18. Invitada de honor (3ª parte) (100)


Nameless se asomó al pasillo con cautela, pero allí no había nadie pegando alaridos, aquello estaba muy tranquilo, exceptuando el perrazo que le gruñó amenazador al verla, aunque se lo pensó mejor cuando Morilec también se asomó. Sica le dio un toquecito en el hombro y después señaló abajo, por lo que Nameless subió varios puntos la captación de sonido y centró la atención bajo sus pies. Abajo, más allá de las escaleras, del Comedor y de las clases de la superficie. Más abajo... en las mazmorras... Nameless abrió los ojos.

–¿Una pelea? –preguntó, acordándose de no alzar la voz para no dejarse sorda.

–Eso parece –contestó Sica, también en voz queda–. ¿Quieres mirar?

–¿M-Mirar? –repitió, encogiéndose como la rata que era, pero sonaba a que alguien podría estar en peligro. Y, teniendo a Morilec de su parte, había poco que temer–. Bueno...

Aunque, cuando se lo pensó mejor mientras bajaban a la planta principal, ¿podía considerar que tenía a Morilec de su parte? Todavía no habían tenido la prometida charla entera...

Con los perros huyendo de Sica, llegaron rápidamente a los pasillos subterráneos. Allí ya no le hacían falta potenciadores del sonido, podía oírse la gresca con los oídos. Nameless iba por las sombras todo lo posible, entre el sentimiento de que estaba haciendo lo que no debía y la certeza de que era demasiado débil como para permitirse hacer algo que no debía. Pero Sica iba un paso por delante, e ir detrás de una Morilec era como hacerlo detrás de un ariete, ¿no? Al menos hasta que la Morilec se girara y te apareciera una sonrisa sangrienta en la garganta.

–¡Pero agárrala! –se escuchó ordenar a Satán, si era posible que su voz tuviera aquella nota desesperada.

–¡Si es más rápida que tú –el ruido de muchos objetos metálicos y pesados cayendo interrumpieron la airada respuesta de Wolfenstein– como voy a atraparla yo! –si era posible que le hablara así a su jefe.

–¡Pues usa uno de tus cacharros!

Sica y Nameless se asomaron cautelosas al rectángulo de luz que se derramaba por el pasillo y, porque se anduvieron con cuidado, el objeto contundente les pasó a un palmo y no a través de las cabezas.

–¿Qué ha sido eso? –exclamó Nameless por el susto, pero sin levantar la voz, ya por costumbre.

–Parecía una maza –contestó Sica, mirando el arma que había ido a incrustarse en la pared de piedra–. Un lucero del alba con toda probabilidad.

–Ah, pues casi nos hace ver las estrellas, jaja –contestó asomándose a la estancia, ahora con el doble de miedo.

Dentro de una mazmorra que parecía más un almacén hasta arriba de armas antiguas, se estaba dando una escena que podría resultar cómica si no fuese por los instrumentos mortíferos que se manejaban. Satán y Wolfenstein estaba intentando atrapar a una chavala, que se defendía con todo lo que pillaba, y uñas y dientes literalmente. Nameless se quedó paralizada por la sorpresa de reconocer a la chica de la larga melena negra y camisón blanco. Tanto la sorprendió que casi no se apartó cuando un hacha doble fue a clavarse junto a ella, y lo que le salió fue un irreflexivo:

–¡Tú me salvaste!

La chavala despeinada se detuvo y fijó en ella su penetrante mirada de ojos color miel excesivamente abiertos. Parecía que siguiera lunática.

–¡¿Nameless! ¡¿Qué cielos haces aquí?! –inquirió Satán y la aludida se abstuvo de contestarle si había oído bien aquello de que hubiera perjurado con un "cielos".

–Hemos escuchado ruido y... parecía que alguien tenía problemas –contestó sin cortar el cruce de miradas con la chavala, que se le acercaba suspicaz.

¿Hemos? Ah, que también ha venido Morilec. ¿Y qué es eso de venir porque parece que alguien tenga problemas? ¿Qué sois, heroínas?

–No lo sé, señor, no me dejó decidirlo en serio –contestó Nameless sin pensar. Estaba más atenta a cómo la chica agarraba el mango del hacha con intención de desclavarla–. ¿Quién es ella?

–Eso no es de tu incumbencia.

–Satán, no la cagues, que parece que se ha calmado.

