Paso #55: Asiste a una fiesta.

La Academia Yancy, un paraíso terrenal para los padres de los chicos rebeldes, donde, si bien es cierto ellos no vivían sus días, sí que encomendaban a aquellas instalaciones, la seguridad y educación de sus hijos, para que se convirtiesen en personas de provecho y encontraran el camino del bien y el respeto hacia la sociedad moderna.

Era un santuario para la buena enseñanza, para el esfuerzo y la dedicación del adolescente desvalido, olvidado a merced del riesgo que representaba la delincuencia y expuesto al riesgo inminente de una vida sin sentido a causa de las decisiones que tomaría o evitaría tomar en sus años jóvenes. El apoyo justo, que todo chico problemático necesitaba para tener una oportunidad de éxito y redención en la vida.

Pero, no aquella noche.

En esta noche tan especial, el señor D había prometido que habría una fiesta de talla colosal, que lo consolidaría de una vez por todas como el rey y maestro, autoproclamado e indiscutible, de las fiestas.

Durante los últimos días, mientras cada vez más y más paquetes con suministros entraban a las instalaciones del Instituto, y eran resguardados con al menos ocho candados en bodegas reforzadas con puertas de acero, sin ventanas y vigilancia doble las veinticuatro horas, los estudiantes empezaron a perder la cabeza y a conspirar sobre lo que contenían.

No existía una garantía de que el señor D, con los límites de ser director de un colegio y, supuestamente, el adulto responsable a cargo de todos los estudiantes, consiguiera organizar algo como "una buena fiesta", era más posible que lo único que consiguiera fuera una estafa de baby shower, con juegos de canasta y comida fina, pero sin bebé, a menos que Silena y Charlie le pusieran mucho empeño en escasas horas; lo que sí era seguro, era que se trataba del evento más esperado, no solo del año, sino de toda la existencia de la Academia Yancy.

Afortunadamente, el tiempo de espera transcurrió rápido, y lo que primero fueron semanas, se convirtieron en días, y después en horas, hasta que el momento tan esperado estuvo a tan solo diez minutos y cuarenta pasos aproximadamente, de ellos. Lo más común, en las fiestas, era que nadie llegara a tiempo, pero, en esta ocasión, eran muy pocos los que querían perderse aunque fuera un minuto.

Leo carraspeó, y encendió el walkie talkie.

—Aquí, Fuego, del Ejército Tormenta marítima del fuego mortífero solar —habló— estamos en posición, repito, estamos en posición para recibir la mercancía, ¿ya están bajando? ¡Cambio!

Un momento después, la voz de Piper se oyó en respuesta:

—Aquí, Beauty Queen del bello ejército diamante de la sabiduría divina. Tenemos un pequeño, diminuto, chiquitín problema con "ejército". No quiere salir del baño. ¡Cambio!

—¿Está atorada haciendo del dos? —preguntó Leo, mientras se picaba la nariz y alzaba la vista hacia la ventana donde debían estar ellas—. Dile que se golpeé las rodillas con los puños varias veces. O que se ponga en cuclillas sobre la tapa del váter, eso siempre me ayuda cuando quiero una rápida y eficiente evacuación de la popó problemática. ¡Cambio!

—Creo que está llorando —se oyó la voz de Annabeth, y luego le siguieron gritos, que pertenecían a una, evidentemente furiosa, Clarisse La Rue.

—¡NO, NO VOY A SALIR! ¿NO TIENEN OREJAS? DIJE QUE NO —vociferaba, con un leve tono nasal—. ¡NO SALDRÉ NI AUNQUE EL MISMÍSIMO GODZILLA AMENACE CON QUEMARME VIVA!

—Pero, Clarisse... —se escuchó la voz de Hazel esta vez, dulce y paciente como siempre— dinos cuál es el problema, por favor. Para que podamos ayudarte.

—¡LARGOOOOOOOOOO! NO IRÉ A LA FIESTA, AHORA VÁYANSE AL DIABLO.

Al segundo siguiente, la voz de Piper volvía a dirigirse a él.

—¿Se te ocurre una solución, Fuego? ¡Cambio!

—Mmmm... Déjame ver...— se giró hacia Percy:— Jackson, maniobra de rescate número cuarenta y ocho.

—¡Ahora mismo! —contestó Percy—, "sujetar a Andrew de cuello para lanzarlo en medio del grupo de esbirros de Dimitri y crear una distracción que le dé tiempo a Chris de cumplir su papel de Romeo", en proceso— entonces miró hacia todas partes y descubrió que—: ¡Ahhh! Perdimos al nerd, repito, perdimos al nerd. Activando estado de emergencia, esto no es un simulacro. ¡Busquen al nerd!

Entonces todos sus compinches comenzaron a dar vueltas sobre su propio eje, intentando encontrar a alguien que, para empezar, no había estado cerca de ellos en las últimas dos horas. Leo soltó un suspiro de resignación, les hizo una señal para que se detuvieran y se dirigió nuevamente hacia Piper:

—Lo siento, no tengo nada, nena. ¡Cambio!

—Supongo que no podemos obligarla a ir —dijo Piper, y chasqueó la lengua—. Pues ya qué. Nos vemos abajo en dos minutos, Valdez. Y dile a Jason que se afloje la bragueta porque voy mami riquísima. ¡Cambio!

Leo guardó el aparato en el interior de su chaqueta, y se giró hacia sus camaradas, muy altos y muy guapos (malditos sean), que se hallaban de pie delante de él, mirándolo como un grupo de cachorritos esperando instrucciones para actuar. Excepto, Nico. El hacía sus propias instrucciones, últimamente, solo para conseguirse más tiempo con el individuo Solar de la banda.

—Caballeros, ya oyeron a nuestras chikistrikis. ¡Están bajando, ya! —anunció Leo, solemnemente—. Así que quiten esas caras de vírgenes nerviosas ahora mismo y pongan su mejor cara de galantes no-le-temo-ni-al-Hades para impresionarlas cual abdominales de Chris —acto seguido, empezó a apuntar a cada uno con el dedo—. ¡Percy, se te ve el ancla por el cierre abierto! ¡Jason, hazte bien el nudo! ¡Percy, ayúdalo con el nudo! Y no te pierdas en la profundidad de sus inmensos ojos azules... ejem. Frank, colócate bien los botones.

Los chicos se apresuraron a ponerse presentables.

—Y Nico... —se dirigió hacia la feliz pareja gay que había empezado a soltar risitas mal disimuladas— sé que piensas que no te estoy viendo. Pero te estoy viendo. ¡Deja de toquetearle las nalgas a Solace!

La mano del Rey de los criminales no retrocedió ni un centímetro, simplemente envió una ceja altiva en su dirección.

—Casualmente, tenía las manos llenas de pegamento y ahora no puedo quitarlas —se encogió de hombros, mientras el doctor sin diploma del instituto a su lado, se ruborizaba—. Lamentable, se quedarán ahí para siempre o tendrán que amputarme las manos.

—Me gusta más la primera opción —asintió enérgicamente Will, al unísono con Nico.

—¡Son unos descarados! ¡Están juntos veinticuatro horas al día!, ¡¿no es suficiente manoseo para ustedes?! —Leo los apuntó de forma acusadora—. Y Nico, recuerda que esta noche debes lucir un poquito heterosexual delante de los demás.

—¿Quieres que el mundo explote? —Nico bufó burlón— ¿cómo diablos conseguiré eso?

