cierro los ojos, antes de que las imágenes aparezcan delante de mis retinas, pero de igual modo, casi puedo olerlo, las cenizas, la madera, el aceite. Luego los gritos. Me estremece toda la espina dorsal, enviando temblor por mis brazos hasta mis dedos.
—Aquí estás —Jason se sienta a mi lado, utilizando mi hombro como soporte. No lo escuché acercarse, es como si hubiera venido volando como un superman rubio a mi rescate. La imagen me hace querer sonreír, pero mis labios se sienten muertos. Mi amigo muy rubio y americano se cruza de piernas, y reposa la cabeza contra la pared, con el rostro ladeado en mi dirección. Lo veo por el rabillo de mi ojo, estudiando mis movimientos esporádicos—. Me costó mucho encontrarte. Por un momento me asusté pensando que habías tomado la oportunidad para escapar hacia las profundidades de Las Vegas —levanta los brazos, luego los deja caer sobre su regazo—, mis siguientes puntos de búsqueda serían el casino o alguna tienda de explosivos. O seguir el rastro de humo negro en el cielo.
El chasquido del encendedor, cada que lo abro y lo cierro, es lo único que llena el silencio en aquel pasillo blanco y demasiado iluminado, como si fuera un túnel para caminar hacia la luz.
Jason espera por un rato más, me mira con la cabeza ladeada. Acto seguido, flexiona una de sus rodillas y descansa su codo sobre ésta, su mentón se queda apoyada sobre su puño.
—¿A quién le robaste ese encendedor? —pregunta, probando otra estrategia—. Se ve genial, y muy caro. ¿Es la forma de un dragón?
Asiento con la cabeza suavemente, formando una sonrisa perezosa. Esa es la razón principal por la que no me había podido resistir a robárselo a aquel hombre. El interruptor del encendedor está pegado a un mini dragón dorado de largo y estilizado cuello con escamas, exquisitamente talladas que, al echar la cabeza hacia atrás, deja salir un poco de gas, el cual hace que el fuego sea más potente, dando la ilusión de que tira fuego por su boca.
Cuando vuelva al Instituto, podría tallar algunas letras al costado del encendedor, podría llamarlo: Festus.
—No fue tu culpa.
Las palabras de Jason son tan repentinas, que al principio no sé qué decir. No tengo ganas de hablar, pero siempre he sido un charlatán, no puedes esperar que eso cambie de un segundo a otro.
—No trates de consolarme mintiéndome, por favor.
—No estoy tratando de consolarte, ni tampoco te estoy mintiendo —contesta rápidamente Jason, inclinándose hacia mí—, solo estoy mostrando un hecho. Cualquier sentimiento de culpa que estés sintiendo, ¡deséchalo ahora mismo! Todos queríamos ayudar a Nico quitándole el collar. ¡Especialmente Will! ¿Crees que él tiene la culpa de lo que ocurrió?
—No —antes de que Jason diga algo más, añado—: porque él no fue quien le quitó el collar. Ese pinche aparato que lo mantenía con vida, prácticamente fui yo quien puse la soga en su cuello. Hazel me odia.
—Claro que no.
—¿No recuerdas cómo me gritó? ¿En la cafetería? —devuelvo, con un tinte nervioso en la voz—. Fue mi culpa. Una completa estupidez de mi parte. Enorme, enorme, estupidez, del tamaño de las bolas de Clarisse La Rue, si Clarisse tuviera bolas —estoy temblando, y Jason coloca una mano sobre mi brazo. Pero su toque es solo como una ligera brisa que en lugar de apagar mis llamas, solo las avivan más—. Obviamente, no debería haberlo hecho, no sin la autorización de un puto médico. Actué con soberbia. Fui egocéntrico pensando que podría tomar tales decisiones y creer que no habría repercusiones. ¿Qué si Nico hubiera sido realmente un asesino? ¡Pude haber causado una masacre en el Instituto! Todo porque me sedujo la idea de desobedecer las reglas... No debí sacarle el collar.