Pese a la observación de Wolfenstein, la muchacha desclavó el hacha con un movimiento que le marcó los músculos de los brazos y los hombros, aunque no pareció suponerle un gran esfuerzo, contrarrestó el empuje de la pesada arma y miró a todos los presentes con recelo.

–¿Te acuerdas de mí? –probó Nameless–. Junto al río. Noche lunática. Me ayudaste, me salvaste.

–No te molestes, Nameless. Te va a cortar algo que echarás de menos –advirtió Satán.

–Golpeaste a un vampiro –continuó pese a todo–. Con un guantazo. Un chico malo.

–Chico... malo –repitió la chavala, como si su mente hiciera conexión–. La serpiente mala tenía acorralada a la rata indefensa.

–Veo que "rata" es mi apodo ya –comentó alegremente–. Me ayudaste. Te debo una. ¿Puedo ayudarte yo a ti? –ofreció de buena fe.

–¿Qué pretendes, Nameless? –inquirió el Director.

–¿O es usted quien necesita ayuda, señor? –contestó, sujetando el tono socarrón por los pelos, logrando quedarse quieta mientras la chavala extendía la mano libre, ya que se bastaba con una mano para sujetar el hacha, y le rozaba la mejilla. Estaba inesperadamente cálida para la palidez que presentaba.

–Cuida esa lengua –le advirtió Satán.

La chica despeinada se volvió de inmediato hacia él y le gruñó con tono gutural y animalesco. El Director se lo pensó mejor.

–¿Es quien yo creo que es? –preguntó Sica.

–No sé, ¿estás pensando en Virginia Kramer? –preguntó Satán airado y la chavala le gruñó con mayor hostilidad.

–Sí –confirmó Sica, demostrando que se conocía a toda la gente del mundillo.

–Tú no sabes quién es Virginia Kramer, ¿verdad, Nameless? –planteó Satán y sonó a que se regodeaba.

–No, pero sé que no le gusta que lo pronuncie –respondió la aludida, que percibía las emociones de la muchacha en función de cómo se le crispaba la mano sobre la mejilla.

–¿Cuál, Virginia o Kramer?

–Ambas, pero sobre todo el apellido –contestó seriamente pese a ser consciente de que el Director lo hacía por fastidiar.

–Qué lástima. Porque resulta que es: Virginia. Kramer.

Según la chavala retiraba la mano de su mejilla para llevarla al mango del hacha, Sica agarró a Nameless por la espalda y la sacó de un tirón al pasillo. Lo último que pudo ver fue a la chica despeina cargando con toda su rabia contra Satán. Después hubo un ruido de mil cacharros metálicos cayendo, y tres espadas salieron disparadas a clavarse en la pared junto a lo lucero del alba.

–––

Roca regresó a su habitación y se la encontró vacía. Vio que Nameless ya había estado allí porque su ropa de calle estaba y no su pijama. Asumió que estaría en el baño y se puso su pijama, que consistía en pantalones cortos negros y una camiseta de tirantes gris, pero al minuto empezó a sospechar. A su Subcapitana no le gustaba estar fuera una vez había sonado el toque de queda, le daban miedo los perros y las consecuencias. De hecho, la única vez que había salido y estado fuera un rato después del toque había sido para masturbarse lejos de ella.

Fue al baño y también se lo encontró vacío, no estaba en ninguno de los cubículos. Al momento supo con quién estaría, pero, por si acaso, aporreó la puerta de Jeff y Khaos.

–¿Está Nameless? –preguntó sin saludar.

–No, se fue antes de que sonara la...

Roca se marchó dejando al cocinero con la palabra en la boca, directa a reventar la puerta de Morilec de una patada, pero aquella habitación también estaba vacía. Y con la ventana cerrada. Eisentblut resopló y marcó un nuevo objetivo, por lo que a siguiente puerta en volar fue la de Darkheart. Pero allí sólo estaba su secuaz, recostado en la cama jugando.

–¿Qué pasa ahora? –preguntó Jack, levantando los ojos con desgana de la consola portátil.

–¿Dónde está Regi? –interrogó, empezando a cabrearse mucho.

–¿Para qué?

–Dímelo o te doy una paliza de muerte.

Jack le clavó una mirada exasperada.

–Puedo salir por la ventana antes de que des un paso, así que explícate o te saco al pasillo a escopetazos –amenazó con serenidad y apatía, casi aburrido, y sus dedos fueron a acariciar el arma que estaba enganchada al armazón de su cama.

