Paso #59: Vive
Feliz cumpleaños super atrasadísimo @PechaghtLecha Queríamos dedicarte este capítulo, por ser uno de los más importantes, pero nos costó muchísimo el proceso de escritura. Aún así, esperamos que lo hayas pasado bien, y desde el fondo de nuestro corazón te deseamos que cumplas muchos años más.
Solo los Dioses sabían, cuánto era el control mental y físico que Percy Jackson había estado ejerciendo cuidadosamente, desde que hallaron el cadáver de Charlie Beckendorf en la piscina, y se sintió tan insignificante e impotente, como si de nuevo, estuviera flotando en un pequeño trozo de madera en medio del mar, enojado y asustado, por la situación escapándose de sus manos. Había estado tenso desde entonces, incómodo en su propio cuerpo, por la culpa que lo carcomía como pirañas en sus entrañas. Una parte de él, sabía que no había nada que pudiera haber hecho para salvarlo, pero esa otra parte en su cabeza, bordeada con las nubes de la ansiedad, que le repetían una y otra vez:
¿Y si hubiera llegado antes?
¿Y si hubiera podido salvarlo de su atacante?
¿Y si en realidad seguía vivo y debía sacarlo del agua?
Annabeth había sido clara, un millón de veces, le había asegurado que ya estaba muerto cuando lo hallaron, pero... Percy simplemente no podía quitarse aquella sensación de impotencia, amarga cual veneno que le corroía la sangre. Tenía rabia acumulada por la injusticia que había sufrido Charlie, así que cuando encontró a Nico siendo estrangulado por las gigantescas manos del matón ruso, llamado Dimitri, fue tan fácil para él perder completamente los estribos, y lanzarse al ataque. Ignorando las advertencias de Jason a sus espaldas.
—¡Hey!, tú, detente... —le gritó uno de los gemelos que estaba de pie en el pasillo, el que vagamente recordó haber derrotado en aquella lucha de vencidas que parecía haber ocurrido hace años—. ¡¡Te dije que te detuvieras!! —rastrilló, y en sus ojos destelló el miedo mientras se tocaba distraídamente la muñeca, quizás recordando el dolor que Percy le había infligido.
"Descuida, dentro de treinta años o más, tal vez puedas moverme el dedo índice". —Aquellas palabras parecían flotar aún en el aire, con un sabor amenazante. Percy llegaba con la fuerza de una ola y esos dos esperpentos con caras de cabra trataron de detenerlo, pero solo bastó uno de sus puñetazos en la nariz de gemelo número uno, y una patada en la espinilla al número dos para hacerlos a un lado, para agarrar a Dimitri de las solapas de su camiseta naranja, y estamparlo contra la pared adyacente. Rebotó y luego cayó al suelo como un perro; al mismo tiempo, Percy atisbó por el rabillo de su ojo, a Nico desplomarse y respirar forzadamente. Sus labios estaban púrpuras como los moretones y tenía la piel azul, de un color mortecino más enfermizo de lo usual.
Percy no se concentró mucho en él, ya que pronto llegó Will a atenderlo, con manos suaves recorriendo su cuello y rostro, y palabras tan reconfortantes como desesperadas que lo regañaban por haberse ido solo, pero también lo consolaban. Percy clavó los ojos en la tambaleante figura de Dimitri que se apuraba a levantarse, a su lado, Jesse parecía haber estado a punto de gritarle algo, pero cuando lo miró, debió haber visto lo mismo que Chris, porque ambos retrocedieron casi al instante visiblemente asustados.
—Tienes suerte, marica —lanzó Dimitri hacia Nico, que además de Will, ahora tenía a Leo, y a Frank rodeándolo—. Tu perro ha llegado justo a tiempo para salvarte, solo de ese modo podrías librarte de mí —entonces deslizó su mirada hacia Percy, y le sonrió con dientes amarillos—. ¡Qué perro tan leal! ¿Tan bien te paga con su culo?
Al oírlo, el cuerpo de Will se quedó helado, mientras que el de Percy se llenó de fuego y salvajismo.
—Oh, hombre, estoy tan cansado de tus chistes e insultos sobre la situación homo de nuestro jefe. Jesús, ¡siempre es lo mismo contigo! —se pasó las manos por el pelo, y entrelazó los dedos detrás de su nuca. Cuando se estiró, los músculos de su espalda crujieron, y sus bíceps se marcaron como los de un físicoculturista—. Muy poco creativo y muy grosero. ¡Qué desagradable!
A continuación, Percy golpeó a Dimitri en el rostro, con la fuerza de la mordida de un tiburón, y se deleitó con el sonido de la carne contra carne, y el líquido rojizo que se deslizaba de su nariz. Jesse y Chris gritaron, pero ninguno de los dos intentó acercarse. La segunda vez, Dimitri seguía demasiado sorprendido por la velocidad en la que Percy se movía, así que tampoco pudo detenerlo, el puño cayó esta vez cerca de su sien, y por poco sus ojos se pusieron en blanco. La tercera vez, Dimitri ya lo vio venir, pero apenas esquivó hacia la derecha, Percy envió un zurdazo sobre su estómago, sacando saliva y tos con él.
Percy era tan jodidamente bueno que incluso con un bolígrafo en la mano, o con un maldito cepillo, podría convertirlo en un arma mortal, cuando Dimitri llegó a esta conclusión, sus ojos destellaron con odio y celos, mientras los de Percy brillaban de alegría. Sí, con alegría.
Contenerse por tantos días casi lo había vuelto loco, así que, en secreto, se sentía casi agradecido con Dimitri por ser una basura y casi asfixiar a Nico hasta la muerte. Le había dado una razón para dejar de contenerse, para liberar toda la tensión en sus músculos, para canalizar toda su ira en aquel ruso, tan patético, que pensaba podía derribarlo. De alguna manera, ambos terminaron frente a frente, con las manos entrelazadas a la altura de sus hombros como luchadores de sumo, empujando, aunque en el caso de Percy, sólo estaba jugando con Dimitri, plantando los pies y manteniendo los brazos firmes, de forma inamovible como si fuera un roble de cien años.
—¿Recuerdas el duelo de vencidas, Dimitri? —inquirió Percy, balanceando una sonrisa pirata sobre sus labios. Dimitri no respondió, de hecho, no podía por el esfuerzo que estaba colocando en sólo contener a Percy, y el hecho que él si pudiera, parecía tanto sorprenderlo, como enojarlo—. Tú y yo no pudimos enfrentarnos. ¿Quieres averiguar, ahora, cómo hubiera sido?
Entonces realmente usó su fuerza, y obligó a Dimitri a hincarse en el suelo sobre una rodilla. La imagen que dio fue sorprendente, Percy, imponente como un guerrero, y Dimitri, aplacado con el sudor corriendo por sus sienes, parecía pedir misericordia a través del dolor. Percy utilizó sus propias manos para golpearlo sobre las orejas, causando en Dimitri un aturdimiento. Se agarró la cabeza, y ni siquiera se había recuperado cuando Percy le dio otro puñetazo, y luego otro, y otro, como si se hubiera puesto de misión desencajarle la mandíbula.
Para infortunio de Dimitri, nadie podía salvarlo. Chris y Jesse estaban atónitos mirando, a un lado. Involucrarse sería un suicidio, y en vista de que Percy parecía estar como en trance, Chris no estaba seguro de que lo fuera a reconocer si le pedía que se detuviera, y Clarisse no merecía terminar con un novio de rostro aplanado. Por otro lado, Frank se había levantado a ayudar a Jason que se había inmiscuido en una pelea con los gemelos. Se convirtió en un desastre, mientras Will y Leo ayudaban a Nico a sentarse en una posición que lo ayudara a recibir buen oxígeno.
Se le habían quedado profundas marcas rojizas alrededor del cuello, y al verlas, Leo no pudo evitar formar una mueca.
—Amigo, es por culpa de este maldito aparato, casi termina matándolo —espetó hacia Will, enojado—. Te juro que estoy a punto de descifrar cómo quitárselo... te lo prometo...
Will se mantuvo en silencio. Sabía que Leo tenía buenas intenciones, pero francamente, estaba cansado de oír esas promesas, él quería acciones, soluciones ya mismo. Y una forma de detener las arcadas de Nico.
—Nico, ¿puedes oírme? —inquirió suavemente, acariciando un lado de su mejilla cuando se hubo calmado más—. Asiente con la cabeza, o mueve algún dedo si es demasiado doloroso hablar —no consiguió nada. Will se mordió el labio nervioso—. Por favor, haz cualquier cosa...
—¿Quieres que le dé una bofetada? —sugirió Leo, con una sonrisa ansiosa—. ¡Dale un beso, Will! ¡Quizás así salga del shock!
