17. ¿Relax? (6ª parte)
Nameless se había ido, le había soltado el brazo y se había marchado. Roca no necesitaba ni aceptaba que le dijeran cuándo podía reventarle la cabeza a puñetazos a alguien, pero estaba bien saber que su Subcapitana por fin había renunciado a su estúpida amistad con una Morilec. Pero entonces otra mano le retuvo el codo.
–Yo me encargo –dijo Regina con magnánima calma.
Roca gruñó rabiosa y se volvió hacia su prima, a la que, para colmo, le brillaban los ojos en rojo. Incluido el del colgante.
–¡Ni de te ocurra intentar hipnotizarme para ayudarla!
–No es es para ti –contestó la vampira, sin mover los ojos refulgentes.
Roca se dio cuenta de que, bajo su mano izquierda, la que sujetaba a Morilec por el cuello, ésta se sacudía un poco, arañando el suelo y tratando de cerrar los párpados. Regina estaba encadenando mentalmente a Morilec.
–Yo me encargo de ella –repitió la vampira–. Anoche me aseguré de que no mataría y hoy me aseguraré de que no la mate nadie. Roca, vete con tu Subcapitana antes de que pase el autobús.
Eisentblut le rugió fastidiada, odiaba que le dijeran lo que tenía que hacer. Más cuando no tenía ningún maldito sentido.
–¡Ah! –exclamó Jeff, que había estado mirando desde una prudente distancia, pero desde más cerca que el resto de la gente–. Si vas con Nam, te doy su chocolate, que se ha ido sin él –y fue corriendo a su cuarto.
–Éste es mi reino, Roca. Cuando me gradúe y me vaya, lo heredarás y arreglarás los problemas como quieras, pero ahora mando yo.
–Tienes una oportunidad –contestó ella incorporándose–. Si vuelve a intentar algo contra mi Subcapitana, la machacaré hasta nivel pulpa y tú no podrás evitarlo –aseguró muy confiada–. Así que hazle un favor y cámbiale el cerebro.
Roca se alejó tras asegurarse de que Morilec no podía moverse, aunque sus pequeños temblores indicaban que seguía debatiéndose dentro de la jaula mental que le había creado Darkheart. Jeff salió al pasillo con un vaso de papel con tapa de plástico, como los que daban para llevar en las cafeterías.
–Ten cuidado, que quema –advirtió el cocinero–. Nosotros iremos en un rato, que Ludo se ha liado cacharreando. Y eso que no se iba a poner.
Roca asintió sin hacerle caso, le interesaba más cómo Regina se estaba llevando a Morilec.
–Tiene ideas demasiado buenas, en eso ella y Nam se parecen un montón –opinó Jeff con un suspiro–. Pero Nam sabe confiarse y descansar de vez en cuando.
Aquello le recordó a Roca que tenía que ir a sacar a su Subcapitana del agujero en el que se hubiera metido. Aunque resultó que estaba en el lugar más evidente, sentada en la parada, aparentemente ignorando la lluvia que la estaba calando y mirando una especie de tarjeta.
–¿Qué es eso? –preguntó quitándosela y, a cambio, le puso el chocolate en las manos.
–Me la acaba de dar Satán –respondió ella monótona desde la oscuridad de su capucha.
–¿Y qué es? –insistió Roca.
–Según él, una tarjeta de débito. Dice que mi secuestro va con beca –murmuró y dio un sorbo al chocolate.
–Ah, bien. Así podrás comprar cosas en el pueblo.
Nameless no contestó al momento y dio otro sorbo de chocolate.
–Le he dicho que me enseñe otra vez ese contrato que se supone que firmé. No quiero que luego me venga diciendo que le debo dinero.
Roca se rio por lo bajo.
–Ya no te quieres confiar, ¿eh? Estás cada vez más para... –pero se lo pensó mejor y se sentó a su lado en el banco mojado–. Perdón.
Lentamente y con las sombras retirándose hacia arriba como un velo, Nameless se volvió hacia ella con los ojos como platos.
–¿Quién eres? –preguntó atónita.
Roca hizo una mueca de fastidio. Ya, lo de disculparse no pegaba con ella.
–Mierda –continuó Nameless–, Sica se ha cargado a Roca y la ha cambiado porgh...
–Eso ya no te lo tolero –le gruñó agarrándola por el cuello y acercándola hasta estar a un palmo.
