Paso #50: Consigue lo Imposible.

A veces pienso, que estar atrapado en este Instituto de mala muerte, no es tan malo como parece. Es decir, sí, el ambiente es caliente como el mismísimo infierno, tanto que sentarse por más de un minuto en el mismo lugar, hace que tengas una mancha de sudor en forma de tu trasero en tu silla, y las bolas tan sudadas e incómodas como en un sauna. Pero, no todo lo caliente resulta malo, por ejemplo, Will es caliente, cual sol en su hora pico más intensa, y sí, él también me pone las bolas muy incómodas dentro de los pantalones, pero eso es por una razón completamente distinta.

Nos encontramos en el comedor, es la hora del almuerzo y ya hemos pasado por varias clases sumamente aburridas, pero aún sigo con tanto sueño que ni siquiera me apetece comer algo, simplemente me mantengo dormitando sobre nuestra mesa, con la mitad de mi rostro escondido entre mis brazos, y la otra mitad volteada ligeramente hacia Will para mirarlo a hurtadillas a través de los mechones de mi pelo, mientras le está enseñando al ejército marítimo de fuego a hacer barquitos de origami con servilletas.

Percy en especial, es el más interesado en aprender a hacer el barquito, sin embargo, sus dedos son torpes y demasiado brutos, y siempre termina rompiendo la servilleta. Leo insiste en que conoce una técnica más sencilla para hacer origami, pero hasta ahora, solo ha demostrado su habitual incompetencia. Jason y Frank, por otro lado, logran seguir los pasos de Will, y al final, ambos simulan un brindis chocando sus barquitos terminados con sonrisas de éxito.

—¡Excelente, chicos! —los felicita Will, para luego, dejar su origami casualmente sobre mi brazo—. Y esto es para usted. Por favor, acepte mi humilde ofrenda de origami, señor di Angelo.

En el interior de mis brazos, sin que él pueda verme, me muerdo los labios para contener una sonrisa tonta que amenaza por escapar de mi dominio.

—Humm... —finjo estudiarlo, entrecerrando mis ojos con concentración—. ¿Fue hecho este origami con intenciones puras?

—Nop —responde Will, en voz baja, mientras los demás se distraen tratando de enseñar a Percy como terminar con el barquito—. Lamento informarle, que la ofrenda fue dada con la esperanza de recibir, de su majestad, un beneficio pervertido a cambio.

Bufo con fuerza, ocultando una risa divertida en el acto. Will sonríe satisfecho de sí mismo y sus ojos brillan como trozos de cristal azul. Lo veo alzar una mano como si fuera a acariciarme la frente, o apartar algunos mechones de mi rostro, sin embargo, en el último segundo, parece pensárselo mejor, y se da cuenta que estamos en medio de una cafetería llena de delincuentes y que tal gesto dulce, claramente, luego podría utilizarse en nuestra contra.

Una expresión de tristeza cruza por su rostro fugazmente, y aparta sus dedos lejos de mí, colocándolos en su lugar, sobre una manzana color verde a medio comer. Ya no me mira, sus ojos acribillan la manzana de su plato como si fuera la culpable de todos sus males, pero solo es por un momento, porque después, él levanta la mirada, y esta vez hacia el verdadero culpable de todos nuestros males en el instituto: Dimitri.

El simio ruso de ojos rojos, se encuentra sentado a la distancia de una mesa enfrente de nosotros. Le habla al par de gemelos que están lado a lado de él, con un ligero ceño fruncido y una mueca de desprecio permanente sobre sus labios. No es necesario que envíe a ninguno de mis espías para saber lo que le está carcomiendo la mente a ese imbécil: Los rumores. Están por todas partes, atacan desde cualquier lado, articulados por labios de diferentes jerarquías. Desde la plebe hasta la clase alta. Se ha convertido en el hazmerreír del pueblo, y no importa lo mucho que intentara arreglar ese hecho, no podía cerrar las trescientas y pico bocas del instituto a la vez.

Sonrío con santurronería debajo de mi brazo, y le doy un codazo a Will para que deje de observarlo.

—Aparta la mirada— le ordeno enderezándome con un leve estiramiento de hombros, luego de poner el pequeño barquito sobre la mesa—. Tranquilo, estamos rodeados de personas. Jamás se atrevería a hacer algo ahora. Buscará otro momento en que pueda atacar sin que nadie lo vea.

—Eso es lo que me preocupa— responde Will, y siento como su pierna acaricia la mía por debajo de la mesa, como un acto inconsciente para serenarse.

Una agradable sensación cálida recorre mis huesos al instante, viro mi rostro hacia él, y con solo una mirada compartida, sé que está sintiendo el mismo anhelo que yo de besarnos aquí mismo hasta ponernos atontados. Will se muerde el labio de forma juguetona, rodea mi pierna con la suya como si fuera una boa y engancha su pie con mi tobillo, como un anzuelo, acto seguido, se voltea hacia el frente, y echa una risita al presenciar el pequeño jaleo que ha creado Jackson en sus manos.

—Percy, no te impacientes — le dice— lo estás haciendo bien. Solo tómalo con calma...

—Estoy. Putamente. Calmado, Solace — responde el aludido entre dientes, maniobrando con sus dedos. Leo, con disimulo, arrastra su silla lejos de él—. Yo solo... estoy a punto...

Y entonces, "Huracán del mar" pierde la paciencia. Primero arruga el barquito a medio acabar entre sus manos hasta hacerlo una bolita, luego lo deja sobre la mesa, lo golpea con un puño furioso haciendo vibrar la mesa debajo de mí, y lo tira con un manotazo hacia el suelo como un kraken empujando al Perla Negra hasta las profundidades del mar. Finalmente, Percy se recuesta sobre su silla, se cruza de brazos abultando sus grandes músculos en el acto, y poniendo una cara muy malhumorada, dice:

—Al demonio, si quiero un maldito barco, solo debo pedírselo a mi padre.

—¿Para qué necesitarías un barco? —pregunta Annabeth, apareciendo detrás de él acompañada de Hazel y Piper, quienes se alejan para tomar asiento a lado de sus respectivas parejas.

Observo brevemente a mi hermana sentarse junto con Frank, luego de darle un pequeño empujón con el hombro en forma de saludo. Éste endereza sus hombros como si hubiera aparecido el coronel para darle órdenes, y contiene el aire como si esperara que una bomba atómica explotara en cualquier momento. Solo cuando noto sus desesperadas miradas a hurtadillas, es que caigo en cuenta de que está asustado de mí y de mi posible reacción. Pero antes de que eso pueda molestarme, recuerdo las veces que lo he atacado diciéndole que se mantuviera alejado de ella, por lo que acepto de mala gana que su imagen de "monstruo peligroso" con respecto a mí, es bien fundamentada.

Así que, aparto la mirada, concentrándola en los brazos de Will que están llenos de pecas como granos de arena; haciéndole saber de este modo que tenía mi vaga aprobación. Después de todo, luego de la deliciosa victoria que me había dado contra Dimitri, y que se había visto lo suficientemente miserable llorando por ella, me ha hecho entender que la valora.

Mientras tanto, Piper coloca su mentón sobre el hombro de Jason, y le empieza a contar el nuevo chisme que corre por los pasillos, sobre la reciente infidelidad de Roshi Bennett con la fea y vulgar de Isabella, mientras su ex novia se encuentra llorando patéticamente dentro de los cubículos de baños ahora mismo, y hace cánticos y rituales de magia negra para enviarles infelicidad y mala suerte a la nueva pareja. "Iré a buscarla luego del almuerzo" — susurra Piper, con la voz apabullante de emoción— "Dos mujeres haciendo magia negra son mejor que una". Jason se pone considerablemente pálido.

Al otro lado, Percy ha dejado de lucir cascarrabias con la llegada de su novia, y sus cejas y su expresión se relajan paulatinamente.

—Uhmm... ya sabes —comienza con ironía, rodeando la cintura Annabeth con un brazo de forma distraída, para hacerla sentarse sobre su pierna izquierda—. Pescar, navegar... — forma una sonrisa ladeada— ¿no te gustaría? Podríamos viajar por mar abierto e ir en busca de hermosas sirenas.

—Las sirenas son criaturas horrendas y comen hombres, Percy.

—¿Lo son? — frunce el ceño—. ¿Cuál es la obsesión de Disney de tomar las peores historias y convertirlas en un cuentos de Hadas?

Annabeth se encoge de hombros, y después, empieza a hablar sobre algunas otras mitologías. En eso, justo cuando desvío la mirada de ellos, observo que Andrew Fort camina en línea recta hacia nosotros, pero sin mirarnos, tiene los hombros encorvados como si quisiera hacerse lo más invisible posible y sus ojos de ratón se mueven desesperadamente por todo el comedor como buscando un rincón donde escabullirse, hasta que, de improviso, se topa con los míos. El nerd trastabilla de forma aparatosa en el acto, provocando la risa de varios bravucones en sus mesas. Puedo ver la confusión y el miedo detrás de sus enormes lentes, y entonces, apura su caminata para pasarme de largo.