Los ojos de Nico parecían muertos, opacos y desenfocados, como si estuvieran contemplando algo más allá de este mundo. Ni siquiera movía un músculo, como si su alma lo hubiese abandonado. A Will se le hizo un nudo en la garganta. Quería gritar, pero se contuvo, apretando con fuerza, las uñas en la palma de sus manos.
—¿Cuánto tiempo habrá sido estrangulado? —Leo hizo cuentas en su mente, desde que Nico salió de la cafetería hasta que ellos llegaron. Los resultados no eran buenos—. Debemos llevarlo a la enfermería, deben revisar que ninguna arteria principal se haya dañado... Will, ¿puedes ver si... por su tráquea... que...?
La voz de Leo fue desapareciendo lentamente en la mente de Will, hasta que ya no pudo oírlo más. Los gritos de Dimitri y Percy también enmudecieron, las palabras soeces y obscenas de los gemelos peleando con Jason y Frank, igual. Estaba hiperconsciente de su propia respiración, y de la figura inmóvil de Nico. Podía verlo, y sentir al mismo tiempo la frialdad de las paredes, los azulejos bajo sus rodillas, el escalofrío en su nuca. Percibía el aroma de la sangre, el espeso humo del cigarrillo olvidado e incluso el agrio hedor del sudor, a causa de la pelea.
Cuando sintió que ya no podía soportarlo más e iba a gritar, finalmente Nico levantó la cabeza, y lo miró a los ojos.
Lejos de sentir alivio, una extraña sensación de congoja inundó en ese mismo instante a Will. Esos ojos que siempre lo habían reconfortado y calmado, ahora le daban ganas de correr, lejos, jodidamente lejos. Estaban llenos de locura, abiertos de par en par, en un extraño estado de psicosis. De improviso, se sorprendió a sí mismo soltando un quejido, cuando agachó la mirada, vio que el dolor que había sentido era debido a que Nico, lo había agarrado del brazo, con tanta fuerza que las uñas iban atravesando su carne.
—Lo vi —pronunció Nico, con la voz tan ronca como la de Dimitri—. Casi lo vi...
—¿A quién? —preguntó Leo, confuso, pero Nico sólo miraba a Will, quien le devolvía la mirada, atónito.
—Tan cerca... Yo... —frunció el ceño, y acto seguido, empezó a negar con expresión arrepentida—. Olvídalo. Sólo Olvídalo.
—¡¿QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ?!
De pronto, la realidad abofeteó a Will en el rostro. Pestañeó, y entonces pudo ver, al girar la cabeza, que el director y el padre de Nico venían corriendo en su dirección, sorpresivamente el segundo avanzaba más rápido, puesto que no contaba con un obstáculo como lo era la panza cervecera del señor D. Ignoró a los gemelos, y a Jason y a Frank, que automáticamente se separaron al oír la voz del director.
—¡Él empezó! —dijeron los gemelos al mismo tiempo, con las camisetas desgarradas. El gemelo feo uno, había perdido un zapato en algún momento.
—Me importa tres rábanos quien empezó —chilló el señor D —si tan aburridos se encontraban, ¡¿por qué mejor no limpiar los pasillos, en lugar de pelear como si tuvieran el cerebro del tamaño de un pene de gorila?!
Mientras el director despotricaba, el señor di Angelo llegó hasta su hijo. Leo, sin ninguna palabra, se levantó y le cedió su lugar. Will, sin embargo, permaneció ahí, al igual que la mano que le aferraba el brazo como tenazas.
—Nico... Nico... ¿Qué fue lo que sucedió? —interrogó, girando la cabeza de su hijo con las dos manos, para que lo mirara a él. La ira se deslizaba fuera de su garganta, y a decir verdad, parecía que iba a abofetear a su hijo tan pronto como le contestara—. ¡Nico!
Finalmente, Nico pareció regresar también a la realidad. Todo su cuerpo se sacudió violentamente, como si él aterrizaje hubiera sido forzoso.
—¿Papá? —lució muy sorprendido, y alejó las manos de su padre de su rostro, con un movimiento brusco—. ¿Qué estás haciendo aquí?
Hades titubeó, miró a Will, y luego pareció advertir recién, a las figuras entrelazadas de Percy y Dimitri a sus espaldas. Sus manos no volvieron al rostro de Nico, pero una de ellas se mantuvo sujeta de su brazo, presionando incluso más fuerte de lo que Nico había presionado a Will. Hades parecía estar a punto de solicitar un par de grilletes que combinaran con el collar de su hijo. Sus cejas se levantaron ligeramente, cuando vio al chico de furiosos ojos verde mar como olas, aplastarle la cabeza y la nariz al otro, casi sin esfuerzo. Con una expresión sosa, como si ya se hubiera aburrido.
—Nico... Tú... —regresó la mirada, lentamente, hacia su hijo y esta vez los ojos se mostraban completamente abiertos, casi trastornados. Había miedo, verdadero miedo en su mirada—, ¿volviste a intentarlo?
Así que, después de eso, el director llamó a los guardias de seguridad que habían estado de vigilia en la entrada y al pie de las escaleras del edificio, y quienes por alguna razón, dijeron no haber oído nada extraño, al momento del altercado. Sin embargo, Nico había sido estrangulado y hacer ruidos fuertes había sido imposible para él, por lo que tampoco era extraño que nadie hubiera acudido.
El padre de Nico había querido hablar con Dimitri, pero el director lo había detenido. Hizo un gesto a los guardias para que se llevara al ruso, haciendo caso omiso a la mirada indignada del señor di Angelo, y finalmente, lo enfrentó.
—Deja este asunto en mis manos, Hades —dijo, con una mano sobre su hombro como apoyo, y como advertencia—. Tendrás problemas con cierto señor, si amedrentas a su hijo, recuérdalo.
—¡Su hijo casi mata al mío! —Aunque lo había dicho con impetuosidad, su voz había sido baja. Estaba furioso, por supuesto, mientras contemplaba a Dimitri que había sido apartado de Percy, mediante la intervención de unos musculosos guardias, los únicos que habían sido capaces de jalar lejos a Percy.
El señor D. abrió la boca, listo para disuadirlo, pero en ese momento, la voz de Nico se interpuso entre ambos.
—Padre, olvídalo. Fue todo culpa mía —dijo, aún con la voz áspera. Seguía apoyado contra la pared, pero su mano había soltado a Will desde hacía rato, aunque las marcas de sus uñas seguían en su piel, por lo que Will rápidamente las ocultó—. Fui yo el que provocó todo esto y... No necesito que te metas en algo que no es asunto tuyo.
Hades latigó la cabeza hacia él, y su mirada estaba completamente cargada de enojo. Si Jason, su amigo más prudente, hubiera podido dirigirse a Nico en ese momento, posiblemente le habría dicho que cerrara la boca. Pero, todos se sentían como petrificados en frente del señor di Angelo. Especialmente cuando, sin previo aviso, agarró nuevamente a su hijo, pero está vez de los hombros, y empezó a zarandearlo furioso.
—¡¿Cuánto más vas a complicarlo todo?! —rugió—. ¿POR QUÉ ERES TAN EGOÍSTA Y NO PIENSAS EN TU HERMANA? ¿Por quién crees que vino a este maldito lugar, eh? ¡¿Por quién renunció a una vida escolar normal?! ¡¡¿YA TE HAS OLVIDADO?!
Will, de forma inconsciente, se movió hacia adelante para apartar a Nico de las garras del señor di Angelo. No le importaba si su suegro terminaba odiándolo, ni le importaba que fuera su padre y quizás, tenía derecho a tratarlo así. Will no podía quedarse quieto sin hacer nada, porque todo su instinto le impulsaba a proteger a Nico. Sin embargo, sus avances encontraron impedimento: Leo lo sostuvo de los brazos, y las palabras que había querido escupir: "¡Por favor, déjalo en paz!", murieron en su garganta cuando otro grito, más agudo y familiar, se interpuso.
Hazel venía corriendo hacia ellos, con su voluminoso pelo rizado volando a sus espaldas. Calipso y Annabeth la seguían muy de cerca, y esta última, mostró signos de alarma al ver a su novio ser empujado, en la dirección contraria, para sacarlo del edificio junto con los demás implicados en la pelea. Pero, eso a Hazel no le importaba en ese momento, ya que Frank no lucía un rostro moribundo como el que tenía su hermano, mientras era regañado duramente por su padre.
Patinó al llegar, y se coló en medio de los dos para abrazar a su hermano, sentirlo entre sus brazos, y oír su corazón. Vivo. Latiendo. Fuerte.
Hades pestañeó un par de veces, con el ceño todavía fruncido, y la mueca de disgusto sobre los labios. Como un gesto distraído, colocó una mano sobre la cabeza de su hija, y le dio un par de palmaditas.
—¡¿Qué fue lo que pasó?! —preguntó Hazel después de un rato, mirando a todos, y aterrizando la mirada en Will.
Pero él no pudo contestar, una vez más, otras palabras se interpusieron a las suyas.
