Paso #53: Espera lo inesperado
La reunión se extendió al menos otros cuarenta minutos después de que Cherry sacara a Leo y a Calipso del gimnasio. Ese tiempo fue suficiente para que Dimitri desapareciera, seguido de su pandilla (incluído Chris), varios estudiantes aprovecharan el tiempo libre para ir a gastarse sus condones robados, Andrew fuera dado de alta de la enfermería, y para que la mayoría de los estudiantes pudieran vestirse en sus habitaciones y aprovechar el tiempo libre para rondar por el instituto a la espera del fin de la reunión.
Excepto algunos, que se habían quedado por la zona para esperar a sus padres. Will era uno de ellos, sentado sobre la orilla de una baranda con los codos sobre sus rodillas para sujetar su rostro, y aún en calzoncillos, se encontraba tranquilamente contemplando el cielo donde un par de buitres se hallaban volando en círculos sobre el Instituto, como si después del ejercicio con el general La Rue, pudieran oler los cuerpos en descomposición de algunos alumnos luego de sobreesforzarse en extremo.
Cuando los padres salieron de la junta, llevando menos dinero que cuando llegaron, todo por no querer perder el orgullo ante otros, ellos mismos se encargaron de encontrar a sus respectivos polluelos con la habilidad para encontrar cosas de Sherlock Holmes y la velocidad de Bolt. Percy y Poseidón se reencontraron en un efusivo y conmovedor abrazo. Piper, al hacerlo con su madre, casi fue abducida en medio de sus enormes pechos, pero al final, solo quedó apoyada sobre ellos como si fueran unas cómodas almohadas.
Antes de darse cuenta, Leo ya estaba frente a su padre, dando explicaciones que el hombre no había pedido, pero que se merecía por ser justo y salvarle la espalda.
—Viejo, te debo una —dijo rápidamente, entregando el imán que de todos modos iba a ser decomisado tan pronto como el señor D pusiera sus manos sobre él—. Te juro que no estaba haciendo nada malo, solo queríamos chismosear.
—Bueno, no te perdiste de nada —Hefesto le dio un empujoncito en la espalda, que lo hizo avanzar tres pasos hacia el frente—. La fiesta sigue en pie y todo el mundo estaba presumiendo su dinero. El pan de cada día en este lugar.
—¡Oh!, ¿en serio? Vaya —Entonces, Leo intentó poner un tono casual—. Así que, no mal pienses, pero el señor D no mencionó algo como... ejem, ¿un choque o algo así...?
Hefesto le echó un vistazo, sus ojos se entrecerraron con suspicacia a medida que preguntaba.
—¿De qué estás hablando?
Leo supo inmediatamente que él no sabía nada acerca de eso. Rápidamente cambió de tema:
—¿El papá de Cali estaba muy enojado? —Era una pregunta estúpida puesto que Leo mismo lo había visto, aún así, también quería saber. Hefesto seguía caminando lentamente, como siempre, en dirección hacia el estacionamiento y Leo brincaba a su lado porque era imposible para él caminar a esa velocidad sin perder las pocas tuercas que le quedaban, así que dar saltitos era su único modo de no dejarlo atrás, a pesar de los gritos de dolor que parecían soltar sus músculos, que ya no querían hacer más ejercicio por el día.
A Hefesto no parecía molestarle.
—Ese viejo concejal cascarrabias, siempre está enojado —fue la respuesta que le dio. Antes de que Leo pudiese realizar otra pregunta, en medio de su último saltito, se dio cuenta de que sus pies no volvieron a tocar el piso, y eso era debido a que alguien lo estaba sosteniendo del cuello de su camisa.
—Te he estado buscando, mocoso —la gruesa y peculiar voz de Cherry lo sorprendió desde arriba. Leo alzó la cabeza para echarle un vistazo, y se encontró viendo directamente las enormes y peludas fosas nasales del hombre. Sintió un escalofrío de repulsión, pero se obligó a quedarse quieto—. Ahora solo debo encontrar a la chica —Cherry miró por todos lados, su ceño se frunció—. Debo ir a buscarla...
—Sí, sí, vaya y búsquela, yo aquí le cuido a este pequeño hombrecito orejón —Hefesto de inmediato relevó el agarre de Cherry sobre la camisa de su hijo y lo puso en el suelo—. Vaya, vaya, con calma. Puede confiar en este viejo y humilde hombre.
Cherry se lo pensó un momento, pero, a continuación advirtió:
—Está bien, no se muevan de aquí —señaló a Leo con su gigantesco dedo índice—. Vas a afrontar tu castigo tan pronto como encuentre a la chica. ¡Órdenes del señor D!
Seguidamente, se giró para buscar a Cornelio entre la multitud, se entretuvo mirando el trasero sudado de Will por un momento. Sus labios soltaron un cantarín silbido cual albañil viendo pasar a una linda señorita, y Will, aún de espaldas, sufrió un violento temblor por todo el cuerpo mientras, lentamente, enviaba una mirada llena de congoja hacía Cherry. Este se mordió el labio, y el doctor adolescente del instituto, apartó la mirada con otro estremecimiento, para, a continuación, correr hacia su padre y robarle el saco Armani, carísimo que llevaba colgando del hombro porque se veía muy cool así.
Cherry finalmente recordó su misión, encontró a su compañero cerca de las puertas del gimnasio y con una señal de manos, le pidió vigilar que Leo no se fuera a ningún lado. Cornelio asintió con la cabeza, y tan pronto como Cherry se fue, se desentendió por completo del asunto, como el buen y cariñoso guardia de seguridad que era y que a Leo le caía tan bien.
Leo iba a escapar tan rápido como sus piernas le permitían correr, pero de pronto, Hefesto lo detuvo, sujetándolo del brazo.
—Aprovecha las oportunidades, muchacho —le reprendió su padre, con su voz de eterna paciencia y consejo—, podrás pasar un tiempo extra con ella.
—¡Dijiste que estaba fuera de mis ligas!—reclamó Leo, formando un puchero.
—Y lo está —reafirmó su padre— Pero, los pobres siempre vemos las cosas caras en los aparadores, hijo.
El puchero de Leo incrementó, mientras que Hefesto soltó una carcajada y le dio otro par de golpecitos en el hombro a su hijo que lo hicieron trastabillar. Al final, Leo decidió quedarse y esperar su castigo para admirar el aparador de cosas caras tal y como su sabio padre le había aconsejado.
Mientras tanto, Will estaba atosigando a su padre para que dejara de contarle chismes al señor di Angelo y le diera de una vez por todas su ansiado paquete antes de que el resto de estudiantes recordaran que era una farmacia viviente y se acercaran para implorar por más condones. El señor di Angelo, tan paciente como siempre, asentía con la cabeza cada vez que había un pequeño espacio de silencio en medio de la conversación, dándole la razón a Apolo, a pesar de que no le estaba prestando atención.
—... y es por eso que la esposa de Zeus no se ha divorciado de él, a pesar de haberlo encontrado en medio de tres mujeres, ¡en su propia cama!
—Interesante —Hades asintió. Su expresión era ilegible y fría, como una estatua griega.
—Afrodita me contó que tiene un serio problema con las cirugías plásticas. Por supuesto, si termina con su esposo, ¿cómo podría pagarlas?
—Por supuesto.
—Señor Hades, oí que tiene un casino en Las Vegas, el "Casino Lotus", ya que estamos cerca, ¿deberíamos ir a divertirnos?
—¡Papá! —Will prácticamente chilló—. Ten algo de decencia.
—¿Qué, qué dije? —Apolo le pellizcó la mejilla a su hijo, tan fuerte que le dejó una marca—. Tú eres el único mal pensando aquí. ¡Deberías agradecerme! ¡No sabes el sacrificio que hago por ti, evitando que Nico y tú terminen siendo hermanastros!
Tan pronto como tuvo la oportunidad, Will se llevó a Apolo aparte, para rebuscar el paquete con sus propias manos si era necesario, y el doctor Solace gritó un: "Volveré, ¡No me olvides!", de despedida al papá de Nico mientras se alejaban. Will lo arrastró en medio de Atenea y la señora Rodríguez, quienes miraban y olían el libro de catálogo de perfumes de Afrodita. Ambas intentando decidir cuál de todas las fragancias comprar; y la mamá de Piper, por su parte, les aconsejaba fragancias para las personas con PH ácido como ellas, mientras con la mano libre le indicaba a Ares que "sí, ya te vi, esperame por allá sentadito, ¿quieres?".
Hades aprovechó la despedida de Apolo para acercarse sigilosamente hasta la máquina de espresso que solo podían utilizar los adultos porque funcionaba con dinero y los estudiantes carecían de eso. Sacó de su billetera un papel en verde tan brillante que parecía recién salido del banco y lo metió a la máquina. A él no le sucedió como a las personas de clase media, a las que el aparato les escupe el dinero de vuelta, sino que de inmediato, se puso a preparar su tan ansiado y valioso café negro.
Pero, había errores que cometías en la vida y siempre te perseguían hasta el final de tus días, y tenías que hacerte cargo de ellos sin excusas. Hades apenas había agarrado el vaso nuevo y calentito cuando uno de sus errores apareció a su lado, como salido del infierno, y exclamó:
—¿Me das? —Con sus ojos negros tranquilos, mirándolo directamente al rostro y la seriedad de un monje pidiendo el diezmo.
Hades soltó un suspiro resignado y le entregó su café a Nico, para luego sacar otro billete, tan reluciente como el anterior y mirar a su otro err... ejem, a su otro retoño. Le preguntó:
—¿También quieres uno?
—¡Capuchino, capuchino, capuchino, capuchino! —Hazel ya estaba exigiendo antes de que él terminara de preguntar. Pasaron un par de minutos antes de que los tres tuvieran, al fin, su vaso con cafecito del mal y pudiesen dar, al mismo tiempo, un sorbito de odio.
