Paso #32: Seduce con la chequera
El palacio real de Dacortum, está repleto de gente del pueblo. ¿La razón? Una supuesta gran boda se celebraría dentro de sus extravagantes paredes, y Kinn, sería la sacerdotisa que casaría a los dulces novios esa noche. Y decía supuesta, porque actualmente, el novio aún no había llegado, y ya iba con dos horas de retraso. "Plantada" empezaba a ser un secreto a voces entre todos los presentes.
Amer estaba en la zona de los bocaditos, mientras su sis hablaba con la duquesa Marcela, una chica de pelo negro que estaba muy interesada en venir a vivir con ellas. JA, sigue intentándolo, chica.
—Entonces yo le dije, ¿la reina de Illmentis, es mejor que Kinn? Ja -suelta una sonora carcajada Carolina, vestida aún con su armadura, (ella decía que nunca había que bajar la guardia, y menos cuando se trataban de los enemigos del sismance) y le dio un juguetón golpe en el hombro a Lucía.- ¡Dilo de nuevo! ¡Y verás cómo mi espada te corta la lengua porque no la necesitas!
Celedia, CLdia_ estaba caminando por allí, buscando a su desaparecido novio, preguntando a los demás si habían visto a Adrián. Lady Magda, con el título más noble que uno podía conseguir, estaba sentada en la mesa de los amigos especiales junto con Lady Sol, Lady Mel y Lady Tsuki. Sí, era algo así como la mesa de las Ladys.
—Estoy harta de esperar al estúpido novio. — Kinn aparece a lado de Amer de un momento a otro, tan rápido, que casi le da tos con un pedazo de sopa. — O sea, ¿quién se cree, eh? ¡Será casado por mí! ¡TODOS quieren casarse conmi... digo, que los case! ¿Sabes cuántos me lo piden? ¿Eh? ¡Tengo una larga lista!
Vero Pérez, una plebeya que se había encargado de traer el mejor vino de su viña, dejó una caja de madera, repleta de botellas de vino llenas que apenas estuvieron a la vista de Kinn, agarró una, y se la llevó a los labios sin soltar el mohín indignado y triste de sus labios.
—Siis, no te pases con el vino... Ya sabemos cómo te pones cuando...
—¿Perdón? ¿No me dejan casar tórtolos y ahora no puedo beber? —exclamó Kinn estupefacta, y justo en ese momento, Sonia, una de las sirvientes, pasa con una bandeja llena de vasos con cócteles, de los cuales uno es hurtado por las manos de la hija de Eros enfurecida. —¡No voy a emborracharme! ¿No confías en tu propia sis?
~~Dos botellas de whiskey y cinco de vino más tarde~~
—¡BEBE, BEBE, BEBE, BEBE! UHHHHH, VAMOS LEA, DEMUESTRA CÓMO SE TOMA ESA CERVEZA POR LA NARIZ.
Amer observó a una de sus súbditos, Lea, de una forma asquerosa y asombrosa terminarse la cerveza con un popote en la nariz. Oh Dioses, pensó, entre preocupada y asqueada. Su amiga, Chris, había perdido la apuesta y ahora su cabeza estaba sobre su propio plato de comida, y una Condesa, llamada Beatriz, supuesta mujer puritana, ahora estaba seduciendo a un perchero pensando que era un noble caballero.
Al otro lado de la habitación, Celedia, ebria y despechada, sigue buscando a su novio. Y Amer sonrió, a pesar de toda la locura que había, y los problemas anteriores a este día que habían surgido. Se alegraba de que todos se estuvieran divirtiendo y relajando, mientras Nuria, dibujaba la mayor parte de la escena, como un bello recuerdo que perduraría por siempre y para siempre.
Y entonces, justo en ese momento, las puertas se abrieron, y la líder del ejército entró. Norla Correa, Amer supo que esto apenas comenzaba.
Nota de Amer: Hey chicos, me hacen sentir mal, :"c no pueden salir todos en una misma intro, por eso he puesto un límite. Sin embargo, habrá más intros, siempre, y próximamente subiremos una historia exclusivamente sobre las intros y muchos tendrán su momento. ¡No se desanimen!
🌝~~🌝~~🌝
En algún momento de la madrugada, uno a uno, fuimos quedándonos dormidos en nuestros respectivos lugares. Chris dormía en el suelo a pocos metros de mí, utilizando uno de sus musculosos y cincelados bíceps esculpidos por el ángel Gabriel, como una almohada. Frank estaba en la esquina contraria, e increíblemente, se había quedado dormitando profundamente como un oso, sentado rígidamente contra la pared mientras flexionaba aún en sueños, sus brazos contra su pecho.
El trío Tormenta Marítimo de fuego, en descanso del ejército, utilizaba la segunda y última cama de la celda para compartirla entre ellos, ya que ninguno había querido renunciar al colchón de cemento. De alguna forma, parecían haberse fusionado en una postura amorfa en donde no podías adivinar donde iniciaba o terminaba los miembros del otro, Percy tenía la cabeza recostada sobre la espalda de Leo, y para evitar caerse, había anclado su pierna con la del latino, mientras que Jason dormía del lado contrario a ellos, y abrazaba las piernas de Percy, como un peluche para espantar pesadillas.
Detrás de mí, los ronquidos de Clarisse se oyen más fuertes que los ronquidos del pervertido (quien había intentado profanar mi cuerpo) y de alguna manera, me dan algo de paz mental. Ahgg, la espalda me está matando, siento un montón de nudos y mi cuello se ha quedado atascado en una posición tan torcida, que ahora tengo un ligero calambre en él. ¿Y por qué ya no estoy sintiendo el brazo? Busco la causa, virando mi rostro a mi costado y encontrándola inmediatamente, tan letal como para ignorarlo.
¿Cómo es que me había quedado "plácidamente " dormido contra estos incómodos barrotes malolientes? La respuesta nunca estuvo tan cerca de mí. Una chispa de ternura y calidez estalla dentro de mí como fuegos artificiales que intentan hacerme saltar hasta el techo cuando encuentro a Nico, valiéndose de mi hombro para la comodidad de su sueño.