—Muchachos, dejemos a la familia di Angelo resolver sus asuntos, ¿está bien? —ordenó el director con voz conciliadora, a la par que rodeaba el antebrazo de Will con una mano, y lo jalaba hacia donde Calipso esperaba, en una esquinita del pasillo. Era la única que se había quedado, puesto que Annabeth había salido persiguiendo a su novio. Will intentó resistirse, pero la forma en que la familia di Angelo parecía encerrarse en un castillo invisible, prohibiendo la entrada a cualquier intruso, y el jalón de parte de Leo, lo obligaron a obedecer, y alejarse de aquellas personas—. Sigue adelante, Billy, no hay nada que puedas hacer aquí —le dijo el señor D, con extraña suavidad—, mejor preocúpate por ti mismo. Tendrás tu propia batalla, con tu propio padre. Prepárate.
Al girar en una esquina, se encontraron a Cornelio que se apresuraba hacia ellos. Tenía el rostro adusto, pero sus ojos mantenían su calidez paternal habitual. Escuchó y asintió seriamente a las indicaciones del director. Will no escuchó nada. Solo notó vagamente al señor D, regresar junto con los di Angelo, y pasarle la responsabilidad a Cornelio de llevarlos fuera del edificio. Hecho eso, el jefe de guardia de seguridad se fue a la enfermería, y los volvió a dejar solos, allí, delante de las puertas del Instituto.
Quizás dijo algo o se despidió, Will no escuchaba nada.
Y de pronto, no supo cómo o desde qué momento, pero Calipso lo estaba abrazando, y las lágrimas caían silenciosamente por sus mejillas, mientras Leo le daba suaves caricias sobre la espalda. Notó, de forma distraída, que últimamente lloraba mucho. Y recordó como no hace mucho, estaba riendo y siento tan feliz, y se preguntó en su corazón, cómo es que todo se había vuelto tan... oscuro.
Frank quería hielo para su ojo morado, pero recibió en cambio, una navaja Suiza con decorado militar.
Pero antes, había transcurrido ya un tiempo desde que los guardias de seguridad lo habían sacado a él y a sus amigos del edificio educativo, apartándolos del grupo de Dimitri para evitar que comenzaran otra contienda. Cherry los había regañado duramente por unos largos treinta y cinco minutos, y luego los dejó libres cuando Cornelio llegó y lo disuadió de que hiciera un mejor uso de su tiempo, yendo a vigilar a los padres para que no iniciaran con su propia riña. Al final, Cornelio solo les dio una expresión mitad cansada, mitad de regaño, y luego los envió a esperar a sus padres como un par de chiquillos del kinder enfrente de las puertas del gimnasio.
Así que cuando regresó el señor D., para unirse nuevamente a la reunión que había dejado a cargo a un, muy, muy, muy cansado Quirón (con nuevas canas en las sienes), (a propósito, Hades no lo había vuelto a acompañar, aparentemente se había quedado con sus hijos), la reunión no se alargó mucho después de eso, en menos de media hora, un tumulto de padres empezaban a salir por las puertas abiertas, flanqueados por guardias y más oficiales de policía, que los seguían con la mirada y ponía incómodo a más de uno.
Excepto a Ares, quien ya había recibido un par de saludos al frente, por parte de algunos oficiales superiores que lo habían reconocido. Y lo observaban boquiabiertos y embelesados, como una fan miraría a Harry Styles.
—Veo que has conseguido un poco de diversión mientras yo estaba atrapado con ese montón de padres patéticos —dijo su padre apenas lo vio, sin importarle ni un poquito el bajar la voz, lo que provocó muchas miradas molestas en su dirección. Luego se echó a reír, con la cabeza tirada hacia atrás.
Mientras tanto, unos metros detrás de él, Poseidon corrió para reencontrarse con su hijo, que lucía indiscutiblemente peor desde que lo había visto hace sólo media hora.
—¡Perseo! ¡¿Pero qué te ha ocurrido hijo mío?! ¡Mira cómo tienes las manitas! ¡Llenas de raspones! —exclamó desconsoladamente, para luego estrecharlo entre sus brazos y ponerse a llorar—. ¡Soy un pésimo padre! ¡No merezco que me llames padre! ¡No merezco que Sally me ame! ¡Ni que Tyson me ame!
—Ya, ya ya —lo consolaba Percy, al mismo tiempo que le enviaba una señal a Annabeth de que todo iba en orden. Simplemente era su padre sacando estrés.
En fin, que Clarisse y Frank acompañaron a su padre hasta su impresionante camioneta que gastaba la mitad del presupuesto del país en gasolina. Allí, su padre sacó un estuche rectangular del bolsillo delantero de sus enormes pantalones militares, y se lo entregó a su hija. Por un momento, Frank sintió un déjá vu, de la vez que su padre les había dado a cada uno, una botella de whisky.
—¡DEMONIOOOOOSSSSS! ¡MIERDA! —gritó Clarisse emocionadísima, cual niñita desenvolviendo una barbie mariposa con todos sus miles accesorios y vestiditos—. ¡Papá, esta navaja suiza está de lujo! ¡Y es de una marca importantísima! ¡¿Cómo lo conseguisteeeeeeeee?!
—Si quiero algo, lo tengo hija. Basta con que pestañeé para tener a las perras cumpliendo mis órdenes —se rio Ares maliciosamente, satisfecho de ver a su hija, tocar la hoja filosa y chillar contenta cuando se cortó un poco con ella. Luego, se giró hacia su hijo, y le hizo un gesto con la barbilla—. ¿Y tú qué? ¿Por qué me miras con esa cara tristona, eh? ¿Acaso querías un regalo también?
Frank infló los cachetes, y masculló una respuesta:
—No, no quiero nada.
Ni siquiera Andrew le hubiera creído esa mentira. Su padre volvió a echarse a reír, y acto seguido, sacó otra cajita del otro bolsillo de su pantalón.
—Toma, aquí tienes la tuya, para que no llores.
Si bien Frank no era fanático de este tipo de regalos, no podía negar que se sentía muy feliz de recibirlo ahora mismo. Quizás tanto como Clarisse, que estaba a unos metros haciendo amagos de apuñalar a un enemigo imaginario. Pasó los dedos por la tapa, que era suave y tenía el dibujo de un doberman negro en medio, y el interior forrado en terciopelo rojo. La navaja tenía un decorado militar, verde y negro, y el acero brillaba como un espejo. Frank pudo ver el reflejo de sus ojos rasgados en ellos.
—Frank, quiero que me prestes atención —de pronto, toda la diversión había desaparecido de la voz de su padre—, eres un hombre, Frank, y quiero que actúes como tal.
Él se quedó mudo. De repente, la navaja en su mano pesaba como una roca de treinta kilos.
—Estoy al tanto, de que hay muchas personas en este mundo que le han declarado la guerra a esas palabras. Ellos son ignorantes, hijo, estúpidos atrapados dentro de su burbujita de cristal —lo agarró del hombro, el que le dolía, y lo apretó—, lo que verdaderamente significa "Ser un hombre", es algo más puro y digno que esos falsos hombres han divulgado, ¡es tomar la responsabilidad que te corresponde sobre los hombros y resistir! Tomar las decisiones que nadie más puede. Ser valiente y proteger a los tuyos, y matar de ser necesario, porque este mundo es cruel, y sí eres lento, pierdes.
>>Jesús murió en esa maldita cruz por una razón, hijo, porque sabía, cómo Dios sabía, la porquería de seres humanos que terminaríamos siendo en el futuro. Murió por nuestros pecados y por los que íbamos a cometer. ¡Lo vio con sus ojos divinos llenos de luz, carajo!
Entonces sonrió, una sonrisa monstruosa, antes de darle un típico empujón a la parte trasera de su cabeza, que Frank respondió con un gruñido doloroso.
—Entiendo, padre —respondió, y volvió a sentir un déjá vu extraño. Tenía de nuevo seis añitos, rechoncho y llorón, y su padre lo regañaba mientras Clarisse jugaba a un lado, con un arma peligrosa sin oírlos.
—Me voy, ya es hora de que me marche —dijo Ares al final, enviándole una última sonrisa—. Recuerda, Frank. Un segundo de duda puede significar la vida o la muerte. No dudes. ¡Actúa! Aunque estés cagado de miedo. ¡Actúa, Frank! ¡Sé un hombre!
Ares La Rue se fue, y Frank no pudo evitar pensar que tal vez, solo tal vez, la muerte de Charlie realmente lo había hecho preocuparse un poquito por ellos. Ahora les delegaba la responsabilidad de protegerse, a sus amigos, y a Piper su más reciente hermanita... Y para ello, les había otorgado un arma.
—Espera un momento... —Clarisse se volteó repentinamente hacia mí, ladeando la cabeza con confusión—. Se fue solo, ¿no? ¿Y qué hay de la mamá de Piper?