Hades volvió a suspirar tan pronto como sintió la cafeína entrar en contacto con su sistema nervioso y se permitió sentirse aliviado por un segundo antes de volver a preguntar:
—¿Quién es el chico con el que quieres bailar, Nico?
Nico, quien justo estaba tomando un sorbo de café, casi se ahogó con la interrogante. Habría escupido el líquido caliente en la cara de su padre, sino fuera porque era demasiado valioso como para desperdiciarlo. Tan pronto como pudo tragar y respirar, intentó hablar entre balbuceos:
—¿Qué? ¿Quién te...? ¿Eh?
Hades se quedó mirándolo a los ojos, tan tranquilamente como había lanzado la pregunta.
—El director dijo que... —empezó a decir con paciencia.
—¡¿Que dijo qué?¡ —Nico no esperó a que terminara—. No es cierto. ¿Qué le pasa? ¿Bailar yo? —bufó con fuerza, mientras sus dedos tamborileaban frenéticamente contra el vaso de papel—. ¿Por qué iba a...? O sea... yo solo quería la fiesta, y la comida y eso... no es por... No lo malentiendas.
—Es Will —Hazel interrumpió a Nico, hablándole directamente a su padre y señalándolo con el dedo— ¡Allá, con el Doctor Apolo! ¡Él hace que Nico sonría muy lindo!
—¡Cállate! Nadie está hablando contigo —Nico no se le lanzó encima solo por precaución hacia el café.
—Y siempre está dándole besitos a Will en la mejilla, la nariz, las orejas, la cara. Todo el tiempo es: muac, muac, muac —continuó Hazel implacable, al mismo tiempo que ponía los labios en forma de patito para lanzar besos al aire—. Y siempre dice cosas como: ¡Oh, Will es tan tierno¡ ¡Oh, Will tienes abdominales tan sexys! Will, ¡dime daddy, por favor!
Hades empezó a toser descontroladamente, miró a su hijo con las cejas levemente levantadas, preguntándose si un alienígena lo había suplantado. En ese punto, Nico ya estaba completamente avergonzado e incluso la piel de su cuello se había puesto tan roja como un camarón.
—¡¿Quién demonios te dijo todo eso?! ¡No es cierto!
—Frank me lo contó todo —Hazel levantó su mentón muy alto— y es totalmente cierto.
—¡Son mentiras!
—¡Frank jamás me mentiría!
—Oh querida... —Nico le envió una sonrisa burlona—. ¡Es un hombre!
A Hazel empezó a darle un tic en el ojo por la ira. Sabía que, en su situación, si empezaba a defender a su reciente novio, diciendo que: "Frank, no es como el resto de los chicos" quedaría completamente en ridículo frente a su padre y su hermano. Hasta un idiota sabía, que incluso en el amor, siempre se debía de mantener un ojo abierto y el otro cerrado. Así que se limitó a sacarle la lengua a su hermano mayor y luego apartó la mirada ofendida.
Victorioso, Nico le dio otro sorbo a su café, con parsimonia.
—Ah... El rubiecito con cara de querubín —señaló Hades luego de un rato, asintiendo lentamente con la cabeza, como quien asimila que va a llover en la tarde y tendrá que llevar paraguas—, bueno... sí, tiene sentido.
Nico ladró hacia él como un perro:
—¡Que ya te dije que no es eso!
Por otro lado, unos cuantos pasos más hacia la izquierda. Zeus y Poseidón, como siempre, competían. Excepto que esta vez no lo hacían con respecto a cuál de sus hijos era el mejor, sino más bien sobre cuál de ellos tenía a la mejor novia:
—Pero, Annabeth es la mejor de la clase —decía Poseidón — Y va a ayudar a mi hijo a aprobar sus exámenes, ¡ya verás!
—¡Ja! —bufó Zeus—. Sí, claro. Dile eso a la hija de Tanaka. ¡No! ¿Sabes qué? Mejor no hablemos de esa chica tampoco, ninguna de las dos supera a Piper. ¡Mira nada más lo hermosa que es!
—Ay, papá, ya cállate— Jason se quejaba entre dientes, metiendo a Piper detrás de él, para cuidarla de sus pecaminosos ojos y cubriéndose con la otra mano el rostro, por la vergüenza— Nadie te está preguntando tu opinión. ¡Ya!
—Estoy de acuerdo —agregó Percy hacia su padre, pero siendo un poco más amable—. No hables así, si la señora Atenea te escucha, se lo va a tomar a mal.
— ¿Si escucho que cosa? —Atenea levantó la cabeza cual topo en la madriguera, tan pronto como oyó su nombre.
—Nada, nada —Annabeth intervino y utilizó la recientemente aprendida táctica de distracción marca di Angelo—. ¿Me compras un perfume? ¡Yo también quiero!
Atenea se distrajo un momento, más no con la solicitud de Annabeth, sino más bien con la señora Rodríguez, que preguntaba si alguna de la esencias masculinas ayudaría a su hijo a atraer a una jovencita fuerte e independiente que ella ya tenía en el ojo, pero que su hijo se negaba a cortejar. Afrodita contestó que tenía justo lo que estaba buscando y comenzó a pasar páginas en el catálogo con la misma velocidad que ratón huyendo de un gato.
Y hablando de ratones huyendo de gatos, Andrew y su papá estaban hablando sigilosamente detrás de un basurero, donde ni Clarisse, ni el señor La Rue los podían ver:
—Te traje esto, porque vi que los otros padres traían regalos a sus hijos sin meterlos en problemas —decía el señor Fort, al tiempo que le entregaba una memoria USB a su hijo—: Es la que tenías en tu habitación, en la caja fuerte. Pensé que te gustaría tenerla.
Los lentes de Andrew brillaron como los diamantes en las orejas de la mamá de Piper. Chilló de alegría al reconocer uno de sus más valiosos tesoros.
—¡Oh, Dios mío! ¡Papá! —Tomó la llave entre sus manos, la besó y luego la guardó en sus calzoncillos que era el único lugar seguro a menos de que le hicieran calzón chino—. ¡Gracias! ¡Eres el mejor!
—¿Seguro? —El señor Fort ladeó su cabeza, con una expresión un tanto lastimera—. ¿No te hubiese gustado tener un padre más genial y guapo como el de Percy?
Andrew negó con solemnidad, sus palabras no carecían de sinceridad al hablar:
—No, mi papá también es genial, ¿o por qué crees que alguien como mamá se enamoró de ti?
—¡Oh!, ¡es cierto! —asintió el señor Fort con las mejillas acaloradas, para luego echarse a reír extasiado.
Luego, Andrew se distrajo con la conversación de otro par de personas. Drew había corrido hasta su habitación para vestirse de la forma más elegante posible. Traía una falda a la rodilla, una blusa sin escote, zapatos sin tacón y su cabello estaba recogido en la parte trasera de su cabeza.
Una pareja de padres, de aspecto bastante severo, en la cual el señor portaba un kipá en la cabeza, se acercó a ella para preguntarle por Isaak. Ella dudó un momento para contestar, miró a su padre y finalmente dijo:
—Se sentía mal, creo que fue a la enfermería. Por aquella dirección —señaló lentamente y luego inclinó la cabeza en una reverencia cuando ambos se fueron.
Andrew, que seguía chismoseando, supo de inmediato que mentía, porque él había estado todo el rato en la enfermería completamente solo, Isaak no se encontraba ahí. A continuación, ya no comprendió nada de lo que ocurrió, porque Drew y su padre comenzaron a hablar en japonés.
Pero, pudo notar como en un principio Drew estaba muy tensa, con la espalda recta y la mirada caída, y luego, poco a poco comenzó a relajarse. El señor Tanaka puso una mano sobre su hombro, luego acomodó un mechón de cabello que se le había escapado del recogido, detrás de la oreja y le sonrió. Incluso se inclinó ligeramente para mirarla directo a la cara. Drew se sorprendió, luego sonrió también y se dejó acariciar la cabeza, con dos golpecitos, que cualquier adulto le daría a un niño pequeño.
Al final, el señor Tanaka sacó una cajita larga del bolsillo de su pantalón y se la entregó. Parecía joyería, tenía un lazo verde como adorno. Se despidieron, y el señor Tanaka caminó hasta su vehículo, mientras Drew lo miraba fijamente, con una sonrisa tranquila sobre sus labios.
Cuando Andrew devolvió su atención a su padre, este lo miraba fijamente, completamente consciente de que su hijo había dejado de prestarle atención hacía tres siglos y habiendo comprendido el por qué de dicho comportamiento. Tenía el puño cerrado sobre sus labios y una expresión de profunda preocupación en el rostro. Fue el papá de Leo, sin embargo, quien puso sus pensamientos en palabras.
—Ufff... Hijo, esa chica está incluso más fuera de tus ligas que los neumáticos viejos de mi antiguo Volkswagen —estaba lo suficientemente cerca de ellos como para hacerse escuchar, y aún así tuvo la amabilidad de hablar bajito para mantenerlo en privado. Esta vez incluso tuvo el descaro de reírse un momento y luego lo miró con lástima—. Baja tus expectativas, amiguito.
Después se giró y se concentró nuevamente en bajar las expectativas de su propio hijo. El señor Fort no dijo nada en referencia a la intervención de Hefesto, pero le dio un apretón en la mano a su hijo y una sonrisa antes de marcharse:
—No te rindas, Andrew— le dijo sin titubear, como solo podían hablarse entre ellos dos—. No te rindas.
Conforme todos los padres iban alejándose y despidiéndose de su prole, con lágrimas y besos en el camino, Will tuvo que soltar también a su padre y permitirle darle un último vistazo a todos sus amigos, antes de que comenzara a gritar que su hijo no lo dejaba socializar. Abrazó a Afrodita, se despidió de todos los estudiantes que ahora lo idolatraban por darles condones e incluso fue a darle un apretón de manos al señor D, antes de empezar su camino hacia el estacionamiento.
