9. Vecinas I (32)



Roca no le permitió descansar hasta que fue hora de comer. Para entonces, Nameless ya tenía los hombros hechos arenilla, estornudaba pólvora y estaba un poco sorda. Entonces sí que se encontraron más gente en el comedor, aunque la mayoría de ellos estaba desayunando todavía. Se veía que, en general, los villanos no eran muy madrugadores. Nameless lamentó que Roca no fuera así también.

Después de la comida, quedó libre para ir con Ludo y Jeff, así que subió rápidamente al cuarto de los chicos, no fuera a toparse con alguien con demasiado tiempo libre y ganas de entretenerse con ella. Pero la habitación estaba vacía y con la seguridad activada, como se lo indicaron los láseres asesinos, por lo que tuvo que cerrar la puerta al instante, tiesa del susto. Entonces se fijó en la nota que había pegada a la madera.

"Te esperamos en el laboratorio de cacharros", decía simplemente. No estaba firmada ni indicaba a quién se dirigía, pero Nameles asumió que sería para ella.

Lo malo fue que aquello la obligó a bajar sola a los sótanos, huyendo de las animadoras y de cualquier otro estudiante del Instituto, por si acaso. Sabía que Roca la consideraría una rata rastrera y cobarde, y tendría razón. No le importaba, prefería ser una rata cobarde a una rata muerta.

Aunque, cuando llegó a la clase de Cacharros, estuvo tentada de darse media vuelta. Por los resquicios de la puerta metálica salían fogonazos de colores acompañados por ruidos eléctricos. Aquello tenía toda la pinta de prometer muerte a manos de un científico loco. Y el científico loco sí que lo encontró al atreverse a abrir la puerta, pero no la atacó; de hecho, Ludo ni se enteró de su llegada y siguió usando el soplete.

–Hola, Nam –saludó Jeff levantando la mirada de su trabajo.

–¿Al profesor Wolfstein no le importará que estemos aquí? –planteó entrando y cerrando tras ella; siendo consciente de que, aunque al profesor le cabreara, ellos harían lo que les apeteciera, que para algo eran villanos.

–¿A Wolf? ¡Le encantará que metamos horas extra!

–Visto así... –consideró ella–. ¿Estáis montando cacharros?

–Ah, sí, a Ludo le ha dado por empezar a experimentar con su Rayo de la Muerte. Dice que, si empieza ya, podría tenerlo terminado antes del final del trimestre.

–Qué... guay –dijo Nameless con una sonrisa tirante.

–Yo estoy haciendo algo más modesto: un lanzador de croquetas congeladas –proclamó con entusiasmo ante un amasijo de piezas–. Así le doy salida a las que me quedan mal.

–¿Como un lanzagranadas o un bazooka? –preguntó ella echándole un vistazo al boceto.

–¡Sí, algo así! Vaya, ¿entonces te van las armas? Aunque nunca hubieras cogido una antes.

–No demasiado... Pero Roca me ha llevado antes a la galería de tiro.

–Ah, guay. ¿Y qué es lo que más te mola?

–Nada en especial... Pero Sica dice que tengo potencial como francotiradora, por lo de esconderme en las sombras y eso.

–¡Mola! Ey, Ludo, ¿has oído? Una Morilec dice que Nam tiene potencial como francotiradora. ¡Ludo!

–¿Eh? –preguntó él, prestándole atención con desgana–. Ah, hola, Nameless.

–Que Morilec le ha dicho a Nam que vale para francotiradora.

–Oh, cuánto lo siento –murmuró él y regresó a su trabajo.

Jeff suspiró teatralmente y negó con la cabeza.

–Se ve que no le gustan las armas convencionales –asumió encogiéndose de hombros–. ¡Bueno! ¿Y qué vas a hacer tú? –se interesó con entusiasmo.

–¿De... montar cacharros? –quiso asegurarse y tragó saliva–. No sé... Si yo justo, justo sé aflojar tornillos –exageró.