Will necesitaba huir de su padre, lo que era casi imposible, puesto que lo estaba arrastrando del brazo en dirección a su coche. En el trayecto, trataba de zafarse, pero los dedos de su padre parecían tenazas tan firmes que uno no dudaría de que pudiera operar a un hombre con una mano mientras lo cargaba con la otra. Los músculos de su padre no eran ningún adorno. A veces olvidaba que detrás de su sonrisa amigable y excéntrica, se escondía un hombre capaz de cortar a otro, incluso consciente, y estudiar horribles lesiones con la mente fría.
Apolo podía ser tan cálido como un sol en primavera y tan frío como una estrella a punto de morir.
Ignoró a Will a medida que lo jalaba hacia su coche, de igual modo a los padres que se los quedaban mirando al pasar, murmurando y juzgando entre ellos, mientras negaban con la cabeza en pos reprobatorio. Will sintió que se moría de vergüenza allí mismo. Siendo arrastrado como un niño de siete años, luciendo ojos rojos por su reciente llanto y unas mejillas mal secadas, la imagen que estaba dando, era simplemente humillante.
—¡Ya, basta! ¡Padre, no voy a subir a ese auto! —gritó Will, cuando su padre abrió la puerta trasera de su auto y se disponía a meterlo. Will plantó los pies sobre la gravilla, luego hizo otro intento para zafarse y lo logró, aprovechando la sorpresa inicial de Apolo. Pero no huyó, decidió que le daría cara, sacando fuerza del último rincón de su ser que había guardado en caso de emergencia, como ahora—. ¡Tienes que oírme! ¡No puedo irme, papá! —Apolo empezó a negar con la cabeza—. Sé que piensas que no quiero irme por Nico y... Bueno, es cierto. ¡Pero ese no es el punto! Él no es el único que me necesita, ¡también mis amigos me necesitan! No puedo dejarlos ahora.
—¿Y qué hay de mí? —Apolo se llevó una mano al pecho, dolor frunció las líneas de su rostro, y su furor sorprendió a Will—, yo también te necesito, Will. ¡Te necesito vivo! ¡Protegido! ¡Cerca de mis manos y mis ojos para que pueda cuidarte!
—Pero, de todos modos no puedes, papá, ¿qué hay de mi sanción...?, cuándo los oficiales se enteren que salí de aquí...
—¡Al diablo con ellos! Utilizaré toda mi fortuna si es necesario para sobornarlos —exclamó Apolo—, hijo... Eres mi único hijo, Will, lo único que tengo —un nudo se formó en su garganta—, no pueden culparme por querer sacarte de aquí, donde ya han matado a un chico inocente. Además, ya ha pasado mucho tiempo, ¡tú castigo ya debería haber acabado!
—Papá... —la cabeza de Will negaba lentamente, y esta vez, no pudo mirarlo a los ojos—, lo siento, pero no puedo marcharme contigo. No lo haré.
—Will...
—Papá, no.
—Bien —Apolo tomó una honda respiración—, no me dejas otra opción.
Entonces, sin previo aviso, su padre se postró de rodillas delante de Will, y como una represa desbocada, dejó que las lágrimas fluyeran de sus ojos incontrolablemente, mientras sollozaba y hacía sonidos raros de llanto, como los de un mapache regurgitando parásitos.
—Papá, ¿es en serio? —Will retrocedió dos pasos, asustado e irritado. Vio de soslayo, como las personas se quedaban mirando estupefactas, y otras apartaban la mirada, incómodos. A lo lejos, Calipso tenía una expresión complicada, estudiándolos desde la seguridad detrás de un pilar. Volvió a mirar a su desdichado padre, molesto—. Ese tipo de manipulación ya no funciona en mí, ¿sabes? ¡Ya no tengo doce años!
Apolo lloró más fuerte, y de forma más patética. Will estaba por sufrir un colapso psicótico.
—¡Mi hijo es tan cruel! —balbuceó Apolo, frotándose los ojos con los puños—. Abandonando a su padre por un par de ojos bonitos y un seductor acento italiano. Es decir, no te culpo, yo también lo haría... Pero aún así, ¡eres tan malo! ¡Mi hijo no me ama!
—¡Papá, por favor no dramatices! —Will desearía no haber descubierto que lo dramático era de familia. Tenía ganas de llorar también, y de hecho, empezó a hacerlo, y a continuación, imitó a su padre y se arrodilló delante de él, ignorando que las piedritas le estaban haciendo daño en las rodillas—. Hacerme sentir culpable no funcionará esta vez.
Así que allí estaban, dos hombres, uno joven y otro adulto, llorando frente a frente, a moco tendido. Ninguno de los padres, oficiales, guardias o alumnos que los contemplaba en ese momento, sabría decir si la escena era tremendamente cómica o trágica. Lo cierto era que, resultaba jodidamente incómoda.
—Mi hijo adorado —inició Apolo después de otro rato, agarrando las manos de su hijo entre las suyas—. Ya hemos hablado de esto muchas veces, ¡no necesitas salvar a todo el mundo! No es tu responsabilidad. A veces, está bien huir, Will. A veces, no hacer nada también está bien.
—No... —susurró Will, bajando la mirada— no puedo hacer eso...
—Tienes un corazón demasiado puro y bondadoso, Will, y estoy orgulloso de eso. De alguna manera, has heredado todas mis mejores cualidades y ninguna de las peores —sonrió con amor, y le acarició la mejilla, quitando una gota de lágrima gruesa con la punta de sus yemas—. Me gustaría que también fueras un poco más egoísta.
—Lo soy, papá —murmuró Will, triste—. Soy egoísta. Es por eso que voy a quedarme aquí, en lugar de ir contigo y no hacerte sufrir.
Por un momento, Will realmente se sintió un hijo horrible. Quería tanto hacerlo feliz, subirse a ese coche y terminar también con todos sus problemas, con toda la tristeza y la preocupación que había estado acumulándose últimamente dentro de su corazón.
Pero no podía huir.
Se repugnaría por el resto de su vida si fuera un cobarde ahora mismo. ¿Cómo podría verse la cara, en el espejo, después? No sé trataba solo de Nico, sino de sí mismo. Estaba asustado, quería ser el hijito de papi que se refugiaba en sus brazos cuando oía fuertes rayos en un día tormentoso, pero ya no era un niño y aunque fuera tonto tomar sus desiciones por amor, estaba bien, porque era un tonto adolescente enamorado y no había un mejor momento para hacerlo.
—Lo siento, papá —murmuró Will.
Apolo pareció notar por su tono de voz, que ese era el final de la conversación, y que, nada podría hacer para remediarlo. Conocía la testarudez de su hijo, la había heredado de él, al fin y al cabo. Sería como seguir tratando de pelar una roca con un bisturí. El señor Solace dejó caer su mirada hacia el suelo, por un par de segundos, luego, con la misma resolutiva velocidad, levantó el puño de su mano para secar sus propias lágrimas, y sonrió resignado. Cuando volvió a mirar a su hijo, la expresión en su rostro estaba llena de conmiseración.
—Ahhh, amor joven, amor loco. Está bien... Lo entiendo, Will— finalizó, al tiempo que se levantaba y le daba la mano a su hijo para ayudarle a hacer lo mismo—. Yo también hice cosas locas por amor... Ojalá y pudiera salvarte de las malas consecuencias.
—No tiene por qué haber malas consecuencias —Will le regresó, aceptando su mano—. Nico y yo realmente nos amamos del mismo modo. ¡Te lo prometo!
Apolo sonrió con ternura hacia la dulce ingenuidad juvenil de su hijo, y luego atrajo hasta sus brazos para darle un enorme abrazo de oso.
—Solo recuerda que estoy ahí, ¿de acuerdo? No eres tú contra el mundo —le susurró al oído—. Siempre voy a estar ahí para ti. Te quiero.
—Y yo a ti, papá —a Will le tembló la voz al decirlo— Te adoro... No seas un papá celoso, ¿okay?
—Siempre voy a ser un papá celoso, no seas tonto, Will —y luego, después de separarse, ambos se miraron con una sonrisa sincera—. Cuídate. Recuerda todo lo que te he enseñado.
—Y tú, papá —agregó Will—. Nos vemos el próximo mes.
—Sí. ¡Oh!, y, en serio, Will —comenzó Apolo, tan fuerte como pudo, llamando la atención de todos los padres que quedaban rezagados por ahí—. ¡USA CONDÓN!
Will llevó ambas manos hacia su rostro y se cubrió tanto como pudo.
—¡Solo vete ya! —Will se quejó en voz alta—. ¡ADIÓS!
Apolo meneó su mano a lo francés, mientras entraba en su auto, y así, se despidieron en esta ocasión.
Eso dio por terminada la reunión de padres, en el cuarto día después de la muerte de Charlie.