Se nota, silencioso y sereno, que de no ser por el leve movimiento de su pecho, uno pensaría que estaba muerto, para obtener tanta paz en su rostro. Sintiendo esto y con él allí, puesto, para hincharme de alegría. Pasan los segundos, mi trasero me está matando por estar sentado tantas horas sobre el duro piso de cemento, y mi brazo ha perdido circulación gracias a él. Pero, un brazo o una pierna menos en tu cuerpo, ¿qué importancia tiene el perderlos? ¡Cuando tienes a Nico di Angelo en tu maldito e indigno hombro!
Mis ojos le dan una caricia invisible a su rostro, quisiera tocarlo con mis propios dedos; pero de hacerlo, lo despertaría, y no estaba listo para alejarlo otra vez. Okay, calma Solace. Tal vez... Tal vez yo no podría acariciar sus hebras, pero, podía... olfatearlo.
—Hombre, eso fue muy perturbador, incluso para nosotros— uno de mis angelitos me acusa (vuelto a la normalidad luego de la fusión) — Pero no rechazo la idea.
—Shuu, — lo espanto con fastidio de mi mente. "¡Ahora no!" me contesto, sabiendo al mismo tiempo que tenía razón, ¡no podía hacer eso! ¡¿Qué tan raro parecería, si alguien me ve?! Pero, por otro lado, ¿cuándo volvería a tener una oportunidad así? Echo una ojeada a mi alrededor, todos siguen durmiendo. Bien, no hay moros en la costa. Mi respiración se acelera cuando decido hacerlo, y la anticipación hace sudar la palma de mis manos...
"Y sin previo aviso, su mano toca su aparato reproductor..." Casi vomito mi corazón sobre Nico, cuando oigo la aberración que suelta mi angelito pervertido, que dicho eso, sale volando a esconderse.
Tomo una honda respiración para calmarme, vamos Will, ¡no seas cobarde! Ganas no te faltan. Trago saliva nervioso. Solo es cuestión de agachar un poco el cuello, bajar la nariz sobre su pelo y darle una olfateadita para saber a qué huele, y satisfacer mis deseos primitivos más ocultos. Es todo. Oh Dios... Menos mal nadie puede oír mis pensamientos.
Último vistazo nervioso a mi alrededor y decido que debo hacerlo rápido. Bien, ¡Let's Go!
Activando mecanismo de exploración, exitoso. Nivelación de hombro y cuello: perfecto, ¿nariz? Listo, ¿manos agarradas para no tocar lo indebido? Listo. Bien, iniciando descenso hacia el objetivo, 20%, 40%, 60% preparando aterrizaje seguro y clandestino... Una sonrisa tonta empieza a aparecer sobre mis labios, y mi corazón se escucha a través de mis oídos como bombos a punto de explotar, hasta que finalmente, mi aparato olfativo llega hasta su cabeza.
Tomo una honda inhalación que llena mis pulmones de su fragancia, su perfume o su aroma. Que es una mezcla de, humo y algo que sólo él puede emanar, solo una olfateadita más y me vo...
—Pero... ¿Qué demonios estás haciendo, muchacho? — Dice el señor D, apareciendo en mi campo de visión como de la nada, puesto de cuclillas en frente de mí, y con una cara sumamente perturbada y severa. — Hablaremos de esto con el psiquiatra al llegar, Weryy.
⚠~~⚠~~⚠
Ahora venía la parte menos divertida de todo el asunto. Una vez que el señor D, llegó y nos hizo despertar a base de gritos y escupitajos, solo quedaba una cosa por hacer, rezar por volver al basurero de donde salimos. Tengo la ligera noción de haber soltado un escandaloso bostezo, al tiempo que me estiraba y hacía sonar los huesos de mi espalda. Mis manos frotaron mis ojos para deshacerse de los rastros de lagañas que me impedían abrirlos bien, pero incluso entonces, había otro obstáculo en medio, y eso eran las greñas de mi cabello despeinado y arremolinado. Me deshice de él, empujándolo hacia atrás, y frotando nuevamente mi rostro.
Aún con ojos soñolientos, miré instintivamente hacia la celda de enfrente, buscando a mi hermano. ¿Qué, qué creían? ¡Sí, me preocupo por él! ¿Y qué? ¡No soy un completo monstruo sin sentimientos! No pasan más de cinco segundos antes de que lo localice, incorporándose del suelo y restregando sus ojos achinados con un gesto perezoso que realmente lo hace ver como un panda. JA. Hacía siglos, que no lo veía en un estado tan vulnerable.
Si bien es cierto, Frank nunca había alcanzado el nivel de rudeza y hombría que mi padre exigía, durante la mayor parte de su vida, siempre y cuando estuviese en frente de la familia, él intentaba mostrarse sólido y resistente. Como un soldado en posición de lucha (en muchas ocasiones, simplemente expectante) pero entero. Ahora... durante esos primeros diez segundos, en los cuales apenas despertaba, Frank parecía...
Aunque de eso, ha pasado tanto tiempo.
—¡No tenemos todo el maldito día, mocosos del diablo!— gritó el viejo gordo, haciéndome salir de mis propios pensamientos— ¡LEVÁNTENSE! ¡Su estupidísima aventura se acabó! ¡Son unos idiotas, en serio! ¡¿Qué carajos les pasa?! ¿Piensan que sus vidas son asquerosas? ¡Ya verán lo que es sufrir en la vida cuando lleguemos! ¡EN CASO de que pueda sacar sus ESTÚPIDOS TRASEROS DE AQUÍ!
Y eso me hace recordar lo que estaba pensando antes de distraerme con la existencia de Frank: Esta es la parte menos divertida de todo el asunto. Ahora debíamos rezar por volver al Instituto (hogar, apestoso hogar) y por primera vez, cumplir esa reprimenda no me parecía tan mala con tal de volver a ese cuchitril. Espero que el emo tenga razón, y no nos transfieran a otra institución carcelaria.