–Vale... sí... eres tú –rectificó y se las apañó para sonreír.
–No te pido perdón por si he herido tus sentimientos llamándote paranoica –advirtió soltándola–. Sino porque ha sido una estupidez por mi parte.
–¿Ah? –preguntó Nameless tosiendo un poco.
–Los Morilecs son como malditos fantasma a la hora de burlar las medidas de seguridad. Siempre están donde no se les espera, entran por donde a nadie se le hubiera ocurrido y cuando nadie lo había pensado. Pero parece que tú sí que puedes pensar así, con la Oscuridad que Invade toda la noche y sospechando del desayuno. No sé, como resulta que tenías razón, creo que he sido idiota, por si te he reprimido una habilidad que tienes –reconoció con cierto fastidio.
Nameless le sonrió un poco, como si la halagara o estuviera agradecida, pero seguía triste y ojerosa.
–La verdad es que esperaba... deseaba estar paranoica. Daría menos miedo –musitó y apuró el chocolate.
–Oye, que no nos hemos duchado después de la práctica. Venga, volvemos dentro, nos cambiamos y luego vamos al pueblo. Tenemos tiempo.
–¿Qué ha... pasado con Sica? –preguntó Nameless, siguiéndola dócilmente, pero con la capucha de nuevo llena de oscuridad.
–Regi dice que se encargará de ella –contestó Roca subiendo las escaleras de la puerta principal–. Espero que le cambie el cerebro, porque con una charlita, por mucho miedo que pretenda meterle, no va a servir de nada.
–¿Quién es "Regi"? –preguntó su Subcapitana.
Roca se volvió atónita hacia ella.
–¿Todavía no lo sabes?
–¿Eh?
–Estaba detrás de ti. Has pasado a su lado.
–¡¿Eh?!
–––
–Sígueme –susurró dulcemente la voz que se colaba en su mente, pegaba un par de vueltas en torno a ella y la tiraba hacia adelante.
Sica no quería ir, pero no tenía entrenamiento contra la hipnosis vampírica, no era algo a lo que sus progenitores pudieran someterla, y nunca se había acercado tanto a los Darkheart. Percibía vagamente que su cuerpo estaba caminando por los pisos subterráneos del Instituto, por cómo olía. Habían pasado la clase de Cacharros y continuaban hacia las mazmorras.
–Disculpa que te lleve así, pero entiendo que estás cabreada después del asalto de Roca y quiero ahorrarme problemas. También quiero pedirte disculpas por habérselo dicho, pero es que creía que ya lo sabían.
"Si lo hubieran sabido, me hubiera atacado por la mañana, en el baño. Nosotras nos levantamos mucho antes que tú."
–Cierto. Por cierto, ¿por qué no se lo has dicho a Nameless? Es muy perceptiva, lo veo en tus recuerdos, ha estado toda la mañana en tensión aunque fingiera que no.
"Lo he pensando, pero... he preferido fingir... que anoche no hice nada."
–Entiendo. Y también entiendo por qué le tienes miedo. Hizo esa Oscuridad por la certeza de que la atacarías, no porque te presintiera cerca, que es lo que yo pensaba. Siéntate aquí, por favor.
Sica fue consciente de que estaba sentada en un trono de metal y cuero, con correas que no se ceñían en torno a su cuerpo porque el vampiro debía de confiar más en sus cadenas mentales. Miró más allá, a las cadenas de metal, látigos, pinchos y mordazas.
–¿Pretendes usar esto conmigo? –preguntó átona. Nada de aquello le producía la menor inquietud.
–No, no, no es para ti –contestó Darkheart–. Es que tengo una agenda apretada. De todas formas, ésta no es una mazmorra de "torturas" propiamente dicha.
Suspicaz, Sica echó otro vistazo. Tal vez aquella fuera más cálida de lo esperado, la sedosa alfombra rojo oscuro y las decenas de velas carmesís ayudaban. También estaban objetos que no se hubiera esperado allí.
–Ah, que es un lugar para prácticas fetichistas –dijo mirando fijamente un gran dildo. Bien pensado, ¿aquello podía ponerse dentro de una persona y no considerarse tortura? Por mucho que fuera consensuado y jugando...
–Exacto. Espero que no te importe.
–Este Instituto tiene de todo.
