17. ¿Relax? (5ª parte)



 –¿Dónde has comido? –preguntó Sica–. ¿En el Comedor o en el cuarto de Jeff?

Nameless no respondió al momento. ¿Podría haberse equivocado Jeff con los ingredientes y haberle echado veneno en vez de sal?

–Jeff... –suspiró agotada. Era importante averiguar qué había pasado, para saber qué antídoto tenían que darle, si había antídoto para lo suyo.

Sica se giró de inmediato, con aparente intención de ir a buscarlo. O tal vez hubiera oído que iban a entreabrir la puerta del pasillo.

–¿Nam? –preguntó Jeff con inseguridad, antes de ser secuestrado al interior con brusquedad.

–¿Qué le has dado? –interrogó Morilec, estampándolo contra el trozo de muro que separaba las puertas entre cubículos.

Nameless dibujó una debílisima sonrisa. ¿Sica se preocupaba por ella? Aquello estaba bien, era lo opuesto a querer matarla.

–Oh, mierda –exclamó el cocinero al mirar dentro del cubículo de Nameless–. Te ha sentado mucho peor de lo que esperaba –dijo zafándose del agarre y entrando atropelládamente en el estrecho espacio.

Ella no se movió ni un milímetro, no podía.

–Sica, por favor, tráele un vaso de agua –pidió Jeff.

El cubículo se había quedado sin luz, tal vez por los poderes oscuridad de Nameless, de modo que la iluminación llegaba de las lámparas dispuestas sobre los espejos de los lavabos. Sica estaba plantada allí, con la cara en sombras por estar a contraluz, pero había algo más en aquella oscuridad. Nameless perdió la débil sonrisa. No, aquello no era hostil preocupación por ella, aquello volvía a ser como lo de la ducha. Sica se tomaba el acto de Jeff como un ataque personal, a saber por qué, e irradiaba seria furia homicida. Nameless no lo entendía bien, no era capaz de seguir el enrevesado y paranoico hilo de sus pensamientos. Y no podría intervenir para evitar la catástrofe.

–Sica –repitió Jeff, ajeno al peligro, mientras le tomaba el pulso a Nameless, que no lo miraba a él.

Morilec reaccionó mecánicamente y fue a llenar uno de los vasos que se usaban para enjuagarse la boca.

–Perdón –decía Jeff de mientras–. He calculado mal la dosis. A veces se me olvida que vienes de un entorno civil...

–¿Qué...? –empezó a preguntar Nameless, antes de que le hiciera beber el agua.

–Ya no volverá a colar lo de que ella coja de mi plato –advirtió Sica con tinieblas en la voz.

A pesar de la sed que tenía, Nameless deseó dejar de beber, en ese momento era mucho más importante el instinto asesino que Morilec estaba enfocando en Jeff.

–¿Eh? –preguntó él sin comprender.

–Si la inmunizas, ya no te valdrá como catadora nunca más –señaló Sica con el tono de "Te he pillado, sucio traidor".

"¿Inmunizar? ¿Jeff me ha dado veneno para inmunizarme?", se sorprendió Nameless.

–¿Inmunizar? –repitió él–. Le he dado un regenerante, como a ti anoche.

–El regenerante no tiene ese... –empezó Sica, pero dudó.

–Como anoche tomó una cucharada de lo tuyo y no le sentó mal, he pensado que con reducir la concentración... pero ha comido tanto que la dosis final ha sido mayor. Sigue bebiendo, Nam, no te deshidrates de tanto sudar.

–¿Regenerarme? –preguntó ella–. No tengo nada roto.

–No huesos –contestó Jeff–. Pero, con el entrenamiento tan bruto al que te somete Roca, un montón de fibras musculares tienen que estar tocadas. Por eso te dolía todo el cuerpo. Al regenerarte, te haces más fuerte y, con mi regenerante, eso ocurre mucho más rápido. Así podrás seguir el ritmo de Roca. Que, por cierto, ella podría comerse barras de regenerante a mordiscos, seguro.