Cuando Will creyó que ya no iba a detenerse más, se encontraron de nuevo con la familia di Angelo-Levesque. Y Apolo atenazó sus pies en el suelo como si tuviera ventosas en las suelas de sus zapatos. Primero, se despidió de Hades con un abrazo de oso que el papá de Nico correspondió con unas palmaditas en su espalda.
—Sí, sí, ya déjalo, papá —Will intentó salvar al señor di Angelo, mientras Nico intentaba con todas sus fuerzas no reírse de él—, ya te despediste. ¿Me escuchas? Vamos al auto. Te acompaño hasta allá. ¡Papá!
—Ya escuché, ya escuché —Apolo se separó de Hades con el ceño fruncido y se cruzó de brazos con indignación—. ¡Eres el único hijo que le habla a su padre de ese modo, Will! Y no me lo merezco. No después de todas las cosas que he hecho por ti.
—Lo sé, lo siento —Will soltó un suspiro exasperado, luego, se tranquilizó y volvió a hablar poniendo calidez en su tono—: Eres el mejor papá del mundo, te quiero. —Apolo sonrió, Will sonrió, y al segundo siguiente, volvió a empujarlo—. Ahora al auto. ¡Camina! ¡Necesito ir a vestirme ya! —Se acomodó mejor el saco Armani de Apolo, que había estado usando para no andar por el Instituto en paños menores—. Esto es como una pesadilla eterna.
—Ya voy, ya voy —canturreó Apolo de buen humor, y entonces, de improviso, sus manos se estiraron para sujetar el rostro de Will tan fuerte que sus regordetas mejillas se inflaron como globos—. Nos vemos, ¿sí? Sé un buen niño —seguidamente, le dio dos húmedos besos en cada mejilla, a la par que articulaba exageradamente: Muac. Muac.
Pero si Will pensó que eso había sido terriblemente vergonzoso, debió esperar a ver lo siguiente: Apolo lo dejó ir, para consecuentemente, agarrar a Nico de la misma forma (de sus mejillas) y depositar dos besos, igual de húmedos y sonoros en cada cachete sonrojado, mientras repetía el: Muac. Muac.
—Dos más para ti también —dijo Apolo, y luego dejó otro beso en la coronilla de Nico—. Cuida mucho a mi hijo, ¿sí?
Nico quedó boquiabierto, humo parecía salir de sus orejas brillantemente rojas como campanitas. Hades a su lado, se limitó a dar un solo, y lento pestañeo.
Will estaba fuera de sus cabales, solo pudo gritar, con una voz chillona:
—¡PA-PÁÁÁ!
— ¿Quéééé? —Apolo regresó, lo miró de soslayo y luego trasladó su atención a otro lado, esta vez hacia Hazel. Ella tenía los ojillos abiertos y el rostro sonrojado con anticipación, y no parecía querer escapar de su "cruel" destino.
Nico, por otro lado, estaba atónito. Tenía la boca abierta y el rostro se le ponía entre muy pálido y muy rojo repetidas veces, como si le hubieran echado huevos de rana en los calzoncillos. Su alma parecía haber escapado de su cuerpo, en forma de un soplo de aire de sus labios.
Hades le dio palmaditas en el hombro. Luego sus ojos se abrieron con alarma cuando vio a Apolo acercarse a su hija, con la intención clara en sus arrugados y voluptuosos labios.
—No creo que mi hija necesite una despedida de esas —Hades intervino antes de que Apolo pudiera hacer cualquier otra cosa. Acto seguido, puso su escalofriante mano sobre el hombro de Will y le dijo—: Ve a vestirte, chico. Yo acompaño a tu... especial... padre a su auto.
—¡Ay, gracias, señor di Angelo! —Apolo llevó una mano a su pecho—. Es usted la caballerosidad en persona. —A pesar de que Hades lo iba empujando, Apolo se giró hacia atrás para dedicarle unas últimas palabras a los chicos, incrementaba su tono de voz mientras más se alejaba—. Por cierto, ¡amo el olor de tu champú, Nico! ¡NOS VEMOS, WILL! DESPUÉS TE DOY TU BESO, LINDAAAAA.
—¡Sobre mi cadáver! —Pareció escucharse a lo lejos, con la voz del señor La Rue.
Hazel, por otro lado, dio un fuerte pisotón al suelo lleno de frustración, y soltó un largo sonido lastimero de pérdida. Las chicas que observaron la situación se solidarizaron con ella y soltaron múltiples suspiros decepcionados.
—¡Dios mío! —dijo Will, mirando a su padre mientras se alejaba, y con una mano al lado del rostro. No quería ver a Nico por el momento, lo torturaba la vergüenza—. Hoy, definitivamente, no puede ser peor.
Habló demasiado pronto, por supuesto.
Pero no únicamente por su futuro destino, sino también por el destino de su mejor amiga Calipso, y también el de Leo, porque una vez que Cherry la encontró a ella, la encaró con más furia de la que era necesaria. Tal vez Cherry estaba esperando que ella intentara sobornarlo con... un calzoncillo usado de Will que le sobrara por ahí, o algo por el estilo, pero, ella se veía como apagada en esta ocasión. Ni siquiera intentó nada para librarse de su castigo.
Cherry la encontró recargada contra un poste, vistiendo ahora el uniforme del colegio, y observando cómo su padre se marchaba en la distancia, sin siquiera despedirse de ella. Aun así, su mirada parecía más perdida en el paisaje, que realmente prestando atención al hombre que le dio la vida.
—¿Me estás escuchando?— después de regañarla mucho, Cherry le preguntó, pues se sentía ignorado.
—¿Acaso crees que estoy sorda?— le regresó ella escéptica— Dime el castigo y lo haré. No sé qué más esperas que te diga.
Cherry se rascó la barbilla un momento, y se dio cuenta de que era inútil seguir insistiendo en obtener un soborno, así que transmitió las órdenes del señor D, con eficiencia:
—El director dice que tendrás que mostrarle el Instituto a los estudiantes nuevos...
—¿Y cuál es la novedad? — Calipso lo interrumpió— Siempre lo tengo que hacer, y de gratis, de todos modos— soltó un suspiro— Iré a buscar a Will.
—No, no— Cherry la detuvo de inmediato. "Will" era posiblemente uno de los únicos nombres de estudiantes que el guardia de seguridad conocía e identificaba así de rápido— Debes hacerlo con el otro chico. Él está por allá, con su padre. Ve a buscarlo.
—¿Qué otro chico? ¿A qué te...? — Calipso estaba preguntando, antes de comprender... El castigo de enseñar el instituto no era para ella, sino para Leo. El castigo de ella, era estar condenada a quedarse con Leo todo el rato. Tratándose del señor D, no le sorprendía demasiado, pero esta vez se había lucido— Ah... Ya entendí. Está bien, iré a buscar a Leo en un momento.
—Te acompañaré— dijo Cherry—. No vaya a ser que intentes escapar... Porque no hay modo en que te deje escapar. Ni siquiera si me ofrecieras algo sumamente valioso... No te dejaré. Así que no lo intentes. ¡Qué no lo intentes te estoy diciendo!
—No te voy a dar la ropa interior de Will— contestó ella.
—Ñeh... Entonces buscalo sola, tengo otras cosas que hacer. ¡Adiós!
Calipso lo observó alejándose, con el mismo entusiasmo con el cual había observado a su padre desaparecer. Luego caminó lentamente hacia donde Leo aún se encontraba hablando con Hefesto. Se quedó un par de pasos alejado de ellos, esperando a que se despidieran.
—¡Oh, mira, chica!— Hefesto no tardó ni dos segundos en reconocerla y dirigirle la palabra— ¡Encontré los pendientes que perdiste!
Por un momento, Calipso no se dio cuenta de que le estaba hablando a ella. Especialmente porque ella no había perdido ningunos pendientes y lo que Leo había dicho era completamente mentira. Aún así, el hombre dio dos cojos pasos hacia ella, con la mano extendida, y ella, por efecto reflejo, levantó su mano para recibir lo que él le estaba dando. Leo también observaba a su papá como si se hubiese vuelto loco.
—¡Aquí están!— dijo Hefesto.
—Señor, yo no perdí na... — empezó a decir antes de poder ver lo que él había depositado en su mano. Luego reconoció un par de clips, clips de oficina, doblados con la forma de corazones. No pudo evitar sonreír y aceptarlos— Gracias, y también por lo de antes... ¡Muchas gracias!
Hefesto sonrió también. Una de esas sonrisas de hombre mayor que te enternecían el corazón, porque eran entregadas con demasiada dulzura y sinceridad. No como la sonrisa pervertida que podías esperar del papá de Jason, o la macabra que te dirigiría el papá de Frank. Esta era la sonrisa que un padre debía darle a su hija todos los días... La sonrisa que ella nunca había visto en su propio padre.
El papá de Leo se giró hacia él, le dio un guiño, y luego se marchó, no sin antes llevar dos dedos hacia su frente y despedirse de él haciendo el saludo de los camioneros. Por tercera vez, Calipso observó a alguien marcharse en ese día, dándole la espalda, y esta vez renqueando y manteniendo un caminar lento.
—Retiro lo que había retirado antes— le dijo Cali a Leo—. Tú papá no se parece en nada a ti.
—¡Oye! Yo también habría podido darte pendientes hechos con clips si no me estuvieras alejando de ti todo el tiempo— se quejó Leo, al tiempo que se acercaba a ella.
—Sí, ajá— ella rodó los ojos, al tiempo que se colocaba ambos clips en las orejas—. Vamos a cumplir el castigo. Acabemos con esto cuanto antes... Cali no querer compartir más tiempo con Elfo. Elfo apestar a axila sucia. Elfo tener harta a Cali.
El elfo también rodó los ojos, pero se olió la axila por si acaso.
