16. Malos instintos (2ª parte)
Nameless salió tambaleándose de su cubículo, el traje todavía no le dejaba moverse bien. Golpeó la puerta de Sica, con la mente centrada en la figura que percibía sentada en el suelo bajo el chorro de la ducha.
–Sica, ¿estás mal? –preguntó preocupada e intentó abrir la puerta, pero aquella estaba cerrada con pestillo.
–¿Qué andas? –inquirió Roca.
–Está en el suelo –contestó Nameless y quiso asestar una patada para abrir por las bravas, pero sufrió un tirón por toda la espalda y acabó encogida del dolor.
–Tú sí que estás por el suelo –dijo su Capitana con sorna–. Al menos se te está rompiendo la cosa esa –apreció y soltó un manotazo distraído a la puerta, rompiéndole el cerrojo a la primera–. Vaya, vaya.
Nameless se incorporó apretando los dientes cuando vio con sus propios ojos a Sica sentada en un rincón del cubículo, recostada contra la esquina, con el agua cayéndole en el cuerpo desnudo. Tenía los ojos abiertos pero la mirada completamente perdida.
–¡Sica! –repitió entrando, dispuesta a ayudarla, y de repente se encontró esquivando un filo y apartando una mano, y chillando de dolor cuando el puñetero traje se desgarró en su omóplato–. ¡Que soy yo! –le gritó a la cara de mirada aún ida.
–Vete... –murmuró Sica.
–Y una mierda –contestó, sintiéndose algo mejor cuando el agua caliente de la ducha siguió deshaciéndole el pringue negro que la condenaba a una postura reptiliana.
–Estoy... bien...
–No enfocas y tienes el corazón a mil –contestó y le puso una mano en la frente, quedando al momento atrapada y retorcida por la mano libre de Sica–. Y estás ardiendo. Maldita sea, deja que te ayude –exigió quitándole el puñal y abriendo el agua fría.
–No –contestó Sica, reanimándose un poco cuando le cayó el chorro helado.
–Ya me parecía a mí raro que no te inmutaras por mi puñetazo –dijo Roca con satisfacción, recostada tan pancha, y desnuda, contra el marco de la puerta que había reventado.
Nameless se fijó en que Sica tenía su mitad izquierda de la cara más hinchada y roja que la otra mitad. Había una zona en el pómulo que incluso empezaba a ponerse púrpura.
–Así que puedes aparentar que todo va bien, pero acaba pasándote factura, ¿eh, Morilec? –continuó regodeándose Eisentblut mirándose el puño con orgullo.
Aquellas palabras le sentaron fatal a Sica, que intentó ponerse en pie por cuenta propia.
–Vamos a la Enfermería –indicó Nameless, queriendo ayudarla a levantarse, pero se encontró con que Sica tenía más armas y le había puesto un cuchillo en el cuello–. ¿No se supone que somos amigas? –preguntó mirándola a la cara, por no mirar el arma–. Eso no puede significar sólo que eres tú la que me ayudas cuando estoy mal. Si tú estás mal...
–Estoy bien –farfulló Morilec, aunque no se lo creía ni ella, y entonces reexaminó la situación–. Oh –dijo al ver que Nameless había puesto en su costado el puñal que antes le había quitado–. Da igual, yo podría degollarte y tú sólo me harías un rasguño.
–Ya, se me da fatal –reconoció Nameless–. Necesito que me enseñes. Pero para eso no puede darte una hemorragia cerebral.
–Estoy bien –repitió terca–. Cosas peores he pasado.
–Bueno, pero eso fue antes de que fuésemos amigas.
Sica la miró intensamente y Nameless se sintió más incómoda.
–¿Te... agobio? –planteó, por si aquél era el tipo de acción que condenaba a muerte a los amigos de los Morilecs.
–Un poco... –musitó Sica–. Pero entiendo tu punto de vista.
–Vale, entonces puedo decir... Ayayay, el traje se me vuelve a pegar con el agua fría –se quejó doblándose a un lado cuando los pedazos negros tiraron de su cadera.
–Pues sal de ahí, idiota –dijo Roca tirando de ella personalmente–. Si no vas a tener lengua de un palmo, no me interesa que te pongas monstruosa otra vez.
Nameless arrastró a Sica ya que iba hacia afuera.
