Paso #52: Escóndete bien

¿Así se siente morir? Porque todos los músculos flácidos y delgaduchos de mi cuerpo están temblando como si se hubieran convertido en una enorme y no tan deliciosa gelatina gelatinosa que no deja de gelatinearse. Dejarme caer contra el frío piso del gimnasio se convierte en una necesidad, aunque sé que, luego de hacerlo, no podré ponerme de pie de nuevo, nunca jamás. El trío tormenta marítima de fuego, tendrá que buscarse un nuevo reemplazo, un Leo 2.0, con mejores planes maquiavélicos, y chistes de bajo presupuesto.

No soy el único, tan pronto como el señor La Rue sale del lugar, llevando a la muy sensual mamá de Piper con él, todos los estudiantes nos tiramos al piso como si este fuera realmente lava. Sí... Lava que va a acabar con nuestras miserables existencias, porque nadie quiere vivir después de una tortura como la que nos acaban de hacer pasar.

Yo me salté la mitad de los ejercicios, exponiendo mi vida en el proceso, y aún así siento que mi cuerpo entró en estado de ebullición, no quiero siquiera imaginar cómo se debe estar sintiendo mi de-nuevo-compadre Chris, que fue aplastado bajo la bota de su no-suegro-suegro-secreto, durante incontables minutos, o el pobre Andrew, quien colapsó a la mitad de alguno de los entrenamientos y fue a dar a la enfermería con la espuma saliendo de su boca.

Desde mi agonizante posición, observo como Will, uno de los pocos que aún se mantienen en pie, camina lentamente, esforzando sus glúteos y piernas aún más, hasta subir todas y cada una de las gradas necesarias para llegar hasta Nico. No tiene camiseta, está tan solo en ropa interior, y avanza con sus brazos caídos hacia los lados, balanceándose flojos, como si no fuera más que un sensual zombie que se dirige hacia su amo.

Cuando al fin consigue llegar a él, se deja caer, tan muerto como nosotros, pero con su cabeza y espalda sobre algo mucho más cómodo que el suelo: el regazo de Nico. Ahí, procede a agonizar con voz lastimera, casi afónica, que solo consigo escuchar porque estoy cerca:

—Esa... es una nada saludable... táctica de... de entrenamiento.

—No creo que al señor La Rue le importe mucho tu salud— le contesta Nico, con las manos suspendidas en el aire, como si no pudiera decidir si quiere ponerlas a reposar sobre el cuerpo desnudo de Will, o utilizarlas para empujarlo lejos de sus piernas.

—Me dueeeeele— lloriquea Will— Me duele muchísimo, todo el cuerpecito.

Y eso es claramente una solicitud para que Nico haga algo al respecto, y como el italiano no es doctor, ni quiropráctico, ni masajista profesional, lo único que consigue hacer es colocar las palmas de sus manos sobre el pecho desnudo de Will y empezar a acariciarlo lentamente de arriba a abajo, como si dijera: "sana, sana, pectorales sabrosos, si no sanan hoy, me los comeré a lengüetazos". Porque no me queda muy claro si su intención es aliviar el dolor, o toquetear a su chico dorado mientras está con la guardia baja. Tal vez ambos...

Recuerdo que le dije a Nico que debía tratar de lucir más heterosexual enfrente de los delincuentes, pero bueno, supongo que puedes romper la regla cuando tu guapísimo novio está sobre tus piernas semidesnudo y sudoroso, suplicándote que lo cures con un beso sanador.

Desvío la mirada para no ponerme a llorar por mi eterna soltería, y porque también quiero que alguien me mime. Es un error, porque lo siguiente con lo que me encuentro son Hazel y Frank. Ella pudo haber sido mi chica, pero no. Ni siquiera lo intenté, se ve mejor con Frank de todos modos. Como sea, se están tomando de las manos.

—Todo lo que dijiste, Haz... fue...

—No dije más que lo que siento, Frank. Y todo es cierto.

Y blah, blah, amor, amor. Frank se pone colorado y a Hazel le brillan los ojos como si estuvieran a punto de convertirse en estrellas. Frank mira un momento hacia Nico, para asegurarse de que está distraído y luego le da un besito a Hazel en su brillante y tersa mejilla, que luego Hazel (¡atrevida!) regresa sobre los labios de él.

Como los odio.

Jason está intentando reanimar con respiración boca a boca a un unicornio desmayado. ¡Ah! No. Solo está besando a Piper. Mientras que Annabeth le jala los pies para acercarla hacia mí, donde posiblemente nos dirá algo, porque la mente de Annabeth nunca descansa. Si está fuera de peligro inminente, entonces posiblemente ya está inventándose un nuevo plan para hacer quién sabe qué.

Percy la toma de la cintura antes de que se vaya a interrumpir a Nico y Will en medio del descubrimiento sobre anatomía que di Angelo está haciendo, la gira y le planta un beso sudoroso y sucio que, si Jackson no fuera el sensual Jackson de ojos verdes, sonrisa ladina y trasero perfecto, probablemente haría que se ganara una patada en las bolas. Si fuera, por ejemplo, un simple y escuálido yo, obtendría por supuesto una patada en las bolas.

—¡Ya, déjame! —Es lo que dice Annabeth, para luego besarlo ella de vuelta y al soltarlo por segunda vez, agregar—: ¡Qué asco! ¡Olemos a sudor!— Otro besito.

—Bueno, a ellos no les importa —dice Jackson, con respecto a Nico y Will—. Déjalos un rato.

—Debemos espiar la reunión de padres— susurra Annabeth, el resto de estudiantes quejumbrosos y agonizantes, están tan preocupados en su propio dolor físico que nadie le presta atención —, para saber algo más sobre el padre de Dimitri.

—Pues... habrá que averiguar en dónde harán la reunión— dice Percy— Y no creo que consigamos colarnos todos.

—Definitivamente no podemos colarnos todos— le devuelve Annabeth. Otro besito— No puede ser Will, ni Piper, por llamativos.

—Que lo haga Leo— Piper revive de la muerte solo para venderme cual Judas.

—¿Eh? ¿Por qué yo?— le regreso de inmediato.

—Porque eres el más enano— le devuelve Piper— Y te escondes fácilmente. Y porque si te descubren tu papá no te va a hacer nada, ni se va a enfadar, como sí lo harían otros.

—¿Todos a favor de que lo haga Leo?— pregunta Annabeth.

Tanto ella como Percy levantan las manos. Piper levanta una pata con pezuña, Jason se encoge de hombros y levanta un dedito. Hazel se está estirando así que la cuentan por su mano y la de Frank al mismo tiempo; y Nico y Will actualmente se encuentran fuera de juego. ¡Malditos sean todos!

