15. Terror subacuático IV (80)
Mientras, atrás, al otro lado del muro de piedras desmoronadas, se había desatado el caos. No todos llevaban bien el no saber qué hacer para avanzar, Tessa Bloodmist tenía hambre... y habían comenzado a pelearse en serio. Para colmo, Ludo había rapiñado todas las baterías, incluidas las de las linternas, por lo que la batalla se estaba dando a tientas, guiándose por los gruñidos ajenos, sin percatarse de que estaban inmersos en una neblina carmesí. Mientras, Khaos continuaba taladrando y desescombrando, a su aire; hasta que un arponazo perdido lo atravesó de la nuca a la frente. Su máquina se descontroló, como si la enfureciera la muerte de su creador, y provocó un derrumbamiento que le dio sepultura a Ludo y al puñado de gente que lo rodeaba.
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Cuando la mayor parte de la lista de "En juego" se volcó en "Descalificados", Max Pain parpadeó y se frotó los ojos sobre los párpados.
–Veamos... echo en falta a Morilec –dijo finalmente.
–¡¿Ella también?! –exclamó Violet Kill comparando las listas y después se asomó a comprobar que no estuviera en los pasillos de alumnos torturados–. Siendo ella, habrá acabado descubriendo que el chaleco tiene un chip de localización.
–¿Dónde se ha perdido su señal? –preguntó el profesor de Supervivencia, rebobinando.
–Ahí, en esas pozas –contestó la profesora señalando el mapa–. De las que no tenemos buen ángulo de visión. Es buena... ¿Es posible que haya averiguado que por ahí está el camino alternativo?
–Bueno, es una Morilec, se nos ha prometido que es capaz de hacer cualquier cosa.
–Sí, sí, pero no es a ella a quien estoy buscando.
–Mmmmh... la verdad es que se me ha hecho raro que no te estuvieras ensañando con Nameless. Pero tampoco pone que siga en juego.
–La atacó un tiburón nada más empezar.
–Pero no la mató, o estaría aquí –dijo Pain echándole otro vistazo a los alumnos torturados, le parecían tan monos... Saludó a un par de recién llegadas que miraron en su dirección.
–Perdió el chaleco, con la botella de oxígeno, justo al principio de la galería –señaló Kill apuñalando el mapa con el dedo.
–¿Y? Esa chica es toda una superviviente. Algo habrá hecho. ¿Seguro que no se lo ha robado a nadie y la tenemos en juego con el nombre de otra persona?
–Seguro. Y, desde entonces, no han pillado las cámaras ni una vez.
–Pues... puede que haya seguido adelante pese a todo, sin oxígeno, luz ni comida... o puede que se haya quedado atascada en algún ángulo muerto.
–Búscala –ordenó Kill, cogiendo de nuevo la fusta–. Mueve las cámaras, pero elimina esos ángulos muertos. Yo tengo que encargarme de los nuevos perdedores –añadió y le soltó un fustazo en el culo que hizo que Pain se estremeciera encantado.
–Ah... He encontrado a Morilec –dijo cuando se concentró.
–¿Dónde?
–En la última cámara. No lleva nada excepto el neopreno y el cuchillo.
–Vale. Sigue buscando a la rata escurridiza –ordenó Kill saliendo.
–Violet.
–¡¿Qué?!
–Que vengas a ver esto –indicó gratamente sorprendido.
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Horas antes...
Nameless emergió del agua y su instinto de supervivencia la empujó a buscar un lugar al que subirse para que los tiburones no le pillaran las piernas. Había perdido la linterna (junto con el chaleco y al bombona de oxígeno), pero, por suerte, el invento de Ludo seguía funcionando. Se aupó a un pedazo de roca y, allí, el súbito y descomunal esfuerzo que había hecho para ponerse a salvo la aplastó sin piedad.
Cuando despertó, estaba muy desorientada. Tras unos momentos rebuscando en su mente, se ubicó en una pequeñísima cámara de aire sobre la galería de los tiburones. En cuanto al tiempo... tenía la sensación de que habían pasado unas cuantas horas.