Me incorporo, lentamente, y cuando abren la celda, me empujo en medio de las otras chicas para salir primero. Escuchó una queja por parte de Annabeth, y otra de Calipso, pero ambas me valen una reverenda polla en este momento. No me gusta estar preocupada, me pone de mal humor, y cuando estoy de mal humor me importa muy poco si rompo huesos o no.
Ojalá hubiésemos traído a mi rata favorita, hubiese servido para mi estrés. Sí. Eso es lo que necesito para estar bien de nuevo. Encontrar a algún alma desventurada y hacer un buen calzón chino. Quizá entierre las cabezas de los tres idiotas en el inodoro cuando lleguemos, para no perder la costumbre. Ya que, al fin y al cabo, todo este embrollo fue culpa de ellos. Si ellos no hubiesen querido salir, nada de esto hubiera pasado.
Es un buen plan.
A pesar de que los reproches del señor D, han estado resonando en lo más profundo de mis oídos durante un buen rato (sin que yo le ponga realmente atención a sus palabras) no han conseguido llamar mi atención, pero, de pronto, me detengo en seco al sentir una mirada y una sonrisa mirándome fijamente, tan solo a unos cuantos pasos a mi derecha. Mi cuello gira lentamente, hasta encararlo, y juro que estoy a punto de lanzarme por su cuello para cortarle la yugular PORQUE ME ESTRESA AÚN MÁS TENER A UN LOCO ACOSADOR SIGUIÉNDOME TODO EL RATO. Pero entonces:
—Te ves hermosa en las mañanas, ¿sabes?— me veo atacada por las palabras de Chris Rodríguez, antes de siquiera poder formar un plan de ataque. La sonrisa en su rostro, es perturbadora, y el brillo en sus ojos, es casi cegador. En serio, no soporto mirarlo.
—Tú... te... ves... mal... —balbuceo, sin saber realmente cómo actuar, lo único que sé es que, mi ira disminuyó súbitamente, y no encuentro un modo de devolverla a la normalidad. No lo entiendo, ni siquiera la mejor de las peleas ha conseguido bajar mi rabia tan rápido... ¿Habré pescado un resfriado? Quizá simplemente estoy sin energías por la mala noche. Sí, debe ser eso.
—Ajá... sí— La sonrisa de Rodríguez no hace otra cosa más que incrementar, incluso tiene la desfachatez de acercarse un par de pasos más, al tiempo que yo me echo hacia atrás. ¿En qué momento me convertí en víctima? ¿Por qué me intimida? ¡AHHHHHG!
—¡QUE TE ALEJES DE MÍ, MALDITO!— en un impulso me lanzo hacia el frente, con los dientes expuestos, y el ceño fruncido, lista para empujarlo lejos de mí; pero antes de que pueda poner mis manos sobre él, el señor D, pasa en medio, gritando unas cuantas órdenes más a los que están atrás, y arrastrando a Chris con él; alejándolo de mí.
—Si no estás listo para enfrentarla, no te le acerques tanto— lo reprende, con voz rasposa, casi alcohólica. Se acerca tanto al rostro de Chris que el bastardo tiene que aguantar la respiración para evitar oler ese aliento mañanero— ¡NO PROVOQUES A LA BESTIA! Es sencillo de recordar, imbécil.
Luego vuelve a soltarlo y se adelanta hasta el guardia de seguridad que está en la recepción de la cárcel (si es que a ese cuchitril sucio y apestoso se le puede llamar de algún modo). Al parecer aún tiene asuntos que discutir antes de que nos larguemos de este infierno.
Mientras tanto, nosotros lo esperamos afuera, todos aglutinados en un solo lugar con sudor y axilas apestosas por el impresionante calor que hacía, ya que el pobre aire acondicionado que había en la sala, no aportaba ni un uno por ciento de alivio.
—Podríamos escapar, ahora— la voz de Belladona suena tan suave, pero tan clara, que estoy segura de que no fui la única que la ha escuchado— Es nuestra oportunidad, de irnos sin más.
—¿Primero no querías salir, y ahora no quieres volver?— pregunta Piper, quien ahora ha adquirido una especie de reacción magnética hacia Jason Grace, y cuelga de su cuello como si de un grillete se tratase. El chico no se ve demasiado incómodo por eso— ¡Decídete de una buena vez, Calipso!
Belladona la mira con su mejor gesto intimidante y la hace callar, al tiempo que la chica suelta a Grace, para subir las manos en pos de rendición con una sonrisa temblorosa. Unos cuantos pasos más allá, Chase tiene una expresión de extremo tedio que es capaz de contagiarme un poco de su desdén. El par de idiotas, faltantes del trío, corren patéticamente hasta pegarse a Grace, convirtiéndose en un muy buen sustituto de la chica.
—Bésame, Jason— dice Valdez, dramáticamente, con tono de actriz mexicana— ¡Hazlo, para borrar aquella horrenda noche de mi memoria! ¡Con tus varoniles labios!
—Convirtamos nuestro trío tormenta marítima de fuego en un verdadero trío— apoya Jackson, abrazándose a la cintura del rubio y causándome náuseas.
—¡Suficiente! No se permiten demostraciones homosexuales en este recinto, jóvenes— gruñe un guardia de menor rango, que está a nuestro lado "evitando que escapemos"— O usaré mi pica eléctrica y ya no tendrán ganas de que algo se les pare. Aún mejor... se les parará el corazón en lugar del...
—¡Oiga! Eso es homofóbico— Levesque se cruza de brazos, sin embargo, es evidente que a la vez está acalorada, y que lo más probable es que lo haya interrumpido solo para no escuchar la obscenidad que venía.
—No, no... Yo apoyo al hombre— suelta el chico sombra, al tiempo que su mirada se mantiene fija en el señor D, quizá controlando sus movimientos, quizá planeando el momento adecuado para matarlo, quien sabe— Que los mate con la pica eléctrica. A mi no me molesta en lo más mínimo.
—Ja... las cosas que haría yo, con una de esas— al sentir la presencia de mi hermano, cerca de mí, levanto mi brazo para colocar el codo sobre su hombro, ocasionando que él tenga que inclinarse un poco— ¿Crees que padre me dé una, si se la pido?