Antes de que Leo pudiera improvisar algo, basado en los estudios que consiguió leyendo las revistas de: "Cómo lucir como el novio ideal en diez pasos" de Piper. Se oyó un clic proveniente de la cerradura a sus espaldas, y un momento después, la puerta del edificio de las chicas se abrió, para dar paso a sus citas... Ah, corrección, a las citas de sus amigos, claro, porque Leo no tenía cita. Yupi. Leo se dio la vuelta perezosamente, y dejó que el romance heterosexual, se desarrollara delante de él.

Porque al final de cuentas, lo más importante, era el amor.

El amor heterosexual.

Eran alrededor de las siete y media de la noche, y el ambiente se sentía fresco como era lo usual en el desierto más alejado de Los Ángeles. Una ligera brisa se colaba a través de la tela de los smokings que algunos padres habían enviado para que sus hijos pudieran lucir bien en, la única fiesta estudiantil, que tendrían en sus vidas (claro, en caso de que no reencarnen como lo creían los hindúes). El punto era, que la mayoría de ellos se veía decente, la parte sobrante se había tenido que contentar consiguiendo unos trajes apresurados y mal hechos de parte de la modista casi ciega del Instituto, a la que le encantaba pinchar a jovencitos en el trasero con sus diminutas agujas y alfileres.

Luego estaba Leo, cuyo padre no poseía un solo gramo de glamour dentro de su cabeza repleta de tuercas, tornillos y conocimientos mecánicos, por lo que había terminado con un traje más viejo que su bisabuelo, de hecho, tenía la leve sospecha de que el traje realmente había pertenecido a su difunto bisabuelo Sammy Valdez que en paz descanse. Era algo así como el traje de Ron en la película de Harry Potter y el cáliz de fuego. Feo, marrón, muy vetusto y lleno de volantes en los puños y alrededor del cuello. Además, tenía un ligero aroma a mapache mojado.

Era lo que había, combinaba al fin y al cabo, con el sentimiento de sentirse un ogro al lado de los hermosos especímenes viriles que eran Jason y Percy. ¡Incluso, Frank!

Apartado en una esquina, con la sombra de una sonrisa divertida sobre los labios que, ocultaba un ligero tinte de tristeza en ellos, Leo observó a los chicos saludar y halagar la belleza de sus novias, y a las chicas aceptarlas con predeterminada modestia. Excepto Piper, ella sabía que lucía genial en su vestido morado con escote en la espalda y tacos altísimos, y no perdía el tiempo para decírselo a todo el mundo. Pero, especialmente a Jason, hambrienta de conseguir su aprobación, lo cual, por supuesto logró, a través de tartamudeos y un poco de balbuceos. Piper lo había callado, entonces, con una lluvia de besos sobre la cara, mientras le repetía lo guapo que estaba, y lo mucho que deseaba devorarlo más tarde.

Leo trasladó su atención, educadamente, lejos de ellos. Se fijó fugazmente en Annabeth y Percy. La rubia lucía un vestido azul plateado, con mangas caídas sobre sus hombros y pendientes de búho. Percy la contempló con corazones en los ojos, y sonrió mientras se lanzaba hacia ella como un delfín al mar abierto, para abrazarla con fuerza y zarandearla, con más fuerza, porque era un bruto, y siempre lo sería, hasta que Annabeth lo detuvo golpeándolo suavemente en la cabeza con su bolsito.

—¿Puedo besarte? —preguntó tímidamente Percy—. Quiero besarte. Pero no quiero arruinarte el maquillaje.

Annabeth carraspeó, pero Leo no sabría decir si se habría sonrojado o era rubor artificial.

—Tranquilo —dijo, tratando de lucir despreocupada pero, a leguas, se veía que ocultaba una inmensa satisfacción—. Tengo lápiz labial en mi cartera, y polvo para retocar. Puedes proceder.

Percy ahuecó las mejillas de Annabeth con la palma de sus manos. Su sonrisa adoptó el brillo de la luna reflejada sobre el océano.

—Mi listilla —dijo—, siempre tan preparada.

Leo apartó la mirada, justo a tiempo cuando él la besaba. Sin quererlo, cayó sobre dos figuras que se tomaban de las manos, frente a frente, mientras se murmuraban el uno al otro: "Tú eres bonita". "No, tú eres bonito". "Está bien, soy bonito porque tú estás conmigo". "Jijiji, tonto. Te quiero". Por supuesto la bomba de insulina y arco iris provenía de Hazel y Frank. La primera con un bonito vestido turquesa y el segundo con un traje de aspecto caro que hacía resaltar mejor que nunca, sus abultados músculos y espalda ancha, como un personaje adolescente de Netflix.

Leo rodó los ojos. Acababa de hacer el amago de adelantarse a sus amigos, cuando un movimiento, percibido por el rabillo del ojo, llamó su atención. Torció el cuello, y sus ojos se llenaron de la belleza de Calipso. Se veía deslumbrante, a pesar de que su ropa era la menos llamativa del grupo, incluso un poco anticuada; como si la bisabuela de Leo le hubiese prestado un vestido. Era de color azul con motas blancas, dejando a la vista nada más que clavículas finas y estilizadas. Las mangas revoloteaban ligeramente con el viento, al igual que la falda de su vestido, que caía libremente sobre sus rodillas, desde la cinta blanca que marcaba su delgada cintura. Y con unos zapatos cerrados que apenas llevaban tacón, sus piernas lucieron largas y proporcionadas.

Leo sintió que se le aceleraba el corazón, cuando vio aquel rostro que siempre estaba arrugado con una mueca tosca, mostrar cierta adorable timidez, como si deseara estar en cualquier lugar menos donde estaba. Un aire de vulnerabilidad la rodeaba, y al principio le pareció encantador, sin embargo, unos segundos después, Leo sintió cierta inquietud por su cambio abrupto de personalidad, teniendo en cuenta especialmente que, desde que había aparecido el tal Humbert, ella se había mantenido lo más ausente posible de las clases, excusándose con dolores de panza o cólicos que, por las acentuadas ojeras debajo de sus ojos, no parecían ser fingidos.

Se había puesto todo el maquillaje que había encontrado en la cosmetiquera de Piper, pero su expresión seguía marcándose por esas bolsas bajo sus ojos que, pegados al suelo, se veían llenos de una silenciosa y abatida tristeza. Leo suspiró internamente, y se acercó a ella con pasos cautelosos.

—Y henos aquí, los que sobramos en cuestiones de amor —exclamó en voz alta, llamando su atención. Ella lo miró con recelo. Leo le respondió con una sonrisa amistosa—. ¿Crees que a Cupido se le acabaron las flechas cuando fue nuestro turno? —ladeó la cabeza—. ¿Alguna vez has estado enamorada?

Leo sabía que no debería haber hecho esa pregunta. Podría estar tocando una vena sensible, pero se moría de curiosidad, y se moría por saber si había sido cosa del pasado. Sin embargo, lo único que Cali respondió fue:

—No hagas preguntas estúpidas.

Leo se sintió un poco avergonzado, pero también molesto. Se preguntó si ella le hablaría del mismo modo a Humbert, tosca y desdeñosa, o si tendría una voz diferente, más dulce y suave. Como si Leo no valiera un centavo,ni siquiera como amigo. Como si Leo fuera tan insignificante. Ese tipo, ni siquiera era tan guapo. Tenía una extraña piel enfermiza, y los ojos algo rojos, aunque a lo largo de los días se había excusado diciendo que era a causa de su alergia.

"Aún así, no tienes ningún derecho de estar celoso" —le dijo una pequeña voz en su cabeza, cuando parecía que sus pensamientos iban demasiado lejos. Después de todo, Calipso jamás le había dado esperanza. Sólo era Leo, quien últimamente había sacado todo de contexto, y al mismo tiempo, albergando esperanzas de que algo en su tensa relación parecía haber cambiado.