El quinto día, después de la muerte de Charlie, el silencio volvió a apoderarse de todos los pasillos del Instituto. Se extrañó el ruido de los padres, pero incluso aún más el de los estudiantes. Se reanudaron las clases, y estas estuvieron en absoluta calma, tal y como los profesores siempre lo habían querido, excepto que en esta ocasión, el malestar escalaba hasta ellos, haciendo que incluso la maestra más cruel no quisiera golpear su cartuchera de metal contra el escritorio.
El sexto día se hizo evidente que Quirón no se estaba recuperando lo suficientemente rápido, así que su ahijado: "Herc", puso en firme su decisión de quedarse, y ayudarle a dar sus clases. A nadie le hizo mucha gracia, especialmente no al estudiantado, pero al DJ no le importó en lo más mínimo la opinión de los demás, parecía únicamente motivado por sus propias convicciones y deseos.
A partir del séptimo día, las cosas empezaron a ocurrir con mayor rapidez, durante seis días, los profesores lucharon con todas sus fuerzas para hacer que las cosas volvieran a la normalidad, y parecían estar cerca de lograrlo. Incluso dieron un anuncio, sobre retrasar todos los exámenes, intentando que los chicos se pusieran felices por ello, pero la noticia solo fue aceptada con normalidad. Al día siguiente, al menos, ya podía escucharse el habitual cuchicheo en medio de los pasillos, cuando algunos estudiantes especialmente sospechosos, hacían su aparición.
El estado de ánimo de Nico no mejoró en lo más mínimo durante todos estos días, por el contrario, no hizo otra cosa más que empeorar. Pronto se dio cuenta de que todo le molestaba a sobremanera. Por algún motivo se sentía extremadamente irritado con la presencia de Herc en el Instituto, le irritaba que este se acercara tanto al señor D, que le preguntara todo una y mil veces, como si fuera un rubio idiota que empezaba a trabajar en el edificio de sus sueños. Le estresaban las clases, y le estresaba que la psicóloga no lo dejara en paz y no parara de hacerle preguntas en cada sesión.
—¿Qué tal las pesadillas? —Era una de sus preguntas, con voz aterciopelada—. ¿Son muy feitas?
—La veo a usted, en cada una de ellas, ¿usted qué cree?
También le ponía de muy mal humor cuando ella simplemente se callaba y lo observaba ejerciendo presión visual para que él aumentara la longitud de sus respuestas.
Pero lo que más odiaba, parecían ser los rumores, que se habían incrementado desde el ataque de Dimitri. No, lo que más odiaba era que lo miraran como alguien débil. No, que le debiera un favor a Percy Jackson. No, que Will hubiese entrado en ese extraño estado de paranoia. No, que Hazel estuviera nerviosa todo el tiempo. No, que toda la puta gente no dejara de mirarlo como si él realmente le hubiera hecho daño a Charlie, y hubiera intentado encubrir todo, al fingirse víctima de Dimitri. ¿Realmente parecía que él fuera capaz de dañar a Charlie? ¿Silena tenía razón y de algún modo todo había sido culpa suya?
—¿Has visto las nuevas cicatrices en su cuello? —diría un alumno, sin molestarse en bajar la voz cuando cruzaba a su lado—. Dicen que Silena le pidió a Dimitri que hiciera justicia por ella, pero que sus perros y el kraken, o sea Percy, lo detuvieron antes de lograrlo.
—Hombre, es tan injusto que ese lunático esté caminando tan campante por los pasillos —contestaría su amigo, indignado—. Siempre pensé que eso de que era un asesino era... solo rumores, ya sabes...
—Sí, yo también.
Sin embargo, pensar en Silena nunca era buena idea. Eso generaba reacciones extrañas en su cabeza, pensamientos recurrentes que se movían con demasiada rapidez hasta dejarlo mareado y generarle dolor de cabeza, no sin antes iniciar esa rara sensación de que, de pronto, su estómago simplemente había desaparecido y no tenía otra cosa más allí que un enorme agujero negro. Negro... negro como los ojos de Silena.
Excepto que Silena tenía ojos azules.
Se veía obligado a sacudir su cabeza con fuerza varias veces al día, lo cual, si era sincero consigo mismo era posiblemente lo que provocaba el dolor, y la paranoia de Will, y el nerviosismo de Hazel, y la ansiedad irritante de Leo, quien no paraba de mover su pierna ruidosamente durante todo el puto día, hasta que alguien, mayormente Annabeth, le pedía amablemente que parara. De todos modos, volvía a hacerlo después de un rato.
Fue también ese mismo día, cuando Leo por fin dejó quieta su pierna por primera vez y, después de un grito de júbilo nada disimulado, terminó siendo él mismo quien se cacheteó la mejilla para pedirse silencio, en medio de la clase de biología, provocando, por supuesto, su expulsión inmediata del salón. Pero, como nadie podía andar solo por ahí, porque era peligroso, fue Herc quien vino a recogerlo para escoltarlo hasta el salón del castigo.
—Si haces algo mínimamente sospechoso, me veré obligado a usar la fuerza sobre ti —le advirtió Herc, flexionando adrede o sin querer sus bíceps—. No te lo recomiendo. Mi pasatiempo favorito en la prepa era hacerle bullying a flaquitos con cara de elfo como tú.
Leo tragó saliva, y se fue en silencio con él. Nuevamente, Nico se sintió molesto por ello, y casi se ofreció a ir él mismo con Leo. Excepto que no tenía esa opción.
Después de esa clase, Nico tuvo que dirigirse hacia su sesión ordinaria con la psicóloga, cosa a la que todos los estudiantes estaban obligados, pero especialmente él, porque su padre había solicitado fortalecer su horario después de lo de la última vez. Will y Frank lo acompañaron hasta las puertas del infierno... es decir, de la oficina de ella, y después se fueron para su próxima clase. La sesión estuvo tan aburrida como siempre, y llena de "Muy bien, muy bien, Nico, pero, habla con el títere y blah, blah" y después se le permitió salir de ahí solo para dirigirse a su siguiente hora de clases, que afortunadamente tocaba libre porque no había clases de Natación hasta nuevo aviso. No era que Nico nadara mucho, de todos modos, pero se agradecía el gesto de no obligar a los estudiantes a meterse a la escena del crimen, incluso después de haber cambiado toda el agua.
Como fuera, debido a que la política era "ningún estudiante debe andar solo", llamaron a un guardia de seguridad para que lo escoltara hasta el jardín, o a cualquier otro lugar en donde fuera que se estaban quedando sus amigos. Para su buena fortuna, Cherry no estaba disponible (o fingió no estarlo porque de todos modos le caía muy pero muy mal Nico), y el mismísimo Cornelio tuvo que venir para cumplir con la tarea. Nico suspiró con alivio, por el simple y sencillo motivo de que le agradaba Cornelio. Le recordaba un tanto a Leo, pero con más acento.
Cornelio no le preguntó por la sesión, tampoco por Dimitri, ni por Charlie, ni por su padre, ni por nada. Él simplemente avanzó a su lado silbando una cancioncilla pegajosa, con sus manos metidas en los bolsillos, y un periódico bajo el brazo izquierdo. En un primer instante, Nico se sintió perfectamente cómodo con el silencio, después de bajar tres conjuntos de gradas, sin embargo, empezó a sentirse ansioso, le parecía que Cornelio lo iba observando por el rabillo del ojo, y eso no ayudó para nada con su actual estado irritable.
¿Por qué no simplemente le preguntaban lo que sea que quisieran preguntarle, y ya? ¡Dios!
—¿Qué? —No pudo evitar preguntarle, realmente estaba harto, y aunque Cornelio le caía bien, tampoco era su amigo, así que a él podía encararlo— ¿Qué me ves?
Cornelio dio tres pasos más, luego dejó de silbar y finalmente sonrió con diversión. Detuvo sus pasos y se giró para mirarlo. Estaban en mitad de un pasillo, no había estudiantes transitando, así que nadie más podía escucharlos. Nico se sintió nervioso por un segundo, porque la mirada de Cornelio gritaba: "Es mi oportunidad de obtener primicia en algún chisme". Nico podía lidiar con las preguntas sobre delitos... ¡No quería lidiar con la clase de chismes en la que al parecer Cornelio estaba interesado!
—Solo me preguntaba... ¿Por qué Cherry no quiso venir a acompañarte, a pesar de que odia vigilar la recepción? —incluso se inclinó hacia delante, sacó el periódico de debajo de su axila y lo dejó colgando en su mano derecha, al tiempo que se cruzaba de brazos— También me preguntaba por qué a pesar de ser más pequeño que la media, todos tus amigos te obedecen como si fueras un gigante, y Dimitri está siempre tan encabronado contigo... Es gracioso. He estado en muchas cárceles di Angelo, pero tú pareces estar fuera del estándar en todo mi historial —soltó una risilla, y siguió caminando.