Justo en ese momento, Calipso aparece. Yo no la estoy espiando. Hasta hace un segundo ni siquiera la había visto, pero tan pronto como se muestra en mi rango de visión, ya no puedo dejar de mirarla. Avanza lentamente, con las piernas (que yo no estoy acosando) temblándole de forma casi imperceptible. Como siempre, se mueve de forma desenvuelta, con la barbilla apuntando hacia arriba, y los labios apretados en una línea recta.

Intenta avanzar hacia Hazel, pero luego se da cuenta de que está con Frank, así que titubea un segundo y cambia de dirección. Me doy cuenta del momento en el cual visualiza la melena incandescente de Will, da dos pasos hacia él, incluso levanta la pierna para empezar a subir las gradas y entonces, su ceño se frunce: también será mal tercio ahí. Devuelve su pie al suelo firme y se voltea hacia Annabeth.

—Iré con el elfo —pronuncia, sin miedo, más como una orden que como un aviso.

—¿De verdad? —pregunta Annabeth con una ceja en alto.

—¿DE VERDAD? —pregunto yo, incorporando la mitad de mi cuerpo hacia arriba. Su mirada de frustración, me hace darme cuenta de que grité.

—Alguien tiene que evitar que meta la pata— le dice a Annabeth, no a mí—, o que se distraiga mirando los pechos de la mamá de Piper y no averigüemos nada, por su culpa.

—De acuerdo —Annabeth decide que las palabras de Calipso están llenas de sentido. Mis piernas deciden que se van a poner en pie, sin decirle al resto de mi cuerpo y termino cayéndome de nuevo, sin hacer algo mucho más ruidoso que zapatear—. Tengan cuidado, y presten especial atención a ustedes saben quien.

— Por supuesto —es lo último que le dice a Annabeth antes de girarse hacia mí, me patea el brazo con la punta de su pantufla y luego me dice con su bella forma de dirigirse hacia mí como si yo fuera un cavernícola—: ¿Elfo escuchar? Cali ir con elfo —pone una mano contra su pecho para señalarse a sí misma— Elfo no tocar Cali. Elfo no hablar a Cali. Elfo portarse bien y hacer lo que Cali decir. Si Elfo sacar de quicio a Cali, Cali arrancar todos los dedos de Elfo. ¿Elfo entender?

—Elfo entender —contesto de inmediato. Si no la conociera tan bien, diría que está forzando sus labios para ocultar una sonrisa.

—Bien... ¿Dónde es la reunión? —de nuevo se gira hacia Annabeth. Ella, quizá por reflejo, levanta la mirada hacia Nico, pero este sigue tan ocupado como antes.

Da igual. De todos modos no tiene tiempo para contestar, porque justo en ese instante, el señor La Rue entra de nuevo al Gimnasio. Con lentes de sol, traje militar, y una mujer guapísima pegada a su cuerpo. Es decir, la mamá de Piper.

—¡HE VUELTO, SOLDADOS! —grita, con su voz atronadora y terrorífica—. ¿Me extrañaron?

Travis suelta un chillido con una octava más aguda de lo normal, y luego cae desmayado en los brazos de su hermano. Jason y Percy se toman de las manos buscando consuelo, y Katie estira los mechones de su pelo en sus manos. El resto, simplemente gritamos como Travis, con el horror colmando nuestras facciones, y el llanto a punto de azotar a través de nuestra garganta. Mientras que el señor La Rue, como es un alma amable y empática, suelta enormes carcajadas al oler el miedo en nuestros calzoncillos sucios.

—¡Ay, eres tan malvado, corazoncito! —Lo regaña Afrodita, dándole un pequeño palmetazo sobre sus impresionantes bíceps. Luego se voltea hacia nosotros, y dice—: Chicos, tendrán que abandonar el gimnasio. Somos demasiados padres esta vez, por lo que Quirón ha decidido llevar a cabo la reunión aquí.

Un coro de suspiros de alivio recorre por todo el grupo, y entonces, los padres inician a ingresar al gimnasio, al mismo tiempo que todos nos levantamos para salir corriendo cual cucarachas al ser iluminadas por una linterna. Will es empujado salvajemente por Nico, para que se levante de una buena vez por todas también y camine, pero, tan pronto como Will levanta la cabeza y ve a su papá, la energía vuelve a su cuerpo como si fuera Wall-e recargándose con el sol. No hay "holas", ni abrazos, solo un grito de:

—¡Papá! ¿Lo conseguiste? ¿Pudiste traerlo?

Y Apolo, como el padre consentidor que es, esboza una enorme sonrisa del tamaño del universo y saca de su bolsillo una pequeña, casi diminuta, cajita. La imagen, de inmediato me hace recordar aquella vez, cuando le entregó a Will los condones. ¿Serán condones también en esta ocasión? Al parecer no soy el único en pensarlo, porque una bandada de chicos levanta la cabeza al unísono cual suricatas saliendo de sus hoyos.

—Sí —Apolo le contesta a su hijo, pagadísimo de sí mismo— ¡Los traje!

Y es todo lo que alcanza a decir antes de que una turba gigantesca de estudiantes se abalance sobre él en busca de los preciados condones, tal y como lo habían hecho contra Will antes, en varias ocasiones. Sin embargo, después de tanto tiempo, al menos Will había aprendido a correr. El pobre Apolo tan solo pudo gritar cual soprano, antes de comprender que su muerte estaba próxima.

Pobre. Fue un buen hombre. Muy joven y muy guapo. Merecía más. Siempre lo recordaremos como el papá más cool de todos. Descanse en paz: Apolo. Buen padre, buen doctor y buen proveedor de condones.

En un último segundo antes de la catástrofe, Apolo es lo suficientemente valiente como para tirarse a los brazos de la muerte. En serio. Salta hacia atrás, extendiendo sus brazos musculosos y fortalecidos, hacia el único papá hacia el cual es una pésima idea hacer algo como eso: el señor di Angelo; quien por algún motivo, lo sostiene cual princesa en apuros en sus brazos enfundados en traje Armani.

—¿Por qué estas criaturas incivilizadas buscan hacerte algún daño? —inquiere Hades tranquilo, como si cargar a un "Will versión adulta" fuese completamente natural.

A sus espaldas, el señor Tanaka los contempla con expresión escandalizada, mientras suelta murmullos bajísimos que parecen decir: "¡Hombres degenerados! ¡Qué desfachatez mostrar tales actos homosexuales"! Sin embargo, Drew Tanaka, escondida tras Silena, ya les está sacando fotos a diestra y siniestra.

—¡Ay, no lo sé! ¿Es mi culpa haber nacido tan increíblemente sexy y rico? —Apolo suelta un suspiro melodramático, y luego, como una reacción tardía, parece darse cuenta de la situación en la que está. Sin embargo, no se ve nada más que complacido—. Oh, pero dejemos de hablar de los estudiantes comedores de Apolos. ¿Es usted soltero, señor di Angelo?