Nameless miró más allá del hombro de Jeff. Sica estaba serena de nuevo, sin asomo de la ira homicida que casi había devorado al cocinero. Nameless torció una sonrisa triste, ahora, mientras bebía su segundo vaso de agua, lo entendía. Al creer que la habían envenenado con malas intenciones, sí que se había preocupado por ella; pero, al saber que había sido cosa de Jeff, había descartado la finalidad letal del envenenamiento y la teoría de la inmunización había ganado fuerza. Y la acción de Nameless cogiendo una cucharada para hacer de catadora había dejado de ser una garantía para pasar a ser una trampa. Ahí residía lo que Sica había identificado como ataque personal. Jodida paranoica.

–¿A qué ha venido lo de acusarme de inmunizarla? –arremetió Jeff cuando hubo comprobado que el mareo de Nameless remitía–. ¿Crees que podría querer envenenarte con algo para lo que hubiera inmunizado a Nam? –preguntó y soltó una corta carcajada cuando Morilec asintió–. Lo haría con un veneno instantáneo para el que no hubiera antídoto ni posibilidad de inmunización –aseguró el cocinero–. Lo último que me gustaría en tal caso sería que no te murieras rápido, que seguro que me matas –añadió negando con la cabeza.

–Ah... –murmuró Sica reconsiderándolo y aquello tuvo mucho más tranquilizador sentido para ella.

–Por cierto, ¿necesitas más regenerante para lo del pómulo? –ofreció Jeff, como si no acabara de hablar de asesinarla mediante comida.

–No, gracias. Ya estoy bien –aseguró, pero a saber si era cierto y no era para ocultar su debilidad.

–Vale, pues... Nam, si no necesitas usar el váter, voy a llevarte de vuelta a mi cuarto y te daré el chocolate resucitamuertos de siempre –prometió tendiéndole la mano, que Nameless aceptó, porque qué iba a mear si lo había sudado todo–. Por cierto, Sica, me has dado una idea: ir inmunizando a Nam a venenos. No voy a ponerme imaginativo y empezaré por los comunes, así que seguro que tú también estás inmunizada –auguró para evitar que Morilec volviera a ponerse suspicaz–. Con Nam siendo amiga de Roca, de ti... cualquiera que intente atacaros se encontrará con la defensa de Nam, eso ya lo vimos ayer, se le da bien proteger. Así que habrá que protegerte a ti –se dirigió a la aludida–. ¿Qué te parece?

Nameless se encogió de hombros y asintió. Armas de fuego, blancas, caídas desde alturas considerables, golpes que equivalían a una paliza por si solos... Sí, ¿por qué no meterse con los venenos también? Si todo aquello no la mataba, la haría inmortal.

–Por cierto... ¿por qué ya no me llamas "Morilec"? –preguntó Sica mientras Nameless se lavaba la cara.

–Ah, no sé –contestó él–. Porque te hice la cena y te gustó, eso crea un vínculo. ¿No te gusta? ¿Prefieres que vuelva a...?

–No me importa –se adelantó Sica–. Sólo es raro.

Mientras se secaba la cara, Nameless miró a Sica reflejada en el espejo. El que tanta gente se le estuviera acercando sin miedo y le cogiera confianza debía de descolocarla. Primero Nameless, después Nova, ahora Jeff... Si no fuera por los repentinos cambios de humor de Morilec y su tendencia a emanar una aura que eliminaría toda vida del planeta, aquello tendría buena pinta.

–––

Al poco de que Nameless saliera para el baño, Roca también salió al pasillo, en su caso, para estirar las piernas, lo de echar la siesta no iba con ella. Vio a Regina saliendo de su cuarto, con toda la pinta de acabar de levantarse. En un parpadeo, tuvo a la vampira junto a ella.

–Contigo quería yo hablar –dijo Darkheart–. Bueno, tú eres una de las personas con las que quiero hablar, y la más fácil de abordar.

Roca asintió, esperando que continuara, pero su mirada resbaló al escote de su prima.

–¿Me vas a escuchar o te interesan más mis tetas? –preguntó Regina cáustica.

–No es por tus tetas, es por el colgante, siempre me ha dado repelús.

El colgante en cuestión era un rubí enorme, con una larga impureza en el centro lo que le daba aspecto de ojo de dragón cabreado. Todo ello estaba engastado en oro y otras piedrecitas preciosas, que en conjunto no valían la cuarta parte que la pieza central, aunque eso era por temas mágicos.