Nico abrió los labios para contestar, pero Cornelio lo interrumpió antes de que lo consiguiera:
—Oh, no, no... No me malentiendas —le dijo— No espero que contestes. Solo me resulta intrigante... Yo habría entregado todos mis cómics de los Cuatro Fantásticos por obtener un poquito de tu irresistible personalidad, cuando tenía tu edad. Me habría librado de los matones. Claro, no sería policía, entonces... pero ese no es el punto.
—¿Te hiciste policía porque te hacían bullying en la escuela? —las palabras salieron de la boca de Nico con tanto sarcasmo que casi pudo tocarse. Cornelio rio entre dientes.
—¿Ves? A eso me refiero —dijo, como quien le otorgaba un punto—. Creo que es algo en tu inteligencia... Tomas una frase, y de inmediato la usas a tu favor... Mhm... Mente rápida, quizá apta para los negocios, como la de tu padre.
Y... ¡Ahí estaba! Claro que esta no era una conversación común y corriente. Posiblemente el señor D lo había enviado a sacarle información, sobre la conversación que tuvo con Hades después de... de lo que pasó. Obviamente quería saber qué tanto podrían vaciarse sus bolsillos en los próximos días. Nico rodó los ojos, y contestó, ahorrándole a Cornelio todos los posibles giros en la conversación que tendría hasta llegar a la gran pregunta.
—No me va a sacar de aquí, puedes decirle al señor D que se quede tranquilo —rodó los ojos otra vez— Hazel lo convenció.
Cornelio volvió a parar, esta vez tenía las cejas elevadas, sinceramente impresionado. Al final soltó otra risilla y con el periódico de antes le dio un golpecito a Nico por la cabeza.
—¿Ves? —le dijo, balanceando el periódico frente a sus ojos— Mente astuta. Muy astuta —luego rió otra vez—. ¿Qué hay de Will? Apolo estaba muy alterado.
Y... Por eso había iniciado la conversación hablando de Cherry. Dah. Era tan obvio que Nico tuvo que rodar los ojos otra vez. Quizá también tenía que ver que su respuesta sería un tanto patética. Pero... era completamente pura y real. Había tenido que meter la cabeza bajo su almohada como un avestruz cuando Will se lo había comentado:
—"El amor rompe cualquier frontera" —citó a Will, probablemente citando a Apolo, y le arrebató el periódico a Cornelio porque ya estaba harto de tenerlo bailando en su cara— No se va a ir mientras él y yo... estemos... bueno, como sea no se va a ir.
Lo dijo sin mirar a Cornelio a los ojos, pero cuando lo encaró otra vez notó que este estaba apretando sus labios, como si hubiera cometido un error, pero ocultó la expresión tan pronto como pudo, y extendió la mano para obtener el periódico de vuelta.
—Genial, perfecto, todo bien entonces —dijo, apresurándose demasiado en obtener el el rollo de papel. Tanto, que se extendió, dejando ver por un par de segundos la primera plana—. Gracias, Nico. Hiciste mi trabajo más fácil, ahora vamos a encontrar a esos amigos suyos.
Pero, Nico había conseguido leer, muy rápidamente, lo que en otras situaciones no habría sido otra cosa más que un borrón de letras y una foto incluso más borrosa. Sin embargo, él logró identificar lo que decía a cabalidad: "Levantamiento en prisión femenina..." y algo más. Algo que definitivamente no habría podido imaginar. O tal vez sí. Ojalá sí. Pero era una imagen muy gráfica, así que... ¿por qué la imaginaría?
Cornelio fingió que el periódico no le importaba en lo más mínimo, y Nico intentó fingir que no había visto nada, pero en menos de dos segundos fue imposible para los dos fingir que no se habían dado cuenta de la reacción del otro. Esta vez fue Cornelio quien llevó una mano a su nuca y soltó un suspiro de cansancio:
—No es nada, ¿okay? Solo son estos medios amarillistas y sus noticias aún más amarillistas —se encogió de hombros—. Un levantamiento en la cárcel de mujeres no es ninguna sorpresa, sobre todo con la mala administración actual... ¡No es que yo piense que aquí va a ocurrir lo mismo! Simplemente quería informarme del problema, justamente para evitarlo, ¿sí? —y luego con un tono como de súplica—: No organices un levantamiento, ¿okay? Lo que sea que necesites... lo podemos negociar.
—No iba a... —Nico sacudió su cabeza con violencia—. ¡Dios! No voy a hacer nada de eso, ¿qué te pasa? Como si lo de Charlie no fuera suficiente.
—Lo siento... —Cornelio volvió a rascar su nuca. Él era posiblemente el único adulto conocido en la historia de los adultos, capaz de disculparse frente a un adolescente—. También estoy un poco paranóico desde que eso ocurrió. No es tu culpa, de verdad, discúlpame.
Nico detuvo sus pasos, no porque quisiera seguir hablando con Cornelio por el resto de su vida, sino porque, de pronto, sentía sus rodillas sacudirse como gelatina, y tenía miedo de que si daba un solo movimiento, se caería al piso y se rompería en pedazos. Tuvo que inhalar profundo dos veces antes de poder hablar. Podía ser un error. Definitivamente era un error.
—¿Puedo ir con Leo? —la pregunta salió de sus labios tan rápido que ni siquiera tuvo tiempo de pensarla—. Está en el salón de castigos.
—¿Eh? Claro, está con Terrence— Cornelio le dio una palmadita en la espalda y cambiaron de dirección, esta vez caminando con más prontitud— ¿No te sientes muy sociable? Pero, ¿en serio Leo es la mejor opción?
—No es tan insoportable cuando no habla —intentó bromear, pero lo cierto era que sus ojos se desviaban hacia el periódico, intentando leer algo más sobre la noticia. Le parecía una broma muy cruel del Karma, primero hacerle temer los instintos chismosos de Cornelio, y luego contagiándole esos mismos instintos.
—Yo era más como Leo, sí —Cornelio soltó otra vez esa risa tranquila de siempre—. Sí, creo que por eso me cae tan bien.
—Pues ojalá y Leo se vuelva como tú —esta vez no fue a propósito, lo dijo sin pensar, apenas se dio cuenta de lo que había dicho cuando notó el ligero sonrojo en las mejillas de Cornelio—. Me refiero a lo de... No ser un completo idiota y eso...
Cornelio inclinó la cabeza, justo frente al salón de los castigos, antes de tocar la puerta. Le dio una sonrisa sincera a Nico, y sin realmente hablar, movió sus labios gesticulando un "Gracias". Fue como si un enorme peso se le cayera de los hombros, quizá, solo quizá, él realmente se sentía muy culpable con respecto a lo de Charlie. Tal vez, incluso había tenido muy malas noches, preguntándose cómo habría podido evitarlo, cómo podría evitar que le sucediera de nuevo, a uno de sus chicos, sintiéndose completamente inútil en su labor. Después de un segundo, abrió la puerta, e hizo lo que Cornelio siempre hacía: Facilitarle la vida a los estudiantes.
—¿Señor Cheveroski? Terrence... Creo que Leo ya cumplió con su castigo, déjelo salir antes, ¿sí?— luego se giró y le guiñó un ojo a Nico, para marcharse silbando de nuevo, con el periódico bajo su axila.
Leo primero asomó su cabecilla como si afuera le esperara una trampa mortal, se asustó al ver que lo esperaba Nico, se metió de nuevo, luego recordó que Nico no lo iba a matar, y volvió a salir, esta vez con una sonrisa, diciendo: "Lo siento, la costumbre" y unas cuantas cosas más como que "era muy joven y guapo como para convertirse en hamburguesa".
—¿Quieres dejar de decir estupideces de una buena vez por todas? —Nico se hartó de él, apenas diez segundos después de ser abandonado por Cornelio, debía ser un nuevo récord— Durante la clase... ¿Por qué gritaste?
Leo de inmediato comprendió el tono oculto en la voz de Nico. Automáticamente sus cejas se elevaron hacia arriba, con suficiencia y sus labios se curvaron incluso aún más, dándole una sonrisa casi distorsionada, justo como la del Grinch robándose la navidad en la versión cool de Jim Carry. Se cruzó de brazos, presumido, y dijo:
—¡Ah! ¿Tan desesperado estás que vienes a pedirme ayuda? —La cara de Póker de Nico no se movió ni un poquito, pero eso no importaba para la locura de Leo. Él se sentía en lo más alto de las nubes por su éxito y estaba a punto de mostrarlo al mundo. Soltó una carcajada maniática que hizo que incluso su cuerpo convulsionara de un lugar a otro, para luego agarrar a Nico de un brazo y tironearlo con fuerza.
—¡Rápido! ¡Rápido! A la Valdecueva, es decir a mi taller, bueno al taller del instituto —luego pasó un brazo por encima de los hombros de Nico, ya sin miedo alguno y caminó tan rápido como pudo. De hecho, podía considerarse que estaban corriendo.