Todo su rostro grita: "¡Tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, ayuda!

Sin embargo, justo cuando va a hacerlo, agarro a Fort del brazo y lo jalo hacia el asiento vacío a mi lado, que normalmente nadie, a excepción de Hazel o Will, tienen la exclusividad de utilizar. Andrew hace un gran chirrido con las patas de la silla al sentarse sobre ella y evita por poco que la manzana de su plato se caiga al suelo con una mano. Los miembros de mi mesa levantan la mirada al instante, y observan con sorpresa, al nerd sentado a mi lado mediante mis propios métodos. Annabeth es la primera en voltearse hacia mí, sus ojos grises se entrecierran con sospecha, como si estuviera planeando algo maquiavélico.

Pero en realidad, solo he actuado porque me estaba dando lástima.

—Hola Andrew —inicio, formando una sonrisa que espero se vea lo suficientemente inofensiva para alguien que tiene fama de asesino serial— ¿qué tal las clases? ¿Dimitri ha intentado vengarse de ti?

Andrew se me queda mirando atónito, al darse cuenta de que le estoy hablando. Sus ojos no pueden abrirse más del miedo o el estupefacto. Su ceja izquierda no deja de tiritar como un bicho que le han puesto insecticida.

—Bi-bi-en —tartamudea luego de una pausa incómoda, y agachando la cabeza en pos de sumisión—. Y... Dimitri está bien... es decir no, pero lo normal... me llamó rata t-traidora en clases y dijo que me golpearía hasta matarme... p-pero es lo de siempre...

—Ya veo— respondo, y de nuevo siento compasión dirigirse hacia este pobre chico (creo que es porque me recuerda a mí de alguna manera, a cuando era un niño, y el miedo y la cobardía me controlaban)—. Descuida, mis esclavos de aquí, se encargarán de cuidarte la espalda de ahora en más.

—¡Sí! —responde Percy de inmediato, como si no hubiera oído el adjetivo que había usado para describirlos—. Tú tranquilo chico hacker, mantente cerca de nosotros y todo estará bien.

El resto de la mesa asiente, y murmura palabras en concordancia. Piper le envía un guiño desde su asiento, y el nerd se ve tan abrumado por la atención que me causa risa.

—Por cierto —vuelvo a llamarlo—. Bien hecho moviendo las cámaras de seguridad mientras huíamos. Fue bastante hábil de tu parte.

Las mejillas de Andrew empiezan a adquirir color, y se retuerce sobre su silla como si quisiera esconderse bajo la mesa. Su voz apenas es un susurro:

—No fue nada...

—No seas modesto —le reprendo, y luego, modulo mi tono de voz, para que suene suave y amable, como si estuviera hablando con un animal maltratado del cual busco conseguir su lealtad y confianza—. Fue absolutamente impresionante. ¿Siempre has sido así de inteligente? No me sorprendería que al salir de aquí ingresaras a Harvard.

—¿Tú crees? —Andrew eleva su mirada hacia mí, su voz sonando segura por primera vez.

—¡Claro que sí! —afirmo, y le envío un ceño fruncido como si la más mínima duda, de esa declaración, fuera una ridiculez. Acto seguido, ladeo el rostro, y mi sonrisa adopta calidez.

Los ojos de Andrew brillan maravillados, me mira con una expresión deslumbrada y absorta como si hubiera recibido el halago del presidente de la nación o le hubieran regalado una computadora de la NASA. Abre sus labios varias veces, duda, y de pronto, sus ojos se mueven un centímetro hacia alguien detrás de mí, y toda su expresión de admiración se transforma de súbito, en una de pánico y terror apabullante. Andrew da un pequeño brinco, y luego vuelve a intentar encogerse dentro de su propia piel mientras todo su rostro se torna del mismo color que la manzana que sostiene en sus manos.

No necesito voltearme para saber quien lo ha asustado hasta la muerte. Will. Siento como su pie está pisando el mío ahora mismo debajo de la mesa y su aura asesina saliendo de su cuerpo como rayos ultravioletas.

—Lo siento, ¿estorbo? —comienza cuando me giro hacia él, con una expresión toda digna mientras retira de vuelta el barquito a su posesión— ¿necesitas que les dé un tiempo a solas?

Contengo la risa, y la satisfacción de conseguir los celos de Will con un acto tan pequeño. Tengo ganas de pellizcarle las mejillas, pero en su lugar, redirijo mi atención hacia Annabeth, quien me ha estado llamando desde hace unos segundos.

—Nico... ¿ya has pensando en una forma de hablar con el señor D?

Nos habíamos enterado de que el señor D ya estaba de vuelta en el Instituto esta misma mañana, rondando casualmente por los pasillos del instituto de nuevo, con su megáfono en manos para gritar a cualquier estudiante que se le cruzara en el camino. De inmediato, le había comunicado a Annabeth la mayor parte de mi plan, y ella formuló su propia parte del plan. Necesitamos ponernos manos a la obra, lo único que requeríamos, es una oportunidad para acercarnos a él.

Abro mis labios para empezar a hablar, y al mismo tiempo, diviso por el rabillo de mi ojo a Chris Rodriguez ingresar dentro de la cafetería, con un andar despreocupado y galante. Normalmente no me tomaría más de tres segundos mirarlo y luego apartarme, no obstante, la razón por la que mi atención se mantiene en esa dirección es porque, solo unos segundos después, "La bestia" Clarisse La Rue, irrumpe desde el mismo lugar que había aparecido Chris, como si lo hubiera estado siguiendo todo el camino hasta aquí, hecha una furia.

Tiene el cabello suelto, desordenado sobre sus hombros como si se lo hubiera estado jalando. Unos ojos enloquecidos. Los labios estirados hacia atrás en una mueca feroz. Los brazos en jarras que terminaban en furiosos puños, que se implantan para sacar fuera de su camino a cualquier imbécil distraído, aunque eso no es necesario, apenas le echan un vistazo, todos se apartan de ella como si fuera un oso salvaje a punto de arremeter contra su presa: Chris.

—¡NO PUEDO CREER QUE ME HAYAS ESTADO USANDO! —Brama Clarisse, empujando su espalda con violencia, mientras toda la cafetería queda en silencio—. ¡ME MENTISTE, MALDITO PEDAZO DE BASURA!

—Oh, no, ¿qué sucede? —pregunta mi hermana a mis espaldas, y solo escucho a Calipso (que había aparecido en algún momento), contestarle algo sobre "el resultado típico por confiar en los hombres".

Chris se recompone rápidamente del atropello, luego de un pequeño tropiezo, vuelve a enderezarse y se voltea para encarar a Clarisse. Presume de un semblante indiferente delante de ella, sus cejas se alzan ligeramente hacia arriba mostrando desdén, y entonces, suelta un sonoro suspiro que delata toda su exasperación para el público; lo cual, por supuesto, hace enfurecer aún más a Clarisse.

—¡DIJISTE QUE HARÍAS CUALQUIER COSA POR MI, RODRÍGUEZ! — continúa, con la voz jadeante— ¡ME MIRASTE A LOS OJOS, TOMASTE MI MANO, Y PROMETISTE QUE SIEMPRE ESTARÍAS DE MI LADO!

—Por favor, Clarisse... — empieza Chris, con un ligero rodar de ojos.

Mi mente no puede procesar aún lo que ocurre delante de mí, estoy tan confundido como el resto de mis compañeros, haciéndome miles de preguntas y suposiciones sobre lo que pudo haber pasado entre ellos. Pero solo se me ocurre, lo evidente, que Clarisse se había enterado de que la estaba engañando. "Ah, qué desperdicio" —pensé— "pudo haber sido un buen aliado".

Por el rabillo de mi ojo, observo que Dimitri también está tan descolocado como yo, y además, ligeramente furioso. Mala racha, ¿eh, ruso?

—¡MENTIROSO! — chilla Clarisse, volviendo a empujar a Chris con rudeza.

El latino se tambalea nuevamente, y un segundo después, echa una pequeña risa despectiva en su dirección.

—No es mi culpa que hayas sido tan tonta para creerme — anuncia Chris en público, y el rostro de la bestia se pone pálido—. ¿Realmente creíste que te concedería favores a cambio de un estúpido beso? ¿Qué no había una verdadera razón detrás?

—Tú... — Clarisse tiembla de rabia, o de dolor, no estoy seguro, luego su atención y sus palabras se dirigen sorpresivamente hacia el ruso que los está mirando a unos metros de distancia. Su mano se alza, y lo apunta con un dedo acusador— ¡SIEMPRE LO SUPE! CERDO RUSO. SABÍA QUE ERA UN PLAN PARA ENAMORARME Y UTILIZARME. ¡PERO PERDISTE! FUI MÁS LISTA QUE TÚ, Y LO DESCUBRÍ.