Leo estaba a punto de disculparse, cuando de súbito, la voz chillona de Piper le provocó un respingo a todos.

—¡LEO! —Se dirigió a él, mirándolo horrorizada, de pies a cabeza—. ¡¿Pero qué clase de animal muerto llevas encima?!

—Por favor, no es tan malo —se quejó Leo, soltando un sonido exasperado.

—¡No voy a ser vista con alguien vistiendo una zarigüeya muerta! —Piper eliminó la distancia entre ambos, dejando a Jason olvidado—. Quítatelo, o te lo arrancaré de tu cuerpo de forma nada sensual.

Leo alzó las manos a la altura de su pecho. Se defendió:

—No tengo otro. Y aunque estoy seguro de que verme desnudo sería un privilegio para muchas chicas. No creo que al señor D., le haga mucha gracia.

Piper se rascó el puente de la nariz, farfullando palabras de irritación. Luego, sin darle otra advertencia, le arrancó el saco de su cuerpo, quedando solo con la camisa y los pantalones con tirantes que rodeaban sus delgados hombros. Por último, dejó la prenda afelpada sobre la silla donde solía sentarse un guardia.

—¡Voilá! —Piper exclamó con una gran sonrisa orgullosa—. Ahora pareces vintage —luego le envió un guiño a Calipso, quien miraba a Leo con una expresión indescifrable—. No me lo agradezcas, cariño.

Calipso se sonrojó, y rápidamente protestó:

—¡No estamos yendo juntos a la fiesta!

Auch. Leo se rascó el pecho, por sobre donde estaba su corazón.

Piper rodó los ojos, mientras sus manos hurgaban dentro de su escote por un rato para sacar un extraño frasquito que solo después, al destaparlo, Leo descubrió que era labial, de un intenso color rojo como la sangre y el fuego. Piper se pintó los labios con varias capas nuevas, ya que habían perdido un poco su color después de darle tantos besos a Jason. Leo pensó que Piper solo se estaba retocando para sí misma, hasta que, de pronto, ella se puso de puntillas y le estampó un beso en la mejilla, con fuerza, como si lo sellara una empleada enojada del servicio público.

Leo abrió los ojos como platos. Lanzó una rápida mirada a Jason que lucía igual de sorprendido pero no enojado. (Aunque claro, no era como si Leo representara mucho peligro para quitar novias). Se llevó una mano en la mejilla, Piper le había dejado una sensual huella de pintalabios. Y antes de que pudiera recuperarse, Piper ya estaba dejando una segunda mancha de beso en el borde de su clavícula, otra sobre su cuello, y una última sobre la base de su garganta.

Finalmente, su mejor amiga se apartó, con una divertida sonrisa zorruna.

La tez de Calipso había adoptado un ligero tono verdoso.

Leo sintió que nunca había visto a Piper, más como a una chica, que en ese momento. Y se sintió enrojecer de vergüenza y culpa.

—Ahora sí, Valdez —Piper le dio un tirón juguetón a los tirantes de su pantalón—. Luces como todo un bad boy supremo.

—Gracias. —A Leo le había salido un gallito.

Piper se dirigió a Calipso por último, con un ligero tinte de sarcasmo en su voz.

—¿Qué? No te estarás sintiendo celosa, ¿o sí?

Si bien era cierto, Calipso los estaba mirando, estaba tan verde que a Leo no le pareció que pudiera haber ningún sentimiento parecido a los celos ahí, por el contrario, mucho, muchísimo asco. Era un enorme golpe a su autoestima, pero agradeció mentalmente que ella no soltara otra exclamación al respecto, sino que, en silencio, solo se limitó a darse la vuelta e irse.

Quizá por la extraña reacción de Calipso, o tal vez, solo porque era lo que realmente pensaba, Hazel se paró sospechosamente en medio de Leo y la silla que ahora lucía desvencijado traje que se quedaría ahí olvidado por los siglos de los siglos. Levantó los dos pulgares e índices de sus manos, y comenzó a visualizar a través de ellos, como si lo estuviera midiendo de pies a cabeza para una fotografía.

—Mmmm... —pareció pensárselo un momento, Piper se cruzó de brazos y levantó la barbilla como esperando por críticas pero con mucha soberbia. Entonces Hazel solo sonrío y ahora sí levantó los dos pulgares con aprobación para luego darle un guiño y decir—: Sí, definitivamente está perfecto ahora. ¡Todo un bad boy! Hace honor a su ficha, porque va a encender llamas en todo el camino hacia el gimnasio. ¡Bien hecho, Piper!

Annabeth asintió con la cabeza una sola vez, reconociendo todo el peso de las palabras de Hazel, Piper hizo una reverencia pomposa, que luego Leo repitió hacia ella, en agradecimiento, y entonces ella se incorporó. Le envió un guiño a Leo antes de regresar con un, muy desconcertado Jason. Y Leo soltó el aliento que no sabía qué contenía. Sin embargo, y a pesar de lo de Calipso, sintiéndose que ahora se veía mucho más sexy llevando las huellas de labios rojo fuego a la vista, como medallas heroicas, caminó detrás de sus amigos, con la barbilla en alto.

Cinco minutos después, Nico, Will, Percy, Annabeth, Piper, Jason, Frank, Hazel, Calipso y Leo, se hallaron de pie delante de un solitario guardia de seguridad, que se encontraba sentado con desgana sobre una silla con los pies sobre la mesa que, parecía haber robado de una de las aulas. Tenía una carpeta negra en las manos y estaba balanceando un bolígrafo entre su nariz y su labio superior. Cuando vio que ellos estaban a punto de entrar, agarró el bolígrafo de su rostro, y se levantó abruptamente de la silla tapándoles el camino, acto seguido, colocó la carpeta delante del rostro de Percy, casi abofeteándolo con ella.

Percy sufrió un tic en el ojo. Pero la mano de Annabeth dándole un ligero apretón a su mano, evitó que se lanzara contra el guardia modo tiburón devorador de piernas de surfistas.

—Disculpa, queremos pasar —dijo, rodeando la cintura de Annabeth con una mano.

—Identificación —devolvió el guardia, alzándole una ceja.

—¡Pero si somos alumnos! —soltó indignada Piper— ¡Vivimos aquí!

—Jamás los había visto —rebatió el guardia— y no puedo correr riesgos, dejando pasar a extraños.

—Bob, te di la mitad de mi hamburguesa el jueves —lanzó Jason, exasperado.

—Y estamos en medio del desierto —dijo Will, colándose al frente—, ¿qué clase de idiota vendría hasta aquí para...?, ¿hacer qué?, ¿robar nuestros calcetines? ¡Ni siquiera tenemos celulares!

Deliberadamente lento, el guardia de seguridad abrió su carpeta, y con un semblante huraño, solo repitió:

—Identifiquense, o váyanse.

Percy se dio una palmada contra la frente. Pronto pronunció su nombre y el de su novia, y luego de asegurarse de que estaba en la lista, el guardia lo dejó pasar.

El siguiente era Jason al lado de Piper, pero antes de que pudieran presentarse, de súbito, la voz de Isaak desvió la atención del grupo. Se giraron, el chico judío traía un traje color caqui, con camisa rosada y una corbata de un tono más oscuro. El pendiente de estrella de David, que colgaba en su lóbulo izquierdo, brilló cuando reflejó la luz de la luna. Y además, parecía que se había pintado los labios con un ligero tono rosáceo.