El taciturno papá de Nico no tiene tiempo de responder, porque en ese instante, Cornelio y Cherry forman una pared humana frente a ambos, para intentar detener a los estudiantes con ganas desesperadas de coger. Digo, no es que yo no quiera, pero con o sin condones mi vida será igual de célibe así que... No voy a asaltar al pobre papá de Will en vano.

—¡Déjenlo en paz! —Will intenta llegar a su padre antes que los demás—. ¡Protégelo, Cherry! ¡QUE NO LO ALCANCEN! ¡QUE ME LO MATAN, SALVAJES! ¡NO ES LO QUE CREEN QUE ES!

—¿Qué piensan que es? — Apolo pregunta, aún en brazos de Hades, luego Afrodita grita... ¡Ah no! Disculpen, sigue siendo el papá de Will, pero con una voz agudísima, cuando Connor Stoll lo agarra de la pierna, y exclamando con voz codiciosa le exige: "¡Dame mi precioooosssoooo!"

El señor di Angelo lo aleja propinándole una patada en el tórax.

—¡Atrás, bestia del erebo! —le regaña con voz severa, a lo que Connor, en cuclillas y luciendo un lomo exageradamente jorobado, contesta con un siseo rabioso.

—¡Mi héroe! —A Apolo casi le salen brillitos en los ojos, luego su semblante cambia drásticamente a uno serio, al dirigirse hacia su hijo—. Will, ¿qué ocurre? Algo me dice que no me atacan solo por mi impresionante atractivo.

—Preservativos —Will susurra como respuesta, pero su papá no escucha. Cornelio empieza a llamar refuerzos desde su radio.

Atenea está despotricando al fondo, pidiendo orden en el nombre de la decencia.

—¡¿QUÉ?! —repite Apolo.

—¡PRESERVATIVOS, PIENSAN QUE SON CONDONES! —grita Will finalmente, y después está a punto de morirse de la vergüenza, por lo que agrega—: ¡YA LES DIJE QUE NO ES ESO! ¡NO ME MIRES ASÍ, CHERRY!

—Pre... ser... —el rostro de Apolo se vacía de emoción por un momento y luego se ilumina como si acabara de comprender todos los secretos del universo. Sus brazos siguen alrededor del cuello de Hades, quien debo decir, maneja un gran equilibrio para sostener a un Apolo y un vaso de poliestireno lleno de café en la mano, el mismo que también sostiene unas piernas—. ¡Ohhhhhhhh! ¡Pero si solo se trataba de eso debieron decírmelo! ¡Nada me complacería más que cumplir con las necesidades básicas de un montón de adolescentes urgidos!

Así que, contento y sin ninguna gota de miedo ahora, Apolo al fin se baja de encima del señor di Angelo, se mete la cajita de Will en el bolsillo de la camisa, y seguidamente, con ambas manos, comienza a sacar pequeños paquetitos brillantes de los bolsillos delanteros de sus jeans, para lanzarlos al pueblo hambriento de Roma, cual dulces sabrosos, o como Aladdin tirando monedas de oro desde su elefante. Condones. Condones de hospital. Gratuitos. Apolo podría haber sacado una piñata de sus bolsillos y nadie estaría tan feliz como ahora.

—¡Sírvanse, pequeños, sírvanse! —exclama Apolo con júbilo, a medida que va lanzando condones hacia un conjunto de hombres reunidos delante de él, atrapando los paquetitos en el aire o agarrándolos del suelo—. ¡Tengo de todos los sabores, y de todos los tamaños, para enfundar sus galardones soldaditos antes de que se lancen a la cueva a luchar!

No voy a mentir, esta vez, Leonidas Valdez también fue al ataque para la adquisición de armadura, porque, ¡Hey! ¡Quizá esté soltero ahora, pero la esperanza es lo último que se pierde!

Empiezo a llenar mis bolsillos de condones que no dejan de caer encima de mí como granizo. De pronto, alcanzo a avistar un condón que dice ser de sabor a Canela, por lo que me estiro a cogerlo, tan pronto como mis pervertidos dedos son capaces de moverse. No obstante, no soy lo suficientemente rápido, porque otra mano, más grande y peluda, me gana arrebatándola de mis narices, cual Kanye West quitándole su premio a Taylor Swift.

—¿Señor papá de Jason? —digo atónito, cuando nos encontramos frente a frente—. ¿Para qué quiere usted condones?

—¡Son para mi hijo!, ¡¿okay?! —Se defiende, luego nota que todos se le quedan mirando, así que agarra un puñado de más condones y entonces se va corriendo, pero no sin antes soltar—: ¡Me llevo los extra grande, total, que a ustedes no les sirven de esos! ¡Ja!

Apolo sigue tirando condones, mientras que el señor di Angelo, de pie a su lado, le da un largo sorbo a su café. Unos segundos después, el señor D aparece por la puerta, lanzando un grito atronador:

—¡Noooooooo! ¡¿Qué está haciendo?! ¡NO SE SUPONE QUE LO TENGAN! ¡CHERRY QUE HACES GUARDANDO CONDONES! ¡EVITA QUE ESOS ZÁNGANOS LOS OBTENGAN!

—Hey, es mejor que se cuiden— Apolo habla con tono de doctor—. Es mucho mejor que tener un embarazo adolescente— hace un gesto con la mano quitándole importancia, Hades asiente dándole la razón—. Déjalos ser, Dionisio.

—No si puedo evitarlo— le devuelve el señor D, al tiempo que alguien me da un codazo en el estómago, y se lleva consigo un puñetazo en las bolas como recompensa (¡Ah no amigo, no me vas a ganar en mi propio juego!)— ¡Basta! Tienen prohibido ir al edificio del género contrario, ¿lo han olvidado? ¡No les sirve de nada recogerlos!

Al instante, a Apolo se le pone la cabeza azul, y casi le explota por la posible lucha interna, en la cual intenta decidirse por, si ganar la contienda con el señor D al decirle que entre chicos también cogen cual conejos, incluso mucho más que los heteros, o cubrirle las espaldas a su hijo y quedarse callado, para salvarle la vida sexual que, pronto tendrá, gracias a su servidor Leo Valdez, cuando logre quitarle esa máquina del demonio del cuello a di Angelo.

Supongo que gana lo segundo porque no dice nada, ni lanza más condones.

—¡Cuánto escándalo! Y todo por unos cuantos condones —Dice el señor La Rue, y entonces, saca su pistola, y envía un disparo al techo que reverbera por el eco y casi nos deja sordos a todos—. ¡Ahora largo antes de que se me dé la gana darles un par de ejercicios más!

