Paso #31: Resígnate
Amer está de malas.
Sostiene su mentón con la palma de su mano, y su codo posa sobre el respaldar de la silla. Suspira internamente, poniendo los ojos en blanco cuando oye hablar a sus súbditos. No es que los odiara, era todo lo contrario, sin embargo, estaba estresada y en momentos así, cualquier cosa la molestaba. Y aprender a controlar su temperamento, ni con las mejores terapias, nunca lo había logrado.
Kinn se encarga de atender a los plebeyos y duques en estas circunstancias, aunque ella también está de malas. (Ambas, de forma espeluznante, habían tenido el período el mismo día). No obstante, la castaña era mejor controlando su ira que la hija de Hades. Su sonrisa estaba intacta, incluso cuando la chispa de irritación brillaba en sus ojos cuando oía una pregunta estúpida.
Era un día normal, hasta que... una visita inesperada las exaltó.
—Mis señoras — entró un guardia apurado, y anunció: — La Reina de aguas profundas, está aquí.
Amer alzó su rostro y el aburrimiento desapareció de su semblante, automáticamente. La gente dentro de la sala empezó a murmurar, todos ellos sabían el pasado; y la hija de Hades miró hacia Kinn, quien ya la estaba mirando con cautela. Ya desde hace meses habían hecho las paces y habían firmado el tratado de paz con aquella mujer, no obstante, que ella viniera hasta su reino personalmente, nunca era una buena señal.
—Dile que pase — asintió Amer, sin necesidad de consultárselo a Kinn. — Escuchemos lo que dice, — se dirigió a ella, mientras encuadraba los hombros con solemnidad — Tal vez sea algo bueno.
Le pareció que la habitación oscurecía un poco más cuando ella entró. Así como su país, se sintió húmedo, frío y melancólico. Su rostro del color de la harina de maíz, traía un semblante sereno y dulce consigo. Vestía ropas oscuras, y una corona hecha de hierro.
—¿Cómo han estado, mis preciosas reinas? — les saludó con admiración y adoración, lo cual llenó de recelo a Amer, sentía que nunca se acostumbraría a esta nueva actitud de ella — Lamento la interrupción, pero me enteré de algo muy importante en estos últimos días.
—Siéntete bienvenida en nuestra casa, cariño — Kinn se puso de pie con elegancia, y bajó las escaleras para llegar hasta ella. —¿Qué ha sucedido? No es normal que dejes tu casa, para venir hasta aquí...
—Pues...
—Supongo que debes de venir por "ella" — Amer soltó, yendo al grano impaciente, mientras ordenaba con un vago ademán de manos que sacarán a la gente del castillo.
—Efectivamente, — ella contestó en tono tímido, con ese aspecto tan frágil y adorable que mostraba desde el tratado— Esa mujer, es/fue una "duquesa" en mi reino, mis señoras, la "chica escupitajo" según me dijeron que le han nombrado así. Es... una vieja amiga mía, pero, ¡ya no más! Por su horrenda y agresiva personalidad, no le he hablado mas... Cuando me enteré de lo que vino a hacerles, me indignó mucho, y decidí que ya no valía la pena tener su amistad.
—Oh, ya veo — Kinn le contestó, poniendo una mano sobre su hombro con jovialidad a la vez que ladeaba su rostro en dirección a Amer para mirarla, ella supo al instante lo que su sis pensaba sin decírselo.
—Sin embargo — comenzó, sin temblor en la voz — Por la amistad que tuvimos alguna vez, y por la nueva alianza que hemos firmado recientemente, vengo a pedirles que la liberen. — Amer, pestañeó sin emoción, y escuchó con atención — Por favor, solo dejen que me encargue de ella, apuesto a que solo fue un mal entendido. Ella me ama, habrá pensado que salvar mi honor era su misión... habrá creído, que la guerra aún persistía en nuestros reinos.
— Entiendo — Kinn, asintió con condescendencia, y se giró para darle la espalda y observar fijamente a su sis, — ¿Qué dices?
Ella contestó:
—Haz lo que gustes, habla con la cautiva— frunció el entrecejo, — pero de mi parte, no hay, ni existirá jamás, acuerdo de paz. Que quede claro, desde el día de hoy.
En una habitación de paredes color azul, con cuadros colgados de aquí para allá de sus fotos, de cuando había ido a visitar a los delfines en los Ángeles. Un hombre que presume en la soledad de su hábitat, un pijama con estampado de mamíferos acuático (delfines de nuevo), ronca plácidamente sobre su cama, la cual estaba costeada en millones de dólares. Este abraza a un peluche de delfín e ignoraba el pitido de aquel endemoniado aparato que le hacía la vida más imposible a él, que al poseedor.
"Piiii"... "Piiii"... "Piii". Así habían sonado al principio, "normales" como los latidos del corazón después de ver una escena de susto en una película: Nico podría estar soñando siendo perseguido por mamuts mutantes seguramente. Nada preocupante. El hombre solo apretó un botón, y de nuevo había silencio.
Una vez en la noche, también era lo usual. Ignorarlo no era nada malo, pensó entre la conciencia y el sueño, mientras poco a poco se dejaba ir y...
Pero entonces, el estúpido aparato explotó: "PIII, PIII PIPIPIPIIIIIIII" tan fuerte, que se convirtió en un grito uniforme y liso; casi como el chillido estridente de una mujer a punto de ser asesinada a cuchillazos, chocando y retorciéndose contra las paredes; sus párpados se abrieron de golpe, dejando ver unos orbes oscuros iracundos, y con venas rojas alrededor del blanco del ojo.
Maldita sea, profirió entre dientes, mientras apagaba de nuevo el aparato casi con un puñetazo. En lo que a Dionisio concernía, Nico podía intentar asesinar a quien quisiera, ¡¡pero que al menos lo dejara dormir bien por las noches!!
Aquella era su única debilidad. ¡Lo que daría por ocho horas de buen sueño!
No recordó en qué momento fue que se durmió de nuevo. Todo lo que sabía era que había paz y tranquilidad como nunca antes, un sueño hermoso en donde perseguía a una ninfa por los bosques, y luego, ¡BRUM! Se encontró despertándose con un brusco estremecimiento que lo hizo lanzar su peluche a varios metros de la cama, como si un rayo hubiese caído sobre él.
Dionisio miró el techo, como esperando encontrar algún hoyo a causa de un rayo; no encontró nada. Simplemente, era el teléfono inalámbrico sonando a un lado sobre su mesita de luz. Trató de ignorarlo. Lo dejó haciendo su escándalo allí, por un rato, hasta que desgraciadamente se dio cuenta de que no iba parar si no hacía algo. ¡Mierda! Boca abajo, sin despegar su mejilla de la almohada en ningún momento, alcanzó el teléfono y lo posó sobre su oreja para oír al imbécil que lo molestaba a... (miró el reloj) ¡las tres y media de la madrugada de un sábado!
¡Esto debería considerarse un crimen, y llevar a prisión a quien sea que fuese!
—¿Buenas... eh, noches? — empezó una voz dubitativa, al otro lado de la línea que irritó aún más al hombre.
—¿Quién es? — exigió apurado, con su típica voz prepotente y malhumorada —¿Sobre qué es para que me llames a tales horas de la madrugada?