–Me termino de quitar esta mierda y te acompaño a la Enfermería, ¿vale? –propuso, regresando renqueando a su ducha de agua muy caliente para terminar de despellejarse.
–¿Puedo ayudar? –ofreció Nova entonces, envuelta en una tolla y, lejos de reconfortar a Sica, la puso todavía más a la defensiva–. Lo siento, no quiero molestar, pero...
–¿Es por orgullo? –planteó Nameless mientras se frotaba para arrancarse las tiras negras de la espalda–. ¿Tienes una fama que mantener?
–No –contestó Morilec reticente.
–No, qué va –se burló Roca.
Desde su ducha, Nameless vio que Sica agarraba con fuerza su cuchillo mientras Nova le acercaba una silla con cautela.
–¿Es porque sabemos un punto débil tuyo? –continuó Nameless, sintiendo que se la estaba jugando, mientras se arrancaba los botines, quitándose al fin las garras palmeadas de los pies.
La respondió un silencio ominoso. Nameless se tanteó entera e hizo movimientos amplios, buscando rápidamente cualquier resto negro que pudiera pegarle un tirón en el momento menos apropiado.
–Sí, es eso –confirmó Eisentblut, muy divertida–. Pues es verdad eso de que la estás analizando.
Nameless cerró los ojos con pavor. Sica se había puesto aún más tensa. Ahora sí que sentía el peligro y las ganas de huir del baño. Aquello era por lo que los amigos de los Morilecs no duraban mucho, estaba segura, porque averiguaban sus puntos débiles.
–Tampoco es que sea un gran punto débil –dijo, lanzándose a la piscina, o lo arreglaba o se quedaba sin garganta–. Quiero decir, no es un puñetazo de cualquiera, es uno marca Eisentblut. Nadie más aparte que ella puede dártelo, así que da igual que lo sepamos, jamás vamos a golpear así –alegó, saliendo del cubículo y cubriéndose con una toalla, preguntándose cómo de digna quedaría en ella cuando fuera un cadáver.
–Mi madre también puede –soltó Roca, empeñada en echar carbón a la caldera de ideas peligrosas de Sica–. Ya le atizó a tu padre, y no volvió a por más –se regocijó–. Necesitó tres costillas nuevas, ¿no?
–Entonces no es ninguna novedad –exclamó Nameless y se dio cuenta de que la voz le había salido demasiado estridente a causa del miedo–. La única que puede usar el puñetazo aquí ya lo sabía, o al menos lo sospechaba.
Morilec se pensó aquello y terminó asintiendo de mala gana. Tenía toda la cara de pensar "De todas formas, preferiría que no lo supierais".
–¿Vamos? –dijo Nameless, poniéndose el albornoz después de secarse un poco. Sí, iba a pasearse así por el Instituto del Mal; tenía reparos, pero a saber qué pasaría con Sica si iba a su cuarto a vestirse adecuadamente.
Nova quiso tenderle la mano para ayudarla a levantarse, pero Morilec la rechazó sin siquiera mirarla. Nameless recordó lo que había dicho Jeff sobre que los Morilecs fueran desagradables, paranoicos, agresivos, maleducados, altaneros... Ahí estaba todo y, al menos en el caso de Sica, a causa de no querer reconocer un momento de debilidad. Bueno, seguramente Roca actuaría parecido si alguna vez le caía un meteorito encima y le hacía pupa.
–En el pasillo hay bastante gente –explicó Nameless gracias a percibir a través de la pared y echó un albornoz gris claro por los hombros de Sica.
–Ah, vale –aceptó Nova, comprendiendo que su ofrecimiento de ayuda no fuera aceptado, aunque se quedó visiblemente incómoda. Aun así, fue con ellas.
–¿Entonces no hay carnicería? –preguntó Skull apenada cuando salieron al pasillo, cargada con sus bártulos para la ducha. Su maquillaje de calavera colorida más o menos aguantaba, después de todo el día pasada por agua, por lo que necesitaría un desmaquillante especial, o un chorro de arena.
–¿Quieres una carnicería? –propuso Roca, arremangándose el albornoz.
–No si me involucra a mí –contestó la Animadora Infernal y remolcó a Karla, que miraba con fijeza la cara golpeada de Sica, que le devolvía la mirada de una víbora con el veneno preparado.