—Hola, bomboncito de limón —canturreó. Se había acercado a Will sigilosamente, como una víbora arrastrándose hasta su presa. Un segundo después, sus dedos, haciendo de piernitas, empezaron a toquetear el bíceps del rubio, hasta llegar a su hombro—. Ya que tu noviecito estará jugando al hetero toda la noche, ¿qué tal si pasas el tiempo conmigo?

Nico entrecerró los ojos cuando lo vio intentando meter un dedo en el interior de la camisa de su novio, mientras Will, luciendo una expresión aburrida de: "Alejar acosadores de mí increíble persona, es mi pan de cada día", simplemente lo dejaba avanzar como si ya se hubiera resignado a su terrible destino. Sin embargo, con la firme determinación de un hombre que ha descubierto a otro hombre a punto de comer su torta escondida, en el fondo del refrigerador, Nico de inmediato se puso en medio de ambos, y con un gesto de las manos como si estuviera espantando pollos, exclamó: ¡Shuu, shuu!

Isaak le dio mala cara, pero antes de que el estudiantado pudiera contemplar el inicio de una colosal guerra santa, entre un judío y un católico, igualmente gays, el guardia carraspeó y abrió la puerta.

—Linda noche, ¿no, Isaak? —comenzó, haciéndose a un lado— pasa, dicen que la fiesta apenas está en su apogeo.

—Gracias, Bob —sonrió el susodicho, y enviando un último guiño hacia Will, empezó a dirigirse hacia el interior.

—¡Espera! —Leo estaba boquiabierto— ¡¿Por qué lo dejas pasar a él fácilmente?!

—Conozco a Issak —explicó el guardia— siempre me ayuda dándome consejos para recuperar a mi ex. Es un buen chico.

—Gracias, Bob —repitió Isaak, y luego se dirigió a ellos— Y para que vean que soy buena gente y "útil" —lanzó lo último hacia Nico—. ¿Bob? Ellos son amigos, ¿puedes dejarlos pasar?

—Lo que sea por la persona que me ayuda a recuperar a Francesca —exclamó emotivo el guardia, y a continuación, les dio el paso.

Nico puso los ojos en blanco, pero les hizo un gesto para que entraran. Y cuando Jason se cruzó con Bob, le susurró:

—No vuelvas a pedir de mi hamburguesa, ¿oíste?

Ingresaron al gimnasio, y las luces psicodélicas se derramaron sobre ellos, dándoles la ilusión de entrar a una dimensión desconocida. Había un montón de serpentinas colgando de las vigas del techo como un bosque de lianas moradas. Globos que habían sido desperdigados a lo largo del suelo, desde tamaños normales hasta los más grandes que se utilizaban para hacer rebotar sobre la multitud de personas que estaban bailando y otras conversando en una esquina, cada uno con un vaso lleno de un líquido morado.

Black Eyed Peas estaba sonando hasta rozar el techo, mientras un grupo de personas estaban conectando cables y luces, sobre una tarima larga que alguien, muy probablemente el director, había mandado construir. De hecho, eran dos tarimas altas al fondo del gimnasio, en las cuales, la primera era con el objeto de crear un escenario improvisado, pero bastante completo, con las luces, parlantes y pequeños tubos que parecían soltar humo, o bien, fuego candente.

La segunda, Leo no estaba seguro, pero alcanzó distinguir más o menos que se trataba de una piscina, aunque no podía vislumbrar su contenido y dudaba, por alguna razón, que fuera agua.

Echando un vistazo más alrededor, Leo notó que todos los guardias del instituto se habían congregado en una esquina. Parados rígidamente en fila, le recordaban a los soldados exageradamente armados que se colocaban en medio de los hinchas de fútbol soccer, para que las barras bravas no terminaran matándose entre ellos mismos o contra los del rival, utilizando por supuesto, una mayor violencia para reducirlos.

De la nada, Cherry que estaba en las primeras filas, empezó a mover la cadera y los brazos al ritmo de Swish Swish de Katy Perry, pero Cornelio que estaba de pie a su lado, le pegó un palmazo en la cabeza y entonces, volvió a quedarse tieso.

El ambiente ya parecía festivo, sin necesidad de que la fiesta hubiera "oficialmente comenzado". Era como si, todo el mundo quisiera empezar a correr en la carrera, incluso antes de que el señor D. diera la instrucción de "en sus marcas, listos, fuera". Había buena música, muchas bebidas (obviamente sin licor) y varias mesas repletas de bocaditos.

La esencia del desodorante barato y colonia vencida, se olía en el aire, junto con una pizca de desesperación y nerviosismo, proveniente de los chicos. También había algo de olor a axilas. ¿En serio?, uno de los días más importantes en la vida de un adolescente promedio, en su último año de preparatoria, cual protagonista de serie cliché en Netflix... ¿Y no te bañas? Es decir, incluso Nico se veía ligeramente emocionado en ese momento.

Aunque eso parecía deberse más a que Will Solace se veía particularmente guapo, ataviado en su traje azul marino, y una flor amarilla en el bolsillo del pecho.

—¡BIENVENIDOS! ¡MIS ADORABLES PIMPOLLOS SEDIENTOS DE DIVERSIÓN!

Apareciendo como en una nube de brillantina mágica morada, el señor D emergió sujetando una piña en la mano con una pajita y sombrillita en una esquina. Tenía un traje morado que relucía de forma despampanante, una corbata negra que brillaba como si le hubieran echado purpurina y lo más sorprendente de todo, lo que nadie olvidaría, aunque tuvieran ochenta años y se olvidaran del nombre de hasta sus propias esposas: era el señor D llevando una extravagante boa de plumas alrededor del cuello con los extremos cayendo alrededor de sus hombros.

—Estamos experimentando un pequeño retraso con el DJ que contratamos— dijo, y su sonrisa torcida, como ebria de alegría, se disminuyó un momento, cuando le hizo unos ojillos acusadores a Quirón, quien, parecía estar muy ocupado en su celular posiblemente batallando con el supuesto DJ—, pero, lo bueno se hace esperar, ¿no es así? ¡Así que no se preocupen! Tenemos muchas sorpresas para esta noche, y mientras tanto, disfruten de la música seleccionada por nuestro querido guardia de seguridad: ¡Cornelio!

El hombre hizo una reverencia y un saludo con la mano a su público, quienes se deshicieron en aplausos y gritos de júbilo en celebración por su buen gusto musical. Después de eso, el señor D. llamó un momento al silencio para proceder a dar las indicaciones en caso de cualquier altercado, como las ubicaciones de las salidas de emergencia y los extintores. Al decir lo último, se señaló sus ojos, y luego a Jason y a Leo, como diciéndoles: "Los estoy vigilando, pirómanos", pero lo hizo de un modo en el que no parecía un hombre viejo regañándolos, sino más bien un colega bromeando, así que muchos rieron.

—¿No deberíamos buscar al nerd? —preguntó Leo, estirando el cuello hacia los demás, para hacerse escuchar por ellos— ¿Estará llorando solo en su habitación porque no quería venir y verse ridículo en medio de los demás con sus novias?

—Ridículo probablemente solo tú —le contestó Isaak, quien, por algún motivo, todavía no se había alejado de ellos, luego lo miró de pies a cabeza y se dio cuenta de que tal vez se había adelantado demasiado con el insulto—: aunque he de admitir que... si lo que hay en esos cuencos tiene algo de licor... yo podría... —luego sacudió la cabeza—, lo que estoy diciendo es que Drew se lo llevó desde temprano para tenerlo listo. ¡Mira, allá están!