Valía la pena hacer que Leo realmente se sentía tan feliz, que había olvidado por completo que nunca antes, nunca, ni una sola vez, en toda su puñetera vida había sido así de cercano con Nico. Si di Angelo no se soltó de su agarre y salió corriendo lejos de él, fue solo porque el shock lo mantenía quieto. No estaba seguro de si debía sentirse feliz porque al fin alguien no lo miraba como si él hubiese matado a Charlie, satisfecho por haber tenido razón al creer que Leo había logrado lo que había logrado, o preocupado por todo lo que eso conllevaría. Como fuese, no tuvo tiempo para sentir nada de eso, porque llegaron al taller en minutos.
Su collar dio la primera advertencia antes de empezar a pitar como loco, y Leo tomó eso como una señal para soltar a Nico y hacer que se sentara sobre una butaca sucia con grasa.
—Hermano, en serio... Tendrás que empezar a hacer cardio tres veces a la semana cuando te quite ese collar. ¡Estás en una pésima condición física! Solo fue una pequeña carrerita y ya estás agotado —se dejó caer de rodillas y comenzó a sacar un montón de cosas de uno de los armarios.
Se suponía que en ese lugar les enseñaban artes industriales, pero a decir verdad, el "taller" solo servía como centro recreacional para alumnos como Leo y Charlie, que disfrutaban estar sucios, o necesitaban reunirse con sus amigos en un lugar más íntimo, o querían toquetearse a gusto con su novia. Este sitio, por cierto, era el mismo en el que, hacía ya algún tiempo, Layla, la hermana de Piper, había disfrutado de la vista de Leo trabajando, al arreglar lo que fuera que Leo había estado arreglando en aquella ocasión.
—En serio, estás incluso peor que yo, jeje —Leo continuó parloteando sin cesar, al tiempo que Nico conseguía calmar su ritmo cardiaco. El breve y único pitido de advertencia se quedó por un rato grabado en su mente, repitiéndose como una despedida—. Ya no tendrás excusa para no cumplir con futuros castigos del señor La Rue. Pero, ¡hey!, valdrá la pena, ¿no? Despídete de tu pulcrísima virginidad porque no estará allí para mañana en la mañana, ¡JAJA!
—¿Realmente lo conseguiste? —le preguntó Nico entonces, tomando una postura más relajada sobre la butaca. Al momento siguiente desvió la cabeza, buscando lo que sabía que encontraría en el taller. Definitivamente, si había otro periódico en ese Instituto, definitivamente estaba en el taller, siempre se usaban las hojas de los diarios para evitar manchar el piso con grasa— ¿Podrás desactivar mi collar?
—¿Acaso tenías dudas? —regresó Leo, y la verdad se veía orgullosísimo de sí mismo. Leo había estado tan concentrado en esto durante los últimos días, que había sido imposible para todos no notarlo. Tan pronto como Nico lo escuchó gritar con júbilo, especuló que posiblemente había derrumbado el último obstáculo, fuera cual fuera.
—A decir verdad, dudé mucho sí... durante todos estos días —le contestó Nico, solo porque su reacción natural ante la felicidad pura y brillante de los demás, tendía a ser esta... sarcasmo y escepticismo. Por fin sus amigos estaban empezando a notar que solo era un efecto para ocultar felicidad empática. Leo le sonrió con incluso mayor brillo, así que esta vez Nico no pudo evitar agregar—: Me has impresionado... ¡Siéntete orgulloso!
Esto provocó que Leo tuviera una reacción super exagerada, llevando ambas manos hacia su pecho, justo sobre su corazón, y abriendo los ojos tanto que se podían dibujar dos estrellas en sus pupilas. Luego soltó otro gritito de júbilo, elevando un puño hacia el cielo y dejándose caer hacia atrás, al suelo. Nico rodó los ojos otra vez, pero por algún motivo no pudo evitar sonreír.
Aún así, cuando Leo se dejó caer, dejó libre una parte que había estado oculta de la mirada de Nico antes, donde, como si el diablo mismo lo hubiese puesto ahí, estaba el periódico que había estado buscando. Extendió el brazo y lo tomó, justo cuando iba a desdoblarlo para leer, Leo se incorporó, con destornillador en mano, y prácticamente le saltó encima
—¡Oye, oye! ¿Qué haces?— Nico luchó en vano por quitárselo de encima, pero Leo ya estaba en cuclillas sobre su regazo de un modo total y completamente homosexual. ¡Ese era un gesto que solo Will se atrevía a tener con él! —. ¡Quítate!
—Solo puedo desactivarlo si acceso desde la parte del micro panel de control —explicó Leo, al tiempo que le sujetaba el rostro al tomarlo de la barbilla e inclinaba su cabeza hacia atrás—, que justamente está aquí al frente. No entres en pánico, mientras Will no nos vea, no se va a poner celoso y no me va a matar.
—¡Yo te voy a matar si no te bajas ya! —le regresó Nico—. ¿No lo puedes hacer de pie?
—Puedo pero no veo nada porque me tapo la luz yo solito —le regresó Leo—. Y no tengo un asistente que me sostenga una linterna. ¡Quédate quieto! Cualquier movimiento en falso va a activar la alarma y nos meteremos en problemas de nuevo. ¿No dio tu papá un ultimátum sobre las activaciones de la alarma? Debemos ser cuidadosos. ¡Ahora shhhh! Necesito concentrarme.
Entonces, en contra de su voluntad, Nico se quedó quieto y en silencio, dejándolo trabajar. Quería mover la cabeza para leer la primera plana del periódico, pero no podía atreverse siquiera a girar los ojos. Aún así, estaba casi seguro de que lo que sus instintos gritaban eran solo una falsa alarma. Tenía que ser una falsa alarma. ¡Obviamente era una falsa alarma!
Pero, eso no cambiaba nada.
Hacía demasiado tiempo que los recuerdos no estaban tan frescos en su cabeza. Nico necesitaba quitarse ese peso de los hombros.
Todas las células de su cuerpo hormigueaban por la anticipación.
Podía sentir a Leo mover lentamente la punta más fina de su destornillador, presionando accidentalmente el collar contra su garganta, produciendo cierta incomodidad especialmente en las zonas de piel que aún no se habían recuperado desde lo de Dimitri. Se le cortaba la respiración, y su corazón estaba empezando a latir más rápido. Hasta que el collar emitió nuevamente un pitido de advertencia. Estaba a punto de disculparse con Leo, pero antes de hacerlo:
—Lo siento, mi culpa —fue Leo quien habló—. No entres en pánico.
—No estoy entrando en pánico —le regresó Nico—. Pero, ¿seguro que puedes? No pasa nada si no puedes.
—Casi lo tengo —regresó Leo, presionándose un poco más cerca de su pecho. Para estas alturas, si alguien entraba y los encontraba así, iba a ser completamente imposible dar una explicación no gay—. Paciencia, paciencia...
"No puede" —fue lo que apareció en la mente de Nico— "Otra falsa alarma. Al final no va a poder. No pasa nada, no pasa nada".
—Casi... casi... —esta parte, Leo lo dijo en español, y luego se detuvo, como si recién se le ocurriera algo. Continuó mientras preguntaba—: ¿Entiendes latín?
—¿Tengo cara de entender Latín? —le regresó Nico, un tanto a la defensiva.
—¿No es parecido al italiano? —regresó Leo.
—Supongo que tanto como se parece al español —estaba a punto de tirarlo de su regazo y decirle que aceptara que había fallado.
—¿Podrías ayudarme a traducir una frase luego? —preguntó Leo con deliberada calma—. Apuesto a que entre los dos podemos.
—Pregúntale a Annabeth, seguro que ella sabe —le sugirió Nico.
—Vamos, no es tan difícil hombre, solo inténtalo, ¿sí? —insistió Leo—. Por tu amigo Leo... Futuro padrino de tu virginidad perdida.
—¿Por qué es importante? —Nico luchaba por ignorar los chistes de la virginidad tanto como podía.
—No lo es.
—¿Por qué no puede saber Annabeth?
—Porque las chicas se cuentan todo entre ellas— contestó Leo—, es una molestia...
—O sea que tiene más relación con Calipso que con Annabeth —dedujo Leo.
—¿No te dije que te callaras porque me desconcentras? —Leo formó un puchero en los labios—. Shhhhh... Pero me ayudarás, ¿verdad?
Nico no contestó. Pasó un rato antes de que el collar sonara una vez más. Un chillido, como el de una rata cuando es atrapada. Luego dos pitidos cercanos uno del otro, pero desafinados. Eso no alertaría al señor D, lo sabía, eran solo advertencias. Y finalmente, la lucecita roja empezó a parpadear como si fueran los últimos latidos de un corazón a punto de apagarse. Entonces, en medio de un silencio absoluto, Leo devolvió sus pies al suelo y se apartó dos pasos hacia atrás, con su mirada en blanco, y en su mano, el collar de metal, ahora desactivado.
