17. ¿Relax? (3ª parte)


Herilane dio un descanso a su grupo de animadoras y se separó para acercarse a Morilec y Nova, que tenían su entrenamiento en el rincón más solitario del gimnasio. La novata se había traído cierta formación de casa, seguramente aprendida sobre el terreno, por lo que la veterana estaba ayudándola a refinar sus técnicas, indicándole cómo coger el cuchillo según cómo fuera a asestar la puñalada y corrigiéndole fallos posturales. Herilane era de primera generación, por lo que de pequeña no le habían contado cuentos de miedo sobre los Morilecs, pero había escuchado unos cuantos rumores durante los dos años que había pasado en el Instituto del Mal, y sobre todo durante aquellas dos primeras semanas de su tercer curso, ya que los chismorreos se habían avivado por tener una Morilec presente. A primera vista Sica no parecía encajar en la fama de su familia, pero eso era a primera vista. Ya lo había dicho Zack: los más monos podían ser los peores.

Cuando llevaba unos segundos observándolas desde la distancia, Morilec se volvió hacia ella y le clavó una mirada seriamente evaluadora que le puso los pelos de punta, y eso que Herilane estaba acostumbrada a Darkheart. Pero aquello era diferente. A primera vista, Morilec podía colar por amable y serena, pero en cuanto se rascaba un poco la superficie, se empezaba a contemplar que todas las pesadillas podían ser ciertas. Herilane se armó de valor extra y avanzó.

–No era mi intención interrumpir vuestro entrenamiento –dijo a modo de saludo a las dos chicas que la miraban suspicaces. Nova seguramente por la inseguridad de novata, y Morilec... Lo de Morilec era bastante más incómodo–. Nova, ¿podría hablar contigo? No tiene por qué ser ahora. ¿A la tarde te vendría mejor?

–Eh... ¿Hablar de qué? –preguntó sin confirmar.

–Por si es lo que estás pensando –intervino Morilec–, sí, es amiga de Darkheart y su amante, pero no creo que tenga intención de vengarse de nada de lo que le hayas hecho a él.

–¡Pues claro que no! –exclamó Herilane–. Zack es mayorcito para saber dónde se mete. No vengo por él –aseguró, porque no había ido ni por el vampiro ni por su prima.

–¿Entonces? –inquirió Nova, algo más relajada.

–He oído que estás aquí por apuñalar tíos. Violadores.

–Sí... –confirmó, con cara de "cómo corren las noticias".

–Yo estoy aquí por dar una paliza a un montón de capullos –se presentó, lo que hizo brillar de interés los ojos de Nova–. Sé por experiencia personal que es difícil ser villana de primera generación... por hacer algo que estuvo bien, correcto. Pronto verás, si no lo has hecho ya, que ser considerada villana poco tiene que ver con hacer cosas malas, sobre todo si eres mujer –añadió y comprobó que ya se había ganado a la novata. A diferencia de Morilec, que seguía mirándola con dureza–. Me gustaría hablar contigo, interesarme por cómo lo estás llevando. ¿Te parece bien?

–Sí, claro –aceptó entre entusiasmada y tímida.

–Bien, pues tenía pensado ir al pueblo a la tarde, sobre las cinco. ¿Te vienes?

–¿Pueblo? –repitió Nova.

–Quedamos en la entrada principal entonces –dijo dándole una palmada en el hombro.

Mientras se alejaba, Herilane se preguntó si habría sido muy brusca al asaltar así a Nova. Pero con Morilec mirándola fijamente, después de lo que había contado Zack al volver de madrugada... Y entonces la notó muy cerca.

–Ahora quiero hablar yo contigo –dijo Morilec y Herilane casi se tropezó con su propios pies.

La había detenido antes de salir a la zona concurrida y Nova había quedado a unos metros, mirando con curiosidad, pero lejos. Hacer sentir que estaba completamente sola ante el peligro debía de ser un talento de Morilec.

–¿De qué? –contestó Herilane y casi le salió a la defensiva.

Morilec la miró fijamente dos segundos antes de continuar.

–¿Qué os dijo Darkheart?

–¿Sobre qué?

–Sobre lo de anoche –respondió Morilec con fastidio.

–¿Qué de anoche?

Morilec entrecerró los ojos unos milímetros y endureció la mirada. "¿Qué diablos hace una ratita como Nameless cerca de esta víbora?", se preguntó Herilane.