Entonces, tanto Leo, como sus amigos chismosos se fijaron en las dos personas que, efectivamente, venían caminando hacia ellos, tomados de la mano, la chica caminaba frente al chico, posiblemente haciendo a todos sus antepasados japoneses revolcarse en sus tumbas. Drew se veía maravillosa, como siempre, con un vestido en color rosa que acentuaba sus atributos femeninos, remarcaba su cintura, ensanchaba su cadera, y empalidecía incluso más el tono de su piel. También combinaba exageradamente bien, con el tono de sus labios.

—¡Maldita, perra! —exclamó Piper, ni siquiera lo dijo en susurro, sino lo suficientemente alto como para incluso interrumpir el discurso del director, quien a pesar de que la miró y se silencio por un momento, se recompuso al segundo siguiente y continuó. Piper agregó con voz un poco más baja—: ¡Ojalá y te rompas un tacón mientras bailas!

Drew levantó el dedo medio de su mano libre hacia ella, y le contestó con un:

—Tú tampoco estás tan mal— lo que hizo a Piper sonreír de medio lado—, hasta parece que tomaste un baño.

Pero, mientras ellas se insultaban para remarcar lo hermosísimas que estaba cada una, los demás estaban más concentrados en Andrew, quien... parecía una persona completamente diferente. Llevaba puesto un smoking color vino, carísimo, que entonaba con el cinturón y los zapatos de Drew. Parecía que lo habían planchado con él dentro, porque estaba perfecto. Su cabello normalmente alborotado, había sido peinado hacia atrás, brillante, elegante, sin defecto alguno. Y su rostro...

Su rostro estaba rarísimo. Su cutis lucía impoluto, sin un solo grano o peca fuera de lugar, liso cual cerámica, brillante cual piedra preciosa, masculino como si le hubieran puesto uno nuevo, y, lo más importante: sin anteojos. Esa era la primera vez, en toda su existencia, que podían admirar el tono castaño de aquellos ojos, que, se veían mucho más pequeños y normales sin los culos de botella que siempre los protegían.

—¡Santa madre de los vírgenes! —dijo Leo, al tiempo que le tocaba la cara, estirándole las mejillas, como si con eso pudiera regresarlo a su estado original. Drew le dio un palmetazo en el pecho para alejarlo—. ¿Pero qué te pasó? ¡¿Qué le hicieron a mi bebé?! ¿Acaso te inyectó botox? ¡Ahora eres sexy!

—¿Eres tú Leo?— preguntó Andrew, levantando las manos hacia el frente y tocándole el rostro, para intentar reconocerlo, tan ciego como un topo— ¿Dónde estás? ¿Esta es tu cara?

—¿Ves? —dijo Drew, dirigiéndose a su novio, que no sabe que es su novio, pero lo es—. ¿Quién necesita ver, cuando te ves tan sexy?

—Feo o no, al menos los demás me ven —gimoteó Andrew—. ¡Yo no veo un carajo! —Había intentado avanzar, hacia donde pensaba estaba ella, pero terminó chocando contra el poste que Frank representaba—. ¡Ah, perdón! ¿Por qué teníamos que dejar mis anteojos?

—No te preocupes —le dijo Frank, y le dio unas palmaditas sobre su hombro tranquilizarlo—. Solo soy yo, mi hermana no quiso venir.

—Sabía que no era Clarisse— contestó Andrew—, si lo hubiera sido ya estaría de cabeza en un basurero.

—Y, no dejamos tus anteojos —intervino Drew, alejándolo de Frank, con una dulzura que no parecía propia de ella, estabilizándolo sobre sus pies y ayudándolo a mantener la espalda erguida, para luego acariciarle la barbilla, como a un cachorrito—. Los tengo aquí— agregó, acomodándose el escote—. Si los quieres, sácalos de ahí. Son las reglas.

Andrew cambio de color para volverse del mismo color de su traje, antes de que Leo pudiera ponerse de su lado y decir:

—¡Oh, no te preocupes! Nico puede ayudarte con eso, ¿verdad, Nico?

Pero, Nico no estaba prestando atención a la conversación. Él estaba prestando atención al señor D, parándose sobre las puntas de sus pies y estirando el cuello para poder ver la segunda tarima, como si realmente le intrigase a sobre manera lo que había ahí.

El señor D lo observó. Por un segundo, compartieron esa especie de mirada, que Nico conseguía entablar con él. Como si ambos supieran algo que los demás no, y por eso podían ser algo allegados entre sí. Entonces, tal y como si lo hubieran llamado, Nico empezó a avanzar a través de todo el gentío, y todo su grupo comenzó a moverse detrás de él, cual patitos siguiendo a su mamá-pata. El señor D, continuó un momento más, señalando las mesas de las viandas y de las bebidas, asegurando que el refresco de uva fermentada no iba a emborracharlos.

Mientras avanzaban, Leo consiguió visualizar a Chris Rodríguez, quien, para su sorpresa, buscaba su mirada. Estaba rodeado por los esbirros de Dimitri, y el mismo Golova, de acuerdo al plan. Otra cosa que no se le pasó de vista, fue que, Bert, el exnovio de Cali, estaba con ellos también, luciendo tan calmado y asmático como siempre. Tampoco que Calipso comenzó a caminar más rápido, y se coló en medio de Will y Nico, para colgarse del brazo del primero.

Pero, volviendo a Chris, sin mover ni un solo pelo de su cuerpo, para no ser notado, vocalizó el nombre de Clarisse, y luego hizo un sutil movimiento con la cabeza, para que Leo comprendiera que era una pregunta. Entonces Leo dijo, en voz alta:

Ay, chihuahua, no quiso venir, está en el baño, arriba arriba, ¡Viva México!— En su más estúpida, estereotipada y ofensiva imitación sobre la representación de los latinos en Hollywood. Lo dijo en español, obviamente. Y era claro que nadie entendía. Nadie excepto Chris, y tal vez Cornelio, si hubiera escuchado.

Chris comprendió el mensaje lo suficientemente rápido como para preocuparse. Su mirada se desvió hacia Dimitri, quien, a pesar de estar concentrado escuchando lo que Humbert le decía sobre el poder máximo del único y verdadero Dios, y que nunca era tarde para convertirse y entornar tu rumbo hacia el camino correcto, aún estaba demasiado cerca como para poder marcharse sin ser notado, así que usó la vieja y confiable:

—Voy a mear —para luego escabullirse lejos de ellos. Y tal y como lo establecían las sagradas escrituras de la masculinidad, todos escucharon, pero ninguno dijo nada, y lo dejaron irse a vaciar la vejiga en paz, mientras continuaban con su charla sobre los caminos del Señor. Quizá en un par de minutos más, Humbert sacaría folletos y los repartiría.

Chris avanzó, caminando en medio de un laberinto de sombras, se sabía las pisadas que debía dar, de memoria, así que realmente no necesitaba concentrarse demasiado en ello para llegar al agujero en la parte trasera del edificio de las chicas, y luego a la habitación de Clarisse. De modo que, se entretuvo pensando en lo rara que era la gente.

No estaba seguro si los nuevos esbirros de Dimitri eran simplemente demasiado estúpidos, o solo su pensamiento ya había cambiado, y subconscientemente se estaba autosugestionado para odiarlos a ellos y querer estar con los amigos de Clarisse. Y sí, sabía que sonaba como el hombre mandilón más patético del mundo, pero es que si lo pensaba bien, no es como que Dimitri nunca lo hubiera tratado como su amigo, él simplemente era su empleado favorito, pero sin paga. Así que básicamente no le debía nada.

No sabía si el padre de Dimitri les estaba pagando a los nuevos para seguir las órdenes de su hijo, pero era muy extraño que justamente los hubiera enviado a ellos, porque... No parecía ser nada especial. Sobre todo Humbert, con su mierda de hijo de pastor cristiano. La mamá de Chris era católica, y lo había educado en ese ambiente, él era capaz de respetar a los creyentes, pero Humbert era raro. Parecía el chico bueno, el hijo de padres que evangelizaban todos los domingos en el culto, siempre amable, siempre servicial.