Ambos lo miraron por un par de segundos, como si tuvieran miedo de que comenzara a pitar ruidosamente si se movían, entonces, la mirada de Leo se desvió hacia Nico, y lentamente, dibujó una sonrisa radiante sobre sus labios.
—Está hecho —dijo, con alegría genuina—. Ahora eres libre.
Nico abrió los labios para decir algo, pero Leo lo detuvo.
—Shhh... No —negando con la cabeza— No digas nada, agradéceme luego. Ahora lárgate. ¡Si no vas a ver a Will ahora mismo, me voy a enojar! ¡Peor! Voy a ir yo a cumplir tu deber de macho por ti. ¡Anda! ¡Shu, shu! No pierdas el tiempo.
Nico soltó un suspiro, que enfrió sus labios al salir de su cuerpo, y con una media sonrisa puso una mano sobre el hombro de Leo para decir:
—Gracias.
Después tomó el periódico, y se salió del taller. Iba caminando en dirección hacia su habitación, cuando recordó mirar la primera plana. La vio con calma, luego volvió a doblar el diario. Lo colocó debajo de su brazo, imitando la posición de su guardia favorito, y continuó avanzando. La verdad de los acontecimientos se inmiscuyó en su cerebro con fuerza, y con cada paso que daba, el viento de su efímera libertad comenzó a volverse frío, como el suspiro de antes. Al final, Nico no buscó a Will, como Leo le había dicho, sino que fue directo a su habitación, y se envolvió en la sábana.
Unos diez minutos más tarde, los chicos se reunieron para almorzar juntos en el comedor. Leo fue uno de los primeros en llegar, y fue regañado brutalmente por Piper, por haber estado solo durante un tiempo indeterminado lo suficientemente largo como para hacerle preocuparse. Así, el aura triunfal de Leo que lo hacía sentirse el héroe del día, se cayó por completo al suelo, y en adelante se sintió únicamente como un niño regañado.
De modo que, se dejó caer en su asiento y comenzó a embutirse comida en la boca y masticar lentamente, completamente concentrado en ser un niño bueno que no hablaba, no se movía y no molestaba a los demás, simplemente se alimentaba sin sacarles cana verdes a sus amigos.
—Tonto —Piper no lo dejó en paz sino hasta después de que Leo se llenara tanto la boca con papas fritas, que era físicamente imposible contestar—, desde que te sacaron del salón tuve un horrible vacío en el estómago. ¡Ah! ¡Da igual!
—De acuerdo, lo bueno es que ya está aquí, ¿no? —Jason intentó apaciguar su rabia—. Vamos a hacer fila para recoger nuestros almuerzos. No lo regañes más. También podemos guardar el espacio para Percy y Annabeth... Creo que de nuevo se les hizo tarde.
—Sí... —Piper contestó bastante deprimida—. La verdad, creo que solo intentan superar el trauma uniéndose más entre sí, excluyéndonos al resto. Lo que vivieron no es fácil de superar y...
Leo dejó de escuchar su conversación conforme se alejaban para llegar a la fila de estudiantes esperando por sus almuerzos. Levantó su cabeza para mirar a su alrededor e intentar localizar a algún otro de sus amigos, le pareció ver a Clarisse dándole golpecitos en la frente a algún nerd que no era Andrew, pero estaba demasiado tranquila como para interrumpirla. Además, Leo no quería relevar a dicho nerd.
Volvió a concentrarse en su comida hasta que otros de sus colegas llegaron por su propia cuenta. Se trataba de su segundo trío favorito dentro de su Ejército: Hazel, Cali y Will. Esta vez, venían acompañados por Frank. Cali y Hazel caminaban hombro con hombro, en medio de los dos chicos. Lo primero que Leo notó, fue que Cali se veía cada vez más pálida. Lo segundo, fue que Will venía con ellos. Solo Will. Nico no estaba.
—Sí, pero sigue siendo injusto, deberías decirle que pare —Hazel le reclamaba a Frank, mientras se acercaban a la mesa, por el comportamiento de su hermana—. No es culpa del nerd tener lentes.
—Sí, pero incluso si le digo que pare, ella no va a parar —explicaba Frank—, por el contrario, le va a pegar más fuerte —luego bajó la voz, para que nadie más oyera, pero ya estaban frente a Leo, así que pudo escuchar—, solo lo hace porque Chris la está viendo desde la fila, ¿no te das cuenta?
—Oh, es cierto, tienes toda la razón —Hazel también bajó la voz, luego puso una manita sobre sus labios y soltó una diminuta risa conspiratoria—, que linda, solo quiere impresionarlo.
Ese era el momento adecuado para que Calipso hiciera un comentario sarcástico o cruel, sobre que Clarisse era tan "linda" como un cocodrilo hambriento, pero ella se mantuvo en silencio. Leo incluso se quedó mirándola, ejerciendo presión visual, pero si ella se enteró, no dio señales de ello. Fue Will, sin embargo, quien se dirigió primero hacia Leo.
—¿Y Nico? —Le preguntó, frunciendo ligeramente el ceño, luego miró en dirección a la fila de espera, como si intentara encontrarlo ahí, y después de vuelta hacia Leo—. Cornelio dijo que estaba contigo.
—Pues yo pensé que estaba contigo —devolvió Leo, luego de tragar el enorme bocado que había tenido en la boca—. Le dije específicamente que fuera contigo. Seguramente te está buscando.
—No lo entiendo, ¿por qué no está contigo? —preguntó Will de vuelta, sus enormes ojos azules empezaron a hacer lo que mejor sabían hacer: buscar a su alrededor utilizando la fuerza acosadora, en busca del chico de sus sueños.
Había, sin embargo, algunas preguntas que las personas no deberían hacer, sobre todo no sin premura alguna. Esta, era un ejemplo de ello. Will y Frank corrieron desde el comedor, hasta el edificio de las habitaciones de chicos, y subieron todos los pisos hasta su habitación, empujando y abriéndose espacio entre docenas de estudiantes que les reclamaban por ello.
Cuando llegaron a su recamara, la puerta no estaba siquiera cerrada con seguro. Nico siempre había tenido en sí ese aura que alejaba a los demás, que le advertía a la gente que no debía siquiera acercarse a sus cosas, así que a pesar de todo, nadie había intentado ingresar a hurtar.
Abrieron la puerta y por un momento, el tiempo se congeló con extraña quietud.
—Para estas alturas pensé que ya estarían montándose el uno al otro cual corceles en celo en la habitación —había dicho Leo en el comedor.
—Sabes bien que no podemos —le había contestado Will, con una sonrisa tímida sobre sus labios.
—¡Ahora síííí! —Había canturreado Leo de vuelta, solo para luego mostrarle el collar, que guardaba en su bolsillo como una reliquia de guerra.
Y los ojos de Hazel se habían ensanchado lentamente.
Y Will había sonreído por un segundo. Un diminuto segundo. Existían momentos en la vida, que estaban destinados a marcarla. Eran este tipo de situaciones las que solo podían ser descritas como un antes y un después. Una sonrisa, y una mueca. La felicidad, y luego la tristeza absoluta.
La vida y la muerte.
Nico había corrido a su habitación para envolverse con la sábana, sí. Había envuelto la sábana alrededor de su cuello, tan ajustada que el collar no podría siquiera competir con ella. Había atado la tela de una viga en el techo y había saltado desde la mesita de noche, en el centro de la habitación.
El recuerdo de Hazel perdiendo la cabeza y atacando a Leo de una forma completamente imprevista, seguía presente en la mente de Frank y Will como si flotara en medio de los pasillos. Ella había perdido cualquier rastro de cordura al ver el collar en sus manos, incrustando las uñas en los brazos de Leo.
—¡¿Pero qué diablos hiciste?! ¿¡QUE DIABLOS HICISTE?! —Le había gritado con la voz en completa desafinación—. ¡IDIOTA!
—Tra-tranquila —titubeó Leo, pálido—, él no podría hacer daño a nadie...
—¡IDIOTA! —gritaba Hazel.
Después los había mandado a buscar a Nico a la habitación, mientras ella y Cali lo buscaban en los baños. Hazel actuó tan pronto como pudo. Hazel gritó con tanto poder, y corrió con tanta rapidez, que no había perdido ni un solo segundo.
Aún así, era tarde.
Demasiado tarde.
Porque Nico colgaba y ya no se movía.
SIGUIENTE ACTUALIZACIÓN: Jueves, 30 de junio, a las 16: 00 hs (Paraguay)
El sismance está absoluta y completamente en contra del suicidio y no incentivamos a que se copie o imite de ninguna forma este comportamiento. Recordar que Nico presenta un cuadro psicológico delicado, necesita ayuda, y la debe recibir adecuadamente.
Si tienes instintos suicidas, por favor, busca ayuda profesional.
El sismance necesita más tiempo para abordar este tema, por favor, espera al próximo capítulo. Mucho amor y fuerza de nuestra parte y hacia ustedes
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