Cuando las cuatro se alejaron un poco, el resto de las chicas entró en el baño. Habían estado esperando sólo para no hacerlo con ellas dentro. Nameless pensó si tanto miedo daba la suma de Roca y Sica. ¿Tanta impresión daban de que iba a haber muerte y destrucción en cualquier momento?
–Puedo sola –murmuró Sica mirando al frente, pese a sus pasos fueran inseguros.
Nameless iba a recordarle en qué consistía la amistad cuando Jeff les pegó una voz.
–¡Ey! ¿Hoy fiesta de albornoces?
–Tenemos que ir... un momento a la Enfermería –contestó Nameless antes de que Roca pudiera soltar alguna burrada que echara más combustible al fastidio de Morilec.
–Vale. Después volved a cenar. Sin falta –ordenó el cocinero regresando al interior de su cuarto.
–¿Eso ha sido una amenaza? –preguntó Nova cuando se hubieron alejado un poco.
–Totalmente –respondió Nameless, atenta a que los pasos de Sica no se volvieran más inestables.
–Si su familia te invita a comer, lo mejor es ir –recomendó Roca–. A no ser que quieras ganarte su odio.
Doblaron una esquina y entraron en una zona desértica entre los dormitorios y el Comedor, donde Sica perdió al fin el ritmo y la rectitud. Nameless, que lo había estado esperando, acudió sostenerla en pie, encontrándose, como también esperaba, con su férreo rechazo.
–Te has comido ese puñetazo por mí, así que déjame ayudarte –le susurró, limitándose a poner su mano bajo un codo de Morilec–. Y no hay nadie más que vaya a verlo.
–¿Seguro? –siseó Sica, no muy contenta, pero permitiendo que la tocara–. No sería la primera vez que tu percepción te fallara.
Nameless repasó las ocasiones en las que el invento de Ludo le hubiera fallado y Sica pudiera saberlo.
–Ah, ¿lo dices por cuando Darkheart apareció y mordió a Killogore? –probó finalmente.
–No estaba tridimensional, era una sombra, por eso no lo percibiste –explicó Morilec, con evidentes ganas de resultar ofensiva.
–Sí, es una mierda cuando se pone así –coincidió Roca–. Cuesta verlo.
–Ya, bueno, vale, a Darkheart no lo percibo –aceptó Nameless–. Pero tampoco es importante eso, porque seguramente Roca se lo acabe contando...
Sica taladró a la aludida con una mirada letal.
–¿Sí, se lo voy a contar? –preguntó Eisentblut como si fuera la primera en sorprenderse.
–Le cuentas todo. Le has hablado de mi orientación sexual –acusó, aunque su plan era intentar relajar a Sica contando cosas vergonzantes propias.
–Pero eso es porque sabe mucho del tema y tú eres rara –explicó Roca.
Avanzaron unos metros antes de que Nova tuviera que preguntarlo:
–Perdón si me meto donde no me llaman, pero... ¿qué tiene de especial tu orientación?
–Que no tiene –soltó Roca encogiéndose de hombros.
–Oh.
–¿No te atrae nadie? –inquirió Sica, olvidándose de su mal humor por un momento.
–No –contestó Nameless, aliviada de aligerar el animo de su peligrosa amiga, pero incómoda por entrar en un tema en el que parecía ser única.
–Sabia decisión –suspiró Morilec, dejando recaer un poco de peso en ella.
–No es una... decisión –corrigió Nameless. No tenía muy claro qué pasaba con ella, pero estaba segura de no haber decidido nada. Simplemente le faltaba algo que, por lo visto, todos los demás tenían–. No lo siento, y ya está.
–Oh. Entonces te envidio todavía más.
–Morilecs –rumió Roca.
Así llegaron a la Enfermería. La Doctora estaba recogiendo instrumental con aire distraído, parecía haber tenido pacientes hasta hacía poco, pero, por suerte, ya no había nadie. Se sorprendió un poco al verlas a las cuatro en albornoces, pero el pasmo no le duró más de un segundo. Cosas más raras habría visto en el Instituto del Mal.
–¿Qué puedo hacer por vosotras? –se ofreció.
–Necesito una radiografía de mi cara –se adelantó a pedir Sica, señalándose vagamente el lado magullado.