Unos diez minutos después de que los padres se hubieran marchado, la mayoría pasó por la cafetería para recoger su almuerzo antes de subir a sus recamaras. Will se había prometido a sí mismo que solo iría a recoger su plato, se aseguraría de que Nico tomara una buena porción, y luego se iría a bañar de una buena vez por todas, pero, no contaba con que tenía una pésima suerte y que caminar con su escasa ropa por el instituto, era como arrastrar un bistec en medio de una manada de cocodrilos hambrientos.
Y hablando de cocodrilos hambrientos, Will no era el único que tenía una pésima suerte: Frank también. En el primer instante, él había estado completamente feliz, devorando su almuerzo, con su mano izquierda sosteniendo la de Hazel, una sonrisa de oreja a oreja, porque su día había sido por fin, hermosísimo y su padre había adorado a su novia, y ahora tenía una nueva hermana a quién cuidar; cuando de pronto, se le había ocurrido abrir su bocota:
—Me gustaría llevarte en una cita por los pasillos del Instituto —había dicho mirando a Hazel—. Es decir, sé que no podemos salir de aquí, y no puedo llevarte a un lugar bonito, pero... podemos hacer un picnic, o algo así. ¿No crees?
Y a Hazel se le habían iluminado los ojitos casi tanto como cuando creyó que Apolo le iba a dar unos besotes en las mejillas. Pero, Nico estaba cerca. Y a Nico no le gustó escuchar esa información. Casi de inmediato dijo:
—Voy con ustedes —no estaba pidiendo permiso, era una orden.
Hazel iba a quejarse al respecto. Ya tenía la boca abierta, pero Frank fue más rápido. Todos sus amigos supieron, en ese momento, que las cosas se iban a salir de control.
—No, ni en broma —Fue lo que soltó Frank— ¿Qué te pasa? ¡Una cita es privada!
—¿Ah, sí? ¿Y quién va a impedirmelo? ¿Tú?— le devolvió Nico, con el tono más frío de su repertorio.
—¡Pues sí! — Frank estaba demasiado ilusionado con la cita como para sentir miedo— ¡Yo! No puedes venir, porque no estás invitado. Seremos solo Hazel y yo.
—Pues entonces no hay cita— dijo Nico.
—Claro que la habrá.
—No quieres llevarme la contraria, Zhang— Nico empezó a arremangarse las mangas de su abrigo negro— No estás listo para enfrentarme.
Las personas comenzaron a acercarse como los enormes chismosos que eran. Will sujetó a Nico del brazo, pidiéndole que se calmara y diciéndole cosas como: "No vale la pena, Nico, debilitas nuestro bando, no hagas esto". Annabeth intentó colocarse en medio, extendiendo sus brazos para mantenerlos separados. Percy y Jason estaban al lado de Frank, para detenerlo en caso de que este de pronto empezara a lanzar puñetazos.
—Ya estoy harto de intentar huir— dijo Frank, en contestación, al tiempo que hacía crujir sus dedos— Sólo hay un modo en el que conseguiré que me respetes y me permitas ser libremente el novio de Hazel, y ese es si te enfrento.
—¡Eres un imbécil!— le devolvió Nico, al tiempo que quitaba el agarre de Will de sus brazos— ¿Quién diablos te dijo eso? ¿Tú padre? Pfff... Si él no pudo conmigo, ¿qué te hace creer que tú sí podrás?
—¡Oh! No debiste decir eso, di Angelo— Frank ahora sí se veía muy molesto. Hizo crujir su cuello. Las cosas se veían muy mal. Se desarrollaría un combate y nadie iba a poder detenerlo.
Piper estaba temblando, Hazel se abanicaba la cara cual damisela en apuros. Dimitri también se había acercado, con la esperanza de al fin, ver a sus dos mayores enemigos derrotarse entre sí, para dejarlo a él ser el rey del Instituto en paz. Clarisse estaba que no se lo creía, tenía la boca abierta y los ojos brillantes: ¡Su hermano al fin iba a pelear solo!
—Nico... Frank...— Annabeth lo intentó una vez más, le temblaba la voz, pero no se sabía si era por el miedo o el dolor de ver a sus amigos combatir— No...
—De acuerdo... Pronuncia tus últimas palabras, Zhang— dijo Nico.
—Creo que esas serán las tuyas— devolvió Frank— Y yo bailaré el vals con tu hermana, sobre tus huesos.
Había rayos saliendo de los ojos de ambos. Por un momento pareció que no eran capaz de ver a nadie más en ese lugar, ni siquiera a Hazel, quien era el objeto de su disputa. Ella, por cierto, estaba asustadisima. No había profesores a la vista, e incluso la cocinera, estaba alerta mirando todo, solo le faltaba sacar una camiseta de su favorito y comenzar a hacer apuestas, como ya estaban haciendo los Stoll.
Y entonces:
—¡DUELO DE MITOMAGIA! — gritaron los dos al mismo tiempo, para que luego Frank corriera la mesa del almuerzo, con su brazo invencible y superpoderoso y la pusiera en medio de ambos. Nico, corrió de un solo movimiento toda la comida que les estorbaba y, a continuación, ambos sacaron su deck de los bolsillos.
—Invoco al Grifo Azul para empezar— dijo Frank, al tiempo que sacaba las primeras ocho tarjetas y colocaba una de ellas, con toda su fuerza, sobre la mesa.
Nico imitó su movimiento a una lentitud mortificante y, con elegancia colocó su propia carta:
—Yo invoco a Tisífone, una de las tres furias— sonrió con sorna, como si con ese movimiento ya hubiera ganado el juego. Quizá no era tan desacertado pensarlo, porque Frank gruñó y frunció el ceño.
—Pues yo invoco a Zeus, el dios del cielo, y al ser mi Grifo un monstruo volador, le duplica la potencia de ataque —soltó Frank—, ataca a tu furia y pierdes cien puntos.
Ese era un juego tan de nerds que casi nadie entendía nada de lo que estaba sucediendo, pero Nico se molestó con el movimiento, así que muchos no perdían la esperanza de que todo acabara en golpes, por lo que se quedaron para mirar. Hazel, por su parte, había estrellado la palma de su mano contra su frente y había soltado un:
—¡Tienes que estar bromeando! —Para luego soltar un suspiro de exasperación—. ¡¿Acaso llevan esas benditas tarjetas con ustedes las veinticuatro horas del día?!
Annabeth los miraba con una mezcla de decepción e incredulidad muy similar a la de Clarisse, que parecía a punto de meter su cabeza en la tierra por la vergüenza ajena que su hermano le provocaba. Jason y Percy ya habían empezado a hacer apuestas con los Stoll y se lamentaban de que Leo se estuviera perdiendo esta oportunidad.
Mientras tanto, Andrew, el único nerd que comprendía lo que estaba pasando, había perdido por completo los cabales, y estaba gritando y fangirleando como una unión entre fanática en concierto de BTS, y la rana René desesperada. Había agarrado a Drew del brazo y la zarandeaba violentamente, al tiempo que le suplicaba por todo lo bueno que existía en el mundo que grabara la contienda. Drew, atónita, luchaba por meter la mano en su escote para sacar el celular y cumplirle el capricho.
Por su parte, otras personas se habían aburrido después del primer movimiento de Frank, y habían aprovechado que Nico estaba lo suficientemente ocupado como para olvidarse de Will, para hacerse con el premio mayor.
—¡Hey! ¿Qué te pasa? —gritaba el pobre rubio, superado en número y completamente abandonado a su suerte, puesto que Calipso tampoco estaba ahí para defenderlo—. ¡No me toquetees, Cherry! ¿Qué no estás viendo que hay dos estudiantes peleándose? Separarlos, olvídate de mí.
No era él único, había otros cuatro estudiantes intentando robarle el paquetito de Apolo, que, ahora andaba el rumor suelto de que se trataba de un tipo especial de preservativo, con relieve ultra sensitivo y sabor banana. También Dimitri estaba intentando asaltarlo, para quitarle las medicinas con las que llevaba siglos queriendo drogarse, de una buena vez por todas. Y, para que no hiciera falta, estaba Isaak, quien quería aprovechar la confusión para robarle un beso, o su calzoncillo, lo que cayera primero.
—¡Ayúdame! ¡Nicooo! —gritaba Will con miedo, mientras intentaba huir— ¡Amigos! ¿Alguien?
—Invoco a Dionisio, el dios del vino —Nico estaba tan concentrado en el juego que ni siquiera escuchaba los gritos de Will—, deja en coma etílico a tu Zeus por dos turnos y tu Grifo Azul pierde el poder de ataque. Pierdes cien puntos de vida.
—Pues yo invoco a Nike, quien me da la posibilidad de llamar tres monstruos al mismo tiempo —contestó Frank. Andrew chilló de la emoción—. Así que llamo al León de Nemea, el Centauro y un Cíclope Cabezón. Se quedan descansando hasta el siguiente turno.
Nico sacó una carta lentamente, y luego con una sonrisa triunfal la puso lentamente sobre la mesa, soltó una pequeña carcajada perversa antes de hablar:
—Tres monstruos inútiles frente a mi hermosísimo Cerbero— Frank empezó a sudar—, y mi Furia ataca a muerte a tu grifo, pierdes otros cincuenta puntos.
—Invoco un sátiro de protección que se une por empatía a mi Zeus, y tu Dionicio no podrá atacarlo de nuevo— dijo Frank, luego de sacar una carta y colocar otra en la mesa—. Pierdes quince puntos de vida.
—Y es así como desperdicias tu turno —se burló Nico, colocando otra carta sobre el juego, excepto que esta estaba boca abajo—. Invoco una carta en modo silencioso, que no despertará hasta dentro de dos turnos. Sacrifico cien puntos de vida por turno para ello.