¿Qué demonios estaba haciendo en el Instituto? ¿Y cómo diablos había llegado a las manos del Golova padre? Estaba intentando averiguarlo, pero le daba miedo preguntar y terminar entregando volantes de "¡Jesús ya viene!" los domingos por la mañana en la esquina de una gasolinera. Además de que su mamá lo desheredaría si llegaba a hacer eso.

Se imaginó de pronto, en medio de su estupidez, una discusión entre Nico, Isaak y Bert, donde cada uno de ellos terminaría sacando un libro sagrado diferente para golpear a los otros en la cabeza, y, por algún motivo, su extraña fantasía acabó de pronto cuando Will Solace empezó a hablar del Budismo y el amor a las plantas y a los animales y los insectos, e incluso a la gente que no le gusta Star Wars, y a los gusanos.

Dos ya estaban enamorados de él, así que harían todo lo que él dijera, y Bert... ¿Quién diablos sabe qué es lo que haría?

Sacudió la cabeza para dejar de pensar en estupideces cuando llegó frente a la puerta de la habitación de Clarisse. Dio un par de golpecitos por educación, escuchó la dulce y tierna voz de su enamorada contestarle un:

—¡Que me dejen en paz, maldita sea! O les arrancaré la lengua con un alicate, ¿Qué no entienden?

Sonrío, al tiempo que se recargaba contra la puerta y sacaba de su bolsillo un par de clips. La vieja y sencilla cerradura de la puerta no representaba ninguna dificultad para un ladrón y carterista experimentado como él, así que luego de unos segundos escuchando y maniobrando, tuvo la puerta abierta y entró.

La habitación era un desastre, había ropa por todas partes, y zapatos tirados por doquier. Chris incluso divisó un sostén colgando del aire acondicionado. Una de las camas estaba repleta de libros, otra llena de revistas y cosméticos abiertos, y la última solo estaba desordenada, con una foto pegada a la pared adyacente. En ella, estaban Frank y Clarisse, el primero con cara de haberla pasado horrible y la segunda, su novia, sujetando feliz un cocodrilo pequeño de su cola.

Chris acarició la foto con cariño, pasando los dedos sobre el rostro sonriente de Clarisse, y entonces, se acercó hasta la puerta del baño.

—¿Clarisse? —la llamó—, soy yo. ¿Todo está bien?

Se oyó un quejido quejumbroso detrás de la puerta, luego un ruido sordo, como si hubiera golpeado algo.

—Uhg, ¿quién te dijo que vinieras? ¿Fue Piper? Voy a matar a esa Cotorra.

—Nadie me envió —rebatió Chris, recargando su hombro contra la puerta—. Quería verte. Estaba esperando que aparecieras en algún momento... —su voz fue suave cuando agregó—: Te extrañé.

Otro golpe desde el baño, y luego más gruñidos. Chris sonrió, el cariño estirando sus labios hasta tocar sus ojos.

—¿Por qué no sales? Andrew no lleva lentes hoy, ¿no quieres ir y jugar a golpear al topo? —terminó entre risas, imaginándose a una Clarisse con un mazo en las manos, para golpear el típico juego mecánico de las ferias.

—¡No! —gruñó Clarisse—. ¡No voy a ir! ¡No voy a salir! ¡Jamás! Tú vuelve a la fiesta y diviértete, baila con una sexy porrista o lo que sea, me da igual... solo déjame en paz.

—No quiero bailar con una porrista —dijo, con infinita paciencia— quiero bailar contigo, Clarisse.

—Aunque fuera, no podríamos bailar, ¿recuerdas, tonto?

—Cierto —sonrió— pero al menos te vería de lejos, disfrutar de lo hermosa que te ves, porque estoy seguro, completamente seguro, de que estás despampanante en este momento, cariño.

Hubo una pausa, y luego, por alguna razón, Chris sintió que ella se había levantado, y se había recargado contra la puerta también, casi podía sentirla y verla.

—¿Clarisse?

—No quiero ir a la fiesta —se oyó un murmullo—. La estúpida novia de mi papá, creo que me odia. Me envió este patético vestido... me veo ridícula en él. Todos se reirán de mí y... voy a decepcionarte. Esta vez es en serio.

—Clarisse —negó con la cabeza, a pesar de que ella no lo veía—. ¿Por qué dices eso? Incluso si llevaras un vestido de La Llorona, me tendrías encantado. Porque eres tú. Siempre se tratará de ti. Porque te amo, y aunque amo tu cuerpo, lo que más amo, a decir verdad, es esa explosiva y apasionante personalidad tuya.

>>Recuerda que nadie se atrevería a reír de alguien que puede destruirle los testículos de una patada y sacarle los dientes de una bofetada. Sé que nadie se reirá de ti, porque tú no lo permitirás, y yo tampoco. ¡Al diablo con Dimitri!, si alguien dice una sola palabra, en ese mismo instante, lo mandaré a la enfermería, no me importa si todo nuestro plan se va al garete. ¡Nadie hablará de mi Clarisse!

—¡Hey, no hagas nada imprudente! ¿Estás loco? —lo regañó, pero su voz había sido gentil, y luego parecía que soltaba un suspiro. Chris siguió hablando:

—Y si quieres quedarte aquí toda la noche... también puedes hacerlo, ¿sabes?, y con gusto, te acompañaré. Podemos divertirnos por nuestra cuenta. Pero no lo hagas por miedo a lo que dirán, no dejes que ellos decidan por ti.

Otro momento de pausa, y Chris recostó su frente contra la puerta. El ambiente estaba impregnado del aroma a cosméticos y gel para el cabello. Por el rabillo de su ojo, Chris podía ver a la feliz Clarisse adolescente, sin ningún temor en los ojos mientras sostenía al cocodrilo. Y sonrió, con ironía, porque sólo su Clarisse se lanzaría a atacar a un jabalí salvaje pero se escondería por una fiesta. La amó mucho más por eso.

Y de repente, la puerta del baño se abrió, y Chris pensó, mientras la veía, que ella podría ser más mortífera que cualquier animal salvaje de este mundo.

Chris tragó saliva.

—Antes de irnos... ¿Puedo hacerte un oral, cariño? —dijo, sintiendo sus piernas débiles, cual Bambi—. Es... ya sabes... para que te sientas bien, darte un poco de eso que Will siempre dice... setonina.

—Es serotonina —corrigió Clarisse, con cara neutral.

—Sí, como sea —Chris estiró una mano, y añadió—: Ven cariño, déjame hacerte sentir, como la gloriosa Diosa que luces ahora.

Volviendo a la fiesta, cuando Nico finalmente llegó a la parte frontal del lugar, con el señor D a tan solo un par de pasitos y una mini escalinata de distancia de él, este pareció verse inundado por una extraña fuerza invisible de festejo increíble. Fue como si los ojos del señor D brillaran con anticipación por la excelente y maravillosa noticia que estaba a punto de dar, y solo había hecho una larga introducción para poner más suspenso.

Pero, con Nico, su principal y más escéptico estudiante, a quién más quería sorprender, a tan solo unos pocos metros de distancia, el señor D. evolucionó en un nuevo y completamente diferente ser, con ilusión por la vida en sus ojos, y sonrisa sincera sobre sus labios.