—Ni tan lista —la interrumpe Chris— después de todo, nosotros...

Clarisse lo censura con una cachetada, luego le da un rodillazo en las bolas a Chris (dejándolo en el suelo incapacitado, con las manos agarrando sus partes íntimas mientras lágrimas corren por sus mejillas) pero no contenta con eso, Clarisse mira a su alrededor, y lo que hace a continuación es, agarrar al Stoll más cercano, es decir a Connor, y levantarlo sobre sus hombros como si pesara menos que el aire y lanzarlo violentamente contra la mesa donde habitualmente almuerza el director, la cual se hace añicos bajo el peso del pobre Stoll-carne de cañón, enviando astillas y trozos de madera por doquier.

El resto del estudiantado rompe su silencio al espectar esto, gritan horrorizados, y se levantan de sus mesas para observar las condiciones en las que se encuentra Connor, las cuales, no son muy buenas. O sea, ser utilizado para romper una mesa de dura madera, no trae lindos resultados en la espalda. Los gemidos de dolor y sollozos que provienen de la víctima, son la prueba de ello.

—¡Jamás vuelvas a hablarme! —sisea Clarisse por último hacia Chris, y seguidamente, se marcha con paso pesado.

La miro caminar hacia la puerta del patio, su mano se levanta como para sorber su nariz y frotarse los ojos, y entonces, cuando su pelo oculta la mayor parte de su rostro... Hace contacto visual conmigo, y fugazmente, me guiña un ojo antes de desaparecer por la puerta.

Hay dos posibilidades, o Clarisse está intentando coquetearme para darle celos a Chris como colegiala de novela cliché, o todo esto es una estratagema, pero... ¿para qué? La iluminación llega rápidamente a mi mente: Chris se ha convertido en nuestro espía.

Antes de que pueda meditar más sobre eso, el sollozo proveniente de Travis Stoll desvía mi atención inmediatamente. Me volteo justo a tiempo para verlo caer de rodillas a lado de su hermano, tomar su mano entre las suyas y los ojos rojos y llenos de lágrimas, gritar:

—¡HERMANO, RESISTE! ¡POR FAVOR, QUE ALGUIEN TRAIGA UN DOCTOR!

Automáticamente, Will se pone de pie, y sin pensarlo dos veces o decirme una palabra, ya está corriendo hacia ellos. No me sorprende su deseo inamovible de querer socorrer a cualquier alma en desgracia que estuviera a su alcance, pero si me descoloca ver a los chicos levantarse también (Leo, Percy y Jason) para ir a acompañarlo. Pienso que tal vez debería ir también a ayudar... pero decido que es más divertido mirar cómodamente el sufrimiento de un Stoll desde mi asiento en primera fila, junto con el pequeño Andrew que con la escena de horror había sacado su inhalador para darle caladas desesperadamente como un buzo sin oxígeno.

—Hermano... —Connor tose dramáticamente, con los ojos entrecerrados como si estuviera viendo la luz—. Sé fuerte... y por favor... deshazte... de todo el porno... que hay debajo de mi cama.

—¡Shhh, shh! — Travis lo silencia, e inspira hondo, como si estuviera tomando coraje— Guarda tus fuerzas hermano. No hables. Te prometo que estarás bien.

—Estoy aquí —dice Will sentándose a lado de él, y con Percy, Jason y Leo a sus espaldas— ¿qué te duele? Connor, mírame.

Connor obedece, lo mira moribundo, y entonces, sus ojos se llenan de una admiración y alivio que no comprendo, hasta que habla:

—Oh, vaya, ¿estoy en el cielo? —le pregunta Connor a Will, estirando la mano hacia MI novio como si quisiera acariciar su rostro—. Veo mini angelitos en tus hombros... — se ríe tontamente, y empieza a saludar con la mano— Hola... hola angelitos de Will... sí, tienen razón, creo que estoy loco...

Y entonces se desmaya.

—¡NO, HERMANO POR FAVOR QUÉDATE CONMIGO! — Travis solloza, zarandeándolo como una muñeca de trapo.

—¡Rápido! —ordena Will hacia los chicos detrás de él— ¡Hay que llevarlo a la enfermería, pronto!

El trío marítimo de fuego asiente al unísono, y de inmediato, proceden a levantar a Connor. Jason se encarga de agarrar su pierna izquierda y Percy la derecha, Will sostiene uno de sus brazos y Leo el otro, entonces, cuando lo tienen bien sujetado, empiezan a correr en dirección a los pasillos del instituto, con Leo imitando el sonido de las sirenas de ambulancia en todo el camino, hasta que lo último que oigo son las débiles súplicas de Travis y el escandaloso "Wiiiooo, wiooo, wiooo" de Leo Valdez.

Hay un momento de silencio después de eso, donde nadie sabe qué hacer exactamente. Pero de pronto, mi hermana se pone de pie, y anuncia:

—Iré a ver como está Clarisse. Debe estar con el corazón destrozado.

—¿Clarisse tiene corazón?—bromea Cali, y recibe un pequeño pisotón de parte de Piper, tomando en cuenta el leve sonido que oigo debajo de la mesa y su "auch" en respuesta.

—Las acompañaré —dice Frank en seguida, y se levanta también para seguir a Hazel— Tengo que salir de aquí, de lo contrario, terminaré cayendo en la tentación de ir a romperle más que los huevos que mi hermana debió golpear a Rodríguez.

Hazel sonríe en respuesta, como si Frank acabara de decir algo tremendamente enternecedor que le llena de amor, y acto seguido, ambos caminan hacia la salida del patio. Unos segundos después, Calipso la sigue, y luego Piper hace lo mismo, no sin antes preguntarle a Annabeth si no vendría.

—Vayan ustedes, enseguida los alcanzamos— le dice, para luego enviarme una mirada significativa—. Primero hay algo que debemos hacer —entonces, sus ojos se entrecierran hacia algo en la distancia, y asiente solemnemente—. Allí viene, Nico.

—Clarisse ya nos ahorró la molestia de arruinar su mesa— digo, en un susurro.

—Admito que cuando le dije que nos ayudara con eso— comenta Annabeth— No esperaba algo como esto. Creí que derramaría sopa sobre el mueble o algo así.

—¡Oh! ¿Se lo pediste?— estoy ligeramente sorprendido— ¿Por qué a ella?

—Porque la gente nunca cuestiona los derroches de ira de Clarisse— contesta Annabeth diligentemente—. Aunque, repito, esto fue más de lo que esperaba. Supongo que le vino de maravilla con lo de Chris. Mató dos pájaros de un tiro.

Tomo una honda inhalación, y me volteo. Observo como mi objetivo camina lentamente y de exquisito buen humor hasta llegar al sitio donde la cocinera sirve los alimentos. El pobre hombre incluso venía tarareando alegremente una canción, sin darse cuenta de que estaba a punto de ser víctima de una más de las fechorías del estudiantado. Sin sospechar siquiera que será una pieza en el juego de ajedrez más grande del Instituto.

Nuestra mesa se ha quedado prácticamente vacía luego del derroche novelístico de Clarisse, solo quedan Annabeth, delante de mí, y un muy nervioso Andrew Fort a mi lado, quien parece tener miedo de que su buena suerte se acabe y terminemos echándolo de nuestro lado como a cualquier basura.

Tan pronto como observo al señor D, me levanto, le doy un codazo al nerd más cercano (exceptuando a Andrew) para arrebatarle el almuerzo y mandarlo a la cola de nuevo. Almorzar, ya de por sí es algo que me agota, hacerlo dos veces, es algo que yo usualmente no haría. Pero, situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. Annabeth hace lo mismo con una pobre estudiante de primero, y luego nos dedicamos a fingir que no ha pasado nada y somos solo un par de adolescentes comiendo y disfrutando del descanso. Andrew nos mira como si fuésemos monstruos, o tal vez con admiración profunda. Sea lo que sea, no se va de la mesa, pero parece resguardar su comida con más cuidado que antes.

El señor D, junto con Quirón y Cornelio Sánchez, finalmente, llegan a su lugar del comedor donde la mesa de profesores debería ser visible. Excepto que esta vez no hay nada que observar porque la mesa ya no existe. La sonrisa del director va decayendo poco a poco y comienza a formar una mueca, su ceño se frunce, pero no deja de avanzar hasta llegar frente a la cocinera, quien le entrega la bandeja con su almuerzo.

—¿Quién diablos quebró mi mesa?— pregunta mientras no quita la vista de los escombros de lo que alguna vez fue un mueble entero.

—La chica bestia la destrozó con uno de los Stoll— le contesta la cocinera, que se ha comido todo el chisme, diligentemente—. De un solo golpe, certero y rápido. No lo vio venir.

