8.The gun V (30)

 –Venga, ¿a qué estáis esperando? Que cada cual coja el arma que os corresponda –instó la profesora, señalando una mesa repleta de pistolas de todos los tamaños, que Nameless, por supuesto, no había visto hasta el momento–. ¿Ocurre algo? –añadió volviéndose hacia la civil infiltrada.

Ella se quedó sin saber qué decir.

–Que le tiene miedo a las pistolas –se burló Killgore al pasar al lado y Pérfida Bohém enarcó las cejas, preguntando con la mirada si así era.

–Eh... Antes hemos tenido clase de Supervivencia... –intentó explicarse Nameless.

–¿Nunca habías visto una pistola de cerca? –atajó la profesora.

–Pues... no –reconoció sin poder contener el tono de disculpa.

–No es algo raro en los de primera generación –aceptó con un suspiro–. Sica, ¿podrías ayudarla a elegir?

La alumna modelo asintió y se acercó a la mesa de las armas. Tras dudar un instante, Nameless vio que no tenía otra opción que ir con ella.

–Para tu estilo misterioso... –meditó Morilec con seriedad– ¿una con silenciador? –sugirió cogiendo una pistola de largo cañón a la que habían enroscado un tubo en la boca.

La civil infiltrada estuvo tentada de decir que había leído que aquello en realidad sólo amortiguaba un poquito el ruido del disparo, pero prefirió callárselo.

No lejos, los otros alumnos ya habían empezado a acribillar a unos maniquíes, que obviamente siempre habían estado allí aunque ella no los hubiera visto antes. Roca estaba en su salsa, reduciendo a picadillo la cabeza y el pecho de una de las pobres dianas usando dos pistolas muy parecidas a la que últimamente usaba para amedrentarla. Sonreía, lo estaba disfrutando, y no fallaba ni una sola bala. Era aterradora.

–Demasiado retroceso –consideró Sica sin prestar atención a la cara de Nameless–. Mejor para más adelante. Toma, ésta es más pequeña.

Nameless cogió un pistolita menor que su palma y, rodeada como estaba de artillería pesada, se sintió acomplejada. Se iban a reír de ella.

–Buena elección –consideró Pérfida Bohém y Nameless la miró para averiguar si le estaba tomando el pelo–. Muy adecuada para surgir tras un cortinón y, oculta bajo una capa y guantes, disparar a tu víctima por la espalda –asintió conforme–. Además, por su pequeño tamaño, será más fácil ocultarla y pasar desapercibida, sí, sí.

–¿En plan... "Asesinato en el teatro"? –tuvo que preguntar Nameless, pensando en viejas novelas de detectives.

–¡Precisamente! Me alegro de que lo captes tan rápido. Y, ahora, vamos, no seas tímida, pruébala.

Nameless tragó saliva y se acercó cohibida a la galería de tiro. Conocía la teoría gracias a las películas y, a primera vista, no parecía muy complicado apuntar al maniquí y apretar el gatillo, al menos no era una persona de verdad (por el momento). Pero a la hora de la verdad, la mano le temblaba y el objetivo no parecía lo suficientemente grande como para asegurarse de que le acertaría.

Pero tenía que disparar para que los villanos no se la comieran viva. Apuntó al pecho, al centro, para que hubiera espacio suficiente como para darle, al menos en un brazo. Apretó el gatillo y entonces le ocurrió algo que a los demás no: la pistolita soltó un humo acre junto con el estallido. A su alrededor se sobresaltaron o se troncharon de la risa a su costa. Nameless pensó que le habían gastado una broma de mal gusto.

–Ah, no, eso es muy normal –señaló Pérfida Bohém.

"Ah, sí, que también he leído que las pistolas de verdad sueltan humo al quemar la pólvora", pensó frotándose los ojos, que le picaban.

–Como su estilo es misterioso, es normal que su pistola suelte humo, así le es más fácil escabullirse sin que nadie sepa quién es.

Nameless consiguió no reaccionar, ni siquiera puso los ojos en blanco. "Si es que no sé para qué intento ser lógica", se reprochó resignada.

–Sí, vale, pero le ha disparado a una rodilla –se burló Killgore.

"¿En serio?", se preguntó Nameless al ver el agujerito tan abajo.

–Puede que lo haya hecho queriendo –contestó Pérfida Bohém y la miró con atención.

–Ah... bueno... ¿había que disparar a matar? –preguntó Nameless haciéndose la despistada.

Hubo algunas risitas burlonas y captó la mirada de asco de Roca. "Blanda" y "civil inútil" serían los términos más suaves que estaría pensando sobre ella.

–No, no había por qué –contestó la profesora–. Es lo más habitual, claro, pero aquí lo más importante es actuar según vuestro estilo, que esto no son las clases de Kill. ¿Qué pretendías al dispararle a la rodilla? –se interesó.

Nameless estuvo a punto de decir "darle en el pecho" e intentar jugar la carta de la villana graciosilla. Y penosa. No, mejor inventar otra cosa.

–Estaba pensando en lo que has dicho del asesinato en el teatro –improvisó nerviosa– y me he preguntado... "¿y cómo sería dispararle a una rodilla y que la... víctima intentara escapar... arrastrándose por un gran museo que ya haya cerrado porque sea de noche? –improvisó sobre la marcha.