—Y por último —dijo, al tiempo que caminaba bajando de la primera tarima para subir a la segunda—. Esta es la primera sorpresa de la noche, y la que más les gustará, estoy seguro. Admiren... —sujetó una punta de la enorme sábana que recubría la tarima, como si fuera una mesa con un mantel gigantesco—. ¡LA PISCINA DE PELOTAS MÁS GRANDE NUNCA VISTA EN ESTE DESIERTO!

Al tiempo que quitaba el cobertor, el señor D estaba esperando otra ronda de aplausos incluso más potente que la que había recibido Cornelio, pero, esta vez, nadie se movió. Tal y como si el italiano lo hubiera planeado para que sucediera así, muchos voltearon a ver a Nico. O quizá fue porque él fue el primero que habló:

—¿Cuántos años crees que tenemos? —preguntó en voz alta, pero sus ojos se iban en repetidas ocasiones hacia la piscina, como si una fuerza superior lo llamara.

—Estoy seguro de que no tienen ochenta años, bola de amargados —se quejó el señor D, y luego—: ¡Johannson, sube aquí!

—¿Por qué yo? —se quejó Percy.

—Hazlo —ordenó Nico y el pobre Percy tuvo que liberar a su novia del abrazo de pulpo en el que la tenía para subir a la tarima con el señor D. mientras farfullaba sobre el jefe abusivo que tenía y que la pizza norteamericana es mejor que la italiana.

—Un poco hacia la derecha —dijo el señor D—, un poco más... No.. ah... ahí.

Percy abrió los brazos hacia los lados, como preguntando: ¿Y qué? ¿Dónde está la diversión?. Nico levantó la ceja izquierda, haciendo tácitamente la misma pregunta, y entonces enfrente de todos los ojos del estudiantado de rebeldes juveniles, el señor D, se colocó de medio lado, y con sin aviso previo dijo:

—Esto... es... ¡ESPARTA! —Y lanzó una patada al estómago de Percy, haciéndolo caer de bruces al vacío. De espaldas, directo hacia la piscina, desapareciendo por siempre y para siempre, en el mar de pelotitas de color morado.

Annabeth, que estaba conversando con Piper despreocupada, cual madre dejando a su mocoso jugar con sus amiguitos. Observó la escena de traición, y dejó salir un hipo asustado.

El señor D soltó una carcajada que salió desde su estómago, raspó su garganta y reverberó en los oídos de todos los presentes. Se sostuvo la panza y luego gritó:

—¿Qué esperan? ¡Es gratis!

Y a continuación todo fue caos. Travis lanzó a Connor con una patada voladora. Las chicas comenzaron a correr como almas que lleva el diablo para no correr con la misma suerte. Los bullies agarraban a los nerds de los calzones, los nerds chillaban y escapaban. Jason se había lanzado en un clavado perfecto, en busca de salvar la vida de su bro, quien, tan brutalmente había sido sacrificado, pero Percy ya estaba nadando y riendo dentro del mar de pelotas como si fuera el mar real. Y Nico... Nico estaba dando saltitos, como lo hacía Hazel cuando se emocionaba.

Y Will estaba observándolo desde abajo, sorprendido y boquiabierto. Aquella imagen de Nico, cómo si fuera un niño inocente y no un malévolo líder mussolini 2.0 que podía darle órdenes al alumno más peligroso del instituto (Percy) para que hiciera lo que le diera en gana.

—¡Yo también quiero, yo también quiero! —decía Nico, para luego girarse hacia su hermana y decirle, con una seriedad repentina—. ¡Hazel, párate ahí!

Como si ella fuera tan estúpida para repetir los movimientos de Percy Jackson.

—¿Estás loco? ¡Claro que no! —le contestó, cruzándose de brazos. Frank hizo eco de su movimiento, y miró ofendidísimo a su cuñado, en sus ojos rasgados casi invisibles a causa del ceño fruncido podía leerse claramente: "¿Cómo te atreves?".

Pero Nico seguía tan emocionado como un niño de cuatro años que recién ha descubierto un nuevo método para jugar.

—Ahhh, por favooooor— dijo, mirando única y solamente a su hermana. Y ella, ella no tenía un corazón tan firme y de hielo como el de él. Soltó una exclamación de cansancio, se quitó los tacones y los colocó en una esquinita donde nadie más iba a tocarlos.

—¡Está bien!— soltó con hastío— Pero, quítate también, tú, los zapatos o arruinarás mi vestido.

—¡Pero justamente traes vestido, HAZEL! —Frank estaba perdiendo la compostura, y Nico ya le había tirado sus zapatos a Will para que se los cuidara.

—No te preocupes, también traje un short bajo la falda— Hazel le quitó importancia con un movimiento de la mano, y luego extendió los brazos hacia los lados, en el mismo lugar en el que lo había hecho Percy. Ella cerró los ojos, y en su sonrisa se notaba que también lo estaba disfrutando.

A pesar de haberse quitado los zapatos, Nico no la pateó, sino que retrocedió como dos metros, tomó impulso y luego corrió hacia ella para embestirla, al mejor estilo de Edge en la WWE. Hazel soltó un bajo: "lo que hago por amor", antes de que ambos cayeran en la piscina. Uno de los pies de Hazel golpeó la cabeza de Cecil, y Nico alcanzó a darle un rodillazo a Connor Stoll. Al segundo siguiente, los hermanos estaban espalda contra espalda, lanzando pelotas a diestra y siniestra, empezando una guerra con ellas.

El señor D se coló en medio de Will y Frank, quienes lucían completamente perturbados por lo que estaban presenciando. Ellos... ellos verdaderamente eran los hijos del diablo. No había otra explicación para que tanta maldad pudiera desarrollarse en cuerpos tan pequeños y aparentemente frágiles, pero ellos ya le estaban dando puntaje a cada parte del cuerpo que golpeaban: diez puntos por la cabeza, quince por cada ojo, y veinte en las partes nobles.

—Creo que despertó a los demonios del averno, señor D —dijo Frank, mitad asustado, mitad impresionado.

—De nada, de nada— contestó el director, dándoles una palmada a cada uno en el hombro—. ¡Disfruten la fiesta! Solo no permitan que Nico mate a nadie, ¿eh? Jejeje.

—Es... Solo son rumores, ¿verdad?— por primera vez en su vida, Will pareció dudar, para luego sacudir la cabeza y decir—. Olvídelo, si se ve tan feliz, qué más da.

—¿Aunque matara a tres personas? —inquirió Frank, escéptico.

—Es que se ve tan lindo siendo feliz —devolvió Will, soltando un mini gritito con las manos sobre las mejillas, y meneaba sus caderas y hombros en el más puro personaje de anime sonrojándose y fangirleando por su husbando.

De repente se abofeteó así mismo, y murmuró algo sobre calmar a pervertidos alados. Frank lo miraba con ojos muy abiertos. Entonces, Will dejó sus zapatos y los de Nico al lado de los de Hazel y se encaminó hacia la piscina, como todo un gladiador, preparado para la batalla.

—¿No vienes, Frank? —le preguntó, antes de saltar, al ritmo de "Mr Bombastic".

—Creo que... Yo cuidaré los zapatos, ajá, ajá. Estaré por aquí.

Quirón llamó al señor D, y este se marchó, dejando a Frank abandonado por ahí, o al menos el pensó que estaba abandonado, porque no había sentido la presencia de nadie más, y podía ver a la mayoría de sus amigos saltando como delfines en la piscina de bolitas, al menos estaba casi seguro de que entre Percy y Jason habían levantado a Leo para enviarlo como un misil de guerra contra Jesse y los gemelos.