La mueca en el rostro del señor D empeora y casi lo escucho gruñir un par de maldiciones, pero sus labios están cerrados en una sola línea recta. Entonces, la cocinera señala con la cabeza a donde el desvergonzado Chris Rodríguez come su almuerzo, junto al Golova, como si nada hubiese ocurrido, aunque su expresión delata cierta agonía que debe estar sintiendo por sus partes íntimas. "¡Qué desperdicio!" Repito en mi fuero interno, con desazón, y devuelvo mi mirada hacia el director.

—El guapo de allá le rompió el corazón —añade la cocinera, para luego negar con la cabeza en una expresión que claramente decía "¿Cómo se atreve?". — Así que ella quebró la mesa, y a un Stoll.

La mueca del señor D, de inmediato se transforma, otra vez. Ahora, primero se llena de sorpresa y luego, de algo parecido a la tristeza. Sus labios casi forman un puchero antes de soltar un suspiro agotado.

—Bueno— dice el hombre—, puedo perdonarlo por esta ocasión, supongo.

Toma su bandeja, se aleja un par de pasos de la cocinera y entonces, llega el momento. El señor D comienza a evaluar todas las mesas del estudiantado. A esta hora, todas poseen al menos un estudiante, sino es que están repletas hasta desbordar. Puedo ver como su vista comienza a evaluar posibilidades: ¿La mesa de las pirujas con Kelly? No, ni Dios lo quisiera. ¿La mesa de las feministas violentas? Definitivamente no. ¿La mesa de los nerds? No, no, ni él quería juntarse con ellos, demasiado irritantes. Entonces me doy cuenta de que nunca había visto a Andrew comer con ellos, y no puedo evitar preguntar:

—¡Oye, Fort!— el nerd tiembla en su asiento, y me mira tímidamente a través de sus pestañas—. ¿Por qué no comes con los nerds?

—¿Eh? ¿Ahora me estás echando?— pregunta Andrew, formando un puchero en sus labios— la mesa está casi vacía.

No puedo evitar soltar un bufido de diversión, puesto que es la primera vez en la vida que Andrew Ford osa contestarme con un mínimo rastro de oposición en su voz. Es una lástima que sea tan tímido hasta morir, opino que podría ser un buen líder si fuera un poco más confiado. Andrew parece sorprenderse también, y casi aterrorizarse de sus propias palabras porque comienza a temblar como roedor frente a un gato, y me veo con la obligación de aclarar mis palabras antes de que salga corriendo:

—No ahora. Me refiero a generalmente— digo—. ¿Por qué nunca te hemos visto comer con ellos?

—¡Oh!— Andrew se entristece aún más y comienza a punzar un brócoli en su plato con el tenedor de plástico—. Es que no les caigo bien.

—Nico— Annabeth interrumpe nuestra deprimente conversación—. Nico, Nico, Nico, vienen para acá. El señor D te vio y literalmente sonrió, Nico. Y luego empezó a caminar para acá. ¿Ahora qué? ¿Sabe lo que hicimos? ¿Cómo puede saberlo?

—Tranquilízate y actúa normal— le devuelvo, sin siquiera levantar la mirada de Andrew. Agradezco mentalmente que los otros se hayan ido a consolar a Clarisse y a socorrer a Connor, porque si esta es la reacción de Annabeth, alguien habitualmente centrada, no quiero imaginar lo ruidosos que hubiesen sido los comentarios de Valdez, o de Jackson.

Claro que el señor D no pudo saber que nosotros planeamos el sabotaje de su mesa. Él solo identificó mi mesa y vino hacia mí en busca de compañía un poco más amena. No sería la primera vez que comíamos juntos. Ni siquiera sería la primera vez que tendríamos una conversación amistosa. Yo ya había previsto, que este sería el resultado. Es parte de las ventajas de ser yo. El señor D tiene cierto grado de susceptibilidad hacia los casos perdidos.

—De acuerdo, pero... — Annabeth va bajando la voz conforme el señor D y sus dos compinches se acercan cada vez más y más— ¿normal cómo? ¿Normal rubia tonta? ¿Normal estudiante nerd? ¿Normal adolescente promedio?

—Normal silenciosa— le contesto, para hacer que pare con su balbuceo y es todo lo que me alcanza para decir antes de que el señor D tome la palabra frente a nosotros. Con toda la educación del mundo, como si fuéramos gente importante y no tres estudiantes castrosos, dice, mirándome directamente:

—¡Buenas! — suelta una risilla jocosa— ¿Nos podemos sentar?

Entonces finjo dar un respingo, como si recién me enterara de su presencia (prácticamente imito el movimiento nervioso de Andrew Fort). De inmediato, sonrío y suelto un elegante:

—¡Por supuesto! ¡Qué honor! — mis ojos van directamente hacia los suyos, luego se desvían hacia los restos de la mesa rota, luego de vuelta hacia él, como si recién me diese cuenta — Clarisse no lo hizo a propósito, solo fue la mesa más cercana....— cambio de tema velozmente, mientras Annabeth se mueve hasta mi lado, haciéndoles espacio, y ellos tres se sientan frente a mí—. ¿Cómo le fue en su viaje, señor D?

—De maravilla— dice, sin dar muchos rodeos— No podría haber ido mejor.

Y entonces comienza a hablar conmigo como si ambos fuéramos viejos amigos y yo no hubiera intentado dispararle con su propia pistola tan solo unos cuantos días atrás. Annabeth me observa con un nuevo tinte de admiración en sus ojos, pero esto es apenas el inicio, aún no me ha visto en acción. Luego de unos cuantos, "wow, me alegro" pronunciados sin expresión alguna, el señor D sonríe una vez más y me dice:

—¿Y tu hermana? ¿Cómo ha estado?— ambos sabemos que se refiere al ataque, aún así, decido contestar con un simple "bien", por lo cual él insiste en el tema— ¿Cómo te has sentido tú?

—Bien...— digo rápidamente y de inmediato me giro hacia Quirón, para decir lo primero que me viene a la mente para no arruinar mi oportunidad de oro—. ¿No había mencionado algo sobre su ahijado aquel día? ¡Yo no sabía que usted tenía un ahijado! — me giro hacia Annabeth— ¿Tú sabías? — Annabeth se muestra sorprendida así que miro a Andrew y este, más por inercia que por otra cosa comienza a negar con la cabeza.

—¡Oh! — Quirón está encantado del cambio en el tema, se cubre la boca elegantemente mientras termina de masticar y tragar, entonces continúa—: ¿Herc? Prácticamente lo vi nacer, es un buen muchacho. — guiña — Tanto como tú.

Sonrío forzadamente, por puro protocolo, pero lo cierto es que, o el tal Herc era un maldito bastardo, o el profesor favorito de todos había aprendido a usar el sarcasmo al fin, y del modo más doloroso. Sin embargo, me mantengo observándolo, ejerciendo presión visual para que continúe. Poco a poco inicio a suavizar mi sonrisa y al final funciona. Quirón continúa:

—Es... es un poco mayor que ustedes— su voz se tiñe de amor inconfundible—. Estudió aquí, durante unos cuantos años. Se enmendó bastante bien, ¿no es así, señor D?

—Sí, sí— dice el señor D— He repuesto a chicos realmente problemáticos a lo largo de los años. ¡Tu ahijado es uno de mis mejores trabajos! — Ambos sueltan una carcajada triunfal como si fuera el mejor chiste o logro del mundo. Lo único que les falta hacer, es levantar sus manos y chocar los cinco en el aire.

Cornelio, nuestro guardia de seguridad favorito, quien nos cubre cuando nos escapamos en la noche para tomarnos el whiskey de Frank, perdona a Jason y Piper cuando se los encuentra por los pasillos metiéndose mano, y ayudó a Chris y Clarisse a salir indemnes y sin castigo después de su sacrificio la otra noche para distraer al resto de guardias; me mira y rueda los ojos visiblemente perturbado por el momento embarazoso que su jefe y el profesor están interpretando.

Tengo que controlarme a mí mismo para evitar soltar una carcajada a favor de su hastío. Annabeth, finge una tosecilla y me doy cuenta que ella también notó el gesto. Andrew, por su parte, ya ha dejado de temblar y parece sentirse en un ambiente lo suficientemente cómodo como para poder esbozar una mínima sonrisa. Cornelio también nota esto último, así que le guiña en complicidad. Andrew me mira, como en búsqueda de instrucciones, sobre cómo socializar, pero lo ignoro para lanzar mi ataque, al fin.

—Apuesto a que antes era mucho más divertido— mascullo entre dientes, incluso cuando sé que todos me escuchan. Eso detiene la risita del señor D. ¡Ja! Justo en el blanco. Justo en la vena sensible que quería tocar.

—¿Qué?— pregunta, muy serio— ¿Cómo qué "más divertido"? ¿A qué te refieres?