—Yo hubiera hecho lo mismo —dice Jason, apretando los labios—. También pensé que el collar era para evitar que matara a alguien, así que, se lo hubiera quitado al darme cuenta que él no era nada de lo que los rumores dicen.
—Solo déjalo así, Jason —lo corto, regresando mi atención al encendedor, abriéndolo y cerrándolo, sin parar—. Estoy bien, ¿okay?
—Sé qué estás bien, Leo, ¿sabes cómo lo sé? —Jason sonríe, apretándome el hombro de forma amistosa a la vez—. Porque estás tan alterado como una caja de avispas recién agitada. El día que te vea completamente quieto, Leo Valdez, sabré que debo estar malditamente asustado de lo que harás.
Me sorprendió escuchar eso. Ya que jamás me he considerado como una persona que pudiera dar miedo, como, un miedo real. No como el que Percy o el mismo Frank dan, incluso sin ser conscientes de ello. Por un momento me quiero burlar de mí mismo, mi boca se abre, lista para desmentirlo: ¿Qué tanto sería capaz de hacer un enano mexicano?
Pero entonces, me quedo callado.
—¿Quieres asustar a los pacientes haciendo sonidos de fantasmas? —me pregunta Jason de repente.
Niego con una sonrisa divertida.
Después de eso, nuestra charla es más amena y ligera, y puesto que nadie camina por aquellos pasillos, ni siquiera doctores o enfermeras, los dos podemos disfrutar un poco de la soledad y la sensación ilícita de libertad que no hemos tenido por años. Sentados allí, en el suelo, no es el mejor lugar para que dos amigos charlen a gusto, eso dirían los chicos normales, pero, para mí, esto puede compararse a estar comiendo pizza en algún bar de Grecia con vistas al mar, y mi barco aparcado en el puerto, esperando por mí, por nuevas aventuras.
Junto con mi buen amigo, Jason, por supuesto.
Lamentablemente, ésta versión de Jason a mi lado, transcurrido un tiempo, me avisa que es momento de regresar con los demás. Lo último que quiero es eso. Pero no es como si tuviera muchas opciones. ¿Huir? Quizás, si fuera tan guapo como Percy o Jason podría apañármelas en Las Vegas, consiguiendo un trabajo como prostituto o Stripper. Estoy seguro de que ganaría una buena lana. ¿Pero, con esta cara? Mi única salida sería despedirme de uno de mis riñones, y no, gracias. Le tengo bastante cariño a mis órganos.
Sigo a Jason en silencio, a través de largos pasillos que parecen parte de un laberinto. Es admirable cómo mi amigo no se ha perdido en medio de tantas vueltas. ¡No esperaba menos de un Superman rubio! Llegamos al mismo tiempo que Will y su padre salen de la zona de urgencias, y se acercan al grupo de rebeldes estudiantes en fuga que, apenas los ven, se ponen de pie al unísono para oír las noticias. Siguiéndoles muy de cerca, el señor D se masajea el puente de la nariz, y por primera vez, no dice nada, cuando rápidamente oculto el encendedor dentro de mi bolsillo de una forma que es muy sospechosa a todas luces.
Supongo que realmente está muy cansado para regañarme.
—Todos deberían cambiar sus caras caídas, Nico se encuentra realmente bien —dice el doctor Will adulto—, con un poco de dolor de cabeza y terrible dolor de garganta, pero, bien.
—Ahora, todos ustedes deberían volver al maldito lugar de donde se han escapado sin ninguna autorización —señala el señor D, enojadísimo, así que retiro lo de que estaba muy cansado para regañar—, ¿en qué rayos estaban pensando? ¡¿Es que tienen algodón en lugar de cerebros?! ¿Tienen una mísera idea del problema en que pudieron haberme metido? Ni sueñen con que no tendrán un castigo por esto.
—Por favor, señor D, tenga compasión de nosotros por esta ocasión —dice Piper, en tono lastimero—, ¿acaso cree que nos quedaríamos de brazos cruzados mientras Nico estuviera en peligro? Solo queríamos ayudarlo.
