5. Aprendiz de villana II (14)
Al acabar la clase, Roca y Nameless se separaron en los pasillos.
–No tenemos prisa, Bohém nos ha soltado antes de tiempo –dijo Full mientras caminaban.
Nameless asintió, se preguntaba si podría fiarse de un chico tan galante, quizás demasiado para aquella época y lugar. Hedera se había ido con Roca a clases de "Tácticas de combate", con Kill. Por el camino se dio cuenta de que Ludo y Jeff tenían de nuevo el mismo destino que ella.
–Hola –saludó tratando de ser sociable. Cuantos más aliados tuviera, más segura estaría. "¿Aliados, ya empiezo a pensar como Roca?"
–Ey, pero si es la que no puede reír –Jeff le echó el brazo por encima de los hombros.
–Sí, bueno... –murmuró incómoda, tanto por su incapacidad de reír como por las confianzas que se tomaba Jeff, tampoco quería ser tan sociable de buenas a primeras.
–¿Sufres alguna avería en las cuerdas vocales? –preguntó Ludo, oculto como siempre tras sus gafas y su flequillo.
–No, no, es falta de motivación –se apresuró a responder antes de que al científico se le ocurriera operarle la laringe.
–Así que necesitas hacer una fechoría –dijo el que la mantenía pegado a él.
–Eh... sí –contestó, suponiendo que se metería en un lío por ello.
–¿Tienes algo planeado? Sería un placer echarte una mano –se ofreció Full.
–No... aún no, pero gracias.
–Eres de nueva generación, ¿no? –continuó Jeff–. ¿Cómo era vivir entre civiles?
Nameless apartó la mirada. Aprovechando que no estaba Roca, la acribillaban a preguntas. ¿Cómo podría librarse del interrogatorio? "Actúa siempre a tu estilo", recordó.
–Preferiría no recordarlo –dijo con tono misterioso–. Ahora estoy aquí, eso es lo importante.
Y funcionó. La dejaron en paz y no tuvo que preocuparse por nada más hasta que empezó la siguiente clase, en los terrenos que rodeaban el Instituto del Mal.
–Soy Mister Kërmill y seré vuestro profesor de "Domesticación de secuaces y guardaespaldas no humanos" –se presentó un hombre de mediana edad que podría ser familia de Eisentblut por su porte firme, el semblante pétreo marcado por una vieja cicatriz que por poco no le había llevado el ojo y el pelo bastante corto peinado hacia atrás–. El edificio que tengo tras de mí es el zoológico particular del Instituto. En la clase de hoy elegiréis qué animal será el primero que amaestréis.
Los precedió al interior de la casa de una planta, de altísimos techos y constituida por un largo pasillo flanqueado por cubículos. Los alumnos, prácticamente la mitad de los que habían estado a primera hora (supuso que los demás estarían con la temida Kill) se esparcieron por el lugar. Nameless se separó del grupo y se fue sola a buscar el bicho más inofensivo que hubiera. Pasó junto a una jaula a oscuras de la que salían gruñidos inquietantes, un terrario lleno de serpientes de cascabel, un par de tigres, perros demoníacos, medusas en una pecera y un tiburón en otra, lagartijas que corrían pared arriba, gatos cubiertos de pelo blanco e incluso una urna llena de hormigas.
Nameless se quedó parada en mitad del pasillo, escuchaba cómo sus compañeros iban decidiéndose, pero ella no quería tener que encargarse de ninguno de aquellos animales. Observó un corral de suaves conejitos, ¿qué clase de villano los tendría como mascota? Se encogió de hombros y los descartó, no quería romper la regla de "actúa siempre a tu estilo" y no le veía nada de misterioso a aquellas bolas peludas.
Escuchó unos graznidos y continuó hasta la jaula de unos cuervos. Sí, aquello le iba más a su estilo, por lo menos eran negros y con una leyenda del mismo color. Buscó con la mirada al profesor para decirle que quería uno de aquellos, pero sus ojos se quedaron prendados en otra ave. Se giró lentamente sin parpadear siquiera, al igual que él. Un búho la observaba desde lo alto de un árbol seco que había en la jaula del otro lado. Silencioso, parecía hasta sabio con sus grandes ojos amarillos fijos en ella. Su plumaje era gris, alternando vetas claras y oscuras y tenía una marcada uve sobre los ojos, que sobresalía con unas plumas aparentando orejas picudas y que le confería un aspecto malicioso. El ave inclinó ligeramente la cabeza y ella hizo lo mismo, cautivada por su mirada.
–¿Has elegido ya? –acudió a sobresaltarla una voz masculina.
–Eh... eh, sí, Míster Kërmill. El búho.
El profesor la observó unos segundos antes de asentir conforme.
–Es, sin duda, lo mejor para ti.
Se sintió reconfortada al saber que por fin había acertado con algo... por el momento.
–Consigue que coma de tu mano –le indicó Kërmill antes de continuar supervisando al resto de alumnos.