—Pues... A que de seguro en esa época había cosas más entretenidas que hacer aquí— ahora utilizo mi expresión de adolescente melancólico—. Últimamente siento que me voy a volver loco. La monotonía está matándome, señor D.

Todos los presentes sabemos que eso no es cierto, puedo ver como por el rostro del señor D pasa un rastro de ofensa, pero luego bufa, y sonríe con escepticismo. Quirón niega con la cabeza, seriamente consternado, creo que, si le doy suficiente tiempo, llamará a la psicóloga para que me dé una sesión con urgencia. Cornelio, parece haberse dado cuenta de mi plan, porque se ve forzado a esconder su sonrisa detrás de su vaso con Coca Cola.

—¡Ajá!— el señor D vuelve a bufar— Y por eso organizaste quién sabe qué actividad ilícita nocturna en los pasillos del edificio estudiantil, ¿no?

—No sé de qué me habla, señor D— digo, sin siquiera intentar fingir demasiado— Yo me acosté temprano en mi habitación, como todas las noches. ¿Por qué? ¿Ocurrió algo? ¿No nos había prohibido intentar romper las reglas mientras usted estaba de viaje? ¿Qué clase de peligro andante sería yo si violo tales mandatos?

Y como el señor D de todos modos no tiene pruebas para inculparme, gracias a Andrew Fort y sus artes místicas en el control de las cámaras de seguridad, decide pasarlo por alto y meter un trozo de carne a su boca, con el tenedor de metal (él es el único que puede usar cubiertos reales aquí).

—Me parece que tienes suficientes oportunidades para divertirte con Wallace y todos tus nuevos amigos— dice el señor D— ¿No? ¿Acaso quieres más clases de educación física? A la señorita Cheese le encantarían— dice señalándola con el tenedor, ella levanta ambas cejas, sorprendida— ¿No fuiste tú quién abatió doce a uno, en un partido de soccer el año pasado?

—Habrían sido trece— contesta Annabeth, con un puchero — Sino fuera porque Drew fingió torcerse el tobillo antes de mi anotación— luego parece darse cuenta de la amenaza implícita en "más clases de E.D."— Pero no creo que sea necesario, señor D. ¿Verdad que no, Quirón?

Siendo que la profesora de educación física no ha mostrado cara en todo el año, no me preocupa demasiado esa amenaza. Además, a mí nadie me obliga a hacer deporte, y por el collar tampoco es como que me quieran cerca mientras está sonando como perra atropellada, así que... No. Su amenaza no me intimida. Pero, aprovecho la mención de Will para evitar el desvío del tema, antes de que Quirón conteste.

—¡Oh!, ¿sabe cómo le gusta divertirse a Will? — esta vez me aseguro de parecer muy emocionado al respecto— ¡Bailando! Como en una fiesta, ¿no es genial?— ahora finjo decepción— Bah, ¿pero qué va a saber usted de las fiestas alocadas? Probablemente no ha ido a una en más de veinte años.

El señor D, se ofende a sobremanera al respecto. Sin embargo, como soy yo quien lo dice, y no cualquier otro delincuente, opta por contestar de modo infantil y no con tres meses de castigo en las mazmorras.

—¡Y tú no has ido a una fiesta en toda tu vida, mocoso malcriado!— me devuelve.

¡Bam! Mordió el anzuelo. Cayó como el pez más gordo del arroyo. Pongo un puchero en mis labios, dejo caer mis hombros, inclino la cabeza ligeramente hacia abajo, y con la voz más afligida que consigo formar, digo:

—No... nunca he ido a una fiesta.

El señor D pronto se ve sumamente incómodo, Quirón parece estar intentando encontrar algo que decir para motivarme, Cornelio suelta un "tssss" que es claramente un "Uff, director, metió la pata en serio". Andrew, sincero y solidario, pone una mano sobre mi hombro, para demostrar que no estoy solo y él tampoco ha ido nunca a una fiesta. Y Annabeth, quien sí entiende el plan y es realmente una muy buena socia, se lleva una mano al pecho y me mira con lástima, para luego negar con la cabeza mirando al señor D, como diciendo "se pasó esta vez, señor, se pasó".

— No es mi culpa — continúo, ahora con tono de niño con trauma, en negación—. ¿Cómo voy a ir a una fiesta estando aquí encerrado? El concierto y el bar de aquella noche no cuentan — el señor D está tan concentrado en lo que digo que no intenta reprenderme por la mención a nuestro escape—. Ojalá hubiera fiestas en el Instituto, ¿sabe? Llena de gente de nuestra edad, y no de borrachos y prostitutas.

¡JA! Como si el instituto no estuviera repleto de borrachos y prostitutas.

—No, no, no— el señor D, niega de inmediato. A pesar de que la tentación es muy grande, no cae en el primer intento—. No fiestas.

—¿Lo ve? —digo echándome hacia atrás en la silla—. Usted no entiende. Ya no sabe lo que es divertirse. Está muy viejo.

— ¿Vie...? ¿No diver...? — parece enojarse de nuevo— Para tu información, di Angelo. Yo era el rey de las fiestas cuando estaba en la secundaria. Seguía siendo el rey de las fiestas cuando estuve en la universidad. Fui el rey de la fiesta en la boda de mi prima Julie. ¡Y ahora mismo sigo siendo el rey de las fiestas súper divertidas!

—Pruébelo... —hablo, casi en un susurro. Y eso es más que suficiente.

—¿Que lo pruebe? — se voltea hacia Quirón y Cornelio— ¿Me ha dicho que lo pruebe?— Vuelve hacia mí— ¿has dicho que lo pruebe?

—Haga una fiesta. Solo una— sugiero, pero esta vez hablo lo suficientemente alto para que las mesas aledañas escuchen. El señor D no parece notarlo—. Con buena música, comida, vino y confeti de colores chillones. ¡Por los viejos tiempos! ¡Una súper fiesta divertidísima!

El señor D se levanta con su bandeja ahora vacía. Su mirada completamente llena de decisión, la adrenalina de haber recibido un reto, palpable en el ambiente. Yo sé toda la historia, sé que lo encaminé hacia ese sentimiento en el cual no razonas, sino que buscas engrandecerte frente a tus amigos. Pero el resto de los estudiantes en el comedor, solo me escucharon darle una orden: Haz una fiesta. Por eso, cuando el señor D contesta con la emoción en la garganta y la necesidad de probar su punto, probablemente retorciéndole los intestinos, como una señora discutiendo en redes sociales, todo el mundo ahoga una exclamación.

—Si quieres una fiesta —dice el señor D— Tendrás una fiesta.

Quirón lo sigue, posiblemente queriendo hacerlo entrar en razón. Cornelio da un silbido de admiración en mi dirección y camina tras ellos, tal vez para intentar fingir que ayuda a Quirón. Pero todo eso es inútil, porque el director se retira, y me deja a mí, el rey del Instituto, frente a un puñado de estudiantes que solo saben que habrá una fiesta.

Gracias a mí.

Luego de que el señor D se retirara, no quedaba mucho que nosotros pudiéramos o quisiéramos hacer en el comedor. Con nuestra misión cumplida, y la primera clase de la tarde cancelada porque el profesor se cayó "accidentalmente" por las escaleras, decidimos ir al jardín a encontrarnos con el resto de nuestros amigos.

Tan pronto como salimos del comedor soy capaz de hallarlos, no solo porque el cabello amarillo de Will llama mi atención como una bandera de oro, tampoco por el modo casi represivo en que Calipso está abrazada a él, como si fuese un mono con su banana; sino, por la forma en que ambos ríen burlona y ruidosamente de la manera en la cual Clarisse está rechazando las atenciones del trío tormenta marítima de fuego.

Al parecer, luego de socorrer al caído Connor Stoll, los chicos decidieron que si bien era cierto Clarisse era la matona que metía sus cabezas en el inodoro con mayor frecuencia, era su matona y solo ellos podían hacerle bullying, o intentar maltratarla. ¡El bastardo de Chris Rodríguez no tenía tal derecho! Así que, supongo, están intentando regresarle el buen humor. Leo tiene un montón de flores plásticas enredadas en el pelo, posiblemente después de que Clarisse le quebrase su ramo de flores improvisado en la cabeza.

También está en el suelo, sobándose la frente.

Puedo ver los pies de Jason Grace balanceándose fuera del basurero, al tiempo que Piper intenta sacarlo de allí, pero se le complica bastante puesto que también se está riendo de él. Mientras tanto Percy está arrodillado frente a la bestia, parece que le está recitando un poema, o algo por el estilo, mientras Frank niega con la cabeza, como pidiéndole que pare antes de que Clarisse lo mate.

La chica bestia está a punto de patearle la cara a Jackson, pero Frank se pone en medio, detiene el pie en el aire y le habla a su hermana, con más valor que cualquier otro hombre en el Instituto:

—¡Ellos solo están intentando consolarte!— le dice.