—¿Ayudar? ¡¿Ayudar en qué?! —la cara del señor D se pone cada vez más roja—, ¡subir mis triglicéridos hasta el cielo es lo único que han logrado!
—¿Quiere que le traiga agüita, señor director? —pregunta Percy, poniendo cara de foca bebé inocente que no tiene la culpa de nada.
Mientras tanto, Apolo acababa de moverse un par de pasos para acercarse hasta Frank, quien sigue sosteniendo la mano de Hazel entre las suyas, y no parece querer soltarla muy pronto.
—¿Tú eres Frank? —Cuando el chino con cara de panda asiente, confundido, el señor Solace sonríe y continúa—: El director me dijo que fuiste tú quien le dio los primeros auxilios a Nico —su mirada se llenó de cálido orgullo—. Debo felicitarte, Frank. La rapidez de tu reacción le salvó la vida a Nico. ¿Sabes que fuiste tú quien lo mantuvo con vida hasta que llegaron los paramédicos, verdad?
Frank está sin palabras, titubea cuando intenta decir algo, pero falla totalmente. Su cara se pone un poco roja por el bochorno. El doctor Solace no se detiene allí.
—En gran medida, gracias a que los primeros auxilios fueron aplicados de manera eficiente y veloz, pudimos salvar a Nico. De otro modo... quizás la historia hubiera sido distinta.
Noto que el rostro de Will se pone abismalmente pálido después de oír esas palabras, tanto que las pecas se hacen bastante visibles sobre su piel. Los demás también se han quedado en silencio, oyendo. Clarisse tiene todo el pecho hinchado de orgullo, parece estar aguantándose, por respeto, al no gritar a los cuatro vientos sobre la valentía de su hermano menor.
—Yo... me alegro de haber sido útil —Frank logra decir finalmente, y de pronto envía una extraña mirada hacia Will, que no llego a entender, pero parece como si se arrepintiera de haber dicho eso.
—Es una fortuna que Nico haya contado con dos expertos en la materia, como compañeros de habitación que pudieran actuar sin dudar —dice Apolo, y ahora se dirige contento hacia su hijo, con la mirada aún más brillante de orgullo—. Ambos hicieron un buen equipo, tomando turnos para la compresión y la respiración boca a boca. Mi hijo es especialmente bueno con el RCP, ¿lo sabías? Siempre fue sobresaliente en ello. Lo cual es muy difícil de lograr, podrías empeorar la condición del paciente si no lo haces bien. Pero mi Will es prácticamente un doctor ya, ¡y ni siquiera ha empezado la universidad! Frank, ¿mi hijo te guió para...?
—Oh, mi hermano no necesita instrucciones —rápidamente Clarisse suelta, con un tono algo defensivo. Golpea varias veces la espalda de Frank, como felicitando a un caballo que ha hecho un buena corrida—, ya que nuestro padre nos envió a clases de primeros auxilios desde que éramos niños. Y él también, sacó la nota más alta en su clase.
—Ahhh, que satisfactorio es oír cuando los jóvenes se interesan por la medicina básica —dice Apolo, soltando un suspiro soñador—. ¡Ah!, no es necesario preguntar, pero imagino que fue mi hijo el que proveyó el aliento de boca a boca —soltó una pequeña risita, la cual termina siendo un poco incómoda. El doctor carraspea—. Lo siento, trataba de subirles un poco el ánimo.
Por alguna razón, que nadie comprende, ya que noto la confusión en muchos de los rostros de mis amigos en ese momento, el ambiente que nos rodea se vuelve tenso e incómodo. Y todo parece bullir de Will, como un sol, soltando tormentas solares en el vacío opresivo.
La tez de Will luce enfermiza desde hace rato, pero ahora es escalofriantemente fría, y parece absorber toda la calidez del lugar. Su mirada está cabizbaja, y el sudor es visible en sus sienes. A su lado, Frank no se ve mejor, como si acabara de recibir un puñetazo del doctor Solace, incluso su rostro, y sus ojos achinados, denotan el esfuerzo que hace cuando logra formular dos palabras:
—Por supuesto.