Nameless reparó en la caja que había a los pies de la jaula, se asomó al interior y puso cara de asco al encontrarse con ratones muertos. "Peor sería que estuvieran vivos", se dijo cogiendo uno por la cola, estaba frío y fofo. Se acercó a los barrotes y metió el brazo entre ellos con cautela. Miró al búho esperando que bajara, pero éste no se movió ni un milímetro. "Esto va a ser muy complicado." Suspiró armándose de paciencia.
Después de intentar llamar su atención con silbidos y balanceando el cadáver, optó por jugar a ver quién parpadeaba menos.
–Me llevo de esto, ¿vale?
–¿Eh? –Nameless giró la cabeza a la izquierda para encontrarse con Jeff señalando los cadáveres de roedores.
–La caja que teníamos allí se ha agotado porque unos idiotas se han dedicarlo a darle en las narices a un tigre rabioso. ¿Puedo coger un par?
–Sí, cla... –se interrumpió al sentir unas garras aterrizando en su brazo y un picoteo en los dedos.
Dejó que el búho cogiera el ratón y se volvió poco a poco hacia él, que estaba engullendo su comida de una pieza.
–Puedes llevártelos –murmuró paralizada, las garras se le clavaban en la piel como agujas y los ojos amarillos volvían a estar pendientes de ella.
–Muy bien –dijo Míster Kërmill a su espalda–. ¿Podrías acariciarlo?
Nameless metió el otro brazo por el hueco contiguo y acercó la mano, llevándose un picotazo en los nudillos. Apretó la mandíbula para reprimir el quejido y aguantó en aquella posición hasta que el búho se dignó a rozarle los dedos con la cabeza. Después voló hasta su posición inicial.
–Has cumplido satisfactoriamente la misión, puedes retirarte –le indicó el profesor.
Ella asintió y se cuadró ligeramente antes de alejarse, convivir con Roca la estaba afectando demasiado en tan poco tiempo.
De regreso al instituto se la encontró esperando en la puerta. Lo primero que le llamó la atención fue el corte superficial que Roca tenía en la mejilla.
–¿Qué te ha pasado? –preguntó Nameless subiendo las escaleras.
–Las heridas son comunes en los combates –fue su críptica respuesta–. ¿Qué te ha pasado a ti en las manos? –se refirió a sus arañazos.
–Un búho. Por lo visto va a ser mi mascota.
–Un ave rapaz nocturna bastante silenciosa –apreció Roca entrando en el edificio–. Me alegro de que vayas concretando tu estilo. Lo que me da una idea de qué hacer antes de comer.
–¿No son flexiones? –tanteó como si cualquier otra posibilidad fuera una locura delirante.
–Es algo más urgente. Bohém tiene razón, pareces demasiado una civil.
–¿Y qué se puede hacer? –preguntó mientras bajaban a los pisos subterráneos.
Roca no respondió, dejándola con la preocupación hasta que llegaron a una puerta. A Nameless le chocó que al otro lado se encontrara con una peluquería de apariencia bastante corriente, si se obviaban un par de cacharros de aspecto inquietante, los neones con formas diablescas y los pósters de extravagantes y glamourosas villanas.
–Veo que has decidido seguir mi consejo, Nameless –dijo la citada profesora bajando la revista de tendencias malvadas llamada Diavolical.
–Eh... sí, parecer una civil es un asco –improvisó sobre la marcha.
–Pues ven aquí a que lo arreglemos –le cedió su asiento y se armó con unas tijeras.
Nameless se sentó y se dejó hacer rogando que no fuera algo tan estrafalario como la autora. Cerró los ojos y en seguida notó un cosquilleo en la mejilla derecha. Al abrirlos, se encontró con visibilidad reducida en aquel lado. La profesora estilista le había cortado un flequillo en diagonal que le ocultaba la mitad de la cara. Un toque más misterioso le daba sin duda, pero esperaba no llevarse más golpes por culpa de aquella cortina.
–Tus ojos también necesitan un cambio –dijo tirando de la silla con una sola mano y la arrastró frente a lo que parecía un Rayo de la Muerte–. No es doloroso –añadió al ver cómo se tensaba, manipuló el panel de mandos, agarró el Rayo por la punta, lo dirigió a sí misma y un láser color verde le acertó de lleno–. ¿Ves? –exhibió sonriente el iris esmeralda de uno de sus ojos–. ¿De qué color los quieres?
–Azul grisáceo –respondió alucinada, casi sin pensar. Ya comprendía cómo podía haber gente con los ojos rojo sangre como Zacharias Darkheart.
–Te pondré también un poco de oscuridad y ojeras. Las ojeras te quedarán bien como rondadora nocturna. No te muevas –canturreó Pérfida y le disparó a la cara con un láser azul–. ¿Qué te parece? –preguntó girándola hacia un espejo y dejándola sin palabras.
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Créditos: El "Conejito diabólico" es obra de Zalagath.
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EDIT: Ahora mismo me gustaría darle otro secuaz no humano, pero no voy a cambiar la historia, así que tendrá que ser el segundo.
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