Eso es todo lo que se necesita, el estudiantado se levanta del suelo rápidamente, y atiborrados de condones en los bolsillos, calzoncillos, y debajo de la lengua, empiezan a huir del gimnasio. Tan pronto como estoy a punto de cruzar la puerta, alguien me toma del brazo y me jala violentamente hacia adentro. Se trata de Calipso. ¡Ah, es cierto! La reunión. Se supone que nosotros tenemos que conseguir quedarnos.

—Rápido — le digo, justo cuando los guardias de seguridad inician a entrar al gimnasio, en medio de los estudiantes que huyen. —Hay que encontrar un lugar para escondernos antes de que saquen las sillas para todos los padres. Hay que aprovechar mientras están distraídos. ¡Ahora o nunca!

—Tiene que ser un lugar donde no nos vean... — dice Cali y luego mira hacia los lados intentando buscar el sitio predilecto. Yo hago lo mismo, excepto que miro hacia el techo y comienzo a tomar medidas imaginarias con el dedo pulgar. Creo que tengo un plan.

—De acuerdo — la miro con la expresión más decidida de mi vida y eso parece tener cierto poder, porque ella me mira seria—, ¿ves la red de la portería que se encuentra colgando del techo? Podemos llegar hasta ella y sostenernos de las vigas del techo. Ahí nadie nos verá y aún podremos escuchar. Todo lo que tenemos que hacer es lo siguiente:

>>Primero, usaremos la soga con nudos para subir hasta aquella parte alta de la pared, por encima de las graderías. Cuando estemos ahí, debemos caminar por ese tablón largo, sosteniéndonos de aquellos ladrillos para evitar caer. Esa es la parte difícil, el resto será pan comido. Bueno, excepto por el saltito que tendremos que dar para colgarnos de la red, pero... creo que es solo un metro de distancia... yo lo haré primero y luego te ayudo a llegar, ¿okay? Después de eso, solo tendremos que subir hasta las vigas de metal, y estaremos a salvo. ¿Tienes alguna duda?

Calipso tiene ambas cejas levantadas y asiente lentamente, al final contesta:

—Solo una... — inhala profundo —: ¡¿Cómo diablos esperas que yo haga todo eso?!

La observo de pies a cabeza, sin comprender por qué no, hasta que llego a sus pies.

—Cierto, tus pantuflas complican las cosas —contesto seriamente, sus cejas se levantan incluso más que antes.

—¡Mis pantuflas no son el problema, tarado!

—Okay, okay— por algún motivo su estrés me provoca una risita que tengo que aplacar mordiendo mi propia mejilla para no enojarla más — Entonces hay que meternos en el armario debajo de las graderías. Ahí no nos verán.

—¡Eso era lo que yo iba a sugerir!— empieza a quejarse.

—Ahora— solo veo la oportunidad y la tomo, al tiempo que Cherry intenta balancear como ocho sillas al mismo tiempo para acomodarlas para los padres. Tomo la mano de Calipso y corremos para colgarnos detrás de él y entrar al armario de suministros debajo de las graderías. Tan pronto como estamos allí, Calipso se suelta de un tirón y me fulmina con la mirada.

—Te dije que no me tocaras, Elfo— reclama, molesta.

—Sí... perdón...— contesto distraídamente, porque algo más ha llamado mi atención afuera.

Es mi papá, el pobrecillo está teniendo problemas para avanzar en medio de tanta gente. Si ya de por sí es más grande que la mayoría, y su carácter demasiado dócil como para abrirse paso entre el gentío, su renquera definitivamente lo empeora todo. Los otros padres no colaboran, algunos, como el papá de Jason, lo empujan; otros, como el señor La Rue incluso se ríen de él. Si tuviera una reportera ahora mismo le lanzaría una piedra directo al ojo, pero en mi pantalón de pijama no hay ligas, me temo, sino sólo papelitos viejos y un par de balines. No creo poder atinar solo con eso y mis dedos desde aquí y con tan poca movilidad. Tendré que planear una venganza para después. ¡Hijos de puta!

—¿Realmente es tu padre?— Calipso parece haber notado algo raro en mí, porque ya se ha cansado de esperar por mis palabras y se ha asomado también para ver lo mismo que yo. Ella, sin embargo, sólo detecta que estoy mirando a mi padre. No sabe por qué. Al menos no creo.

—Sí —contesto— ¿Por?

—No se parecen en nada— contesta. Su tono libre de sentimientos. No muestra desdén, ni burla, ni sarcasmo. Solo está citando un hecho.

—¿No? —Una sonrisa se dibuja en mis labios—. Es que yo heredé los genes de mi bellísima y sensual madre latina.

La noto rodar los ojos a pesar de que aquí dentro está algo oscuro. Abre la boca para decir algo, posiblemente para reírse de mí o mandarme a callar, pero no lo hace porque justo en ese momento mi padre decide tropezarse e irse de cara contra el piso. En lugar de quedarse ahí y esperar a que alguien lo ayude, se da vuelta y queda como una tortuga patas para arriba. Sin necesidad de escucharlo, sé que se ha quedado atorado. La mayoría de padres se ríen. Otros (los listos) se preocupan. Ninguno le ayuda.

Dobles hijos de puta.

—Olvida lo que dije — Calipso llama mi atención de nuevo — Es idéntico a ti.

No contesto. Está requiriendo de toda mi fuerza de voluntad quedarme aquí y no salir de nuestro escondite para ir a ayudarlo. Sé que él odia la ayuda... pero también sé que por su cuenta no va a poder ponerse en pie. Cali, me mira directamente al rostro, y se pone seria.

—¿Va a estar bien? —me pregunta, titubea un poco en el camino, justo como en aquella ocasión, cuando yo estaba arreglando el autobús escolar, y ella sonaba tan sincera.

—¿Física o emocionalmente? — suspiro cuando observo como Afrodita obliga al señor La Rue a levantarlo. Una vez que lo veo de pie, y este se ríe con el resto, abochornado pero fingiendo que no le importa ser el hazmerreír, me tranquilizo y aflojo mi agarre sobre la manigueta de la puerta. Había estado presionándola sin darme cuenta— Estará bien... es un hombre fuerte, ¿ves? Al menos obtuvo una sonrisa de la mamá de Piper y un golpecito en el hombre por parte de Apolo. Puede considerarse afortunado.

Tardan al menos unos cinco minutos más en colocar a todos los papás en sus respectivas sillas. Es gracioso, porque el señor D siempre pasa quejándose de lo difícil que es manejarnos y obligarnos a sentarnos, porque según él "solo somos un puñado de delincuentes incivilizados", pero nuestros padres lo fastidian tanto o quizá incluso más que nosotros. Y él tiene que obligarse a mantener la calma con todos ellos, porque son quienes le dan el dinero para tener este lugar en pie.