—Después de lo de anoche— susurra Frank en respuesta— Le puedes pedir una isla... que te la dará de igual modo. Creo que rompiste tu récord de narices quebradas utilizando solo el dedo índice.
Una gigantesca sonrisa, de orgullo hacia mi misma, muestra una hilera de mis dientes. Lo único rescatable de la noche, había logrado romper unos cuantos dientes antes de que me tiraran al suelo tres policías, para ponerme unas esposas en las muñecas y otras en los codos para tenerme totalmente inmovilizada. Ah, lo escribiría en mi diario, si tuviera uno.
—Soy genial, ¿a que si? —le doy un codazo afectivo por el rostro (no creo que cause morete).— Apuesto a que te da algo cool también
—Se supone que debería castigarlos, no felicitarlos— escupe Calipso, (había estado de metiche). A esa chica simplemente le molesta la existencia del resto del mundo. ¿Que putas le importa?
—Sí, bueno... Algunos tenemos mejor suerte que otros. — devuelvo de inmediato— Algunos tenemos padres geniales, y luego está el tuyo, que lo mejor que hace debe ser robar dinero al estado.
—¿Se supone que eso debe hacerme sentir mal? —se burla de inmediato, con un pequeño bufido sarcástico acompañado de un rostro que me seduce a golpearlo con una pala — ¿Qué sucede, Clarisse? ¿Ya no piensas bien tus insultos con Rodríguez a tu lado? ¿O solo te hace pensar con otro órgano de tu cuerpo?
Un exclamación silenciosa repercute en todos, incluso de parte de los guardias chismosos que nos estaban oyendo. Mi brazo cae del hombro de Frank, y miro a Calipso con tanto odio, que no entiendo porque no se ha pulverizado aún. Hace tanto que no sufría una humillación así, solo mi padre era capaz de ello. Maldita... Ya verás que esto si dolerá, perra.
—No, claro que no. Solo estaba calentando. —Mi voz denota aversión hacia ella — Algunas personas somos geniales con solo respirar, y luego estás tú, una bolsa de basura patética, aburrida y ridícula, que ni para guardar la mierda de papel higiénico usado sirves.
—¿Quieren callarse de una vez por todas?— interrumpe Chase, sus ojos grises miraban, tal y como los de Nico, en dirección al señor D.— ¿Tú entiendes lo que dicen? — le pregunta al chico sombra— No puedo leer sus labios desde aquí.
—Nah... es inútil — devuelve di Angelo, y parece dar por terminado el tema. Y por lo tanto, dando la señal para que el resto de imbéciles de los cuales estoy rodeada comiencen con su escándalo de nuevo. El trío de idiotas comienzan de nuevo su orgía gay. La cotorra empieza a parlotear en el oído de Solace. Levesque se sujeta al brazo del chico sombra, mientras que Belladona y Chase inician una competencia de "quien puede estar con cara de culo por más tiempo".
— Esa es una linda corbata, amigo— Rodríguez ha decidido dejar de joderme a mí y empieza a cortejar al guardia de antes— ¿La compraste en Taylor's?
El guardia gira los ojos, probablemente pensando que no le pagan lo suficiente como para estar aquí, e ignora por completo a Chris. Pero Rodríguez parece no rendirse, y, sin modestia alguna se acerca al hombre para empezar a acomodar su vieja chaqueta del uniforme.
—Solo... un momento— dice Chris al tiempo que acomoda el cuello del sujeto, ocasionando, por supuesto, que el hombre se aleje— Oye, tranquilo... Solo está mal colocada, la corbata. Lo siento, soy un poco histérico con estas cosas...— inicia a decirle, y de algún modo, su voz es tan amable que ocasiona que el guardia se quede ligeramente más tranquilo, sin embargo, aún atento— Mi madre trabaja en Taylor's.
—¡ROMERIZ! — el señor D, se voltea como la niña del exorcista, con sus ojos inyectados en sangre completamente fijos en nosotros. El poder de su aura ebria en odio es tan grande, que consigue que todos nos quedemos quietos, incluso la cotorra cerró el pico— ¡SUELTA!
Chris levanta rápidamente sus manos y pone en su rostro una mirada inocente de perrito mimado. Sin embargo, eso no parece convencer al señor D, que camina como una furia hasta dónde él se encuentra, y extiende la palma de la mano, con rabia, con frustración, planeando mil torturas que emplear en él luego.
—No tengo nada— dice Chris, sonando tan puro e inocente que cualquiera podría jurar que es un hombre de bien que nada tiene que ver con nosotros— Solo lo ayudaba con...
—¡NO ME TOMES POR IDIOTA, MOCOSO DE MIERDA!— el señor D acribilla— ¡DÁMELA YA! ANTES DE QUE MI PACIENCIA SE AGOTE Y LES DE PERMISO DE VOLVERTE A METER A UNA DE ESAS CELDAS.
Chris rueda los ojos, suelta un suspiro exasperado y una de sus manos se va hasta su trasero gigante y delicioso de... Ehrmmm... Hasta la bolsa trasera de su pantalón. Sí. Saca una billetera y se la entrega al señor D.
—¡Hey, esa es mi billetera! — se queja el hombre, revisando sus propios bolsillos.— ¿Cómo demonios...?
—Son profesionales. Este, particularmente, es un carterista de primera. No se pueden descuidar ni un mísero segundo— dice el señor D, con los labios y el ceño fruncido, entrega la billetera casi robada y luego extiende de nuevo la mano hacia Chris, levantando las cejas, en espera— ¡Vamos! Creo que ya llegamos a la conclusión de que no soy idiota. ¡Y NO TENGO TODO EL DÍA!
Chris chasquea la lengua y saca unas llaves, esta vez de su bolsillo delantero, y las coloca en la mano del señor D. Al final se encoge de hombros y suelta una risilla.
—Apuesto a que es un lindo auto— suelta, intentando justificarse— Y yo solo intentaba impresionar a mi chica— su mirada se desvía hacia mí, y un impulso cobarde me domina, y envía mi propia atención hacia otro lugar. — Otro día será, supongo.