Sin previo aviso. El hombre sintió una frialdad por todo el cuerpo, una sensación helada provocado por el Dejavu del que fue preso por unos míseros segundos. Su mente se enturbió rápido, pero a base de la experiencia, logró controlarse rápidamente y dejar que aquellos recuerdos volvieran velozmente, dentro de lo más profundo de su mente.
— ¿Hablo con el Director Dionisio, del "Instituto Yancy para chicos problemáticos?
— Sí — Por un momento, el susodicho casi lo negó, (estaba tan acostumbrado a llamar el instituto como uno "De Delincuentes Juveniles", que casi se confunde) sin embargo, pronto su cerebro le corrigió antes de hacerlo. Cerró los párpados con cansancio, y puso los ojos en blanco detrás de ellos. ¿Otro padre preguntando cuándo empezarían las clases o sí sería posible aún meter a su mocoso delincuente en clases? —¿Quién me necesita?
—Disculpe las molestias director, soy el suboficial Silvio Berlusconi de la comisaría número 9, de las Vegas, y le llamo para informarle...
—Ajá, ajá, — Dionisio rápidamente olvidó su nombre en cuestión, y debajo de las sábanas, se rascó una nalga — Continúe.
—Bueno... Estuvimos investigando en nuestros sistemas sobre un grupo de once jóvenes (los cuales están bajo nuestra custodia ahora mismo) que causó bastante revuelo en un bar del Hotel Casino Lotus, (destrozos, peleas, daños a la propiedad) y hemos descubierto que estos; sí no me equivoco... Pertenecen a su instituto señor...
—Ah... — Pasó un segundo, dos, tres segundos, y de pronto, su cerebro explotó en entendimiento — ¿QUÉÉÉÉÉ? — Y así de golpe, todo el sueño se disipó de su cabeza; se incorporó de la cama furico y desestabilizado, con los ojos completamente abiertos y una ira enloquecida haciéndoles ver saltones en medio de la oscuridad. —¿CÓMO QUE MIS CARCELARIOS ESTÁN EN SU CÁRCEL?
Se escuchó un carraspeo nervioso al otro lado de la línea, antes de que el policía continuara.
— Al parecer, estos siete chicos y cuatro chicas, escaparon de sus instalaciones alrededor de las 00:00 horas, señor...
—¡ESOS ZÁNGANOS! ¡¿PERO CÓMO SE ATREVEN?! —Dionisio empezó a abrir y cerrar la palma de su mano esporádicamente porque no tenía su pelota antiestrés a la vista— ¡DÍGAME SUS NOMBRES AHORA MISMO!
—Eh, sí, sí, permítame... Will Solace, Percy Jackson, Piper McLean...
—¡Los revoltosos de siempre! Ya, ya, gracias — Dionisio lo cortó sin más, ya que con haber oído el primer nombre, este supo automáticamente, de quienes se trataba el resto. — Ahg, ¡¡voy a azotarlos como a esclavos egipcios cuando los tenga en mi poder!!—exclamó, mientras se frotaba el rostro con una mano; (ahora el collar sonando como gata en celo hace unos minutos, tenía sentido).
—Tendrá que viajar hasta aquí para llegar a un acuerdo con nuestros superiores, señor Director, y lograr sacar a sus alumnos de las celdas...
—¿Están heridos de gravedad?
—Eh, no. Sus alumnos están sanos y salvos. — Contestó el policía, confundido. Dionisio, siguió:
—¿Causaron algún incendio grave?
—No.
—¿Robaron un BMW de algún político importante?
— No...
—¿Uno de ellos cometió homicidio?
—¿No...?
—Bien. Iré a recogerlos por la mañana, buenas noches. — Colgó.
Se dio palmaditas en la espalda, satisfecho de sí mismo por el espectacular castigo que había dado, y acto seguido, volvió a acostarse sonriendo suavemente al abrazar una vez más al peluche de delfín que volvió a sus brazos; sin tener la más remota idea, de que su adorable minivan, ahora yacía como un montón de chatarra quemada y rota en un estacionamiento de Las Vegas.
Pobre Director, el grito de condenado que le esperaba soltar cuando saliera al estacionamiento a día siguiente, y no encuentre a su vieja amiga.
Sus alitas están violentamente prensadas en medio de unas pinzas que casi superan el tamaño de todo su pequeño cuerpecito. Ambos tienen esposas alrededor de sus muñecas, y un grillete de metal les sujeta los tobillos, ocasionándoles daño. Entonces, uno de mis angelitos, cae al suelo teatralmente, arrodillado y mira hacia el cielo, suplicando piedad y clemencia a Dios.
—¿Por qué? ¿Por qué me encierras en este lugar de muerte y destrucción?—Demandó, con dramatismo mientras una fuga de lágrimas escapa de sus ojos— Dios mío, Dios mío... ¿Por qué me has abandonado? A tu sirviente más fiel y devoto, ¡extraños y misteriosos son los caminos difíciles del señor!
A su lado, su hermano angelito posee una jarra de metal, y la golpea contra los barrotes de metal de las celdas, su mirada está perdida en la distancia, su rostro está sucio con sus mismos mocos y manchas de tierra seca del desierto. No atiende a la súplica del primer angelito, simplemente se encoge más, chasquea sus dedos, y hace aparecer una armónica en los dedos del otro para que también tenga algo con lo que entretenerse.
Sacudo la cabeza fuertemente, intentando despejar mi mente o terminaré volviéndome loco. La celda en la que nos encontramos es fría, y sólida, y fea y... De pronto tengo la ardiente necesidad de empezar a actuar como mis pobres angelitos. Pero debo ser fuerte, escapamos del instituto. Ahora debemos hacernos cargo de nuestros pecados, y penar aquí como almas en el purgatorio, muriéndonos de frío y soledad hasta que nos rescate el viejo lesbiano(más conocido como el señor D).
Apoyo mi frente contra los barrotes sucios y pintados en color verde, los cuales parecían ser más moho que pintura en realidad. El lugar es asqueroso, hay un charco de extraña procedencia en medio del pasillo y de sospechoso color amarillo y olor fétido. Repugnante. Por el rabillo de mi ojo, pude ver que hay otro montón de celdas a mi izquierda y derecha, llenas de personas con las cuales habíamos peleado en el bar. Atrapados como viles delincuentes.
Trato con todas mis fuerzas de no golpearme la frente reiteradas veces contra los barrotes, lo último que necesitaba era que los policías vieran una escena psicótica y loca que revelara mi estado mental.
Unos movimientos a mi costado, llaman mi atención y al voltear, me encuentro con una escena verdaderamente desgarradora, pero esta vez sucede en vivo y en directo, con personas de carne y hueso, y no solo en mi mente. Jason Grace, de rodillas, saca su brazo derecho y presiona los barrotes todo lo que puede contra su cuerpo, con la intención de extenderse un poco más, al otro lado del pasillo, en la celda del frente, Piper McLean está haciendo exactamente lo mismo, provocando de que una de las barras se incruste en medio de sus pechos y de una vista de lo lindo al resto de los presos que hay aquí.
—No te abandonaré, mi amor— dice Jason, en una juramento de amor eterno, con su voz temblando, por el esfuerzo físico y por la intensidad de sus sentimientos— No importa qué tanto intenten separarnos, estaremos juntos, mientras nuestros corazones latan al mismo ritmo.