Se incorporó de repente, asustada de lo que Kill pudiera hacerle a una rata que hubiera pasado todo el juego escondida en un rinconcito libre de monstruos. Libre por el momento. Si algo surgía del agua, no tendría dónde escapar. Aunque si bajaba al agua... tampoco tendría dónde ir. Regresar al aire libre le requeriría una capacidad pulmonar muy superior a la que tres o cuatro ellas tendrían.
Tuvo que tumbarse cuando notó que se le iba la cabeza. Lo que veía en la oscuridad se distorsionó. Sentía que no tenía suficiente oxígeno. Lo que no sería de extrañar. Alguna vez había leído que la concentración de oxígeno en lugares así era muy baja. Y si además llevaba horas allí, consumiendo...
Después de desesperarse un rato, decidió que no podía quedarse allí. Tenía que seguir. Pese a los tiburones. Pese a no tener botella de oxígeno. Pese a tener tanta hambre. Hacía tanto que había tomado el desayuno de Jeff... y menos mal que el cocinero había tenido el detalle, o llevaría todo el día en ayunas. Con cautela, se acercó a la superficie del agua; a veces se ondulaba, pero no parecía haber surgido nada en todo aquel tiempo. Estaba aterrada porque un tiburón pudiera saltar y arrancarle la cabeza de un mordisco, por lo que luchó por convencerse de que, estando en absoluta oscuridad, no podrían verla; y mientras no sangrara...
Tomó un poco del viciado aire y metió la cabeza en el agua. Así las ondas ecolocalizadoras debían de llegarle mejor, porque de repente pasó a ver la galería al completo. Sí, había tiburones, pero ninguno parecía haberse percatado de una deliciosa cabeza de rata. Y no parecía haber más bichos por allí. Gracias a sus entrenamientos con Roca, pudo estar un buen rato en aquella posición, cartografiando mentalmente el terreno en tres dimensiones, hasta que intuyó otra superficie plana y no tan dura como la piedra.
"Ah, Roca...", pensó mientras recuperaba el aliento, "seguramente me ha abandonado en cuanto me atacó el tiburón. No me extraña, le prometí no retrasarla, sino ayudarla, y voy y caigo a la primera...", se lamentó. Aunque otra vocecilla en su cabeza añadió "¿Qué le hubiera costado subir aquí y echar una mano?". Pero con Roca, una psicópata brutal y despiadada, no podía esperarse otra cosa.
Se sumergió con mucho cuidado de no crear ondulaciones, chapoteos ni corrientes de agua. No percibió el líquido tan frío como recordaba de la mañana, tal vez se habría templado, o tal vez fuera ella la que tuviera hipotermia. En tal caso, mejor moverse un poco. Al hundirse un par de metros, pudo comprobar que la superficie plana y blanda que percibía más adelante tenía toda la pinta de ser otra pequeña cámara de aire. Estaba algo lejos, más teniendo en cuenta a los tiburones con los que tendría que andar con tiento, pero no le quedaba otra.
Emergió, tomó una bocanada de aire empobrecido y comenzó a bucear lentamente, sin grandes esfuerzos, esperando a que el impulso la llevara lo más lejos posible antes de dar otra brazada. Percibía a los tiburones nadando bajo ella como enormes submarinos articulados y devoradores de carne, por lo que se mantuvo bien pegada al techo, buceando con ritmo constante, el mismo de sus plegarias para pasar desapercibida.
Pero uno terminó por percatarse y enfiló hacia ella como un torpedo coronado de estacas cual geoda abierta. Nameless tuvo la sangre fría de aguantar hasta el último instante, dar un par de brazadas muy seguidas y dejar que el monstruo acuático se diera de morros contra un picacho, lo que hizo que la galería entera temblara y que algunas piedras se desprendieran y precipitaran. Ella retomó el ritmo, consciente de que cualquier movimiento de más podría ahogarla. Por suerte, los tiburones cambiaron bruscamente de trayectoria, parecía que otra cosa les interesaba más en la parte baja de la galería. ¿Era una persona? Bueno, ya no.