—¡Ay no! —chilló Andrew, haciendo eco de la expresión trastornada de Frank, luego se giró hacia Drew y como todo un caballero le explicó—: Sólo las cartas muy poderosas requieren de ese tipo de sacrificios.
—Y yo que pensaba que solo los amantes de los deportes sufrían de este modo viendo un juego— murmuró Drew, pero no lo miraba con decepción, sino más bien con admiración, al tiempo que intentaba mantener su pulso tranquilo para que el celular que grababa no temblara— ¡¿Isaak, estás viendo esto?!
Isaak estaba colgado del cuello de Will, intentando chupetearle la mejilla. Will se esforzaba con ganas en quitarselo de encima, pero era difícil, cuando también tenía que apartar la manota de Cherry, lejos de su trasero y patear a los estudiantes que ahora se habían aliado con el primero para quitarle el calzoncillo, pues Isaak les había dicho que solo ahí podía guardar sus condones y medicinas.
—¡NICO POR LO QUE MÁS QUIERAS, AYÚDAME!— gritaba Will— ¡HAZEL! ¡¿DÓNDE ESTÁ CALI?! ¡ANNABETH! ¡CHICAS! ¡CLARISSE AUNQUE SEAAAAA!
—No me asustas —Frank se hacía el valiente, pero no quitaba los ojos de encima de la carta secreta de Nico— Invoco al Minotauro, y mientras tanto, mi León de Nemea devora a tu Furia. Además, mi Zeus despierta de su coma etílico. Pierdes ciento cincuenta puntos de vida.
—Cervero ataca a cada uno de tus monstruos invocados con Nike con cada una de sus cabezas, y tú pierdes trescientos puntos de vida.
—Invoco otro Cíclope Cabezón y mi Zeus ataca a tu Dionicio, pierdes cien puntos.
—Invoco a Asclepio y me devuelve cuatrocientos puntos de vida.
—Es un ataque contra ti mismo porque también me devuelve doscientos a mí, con el poder de mi sátiro.
—No importa porque han pasado dos turnos y mi monstruo despierta —Nico soltó otra carcajada triunfal, al tiempo que le daba la vuelta a su carta. Andrew estaba mordiéndose las uñas. Frank tenía dos enormes gotas de sudor bajando por su frente—. ¡Saluda a Prometeo! ¡El titán del fuego! Y ahora invoco a la esfinge, quien lo protegerá de cualquier ataque hasta el próximo turno.
—¡Ay no, Frank —Andrew miró a su amigo de tragedias con lástima, como si ya hubiese perdido.
—¡AYUDAAAAA! — gritó Will en la distancia, perdiendo su propio combate.
—Invoco una carta en modo silencioso, pero sacrifico trescientos puntos en un solo turno, y así podrá despertar en el turno siguiente —Era una jugada arriesgada, pero Frank la tomó.
—¡Eso fue estúpido, Frank! —se burló Nico—. Prometeo incendia todas tus cartas con un movimiento, y estás fuera.
—No, porque levanto a mi carta en modo silencioso, que resulta ser Cronos, y regresa tu último movimiento — Esta vez fue Frank quien soltó una carcajada triunfal— Y además pierdes un turno, por lo cual ahora invoco a Pan, el dios de la naturaleza, y me protejo contra incendios.
Esta vez, Nico sí que se molestó.
—¡Pues yo invoco a Artemisa, y en medio de su caza, deja sin funcionamiento a todas tus cartas masculinas dentro del juego! —El club de las chicas que detestan a los hombres de repente comenzó a poner atención, como perritos al escuchar un empaque plástico.
—¡AHHHH! —Frank gritó con terror, al tiempo que miraba sus cartas, por primera vez preocupado— ¡No es justo!
—Además pierdes un turno— continuó Nico—. Y ahora, invoco al Pegaso, quien de inmediato ataca y roba a tu Zeus para mi propio juego. Pierdes cincuenta puntos.
—Eh... Yo... Yo... —Frank sacó una carta de su deck y sonrió con suficiencia—. ¡Pues estás en problemas di Angelo!, porque ahora invoco a...
—¡BASTAAAAAA! —Will gritó más fuerte que cualquier otra persona en todo el comedor, todo el mundo se volteó a mirarlo y se quedaron en silencio, completamente asustados. Se quitó a todos sus enemigos de encima y comenzó a señalarlos uno a uno. Primero a Cherry—: Tú deja mi trasero. —Luego a Isaak—: tú deja de besarme. —A Dimitri: Tú deja de robarme. ¡Tú! — señaló a Frank—, tendrás tu cita, deja esa porquería. ¡Y tú! —se volteó hacia Nico—. ¡Déja de comportarte como un mocoso malcriado o dormirás en el pasillo! ¡AHORA TODO EL MUNDO LÁRGUESE Y DÉJENME COMER EN PAZ!
Nico, quien ya tenía otras tres cartas en alto para defenderse de lo que sea que Frank iba a utilizar lo miró y con un puchero en los labios le dijo:
—Ow... pero...
—¡NO QUIERO OÍR PEROS! —le regresó Will—. Ahora nos vamos, recoge tus cartas y camina.
—¡Estaba a punto de ganar, Will! —intentó Frank, más lo dijo suavecito, casi con miedo.
—Claro que no— le devolvió Nico en un susurro, mientras obedientemente recogía sus cartas.
—¡CALLÉNSE, LOS DOS! —gritó Will de nuevo.
Y de pronto, todo el mundo en silencio comenzó a alejarse de la escena. Así fue como Will resultó el ganador de la contienda.
Después de que Will terminó de ducharse, se dio cuenta de que no se había traído ropa limpia para cambiarse. Todo porque había estado demasiado molesto por el caos en la cafetería como para recordarlo. Ahora solo podía contar con enrollarse una toalla alrededor de la cadera, puesto que el calzoncillo que había llevado la mitad del día, estaba en extremo, asquerosamente sucio por el sudor del castigo con Ares en la mañana. El pobre saco Armani de su padre, ahora parecía ropa barata y sucia comprado de segunda mano.
¿Debería pedirle a Nico que le pasara ropa?
—¡No importa! —De improviso, uno de sus angelitos apareció en una nube de brillantina dorada. Llevaba solo una toalla alrededor de su pequeña cintura como él, pero además, traía otro par de toallas para cubrir sus alas y otro en su cabeza que lo hacía lucir como un árabe—. ¡Salgamos desnudos como estamos! Nuestro bendito padre no nos concedió abdominales naturales para ocultarlos.
—Es cierto —corroboró el segundo, apareciendo flotando de cabeza con la misma vestimenta que su compañero, excepto que este estaba distraído poniéndose una colonia de Antonio Banderas—. ¿De qué nos avergonzaríamos? Somos el segundo hombre más guapo de este instituto. El primer lugar obviamente lo lleva nuestro amorcito Nico bebé di Angelo.
—No es eso —protestó Will, mirándose en el espejo con un pequeño ceño fruncido—. No puedo salir llevando solo una toalla. Nico pensará que quiero seducirlo.
Los dos angelitos ladearon su cabeza, al unísono.
—¿Y no queremos? —Sus expresiones eran de sincera confusión.
Will soltó un leve suspiro de resignación. Sus pequeñas conciencias aladas seguían siendo tan descaradas como siempre. Se preguntó, seriamente, si debía considerar probar con pastillas antipsicóticas. En fin, dejando sus preocupantes delirios a un lado, Will salió de la ducha y caminó dejando una hilera de huellas húmedas hasta que llegó delante del espejo. Allí, agarró otra pequeña toalla del colgador y procedió a restregar su rostro con ella, y luego el pelo hasta dejarlo semiseco.
Cuando hubo terminado, dejó la toalla de nuevo en su lugar. Seguidamente, abrió el compartimiento detrás del espejo, donde desde que al señor D se le olvidó el asalto a la enfermería, se había asegurado de dejar un variado botiquín de primeros auxilios, al lado de la pasta dental y tres cepillos de dientes para su respectivo dueño. No les dio más que un superficial vistazo, sus ojos inmediatamente se posaron sobre la pequeña cajita de cartón que le había pedido a su padre traer, y de manera titubeante, la sacó sosteniéndolo suavemente entre sus dedos.
Su corazón empezó a sentirse cada vez más pesado mientras contemplaba el objeto en su poder. Estaba tan nervioso que incluso había empezado a sudar otra vez, y a temblar, y a murmurar, y a...
—¿Y si no le gusta? —farfullaba Will encorvando los hombros hasta ponerse una joroba—. ¿Y si piensa que es ridículo? ¡¿Que yo soy ridículo?! ¿Y si no es de su estilo y lo tira a la basura?
—No lo hará —dijo su primera consciencia en forma de angelito, sentado sobre su hombro con una pierna sobre la otra—. Si fuera así, no nos hubiéramos enamorado de él.
—Pero, nunca lo hemos visto usar algo como esto —señaló el segundo angelito, en mi otro hombro, con una expresión de puro estrés—. El Will original tiene razón, ¿y si nos rechaza totalmente y quedamos devastados? ¡Debemos pensar en nuestra salud mental! Una mente sana no puede producir angelitos sanos.
—¿Me recuerdan por qué pedí esto...? —murmuró Will, desganado.
—Queríamos darle un regalo para celebrar el comienzo de nuestra relación—contestó uno de sus angelitos.
—¡Y para dejar en claro a las zorras de este Instituto de que ese italiano ya tiene correa con dueño! Ejem... —Su otro angelito carraspeó casualmente—. Pero principalmente para celebrar nuestro noviazgo.
Will, y sus dos angelitos, soltaron un largo suspiro de pesadumbre. "Pensaré en un buen momento para dárselo", reflexionó en su fuero interno, y acto seguido, se encaminó para salir del baño.
—¡Espera! —Uno de sus angelitos lo detuvo, justo cuando estaba a punto de girar la manija—. ¿En este momento, no deberíamos usar agua de calzón para un amarre?