–¿Vas a hacer brujerías? –se interesó Roca, deseando que no quisiera liarla en ellas.

–Ya veremos, es posible. Lo que te quería preguntar es... qué tal habéis pasado la noche –preguntó Regina con tacto.

Roca la miró fijamente y tentada estuvo de contestarle que a qué venía esa pregunta y si había visto algo que le hiciera creer que había follado con Nameless, pero entonces cayó en la cuenta de que su prima podría haber percibido otra cosa.

–¿Tan evidente fue? ¿Se desparramó mucho por fuera?

–Algunas hebras sí que se escapaban por la ventana. ¿Cómo se lo tomó tu Subcapitana?

–Pues no le pareció muy raro eso de crear la Oscuridad, ni se había dado cuenta. Me cambié de cama, porque me estaba agobiando, escuché sus miedos y le propuse un polvo para calmarse, pero, nada, no quiso y no se ha relajado en toda la noche.

–Ya, es comprensible... –murmuró Regina con una sonrisa compasiva.

–Y creo que se ha obsesionado, así que estoy por pedirte que mires a ver si puedes arreglarle eso, porque ahora vive en tensión y Morilec no ha hecho nada en absoluto y está amable con ella como siempre.

Ahí Regina perdió la sonrisa y la cambió por una expresión de incomprensión.

–¿Cómo que Morilec no...? ¿No fue anoche?

–Nameless fue a hablar con ella y volvió convencida de que Morilec quería matarla –explicó Roca encogiéndose de hombros–. Me lo explicó y tenía sentido, pero no veo a Morilec por la labor, así que creo que a mi Subcapitana se le ha ido la olla al compren... ¿Qué? –preguntó al ver que su prima se llevaba la mano a la boca.

–Ahora entiendo mejor el miedo de Sica –musitó para sí misma.

–¿Eh?

–Nada, nada, que creía que la Oscuridad era porque Morilec había intentado algo –contestó quitándole importancia y pretendió seguir adelante dejando a Roca atrás, pero ella le clavó una mano en el hombro.

–Regi, ni se te ocurra largarme sin dejármelo claro. ¿Anoche Morilec intentó algo?

–Eh...

Hubo un fulgor rojo cálido en la mirada de Darkheart, pero Roca no se dejó embaucar.

–Regina, no juegues conmigo. ¿Qué hizo Morilec anoche para que te hayas venido a preocupar? –inquirió clavándole los dedos en el hueco de la clavícula, maldiciéndose por no haberse dado cuenta antes de lo que le estaba diciendo la vampira.

–En realidad no hizo nada... –contestó Regina, mirándola con la expresión lastimera que ponía cuando tenía que contarle algo que seguro que la cabreaba–. Salió a tomar el aire y, en vez de bajar directamente al suelo, se paseó por la fachada... hasta vuestra ventana, pero no debió de ni tocarla, si Nameless no sintió ninguna intrusión en su Oscuridad... y después se marchó. Así que no hizo nada.

–¿Qué más, Regina? –interrogó con dureza, ya no se la iba a colar más.

–Seguí su rastro hasta la galería de tiro y...

–¿Y qué?

–Me encontré un aura de ansias asesinas bastante importante –terminó murmurando.

Sorprendentemente, Roca se tomó los siguientes segundos con bastante sangre fría.

–¿Anoche Morilec se asomó a nuestra ventana con intenciones asesinas y, si no hizo nada, fue porque vio la Oscuridad que Invade de Nameless? –preguntó casi amable, pero muy desquiciada en el fondo.

–Eh...

De reojo, Roca vio salir del servicio a Jeff, Nameless y... Morilec.

–Roca, deja que yo me encargue –ordenó Regina metiendo cadenas de rojo rubí en su mente.

Pero Eisentblut las rasgó como si fueran papel de seda y se lanzó a la carrera, logrando gran aceleración en un par de zancadas.

–––

El Capitán Panocha entró en la Enfermería de la Academia de los Héroes y fue directo al fondo, al despacho del Doctor, donde abrió uno de los armarios con total confianza y cogió un bote de pastillas. Sacó una, se la tragó junto con un vaso de agua y después resopló agobiado.