Después de lo que parecen ser horas, el señor D comienza a hablar sobre las calificaciones y el comportamiento en general. En resumen: "Sus hijos son unos malcriados y haré todo lo posible por corregirlos antes de que acabe el año", o "las calificaciones están por el suelo, excepto las de Annibell, señora Atenea, no tiene que levantarse. No, no, Drew tampoco ha bajado su rendimiento, señor Tanaka". Me parece que el papá de Andrew levanta la manita para preguntar por su hijo, pero si el señor D lo nota, decide ignorarlo porque continúa su monólogo.

Tarda como media hora en agotar los asuntos triviales y luego al fin comienza a hablar de lo importante: La fiesta.

—Mmmm... se lo saltó— escucho que Calipso susurra, más como si pensara en voz alta, y no como si me estuviera hablando a mí.

—¿Eh? —pregunto de todos modos, porque soy idiota. Ella, por supuesto, me mira mal. O simplemente me mira. Tal vez estoy exigiendo demasiado y esa es su forma de mirar en general.

—El accidente— me contesta— se lo saltó por completo. No les va a contar de ello. Ni del asalto, ni de las balas.

—Sospechoso— le digo, porque no se me ocurre qué más decir, y porque espero que ella me dé una justificación al respecto.

—¿Qué crees que es sospechoso?— pregunta ella, ahora con los ojos muy abiertos, mirándome y esperando una respuesta lógica y fundamentada que obviamente yo no tengo.

—Eh... es sospechoso porque...— extiendo las palabras, como hago frente a los profesores cuando busco tiempo hasta que Jason me susurre la respuesta correcta— porque... — pero Jason no está aquí— porque... ¿los padres necesitan saber? Y si no les dice... es por algo.

—¿Insinuas que tal vez alguien le pagó al señor D para que no hable al respecto?

—Es justamente lo que estaba pensando —contesto, asintiendo vehemente.

—Sí... a mi también me lo parece— Calipso imita mi gesto—. Pero, ¿Por qué?

—Es lo que tenemos que averiguar— digo, como si fuera un detective importantísimo— Quién lo hizo, y por qué.

Ella me da la razón nuevamente, y me permito soltar la bocanada de aire que estaba sosteniendo. Luego me distraigo mirando a mi alrededor, hasta que me encuentro con pequeñas cosillas que no había visto antes, como por ejemplo esa alarma para incendios, o aquella balsa inflable, o las bolas de fútbol desinfladas, o...

—¿Qué es eso? —susurro, apuntando a un objeto de extraña procedencia color blanco, viscoso, en forma de un globito de agua, tirado en el suelo, cerca de los pies de Calipso.

Ella lo observa con el ceño fruncido, e inmediatamente, una mueca arruga sus refinados rasgos.

—¡Iug! Es un maldito condón usado —devuelve en otro susurro, y se arriesga en alejarlo con una patada, que le provoca una arcada.

—¡Puaj! —imito su gesto—. Debe ser uno de los que le robaron a Will. O tal vez no, este luce sospechosamente pequeño... Debe ser de Dimitri.

Calipso bufa una risita, que velozmente la silencia poniendo ambas manos sobre su boca. Me siento agradablemente satisfecho por ello, y entonces, regreso mi atención al frente, donde el señor D está terminando de contar la noticia.

—... necesitaríamos simplemente el permiso de ustedes, y ejem, un poco de colaboración por los gastos para decoración, bebida, comida y...

—¡¿Un baile en el instituto?! —Lo interrumpe una voz escéptica, la cual pertenece a la mamá de Annabeth, sentada en primera fila, a lado de la mamá de mi compadre Chris, y el señor Tanaka del otro lado.

Este último no deja de enviar miradas escandalizadas hacia su archirrival en el mundo del perfume, Afrodita, quien se encuentra sentada sobre una silla individual, pero tiene sus espectaculares piernas posadas en el regazo de Ares, y los brazos alrededor de su cuello. El señor Tanaka parece estar a punto de sufrir un patatus, probablemente preguntándose por qué los yanquis debían comportarse de forma tan poco honorable.

—¿Recompensará a estos delincuentes con una fiesta? —continúa la mamá de Annabeth, que parece tener la espalda hecha de madera de tan recta que la mantiene—. Disculpe, señor D, ¿pero qué méritos han conseguido para que sean merecedores de tal evento? Nos encontramos en una institución seria, ¿no es así? Privada, y con estrictos métodos de enseñanza. ¿Por qué recurrir a innecesarias fiestas que solo promueven el desenfreno y el alcohol?

—Oh, por favor. ¡No le hagan caso, señores! —suelta de pronto el papá de Percy, poniéndose en pie, para que todos lo vean mientras se dirige a la mamá de Annabeth—. No es nada de eso. Atenea solo odia las fiestas porque la rechacé en el último baile de otoño en la universidad. O sea, ¡ya supérame, Atenea!

De golpe, Atenea se levanta de su asiento, con la cara tan roja como un volcán a punto de explotar.

—¡Qué sandeces estás diciendo, viejo horrible! —le devuelve, con un tic enloquecido en la ceja izquierda.

—No eras tú, ni era yo, ¿ok? —prosigue Poseidon, alzando las cejas mientras pone una mano en la cadera— Era esa hermosa porrista, a la que le quedaban fenomenal las faldas.

Zeus, sentado adelante, en la otra punta de las filas, bufa una carcajada pero rápidamente la contiene al recordar que seguía enojado con Poseidón.

—Por favor, abstente de decir más estupideces, o no me importará, que seas el padre del novio de mi hija. Te mataré —lo amenaza Atenea entre dientes. Con los ojos cerrados, pareciendo contar hasta diez—. Ahora bien, existen muchos riesgos al realizar una fiesta. Podrían ocurrir desastres.

—Es cierto —El señor Tanaka asiente a su lado, dando un rápido apretón a su corbata—. Incluso podría despertar viejos vicios en ellos. Un retroceso en el poco progreso que han conseguido en estos años de confinamiento.

—¡Oh, por Elvis! —exclama Apolo, levantando las manos al cielo—. ¡Es solo una fiesta! ¿Qué les sucede? Todos se han convertido en unos viejos aburridos y se olvidaron de lo importante. Sí, han hecho cosas malas, sí, estamos tratando de corregirlos. Pero siguen siendo adolescentes, y merecen al menos tener una única fiesta como el resto de los adolescentes normales de allá afuera. Antes de que el año escolar termine. ¿Se dan cuenta que no tendrán otra oportunidad? ¿Les arrebataremos una experiencia irrepetible de su juventud?

>>Debemos llenarlos de esperanza, demostrarles que un buen comportamiento tiene frutos, no seguir castigándolos, y haciéndoles creer que aunque trabajen duro, y se esfuercen por ser mejores, solo recibirán más y más desprecio por parte de las personas que más aman, provocando que nunca vuelvan a esforzarse o intentar ser mejores.