El viejo gordo lleva una mano a su rostro y lo restriega, completamente frustrado. Sin embargo, la voz del oficial que está en la caja, lo llama nuevamente, a la par que salía de su pequeña oficina para ponerse enfrente del señor D.
—¿Disculpe? Señor Dionisio, — el susodicho se voltea de nuevo hacia él, luciendo un rostro precavido en esta ocasión.— La fianza ha sido pagada, de la mayoría de sus protegidos...
—¿Cómo que de la mayoría? —interrumpió inmediatamente con voz imperiosa, mientras fruncía el ceño a cada segundo con más severidad—¿Quién falta?
—Perseo Jackson.
Cuando el chico oyó su nombre, la sonrisa juguetona que había mostrado con Jason, se esfumó al instante, sin embargo, no parecía sorprendido. Fui testigo de cómo decayó su rostro a una velocidad impresionante, y como sus ojos se ponían tormentosos cuando ambos oficiales que habían estado vigilando a de nosotros, se acercaron y volvieron a agarrarlo del brazo, para llevarlo de vuelta a la celda del cual habíamos salido.
—¡Espera! ¡No pueden llevárselo! — saltó a hablar Annabeth, llegando hasta él inmediatamente para tomar su mano y sujetarlo en su lugar, — ¿Bajo qué cargos lo están reteniendo? ¡Él no hizo nada!
Annabeth era una excelente mentirosa, pensé al instante, casi, casi le había creído. Pero yo había visto lo que su enamorado había hecho dentro de esa disco.
—Lesión grave, uno de los encarcelados presentó su denuncia hace un momento antes de irse. —Informó el oficial, poniendo una mano en el hombro de Percy y hacerle un ademán para que caminara. —El resto puede irse, él deberá quedarse durante su procedimiento.
Eso podía durar meses.
Los ojos de Annabeth se conectaron con los de Percy, como en una obra de teatro trágica. Cuando los míos bajaron hasta donde sus manos se unían, pude ver como la rubia lo sostenía aún con mayor fuerza, como si quisiera jalarlo y salir corriendo con una señal de ambos. Un montón de ideas pasaban por esa cabeza de nerd suya, pero antes de que los llevara a cabo; Dionisio la jaló del brazo, y deshizo el agarre de ambos.
—¡No! — Jadeó Annabeth, e intentó volver con él, pero el director la detuvo una vez más, gesto que a la chica no le gustó para nada. Los oficiales aprovecharon aquello, y empezaron a llevarse a Percy, bajo las miradas ansiosas de Valdez y Grace. — ¡Suélteme! ¡¿No ve que se lo están llevando?! ¡Él no hizo nada, ellos fueron los que atacaron primero!
—Basta, Chesse, contrólate. — El señor D le ordena, junto con el suave pronunciamiento de su nombre de parte de Piper, — ¿Voy a hablar con el jefe de policía para sacarlo de aquí, okay? Pero necesito que te mantengas con la mente fría.
—Iré con usted, le diré lo que realmente pasó...
Otro problema fue agregado, justo en ese instante, al montículo de problemas que ya teníamos y pronto nos llegarían hasta el cuello para asfixiarnos. ¿Qué era ahora? Oh, solo imagina al grupo de buitres, más escandalosos, metiches, chismosos; hambrientos e irritables seres del mundo que podrían perseguirte hasta el baño si tenías una pizca de valor. Sí, exacto: PAPARAZZIS.
Ese grupo de mierda estaba aglutinado, uno sobre otros afuera del edificio, pero ninguno de ellos parecía conseguir el acceso para entrar por alguna razón. (No me pregunten por qué, ¿ok? No manejaba leyes policíacas). Tenían cámaras fotográficas, cámaras para varios programas de televisión, de los cuales unos cuántos reconocí por el logotipo en ellos. Los periodistas iban con sus micrófonos y trataban de ver a través del vidrio polarizado.
—No vamos a poder irnos, con ellos ahí. — Will dice, luego de un largo rato en el cual había pasado muy callado.
—¡No vamos a irnos, sin Percy! — Réplica Annabeth indignada, — Señor D...
—No, — este le niega apenas comienza la oración, — Te quedarás aquí, porque eres la única en quien medianamente confío, para que evites que alguien se escape, ¿de acuerdo? No arruines la poca confianza que aún me queda en ti, chica. —declara, para acto seguido, resoplar con frustración y buscar algo dentro de sus bolsillos, — ¿Dónde dejé mi chequera? —Su mano toca dentro de su chaqueta de color vino, (la cual combinó con Jeans) y lo encuentra al parecer porque dice: — Bien, la voy a necesitar. Otra vez.
Nos mira a todos una última vez, mira por más tiempo a Nico de la cuenta y luego, chasquea la lengua.
—Definitivamente, esperen un aumento de la cuota mensual para sus padres. — Dejando esa advertencia al aire, va en búsqueda de la oficina del jefe, donde probablemente sus bolsillos adelgazarían.
—Debí hacer algo con las grabaciones antes de irnos del hotel — Explota Leo apenas se fue Dionisio, rascándose la cabeza con enojo desmesurado — Debí...
—¡Las cámaras no servían, había mucho humo para que pudieran grabar algo! Así que no hay pruebas — le corta Annabeth, tratando de verse confiada pero automáticamente el latino vuelve a bajar los ánimos. — Tú mismo lo dijiste.
—Por favor, rubia, piensa —siseó, golpeándose la sien con un dedo. Uh, esa no había sido una buena forma para empezar. — No quería decirlo para ser tachado de negativo del grupo, pero ahora es un buen momento de ser honestos. ¿Por qué demonios instalarían cámaras que no sirven, eh?
—¡¿Tal vez porque eran unos idiotas, como tú?!
—Annabeth, por favor no empecemos con los insultos, no ayuda en nada. — Jason dijo, pero al mismo tiempo, Leo ya había dicho lo siguiente:
— ¡Sí las han puesto, es porque son de una tecnología que logra captar cada movimiento dentro del lugar! —de pronto, sus ojos se entrecierran con rencor, como si hubiera recordado algo —¡Tú, tú estabas a su lado todo el tiempo! ¡¿Por qué no lo contuviste?!