Alcanzó la bolsa de aire y emergió dando una profunda bocanada. Si allí el aire también estaba viciado, ella había dejado de notarlo, porque no tenía nada mejor. Se aupó a la estrecha cornisa para no dejar la mitad inferior de su cuerpo a merced de los depredadores. Se quedó allí lo que calculó que serían unos minutos, hasta que aflojó la tensión por haber estado a punto de ser devorada por un megalodón y después ser enviada a la mazmorra de Kill, y no sabía cuál de las dos experiencias le daba más miedo. Pero tenía que continuar, hacer el paripé hasta que dieran por terminada aquella locura.
Regresó al agua con la suavidad de una serpiente y examinó el entorno. Los tiburones continuaban a lo suyo y la siguiente cámara de aire estaba más o menos a la misma distancia que la que acababa de recorrer. Podía hacerlo, sobre todo si no la atacaba nada, como fue el caso. Más confiada, se limitó a reponer aire y hacer el tercer tramo sin descansos. Y el cuarto. Todo apuntaba a que se había vuelto invisible o parte del decorado para los depredadores. Pero entonces escuchó y sintió el rugido de algo descomunal subiendo y bajando, unos cientos de metros más adelante, y se refugió en la quinta cámara de aire.
Aumentó la potencia de la ruleta de la derecha hasta que le chirrió el cerebro, vio a través de los muros de roca y alcanzó a calcular el enormísimo tamaño del monstruo que subía y bajaba por una galería vertical, no muy lejos de allí. Podía ser un gusano gigantesco, o una serpiente colosal. En cualquier caso, sería capaz de comérsela como a un caramelo para la tos. La siguiente cámara de aire se encontraba justo sobre la galería vertical, ahora podía atisbarla a través de la pared, lo que le estaba friendo un poco el cerebro. Aunque, como no tenía estímulos visuales y prácticamente tampoco auditivos, su cabeza parecía estar asimilando el esfuerzo, retocando la información para que no fuera tan mareante, hasta que vio claramente el camino a seguir.
Volvió a meterse en el agua, en la que empezaba a sentirse cómoda, y comenzó a bucear, aprovechando que el gusano monstruoso estaba en el fondo de su galería. Tenía tanta hambre que se preguntó si Jeff sería capaz de hacerlo comestible. Sí, seguro que sí. Ay... ¿dónde estarían Jeff y Ludo...?
Llegó a la cámara de aire cuando abajo, muy abajo, el monstruo se removía en su guarida. ¿La habría percibido? Ella sí que percibió algo en la cámara, pero no podía echarse atrás, necesitaba el aire; por lo que emergió, respiró hondo y examinó el lugar rápidamente, localizando una figura antropomórfica. Dudó. ¿Sería alguien que se había quedado sin material de buceo, como ella?
–¿Hola? –preguntó una voz, posiblemente conocida, y para Nameless fue impactante después de tantas horas de silenciosa soledad–. Puedes subir si quieres.
Sin perder su cautela, Nameless se aupó por el lado contrario a la figura. No hizo más ruido que el de las gotas al caer de su traje de neopreno. Su olfato le advirtió que el aire de allí debía de tener algo sospechoso, por cómo olía.
–¿Estás bien? –continuó la voz–. Me parece percibir tu cansancio.
–Voy tirando –murmuró Nameless, y se alegró de no haber perdido el habla en aquel tiempo.
–Ah, Nam, ¿eres tú? Soy Liss –se presentó al percibir que ella no contestaría.
–¿Así que el olor raro es que estás fumando?
–Tenía puestos unos inciensos, hasta que me he acordado de que el fuego consume oxígeno. Pero creo que ya he montado una buena niebla.
–¿Algo alucinógeno? –se preocupó Nameless.
–Sólo relajante, no opiaceo. No vas a dormirte buceando a apnea, sino que te va a templar los nervios y te ayudará a llegar más lejos.
–¿Qué haces aquí? –preguntó, dándole un voto de confianza, porque todavía no había empezado a ver las cosas del revés ni a gente con alas en llamas.
–Relajarme. No me va el rollo competitivo. ¿Y a ti?
