8. The gun III (28)

 –Vaya, mira por dónde –le susurró Roca maliciosa.

–¿Hace falta que diga que no soy antibalas? –le contestó Nameless y a cambio recibió una mirada desdeñosa por parte de su Capitana.

–Kill ha insistido en que use munición letal desde el principio –continuó Max Pain y la civil infiltrada no creyó necesario que le dispararan, ella se iba a morir ya–. Pero no quiero enviaros a la Enfermería en vuestro primer fin de semana. Así que usaréis chalecos antibalas.

Hubo resoplidos de hastío entre muchos de los alumnos de Kill, como, por ejemplo, Roca. Parecía ser que les parecía una nimiedad el recibir un disparo.

–Venga ya –siseó Nameless mientras iban a equiparse–. Que yo he leído que eso de que el chaleco antibalas te salva de cualquier cosa es mentira.

–¿Qué te tengo dicho? –gruñó Roca.

–Que no muestre debilidad ni miedo –contestó automáticamente–. Pero es que un chaleco antibalas te libra de la perforación, pero el impacto puede romperte costillas y...

–No –interrumpió Roca–. Lo otro que te tengo dicho. El Instituto te influye, ¿o crees que una civil podría haberse levantado después del batacazo de la primera clase de Superviviencia?

–Ah... –Vaya, ahí tenía razón. Pero, de todos modos...

–¿Todo bien, chicas? –se acercó a interesarse Max Pain.

Nameless estaba dispuesta a mentir, pero su Capitana se le adelantó.

–Parece que vivir tanto tiempo entre civiles ha hecho que le tenga miedo a las armas.

–Ah, eso es común entre los de primera generación. Pero ya verás cómo le coges el gusto enseguida –prometió amistoso, poniéndole una mano en el hombro, amistoso, a Nameless y levantando en la otra un pistolón que la dejó helada–. Primero vamos a usar la pistola de energía, así que venid los que no tengáis clase con Kill –canturreó alejándose, metiéndose el arma en la cinturilla del pantalón, por detrás. Pues, anda, como se le disparara, le iba a abrir otro agujero de...

–¿En serio? –masculló Roca–. ¿Ya no hace falta ni tocarte con ella para que te quedes tiesa?

–No es que yo lo quiera –balbuceó Nameless.

–Ese incordio de macarra se acerca –le advirtió su Capitana y Nameless se apresuró a fingir que todo iba estupendamente.

La pistola de energía la considerarían un arma suave, para villanos débiles, pero pegaba unos chispazos brutales que tumbaban a los alumnos a una distancia de diez metros. Aun así, todos se levantaban perfectos, algunos algo electrificados, otros humeantes, a Ludo se le cardó el pelo y Jeff exclamó al incorporarse que acababa de ocurrírsele una receta que incluía verduras fulminadas.

Ver que nadie necesitaba ser llevado a la Enfermería calmó un poco a Nameless. Hasta que se acabaron los alumnos que tenían la suerte de no asistir a las clases de Kill.

El primero fue Full, que se plantó en mitad del claro que toda su elegante chulería, y esperó como si fuera a llegar fuera el autobús y no una bala que impactó contra el chaleco antibalas que llevaba sobre su chaleco habitual. El estallido fue tremendo y el crupier salió despedido hacia atrás como si le hubieran pegado un mazazo en el pecho. Nameless logró contener un gritito, pero no tuvo tanta suerte con el estremecimiento que la sacudió entera.

Después del disparo, hubo un silencio reverberante... que se fue llenando con los comentarios indolentes de los otros alumnos. Full se incorporó como si acabara de despertase de la siesta y se desincrustó la bala achatada del grueso chaleco. Max Pain le hizo un gesto para que dejara sitio libre al siguiente, por lo que Full se puso en pie, se sacudió los pantalones y se acercó a los que esperaban su turno.

–En mi familia estamos acostumbrados a que nos tirotee gente cabreada –explicó con una ligera sonrisa torcida, mientras se quitaba el chaleco antibalas y se alisaba el suyo.

El siguiente en colocarse en el punto de mira fue Hedera, que decía estar entusiasmado, que aquello en su anterior vida no podía hacerlo. Además, llevaba un modelito con estampado de camuflaje, pero en tonos morados, que lo convertían en una diana de lo más entusiasta. El disparo de Max Pain lo lanzó hacia atrás y, tirado en el suelo de cualquier manera, empezó a toser cuando recuperó el aliento tras unos segundos sin respirar.

–Esto molará más... –jadeó cuando regresó con el grupo que esperaba– cuando me ponga en forma, en unas semanas.

–¿Ves? No es tan difícil –le indicó desdeñosa Roca a Nameless.

Ella asintió por acto reflejo. Ni por asomo pensaba que recibir un tiro fuera fácil.