Apolo asiente un par de veces, satisfecho. Y entonces, se despide de todos, y de su hijo, de forma cariñosa: con un abrazo y un beso sonoro en las regordetas mejillas de Will, quien, para sorpresa de todos, es la primera vez que no pone quejas y sólo se deja hacer.
—Buen trabajo, chicos —dice Apolo, antes de irse—, Nico tiene muy buenos amigos.
No sé quién luce más miserable en ese momento, si yo, o Will.
—De acuerdo, nos vamos —dice el señor D—, no quiero oír ni una sola palabra de ninguno de ustedes. No quiero oír peleas, no quiero oír excusas. Solo quiero silencio. Yo manejo, y si tienen respeto por sus almas, elijan viajar en el cajón, porque si llegan a sacarme de quicio en la cabina los sacaré con una patada y dejaré que se los coman los coyotes.
El señor D sigue renegando mientras sujeta a Hazel del hombro para instarla a caminar. De algún modo, parece estar gritándonos solo a los demás. La tierna y linda Hazel es completamente inocente. Hasta el momento en que la empuja un poquito para que comience a caminar, pero ella no se mueve, tal y como si sus pies estuvieran pegados en el piso, con cemento.
Ella está mirando hacia un lugar cercano a la puerta en donde está Nico. Ahí está la mujer de antes, aquella con la que discutió Hades, antes de que ambos entraran a la habitación. Ella está hablando por teléfono, o al menos tiene el teléfono pegado en el oído. Le sonríe a Hazel, con cariño. Haz parece estar a punto de soltar lava por su cabeza.
—No me voy, yo me quedo —le dice al señor D, pero no quita los ojos de la mujer.
—No te puedes quedar. Vamos... —intenta el señor D.
—Le he dicho que me quedo —ella se sacude, tozuda, no mira a ninguno de nosotros cuando se impulsa hasta la puerta y entra al lugar donde está su hermano. Me parece que sacude su cabello particularmente fuerte al pasar junto a la mujer del teléfono.
Bueno... es obvio, en realidad, porque ha conseguido golpear la pared en la que la mujer está recostada, con la punta de sus rizos, y se ha escuchado el impacto como un latigazo. Si hubiera sido piel... estaría jodidamente enrojecida ahora.
El señor D regresa sobre sus pasos, parece estar a punto de abrir la puerta para seguirla, pero al final vuelve a caminar hacia donde estamos los demás. No da un repaso con su mirada quejosa, y entonces, agarra a Andrew de una oreja, y ahora sí comenzamos nuestro viaje de regreso al Instituto. Frank mira el lugar por el cual desapareció su novia. Parece triste porque no recibió un adiós ni mucho menos un beso de despedida. Al final suelta un suspiro, y camina con nosotros.
Siento a Piper colarse debajo de mi brazo, y Jason camina a mi otro lado. Creen que me reconfortan. No es así. Por el contrario... Me siento peor que antes.
Paso #60: Confía en tus aliados. Diles la verdad, cuenta tu historia. Necesitan saber lo que ocurre en su círculo más cercano... Quizá te juzguen, o tal vez no, pero solo así, sabrás si realmente merecían tu confianza.
Si realmente son tus amigos.
🖤❤️🖤❤️
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@amer1reptiliana para la señorita Amer
@rlkinnreal para su servidora <3 <3
A veces regalamos dedicatorias a capítulos, compartimos contenido Exclusivo del sismance, hacemos jueguitos y actividades, contestamos preguntas y vendemos al papá de Will en el mercado negro... ejem.
PREGUNTAAAAA
Le serían infiel a Leo, con Percy? Sí/No/Tal vez? Por qué? Cómo? Cuando? y Donde? >:v
Conteste, conteste, conteste.
Bye
Muak Muak
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