Un silencio sepulcral llena el gimnasio, luego de que Apolo termina su discurso. Miradas atónitas lo contemplan, incluso Zeus ha dejado su celular a un lado y está con la boca abierta. Hades, sentado al lado de Apolo, con semblante pacífico, le da un largo sorbo a su cafecito, de un modo idéntico a como Nico lo hace con su juguito de uva.

—Wow... eso —Atenea carraspea sonoramente, al tiempo que se deja caer en su silla—. Fue muy sabio de tu parte, Apolo.

—¡Gracias! He estado leyendo a Shakespeare. Y el diario de mi hijo. —Sonríe ampliamente, y acto seguido, saca su celular y lo alza hacia arriba como para salir en una foto junto con Hades— ¡Hades, Hades, sonríe y di whisky!

Hades fuerza sus labios a formar una pequeña sonrisita, con dificultad, como si sus mejillas estuvieran oxidadas; y un chillido de puro horror se oye desde el fondo por efecto. (El papá de Andrew, fue el del chillido aterrorizado). Apolo saca mil fotos, y luego, cuando parece elegir una bonita para publicar, lo oigo murmurar cosas como: hashtag en la reunión de padres. Hashtag aquí con el consuegro. O futuro esposo si está soltero. Hashtag, tal vez no, porque eso sería incesto para Will y Nico. Hashtag recorcholis.

—¿Quieres probar con un efecto de gatitos o de perritos? —pregunta Apolo, pero Hades ya se encuentra distraído hablando en voz alta, en dirección al señor D.

—A pesar de las palabras de mi estimado, aquí presente —dice, apuntando a Apolo quien hace un gesto con la mano de: "¡Ay, basta!"— Debo diferir. Suena peligroso. ¿A quién se le ocurrió hacer una fiesta?

—A su hijo —responde el director, con cara de póker.

De súbito, toda la expresión del señor di Angelo se paraliza. Luego, lentamente, coloca una mano sobre su pecho, justo sobre su corazón.

—¿Mi... mi hijo quiere una fiesta? Él nunca pide fiestas —Parece estar a punto de llorar, cierra los ojos con fuerza, y entonces, mete la mano tras su saco Armani y saca su chequera cual Ares extrayendo una pistola de su funda— ¡Dígame el maldito monto! ¡Pagaré todos los gastos de la fiesta!

El señor D, se limpia el sudor de la frente y suelta un largo suspiro de alivio. A su lado, Quirón le alza un pulgar en apoyo.

—¿De dónde sacó Nico lo aterrador? —Calipso murmura a mi lado, sonriendo suavemente—. Su padre es un amor.

—Es que no has oído las anécdotas de Frank, sobre Nico dándole amor a su cuchurrumin rubio.

—¡Momento! —espeta Zeus tan repentino y fuerte, que provoca en Cali y en mí, un respingo del susto— ¡Si el señor di Angelo da dinero, entonces yo también lo daré! ¡Incluso más! —Y consecuentemente, poné fuera también su chequera, y un bolígrafo sacado de las nalgas para luego empezar a escribir velozmente cual Light Yagami en su death note.

—¡Si Zeus da dinero, también yo! —sentencia Poseidón, y hace lo mismo que el viejo verde-papá de mi mejor amigo.

De pronto, un montón de padres empiezan a decir lo mismo, sin querer quedarse atrás para presumir sus chequeras, y en caso de Afrodita, sus tarjetas de crédito. Nadie piensa quedarse atrás, y los números se elevan cada vez más.

Y entonces, haciéndose oír por sobre el barullo, una voz con ronquera delatando su condición de fumador, y con una increíblemente familiar manía de exagerar las erres, habla:

—Será un placer para mí, conceder un considerable monto de dinero, para la fiesta —El hombre incluso se ha puesto de pie, destacándose entre la marea de padres que se lo quedan viendo entre anonadados y ligeramente inquietos, puesto que la sensación que parece transmitir su presencia, es imponente y enigmática, casi tan poderosa como la que Hades suele mostrar cuando no está de niñero para Apolo—. Y proporcionar, cualquier otra ayuda.

—¿Quién es ese? —susurro hacia Cali rápidamente, con mis ojos fijos en aquella persona que tiene un corte que juro haber visto en otro lado, y un mentón cuadrado que también me resulta familiar.

—Es el papá de Dimitri, ¿no es obvio? —me devuelve— Mira bien. Tienen la misma cara de estreñimiento, y los ojos rojos de tanto fumar marihuana.

En ese mismo instante, el hombre gira su cabeza, justo donde Cali y yo, nos encontramos agazapados mirando por el hueco entre las gradas.

—Agáchate —ordeno apresuradamente, a la vez que pongo una mano sobre el hombro de Cali, y la empujo hasta quedarnos acostados en el suelo, sobre nuestras panzas. Mi corazón retumba en mi pecho, si bien mi padre no me regañaría mucho si nos descubriera espiando la reunión, aun así, resultaría un acontecimiento bastante vergonzoso. Además, les daría otra razón más al resto de los padres para que se burlen de él.

—Mierda —maldice Cali, con los ojos muy abiertos delante de mí. Estoy tan nervioso, que ni siquiera la pequeña cercanía entre nuestros rostros me distrae—. ¿Nos ha visto?

No contesto. Dejamos que pasen unos cuantos segundos, y luego, lentamente, volvemos a incorporarnos para observar si un montón de guardias están corriendo hacia nosotros. No hay nada de eso, noto rápidamente con alivio. Y el papá de Dimitri se encuentra con la mirada fija sobre el director, luciendo la sombra de una sonrisa suspicaz sobre los labios que no me dan ninguna buena señal.

—Mira como lo observa el papá de Nico— Calipso me susurra, y mi rango de visión de inmediato se mueve hacia el señor di Angelo—. ¿Se conocerán desde antes?

Y la verdad no tengo ni puta idea, pero, lo que sí parece bastante obvio, es que, ya sea desde antes, o simplemente porque quiere ganarle el puesto de padre benefactor de fiestas del año, pero al señor Hades no parece hacerle ni una pizca de gracia la existencia del otro señor. ¿Qué era lo que había dicho Will sobre la segunda guerra mundial? ¿Acaso se odian todos los italianos y todos los rusos? El ceño del señor di Angelo se profundiza tanto, que se ve al menos diez años más viejo de cómo se veía junto a Apolo.

—Tal vez Nico le contó algo —me aventuro a decir.

—No... ellos casi no se hablan —contesta Calipso— Hazel dice que a duras penas se escribían antes de que ella llegara aquí y cuando se llaman solo se preguntan como están y Hades le promete traerle golosinas y ya. ¿Por qué iba a contarle Nico sobre nuestra guerra estudiantil? ¿Y por qué le molestaría tanto? Cualquier padre lo consideraría como un juego de niños.