—Te prometo, Jason Grace...— inicia a contestar Piper— Que volveremos a estar juntos. Tú y yo. Llegará el día en que nuestros labios vuelvan a juntarse bajo la luz del crepúsculo, sobre alguna colina en la distancia.
Jason intenta estirarse aún más, para alcanzar sus dedos, pero aún quedan en medio de ellos al menos dos metros de distancia. Piper suelta un pequeño quejido de dolor, como si estuviera a punto de quebrarse y llorar, por un amor que no volvería a ver nunca jamás en esta vida. Con sólo la espera de la horca para todos nosotros.
—Ay ya, cállenlos— Clarisse hace arcadas, en la celda de las chicas— Voy a vomitar, no es para tanto. ¿Es que nunca los han encerrado antes? ¡Les recuerdo que vivimos en una prisión desde primero!
—¡Levántate de ahí, Grace!— Chris Rodríguez, sujeta a Jason del cuello de su camisa y lo obliga a incorporarse— ¡Molestas a mi chica!
—No soy tu chica, hijo de puta— bufa Clarisse, y, no sé si es idea mía o no, pero su voz suena mucho más furiosa que nunca— ¡DÉJAME EN PAZ, DE UNA VEZ POR TODAS! No te metas.
—¡Ayúdame, bro!— implora Jason, tirándose a sus pies prácticamente y juntando las dos palmas de sus manos en señal de súplica, y cuando ve que no le contesta exclama con mayor fuerza: — ¡Broooo!
—Debería dejar que te ayudes solo, Grace— Percy responde al final, haciendo un mohín de novia enojada a la vez— Ya que eres "más fuerte que yo". Al parecer, ¡siempre puedes superarme!
—¡Broooo!— suplica Jason nuevamente, y para este punto empiezo a dudar sobre la cantidad de alcohol que Grace ingirió en el bar. —¡Vamos, no seas así! ¿Mi bro?
Percy no le hace caso, sigue en su misma posición deprimente de desde hace media hora: Sentado en el suelo, con las manos rodeando sus rodillas y sujetándolas contra su pecho. Desde que nos habían encerrado, no ha mirado ni dicho ninguna palabra a nadie. Mucho menos a Annabeth, parecía avergonzado y aterrorizado con respecto a ella. Se había convertido prácticamente en una estatua silenciosa con una nube encima de su cabeza. Definitivamente, él parecía haber sido condenado a la silla eléctrica en las próximas dos horas.
—Oye... está bien— inicia Grace con un suspiro derrotado, y acercándose a Jackson— Todos nos volvemos locos de vez en cuando— puso un brazo sobre sus hombros y Percy se voltea para recargar su frente sobre el hombro de su amigo (de una forma completamente no gay) — Está bien, estamos bien, todo está bien.
—Soy un monstruo— Jackson susurró, sonando tan devastado, que llamó la atención de todos, e incluso de los demás presos que eran desconocidos para nosotros. (Oh, y cabe recalcar que había un carcelario, que desde hace media hora me había estado mandando ojitos coquetos, y por alguna razón, no dejaba de mirarme el trasero, Dios, ¿por qué no dejas de ponerme acosadores en el camino?)
—Ya... ya... Perce— Leo Valdez se acerca a los otros dos, y se une al abrazo (completamente no gay, de nuevo) — No fue tu culpa.
—¿Cómo fue que todo se salió de control?— Annabeth, desde la celda de enfrente, había levantado a su amiga del suelo, probablemente salvándola justo a tiempo, antes de que Clarisse se hartara de ella y la pusiera de pie a fuerza bruta— He estado meditándolo desde hace rato, pero no lo entiendo.
—Fue gracias a Clarisse— dice Chris, con un tono orgulloso, como si estuviera diciendo la mejor de las gracias de la chica. Incluso se sostuvo de dos de los barrotes de la celda, haciendo que sus pectorales se marcaran, y poniendo una cara de enamorado que le dió un look de macho adorable, completamente sexy.
—Fue gracias a Frank— suelta entonces Clarisse, ignorando a Chris y dirigiendo su propio tono orgulloso, esta vez para su hermano.
—¿Qué?— la sorpresa es general, y de pronto todos nos encontramos mirando a Zhang, que rueda los ojos y suelta un suspiro de cansancio.
—En realidad fue culpa de Leo— se defiende él— Por coquetear con chicas que ya tienen novio y por dejarme a mí ahí, mientras él se iba a quién sabe dónde.
—Ah...— Leo titubea un momento, pero entonces se limita a soltar una risita nerviosa— Sí... Te debo una amigo.
Y eso es todo. No dice nada más. No especifica nada, no intenta justificarse. A pesar de que Annabeth lo atenaza con la mirada, intentando obtener más información. Valdez, simplemente se limita a alejarse de sus dos amigos, dejarse caer en una de las camas de cemento y saca un destornillador del bolsillo para mirarlo con si fuera la cosa más interesante del mundo.
—Te lo quitarán si te lo ven. Guárdalo— la orden proviene de la celda de enfrente, la de las chicas. Pero de todas las personas que hay ahí, es la última de quien lo hubiera esperado. Calipso está sentada sobre otra de las camas, sujetándose las rodillas, con la mirada cansada. Hazel está a su lado, pero la morena está más concentrada en mirar nuestra celda, de momento.
Leo obedece. Calipso guarda silencio. Todo el mundo lo hace, en realidad... excepto por aquel carcelario que mastica sonoramente algo desconocido en su boca, como si fuese una llama comiendo hojas de albahaca, y de vez en cuando se soba la entrepierna, con la vista fija en mis malditas y privilegiadas nalgas. Ahg, ¡¿por qué no acosa a Chris, por qué siempre yo?!
Pasan unos cuantos minutos, que parecen ser eternos. Ni siquiera mis angelitos provocan ningún tipo de ruido, y la ansiedad empieza a suplicarme al oído que haga algo que he estado intentando evitar desde que nos encerraron aquí. ¿Por qué? Porque... porque... ¡Vergüenza! ¿ok? No tengo otra justificación. Mi mirada se desvía lentamente hacia una de las esquinas de nuestra celda, justo la esquina que Hazel está mirando desde hace rato.
Nico di Angelo, mira hacia la nada, mientras acaricia el collar de metal en su cuello. Tampoco se ve interesado en decir algo, y sus ojos oscuros parecen estar completamente vacíos, ni siquiera parpadea, como si su alma hubiese abandonado por completo su cuerpo. Pero sus dedos se mueven, acarician gentilmente la superficie de metal, casi con devoción, como si fuese lo único a lo que puede aferrarse para mantenerse en calma. Quiero hablar, quiero decir algo, lo que sea, pero no puedo. Mis labios permanecen sellados, pero Hazel, se encarga de romper el silencio. ¡Gracias, casi-pronto-cuñada!
—Nico...— inicia, en un susurro que parece retumbar en ambas celdas. No, más que eso, parece retumbar en toda la comisaría, por absoluto. El italiano parpadea dos veces, rápidamente y luego sacude su cabeza, para poder una expresión completamente diferente. Él mira a su hermana, directamente a los ojos, como si intentara transmitir un mensaje. Ella suelta un suspiro y sonríe forzadamente. Pero ninguno de los dos dice ni una sola palabra más.