—¡Lo intenté! Pero casi me rompe la nariz...!
—¡¿Te importa más una nariz que tu novio?! ¡Narcisista! ¡Percy vale más que 500 narices!
—Okay, Okay, esto ya se está saliendo de control. —Piper se pone en medio de sus dos mejores amigos, y trata de hacerlos calmar con la voz más potente de su repertorio. — Todos estamos preocupados por Percy, ¿de acuerdo? Pero hay que, por primera vez, confiar en nuestro director y en que lo va a solucionar. Ahora, dense las manos como buenos amigos, ¿Bien?
Ambos sin mediar palabra alguna, se dan la espalda y caminan hasta el otro extremo opuesto de la habitación. Lo más lejos posible del otro. Adoro estos finales dramáticos. Piper le da una última mirada a Jason, y luego va detrás de su amiga, lo mismo hace el rubio, quien va junto a Leo.
Frank se libera de mi poder, en un momento para ir con el dúo de imbéciles entonces, tal y como si se tratara de una mosca yendo hacia la mierda, Rodríguez aparece nuevamente junto a mí.
—¿Quieres ver lo que tengo en mis pantalones? — pregunta pícaro, y levanta las cejas sugestivamente. Juro, que esta vez si que le arranco los dientes al muy hijo de puta. Mis dedos se cierran en puños y mi brazo incluso toma posición para lanzar el golpe de la muerte, pero entonces Chris literalmente levanta un trozo de su camiseta para dejarme ver, solo a mí, lo que tiene "dentro de sus pantalones".
Y por Dios es el mejor palo que he visto en mi vida. En serio, mis rodillas temblaron incluso.
La camiseta vuelve a dejarse caer, en su estado normal, escondiendo la pica eléctrica que anteriormente había tenido el guardia y Chris se aleja un par de pasos, luciendo nuevamente su rostro de perrito inocente, pero con una pizca de picardía en su sonrisa. Mantiene su mirada fija en mí por un par de segundos, y luego, cuando se fuerza a distraerse con otra cosa, me lanza un guiño como despedida.
Este hijo de puta tiene más agallas que neuronas, creo... Pero lo admito... Ahora sí que consiguió impresionarme.
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Para Dionisio, estar a cargo de la Academia Yancy, para niños problemáticos, era poco más que una maldición. Durante muchos años, se había convencido a sí mismo, de que definitivamente los dioses estaban castigándolo, al haberlo obligado a permanecer en ese lugar. El destino le estaba cobrando factura, y no había escape. Eso lo sabía, lo tenía bastante presente, pero... Algunos días eran peores que otros. Estaban los días de mierda, los días en los que deseaba estar muerto, los días en los que sentía que le iba a reventar la yugular, porque la ira lo dominaba demasiado...
Y estaban días como este.
Días en los que Dionisio definitivamente preferiría haber perdido todos los miembros de su cuerpo, ser torturado durante horas y horas, que le arrancaran los dientes, uno a uno... Lo que sea. Prefería mil veces soportar cualquier otro tipo de dolor, excepto tener que vivir su propia vida. Desde que recibió esa maldita llamada, la noche anterior, todo se había convertido en un maldito infierno.
Bastó con poner un pie en el estacionamiento del Instituto, para que su estómago reventara en efervescencia. Sabía que probablemente su cabeza se había puesto de un color rojo... rojo... morado... Y su grito de frustración, de odio, de rencor, se había escuchado a lo largo de todo el Instituto. La mayor parte de los estudiantes, despertaron esa mañana, de un sobresalto, al escucharlo. Al hombre aún le dolía un poco la garganta, y creía que no iba a recuperar nunca su tono de voz habitual después de eso.
Era una mierda de día, sin embargo, tenía que continuar. Aún había trabajo que hacer, y no podía quedarse quieto a esperar como resultaba el proceso, en vez de intentar hacer lo mejor que sabía: sobornar. Aunque, si hubiese sido una reunión habitual, con vino y mujeres o una de sus fiestas (típicas de su juventud) hubiera sido mucho más fácil manejarlo.
Llegó hasta una puerta del cual colgaba un letrero que estaba escrito con letras blancas: Jefe de policía. Dio un par de golpes en ella, y esperó impaciente, mientras el calor lo hacía sentir asfixiado dentro de su maldita chaqueta, la cual suponía darle una apariencia mínimamente seria y profesional. Bajo la indicación de "Pase" que fue pronuncianda desde adentro, abrió la puerta e ingresó a la habitación.
—¿Es el jefe de policía? —preguntó apenas lo vio, un hombre de piel morena, aparentemente latino y de cejas pobladas; sentado detrás de un escritorio en donde leía con cara muy aburrida varios papales. —Eh... Buenas tardes — saludó además, de forma tardía, al recordar que no lo había hecho.
—No, no lo soy. —El hombre le contestó con un falso mohín triste, para luego levantarse de su asiento y pasarle una mano para saludarle— Pero ojalá lo fuera. Soy el secretario del jefe de policía, (quien está de vacaciones en este momento, en algún club de las Vegas). Pero soy el que maneja la mayor parte de los asuntos aquí, solo necesito el título de jefe para que sea oficial.
Tenía buena vibra, se veía joven, maduro, y lleno de vida para trabajar con eficiencia. Soltaba esa simpatía tan típica de los latinos en cada poro de su ser, y su sonrisa era contagiarte, con un gesto amable, le indicó para que se sentara en la silla delante del escritorio.
—Mi nombre es Cornelio Sánchez. Mucho gusto. — inicia a decir el hombre—Así que, deduzco, por la hermosa escena romántica de afuera ¿que viene a negociar? Espero estar equivocado, o lo sentiría entonces como una ofensa a mi honradez, señor.
—Solo hablar amistosamente, a eso vengo— dijo en cambio. Era fácil deducir por la apariencia del hombre, que llegar a un acuerdo con él sería difícil, no era como el resto de los hombres ambiciosos y avariciosos de los cuales Dionisio estaba acostumbrado tratar y podría sobornar fácilmente. Tendría que cambiar de táctica, meditó, al ver la foto de una adorable niña con coletas, dentro de un portarretratos que descansa sobre la mesa.