Por inercia, Will agachó la vista en el canasto de ropa sucia, donde sus calzoncillos sudorosos habían sido depositados. No obstante, a pesar de los privilegios que aquella magia ancestral pudiera proveerle, decidió mejor no hacer uso de ella y en su lugar, escondiendo la pequeña cajita tras su espalda, finalmente abrió la puerta y salió.
Al momento que lo hizo, una suave y viejita canción en la que un hombre cantaba: "When You're Smiling", llegó hasta sus oídos, calmando algo de su ansiedad casi al instante, como si de morfina se tratase. Después de todo, ese era el efecto habitual que la música tenía en él.
Nico no podría haber elegido un mejor momento para encender su Walkman como una radio, creando un ambiente pacífico en la habitación y además, haciéndole sentir como si hubiera sido transportado al pasado, a un bonito tiempo en el que los hombres aún usaban elegantes sombreros, cortejaban dulcemente a sus parejas y, perseguían a homosexuales para matarlos con mucha tortura de por medio.
Sí, los buenos viejos tiempos.
Frank no estaba, se encontraba en su cita con Hazel, así que Will le echó una larga ojeada a Nico. Acostado boca arriba sobre su cama, con los brazos entrecruzados detrás de su cabeza, y luciendo un semblante relajado y delicado que solo conseguía cuando se dejaba llevar completamente en el mundo de los sueños. Will llegó a la conclusión de que se había quedado dormido, como habitualmente lo hacía por las tardes.
Aún así, manteniendo un ojo vigilante sobre él, Will se movió de puntillas dentro de la habitación, hasta que consiguió llegar delante del armario. Ya allí, empezó a vestirse con la típica ropa naranja del Instituto, pantalones y camiseta; y el pequeño paquetito que Apolo le había traído, se lo guardó en el interior del bolsillo.
—Deberíamos dárselo luego de la cena —susurró uno de sus angelitos, colocando una mano en la barbilla en una pose pensativa— siempre está de mejor humor después de comer.
—Tal vez debería sobornar a uno de los Stolls para que me consigan una de esas hamburguesas...
—¿Qué estás murmurando allí?
Will se congeló. Por lo que sus angelitos se hicieron de hielo y luego estallaron en una explosión de nieve y escarcha. Se giró inmediatamente hacia el dueño de la voz: Nico, quien ahora se encontraba sentado sobre su cama, con una pierna sobre su cuerpo, y una mano sujetando su peso a un lado. La posición lo hacía verse irresistible.
—No es nada —Will tragó saliva, y de repente, sintió que el paquete en su bolsillo se hacía muy pesado—. Solo soy yo, diciendo sinsentidos como siempre.
Observó a Nico levantarse de la cama desganadamente. Luego, con pasos lánguidos, acortó la distancia entre ambos, hasta que terminó enfrente de él. Se contemplaron en silencio, por unos largos segundos. Will fue el primero en hablar:
—Bonita música. Sabes lo que necesito, cuando lo necesito.
—Sabía que te gustaría —Nico sonrió suavemente, y el corazón de Will se sintió como si hubiera estallado de tanto amor. Aquella sonrisa era hermosa—. ¿Sigues enojado conmigo?
Al principio, Will no lo entendió. Luego recordó que le había gritado furiosamente a todos, incluyendo a Nico, cuando había llegado al límite. Por supuesto, él jamás podría estar mucho tiempo enojado con Nico, sin embargo, haciendo uso de su pequeña vena malvada, dijo:
—Un poquito —se encogió de hombros— ¡dejaste que Cherry e Isaak me toquetearan todo el cuerpo!
—¿Isaak... te... tocó? —Nico articuló cada palabra con un tono peligroso. Su rostro se ensombreció, y Will de inmediato se arrepintió de haberlo provocado. Tratando de remediarlo, dijo:
—Estoy bromeando. Solo quería ver si te ponías celoso.
Nico alzó una de sus cejas lentamente, su expresión seguía siendo hostil, pero al menos sus ojos habían adquirido algo de un brillo juguetón. Will se había familiarizado bastante con los sucesos que le anticipaban aquella mirada por lo que no se sorprendió cuando vio a Nico acercarse más a él, apoyar sus manos sobre sus caderas y poner su rostro a centímetros del suyo. Con sus labios seductoramente entreabiertos delante de él, quedaba en manos de Will dar el último paso, y por supuesto, no tenía un motivo para no hacerlo.
Gustoso, cerró sus ojos a medida que eliminaba la brecha y se dejó llevar en la suavidad de la boca de Nico. En su aroma a lluvia y tierra seca. En la calidez de su cuerpo que iba apegándose al suyo.
Los dedos de Nico se apretaron sobre los huecos de sus caderas a través de la ropa, luego, empezaron a descender deliberadamente en dirección a sus bolsillos. Antes de que Will se hubiera dado cuenta de sus reales intenciones, ya había sido demasiado tarde. Nico metió la mano dentro de su bolsillo derecho, y de un solo movimiento limpio, sacó la pequeña cajita hacia afuera.
Will rompió el beso de inmediato, con una mezcla de pánico e indignación, exclamó:
—¡No!, ¡espera, no mires eso!
De pronto, Nico estaba huyendo de él, y Will se halló a sí mismo corriendo prácticamente sobre sus talones, como un perro detrás de un hueso, medio saltando a la vez, con los brazos extendidos. Sin embargo, Nico era muy listo y ágil, se escabullía perfectamente de él en el momento en que estaba a punto de atraparlo.
—¿Qué es esto? —interrogó Nico, mientras saltaba sobre la cama para llegar al otro lado—. ¿Por qué estabas tan desesperado de que tu padre te diera esto?
Sin embargo, Will lo ignoró, y en su lugar ladró:
—Dámelo Nico, o te golpearé cuando te atrape. ¡Será una peor paliza que la de la vez que me declaré!
Nico ni se inmutó.
—Hace un momento, dijiste que buscarías el mejor momento para dármelo. ¿Por qué te entregaría algo que ya es mío?
Con la música de fondo, y ellos corriendo por la habitación uno detrás del otro, y si Will no tuviera ganas de estrangularlo ahora mismo; hubiera pensado que estaban desarrollando un tipo de baile extraño y extravagante, en el cual, si atrapaba a Nico, tendría un final fatídico.
—Te conozco, Will, eres demasiado... temeroso —lanzó Nico, y por la sonrisita que colocó en su rostro, Will supo que otro adjetivo era el que había querido decir—. Si te lo dejo en tus manos, solo pasarían meses antes de que encuentres el valor para dármelo. Lo abriré ahora, ¿sí?
Dicho eso, de pronto Nico hizo el amago de abrir la pequeña cajita, sin dejar de correr, sus dedos tantearon la tapa y antes de apartarla... Will finalmente lo alcanzó, y haciendo acopio de toda fuerza, lo levantó rodeando sus muslos con sus brazos y dejando salir un grito digno de la UFC, lo lanzó a la cama con un sonoro: ¡Thump!
—¡QUÍTALE LA MALDITA CAJITA YA! —gritó uno de sus angelitos enloquecidos. El segundo se limitó a decir:
—Siento algo duro y delicioso rozar contra nuestro muslo...
Will estiró rápidamente la mano para recuperar la cajita de los dedos de Nico, sin embargo, por un descuido a causa de su brusquedad; ésta terminó cayendo al suelo, y como la tapita ya estaba semiabierta, provocó que los objetos salieran disparados de su interior, quedando desparramados por el suelo.
Will de verdad se sintió morir en ese momento. Una avalancha de calor se estampó contra su cara y automáticamente, sin pensarlo dos veces, dejó caer sus manos sobre los ojos de Nico, con tanta fuerza que estampó su cabeza contra el colchón, para así evitar que él les echara un vistazo. Gritó:
—¡NO MIRES! ¡O TE ARRANCARÉ LOS OJOS!
—Eh... —uno de sus angelitos apareció flotando cerca de su cabeza. Tenía un lápiz y agenda, y una expresión preocupada—. Will grande, solicito encarecidamente que discutamos sobre "arrancarle los ojos", a nuestro amorcito italiano.
—Concuerdo —asintió su compañero—. Un Nico sin sus preciosos ojos oscuros como el averno más profundo del tártaro mismo, no es taaaaan guapo. Además, ciego, ¿cómo podría contemplar nuestra increíble complexión física de dios griego?
Will estaba demasiado concentrado tratando de sujetar a Nico, mientras éste se zarandeaba violentamente como una anguila en un anzuelo, que ni siquiera pudo enviarles una respuesta mental a sus conciencias angelicales. Y justo cuando había creído que lo había reducido considerablemente, Nico hizo lo que un Nico hace: jugar sucio.
Alzó una rodilla, y con total descaro, apretó los testículos de Will con la suficiente fuerza para que este se quejara de dolor. Así que, sin poder evitarlo, Will perdió fuerza en sus brazos y en el resto de su cuerpo; por lo que se cayó de costado en la cama, haciéndose bolita, mientras se agarraba de sus partes íntimas.
Al fin libre, Nico pudo enderezarse de la cama e inmediatamente echó un vistazo al suelo. Entonces, sus ojos se abrieron con sorpresa. Soltó solo un diminuto: "Oh".
Y luego se sonrojó, avergonzado.
—Pensé... pensé que era algo sexual —susurró Nico, sentándose con un aire tímido a su alrededor—. Y por eso no querías mostrarme...
Will se incorporó cuidadosamente, con los ojos algo húmedos aún por el dolor. Le envió una mirada de reproche a Nico, y luego se fijó, con pena, en los dos brazaletes de tela de arcoíris que estaban en el suelo.
—Lo siento —musitó Nico, y su rubor se profundizó más. Se veía tan adorable, que Will no tuvo la fuerza de seguir enojado con él.