—¿No puedes llamar a tu padre para que venga a sacarnos?— pregunta Annabeth, de pronto, sacándome de mis propios pensamientos agarra los barrotes con las dos manos y alterna su mirada de mí a Percy con gesto preocupado— Si él estaba de acuerdo con que vinieramos, entonces puede ayudarnos también ahora.
Una risa sincera sale de mi garganta, aunque, tomando en cuenta la situación en la que nos encontramos, supongo que para el resto sonó como una risa psicópata. De acuerdo, incluso mis angelitos me observan mal en este momento, levantan una ceja, incrédulos y luego niegan con la cabeza, decepcionados.
—Mi padre va a fingir demencia cuando estemos de vuelta en el Instituto— suelto, encogiendome de hombros— Para él, esto no es más que un muy divertido altercado en medio de la genial aventura en la que nos metimos.
—¿Bromeas?— Annabeth en serio luce escéptica.
—No es el final que él esperaba, pero... apuesto a que estará satisfecho. — vuelvo a encogerme de hombros, para luego pensar en que el final recomendado por mi padre, en algún motel de mala calaña, pero con bonitas camas, al lado de Nico di Angelo, no estaba nada mal, en comparación con esto. Mi mano sube por inercia hasta mis labios, pero en el momento en que los tocan, parecen arder en llamas. En realidad, creo que todo mi rostro empieza a arder de vergüenza. ¡Dios mío! ¿En qué demonios estaba pensando?
¡¿Y ese beso y roce contra la pared?! ¡Y ese balanceo descarado con nuestras caderas! Oh Dioses, ahora lo recuerdo... También había soltado muchos suspiros y jadeos y susurros, Y MIRADAS SUGERENTES PARA SEDUCIRLOOOO, ¡AHHHH! Grito con locura internamente, mientras me rasco el cuero cabelludo desesperadamente con las dos manos. ¡Qué alguien me haga un lavado de cerebro!
—¡Ay sí, ahora vendrás a fingir que te arrepientes!— suelta uno de mis angelitos, apareciendo ahora junto a mi oído derecho, con traje de reo a rayas negras y blancas— No seas hipócrita, ese besuqueo de hace rato fue lo mejor que nos ha pasado en siglos.
—Aún no puedo creer que lo hayamos hecho— su gemelo aparece en mi hombro izquierdo, con sus mejillas sonrojadas a más no poder, y un tarro de lubricante flotando sospechosamente a su lado— ¡Oh Dios mío! Esto es lo mejor de todo el mundo.
—Yo solo quiero agarrar a ese hombre y...— el angelito de la derecha vuela rápidamente hasta donde su contraparte para susurrarle el resto de la oración. —¿Te acuerdas de la salchichota en sus pantalones? ¡Imagínalo sin ropa!
—Shhh —le chita el otro, pero se ríe maliciosamente mientras roza de arriba a abajo su armónica. Creo que tenía una idea de que se estaba imaginando acariciando...
—Entonces no queda más que esperar aquí, hasta que el señor D se digne a venir...— Annabeth, suelta un suspiro agotado— ¡Ahhh! Y el castigo que nos espera cuando volvamos...
—Pero... crees que... — inicia Piper, con duda en su voz, su mirada se dirige hacia Leo de vez en cuando, no tan disimuladamente como ella quisiera— ¿Tú crees que nos lleven a todos de vuelta al Instituto? Teniendo en cuenta nuestros antecedentes...
Annabeth se queda en silencio un momento, sus ojos se mueven sobre todos nosotros. Se detienen especialmente en Clarisse, Percy, Leo y Nico. Se tarda en volver a abrir sus labios para contestar. Cuando lo hace, no parece tener exactamente una respuesta adecuada.
—Yo... —empieza insegura, pero al final se rinde, y su mirada vuelve a Nico— ¿Tú qué opinas, di Angelo?
—No pueden probar nada— espetó con certeza, hablando por primera vez desde que nos encerraron y llenando con un poco de paz a nuestros corazones— Excepto el robo del auto, y la fuga del Instituto.
—Nada más... Ja— suelta Piper, intentando bromear, y tomando el papel que normalmente debería llevar Leo, pero, el latino de momento parece estar fuera de servicio. Sus ojos castaños miraban en todas direcciones, como un ratoncillo con miedo. A decir verdad, parecía cada vez más cerca de entrar en una crisis— Que no se te olvide, di Angelo, que Annabeth y yo estamos internadas exactamente por robar un "simple" auto.
—Sí, pero era propiedad de un concejal— contrarresta Nico, con un tinte de impaciencia— Esta vez fue solo el auto del señor D. y en buena teoría lo robó Will, no ustedes.
—Hey... ¿Y culpa de quién es que yo robara ese auto?— escupo, sin poder evitar defenderme, sin embargo, la única respuesta que obtengo es una sonrisa perversa por parte de él. Lo cual solo provoca que mi corazón casi estalle, cuando recuerdo que esa misma sonrisa me había dado justo antes de decirme "shhh" y besarme contra la pared, ¡Ahhh, no pienses en eso!
—De todas formas el resto somos cómplices— interviene Frank— Siguiendo la lógica de Piper, yo estoy internado por ser cómplice. También Jason.
—No es cierto, yo soy cómplice de Jason— Leo al fin recupera el habla— La mente maestra de ese delito fue Grace, yo solo lo acompañé. ¡Fui una víctima de sus juegos macabros!
— ¡DE NADA NOS SIRVE DISCUTIR NUESTRAS FICHAS AHORA!— Annabeth habla fuerte, haciéndose escuchar en medio de todas las voces que empezaban a reclamar quién era culpable de qué. —¡Lo entiendo! Todos estamos nerviosos, y preocupados pero no servirá de nada empezar a atacarnos entre todos sobre quién tiene la culpa o no. Hay que permanecer en calma.
—¡Aguafiestas!— canturrea Clarisse con semblante aburrido— Tal vez así le hubiésemos sacado al emo, qué fue lo que hizo.
—¡Hey! Quizá si Will le dice a quien le vendió las medicinas, di Angelo nos diga qué hizo— interviene Calipso, repentinamente demasiado interesada en la conversación. Ella incluso se levanta y se recarga contra los barrotes, enmarcando su rostro de muñeca de porcelana en medio de dos de ellos— Will tiene unos excelentes métodos para obtener cosas, ¿no, rubio?
—Nadie lo duda— corrobora Piper, siguiéndole el juego animada y un tanto maliciosa. Calipso frunce el ceño, como si realmente no hubiera esperado que nadie se le uniera— Mucho menos después de lo de Cherryyyy...
— ¡Claro! ¡Ataquen al rubio que nos sacó del Instituto!— mi indignación es todo menos fingida. Piper estalla en una risa divertida— ¡Malagradecidos! De todos modos mi boca está sellada — mis angelitos hacen un puchero molesto apoyándome— No daría esa información ni siquiera si me ofrecieran el Santo Grial a cambio.
—¡CALLENSE MALDITA SEA! LOS PUBERTOS DE LA CELDA DE EN MEDIO, —sip, aquello iba dirigido a nosotros — SÍ, A USTEDES LES HABLO, ¡DEJEN DORMIR, AL PRÓJIMO SON LAS CUATRO DE LA PUTA MAÑANA!