–¿Otra vez Mantis? –preguntó el Doctor entrando en el despacho.

–Y Diana –añadió Panocha lúgubre.

–No sé qué hace el Consejo que no impone castigos más duros.

–Diana es buena chica, pero ha salido a su madre. Demasiado impetuosa.

–Le vendría bien echarse un novio –opinó el Doctor–. Eso le bajaría esos humos que tiene. Pero quién la va a querer siendo así.

Panocha asintió algo distraído. Estaba Hart, pero el pobre era tan tonto que a saber qué le liaba Mantis. Esa chica era peligrosa.

–Dos semanas llevamos de curso y estoy convencido de que esas dos son carne de Instituto –escupió despectivamente el Doctor.

Panocha se sobresaltó.

–No, no –exclamó escandalizado–. El padre de Diana me la encomendó y es un héroe varias veces condecorado, no puedo defraudarlo. La encarrilaré, aunque tenga que ser más duro con ella que con los demás –asintió para sí mismo–. Vaya que sí, por la gloria de mi caracolillo –remató señalándose impertuosamente el tirabuzón rubio que tenía en la frente.

El Doctor lo miró y no dijo nada. Le parecía estúpido, el caracolillo y la muletilla de "por la gloria de mi caracolillo", pero se vendían miles de camisetas y tazas con la fasecita estúpida. Si tanto éxito tenía y tanto dinero movía, no podría ser una verdadera estupidez.

–No, Diana no puede pisar el Instituto del mal –continuó Panocha–. Ese lugar, con su falta absoluta de ética y principios morales, fomentaría su violencia irracional. A saber en qué monstruo se convertiría una chica en un entorno libertino como ése.

–––

Roca embistió como un pequeño alud, reducido en tamaño, para lo que eran los aludes de verdad, pero igual en fuerza destructora. Por acto reflejo, Nameless tiró de Sica para apartarla de la trayectoria letal, pero su Capitana se la las apañó para enganchar a Morilec y las tres fueron al suelo.

–¡ROCA! –gritó Nameless, sujetándole el brazo antes de que asestara el puñetazo. La maldita estaba apuntando a la zona fracturada el día anterior–. ¡¿Qué te pasa ahora?!

Eisentblut se volvió hacia ella sin quitarle el ojo a Sica, a la que retenía fuertemente por el cuello, estrangulándola. Roca la miró con seriedad, sin dirigir la ira hacia Nameless. Fuera lo que fuese lo que la había motivado a atacar repentinamente, no eran celos ni sospechas de traición. La estaba... ¿protegiendo?

–Anoche vino a nuestro cuarto –dijo Roca con una tranquilidad que sonaba a "voy a explicártelo con calma y luego convertiré su cabeza en compota con mucha furia"–. Por fuera, por la ventana.

Al escuchar aquello, Sica dejó de revolverse y clavó una mirada iracunda más allá de Eisentblut. Nameless percibía que a su espalda había alguien más aparte de Jeff, alguien que no se había alejado veinte metros de ellas por si salpicaba muerte; pero estaba demasiado aturdida como para fijarse en quién era.

–¿Eh? Pero si... no... –fue lo único que fue capaz de pronunciar.

–Vio tu Oscuridad que Invade y no intentó entrar –continuó Roca–. Fue a la galería de tiro, a esperar una oportunidad mejor.

Nameless sintió que se le escapaba la sangre de la cara, notaba como se despegaba de su propio cuerpo y miraba la escena desde atrás, como si viera una película. Aun así, pegó un pisotón a la mano de Sica que estaba sacando el puñal, lo había visto salir a cámara lenta.

–¡Eso no es así! –farfulló Sica debatiéndose.

–Si no hubiera hecho la Oscuridad... –empezó Nameless con pena e inspiró hondo antes de continuar– ¿estaría muerta?

A Sica le llevó un par de segundos responder.

–Sólo quería mirar.

–¡Y una mierda! –le espetó Roca.

–¡Sólo quería mirar! –insistió Sica y sonó que, más que a ellas, intentaba convencerse a sí misma.