—¡Yo no necesito que me consuelen!— devuelve Clarisse.

—¡Tienes toda la razón! —interviene mi hermana—. Chris no te merece. ¡Se pasó esta vez! No lo vamos a perdonar, tú vales mucho más.

Clarisse se da un manotazo en la cara, pero no le contesta a Hazel, porque Will apoya la moción, al tiempo que sigue intentando mantener a Calipso en pie, para que no muera de risa en el suelo. Clarisse debió haberle pegado muy fuerte a Leo, por el modo en que ríe.

—¡Es cierto, Clarisse! Si va a tratarte de ese modo, entonces no vale nada como persona — dice Will, ahora es Annabeth quien bufa divertida a mi lado—. Aunque no creo que sean necesarios los poemas, Perce, suenas como mi padre con sus haikus.— ya estamos lo suficientemente cerca como para poder notar la enorme chichota que le está creciendo a Leo en la frente, por lo cual los comentarios de "unicornio" que balbucea Calipso en medio de sus carcajadas comienzan a tener sentido. Will continúa—: Además, cualquiera que haga una apuesta con respecto a los sentimientos de alguien, da asco, no importa lo lindo que sea su trasero.

—Disculpa, ¿quién tiene un lindo trasero, decías? —intervengo solo para asustarlo, pero Will no muestra ni el más mínimo rastro de culpa.

—¿Además de ti? —me devuelve, lo cual me hace bufar para intentar disimular la sangre subiendo hasta mis orejas—. Chris. Pero ambos son malos cual Lucifer. ¿Conseguiste algo con el señor D?

—¿Dudabas de mí?— le regreso y eso llama la atención de los demás. Clarisse además sonríe y es la primera en hablar.

—¡Eso sí me pone de buen humor!¡JA!— proclama, como si no le hubieran roto el corazón.

—Disimula— le aviso— Golova no es tan idiota como para no notar que estás feliz como una lombriz.

—Ah, sí.— Clarisse borra la sonrisa en su rostro, pero no hace mucho más por mostrarse cual adolescente a punto de cortarse las venas— Bueno... como sea. Al menos monté un buen show ahí adentro, ¿no?

—¿Qué? ¿Cómo que show?— pregunta Jason aún desde el basurero— ¿Escuché show?

Esta vez Percy se levanta de su lugar y ayuda a Piper a finalmente sacarlo del basurero. Leo también se levanta del suelo, aún frotándose la frente y Frank le pone una mano en el hombro como diciendo: "Gracias por intentarlo al menos". Calipso deja de reír, pero la muy descarada no suelta a Will, sino que lo aprieta más contra ella y me lanza una mirada de "¿Qué vas a hacer al respecto, eh?". Le saco la lengua sutilmente, pero me detengo cuando Will se voltea a mirar, cambio mi expresión por una de absoluta inocencia. Calipso entonces me hace una mueca arrugando la nariz y bizqueando los ojos, Will la mira ahora a ella, y ella la cambia por una sonrisa de niña buena.

Will parece bastante satisfecho, puesto que no dice nada.

También me doy cuenta del modo furtivo en el cual Hazel se desliza cual serpiente por en medio de todos, hasta llegar al lado de Frank y sentarse a su lado, sobre la mesa de concreto, y colarse bajo su brazo. Frank enrojece como langosta en olla, pero finge inocencia al mirarme. Sigo el consejo que Will no me ha dado, y finjo que no me importa.

—¿Y Connor?— pregunta Annabeth en voz alta.

—Lo dejé con Travis en la enfermería— contesta Will— Sobrevivirá.

—Bien— dice Annabeth— Entonces, chicos, tienen que saber que Nico consiguió que el señor D...

Y entonces el fuerte ruido de la puerta del comedor cerrándose con suma violencia la interrumpe y nos hace girar de inmediato. Dimitri sale hecho una furia desde el interior, con su pandilla siguiéndolo de cerca y un nerd indefenso entre sus manos. Comienzo a mirar hacia todas direcciones, detrás de mí, hacia los lados...

¡No puede ser, es nuestro nerd!

¡Pero si estaba aquí hace un minuto!

—¡¿Por qué abandonaron a Andy?!— Leo prácticamente salta a mi lado, reclamándome por ello— ¡No es justo, le debemos nuestra huida!

—No lo abandonamos— protesto, perplejo—. Estaba con nosotros... ¿Annabeth?

—Eh...— la chica parece tan desconcertada como yo— Yo... creo que... Solo asumí que venía detrás de nosotros.

Clarisse se levanta furiosa, lo cual me sorprende un poco, porque... ¿Desde cuando le interesa la seguridad de Andrew?, pero entonces dice:

—¿Quién se cree para quedarse con mi presa?— y entonces comprendo su malestar. A mi tampoco me gusta que toquen mis cosas, incluso si es mi basura.

—¡HEY, CACA DE MONO!— la voz de Drew Tanaka se adelanta a cualquiera de nosotros, y nos deja anonadados mientras observamos la escena delante de nosotros. Drew sale prácticamente de la nada y toma a Andrew del brazo para luego colocarlo detrás de ella— ¡Déjalo en paz! Si quieres desahógate con cualquier otra persona, pero a él, déjalo tranquilo.

Dimitri rueda los ojos, pero intenta tener algo de paciencia puesto que es una chica (una muy linda) quien lo interrumpe en medio de su labor de practicar calzón chino a un desvalido. Intenta apartarla de un empujón en el hombro, pero Drew se pone firme, frente al nerd.

—¿Por qué pierdes el tiempo tratando de ligar con un nerd?— pregunta Dimitri sucumbiendo a la irritación, y en voz lo suficientemente alta para que todo el Instituto lo escuche— Si lo que quieres es revolcarte con alguien, estoy dispuesto a satisfacer tu necesidad.

—¡JA! — la risa seca de Drew, sale tan alto y tan rasposa que parece haberle dañado la garganta—. ¿Estás bromeando?

—No, no bromeo— Dimitri se acerca más a ella, aún sosteniéndole el delgado brazo, como si ahora, solo por sujetarla, fuera su dueño. Andrew está paralizado, pero su mirada rebosa furia—. No es como que te cueste mucho abrir las piernas, de todos modos, ¿verdad, putita?

—¿Y qué obtengo de vuelta contigo, imbécil apestoso? —le regresa ella, sin siquiera mostrarse mínimamente ofendida, por el contrario, libera su lengua como si fuera inmortal—:¡Tú eres un drogadicto! Ni se te ha de parar el pito por tantos estupefacientes. Saldrás de aquí para caer en otra maldita prisión y seguirás allí por el resto de tu vida. ¿Mientras que yo qué? ¿Cuido a tus feos bebés y te hago la visita conyugal? ¡Bah! ¡Qué vida de mierda!

>>Andrew por otro lado, encontrará un trabajo y se hará multimillonario porque es un puto genio. ¡Entonces podrá comprarme todo lo que yo quiera! Todas las joyas, todos los autos y lujos que me merezco. ¡Estoy invirtiendo en mi futuro! — parece haber acabado su monólogo (o su testamento), pero, al parecer no hay límites para Tanaka, y agrega—: Además la tiene más grande que tú.

Dimitri suelta una carcajada que suena más bien rabiosa.

—No estés tan segura —le gruñe —Nunca me la has visto.

—Claro que sí— Drew hace un gesto de descarte con la mano— Isaak le compró tu pack a Kelly el año pasado— entonces levanta su diminuto y estilizado dedo meñique de la mano, como si estuviese tomando té, y lo balancea en burla, dando a entender que Dimitri tiene realmente una miniatura entre sus piernas.— Se perdió en la purga de inicio de clases... Pero lo recuerdo muy bien.

El tono burlón es glorioso, la intención clarísima, y el público es complaciente, comienzan a reír y a cuchichear como si Drew fuese una verdadera maestra en la descripción de pitos pequeños. Yo le aplaudo mentalmente a la chica por su gallardía, pero a Dimitri no le hace ni puta gracia. La empuja brutalmente para apartarla del camino, ella choca contra Isaak, quien la estabiliza, y luego la empuja de vuelta dándole impulso para que ella empuje a Dimitri a su vez.

Pero Drew era solo una asiática pequeña, frente a una pandilla de bravucones. El empujón le hace tanto daño a Dimitri como lo haría un aletazo de mosca a una vaca. Aún así, lo intenta. Los gemelos salen detrás de Dimitri y sujetan a Andrew, que ha intentado moverse para defender a Drew. Isaak, por su parte, se enfrenta a su peor—es—nada, Jesse. No es demasiado difícil para nadie comprender, que están destinados a perder. Chris y un par de gorilas nuevos que yo nunca había visto, aún están libres y por ponerse en acción.