—¡CÁLLATE, TÚ, IDIOTA! — Leo le grita de vuelta, sacando sus labios exageradamente hacia afuera para que el otro los viera, el tipo de la celda del fondo parecía querer salir de sus barrotes sólo para meternos cinta adhesiva a todos — ¡ESTAMOS EN MEDIO DE UNA CRISIS, AQUÍ, MÁS RESPETO!
—¡OJALÁ TE TOQUE EN LA MISMA CÁRCEL QUE A MÍ, ENANO, TE ROMPERÉ EL CULO!
—Ustedes son tan escandalosos, —dice el carcelario desconocido de nuestra celda a todos, pero su mirada ahora está en mis bíceps y su mano de nuevo pasa por sus bolas, ¡asco, asco, asco!
—INTÉNTALO, A VER QUIEN AMANECE CALCINADO AL DÍA SIGUIENTE EN TU CELDA. — Amenaza Leo, e inútilmente trata en romper los barrotes o algo algo así — ¡PAYASO, NI QUE TU NOVIA HUBIESE ESTADO TAN BUENA! ¡TENÍA LOS LABIOS LLENOS DE BOTOX!
—¡¿QUÉ DIJISTE?!
—¡ESO, HAZLO CALLAR! — Apoyó Clarisse, riéndose con júbilo de todo el espectáculo. Ella era la única, que parecía de verdad estar disfrutando de todo el asunto, antes de que pudiera continuar el barullo, la voz del oficial se oye desde su oficina y vocifera:
—¡SILENCIO TODOS, O IRÉ HASTA ALLÍ CON MI PICA ELÉCTRICA!
Aquello bastó para de nuevo, hacernos guardar silencio. Inhalo con fuerza, mi pecho sube y baja con la exhalación. Un momento después, Nico, para sorpresa de todos, es quien rompe el silencio.
— ¿En serio te mantuviste en silencio durante todo el interrogatorio? — me pregunta, y está de pronto, demasiado cerca de mí. ¿Qué pasó angelitos? ¿Por qué no me avisaron? ¡No bajen la guardia, chicos! Ahora, gracias a sus palabras, todos están observándome. Esperando la revelación de otro de los rumores que nunca he aceptado o negado en voz alta, ni siquiera a Calipso.
—Es imposible... — interviene Chris esta vez— Es casi una tortura. Nadie sale de ese interrogatorio sin soltar toda la sopa. Ni siquiera Golova.
—Tu Golova es un imbécil—escupe Nico, apenas y termina de escuchar las palabras— Probablemente se puso a llorar como el bebé en pañales que es.
— ¿Vas a contarnos, Solace?— la pena y tristeza en el semblante de Percy desaparecen cuando aparece frente a sus ojos la posibilidad de escuchar el chisme. Entrecierro mis ojos en su dirección.
—Las peores tres horas de mi vida— es mi única respuesta— Y no diré más.
—Bien... Volvamos al tema inicial, entonces— Annabeth rueda los ojos, quizá por el hecho de habernos desviado tanto del punto importante— Dices que no tienen pruebas, Nico. ¿Pero y si había cámaras de seguridad en el local?
La sangre sube a mi cabeza tan pronto como lo hace la de Nico. El sonrojo es inevitable. Ninguno de los dos tiene el coraje para echar un vistazo al otro. ¡Por todos los dioses! No... ellos no iban a revisar las cámaras de seguridad, ¿cierto? ¡¿CIERTO?! Oh, Dios. Oh Dios. Oh Dios. ¡Ellos no iban a mostrar esas posibles grabaciones a nuestros padres! ¿VERDAD?
—El humo del hielo seco no dejaba ver nada— interviene Hazel, salvando a mis pobres angelitos de sufrir un infarto. — Eso debió tapar la visión de las cámaras, ¿verdad?
Ahora todos miran al experto en aparatos tecnológicos, es decir, Leo Valdez.
— Sólo había cámaras en la entrada. El resto del local tenía únicamente detectores de movimiento. Supongo que sí, a causa del humo— dijo, encogiéndose de hombros— No hay forma de que sepan que fuimos específicamente nosotros quienes iniciamos todo.
—Genial. ¡No hay pruebas!— termina Nico, como si eso fuera todo lo necesario para acabar con la discusión.
Mi panza hace un sonido raro y agudo entonces, revelando que estoy muriendo de hambre a pesar de toda la situación. Nico sonríe, lo noto por el rabillo de mi ojo, pero no me mira con las mejillas aún ligeramente sonrojadas. Ufff, bien, paz y tranquilidad, Solace. Paz y tranquilidad, todo está bien, todo estará bien, estamos bie...
—Hey, tú, rubio bonito... — pronuncia el carcelario pervertido de pronto, provocando que todos los ojos recaigan en él — No, no tú — niega, cuando Jason se apunta así mismo, por supuesto que no estaba hablando de él, Jason no había sufrido de su acoso desde hace 40 minutos — Sí, tu rubio, ven aquí, siéntate a mi lado un rato y hablemos.
—¿Perdón? — exclamé, y acto seguido, fruncí el ceño duramente — No, gracias, estoy bien aquí. Si tienes algo que decirme, puedes decirlo desde tu asiento.
—Oh, vamos, estoy aquí desde la semana pasada y me siento muy solo. Y tú pareces uno de esos chicos muy dulces y amables — intenta persuadirme con elogios, mientras su mirada abiertamente lasciva no deja de repasar mi cuerpo de pies a cabeza, (tengo que contener una escalofrío de asco). — Ven aquí, por favor, precioso muchacho habla conmigo. Aquí, en esta camita...
—¡DÉJALO EN PAZ! —Grita Calipso al instante con una fiereza en sus ojos, que Annabeth rápidamente le recrimina y le ordena silencio, de otro modo, el guardia de seguridad vendría con su pica eléctrica. Tenía que resolverlo yo.
—¿No escuchaste? — Empecé, y a pesar de lo repugnante que era el tipo, encontré una pizca de amabilidad para contestarle — Estoy bien aquí, y no tengo ganas de hablar con desconocidos. Igual, gracias por la invitación.
—Bueeeeno — el hombre dice, alargando la palabra con una sonrisa divertida al mismo tiempo que se incorporaba sobre sus dos pies y se encaminaba hacia mí, —Puedo ir hasta ti entonces, si tú no quieres venir...
—¿Eh? — es lo único que suelto en mi estupor, ¿por qué Diablos es tan insistente? Con cada paso que da, más mi entrecejo se arruga de desasosiego, no se me ocurre qué hacer ya que no soy un partidario de la violencia pero entonces, siento su presencia. Segura y reconfortante a mi lado, oscura y amenazante contra el hombre delante de nosotros, y cuando habla, parece contener en sus palabras tal poder que creí que podría hacerlo desaparecer de su vista con solo un chasquido, como si pudiera hacer que las sombras se lo tragaran para siempre.
—Mantente alejado — pronuncia, dos palabras solamente, pero cargadas de tanta aversión que puso a todos en estado de alerta — Ya oíste a este rubio, no quiere hablar contigo. Fuera.