—Ahhh... el amor de los más jóvenes... — continúa el secretario, con ojos risueños— Se hacen muchas locuras por amor, sobre todo cuando se tratan de rubias. Oh sí, hermosas rubias significan grandes problemas, ¿Se fugaron para casarse en Las Vegas, acaso?
—No... No es el caso — contestó el señor D, de inmediato.
—Me di cuenta de que no lo consiguieron— siguió hablando Cornelio, con voz calmada— Pero me preguntaba si esa había sido la intención o no...
—Entonces...— el señor D intentó ir al grano, lo más pronto que pudo— ¿Qué le parece hablar sobre... un generoso donativo para la institución de su hija, señor Sánchez?— puso la chequera, sugerentemente sobre la mesa y estaba a punto de lanzar sus mejores ofertas, cuando en eso, la puerta se abrió nuevamente, y el señor D se vió interrumpido en medio de su diálogo para solicitar un arreglo. Tuvo que simular la chequera en sus manos, solo por si acaso, no podía arriesgarse a que demasiada gente supiera acerca de sus movimientos. Resultó ser un oficial, de menor rango. No el mismo que estaba afuera.
—¿Sabes donde están las galletas de proveeduría, Cornelio? — el hombre apenas y asomó la cabeza, para preguntar lo que quería.
—Se acabaron ayer— contesta el hombre de inmediato, con toda la serenidad del mundo— Pero Rebeca guardó un paquete nuevo en el armario superior de la sala de interrogatorio. Se las obsequió su hija por el aniversario de la caída de su primer diente.
—¡Oh! Excelente— dice el hombre al otro lado de la puerta— Robaré algunas.
—Bruce está limpiando el pasillo, porque Tom hizo un desastre con el café hace como diez minutos— continúa diciendo Cornelio— Si te ve, dile que sabes lo de Cristina y con eso comprarás su silencio.
—Eh... ¿qué? ¿Qué de Cristina?— pregunta el otro, confundido.
—Tú solo dile eso.
—Sí, gracias— el hombre asiente con la cabeza y cierra la puerta de nuevo, mientras que Cornelio devuelve su mirada hacia el señor D.
—Cristina ha pasado por la cama de siete oficiales distintos este año— susurra, en tono confidencial— Bruce es el recurrente, pero se supone que nadie lo sabe— termina, poniendo su índice sobre los labios y pidiendo al señor D que guarde el secreto, por lo cual el director simplemente asiente con la cabeza. Ja. Si este hombre supiera la cantidad de secretos que tenía en su memoria, ni siquiera osaría pedirselo.
—Entonces...— inicia de nuevo el director, pero es interrumpido nuevamente por Cornelio.
—Quizá le parecerá extraño, señor... ¿Dionisio? ¿Ese era su nombre? Creo que sí — continúa diciendo, y para este momento, el señor D estaba empezando a preguntarse si habría algo que este hombre no supiera— Sí, usted es el hombre que dirige ese Instituto en medio del desierto. Sí... Lo supe en cuanto lo vi. Quizá le parecerá extraño...— repite— Pero después de haber estado aquí durante tanto tiempo, hay muy pocas cosas que se me pasen por alto.
—¿Ah sí?— el señor D, decidió cambiar de estrategia, quizá si lo escuchaba un rato, negociar con él sería mucho más sencillo. Este parecía ser uno de esos hombres que se preocupaban tanto por su trabajo, que no comían, no almorzaban, no iban al baño, lo sabían todo, y habían visto cosas alucinantes...
— He presenciado tres partos en este lugar— contó el hombre, como si fuera capaz de leer su mente— A veces... estoy tan cansado. Aquí nadie valora lo que hago. —se rascó un lado de su cabello castaño, con cansancio — Pero esto, es todo lo que tengo.
Antes de que Dionisio pudiera agregar algo, Cornelio continuó hablando.
—¿Entiende lo que le digo, señor Dionisio? Por más impresionante que me parezca su caritativo obsequio; aceptarlo bajo una condición ilícita (porque es obvio que es lo que trae entre manos) se consideraría automáticamente un soborno. —declaró, mirándolo con pena — Y no puedo arriesgarme a ello. Al ser descubierto, en el menor de los casos perdería mi trabajo. Y soy padre soltero, mi hija depende de mí, Señor.
—Entiendo, Señor Sánchez. Realmente lo hago. — Y lo dijo con sinceridad, y le agradaba el tipo, y se odiaba por presionarlo, pero una persona dependía de él y no podía quedarse sin intentar hasta con sus últimos recursos. — Pero, ¿qué le parece esto? — la idea llegó a su mente, como si la virgen de Guadalupe que amparaba a Cornelio lo hubiera iluminado con sabiduría. — Personas tan honorables y trabajadoras como usted, es lo que necesita mi institución —empezó diciendo, con toda la zalamería de la que era capaz de utilizar.
Nunca había sido bueno en adular a las personas, pero de vez en cuando, siempre lograba meterse dentro de la cabeza de la gente y hacerles creer hasta lo inimaginable.
—Todo su trabajo debe ser recompensado siempre. — Su mano empezó a escribir un monto en su chequera, y segundos después, ya se lo estaba pasando por encima de la mesa.
—¿Qué? ¿Por qué me da esto? —Cornelio exclamó, deteniendo el cheque de las manos de Dionisio y tratando de devolvérselo de nuevo con insistencia y nerviosismo. — Le dije señor, que no puedo...
—Lo sé, lo sé, ¿pero que sí le digo que esto le pertenece? — su sonrisa fue gigantesca y brillante — Bienvenido a la Academia Yancy, nuevo director de seguridad.
Los ojos del hombre se iluminaron, con incredulidad y sorpresa, pero había algo más. Dionisio podría detectarlo, por la manera en cómo aumentó el brillo en sus pupilas: felicidad. Y luego, cuando el hombre estaba a punto de caer, de morder la carnada, toda la iluminación de fuegos artificiales que el director había visto en él, se apagó de súbito.