Drew había obligado a Andrew a ir con ella a bailar, Isaak estaba intentando ligar con algún guardia de seguridad descuidado que le diera la oportunidad, Annabeth estaba ayudando a Piper con un problema técnico en su zapato, en la mesa de las viandas; y Clarisse no había querido ir a la fiesta así que no tenía por qué buscarla. No se había puesto a contar a cada uno de ellos con los dedos de las manos, para saber si se le olvidaba alguno o no, pero tenía la leve sospecha de que así era.

—Puedes ir a comer algo si quieres —de pronto Calipso le habló quedito. ¿Había estado ahí acurrucada a su lado todo el tiempo? Como uno de esos pececillos que nadaban al lado de las ballenas sin que ellas se dieran cuenta—. Yo puedo cuidar los zapatos.

—Voy y vuelvo— le contestó Frank y porque se sentía un poco culpable por no haberla notado, agregó—: ¿Te traigo algo? ¿Una bebida?

—Si quieres... —fue lo único que ella contestó, para luego frotarse los brazos como si tuviera frío, a pesar de que hacía bastante calor.

En ese momento, una pobre alma en desgracia, un chico regordete y con las mejillas sonrojadas se acercó para invitarla a bailar y ella lo echó con un solo gruñido.

Así que Frank fue a la mesa de las bebidas, llenó dos vasos con ese jugo de uva fermentada del cual el señor D había hablado como si fuera néctar de los dioses, y volvió a su lugar junto a Calipso, justo a tiempo para ver a otros dos bobos charlatanes ser rechazados. Le entregó el vaso a su amiga, con miedo de que se lo echara a él encima de pura rabia y rechazo anticipado, pero ella, cual perrito guardián, aceptó la caricia del conocido, mientras ladraba a los desconocidos.

—Y... ¿qué fue lo que le pasó a mi hermana? —preguntó Frank, solo para hacer conversación. Calipso se encogió de hombros de inmediato porque, a decir verdad, ninguna de ellas estaba muy segura de qué había pasado. Ella simplemente había entrado a cambiarse, luego de que Piper le alaciara el cabello con la plancha de contrabando que su mamá le envió, escondida en una bolsa de tangas; y no había vuelto a salir de ahí.

Pero, Calipso no tuvo que explicarle eso a Frank, porque, antes de que ella tuviera tiempo para abrir la boca y, o contestarle, o rechazar a otro posible pretendiente, las puertas del gimnasio se abrieron otra vez, violentamente, como si alguien les hubiera dado una patada desde afuera, y la mismísima Clarisse la Rue entró.

Bueno, al menos Frank pudo reconocer que era Clarisse, porque estaba acostumbrado a verla desde sus tempranos años, pero nunca, jamás, de los nuncas, imaginó que podría verse así. No fue el único que se quedó anonadado. No se había visto una sorpresa tal en el instituto desde... desde... nunca. Ni siquiera con Andrew.

Clarisse llevaba puesto un vestido rojo, que se ajustaba a su cuerpo, engrandeciendo aún más sus ya de por sí gigantescos pechos rompe-cocos. La tela tenía una abertura hasta la parte de arriba del muslo, dejando ver sus piernas ejercitadas y gruesas de deportista, y sus brazos, expuestos, le hacían ver como la sexy leñadora rusa de las películas con la que todo hombre había fantaseado alguna vez. Chris aprovechó la confusión inicial para escurrirse lejos de ella, pero traía una sonrisa en la cara de orgullo que difícilmente podría borrarse de ahí, ni siquiera si Nico y Hazel lo atacaban con todas las bolas de la piscina.

Todos aún tenían las miradas puestas en ella, hasta la gente que estaba en la piscina. Desde los profesores, hasta los guardias; desde el director, hasta la cocinera; desde los chicos, hasta las chicas. Incluso Drew se sacó los lentes de Andrew de su escote y se los entregó, porque era jodidamente injusto que se perdiera semejante espectáculo. Entonces, Piper empezó a mirar por el suelo, levantando su vestido y luego el de Annabeth, buscando algo.

—¿Qué? —preguntó Annabeth, sin quitar la mirada de Clarisse.

—Mi heterosexualidad —contestó Piper—, la sentí caer, pero ya no sé dónde quedó. ¡ESTÁ MAMI RIQUISIMA! ¡ESA ES MI HERMANASTRA, JODER!

—¡¿QUÉ ME VEN?! —gritó Clarisse intentando sobreponerse a los gritos de Piper—. ¿Ven estos tacones? —señaló sus zapatos, que tenían púas en la punta—. ¡Los puedo meter en sus traseros, por metiches!

Y entonces cada quien volvió a lo suyo, o al menos estaban intentando volver a lo suyo, pero antes de que consiguieran olvidar el asunto, una voz masculina completamente nueva, se escuchó a través de todos los parlantes, la música bajó, mas no se silenció, y cada palabra sonó como música, a pesar de que hablaba y no cantaba.

—Wow —fue lo primero que dijo—. ¡Esa es una gran entrada!

Por inercia, todo el mundo empezó a buscar hacia todas partes, cual Piper buscando su heterosexualidad, pero al acecho de la voz melodiosa. Esta, no se hizo, siquiera, de rogar, de inmediato contestó a la interrogante general.

—Aquí estoy, en los controles —su risa fue tan agradable y sexy que las chicas suspiraron, y a unas cuantas les temblaron las piernas. Cuando todo el mundo miró hacia los controles y encontraron al DJ que el señor D había contratado, y finalmente había llegado, definitivamente muchas chicas habían tambaleado sobre sus tacones, apeligrando con caerse a sus pies.

>>Espero que la increíble piscina del señor D no los haya dejado muy cansados —dijo, al tiempo que mostraba una sonrisa, adornada por hoyuelos, en dirección al director—. ¡Porque daddy Herc ya trajo la fiesta!

Paso 55#: Asiste a una fiesta: Diviértete, no permitas que el miedo te deje encerrada en la habitación de tu baño, llorando y sumergiéndote en la autocompasión. Eso no es de gente cool. ¡Ocupa un lugar en el espacio!

Chicos, tenemos que hablar. 

Lectores: Ayno.

De hecho queríamos escribir una nota larga, pero en vista de que Kinn ha ido a un taller a hacer algo de jengibre y yo estoy en el trabajo, iré al grano.

Está siendo difícil para nosotras publicar seguido, por razones que no vamos a ahondar, pero el trabajo solo va aumentado cuanto mas pasa el tiempo y crecemos. La cosa es, que no se preocupen, vamos a seguir actualizando y pueden ahorrarse sus mil preguntas de cuando vamos a publicar. El sismance seguirá escribiendo siempre, de acuerdo con el tiempo que disponga, los lectores esperarán o pueden irse, da igual, nosotras no lucramos de esto, así que nuestras prioridades son otras. 

Dejen de alarmarse y preguntar si dejamos en hiatus la historia. Si llegara a pasar, dejaremos un aviso. El día que dejemos de escribir, ustedes serán debidamente informados. 

En caso contrario, si ven que no actualizamos pero no decimos nada al respecto, es que smplemente estamos ocupadas con nuestras historias indivuduales, o estamos ocupadas trabajando, o bien rascándonos las tetas y procrastinando porque estamos hartas de ser burras arrastrando nuestra carreta. 

La vida se está volviendo complicada, pero seguimos aquí porque es divertido, y probablemente seguiremos aquí por mucho, mucho tiempo, así que dejen de chillarnos con preguntas de si vamos a abandonar la historia, la verga, pesados son que puta. 

Bueno, eso es todo. les queremos mucho, y nos encanta de igual modo que se preocupen, así que tranquis, siempre pueden preguntar, pero con la debida amabilidad, no como si se estuvieran dirigiendo a sus empleadas. EJem. ¡Nos vemos!

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