—Somos tan débiles —lloriqueó uno de sus angelitos, mientras el otro se quedaba viéndolo embobado.
Will soltó un suspiro de derrota, y mientras se agachaba para recoger los brazaletes, empezó a hablar:
—Está bien —Volvió a sentarse delante de Nico, cuando tuvo los pequeños trozos de tela de arco iris entre sus manos, comenzó a hablar—: Esto es para ti —su corazón iba rapidísimo— no es para tanto, lo pedí para que tuviéramos algo juntos, como pareja, pero entenderé si no te gusta solo... —soltó una risita nerviosa— es tan cliché, ¿no?
—¿Arcoiris? ¿Porque somos gays? —Nico sonrió de medio lado—. Un poco cliché, sí.
Luego, estiró una mano, para agarrar uno de los brazaletes que sujetaba Will con fuerza entre sus dedos. Lo estudió por un largo rato.
—Y cursi —agregó Nico finalmente, pero lo había dicho con ternura, no con molestia, y bastó para poner feliz a Will.
—Y eso que no has visto aún, el bordado que tiene adentro —dijo, y un golpe de vergüenza volvió a atacarlo, porque una cosa había sido pedírselo a su padre, y ahora mostrárselo a Nico. En este punto, su inseguridad empezó a susurrarle en el oído, diciéndole que tal vez Nico se asustaría por esto, o pensaría que era una molestia.
A pesar de eso, no detuvo a Nico cuando empezó a leer el grabado que había pedido que dejaran en los brazaletes.
—¿Solangelo? —Nico frunció el ceño, y lo miró sin comprender.
Will rápidamente intentó explicar, aunque con muchos balbuceos de por medio.
—Es... es la unión de nuestros apellidos, ¿ok? Por Solace y di Angelo... ehh... como el nombre de un ship... porque, soy fanático de nosotros mismos, ¿sabes? —tomó una honda inhalación—, sé que es algo tonto...
Se dio cuenta que había estado rehuyendo su mirada, así que alzó la cabeza y se encontró con sus oscuros ojos, fijos en él, y en los cuales no había ningún rastro de burla, para su sorpresa, solo había una suave calidez, que transformaba su rostro en algo hipnotizante para contemplar.
Will sabía, considerando la personalidad fría y reservada de Nico desde el principio, que no podía esperar escuchar de sus labios, palabras románticas y sentimentales sacadas de una película de Disney o de una novela juvenil. Y de hecho, contrario a como le ocurriría a otras personas, a Will esto no le molestaba en lo más mínimo. Porque las acciones de Nico siempre resultaban ser más poderosas que cualquier frase romántica en el mundo.
En silencio, Nico se colocó el brazalete alrededor de su muñeca, luego alzó el brazo, y le mostró los extremos a Will, diciendo:
—Átalo.
Siendo presa de un júbilo inconmensurable, Will procedió a acatar su orden en un vago estado de inconsciencia. Hizo un nudo lo suficientemente fuerte para que el brazalete no se soltara de su muñeca izquierda, pero al mismo tiempo, la dejó lo suficientemente floja para que no le causara una incomodidad o irritación en la piel. Luego, listo eso, se quedó mirándolo con una expresión ausente en el rostro.
El contraste que estaba haciendo aquella colorida tela de arcoíris, con su piel pálida como la nieve y su habitual ropa lúgubre de color negro, simplemente parecía estar abriéndole la mente, sin poder aún creerse que alguien como Nico, estuviera cumpliéndole el capricho de usar algo como esto. Y encima, unos segundos después, observó boquiabierto como Nico agarraba el otro brazalete para ponérselo él mismo en sus brazos.
Sin decir nada, sin mirada burlona. No hubo ningún rastro de desdén. Solo una brillante sonrisa, tan cálida como un rocío de primavera, empapando a Will y llenando su corazón de tanto amor que ni el pecho de una ballena podría contener.
—Gracias —dijo Nico suavemente, y luego acarició con extrema dulzura algunos rizos sueltos caían en su frente.
Will soltó un suspiro tembloroso. Agarró la mano de Nico que le acariciaba ahora la mejilla, y le implantó un beso en la palma y luego en el dorso de ella. Después dejó un beso en cada nudillo de sus dedos, seguidamente beso su muñeca, justo donde podía sentir el corazón de Nico latir como loco, y entonces, se inclinó hacia adelante para unir su boca con la de él.
Automáticamente, Nico abrió sus labios y dejó que la lengua de Will rozara la suya. Ambos se estremecieron de placer en el instante que sucedió. Las manos de Nico se elevaron y rodearon el cuello de Will, al siguiente segundo, lo empujó para quedarse encima de él, terminando Will semi acostado sobre la cama. Inmediatamente, colocó una rodilla en medio de sus piernas abiertas y aunque se sintió ponerse ligeramente rígido, al recordar el pequeño golpe en sus testículos de hace rato, pronto se relajó cuando una de las manos de Nico viajaron hacia abajo para tocar la parte inferior de su cuerpo.
Soltó un pequeño sonido cuando sintió los dedos de Nico, apretar su miembro semierecto, con delicadeza.
—Perdón por lo de hace rato —murmuró Nico sobre su boca, creando caricias con cada palabra que articulaba—. ¿Dolió mucho?
—Sí, fue bastante doloroso —Will puso un motín lastimero—. ¿Así es como tratas a tu querido novio, quien tan amablemente nos consiguió un regalo para ambos?
Los labios de Nico temblaron con una sonrisa. De pronto la palabra "novio" se volvió lo único ruidoso e importante en la habitación. Era la primera vez que Will lo decía así, con tanta seguridad, como esperando a que Nico no lo notara. Él lo notó, claramente lo notó, pero decidió dejarlo pasar. Tal y como se deja pasar la afirmación de que el sol es brillante. Al final, solo le dijo:
—Me disculpo. Supongo que ahora tendré que recompensarte por el agravio, ¿no?
—Eso sería lo adecuado —respondió Will con voz áspera, y entonces, su cuerpo sufrió de una sacudida, al momento en que Nico extendió la mano y empezó a masajear su parte más sensible, con un suave vaivén. Pero solo se relajó por unos segundos, antes de recordar que ellos compartían la habitación con alguien más—. ¡Espera! Frank...
—Por primera vez, agradezco que esté con Hazel —se apresuró a contestar Nico, con toda tranquilidad mientras seguía tocándolo—. Y además, le he puesto seguro a la puerta.
—Oh... ¿ya esperabas este resultado? —inquirió Will, sin embargo, su pregunta no obtuvo respuesta y ni siquiera le importó, porque lo siguiente que hizo Nico, fue bajar un poco su pantalón y calzoncillos nuevos, lo suficiente para liberar el miembro de Will, ahora sí, completamente erecto.
Sin ninguna tela de por medio, cuando Nico lo tocó, rodeándolo completamente en la palma de su mano, otra sacudida arrebató su cuerpo por el placer, y lo único que pudo hacer fue agarrar a Nico por los hombros y soltar un suave gemido indefenso. Inmediatamente, una sensación de vergüenza lo embargó, sabía que en este momento estaba tomando un papel bastante sumiso y aunque aquello no le molestaba, al mismo tiempo, también quería que Nico estuviera en igualdad de condiciones que él. Por lo que, llenándose de decisión, su mano terminó buscando el propio miembro de Nico.
Hizo exactamente lo mismo que él, lo tocó sobre la tela por un rato, encontrándolo ya largo y pesado, para, continuamente, bajarle la pretina y los bóxers, y dejar afuera su erección. Sin dejar de besarlo, Will empezó a masturbarlo, siguiendo el mismo movimiento y velocidad que Nico estaba utilizando sobre su miembro.
Entre la marea de placer que Will estaba sintiendo, encontró que la situación le parecía bastante irreal. Es decir, jamás, nunca, se había imaginado que iba a terminar en la misma cama con Nico, haciendo algo tan íntimo como esto. En el pasado, conseguir que ambos estuvieran en el mismo salón ya le había parecido un golpe de suerte que los Dioses le habían concedido mediante un milagro celestial. ¿Acabar en la misma habitación que él? ¿Acabar siendo novios? Si sus angelitos le hubieran dicho que aquello sucedería en el futuro, se hubiera reído en sus caras y definitivamente sabría que había perdido la razón.
¿Quién hubiera creído que los sueños se hacían realidad?, y que al haber pedido un deseo a Diosito a las doce de la noche en año nuevo, ¡se haría realidad!
También agradeció a los cielos por que el director no había considerado que sus estudiantes también podrían ser homosexuales, y que... algo como esto podría ocurrir alguna vez. O tal vez lo había imaginado, pero no esperó que alguien como ellos, tan diferentes el uno del otro, tanto en personalidad como en apariencia, podrían terminar en una situación así con las manos en la masa. Literalmente. No pudo evitar echar una pequeña risita por el pensamiento.
—¿Qué? —preguntó Nico con los ojos nublados. Su respiración era superficial, y su sonrojo no hacía más que aumentar.
Will negó con la cabeza, y en su lugar, lo distrajo dándole otro beso mientras su mano aumentaba la velocidad de sus caricias, al unísono con Nico. Sintió que poco a poco, su cuerpo se ponía tenso y se acercaba cada vez más a la liberación. La mano de Nico era suave y hábil masturbándolo, lo hacía con empeño, y es por eso que, irremediablemente Will estaba soltando un par de jadeos algo escandalosos.
Al mismo tiempo, Nico también se veía bastante cerca del clímax. Y por unos momentos, ambos pensaron que podrían compartir el primer orgasmo juntos... Sin embargo, ese pensamiento apenas pudo ser formulado. Sin piedad, de pronto, el aparato alrededor del cuello de Nico, empezó a pitar, y pronto subió de velocidad.