Roca apretó los dientes, odiando a aquella maldita rata de primera generación.

–Busco a mi Subcapitana –informó entre dientes.

Jack la miró un par de segundos más y dejó la consola sobre la cama. Roca iba a rugirle otra amenaza cuando él echó mano de la escopeta y suspiró.

–Asumiré que no encuentras a Morilec tampoco –dijo bajándose de la cama y sorprendiendo a Eisentblut por la perspicacia–. Regi está con Foster –indicó mientras se calzaba unas zapatillas a cuadros de andar por casa.

Roca fue a reventar la tercera puerta de la noche, a ver si aquella vez le tocaba premio, y se encontró una escena muy dicotómica. A la izquierda estaba Sinister sentado apaciblemente en su cama, en su pijama desastrado, leyendo una novela gótica de terror, alumbrado por una lucecita personal y aislado por auriculares con la música tan alta que se sentían claramente los bajos desde la puerta. Mientras que, a la derecha, Regi estaba en lencería de cuero, azotando a Foster, que permanecía en posición de sumisión y humillación, desnudo y bien amarrado por cuerdas, iluminados por velas que ya habían sido derramadas sobre piel un par de veces ya.

–¡Roca, ¿qué...?! –empezó la vampira.

–¡Busco a mi Subcapitana! –interrumpió Roca, como un ariete destrozando los portones de un castillo–. No está en mi cuarto, no está en el baño y no está en el cuarto de Sica, que tampoco está. ¿Dónde está mi Subcapitana, Regi? –exigió saber, prometiendo muerte y destrucción si su pregunta no era satisfecha.

–Oh, vaya –dijo Regina, suavizándose como si no hubiera estado a punto de gritarle cabreada–. No me lo esperaba que después del encuentro de antes. Pero, claro, has dejado a tu Subcapitana sola y...

–Re-gi-na.

–Vale, vale. Ya la busco, dame un momento.

Foster gruñó hostil pese a estar amordazado.

–Mira, te propongo algo: tú te encargas de este perro malo mientras yo la busco –ofreció tendiéndole la pala y las riendas de su cautivo.

Roca iba a mandarla a la mierda y obligarla a buscar a Nameless sin tener que mancharse ella las mano, pero el perro malo volvió a gruñir, por lo que aceptó la pala y aplicó el correctivo en forma de fuerte azote.

–¿Quieres más fuerte o te vas a estar calladito? –planteó amenazante, tirando de la correa de cuero del cuello hacia ella y Foster gruñó desafiante enseñando encía. Sí, quería más fuerte.

Volvió a golpearle y le sacó un gemidito, por lo que, sin levantar la pala, le recorrió la nalga enrojecida, el costado, hasta colocarla bajo su mentón y obligarle a levantar la cabeza. El perro malo esperó obediente. Ella sonrió y, con un amplio movimiento circular, volvió a golpearlo en el culo, enviándolo de bruces contra la almohada, aunque se encargó de mantenerlo erguido tirando de la correa, estrangulándolo un poco.

–Abajo –murmuró Regina con los ojos cerrados–. Más abajo... más allá...

Roca, pese a que le estaba cogiendo el gusto a aquello, se detuvo un instante a prestarle atención. No le llamaba nada el sexo con tíos, pero dominar, humillar y hacer daño era otro asunto, aquello sí que la excitaba.

–Mazmorras... Más allá de la clase de Kill... de todas las de uso... Almacén de armas. Ahí están.

–¿Y qué hacen allí? –preguntó, soltándole otro azote a Foster, que gimió con las nalgas completamente rojas, pero que, a juzgar por por la mirada que le dirigía y por estado de sus bajos, lo estaba disfrutando plenamente.

–También está Satán... y más gente. Hay violencia. Dolor, no como el de Foster. Sangre.

–¿Satán? –repitió Roca crispándose. ¿Iba a resultar que Morilec había intentado algo y el Director lo había impedido? ¿O que el Director se había metido donde no lo llamaban?–. ¿Vas a venir? –le preguntó con la sutileza de una orden–. Esto seguro que es culpa tuya –acusó y la pagó con Foster–. Cállate, perro.

–Jack irá contigo –indicó Regina recuperando a su cautivo–. Yo ahora estoy ocupada.