—¿Y quién te crees tú para ordenarme, mocoso? — el hombre le contesta, abriendo los ojos de par en par, incrédulo y una pizca de inseguridad por la extraña aura de peligro que emanaba Nico. — Solamente quiero hablar con él, es todo. — finaliza, y de nuevo, se roza la maldita entrepierna.
—¡Ya deja de hacer eso! — exploté al final, harto de observar aquel gesto— ¡¿Por qué demonios te rascas "tu cosa" mirándome?! ¡Lo has hecho desde que llegamos aquí! ¡Ya basta!
—Ah, pensé que no te habías dado cuenta de mi indirecta — Suelta una carcajada, sin lucir una pizca de vergüenza de nosotros, ¡Dios mío! — Veo que eres tímido, tranquilo, solamente quería tocarte un poco...
—¡¿ESTÁS DROGADO?! — Chillé escandalizado, y poniendo los brazos en jarras con furia. —¡Aléjate de mi vista!
—Mm, vamos, no seas malo — insistió el hombre cara de caballo.
—Él. Dijo. No. — Gruñó, y el aparato en su cuello soltó un pitido peligroso. Lo miré sorprendido, él mantenía los brazos cruzados como si de este modo se estuviese conteniendo así mismo, sin embargo, sus ojos (para mí al menos) deberían ser suficientes para mantener a raya al imbécil — Fuera. O voy a golpearte.
—Sabía que este rubio era puto, por cómo se comportaba. Pero no pensé que tuviera novio. — Se rió, el hombre, llenándome de furia a causa del adjetivo con el que me llamó. — Lástima, si te ves tan rico — gimió, y entonces, estiró una mano en mi dirección con la intención el acariciarme el mentón o en el cuello, no lo sé, nunca lo sabría porque antes de que sus dedos me rozaran; Nico lo empujó con fuerza iracunda y lo hizo trastabillar hacia atrás. —¡¿Qué te pasa?!
—¡Eso debería preguntarte yo a ti, animal! — Escupió Nico, forcejeando contra mi para tratar de soltarse porque en un arranque, lo había cogido del brazo y así evitar que se lanzara a él. —¡No, intentes tocarlo, escoria!
—Tú.. — el hombre inició, pero entonces, empezó a observar lo que tenía a su alrededor. Seis chicos muy musculosos, (bueno, Leo lo será un poco también) con rostros protectores y enojados hacia su persona solitaria y depravada, (aww, ¡me aman!) Listos para golpearlo si Nico no lo hacía. — Como sea, solo quería divertirme. Idiotas—. y dicho eso, retrocedió de nuevo hacia su sucia cama y se acostó en ella, esta vez, dándonos la espalda a todos. Ufff, desastre evitado.
Nico se zafó de mi agarre de un tirón violento, tenía una mueca en los labios llenos de rabia contenida, y por un momento pensé que iba a golpearme al no encontrar con quien descargarse. No obstante, antes de que pudiera hacer una locura, le envié una mirada silenciosa; con una orden tácita en ella para que se quedara donde estaba. Él acató mi decisión, de mala manera, pero lo hizo. Segundos después, le dio una patada a un barrote color verde y acto seguido, se colocó de espaldas contra ella, y se deslizó hasta llegar a sentarse en el suelo con la espalda apoyada. El resto de nuestros compañeros de celda fueron dirigiendo su atención hacia otra parte, también.
—Te odio. — Escupe con fervor, pero por alguna razón, no me duele, más bien, siento que lo dice con extraño cariño. —¿Hay alguien en este mundo que no intente acosarte? ¡Sólo te ven y se vuelven locos!
—Ahh, quién sabe — confesé en tono lastimero, para después imitarlo y sentarme a su lado, con nuestros codos rozándose un poquito. — Creo que mi cuerpo está soltando un montón de feromonas, ¡es la única explicación que encuentro! — formé un mohín, —Solo soy un chico normal, que... solo busca la atención de... uno. Si...
Ay mamá. Siento que se me sale humo de las orejas de tan caliente que tengo la cara. ¡¿POR QUÉ DIJE ESO?!
—¡Por qué eres un tonto! — Grita uno de mis angelitos delante de mí, entrando en pánico al tener a Di Angelo tan cerca de nosotros, mientras que el segundo angelito, trata de lamer sus mechones azabaches; lo espanto con una mano antes de que lo hiciera. Lo cual en respuesta, me gano una mirada extrañada y confundida por parte de él, "¡Ay no, déjenme, pensara que estoy loco!"
—¡Ya es tarde! — escupe el otro, nervioso — ¡Sólo queda esperar a que nos acepte con todo y la locura!
—¡Noooooooo! — Exclamo, aplastando mis mejillas con las palmas de mis manos y negar de lado a lado.
—¿Qué haces?
—¿Eh? —mi mirada se mueve hacia Nico de nuevo, sin soltar aún mis mejillas, sus ojos lucen divertidos pero no veo burla en ellos, lo cual hace que me tranquilice un poco — ¿Qué hago de qué? — contesto, optando por la mejor opción: fingir más demencia. — Solamente estaba...
—Dime la verdad — me corta antes de que termine, sorprendiéndome del tono sincero que adopta su voz — Juro que no te juzgare. Sé que no te drogas a pesar de todos esos rumores, porque las medicinas siguen intactas, así que es, por otra cosa... —baja la mirada, frunciendo el ceño como si le costara mucho el hablar — Siempre... Tú, pareces que nunca estás solo... como si tuvieras, un fantasma o, no lo sé, algo con quien siempre hablas y te peleas...
Mis mejillas se sonrojan de bochorno máximo. ¿Cómo le explico sin que crea después, que estoy totalmente loco? La razón por la que hablaba sólo, ¿cómo le decía sin sonar demente, que era tan hiperactivo y lleno de alter egos, que tuve que crearme mini personalidades mías para poder liberar mi mente, y no volverme más loco de lo que ya estaba?
—¡No le digas nada! — Grita el angelito, más inteligente —Somos un producto de tu imaginación, ¡nos llamará chiflados!
—Yo...
—¿Eres esquizofrénico? —pregunta, y lo peor es que lo hace con toda la seriedad y solemnidad que se necesita. ¡Nooo, no es nada de eso! (Oh bueno, nadie nos ha diagnosticado eso). Suelto un largo suspiro, decidiéndome.
—Yo... Bueno, ehm, resulta que no hablo solo como todos piensan, bueno sí, pero no exactamente, eh... — empiezo, buscando las palabras adecuadas para decirlas (esta sería la primera vez que le contaría a alguien sobre la existencia de ellos, rayos, realmente estaba enamorado)— Verás, yo tengo un par de... angelitos. — término, con una voz tan bajita como el susurro de un mosquito.
—¿Angelitos? ¿Qué clase de angelitos? — Pregunta de nuevo, con completa seriedad en su rostro, bien, no está saliendo corriendo. Tomo una honda respiración decisiva.
—Mini Wills. Son dos. Pero con alitas. Y son como pequeños alter egos, pero mucho más locos que yo, ellos representan la mayor parte de mis pensamientos y esto quiere decir, que están totalmente fuera de control la mayoría del tiempo—explique sin pausa, esperaba que lo entendiera porque no pensaba repetirlo de la vergüenza que me atacaba —Yo, no tenía muchos amigos en mi infancia... Papá siempre viajaba, y me arrastraba a todas partes, fui a como diez colegios distintos todos los años... Nunca podía establecerme lo suficiente en un lugar, para hacer un amigo, y de pronto... Me encontré totalmente solo.