–¿Te refieres a vuestro encuentro de madrugada? –preguntó la animadora, claudicando finalmente.

Morilec asintió amplia y lentamente, con los ojos fijos en ella.

–¿Qué os dijo?

Herilane dudó un momento y se giró de forma que Nova no pudiera llegar a leerle los labios.

–Que sientes que debes matar a Nameless –susurró muy seria–. Aunque se supone que no quieres –añadió con un puntito socarrón. Los villanos tarados resultaban agotadores.

Morilec no asintió esta vez, ni negó, pero apartó la mirada un momento.

–¿Qué más?

–¿Cómo que "qué más"? –cuestionó Herilane.

Morilec entrecerró un poco más los ojos, por lo que la animadora hizo lo mismo, mosqueada.

–Dijo que, de momento, no lo ibas a hacer... –continuó Herilane, sabedora de que ella no tenía lo que hacía falta, es decir, mucho poder y locura, para amenazar a Morilec en favor de Nameless. Morilec seguía mirándola con cara de "¿Y qué más?"–. Y si sabe eso es porque entró en tu mente o te arrastró a ti a la suya –ahí hubo una pequeñísima apertura de párpados–. ¿Te organizó alguna alucinación?

Morilec siguió muda, pero todo indicaba que así era.

–Lo hace a menudo. Pero luego no va largando, ni siquiera a los cercanos. Es algo que queda entre él y la víctima. Así que no, no sé qué horrores te mostraría.

Morilec hizo una mueca indescifrable, tal vez para ella no hubiera sido tan horrible.

–Vale –dijo finalmente y dio media vuelta para regresar con Nova.

Herilane no esperó ni un segundo para seguir su camino. Opinaba que había reaccionado bastante bien, pero ahora tenía el corazón a mil. Debía decirle a Zack, o Regi, que no dejara a Morilec como un cabo suelto, porque allí había mucho peligro y ya había muerto gente con anterioridad.

–––

–¿Mejor? –preguntó Jeff y Nameless, con la boca llena, asintió.

El cocinero prácticamente acababa de desayunar, pero no le importó preparar la comida para Nameless. Y para Roca, ya que estaba, aunque ella no pensara quedarse en un principio.

–Pobre, qué carita me traías. Eisentblut, le metes demasiada caña a Nam –le reprochó el cocinero.

–No está así por eso –aseguró Roca.

¿Está? ¿Sigues estando mal? –se interesó Jeff mirando a Nameless, que eludió el contacto visual con la excusa de coger más pan–. ¿Qué ha pasado?

–Morilec. Se le ha metido en la cabeza que Morilec la quiere matar –contestó Eisentblut y Nameless se interesó ahora por rebañar bien, perfectamente, el plato.

–¡Pero si os lleváis estupendamente! –exclamó el cocinero–. Además, por lo que he oído, tardan como un año en...

–El juego de ayer la ha afectado –opinó Roca y su Subcapitana no le llevó la contraria, ahora parecía tener mucha sed.

–La verdad es que fue duro –comentó Jeff–, y que llegaras a sentir que habías pasado un año allí abajo...

Nameless asintió ambigua y se dedicó a limpiarse meticulosamente la boca y los dedos, aunque volvería a marchárselos en breve.

–Podría pedirle a mi hermana que me pase su diagnóstico psicológico –sugirió Ludo rompiendo su mutismo, ya que hasta entonces había estado muy ocupado cacharreando y picando su desayuno, para desesperación de Jeff.

–¿Diagnóstico psicológico de Morilec? –preguntó Roca.

–Sí, de Sica Morilec. Se lo hizo esta primavera, así que estará bastante actualizado. Puedo pedírselo a mi hermana y así la entenderemos mejor –propuso sacando el móvil que él mismo debía de haber armado, a juzgar por las antenas extra.

–Eh... no, mejor que no –habló al fin Nameless.

–¿No tienes curiosidad? –se extrañó Ludo.

–¿Tú no queriendo saber información? –se sorprendió Roca.

–Ya te dije cuál es el problema con ella –contestó Nameless algo desesperada–. O cuál creo que es... –flojeó al momento.

–Sí, cuál crees que es. Y también creías que te intentaría matar anoche y ya has visto –señaló Eisentblut y dejó sin argumentos a su Subcapitana, que alternaba las miradas asustadas entre el teléfono de Ludo y la puerta de la habitación.