Roca echó un vistazo al pasillo y se encontró al silencioso Jack armado con la escopeta y un cinturón de cartuchos. En vez de su gabardina de siempre, llevaba una bata gris oscuro que le hacía el mismo efecto. Aunque las zapatillas eran de señor jubilado. Roca le echó una mirada escéptica que quería transmitirle "¿Y tú qué vas a hacer, rata?", y la rata hizo lo que mejor sabía: correr. Y tan bien se le daba que en seguida lo perdió de vista.

Roca resopló y echó a correr tras él. No se encontró a nadie hasta que bajó a las mazmorras, donde vio luz y escuchó ruidos. En concreto escuchó a su Subcapitana diciendo:

–¿No hay otra forma de hacer esto?

–¿Te crees que eres su amiga y que puedes hacerlo mejor? –retó Satán.

–Bueno... podría intentarse...

Roca pensó de inmediato en Morilec, pero cuando llegó se la encontró observando el espectáculo, al igual que Jack. Nameless era la que más se asomaba al almacén de armas, al que se le habían escapado unas cuantas y ahora estaban clavadas en la pared de enfrente o desparramadas por el suelo.

–¿Sí? Ven aquí a intentarlo, si te atreves –ordenó el Director.

–Si deja de cabrearla, lo haré –aseguró la rata con cierta inseguridad.

Roca iba a preguntarle por qué se había escapado con Morilec a las mazmorras, cuando vio que Satán estaba esforzándose por mantener a una chica en camisón blanco contra el suelo.

–Wolf, acércame esa cadena.

–Venga ya, cadenas es pasarse...

–Cállate, Nameless.

–Eisentblut, llévatela.

–Ah, hola, Capitana...

–Tú ya estás encadenada –habló la chica, con una voz inesperadamente suave para las sacudidas que pegaba–. Tus cadenas no se ven, pero son más fuertes.

–¿A-Ah, sí? –preguntó Nameless incómoda.

–La mordaza más eficaz es la del miedo –añadió con todo sabio, aparentemente ajena a la cadena con la que querían envolverla, pero de repente se revolvió violentamente y mandó a volar a Satán contra una colección de picas.

Hubo gritos, sobre todo por parte del Director. Y sangre. Un par de insultos a la ascendencia de la muchacha. Y un jadeo dolorido. Quedó un bonito cuadro que a Roca no le molestaría tener en su cuarto.

Aquella chavala era brutalmente fuerte y eso que no estaba especialmente musculada y hasta tenía un aire desnutrido. Roca alucinó cuando ella se levantó y pudo contemplarle bien la cara. ¿Era quien ella creía?

–Tienes tanto miedo... –dijo la chica en camisón acercándose a su Subcapitana. Sus ojos color miel tenían un algo que hacía recordar a los de Regi, aunque no sabría decir qué.

–Ah... Bueno... –Nameless no sabía qué responder.

–¿Sabes quién es? –preguntó Roca atónita.

–Eh... Me han dicho el nombre pero no tengo ni idea. Ah, no le gusta que lo pronuncien.

–¿Y de qué la conoces?

–Es la que le metió el guantazo a Zack junto al río cuando yo estaba drogada y lunática. No lo viste porque Satán quitó esa cinta.

–Señor –se dirigió al hombre quejumbroso que trataba de desensartarse de las cuatro puntas que le sobresalían del pecho–. ¿La ha secuestrado para pedir un rescate al cabronazo heroico de su padre?

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Bueno, pues ya sabéis quiénes gritaban. El alarido de antes fue de ella, por cierto.

Pues bueno, todo bien, aquí, metiendo personajes en el último capítulo de la temporada. Soy muy mala gente. ¿Os han surgido nuevas dudas?

Ah, Foster, toma, cremita para el culo *le lanza un bote de Nivea*
Que conste que pasé vergüenza escribiendo esa parte, pero Musa lo exigía, así que...  ¯\_(ツ)_/¯

Muchas gracias a quienes me habéis donado cafeses estos días, en paypal empiezo a tener un colchoncito (fino como una esterilla desgastada, pero algo es algo). Aquí os dejo la direción (ojalá fuera clicable), por si les demás queréis hacer gala de generosidad cafetera [https://ko-fi.com/A6031PUM]
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PD: Me pasé una noche en la Wikipedia leyendo sobre cierto tema, puede que me leyerais comentar, pues era para este arquito que acaba de comenzar con Virginia. Voy a meter unas cuantas referencias históricas, mitológicas y literarias aquí.

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