—Tienes razón —contesto y ella me da un codazo. Por un momento me confundo y la miro con cara de "¿ahora qué hice?", entonces me doy cuenta de que esta vez está sonriendo y fue un codazo amistoso.

—¿Ves que si puedes portarte bien? —me dice— Dame la razón en todo y yo no te golpearé.

—Pero me acabas de golpear —rio.

—No seas llorón.

Sonrio, y ella me devuelve la sonrisa, antes de regresar su atención al frente. Como una radio a la que le subo el volumen, empiezo a oír de pronto, la diatriba zalamera que el papá de Dimitri ha iniciado, hacia nuestro débil director que se vende por un par de cumplidos.

—Confío plenamente en la capacidad de nuestro respetado director, en la toma de decisiones que le parezcan adecuadas para ayudar a nuestros hijos, a un mejor desenvolvimiento social —dice el ruso, con una fuerte pronunciación en las erres, incluso más intensa que la de Dimitri—. Si él piensa que es bueno darles un poco más de libertad, algo más de sana diversión, está bien. Tiene completamente mi apoyo. Después de todo, es un excelente director. El mejor que he conocido.

Dionisio incluso parece sonrojado después de esas palabras. Suelta un par de estruendosas carcajadas llenas de júbilo, y no deja de mover las manos como quitándole importancia a sus halagos, para luego terminar diciendo: "¡Oh, no es nada! ¡Es que amo a los niños!"

Cornelio y Quirón, parados lado a lado, se miran con cara de póker ante aquella declaración.

—Dimitri ha mejorado considerablemente su comportamiento desde que está aquí, siendo sincero —continúa el papá de Dimitri, todavía más empalagoso, cual miel sobre helado de vainilla—. Es por eso que he recomendado a varios de mis amigos más íntimos, para inscribir a sus hijos en este lugar antes de que el año escolar termine. ¿Han sido aceptados, señor Director?

—¡Oh, por supuesto, por supuesto! Han sido inscritos respectivamente, hace tres días —El señor D asiente efusivamente, y estoy seguro que si hubiese tenido pelo largo, hace rato estaría enroscándolo alrededor de su dedo como una colegiala coqueta—. Creo que incluso ya están aquí, en un par de días empezarán a recibir sus primeras clases.

—Me alegro —el papá de Dimitri sonríe complacido—, como he dicho, doy fe de los positivos cambios en mi hijo desde que él estudia aquí. Tienen mi consentimiento para la fiesta, además, no es como que les vayan a dar vodka a los niños —suelta una risa grave de Santa Claus ruso—. Pero si realizáramos una fiesta de padres, yo mismo me encargaré de donar el mejor vodka de la mejor calidad, directo desde la Madre Rusia.

En respuesta, la mayoría de los padres, como Zeus y Ares principalmente, empiezan a aplaudir enérgicamente, entusiasmados ante la idea de recibir alcohol gratis, porque aunque seas un importante hombre multimillonario internacionalmente... Alcohol gratis, es alcohol gratis.

Y así de fácil, se ha metido a una gran cantidad de padres en el bolsillo. No cabe duda que es un populista igualito a su hijo, o bueno, Dimitri lo sacó de su papá. El punto es que de repente tiene a un montón de padres chupándole también las medias. Excepto por unos cuantos, claro, como Hades, quien solo se limita a mirar al papá de Dimitri sobre su hombro, con una intensa mirada de repugnancia y recelo.

Lentamente, Apolo se inclina hacia Hades, y le pregunta:

—¿Nos cae mal ese sujeto?

—Sí —contesta Hades, sin dejar de fulminar al papá de Dimitri.

—Oh, okay —Entonces Apolo procede a mirarlo también con desprecio—. Míralo sonreír, ¡me da asco!

Hades, a su lado, asiente seriamente.

Cali y yo, compartimos una mirada.

—Bien, recapitulando —inicia a susurrar Cali— Chris tenía razón, Dimitri recibirá refuerzos pronto. Un par de alumnos, de último año, es lo más obvio.

—Espero que nos toque la misma clase, al menos —agrego— o eso...

De improviso, siento una mano que jala la parte trasera de mi camiseta naranja, con violencia, como si fuese un niño de cinco años a quien su madre ha pillado escondiéndose detrás de un sofá, y ahora procederá, en propinarle sus merecidos chancletazos.

Hasta aquí llega Leo, el latino sexy.

A mi lado, observo a Calipso siendo jalada de la misma forma que yo por una gigantesca mano negra con marcados músculos en los brazos que, al alzar la mirada, confirmo que pertenecen, lamentablemente, al guardia favorito de Will Solace: Cherry.

—¡Já! —suelta este, sonriendo como un tiburón— ¡Los atrapé chismosos rufianes!

A continuación, sin darle tiempo a Cali de intentar sobornarlo con algún bóxer usado de su mejor amigo, Will, Cherry nos arrastra fuera de nuestro escondite, y en un santiamén, nos deja al descubierto delante del conjunto de padres sentados en sillas de metal, cuyos rostros se han girado en nuestra dirección, y han adoptado expresiones que van desde el total desconcierto, la sorpresa, y la diversión proveniente de malas interpretaciones con respecto a lo que deberían haber estado haciendo, dos muchachitos, luego de una reciente lluvia de condones, bajo las oscuras graderías.

Espero que no descubra el mini condón usado, porque ahí sí que nos castigan todo el año.

Por un momento estoy tan preocupado por eso que se me olvida prestarle atención a Cherry, y no reacciono no escucho absolutamente nada hasta que es la voz del señor D la que me está hablando, e incluso entonces no reacciono lo suficientemente rápido.

—¿Eh?— el señor D me mira con los brazos en jarras, se que ha habido una pregunta mucho más larga antes que eso pero... pues... no presté atención.

—No es lo que pasó, señor D— Calipso comienza a contestar porque ella si es inteligente y pone atención, no como yo, el elfo cavernícola—, déjeme explicarle...

—¡Eres una desvergonzada! — el padre de Calipso, supongo puesto que es un señor amargadísimo, con cara de estreñimiento, se acerca dando gigantescas zancadas, interrumpiendo a su hija y paralizándola en segundos— ¡Mira qué fachas! ¿Dónde demonios está tu ropa!

—Bueno no es como que esté desnuda... solo es su pijam...— empiezo a hablar, la mirada que me dirige el hombre duele como si fuera una bofetada. No es de extrañarse que Calipso haya inclinado la vista hacia abajo, casi con miedo.

Entonces, mi papá reacciona.

Levanta la manita desde la distancia y me saluda como si dijera: "¡Oh, miren, ese es mío!". Hago lo único que puedo hacer, y le devuelvo el saludo del mismo modo.

—¡Hijo!— incluso lo dice alegre.