–Hola, Erina –saludó él–. Sí, todo bien por aquí. Te llamo para que me mandes el diagnóstico psicológico de Sica Morilec, que la tenemos de compañera de curso –dijo y se quedó a la espera de la respuesta–. Oh –contestó, a saber por qué–. Vaya. Entiendo. Pues nada, gracias de todas formas –terminó diciendo y colgó.

–¿No te lo quiere pasar? –preguntó Jeff.

–No es eso –respondió Ludo guardando el móvil–. Es que, para empezar, no hay registro de diagnóstico, porque Morilec se encargó de destruirlo. Y mi hermana tampoco puede decirnos lo que sabe, secreto paciente-doctora, con una clausula de muerte si lo rompe.

–¡¿Qué?! –exclamó Roca.

–Que Sica Morilec mataría a mi hermana si nos contara algo. Así que nada –terminó encogiéndose de hombros.

–Por eso no quería –musitó Nameless con la mirada fija en el segundo plato y sus ojeras se intensificaron un tono, dándole más aspecto de gravemente obsesionada.

–Venga, todos tenemos nuestra manías –opinó Jeff sin darle importancia e instándola a seguir comiendo.

–No entendéis nada –murmuró Nameless, aceptando el tenedor.

–¿Eh? –preguntó Ludo.

–Nada, que me estaré volviendo loca –rectificó la novata.

Roca suspiró y siguió comiendo el postre. Iba a tener que encararse con Morilec y preguntarle sin rodeos si pensaba matar a su Subcapitana. Si decía que no, Nameless se relajaría al fin; y si decía que sí, Eisentblut le terminaría de romper la cabeza. Así de simple.

–––

Furia estaba ensañándose con un saco de boxeo en el gimnasio de la Academia de los Héroes. Había calentado y acababa de acercarse al ring a preguntar quién estaba dispuesto a pelear contra ella. Y todos los tíos le habían dicho que nanai. Sólo había tíos porque allí ninguna chica boxeaba y Mantis a saber dónde estaba, aunque lo suyo fuera otro estilo. Los tíos se habían negado, y se habían reído. No querían pelear contra ella porque la temían, pero se reían y la despreciaban como si fuera ella la floja. "No peleamos con chicas". Como si las chicas fueran inferiores. Y cuando había una chica que podía noquearlos, se aferraban a su regla. Manada de cobardes. Cómo los odiaba. Odiaba sus risas. ¡Sus...

Su puñetazo perforó el saco de arena, que se rajó entero al segundo siguiente y derramó todo su contenido.

...vidas!

–¡Eh! ¡¿Qué mierdas haces?! –le gritó el tío del saco cercano.

Furia giró en el sitio y le asestó una patada lateral al saco del tipo, arrancándolo del gancho, enviándolo contra la pared, donde estalló convirtiendo aquella zona en una playa. Después miró al tipo, retándolo a quejarse más. Sentía fuego en las venas y podría reventarlo a él también. Él debió de darse cuenta del peligro que corría, porque se alejó sin buscarse más problemas. Aunque cuando estuvo lejos, más cerca de otros tíos, se le escuchó decir "Puta loca histérica". Furia miró a su alrededor. Había un banco cerca, podría lanzárselo a la cabeza a ese capullo.

–Eh –dijo entonces una voz a su espalda.

–¿Qué? –ladró volviéndose.

–¿Te hace una pelea? –propuso un chaval.

–Ah, Hart, eres tú –dijo Furia y buena parte de su rabia se disolvió.

Hart era el único tío decente que conocía en aquel maldito lugar, el único que aceptaba pelear contra ella como iguales, que no se pavoneaba si ganaba ni ponía excusas tontas ni se ofendía cuando perdía.

–¿O has soltado ya toda la energía? –siguió él mirando la pequeña playa, sus palabras tenían un gusto socarrón.

–Tienes suerte de que no te atice a ti con esa energía –contestó ella con un punto condescendiente. Estaba recuperando el buen humor.

–Jah. Dicen que estoy hecho de cemento armado –contestó encogiendo sus cuadrados hombros.

Hart era un par de centímetros más alto que ella, por lo que era un tapón entre los tíos, pero estaba literalmente cuadrado y era jodidamente resistente.

–¿Es que no sabes lo que un puñetazo mío le hace un muro de cemento?

–Sólo cuando estás cabreada. Y conmigo nunca peleas cabreada.

No, porque era verlo y recuperar la fe en la humanidad, o al menos en una porción chiquitita. A él nunca le atizaría con la energía destructora con la que acababa de reventar los sacos de arena.