A Pérfida Bohém se le iluminó la mirada del entusiasmo.

–¿Para perseguirlo con calma, amedrentándolo?

–Sí, claro –"¿Por qué no?"–. Que se vaya arrastrando dejando un... rastro de sangre.

–¿Para ir a morir en el vestíbulo y que encuentren su cuerpo nada más abrir? –añadió la profesora, en éxtasis.

–Justamente –concedió Nameless.

–Me encanta cómo piensas –se deleitó Pérfida Bohém antes de interesarse por otros alumnos.

Cuando la profesora se alejó, Nameless se topó con la mirada de desprecio de Killgore.

–Así que perseguirías lentamente a tu víctima por un museo a medianoche –fue a decirle Roca condescendiente.

–Todo dependería del plan que tuviera entre manos –respondió evasiva.

–Sica, ya sé que ésta no es una galería de tiro que ofrezca un reto para ti –hablaba ahora Pérfica Bohém–, pero me gustaría ver cómo lo harías tú.

La alumna modelo asintió, levantó el brazo en el que tenía el pistolón con silenciador y disparó, uno tras otro, a todos los maniquíes. A todos acertó en el pecho, a la misma altura y ligeramente hacia el lado izquierdo, sin importar la distancia o posición en la que se encontrara. Hizo que pareciera hasta fácil. Y aterrador también.

–¿Dispararás alguna vez así? –le susurró Roca a Nameless.

–Nah, lo mío son las rodillas –contestó sin poder apartar la mirada de Sica Morilec y de la pistola que exhalaba un elegante hilo de humo.

---

La idea que su dictadora Capitana tenía de un plan de fin de semana era redoblar el entrenamiento. Por suerte, no olvidó su promesa de dejarla ir con Ludo y Jeff, por lo que estuvieron en las duchas más o menos a la hora de siempre.

Después de la ducha, Nameless se quedó mirando en el espejo el feo moratón que tenía sobre la última costilla. Pero no era más que eso: un moratón.

–¿Vas a dejar de quejarte de que casi te mato? –inquirió Roca plantándose a su lado.

–Sí, supongo que sí... Pero se me hace tan... raro.

–Pues acostúmbrate rápido y vístete, enquencle –ordenó dándole una fuerte palmada en la espalda y Nameless fue a quejarse airada–. Pero antes...

Y le hundió la cabeza en el lavabo oportunamente lleno.

---

–Así que no habías cogido una pistola nunca –dijo Jeff cuando Nameless ya estaba en el cuarto de ellos.

–Pues... no.

–¿Ni siquiera jugando? –se sorprendió el cocinero.

–Nunca he tenido una a mano hasta ahora –se justificó Nameless, intentando no sonar muy civil.

–Qué lástima –se compadeció Jeff, como si se hubiera perdido la infancia por ello.

–A mí no me gustan –declaró Ludo con fastidio–. Da igual cuál coja y que dispare de frente o detrás de una cortina, no es mi estilo.

–Pero he visto que lo hacías bien –señaló ella.

Él se encogió de hombros.

–Parece que es una de las cosas básicas que tiene que saber todo villano, como construir un reactor nuclear –explicó con la misma desgana con la que hacía los trabajos de Discursos.

–Uy, sí, yo hice uno y funciona como un horno estupendo –exclamó Jeff y Nameless puso cara de espanto–. Aunque a veces las albóndigas salen un poco vivas –añadió para sí mismo, como si rumiara sobre que el frigorífico no funcionaba bien. Uf, a saber qué usaba como frigorífico.

–Pero sigue sin gustarme disparar –insistió Ludo–. No es mi estilo.

–Claro, donde esté una buena trampa... –dejó caer Nameless.

–¡Eso! Si tengo mi Rayo de la Muerte, ¿para qué voy a querer una pistola?

–Tío, pero no compares el tamaño –se carcajeó Jeff–. Para mover un Rayo de la Muerte a la habitación de al lado necesitas como mínimo una camioneta.

–Pues haré una versión reducida –prometió Ludo tomándoselo en serio.

–Lo que tú digas, genio chalado –aceptó el cocinero maligno–. Pero déjate de alta ingeniería y ayuda a Nam con Cacharros mientras yo hago la cena –indicó y sacó un pequeño horno de debajo de la cama.

Nameless dudó si preguntar si aquél era el reactor nuclear, pero Ludo sacó de debajo de su cama una caja llena de cables, plaquitas, muelles...

–Me he aburrido de destripar pistolitas –declaró él.

–Sí, yo también me he cansado de tanta pistola –coincidió Nameless, intrigada por lo que le propondría entonces.

–¿Así que qué te parece si te enseño a armar bombas?

Nameless se quedó con los ojos como platos.

_________________

_________________

Mirad, por una vez no termina con pistolas X'DD

_________________

_________________

Si os mola la historia y tenéis ganas de repartir generosidad (y dinero), podéis invitarme a un café en https://ko-fi.com/cirkadia (sí, no hay link directo porque Wattpad es así)    

EDIT: Gracias, Ludo, por ser siempre la agradable nota discordante ^^

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top