—¡Hey, viejo! ¿Qué tal?— contesto, al tiempo que hago el símbolo de amor y paz con los dedos— Ha pasado un tiempo, ¿eh?

—¡No tenemos tiempo para esto!— el Concejal Belladona— ¿Qué va a hacer al respecto, señor D?— Está furioso, tarda en gritar cada palabra lo mismo que tarda mi padre en caminar hasta nosotros, o sea... más de lo necesario— ¡Este inútil...! ¡¿Y con mi hija?!

El señor D mira hacia Apolo como si él fuera el culpable de la fornicación mundial y de todos los embarazos adolescentes. Apolo, se limita a levantarme los dos dedos pulgares, felicitándome por la hermosísima chica con la que he conseguido meterme. Si sobrevivo a esto, posiblemente Cali me mate.

—Bueno, bueno, seamos razonables— mi papá interviene, balanceando una mano quitándole importancia al asunto— Mire a su hija, señor Belladona... Esta chica se ve como el oro puro... o diamantes incluso. Y mi hijo es como la piedrita que saqué hace años de mi riñón...— me mira— no te ofendas... Está completamente fuera de sus ligas. ¿Cómo iban a estar haciendo lo que usted cree que estaban haciendo?

—¡Vaya! Gracias, pa —no puedo evitar el sarcasmo en mi voz. Nadie mejor para afirmar tus pies en el piso, que tu propio padre.

—No te preocupes, yo te defiendo— contesta mi padre, al tiempo que pone una mano sobre mi hombro— Yo sé mejor que nadie de lo que es capaz y de lo que no, mi hijo... Y una chica tan bonita, es algo de lo que no...

—Sí, ya... ya quedó claro...

Calipso se mira los pies, y se acomoda el pelo. El momento no puede ser más incómodo.

—¿Entonces? —Mi padre habla de nuevo.

—¿Eh? ¿Entonces qué...?

—Explícales a los señores que estabas haciendo debajo de las gradas con la señorita.

—¡Ah! Eso... Es una historia muy graciosa.

—Ahorrate los chistes— interviene el señor D con los labios fruncidos.

—A Cali se le perdieron sus pendientes mientras hacíamos los ejercicios con el señor La Rue y los vinimos a buscar— es lo más rápido que se me ocurre y sé que tiene lógica porque ya le ocurrió a Piper antes.

—¿Debajo de la gradería?— el señor Belladona parece estar disparando cada vez que habla. Juro que hasta siento los golpes. —¿Y si son de ella, qué tienes que ver tú?

—Son de metal y yo tengo un imán— contesto. Pero no tengo un imán.

Mi padre me pasa un imán de motor. Lo mete a mi bolsillo sigilosamente. Lo saco y lo muestro en el aire.

—Pero no los hemos encontrado... ¿Segura que no se te los robó Hazel o algo?— me volteo hacia Cali, ella se encoge de hombros, sin levantar la mirada— No sería la primera vez... — continúo—: ¿Sabían que se robó los barrotes de oro de su tía?

El señor di Angelo solo toma otro sorbo de su café, pero parece que está considerando sacar su chequera para pagar lo que sea que costarán los mugrosos pendientes que se robó su retoño.

—En fin, no están... así que... Ya nos vamos— tomó a Cali del brazo— Vamos, le preguntaremos a Hazel otra vez. ¡Adiós!

Comienzo a caminar hacia la salida, y lo último que veo es al señor D haciéndome una señal de: "Me las vas a pagar, elfo apestoso, ya verás". Así que dejo de mirarlo y empujo a Calipso hasta que ambos salimos del gimnasio, y estamos a salvo, junto con el resto de estudiantes que aún agonizan desparramados sobre el suelo.

Paso #52: Escóndete bien. Fracaso absoluto. ¡FRACASO, DIJE! Pero, gracias viejo. Eres el segundo mejor papá del instituto, y el primero en mi corazón de sangre latina. 

¡Muchísimas gracias por leernos! Son los mejores lectores que el simance puede tener. Nunca cambien, y déjennos muchísimos comentarios. 

Ahora, su querida y preciosísima Amer, les recuerda amistosamente que también pueden leer nuestras historias individuales, tales como: 

❤️El corazón maldito de @RLkinn ❤️ Que básicamente trata de piratas sensualísimos (Percy mi semental) que van en búsqueda de una bruja atrapada en una isla maldita. Hay acción, hay magia, romance, y homosexuales (solangelo) hermosísimos siendo tiernos y no tan tiernos cerca de un lago mágico (completamente desnudos como Diosito los trajo al mundo). ¿Ya dije que hay piratas sensualísimos? Pues hay un Percy que folla con todo lo que se mueve, y trata de seducir al pobre Willcito, pero Willcito solo tiene corazón para un solo hombre que no recuerda que, chan chan chan, se trata de un poderoso y sukulentísimo hechicero que está medio crazy, pero tranquilos, Will lo cura con sus poderes sanadores provenientes del sol. Ya les dije, amor, acción, hechicería, monstruos, y gays. Lo amarán. 

❤️Returning Home: Es la secuela de C. R. Y, todo está mal, pero no tan mal, y al final, definitivamente va muy bien. Eso sí, ten a lado tus pañuelos, y repite este mantra: "Kinn es buena, kinn ama los finales felices, y Kinn definitivamente matará a Terry de forma absolutamente espantosa, porque su sis a la que tanto ama y adora se lo suplica muy fervientemente :3". 

Comenta: #matenalazorradeterry. 

Si también quieres que Kinn mate a ESE SER DEL EREBO QUE OSÓ TOCAR CON SUS ASQUEROSAS MANOS AL SER DE LUZ QUE ES WILL SOLACE, LA PUTA QUE ME PARIOOOOOOOOO. *Kinn cachetea salvajemente a Amer*

Ah. Gracias. Ahora. Sigamos. 

☀️Amo el Rock and Roll de @Amer1Reptiliana - Reseña: Todos cogen entre todos, y te encantará Jason, será tu nuevo espíritu animal. Nico y Will harán canciones, luego follarán, y harán más música, y de nuevo follarán. Simple, divertido, relajante. Sin estrés, nena. 

☀️ No te escondas del sol, amor: Mafiosos sensualísimos, narcotráfico, trata de mujeres, prostitución, y un Percy punk que *se chupa los dedos* madre mía, hermoso como un amanecer sobre el mar. Eso sí, Nico es un hijo de puta, y es trabajo de Willcito de cambiarlo y llevarlo hacia la luz, o... terminar arrastrado hacia la oscuridad de Nico. Dependerá de quién de los dos es más fuerte. Y en cuanto a Percy, ejem... Te lo resumo: DYLAN THOMPSON. 

Saludos del sismance ❤️ Recuerden comentar porque es la gasolina que nos impulsa a seguir escribiendo sus demandas de sukulencias. ¡Bye!

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