–¿Vamos a buscar un ring? –sugirió Hart.

Furia asintió, aunque a primera vista estuvieran todos ocupados. Igualmente, él siguió adelante y fue a mirar de cerca. A Hart a veces le decían "En cinco minutos terminamos" o "Ey, me he quedado solo, ¿te hace un combate?". A él no lo ignoraban siempre; a veces sí, por novato, pero no siempre, porque era chico. Y así encontró un ring que estaba a punto de librarse.

–Ah, ¿vas a pelear con ella? –le preguntaron a Hart cuando vieron acercarse a Furia.

–Sí. ¿Algún problema? –preguntó él, sin demasiada hostilidad, pero también sin ofenderse o lo que buscara aquel tipejo con su desdén.

–No, tú sabrás –le contestaron alejándose.

Hart no respondió. No era de respuesta rápida, no se le daba bien la ironía ni el sarcasmo, ni encontrar respuestas ingeniosas que noquearan al oponente; por lo que, como el murete de cemento armado que era, no contestó. Furia tampoco dijo nada. ¿Qué demonios se respondía a un "tú sabrás"? ¿Qué quería decir un "tú sabrás"? Nada, no significaba nada, pero hacían que sonara como si Hart estuviera cometiendo una estupidez. ¿Por qué? ¿Por si perdía contra una chica? ¿Por si ella le contagiaba su mala fama? La cabreaba tanto que sentía lava en vez de sangre.

Y el remate llegó cuando se estaban colocando en el centró del ring y sonó el grito.

–¡DIANA! –rugió el Capitán Panocha.

Furia apretó la mandíbula. Su madre le había explicado que su nombre venía de una diosa bastante molona y con mala leche, pero aquella gente hacía que sonara como un simple nombre de chica, algo que se podía gritar para llamarle la atención y humillarla delante de toda la clase, o gimnasio. Para colmo, al resto de la gente Panocha la llamaba por su apellido, excepto a algunos tíos con los que tenía confianza. Pero a ella no la llamaba por su nombre porque hubiera confianza, la llamaba como si fuera una cría que hubiera entrado en casa con las botas llenas de barro.

Odiaba a Panocha. Odiaba que casi tuviera dos metros de alto y la mirara desde allí. Odiaba su cuerpo musculado, del que el profesor estaba tan orgulloso. Odiaba su pelo rubio repeinado, como lamido por una vaca. Detestaba el estúpido caracolillo que le hacía sobre la frente. Odiaba el vozarrón con el que le gritaba. Odiaba sus carcajadas cuando se reía de algo que no tenía maldita gracia. La asqueaba enormemente su existencia.

–¡DIANA! –repitió Panocha subiéndose de un salto al ring–. ¡¿Se puede saber qué le has hecho a los sacos?!

Ah, con que era eso. El tipo que había escapado con el rabo entre las piernas y la había llamado "Puta loca histérica" había ido a chivarse. Furia apretó los puños. Su interior era un volcán a punto de entrar en erupción, pero habló con calma, como Mantis estaba empeñada en inculcarle, porque aquello les hacía más daño.

–Tendrá que buscar sacos más resistentes, porque resulta que esto es una academia de héroes. ¿O resulta que soy la más fuerte de todos?

En el silencio siguiente se escuchó el chirrido de decenas de egos masculinos dañados.

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¡Bienvenides seais a la Academia Machista Heteropatriarcal!
Digooooo, a la Academia de los Héroes.
Dónde las heroínas podrían llegar a más si no derrocharan el 66% de su energía en aguantar machunos de mierda.

Es hora de que nos sentemos a replantearnos quiénes son los verdaderos malvados de IEvsHA.
Por si lo sospecháis, sí, me he inspirado un poquito en la realidad.

Podéis apoyarme invitándome a cafés en Ko-fi [https://ko-fi.com/cirkadia] y/o comprando mis cosas en Libreteka [http://libreteka.es/es/].
Me falta un poco para poder pagar la portada del 4º tomo de Lirio, así que ya sabéis qué hacer para tener más droga rica al alcance.

Por cierto, estoy pensando en hacer spin-offs de cómo llegaron allí los personajes. Estos días he estado pensando en Herilane, la Doctora y Sinister. Sinister de momento me lo voy a guardar por cosas de trama, ¿pero de Herilane y la Doctora cuál os interesaría más? Es para el recopilatorio del año completo, DLC de pago para sacaros los cuartos (?).

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