—No puedo hacerlo— negó el hombre, insistentemente.
¡Maldita sea, no era el momento para ser un hombre de buena moral! ¡Vamos!
—Usted... es exactamente lo que necesito...— insistió Dionisio señalando el cheque con su cabeza, intentando que el hombre mirara los números— Para evitar que incidentes como este vuelvan a ocurrir en mi Academia, necesitaré reforzar la vigilancia. Y usted... Usted es el hombre indicado para ello. — la expresión de duda se mantenía, pero iba disminuyendo poco a poco— Recibirá uno como éste...— empujó el cheque una vez más, y esta vez el hombre sí lo tomó entre manos— Todos los meses...
—Señor, es realmente muy amable pero...— se detuvo, en el momento en que vio todos esos ceros, dibujados, bien redondos y apetitosos, cual uvas jugosas— Esto... esto podría garantizarle una excelente educación a mi hija.
—Exacto, solo piense en la niña, señor Sánchez — habló, poniéndose en pie, a la vez que le pasaba una mano sobre la mesa esperando a que se la estreche —Sea un buen padre.
Los hombres más honorables son los más difíciles de convencer, recordó Dionisio mientras esperaba que el hombre cerrará el trato. Existen personas que no se guían por la vanidad, por la avaricia o el odio; pero si son capaces de darlo todo por algo que aman. El amor es capaz de lograrlo todo, o de destruirlo; es un incentivo que causa una reacción y provoca un resultado.
El secretario estiró el brazo, se estrecharon las manos. Una vez más, Dionisio controlaba otro problema. Otra vez, el director callaba una voz por el bien de sus protegidos. De nuevo, salvaba una vida, a pesar de que jamás podría salvar la que realmente le importaba.
—Muchas gracias por aceptar la oportunidad, señor Sánchez —Sonrió Dionisio, ocultando el alivio que su cuerpo sentía.
—No, —el hombre le devolvió la sonrisa— a usted.
Paso #32: Seduce con la chequera. Es el peor consejo que puedes dar, a personas que deberían ser entrenados para convertirse en ciudadanos de bien. En alguien útil para la sociedad, pero... algunas veces, hay que hacer lo necesario, para poder garantizar el objetivo principal. ¿No sé dice acaso, que el fin justifica los medios?
¡Dioses! Necesitaba un trago urgentemente.
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EL SISMANCE REGRESÓ PARA QUEDARSE.
BAM.
(Chriss y Solangelo gracias a justafanfangirling)
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Post Créditos (ya llegamos al nivel de Marvel :0)
Poseidón terminó de firmar el último de sus documentos pendientes, cerró el expediente, y salió de la muy conveniente oficina que tenía en su morada. Si tenía suerte, no tendría que preocuparse por absolutamente nada más durante el fin de semana. Ahora podría relajarse al lado de la piscina, o, tal vez, ir a pescar un rato.
Dio un par de pasos, en la gigantesca sala de su mansión, todo estaba en absoluto silencio. Ni siquiera los empleados se encontraban ese día en casa, una sonrisa reposaba sobre sus labios, y no podía imaginarse lo que sucedería a continuación. El pobre hombre, no tenía la más mínima idea.
Pero el teléfono no fue piadoso. Sonó, tan fuerte y sorpresivamente como pudo, en medio del silencio que había rodeado a Poseidón hasta el momento. Aun así, el hombre caminó lentamente, hasta llegar a la mesa, en donde había dejado su celular. Lo tomó en mano, y entonces, un sudor frío empezó a caer por su espalda, al reconocer el número que le mostraba el indicador. No tardó más de un par de segundos en colocarse el auricular en el oído.
—¿Sí? Soy Poseidón, ¿qué pasa?— dijo, tan rápidamente que la preocupación era completamente palpable, para cualquiera que pudiese escucharlo.
—Buenas tardes, señor, soy... — Dionisio, Poseidón lo sabía, había reconocido su voz de inmediato. Llamaba desde la academia de Percy. También lo sabía. Que cerrara la maldita boca y le dijera de una vez por todas qué era lo que estaba mal. La ansiedad iba a matarlo. No podía aguantar ni un solo segundo más.
—Lo sé, lo sé. ¿Qué pasa?— se apresuró a preguntar, no le importaba sonar como un absoluto maleducado.
—Me permito solicitarle que se presente este lunes, a primera hora al Instituto— empezó a decir el hombre— Sucedieron ciertos acontecimientos que...
—¿Lunes? Claro, claro... ¿Pero Percy está bien?— lo interrumpió.
—No exactamente— Dionisio fue misericordioso y fue directo al grano— Tuvo una recaída este fin de semana. No entraré en detalles vía telefónica, pero él y otros estudiantes rompieron.... creo que todas las reglas de la institución en unas cuantas horas. Por lo tanto, es imprescindible que pueda reunirme con los encargados.
—¿Recaída? — Poseidón masajeó el puente de su nariz, con cansancio. Percy rompiendo las reglas, no era algo preocupante... Percy teniendo una recaída, era suficiente como para que el pobre hombre no pudiera dormir el resto de la semana— ¿Qué tan malo fue?
—Bastante— se limitó a contestar el hombre al teléfono, y el peso del mundo cayó directamente dentro del estómago de Poseidón, incluso sintió, irremediablemente, ganas de llorar. Hasta que Dionisio habló de nuevo— Quizá... Es momento de que pongamos en práctica lo que conversamos.
Poseidón se incorporó en su asiento (se había desplomado sobre uno de los sillones, en algún momento de la conversación). Su ceño se frunció, no lo entendía. La última vez que habían conversado al respecto, Dionisio le había dicho que a pesar de las mejoras de Percy, no era una buena idea. ¿Qué había cambiado?
—Pero... creí que...— inició a decir, negando con la cabeza, en completa confusión.
—También yo lo creí— contesta Dionisio— Pero... quizá es momento... Ahora estoy seguro de que es el momento. Me temo que este incidente puede hacerlo retroceder en sus avances, si no hacemos algo al respecto.
—Está bien... — devuelve Poseidón— Está bien... el lunes. A primera hora.
Y la llamada finalizó.
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