Annabeth me mira. Yo asiento con la cabeza, y entonces ella da la orden:

—Percy— dice— Rescátenlos, también a Drew.

—¿También a Drew?— pregunta Piper, como si esperara haber escuchado mal.

—También a Drew— reafirma Annabeth.

Percy rueda los ojos, pero luego levanta una mano hasta su frente con el saludo de los marines.

—Sí, señora —suspira con pesadez— Ya escucharon, ejército, ¡También a Drew!

Dicho eso, Percy se da la vuelta rápidamente, se pone de puntillas con la cabeza ladeada y la mirada meditabunda como si considerara algo, y entonces, echa a correr en dirección a ellos preparado para embestir como un toro en celo.

—Ay, a él le encanta hacer eso —Jason se da un manotazo en la cara, resignado, pero va detrás de él, al igual que Leo, quien solo se ríe maniáticamente de diversión.

Siempre, cuando pienso que nada de lo que haga Percy puede sorprenderme más a estas alturas, él me demuestra lo contrario sin siquiera quererlo. Anonadado, contemplo a Percy embestir a uno de los gemelos de Dimitri con su hombro, y empujar con una patada al otro, para enviarlo lejos del pobre Andrew que también afectado por la arremetida, sale disparado al frente para aterrizar de rodillas y manos contra el suelo delante de Drew y Dimitri, como si estuviera dándoles una reverencia.

Detrás de él, Percy esquiva y hace a un lado un puñetazo que se dirigía a su cara, con absoluta facilidad como si viniera en cámara lenta, aunque para mis ojos, todo sucedía demasiado velozmente. Está ocupado peleando con ambos gemelos a la vez (más bien jugando a ver quién lo alcanza primero) por lo que no se da cuenta que los dos nuevos esbirros de Dimitri se están acercando desde sus espaldas para atacarlo de forma impropia. Sin embargo, justo cuando estoy a punto de advertirle con un grito, Jason aparece y empuja a uno de los esbirros y les grita: "Hey, nuevos imbéciles, intenten golpearme a mí".

—¡Oh! Gracias, Bro —exclama Percy con voz tierna en su dirección, luego de agacharse y hacer caer a Oto con una patada a su espinilla.

—Cuando quieras, bro —Jason le guiña un ojo—. Nadie te toca excepto yo.

—¡HEY!

—Y tal vez Annabeth, ya, ya, ya— Jason chasquea la lengua, restándole importancia.

Mientras tanto, a un par de metros de ellos, Dimitri había agarrado a Andrew del cuello de su camiseta naranja para mantenerlo de rodillas y con el rostro pálido y aterrorizado levantado hacia él, en tanto sostiene a Drew de la nuca para mantenerla controlada. El nerd tiembla descontroladamente delante del ruso, sus lentes se encuentran torcidos sobre su nariz rojiza y casi están por caerse de sus orejas, por lo que se ve claramente el miedo tan arraigado dentro de sus ojos y el brillo que delata lágrimas contenidas.

Dimitri lo zarandea con fuerza, casi rasgando la tela de su camiseta.

—¡Todo esto es tu culpa! —grita, y levanta su pierna como para darle un rodillazo.

Sin embargo, Drew se adelanta, y con toda la fuerza de la que es capaz, empuja, y hace trastabillar al ruso hacia atrás para que éste vuelva a bajar su pierna y busque recuperar su equilibrio. Dimitri gruñe enfadado por su interrupción, así que como castigo, estira el pelo de Drew con violencia, con la mano que había estado sujetándole la nuca, provocando en la asiática, un pequeño jadeo de dolor y una expresión mitad indignada, mitad asustada.

Andrew toma valor al ver esto, y grita enojado:

—¡No le hagas daño!

—¿O qué? —Se burla Dimitri, casi levantándolo del suelo— ¿Qué vas a hacer, ratita?

Los labios de Andrew se aprietan en una línea dura, con congoja, su expresión es de cobardía, pero de improviso, sus ojos cambian, su ceño se frunce con determinación, y acto seguido, pone sus manos sobre el brazo de Dimitri que lo está sosteniendo y sin perder ningún segundo, se inclina y lo muerde.

Con fuerza, mucha fuerza.

Porque de inmediato, Dimitri vocifera con agonía, de forma tan repentina que todos se quedan quietos por un momento, y voltean en aquella dirección con las quijadas hacia abajo por la sorpresa, incluyéndome. Andrew no se acobarda por esto, al contrario, ejerce más presión en sus dientes y muerde con más energía el antebrazo de Dimitri. El ruso grita una vez más, y con furia, se deshace de un movimiento rudo de Drew (lanzándola lejos) para utilizar su mano libre en el nerd.

Andrew recibe un puñetazo en su frente de su parte, que lo lanza al suelo de espaldas.

—¡¿Cómo te atreves?! —vuelve a vociferar el ruso, y levanta una pierna como para patearlo, sin embargo, Drew se tira sobre Andrew antes, y protegiendo su cuerpo con el suyo, grita un rotundo: ¡NO!, mientras le da la espalda a Dimitri y sus brazos rodean protectoramente la cabeza del nerd.

Pero desde hace años, algo que todos tienen claro, es que Dimitri no es precisamente un caballero. Él, de igual modo, iba a patear a Drew y a Andrew como un dos por uno, sin ningún tipo de piedad, de no ser, porque una pequeña piedrita impacta en su ojo; y le saca un rugido de dolor mientras se lleva una mano a la zona adolorida.

Mis ojos se mueven hacia Leo, de pie a un par de metros de ellos, con una resortera recién usada en sus manos.

—¡Bien! ¡Yuhuu! —grita Leo, con un puño hacia arriba— ¡Justo en el blanco, hombre!

Dimitri se ve enloquecido ahora, sus ojos realmente parecen explotar lava y chispas, así que, finalmente, doy un paso al frente y hablo:

—Dimitri —pronuncio su nombre con sarcástica solemnidad— deberías retirarte ahora mismo.

—¿Disculpa?

Su indignación casi me hace soltar una carcajada.

—Llamarás la atención de los guardias —continuo con serenidad— y por defecto, la del director. Se molestará mucho si nos ve peleando. Tanto que podría cancelar la fiesta que ha dicho que llevaría a cabo.

Fiesta que se haría gracias a mí.

Fiesta que se perdería gracias a él.

Dimitri no es tonto, sé que ha entendido el trasfondo de mis palabras con exactitud. Si la fiesta se cancela por su culpa. Algo que todos ya están esperando con ilusión. Definitivamente se ganaría el odio de todo estudiantado al unánime. Lo que, por supuesto, finalmente acabaría con su reputación, lo poco que queda de ella, lo dejaría muerto, vacío, rondaría por los pasillos solo como el vestigio de un rey pasado. Pude ver en el odio más profundo e intenso de sus ojos, que entiende lo que estoy haciendo, que con gozo, estoy atreviéndome aquí y ahora mismo, a regirlo también a base de mis caprichos.

Observo por el rabillo de mi ojo que algunos estudiantes de la cafetería nos están contemplando desde la ventana y la puerta. Sonrío en mi fuero interno por mi buena fortuna. No obstante, me fuerzo para mantener mi semblante inescrutable mientras mantengo el contacto visual con Golova. "¿Qué harás?" —le envío burlonamente con una sutil ceja levantada— "¿Quieres jugar a enterrarnos? Créeme que soy mejor que tú haciendo eso".

Finalmente, luego de una larga pausa, Dimitri levanta el mentón con el poco orgullo que le queda y ordena:

—Vámonos.

Sus esbirros nuevos, y los gemelos, lo miran sorprendidos por un momento, me miran con cierta sorpresa y resentimiento, y luego, casi a la vez, siguen a su Golova que ya va caminando en dirección a los dormitorios masculinos; sin haber mediado otra palabra.

Un rato después, suelto el aliento que no sabía estaba conteniendo, seguidamente, mi atención se centra en Andrew y Drew que aún siguen de rodillas sobre el césped sintético. Me fijo en el nerd principalmente, que se encuentra escupiendo saliva y manteniendo la lengua afuera como si quisiera lavarla con lejía. Su expresión es de asco total.

—Pobre, pobre, bebé — Drew lo agarra de las mejillas, y el aludido queda tieso en su lugar, su repugnancia quedando en el olvido, al tener el rostro de la asiática tan cerquísima—. ¿Quieres que te quite el mal sabor con un beso?

Antes de que Andrew pueda negarse o aceptar, los labios de Drew ya están sobre los suyos, con una pasión descontrolada como si no estuviera nadie mirándolos ahora mismo. Toso un poco, y aparto la mirada, con una leve sonrisa divertida. Bien, no terminó en desastre, es un gran avance.

De forma fugaz, siento que alguien roza la yema de mis dedos con timidez, un breve toque, pero que deja calidez y ahora queda hormigueando, puesto que es uno de los principales súper poderes que Will tiene sobre mi piel. Giro mi cuerpo para mirarlo, Will se encuentra de pie cerca de mí, tiene la mirada cabizbaja y una expresión de tristeza que me llena de consternación.