–Sí, es genial –coincidió Darheart y se cogió un taburete–. Vale, voy a ser directa. Anoche te dije que no te dejaría matar a nadie y, obviamente, tampoco voy a dejar que nadie te mate, empezando por Roca. Y me gustaría que Nameless y tú arreglarais las cosas.
–No creo que sea posible –contestó Sica seria, mirando con recelo el colgante de Darkheart, que parecía un ojo de dragón sobre su pecho.
–Seguro que a Nameless no le dura mucho tiempo el susto. Roca dice que se acostumbra rápido.
–Ha puesto una cara... de tanta decepción... Supongo que espera que yo fuera mejor persona.
–O esperaba no tener razón en lo que percibía. Tal vez prefiriera estar loca.
Sica asintió un poco, aceptando aquello.
–¿Pero y si ya no quiere?
–Entonces no sería el tipo de rata que creo que es. Inténtalo –insistió Darkheart–, porque, de todas formas, no creo que puedas evitarlo y es mejor que no hagas cosas raras.
–¿Qué quieres decir? –inquirió intrigada.
–Por mucho que los Morilecs prefiráis estar completamente sólo, sois personas y necesitáis cierto contacto, aunque sea de vez en cuando.
–¿Qué sabes?
–Sé que tu madre viene al Instituto, muy de vez en cuando, a ver a nuestra Doctora.
–No son amigas –desdeñó Sica.
–No, no lo son. La Doctora no quiere tener nada que ver con ella, pero tu madre la ha elegido, cree que tienen un vínculo. Tú puedes tener un verdadero vínculo con alguien, y yo no dejaré que te lo cargues por tradiciones ni paranoias Morilec.
Sica abrió la boca para advertirle de la estupidez por su parte que era aquello, pero entonces percibió que alguien estaba a punto de asomarse a la puerta entreabierta.
–Ah, tienes compañía, Zack. Regi –dijo Sinister.
–Sí, será sólo un momento –contestó Darkheart.
–Hola, Sic –añadió el recién llegado, apartándose un largo mechón negro de la cara.
–Hola, Sin. Sinister –contestó Morilec mirando al suelo.
–Ah, que os conocéis ya –exclamó Darkheart–. ¿Por... los oficios familiares?
–Algo así –respondió Sinister entrando y cerró la puerta tras de sí.
–¿En qué te has especializado? –preguntó Sica, levantando la mirada, pero no la dirigió a su cara.
–Limpiar escenas del crimen –contestó llevándose una mano al bolsillo trasero de los vaqueros negros, del que sacó un tarjetero–. También sé deshacerme de cadáveres, aunque no me gusta ponerme carnicero. Estoy experimentando con el anonimato, quemando huellas dactilares, arrancando dientes y esas cosas –añadió tendiéndole una tarjeta completamente negro carbón.
–Tus tarjetas me hacen mucha gracia –comentó Darkheart.
–Una buena muestra de su trabajo –opinó Sica mirando el pedazo de cartulina a trasluz–. Sólo se ve lo que pone al mirarla desde un ángulo muy concreto. ¿Y es posible que no se queden mis huellas?
–Eso es –contestó Sinister–. Repele cualquier líquido y grasa. Mi impresora lo llama "porno editorial".
–Me gusta –dijo Sica con su habitual apatía–. Yo no tengo tarjetas ahora, aquí no aceptaré misiones.
–¿Requisito indispensables de Satán? –se interesó Sinister.
–Sí –contestó ella y se quedaron en silencio.
–Pues me alegro de que os llevéis tan bien –intervino Darkheart.
Sinister no parecía tener ganas de responderle nada, así que Sica dijo lo que pensaba.
–Ha sido mala idea organizar este encuentro.
–Que no he organizado nada, que de verdad había quedado con Sinis y lo tuyo ha sido un contratiempo inesperado.
–Pues entonces ha sido muy mala suerte que intentes convencerme de seguir con Nameless y que llegue él.
–¿Por qué? –quiso saber Darkheart con genuino interés.
–Por esto –Sica movió el brazo rápidamente y clavó el índice en el costado de Sinister, que puso cara de desagrado–. Si habéis quedado aquí, asumo que lo conoces desnudo y sabe lo que hay aquí.
–¿La cicatriz del balazo? ¿Le disparaste tú?
–Fue cosa mía, sí.