Él no responde, así que tomo eso como una señal para continuar.
—Solo imagina; un niño lleno de energía, hiperactivo, extrovertido, y totalmente diferente a los demás. Con MUCHAS cosas que decir y expresar... Totalmente solo, sentía que iba a volverme loco... — mi voz es apenas un murmullo— Entonces, aprendí a divertirme conmigo mismo, ¿esos niños no querían ser mis amigos? Pues bien, me tenía a mi mismo, y resulta que "yo mismo" era más genial y entretenido que el resto. Puedes pensar que tengo algo malo en la cabeza, lo entenderé, he pasado años yendo a psiquiatras (órdenes de mi padre) tratando de encontrar cuál es mi problema pero... —me encojo de hombros— Simplemente soy así. Tenía mucho que dar, y no tenía a nadie que pudiera recibirlo... Dios, — suelto una carcajada forzada — realmente estoy loco, escuchándome en voz alta, puedo entender si te alejas ahora...
Por un momento, guardo silencio, siento que he dicho demasiado. Él tampoco dice nada, y justo cuando pienso que estoy a punto de morir de la vergüenza y la incomodidad, vuelve a hablarme.
—Pero, ahora ya no estás solo... — dice, y después rápidamente agrega— me refiero, a que tenías a Calipso, a Percy y... los demás. ¿Por qué entonces...?
—Me había acostumbrado demasiado a ellos, —respondí— de pronto, eran parte de mí, me hacían sentir "completo" y cuando me encuentro solo, ansioso, nervioso o demasiado feliz sobre algo, me pasaba horas hablando con ellos porque se habían convertido en mis confidentes más fieles...
—Aww, me encanta la historia de nuestro nacimiento — llora el primer angelito, sacándose los mocos con una pañoleta con fuerza, mientras el otro asiente efusivamente con la cabeza — Deberíamos tener un cumpleaños o un aniversario... y... y, ¿qué está haciendo? ¿Por qué saluda a la nada?
—¿Qué haces? — pregunté, al momento en que su mano se había levantado, solo un segundo, casi no podría considerarse ni un saludo pero lo era. —¿A quién dices hola? — miré a mi alrededor al mismo tiempo.
—A los angelitos... — susurró el azabache, agarrándose las rodillas con las manos — No me hagas repetirlo.
—AHHHHHHHH, OH POR DIOS, NO ACABA DE SALUDAR. NOS ACABA DE SALUDAR. —Gritó el primero de ellos, porque el otro estaba muy ocupado hiperventilando — ¡NUNCA EN MI VIDA ME HABÍA SENTIDO MÁS REAL!
—Esto es tan raro. — confesó Nico, pero no lo dice de forma cruel; se ríe, pero hace vibrar mi corazón porque sé que algo está sucediendo ahora mismo. Entre los dos. — Yo... Entonces, ¿cómo lo hago?
—¿Hacer qué? — repito totalmente confundido, mi cerebro apenas está funcionando después de su saludo. Si no estaba poniéndome de pie y saltando alrededor y sobre las paredes, era porque no quería que pensara peor de mí.
—¿Crear mi propio angelito también? —responde tajante, y viéndose algo avergonzado — Dijiste que ayudaba para... para no sentirte solo... ¿Cómo puedo?
—Eh, solo lo imaginas, debes tener un altísimo índice de imaginación para hacerlo...
—Ok, digamos que imagino a un... ¿Mini Nico? —¿Por qué está haciendo esto? Me pregunto, mientras estoy embelesado por su rostro y su voz baja — Con alas, negras, y... Dios mío, ¿por qué estoy haciendo esto?
—Es lo mismo que me pregunto ahora mismo — y automáticamente, rompo en una carcajada, no puedo evitarlo, esto es demasiado asombroso y como si fuera poco, de pronto la risa de Nico me acompaña. No existe un momento más feliz que recuerde que el de ahora, y no creo que haya otro que lo supere.
Mientras reímos, en nuestra pequeña cápsula privada, con nuestros codos rozándose. Hinchando mi corazón de júbilo. Mi mente hace todo el trabajo sin que se lo ordene. (Desventajas de tener una mente tan hiperactiva y creativa). De un momento a otro, tenía delante de mí salido de la nada, un angelito, versión Nico real. Este era hermoso y perfecto, tanto como lo era el original a mi lado, pero con alas negras como de terciopelo y unos pequeños cuernitos que sobresalían de su pelo.
—Oh no... — Susurré, cuando fue demasiado tarde. ¡Maldita mente pervertida! ¡Maldito Di Angelo, era su culpa por hacérmelo imaginar! —Bueno, felicidades Nico. — me dirigí a él, — ahora ya tienes tu propio angelito.
—¿Qué? —el repite incrédulo, con los ojos brillantes de diversión. —¿Qué está haciendo?
—Eh...
El mini angelito de Nico, con el mismo porte orgulloso y elegante que él, vuela hasta llegar a quedarse flotando delante de mis propios angelitos, los cuales se habían quedado atónitos y con la quijada hasta el suelo del estupor. El mini Nico se cruzó de brazos, y sonrió petulante y sexy, dirigiéndose a ambos.
—Hola. — Solo fue una palabra de su parte. Una. Palabra. Y mis angelitos se volvieron locos, como bestias codiciosas saltaron a por el tesoro.
—¡ES MÍO!
—¡ES MÍO, YO LO VI PRIMERO! — Vociferó el segundo, y estuvo a punto de abalanzarse sobre el mini Nico pero el primero lo detuvo tumbándolo en el aire. —SUÉLTAME, YO LO QUIERO.
—¡Espera, espera, creo que tengo la solución a nuestros problemas! — Exclamó el primero, llenando de curiosidad al mini Nico, quien se acercó para poder oírlos — Quédate ahí un ratito, cosa bella hecha por los Dioses de la lujuria. Pronto estaremos contigo, primero vamos a resolver nuestro problemita.
—Oh, —el mini Nico contestó, encogiéndose de hombros — Está bien, hagan lo que quieran. Tengo todo el tiempo del mundo... o bueno, hasta que el Nico original me destruya, claro.
Los dos angelitos se reúnen para hablar rápidamente. Con las cabezas muy juntas, y mirando de vez en cuando al mini Nico sensual. Entonces, parece ser que han tomado la decisión, y frente a mis ojos, ambos empiezan a posicionarse lado a lado con un metro de distancia entre ellos. Y ocurre, sus dedos apuntan una dirección contrario al otro, una de sus piernas forman un cuatro, y entonces caminan cómicamente para acercarse.
—Fuuuuuuuuuuu -Sión. — terminan la oración, y seguidamente, hay una gran explosión de luz alrededor de ellos, que cuando acaba; muestra a un solo angelito ahora, un poco más grande, con las alas más emplumadas y decisivamente, con una expresión que contenía el doble de picardía—¡Listo! ¡Ahora sí, podemos divertirnos!
—¿Qué están haciendo? — Me pregunta Nico, después de que me haya quedado un largo rato callado, abro los labios; pero antes de contestarle, ellos llaman mi atención nuevamente.