—¿Qué ocurre? —le pregunto, conteniendo las ganas de colocar mi pulgar debajo de su mentón para alzar su rostro.

Will traga saliva, sus ojos siguen mirando el suelo por unos segundos, hasta que, finalmente los conecta con los míos. En sus orbes azules observo la preocupación latente, y el miedo, también la adorable mueca de sus labios carnosos, transmiten desazón.

—Dimitri —responde, como si eso lo explicara todo— fue algo en su mirada esta vez... fue mala...

Pongo una sonrisa suave sobre mis labios.

—Descuida, él siempre me mira así, pero nunca puede hacer nada —respondo, y me rio quitándole importancia.

—No lo sé... —musita Will, soltando un suspiro indefenso— siento... siento que algo malo va a pasar pronto.

—Estás paranoico. Siempre hemos estado en constante peligro, y ahora que por fin tenemos algo de tranquilidad, te provoca desconfianza. Pero está bien, —pongo una mano sobre su hombro, y sostengo su mirada con confianza— ahora que tengo el poder absoluto, no lo perderé fácilmente, Will. Confía en mí, a partir de ahora, ya nadie podrá lastimarte.

—No soy yo el que me preocupa —rebate Will molesto, pero suelta un suspiro resignado—. Pero supongo que tienes razón.

Ensancho mi sonrisa, y le doy un último apretón a su hombro antes de quitar mi mano, luego, me dejo caer sobre el césped artificial que implantaron en esta sección del jardín, Will se sienta a mi lado, y de pronto la mayor parte del grupo lo hace también, Drew envuelve a Andrew en un abrazo protector, como si fuese un niño que acaba de sufrir un trauma. Sin embargo, Andrew parece más traumado por estar siendo presionado en medio de los pechos de la chica, que por lo que pasó con Dimitri.

Aún así, Drew lo presiona contra ella tan fuertemente que por un momento siento auténtica curiosidad de si el nerd consigue respirar ahí. Drew no se detiene con eso, es más, comienza a acariciarle la cabeza, tal vez para tranquilizarlo, o para consolarlo. Lo cierto es que la reacción de Andrew, es la misma que tendría un hámster: se queda completamente inmóvil, fingiendo su muerte y esperando a que el depredador se canse y se marche. No le devuelve el extraño abrazo a Drew, pero tampoco se retira de ahí. Él, simplemente, se comporta como un cadáver.

Me fijo de soslayo, que Isaak se sienta a lado de Drew, pero sus ojos promiscuos están muy interesados en todo lo referente a mi novio. Pero bueno, decido que estoy de buen humor, y puede gozar la vista y sufrir la desdicha por lo que nunca podrá tener.

Por otro lado, la asiática ha decidido sentarse con nosotros, unirse a nuestro círculo social, lo cual, es una declaración tácita de que ahora es de nuestro equipo; que me sorprende más que la idea de que Isaak piense que acosando a Will lo conseguirá para él. Ja, sigue soñando, judío rosa.

—Entonces...— inicio, pero la verdad es que no sé exactamente por dónde empezar— Drew...

—¡Bah!— me interrumpe, presiona a Andrew hámster-muerto- Fort-un poco más cerca de ella, y hace una mueca de desdén—. ¿Qué quieren que les diga? No es que esté a favor de ustedes, simplemente estoy en contra de ese moco-aguado ruso. Especialmente si comienza a molestar a mi Andrew-bebé.

Andrew estira una pata, como si su actuación no fuera ya lo suficientemente realista. Creo que también ha dejado de respirar, sus ojos miran sin ver, como canicas secas.

— Lo siento— niego con la cabeza—, pero tengo que preguntar: ¿A ti no te gustaba Jason? ¿No llevan tú y Piper dos siglos peleándose por ello?

Jason asiente con la cabeza, pero se queda luego muy quieto, como teniendo recuerdos de Vietnam. Esta vez, sin embargo, es Piper, a tan solo unas cuantas personas de mí, quien bufa con desdén y me contesta:

—Nah, Jason solo era un trofeo en medio de la guerra— rueda los ojos, Drew asiente y se encoge de hombros, como si el rubio realmente no fuera más que un objeto—. Lo de Drew y yo tiene bases mucho más sólidas que una batalla por un chico.

—¡¿Soy solo un trofeo?!— Jason suena indignadísimo.

—Pero uno muy bonito y tierno— Piper se da cuenta del problema con sus declaraciones y decide usar la misma estrategia que la de Tanaka. Se incorpora un poco, hasta quedar arrodillada al lado de Jason y lo abraza, presionando su cabeza contra sus pechos. — No lo tomes personal, Chispitas.

—La madre de Piper y mi padre compiten en la industria comercial— explica Drew, lo que Piper ya había empezado a decir—: Lo cual significa que ella y yo somos competidoras directas en la vida. Lo que ella tenga, yo debo tenerlo mejor. Lo que ella haga, yo debo hacerlo mejor. Es una cuestión de honor.

—Exacto— apoya Piper y luego pone una expresión un poco más triste— O de lo contrario mi mamá se va a molestar conmigo por permitir que la competencia nos supere... Como con el perfume que Kelly le echó a Jason el otro día en los ojos. Es la competencia directa del Afrotastic.

—Y si mi padre se entera de que estoy sentada a tan solo unos metros de McLean, del enemigo, en tan pacíficos términos... — Drew parece considerar que después de todo no es tan buena idea ser sincera—, bueno, pues no será bonito para mí. ¿Okay?

—Aún así, estás aquí— interviene Annabeth, y se gana como recompensa otra mueca de desdén por parte de la japonesa. Casi como si fuera una deshonra para ella darle explicaciones, levanta la barbilla y parece estar a punto de hablar de nuevo.

Se detiene. Tiembla ligeramente, voltea la cabeza hacia su izquierda, desde donde Isaak acosa a Will silenciosamente, Isaak interrumpe su acoso solo para dirigirle una mirada a Tanaka y luego encogerse de hombros. Ella suelta un suspiro agotado, y finalmente, me mira de nuevo. A mí, no a Annabeth, ni a Piper.

—Pero no importa si mi padre se enfada conmigo ahora— dice con un tono que suena casi a derrota—. Yo tengo asuntos pendientes con Dimitri, y no me voy a quedar de brazos cruzados viendo como se apodera de esta maldita cárcel.

—¿Te perdiste las noticias del día, nena?— Leo interrumpe, al tiempo que se mete una hebrilla de pasto sintético entre los dientes y luego la escupe, porque, pues... sabe a plástico y no a naturaleza. — Mi muchachón de aquí al lado lo venció en la competencia de las vencidas— le da un manotazo a Frank en el hombro, Frank no lo golpea de vuelta sólo porque sus dos manos están entrelazadas con las de mi hermana, pero sí lo mira mal— Y Nico ya lo destronó. Está muerto. Finito. Ya no le queda nada más que burla en su contra.

—¿Y tú te crees que va a ser así de fácil, idiota?— Drew, lo mira mil veces más feo de lo que lo hizo Frank— No tienen idea de quién es Dimitri realmente. No tienen idea del poder que tiene...— me mira de nuevo— Y créeme, esta guerra está apenas empezando.

Todos a mi alrededor comienzan a debatir con ella al mismo tiempo, puedo escuchar a Will decir algo como: "¿Pero qué otra cosa podemos hacer?" y a Frank un: "Si lo vencimos una vez, podemos hacerlo de nuevo", y Calipso un: "Sueñas, ese ya no revive ni por milagro".

—¿Y tú sí?— levanto mi voz en medio de todo el ruido, haciendo que el resto se calle. Me parece que por un momento no es muy claro lo que estoy preguntando, pero Drew si lo entiende: "¿Y tú sí?", "¿Tú sí lo conoces? ¿Tú sí sabes con quién nos estamos metiendo?"

Drew suspira una última vez, asiente solemnemente y pronuncia:

—Déjame contarte por qué estoy aquí.

Paso #50 : Consigue lo imposible. Inténtalo, aventúrate, no te detengas hasta que sea tuyo. No importa si nadie lo ha hecho antes, sé tú el primero. Obtén esa fiesta prohibida, consigue la alianza con tu enemigo. Usa todo lo que esté en tus manos para ganar la guerra.

Que un "imposible" no te detenga. 

Kinn: Hemos vueltooooo.

Amer: Yupiii...

KInn: Wow, han sido 11 mil palabras, que no se diga que cuando volvemos lo hacemos en grande. ¿Perdieron la fe? que sepan que jamás nos iríamos por siempre. Ha sido solamente unos meses duros. Pero ya estamos aquí. 

Amer: Dejen sus buenos comentarios. 

Kinn: bye, bye, corazones. 

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