–No –contradijo Sinister, agarrándole la mano, lo que la estremeció entera. No estaba acostumbrada a que la tocaran, por lo que retiró rápidamente el brazo y él la dejó ir–. Puedo llegar a aceptar que digas que fue culpa tuya por confiarte o algo así, pero no lo hiciste tú.
Sica apretó los dientes para contener cualquier emoción.
–Te he visto con esa novata –continuó Sinister–. Me gusta. Se ve que congeniáis. Y tú quieres y necesitas una amiga.
–No hables como si me conocieras. He cambiado.
–¿En que ya no necesitas compañía? No me lo creo.
–En que ahora no hará falta que venga mi padre, yo misma os dispararé a ti, a Darkheart y a Nameless. Y a quien haga falta –aseguró entre dientes, crispada.
Sinister cruzó una mirada con Darkheart.
–Creo que nos vamos a arriesgar. Nos gusta jugar con la muerte –contestó su antiguo amigo.
Sica sacudió la cabeza e hizo amago de levantarse, pero las cadenas carmesís volvieron a envolver su mente.
–Háblalo –ordenó Darkheart–. No me obligues a sacártelo.
–Apartad...
–No. Considéralo... ¿terapia de grupo?
–Apartad a Nameless de mí. No quiero matarla.
–Ah, eso –dijo Darkheart dulcificándose–. Nameless ha ido a caer en el Infierno y se va a quedar con nosotras. Si se ha asustado mucho, le dejaremos un par de días para calmarse, pero, visto su progreso, tampoco creo que sea necesario.
–Su muerte pesará sobre tu conciencia –prometió Sica, dominando sus emociones de nuevo.
–¿Apostamos? A los Darkheart se nos da bien mantener a la gente viva y a nuestro lado –respondió con una sonrisilla, tendiéndole la mano.
–Espero que no te resulte incómodo cuando tengas que deshacerte del cadáver –le dijo ella a Sinister, pasando de la mano y sin concretar quién sería el cadáver.
–Ya tienes mi tarjeta –fue la respuesta de él, haciéndose a un lado para dejarla pasar.
Darkheart no la retuvo más y Sica pudo salir al pasillo.
–¿Qué te pasó con ella? –escuchó preguntar a la vampira en el interior de la mazmorra fetichista.
–No he venido aquí a contar historias tristes –contestó Sinister muy serio.
–De acuerdo –aceptó y sonó sincera–, entonces... como está claro que no me dirás nada, voy a tener que ser mala contigo y castigarte –añadió con voz seductora.
–Eso ya me gusta más.
Sica se alejó cuando empezó a escuchar el tintineo de cadenas suspendidas del techo. De vuelta al nivel superior, fue repasando la conversación, buscando algún momento en el que se hubiera ido demasiado de la lengua o lo hubiera hecho Darkheart. Le pareció escuchar un grito lejano y asumió que sería Sinister empezando a calentarse. Opinaba que era una mala afición la de ponerse totalmente en manos de otra persona, una afición peligrosa... Pero también le interesaba lo que había dicho la vampira: "Nameless ha ido a caer en un Infierno". ¿Se referiría a haber interesado a Darkhearts y Morilecs? Y convivir con una Eisentblut. Sí, el Infierno tenía que parecerse un poco a eso.
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Roca siendo amable, "comprensiva" y reconociendo los puntos fuertes de Nam, la Rata, es mi nuevo kink e3e
Y, bueno, ya veis que hay de todo en el Instituto. Si os apetece un poco de porno mazmorrero, ya sabéis dónde ir ;D
También quiero instaurar un nuevo ship con un nombre muy chulo, pero no tengo claro del orden. ¿Qué os parece Sic&Sin? ¿O Sin&Sic? Esta pareja da para canción de pagan metal o así, El Enterrador y la Muerte (???) Aunque así dicho suena a Western X"D
¿Os molaría saber más de lo que ocurrió en el pasado~?
Si os mola la droja viciosa y bonita (?) que estáis leyendo, podéis apoyarme invitándome a un "café" en Ko-fi [https://ko-fi.com/cirkadia]. El dinero irá para poder pagarme el próximo viaje, a la convención que toque, sin deberles más dinero a mis compañeras de stand ni tirando del dinero para publicar Matamorfosis (no quiero retrasar la publicación hasta la eternidad)
También podéis apoyarme comprando mis cosas en Libreteka [http://libreteka.es/es/], si os queda alguna por pillar. También mola eso de regalar historias molonas por Navidad *guiño* *guiño*
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