–¡Eso no te lo crees ni tú!

–¡Iba a mirar, sólo a mirar!

Nameless estaba sorprendida. Sica mantenía la seriedad y, hasta cierto punto, la impasibilidad, pero nunca se la hubiera imaginado tan desesperada.

–No estás paranoica –añadió Roca para Nameless–. Tú sabías bien lo que estaba pasando. Hiciste bien en no relajarte.

Aquello fue la gota que colmó el vaso. Después de dormir en tensión, de no fiarse de su desayuno, de no centrarse en la práctica de tiro y de casi desmayarse por el regenerante de Jeff, aquellas palabras de su Capitana rompieron el hilo que la había mantenido tensa y alerta durante tantas horas. Suspiró largamente y, mientras vaciaba los pulmones, aflojó el cepo al brazo de Roca y las luces de aquella planta parte del pasillo se apagaron con la misma suavidad. No estaba asustada, en ese momento no podía estarlo más de lo que ya lo había estado; no estaba enfadada, porque entendía que allí cada villana tuviera su forma de ser y asumía que era culpa suya por hacerse ilusiones; estaba... decepcionada, con la situación, con no ser una paranoica; estaba triste, muy triste. Pero, al mismo tiempo, no sentía aquellas emociones como propias, era como si fueran producidas por una película y pudieran desvanecerse en cuanto girara la cabeza.

Se puso en pie con languidez, dejando a Roca algo sorprendida por haberle soltado su brazo, y a Sica mirándola fijamente, con los ojos muy abiertos. No estaba claro qué emoción experimentaba Morilec, y Nameless no tenía ánimos para ahondar en su retorcida mente.

–Voy al pueblo –anunció con tono ausente, retrocedió un paso y se giró sin hacer caso al resto de la gente.

A medida que avanzaba, las luces se apagaban suavemente. La Oscuridad que la rodeaba no era mera ausencia de luz, se parecía a una gasa aterciopelada que cubría paredes y ahogaba dulcemente las lámparas. Nameless era vagamente consciente de ello, pero la única idea que ocupaba su mente era "Si no hubiera hecho la Oscuridad, si me hubiera confiado, estaría muerta, muerta de verdad, sin opción a aparecer en ninguna mazmorra".

Salió por la puerta principal y vio cómo un autobús se marchaba. Avanzó hasta la parada, que consistía en un cartel y un banco metálico. No recordaba que aquello hubiera estado allí antes, pero en ese momento le daba lo mismo. En el cartel ponía que el autobús pasaba cada cuarto de hora. Nameless bajó los hombros y se sentó a esperar. Entonces se dio cuenta de que llovía, por lo que se caló bien la capucha. El banco estaba mojado, pero tampoco le importaba mojarse el culo.

Tampoco quería saber qué harían Roca y Sica ahora que ella no estaba.

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En fin, el SicNam es dolor. Y una montaña rusa, con altos bonitos y bajos de dolor. Doloooooorrr.

Sí, Darks recién levantada no rige bien, ha estado muuuuuy lenta ahí.

Y, sí, me gusta jugar con las transiciones entre escenas y que la narrativa responda cosas sin que nadie las tenga que decir =3

¡Buena noticia! Gracias a las aportaciones en ko-fi, he podido pagar por fin por la portada de Metamorfosis, el 4º tomo de Lirio de Sangre.
Así que ya estamos cerca de tenerlo publicado yyyy he puesto otra meta en ko-fin (al pagar me he quedado a dos velas ¯\_(ツ)_/¯ ) Ahora irá para poder permitirme viajar cuando empiece la temporada salonera. Podéis aportar en [https://ko-fi.com/cirkadia] (Sin dinero no podré ir a vuestras ciudades (?))

Y otra forma de ayudar, y además conseguir algo a cambio (algo a parte de mi gratitud y un roleo en los comentarios de ko-fi), es comprar mis cosas en Libreteka [http://libreteka.es/es/]

Weno, y perdón si os parezco una pesada por repetiros siempre lo de ko-fi y Libreteka, pero ser escritora es una montaña rusa más doloroso que el SicNam, mirad lo que os digo.

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