–Pues empieza por idear qué quieres –indicó Jeff tendiéndole unos folios–. Haz lo que quieras. Puede ser un trasto inamovible y prácticamente inservible a no ser que el héroe sea tanto tonto como para quedarse quieto mientras carga...

–Voy a reducir el tiempo de carga –prometió Ludo sin levantar los ojos de su cacharro.

–Mira cómo para lo que quiere sí que escucha –señaló jocoso el cocinero–. Pues eso, que puede ser una mole como un Rayo de la Muerte, o algo más portable y con personalidad, como un lanzador de croquetas congeladas. ¿Y tú qué quieres? ¿Algo más pequeño?

–Eh...

–Siendo de estilo misterioso, ¿qué...?

–Jeff –interrumpió Ludo dignándose a levantar la cabeza–, déjala.

–¿Eh?

–Mi madre dice que los de primera generación están demasiado condicionados, que les han dicho demasiadas veces lo que es posible y lo que es imposible. Puede que ya se haya acostumbrado a no hacerse nada si cae de cinco metros, pero le llevará tiempo asumir que, con un poco de trabajo, y mucha energía, podría crear un portal de teletransporte, por ejemplo.

Nameless parpadeó. Así que los portales de teletransporte eran posibles, eh. Sí, iba a necesitar un poco más de tiempo para asimilar cosas como aquélla.

–Así que deja que curiosee y cacharree a su ritmo –terminó Ludo y regresó a sus cábalas y bocetos.

–Vale, vale, tú eres el científico chalado, tú sabrás –aceptó Jeff y se volvió hacia ella–. Pues nada, a tu ritmo.

Nameless asintió, aunque no tenía ni idea de qué podría hacer, y fue a hacer lo que Ludo había dicho: curiosear. Hasta entonces, siempre que había estado en aquella clase, había sido para sentarse en su mesa y centrarse en lo que Wolfestein les pusiera como trabajo, por lo que no conocía el interior de los cajones, cubos, armarios y baldas que había a los lados. Y allí había de todo, desde las típicas piezas de metal, cables, tornillos y engranajes; hasta unas extrañas barras cromadas en el interior de unos recipientes cilíndricos de grueso vidrio herméticamente cerrado...

–Eso es combustible –informó Ludo a su espalda, sin haberse movido de su sitio–. Es un poco radioactivo –añadió y ella lo devolvió rápidamente, pero con mucho cuidado, a su sitio.

...pasando por cristales de colores, bobinas de una malla de metal con electricidad propia y objetos que directamente eran indescriptibles para alguien tan poco versada en tecnología villana.

–Hay... Hay un montón de cosas aquí –dijo Nameless al fin, por decir algo.

–Sí –contestó entusiasmado Jeff, que ya se había aburrido de inventos y había sacado la sandwichera para hacer la merienda–. ¿Has decidido lo que vas a hacer?

–La mayoría de cosas no sé lo que son ni para qué sirven, pero... parece que... podría hacerse un montón de... lo que sea –acabó considerando, con una nota de fascinación.

–Precisamente –apoyó Ludo.

–Voy... Voy a seguir mirando, que me falta la zona de allí –señaló Nameless, como pidiendo permiso.

–Tú misma –contestó el joven científico chalado, manejando las herramientas como si tuviera cuatro manos.

Nameless siguió trasteando con bujías que cabían en su mano y otras más grandes que su cabeza, rollos de alambre, superimanes, planchas de metal listas para ser recortadas y moldeadas al gusto, latas de pintura con propiedades curiosas, kilos de caucho... y, finalmente, todas las herramientas necesarias para trabajar aquella montonera de materiales. Jeff le acercó un sandwich y le contó aquella vez que los Eisentblut le encargaron una pizza tan sólida que tuvieron que cortarla con una sierra circular.

Nameless estaba leyendo las instrucciones de uso de una cortadora por plasma cuando Ludo probó a encender el trasto que había estado construyendo y las luces parpadearon agotadas hasta apagarse con un chasquido.

–Perfecto –celebró Jeff–. Ahora es cuando el héroe te pegaría una paliza.