—Mierda —maldijo Nico de inmediato, apretando su mandíbula tan fuerte que Will pudo escuchar los sonidos de los dientes raspando entre sí. Entonces, cerrando sus ojos con dureza, y pareciendo que agarraba valor del propio infierno, agarró la mano de Will que había aminorado las caricias sobre su miembro, y dando un gruñido lleno de frustración, lo apartó y lo sostuvo contra la cama—. Detente —ordenó, con la voz teñida de dolor.
Formando una débil sonrisa alentadora, Will rápidamente contestó:
—Está bien, detengámonos los dos.
Sin embargo, por su parte, Nico no se estaba deteniendo, al contrario, colocó más entusiasmo en masajear su miembro cada vez más cerca de la liberación.
—Nico... no es necesario... —jadeó Will, pero su pedido carecía de toda firmeza. Sus rodillas se contrajeron y apretaron los muslos de Nico. Su cabeza cayó desvalida sobre su cama y cada vez respiraba más fuerte, solo un poquito más y... —Nico —musitó bajito.
El semblante de Nico se veía tan aterrador como sensual, sus ojos parecían en llamas tanto por el deseo como por la frustración. Ahora mismo, realmente lucía como un delincuente capaz de asesinar a cualquiera que le diera la más mínima molestia.
De pronto, Nico tocó la punta de su cabeza con un dedo y con un giro de muñeca particularmente hábil, finalmente, logró empujar a Will en un fuerte orgasmo que lo hizo temblar y sostener a Nico más cerca de él, mientras los chorros de semen caían sobre su camiseta limpia, y también sobre las sábanas y manos de Nico.
Un momento después, cuando su respiración ya no era tan exagerada, habló:
—No tenías por qué hacerlo —su voz salió extremadamente rasposa—. Eso no ha sido justo...
Hace rato que la luz roja en el collar de Nico había dejado de titilar. Si tenían suerte, el señor D la ignoraría y tal vez no vendría a preguntarles sobre lo que había sucedido. Nico soltó una larga inhalación, parecía más tranquilo ahora que Will había terminado, como si ambos hubieran compartido la liberación. Se limpió la mano contra sus sábanas.
—Está bien, verte terminar de forma tan sexy, lo recompensó con creces —sonrió con ironía, mientras guardaba su propio miembro, aún duro y largo, dentro de sus pantalones. Al hacerlo, no pudo evitar formar una mueca adolorida.
Will se sintió un poco culpable por haber sido el único que había terminado. Sin embargo, no supo qué decir, así que, en su lugar, levantó los brazos invitando a Nico a caer en ellos. Sus cejas se levantaron por la sorpresa, pero su corazón estalló de alegría, cuando obedientemente, Nico se inclinó para terminar acostado sobre el pecho de Will, con la cabeza escondida dentro de su cuello y los brazos alrededor de su espalda.
Por un largo rato, Will siguió mudo, mientras sonreía como bobo y sus angelitos hacían el baile de la victoria alrededor de ellos. Luego, sonando su voz amortiguada, Nico preguntó tímidamente.
—¿Lo hice bien? ¿Fue bueno?
—Fue excelente —contestó Will de inmediato, con un rastro de bochorno—. Es lo mejor que he experimentado en la vida.
Aunque no podía verle el rostro, Will sintió que los labios de Nico se curvaban en una sonrisa contra su cuello.
—Mierda —fue todo lo que dijo, dejando salir después un bufido exasperado. Lo que le provocó cosquillas a Will, quien se río por un rato.
—Tranquilo. Leo está trabajando lo más pronto que puede para quitarte esa cosa chillona del cuello. Y cuando lo logre —susurró seductoramente— lo primero que haremos será eso, ¿está bien? Haré que te quedes sin aliento.
El cuerpo de Nico se había puesto repentinamente tenso después de esas palabras. Will esperó, preocupado, para escuchar una respuesta. Al cabo de un momento de silencio, la obtuvo.
—Sí.
Will soltó un suspiro de alivio. Luego pensó que había sido tonto preocuparse, Nico simplemente estaba sufriendo por las consecuencias de haber sido masturbado sin conseguir un orgasmo. ¿Por qué no querría deshacerse de su collar? Obviamente Nico estaba de acuerdo, ya que siempre se quejaba de las limitaciones que le daba. Aunque, después de pensarlo un momento, Will comprendió.
No era quitarse el collar lo que le preocupaba, sino, posiblemente, las repercusiones que eso les traería. Porque, tal vez el señor D podría enfurecerse y obligarlo a ponérselo de nuevo. O, peor... Su padre. ¿Qué reacción podría esperarse por parte de su padre? El señor di Angelo parecía un buen hombre... ¿Por qué había permitido, en primer lugar, que le colocaran ese aparato en el cuello a su hermoso hijo?
Will le dio un besito en la cabeza. Su pelo olía delicioso, y comprendió a su propio padre cuando alabó su champú. Al mismo tiempo, leves caricias eran proporcionadas a la espalda de Nico, mientras ignoraba con todas sus fuerzas, y se contenía con una voluntad sobrehumana, para no rozar el miembro de Nico que aún se sentía increíblemente erecto y palpitante contra su muslo.
—Vayamos y robemos algo delicioso de la cocina, ¿quieres? —comenzó Will, sonriendo sobre su abundante pelo negro—. Estoy seguro que eso te hará sentir mejor.
Los brazos a su alrededor se apretaron con mayor fuerza, con una suave voz, Nico respondió:
—Solo quiero estar contigo.
Mientras los demás se divertían teniendo sus citas y momentos románticos, Leo y Calipso estaban condenados a cumplir con el castigo impuesto por el señor D, por haber sido los únicos valientes en colarse a chismosear dentro de la reunión. O bueno, haber sido obligados a entrar a chismosear dentro de la reunión.
Ambos estaban en la recepción del Colegio, esperando pacientemente a que los "nuevos inscritos" que, ellos sabían, habían sido enviados por el papá de Dimitri se presentaran ahí mismo para proceder a enseñarles las instalaciones del Instituto. Calipso, estaba acostumbrada a hacer ese viaje con los nuevos ingresos, así que esperaba tan hastiada como de costumbre, sentada en un sillón, con su mano sosteniendo su rostro. Leo, estaba de pie, brincando de una pierna a la otra, justo como había hecho antes, junto a su padre.
—¿Acaso tienes pulgas en el trasero?— Calipso le habló lentamente, justo después de bostezar— Ya quédate quieto.
—Es que no lo consigo— contestó Leo, con sinceridad— Siento que moriré si no estoy en constante movimiento.
—Ten, juega con esto— Calipso le entregó una coleta que usaba para atarse el cabello, pero que tenía cinco Charms de Pandora como adorno. Leo, obedientemente se sentó en el brazo del sillón y empezó a mover los charms de un lugar a otro, y a amarrar la coleta alrededor de sus dedos, por lo que Calipso agregó— Si se te suelta de ahí y le pegas a la recepcionista por accidente, voy a decir que es tu culpa, y solo tu culpa.
—Okay...— Leo no parecía consciente de su propia respuesta. Después de eso, se quedó en silencio un par de minutos.
—Esto es bueno— Calipso habló de vuelta, sin estar especialmente interesada en que Leo la escuchara o no— Así conoceremos de una vez a la nueva escoria de Dimitri, y podremos saber a qué atenernos. Se puede decir que es un buen paso a nuestro favor.
—Sí, pero tú tendrás que hacer la mayor parte— contestó Leo, con su mirada concentrada en estirar la coleta—, porque yo no sé cómo se hace...
—No es nada del otro mundo— Calipso suspiró, exhausta por el ya tan desesperante día—. Solo quedate callado y sonríe fingiendo ser Will.
—¡Oh! Puedo fingir ser Will, sí... ¡Eso puedo hacerlo!— Leo esta vez levantó la mirada hacia Cali, y se quedó mirándola durante suficiente tiempo como para hacerla sentirse incómoda.
—¿Qué me ves?— ella rompió el contacto visual—. Will no me observa todo el tiempo como un enfermo mental... Eso solo lo hace con Nico.
—No lo estoy imitando aún— Leo comenzó a reírse, pero con discreción después de que la recepcionista lo mirara mal—. Me preguntaba cómo terminaste irremediablemente atada a Will Solace, siendo que odias a todos los hombres.
—Ya he dicho mil veces que no los odio a todos — Calipso rodó los ojos— Solo...
Pero no terminó la oración, porque en ese preciso momento Cherry entró a la recepción en la que estaban, acompañado de un grupo de seis estudiantes nuevos. Todos hombres, ni una sola chica. Tres de ellos eran feísimos, aunque no tanto como Dimitri, otros dos, eran particularmente altos, tanto como Frank. Pero fue el último, quien llamó la atención de Calipso.
En segundos, todo su mundo se vino abajo, si hubiese estado de pie, se habría caído al suelo y posiblemente habría empezado a llorar, pero, como estaba sentada, todo ese sentimiento se acumuló de golpe en su estómago, y de un solo tirón la obligó a levantarse.
Iba a vomitar, la sangre dejó de circular por su cuerpo, su visión se oscureció por completo; lo poco que quedaba de su alma de vidrio, se quebró de un solo golpe.
Paso #53: Espera lo inesperado. Siempre puede ser peor.
Siempre.
Hola hola, delincuentes.
Son 12600 palabras sacadas de nuestros ovarios, nuestro sudor y nuestros dedos llenos de suculencia. Esperamos que les haya gustado y que nos dejen muchos comentarios.
Aquí van a dejar su comentario largo como la banana de Cherry sobre el capítulo
Y aquí van a dejar su comentario amoroso como los angelitos de su amor al sismance
Amer tuvo sus exámenes y Kinn está estudiando para un examen muy importante como ya todos los lectores que nos siguen en las cuentas individuales sabrán. Por eso la tardanza con el cap, pero por eso también el capítulo especialmente largo, para que lo disfruten mucho y nos perdonen.
Nos leemos pronto, besitos.
Muak Muak
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