—Hola, preciosidad — saluda el angelito mini Will, (vuelto uno solo ahora) — ¿Eres uno de esos ángeles del infierno? Porque estás que arde como uno de ellos. ¿Quieres ir a mi departamento? Podemos ver una película o algo... —el mini Nico asiente vagamente desinteresado, y le sigue. De pronto entran en una puerta que aparece de la nada, y el mini Will pone un cartel de no molestar por el picaporte. En algún lugar de mi subconsciente, empiezo a oír gemidos y palabras obscenas provenientes de ambos. Frases como "más adentro, sí, sí" y gritos como: "¡Azótame, sin miedo".
Juro que no sé cómo se me ocurren estas cosas.
—¿Qué están haciendo? — vuelve a preguntar, Nico, más ansioso e intrigado.
—¡Están jugando billar! — Contesto exaltado y riéndome nerviosamente, con las orejas sintiéndolas calientes. — ¡Para conocerse mejor! ¡Eso, Eso!
—Ajá sí. No sé por qué siento que tu mente se está imaginando la próxima novela de 50 sombras de mini Nicos en tu cabeza. —niega, adoptando un semblante de cansancio como si no supiera qué hacer conmigo— Jamás pensé que me encontraría entablando una conversación contigo en algún momento de mi vida. Siempre te veía... —no termina la oración, pero no lo presiono a decírmelo, en cambio digo:
—No puedo creer que el presunto asesino más peligroso y sanguinario del Instituto de Delincuentes Juveniles, esté haciendo esto conmigo.
—Yo tampoco me lo creo. Supongo que la locura es contagiosa. — responde a su vez, dándome una pequeña sonrisa tétrica. Que debo decir, es encantadora.
—¿De qué demonios hablan tanto ustedes dos? — Inquiere Percy de repente, con el ceño arrugado, y mirándonos fijamente como si nos hubiésemos vuelto locos. Probablemente su único interés en nuestra conversación, era saber si estábamos compartiendo secretos de nuestras fichas, y él se estaba perdiendo de todo el chisme.
Sonreí, él jamás lo entendería. Jamás lo sabría. La felicidad que encontraba en mi propia locura, y la doble dicha que sentía al encontrar a alguien que respetaba mi verdadero yo, a pesar de ser, tal vez, algo totalmente fuera de lo normal y que podría considerarse insano para muchos psiquiatras.
Me volteo hacia Nico otra vez, simplemente no puedo dejar de mirarlo, ¿cómo, siendo tan guapo y estando tan cerca de mí? Este, me corresponde con otra mirada, y un sexy guiño cómplice que dice en silencio:
"Será nuestro secreto"
Y en este mísero instante, lo supe, podía resignarme y morir por él en la horca de ser necesario, lo haría, siendo completa y estúpidamente: Dichoso haciéndolo.
Paso# 31: Resignate. Si todos los pasos anteriores te llevan a un pequeño agujero putrefacto, sucio y maloliente, como tu propio infierno personal, solo queda resignarse y asimilar las consecuencias de tus propios actos. Pero, aún así, regocíjate con el buen sabor de boca que han de haberte dejado tus travesuras. Solo se vive una vez, aprovecha el bug.
Y, si tienes la suerte de toparte con un ángel del infierno... Bueno, no lo dejes pasar.
●●●
—Largo — Nahomy lanza a la chica escupitajo a la calle, con nada de amabilidad. Esta cae al suelo, de rodillas con la ropa hecha mugre y sangre seca en sus dedos que ahora están vendados. — no te quiero volver a ver. — Escupe, y su compañera de torturas Linel, frunce el ceño contrariada.
Solo están ellas dos, un carruaje que pertenece a los sirvientes de la reina de aguas profundas, y RLKinn. Amer estaba en la entrada del castillo, se había negado a hablar con ella, porque de hacerlo, la mataría con sus propias manos.
La chica escupitajo, a duras penas se levanta del suelo, y se gira en dirección a ellas. Kinn le sonríe con dulzura, y afecto, y sus ojos son amables y misericordiosos cuando se acerca hasta ella, para dirigirle unas últimas palabras.
—Me alegra que hayamos resuelto nuestras diferencias. —Le dice contenta, — no me creo que haya pasado todo esto, por un mal entendido, en verdad lo lamento.
—Sí, yo tampoco debí decirte mierda. Me disculpo por ello… — la chica escupitajo responde, a duras penas pero con honestidad. — Espero que Amer…
—No, No, ella está fuera de esto, el tratado de paz es solo entre tú y yo, nena— Kinn, le explica, antes de ella acabara — Pero descuida, ella no hará nada que yo no quiera, y yo no haré nada que ella no quiera.
—Pero… ¿eso significa que hay paz de que igual modo?
—Claro, — asiente efusivamente, sus uñas pintadas en carmín, acarician un mechón castaño sucio de su cabeza, sin dejar de sonreír, luego le da un rápido abrazo cariñoso — ¡Qué tengas un buen viaje!
Ella subió a la carroza. Lento, pero seguro. Cuando su chófer cerró la puerta, de madera, la chica escupitajo se despidió con una mano.
RLKinn, con un semblante luminoso en el rostro, se despide también de ella, de igual modo, liberando simpatía en cada uno de sus poros. Su sonrisa es gigantesca, es verdadera y dulce como el cálido amor de verano… pero entonces, ella se voltea, y al darle la espalda a la chica escupitajo, su sonrisa desaparece de golpe, y sus labios jamás parecieron más fríos, no había calidez en su boca, cual cereza; tan rápido y escalofriante, como si nunca hubiese sonreído, sus ojos están completamente inexpresivos, opacos.
Camina con calma y elegancia, haciendo sonar sus tacones contra el suelo de piedra. Cuando llega hasta su compañera, quien también luce una frialdad peligrosa. Le dice:
—Era lo que teníamos que hacer. No había otra opción.
—No estoy de acuerdo— contesta inmediatamente Amer, contrariada— Pero, confío en tu instinto.
—Al menos alguien lo hace— contesta la hija de Eros, con duda en su voz. — como sea, es débil. No es amenaza para nuestro reino.
—¿Puedes parar de hacer eso? —Amer le recrimina de sopetón, cuando RLKinn había vuelto a girarse al frente y empezó a mover la mano hacia la carroza que desaparecía, sin dejar de sonreír como la mujer más feliz del mundo — de sonreír y dejar de hacerlo al instante, en verdad da miedo. Es escalofriante, ¿cómo puedes hacerlo?
—Tienes suerte, sis… De que a ti, y solo a ti te muestre mi verdadera cara— culmina la hija de Eros.
—Ahhh, me esta matando la cabeza. — la hija de Hades se frota la parte delantera de su frente, — ni modo. Solo queda esperar a su siguiente movimiento. ¡CIERREN LAS PUERTAS! —Entonces grita, una orden imperiosa que rápidamente es cumplida sin chistar
—Vamos a dormir— la consuela Kinn, luego aclara, después de soltar una tosecilla incómoda— En camas separadas, por supuesto.
Amer suelta una risilla, dulcemente tétrica. RLKinn no era la única que mostraba su verdadera yo, a la otra.
—Bien, — ambas se giraron y se encaminaron hacia sus aposentos — Oh, y hazme acordar… que debo hablar con @The_nigth_Queen más tarde. Le tengo una misión.
Continuará.
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