–Ya veo... Por aquí.
Nameless se sentó a esperar y a pensar en por qué las relaciones en el Instituto del Mal tenían que ser tan complicadas. Aunque, bueno, era "del Mal", ¿que otra podía esperar? Amistades tranquilas y seguras estaba claro que no.
–Eisentblut, ¿pretendías matarla? –reprochó al cabo de un rato la Doctora mirando la radiografía.
–Sí –contestó tan pancha–. ¿Ya se ha corrido la noticia?
–No, es lo que estoy viendo aquí –contestó la mujer–. Tienes agrietado el cigomático, Morilec.
–Me lo suponía –contestó echando un vistazo a la radiografía–. Entonces con un poco de hielo bastará.
–Sí... –aceptó sacando una bolsita de hielo, que envolvió en un paño.
–¿No está roto? –se decepcionó Roca.
–No, y a cosas peores ha sobrevivido Morilec –observó la Doctora con ojo clínico–. Tan joven y tan destrozada –murmuró apenada.
–Pues no se le nota –comentó Eisentblut mirando a Sica.
–Boris me reconstruyó la mandíbula –explicó ella sin darle importancia–. A cambio, no puedo aceptar ningún encargo que lo incluya como objetivo.
–Eh... Boris me dijo que a mí tampoco... –empezó insegura la Doctora.
–Por esta reconstrucción del parietal tampoco puedo aceptar encargos que te incluyan como objetivo. Consiguió curar también el cerebro y que no perdiera habilidades, así que supongo que lo merece.
–¿Pagas a Boris prometiéndole no matar gente en concreto? –alucinó Roca.
–Sí. Y por un arreglo en la cadera y otro en una vértebra, tampoco puedo a la señora Khaos. Supongo que estará esperando a la siguiente vez que me rompa mucho para incluir a Karla.
Y, como si la hubiera invocado, la mentada abrió la puerta de la Enfermería sin llamar.
–¿Está roto? –preguntó dando una voz.
–Sólo agrietado –contestó Sica.
–Mierda –gruñó la animadora y se marchó cerrando de un portazo.
–Supongo que le habría hecho ilusión reconstruirte –suspiró la Doctora–, igual que Boris.
–¿Qué hace falta para hacerte esos destrozos? –se interesó Roca haciendo gala de toda su psicopatía, porque estaba claro que lo preguntaba para pretender hacérselo ella algún día.
–Pregúntaselo a mis padres –contestó Sica con frialdad–. Y ahora... –le prendió fuego a la radiografía con un mechero.
–¡Eh! –se quejó la Doctora.
–Suficiente que lo habéis visto. No quiero que quede constancia.
–Qué paranoicos sois los Morilecs –despreció Roca.
–Sí –aceptó secamente.
–Bueno... –empezó Nameless– Si alguien con conocimientos de anatomía estudiara sus radiografías y descubriera puntos débiles en la estructura... con un puñetazo destructor de los tuyos seguramente se podría hacer saltar a una persona como un puzle.
–Oh –dijo Roca, reconsiderándolo con interés y Sica asintió, era justamente aquello lo que no quería que pasara.
–Pues si sólo necesitas hielo y reposo –continuó Nameless, procurando no detenerse a pensar cómo sólo iba a necesitar eso después de semejante destrozo–, vamos a la cena de Jeff.
–No creo que yo estuviera incluida –dijo Sica.
–Yo creo que sí. Y después de Roca y sus puñetazos, y tú y tus puñales, no quiero que Jeff se cabree y saque los tenedores de trinchar.
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Bienvenides a la montaña rusa del SicNam~
No saquéis brazos ni piernas ni cabezas del vehículo, distintos objetos afilados podrían amputaros~
A la salida os recomendamos ir a la Casa del Terror~
Bueno, coñas aparte, en esta parte (valga la redundancia) hay bastante información sobre el lore de IEvsHA. ¿Os suscita preguntas? ¿Recuperamos lo de las preguntas?
¿Os suscita invitarme a cafés tal vez? https://ko-fi.com/cirkadia
-Ajaja, qué cachonda, que nos pide dineros. ¿No es mona?
¡Ah, y firmadme aquí para eximirme de culpa si un cuchillo perdido os rebana una parte importante!
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