Después fue el turno de Évola, que pidió que descargaran una ametralladora sobre ella. Al profesor le hizo mucha gracia y le prometió que lo haría otro día. Obviamente, tras recibir el tiro y acabar en el suelo, la masoquista rio con algarabía y pidió repetición. Sólo accedió a quitarse de en medio cuando Pain le juró que, al terminar con el resto de alumnos, la colgaría un rato bocabajo.

–Mira y aprende –ordenó Roca antes de ir a ocupar el lugar indicado.

Nameless la vio plantarse con aplomo, podría decirse que literalmente, porque su postura tenía algo de plomiza, igual que de férrea e inamovible cual montaña. Eisentblut era una cantera en sí misma.

El profesor levantó el brazo por cuarta vez, apuntó y disparó. Sonó el brutal estallido de siempre y Roca tembló. Y eso fue todo. No salió despedida hacia atrás como los demás. A Nameless se le cayó la mandíbula de la impresión. Primero, ¿su Capitana había detenido el impacto de una bala como si fuera un soplido? Segundo, ¡¿aquella loca pretendía que ella hiciera lo mismo?!

–La peor parte es el desplazamiento de fluidos –musitó con un punto ansioso una voz junto a ella.

Nameless miró de reojo. Era Hydra la que hablaba.

–Lo peor no es que la bala perfore y produzca una hemorragia. Aunque podrías ahogarte con tu propia sangre –le confió extasiada, lo que daba mucho miedo.

–Ah... ¿no? –balbuceó con una nota aguda al percibir que Hydra esperaba su respuesta. Nameless iba a entrar en pánico de un momento a otro.

–No. Lo peor es que la energía de la bala desplaza los fluidos de tu cuerpo con violencia –informó ampliando una sonrisa tan fina como demente–. ¿Sabes cómo es lanzar una piedra a un estanque, con fuerza, las hondas y salpicones que crea? Pues imagínatelo dentro de ti –remató con los ojos muy abiertos.

Nameless tuvo la mala suerte de imaginárselo y supo que se estaba poniendo verde otra vez.

–Los chalecos antibalas te librarán de la perforación –continuó deleitándose Hydra–, pero no de la energía transmitida por la bala. Por eso todos salen despedidos hacia atrás. Bueno, todos menos ella –señaló a Roca, que ya estaba de vuelta, con un gesto del mentón–. Ella se ha quedado con toda la energía. Eso le reventaría las costillas a un civil y convertiría sus órganos internos en compota –describió mirándola fijamente.

Nameless no pudo concentrarse en pensar que aquello pudiera ser una indirecta de Hydra, que se hubiera dado cuenta de que era una civil, suficiente tenía con no desmayarse de la impresión.

–Eh –le dijo Roca agarrándola del brazo–, ni se te ocurra echarte atrás –le ordenó sin compasión.

Nameless hubiera respondido que no creía que las piernas la aguantaran ni para dar un paso, fuera en le dirección que fuera.

–Sal ahora mismo y ni se te ocurra huir, cerrar los ojos o temblar –añadió su despiadada Capitana, empujándola hacia el centro del claro.

Nameless avanzó sin darse muy bien cuenta de lo que hacía, sus pies caminaban solos y no tenía el valor de echar a correr muy lejos de allí. Se volvió hacia el profesor y vio cómo él levantaba la pistola. A pesar de intentar convencerse de que a los demás no les había ocurrido nada, no podía quitarse de la cabeza que aquello le rompería las costillas a un civil. Hedera, villano de primera generación, había quedado molido; ella, que no era realmente...

El estallido vino unas milésimas antes que el mazazo en el pecho. Nameless se quedó sin aire y, de repente, se estaba preguntando qué hacía contra una pared, hasta que comprendió que estaba en el suelo. Lo siguiente fue comprobar si podía respirar sin que se le escapara compota de órganos internos. No dolía tanto como se había temido, pero probablemente eso le llegara cuando intentara incorporarse.

Escuchó pasos acercándose y, al abrir los ojos, se encontró a Roca plantada de pie junto a ella.

–¿Ves como no era para tanto? –dijo su Capitana condescendiente.

Nameless quiso responder, pero empezó a toser. Oh, sí, ahora sí que dolía.

–No seas quejica. Si todavía te hubieran disparado desde esta distancia...

Nameless no tuvo tiempo ni para encogerse asustada. Roca hizo el gesto y apretó el gatillo sin previo aviso, con toda la frialdad del mundo.

El estruendo y el mazazo llegaron en sincronía aquella vez.

Y todo se volvió negro.

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Adiós, ya se la ha cargado. Pues poco le ha durado el juguete a Roca.

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EDIT: Como podéis comprobar (?), Roca se ha vuelto más bruta en este capítulo e__e;;

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