–Para eso tendría que tener unas gafas de visión nocturna, ¿no? –propuso Nameless–. Ey, unas de ésas ya me gustarían –consideró. Si iba a ser una rata rastrera que huyera a rincones oscuros, mejore ser capaz de manejarse mejor que nadie en ellos.

–Es sólo una prueba, Jeff –contestó Ludo con fastidio–. Como si vosotros no hubierais cortado la electricidad de toda la ciudad al instalar un nuevo horno.

–Ah, sí, la última vez fue una emergencia nacional –se carcajeó el cocinero en la oscuridad.

–Tendré que crear unas buenas baterías –asumió el joven científico loco, que no sonaba muy frustrado. Se lo había tomado tal y como había prometido: como un experimento, el primero de muchos en su camino hacia el rayo de Muerte.

–Sí, pero otro día. Porque es hora de cenar –indicó Jeff, haciendo que volviera la luz al accionar una palanca.

–¿Ya? –preguntaron al unísono Nameless y Ludo.

–Vaya, ¿tú también te has entretenido tanto que se te ha olvidado la hora? –se dirigió a ella el cocinero con excesivo... ímpetu, como si estuvieran cometiendo una herejía imperdonable.

–Eh... Tu sandwitch ha sido muy... nutritivo –contestó Nameless con una leve nota interrogativa al final.

–Gracias –aceptó jovial, antes de ponerse mortalmente serio–. Y ahora vais a dejar los trastos y a subir a cenar.

–Pero... –empezó Ludo.

–Ahora –repitió Jeff, sacando un cuchillo de carnicero de alguna parte y clavando en el científico una mirada que prometía que usaría el instrumento para convertirlo a él en cena–. Ya seguirás con tus baterías después.

–No, iba a decir que podríamos empezar a abocetar las gafas de visión nocturna de Nameless –señaló Ludo, mientras retrocedía hacia la puerta evitando el filo del cuchillo, aunque para nada asustado.

–Mira, un villano amable y considerado –le señaló Jeff a Nameless–. Ahora, tú también, fuera –ordenó dirigiendo el cuchillo a ella.

Nameless no necesitó que se lo repitiera, o amenazarla con pincharla, y salió rápidamente al pasillo.

–Se nos ha hecho tarde, así que tendremos que cenar en el comedor con los demás –gruñó Jeff.

–Vale –aceptó Ludo sin más, por lo que se ganó una mirada asesina por parte del cocinero.

–Creo que, por una vez, tendremos que hacer el sacrificio –añadió Nameless con cautela.

Jeff evaluó sus palabras unos segundos y, de repente, sonrió con amplitud maníaca y le echó un brazo por los hombros.

–¿Te he dicho ya que tienes una lengua de plata? –preguntó divertido y amistoso.

–Creo que Roca algo parecido ha comentado... o puede que sólo me llamara "rata escurridiza".

En el comedor ya estaban todos cenando. Nameless enfiló automáticamente hacia su hueco junto a Roca, que seguían respetando, pero Ludo la agarró y la hizo sentarse en unas islillas del Pacífico.

–Veamos, especificaciones de las gafas –dijo sacando unos folios arrugados y un lápiz.

Jeff suspiró, alcanzó comida y, a base de amenazar a Ludo, fue consiguiendo que comiera como un niño pequeño. Nameless le echó un vistazo a su Capitana, que le daba la espalda, y deseó que no se enfadara.

____________
____________

¿Convertirá Sica a Nam en una francotiradora letal?
¿Se cabreará Roca porque Nam aparezca en público con otra peña?
¿Le incorporará Ludo un mini Rayo de la Muerte a las gafas de visión nocturna de Nam?

Bueno, ¿qué os va pareciendo el primer fin de semana en el Instituto del Mal?

_____________
_____________

Si os mola la historia y tenéis ganas de repartir generosidad (y dinero), podéis invitarme a un café en https://ko-fi.com/cirkadia (sí, no hay link directo porque Wattpad es así)    

EDIT: La lengua de plata de Nam, ahora con una revisión más.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top