–No soy competitiva. Pero no me gusta... no hacer nada.
–No quieres sentirte inútil, ¿eh? ¿Y qué vas a hacer con la morena?
–¿Morena? ¿Eso es el bicho enorme? Bueno, tiene más sentido que un gusano abisal.
Liss emitió una risita.
–También podría ser, con Satán nunca se sabe. Pronto volverá a subir, ¿cómo vas a pasar por ella?
–Ni idea, he perdido todo el material.
–¿Quieres mi cuchillo?
–¿Contra semejante bicho?
–Incluso semejantes bichos tienen partes blanditas –dijo Liss teniéndole el cuchillo en la oscuridad.
Nameless rodeó la abertura al agua y tomó el cuchillo con cuidado.
–¿Seguro? –preguntó inquieta.
–¿Que si quiero darte mi cuchillo? Sí. ¿Qué plan tienes tú? Y no me digas que no se te ocurre nada. Me interesé por tu noche lunática, considera que me remordía la conciencia porque Zack te pudiera haber atrapado por el humo de mi hoguera. De paso, también he visto los vídeos de tu última práctica de Supervivencia. Se te da bien hacer planes cuando estás en minoría y tienes que enfrentarte a alguien mucho más poderoso que tú.
–Juego como una rata –musitó Nameless, negándose a aceptar el cumplido.
–¿Y qué le haría una rata a una morena? –preguntó Liss con una mezcla de curiosidad y reto.
Nameless dirigió su atención al agua y su mente hizo efecto catalejo, sumergiéndose en las profundidades, hasta enfocar la cara del monstruo. Tenía una boca espantosa, como la de los tiburones, pero más amplia y con dientes como estacas, podría hacerse una espada con uno de ellos. La piel tenía toda la pinta de ser muy dura y resistente. Pero los ojos... los ojos no podían tener mucha coraza.
–Puede que haya una forma... aunque como la pifie... –dijo para sí misma, inclinándose más sobre el agua, como una nadadora que esperara el pistoletazo–. ¿Por qué no estoy muy preocupada ni asustada?
–Será por el incienso.
–Me lo suponía...
La morena gigante había comenzado su ascenso, por lo que la mente de Nameless fue retrayendo la lente. Bajó al agua, tomó aire, se sumergió y se acuclilló bocabajo muy pegada a la roca. Si el monstruo intentara comérsela, se dejaría los dientes contra el muro, como el tiburón. Pero se detuvo cuando todavía le quedaba un trecho. Nameless reajustó las lentes a tamaño humano y alcanzó a ver tres figuras que se habían librado de ser engullidas y que ahora permanecían aplastadas entre el monstruo y la pared. La morena empezó a retroceder lentamente, no iba a permitir que se le escapara nadie. Y Nameless no iba a permitir que se le escapara una oportunidad así.
Se impulsó con las piernas y se lanzó como un torpedo hacia uno de los ojos de la morena, que la percibió, pero no pudo hacer nada por eludirla. El terreno se volvió inestable cuando la hubo dejado tuerta, por lo que se lanzó a aferrarse a las branquias, la única zona que no era resbaladizamente lisa, haciéndole aún más daño. La bajada fue demencialmente veloz, el bicho se dejó el resto de la comida y descendió como si tiraran del carrete, por lo que la presión estrujó a Nameless sin piedad, amenazando con reventarle los tímpanos e incrustarle las plaquitas sensoriales de por vida en el cráneo. Aunque, con semejante inmersión, no parecía que su vida fuera a dar mucho de sí. Se le escapó prácticamente todo el aire cuando la morena se refugió en su estrecha ruta y ella se soltó, yendo a golpearse contra el suelo a causa de la inercia.
Percibió un agujero en la roca a su izquierda. Sí, notaba una galería ascendente. Con un poco de suerte, habría aire. Si no, su patética aventura habría llegado dolorosamente a su fin. Buceó en agonía y entró en el agujero cuando el cerebro empezaba a volvérsele loco por la falta de oxígeno y su único pensamiento era "no tragar agua, todavía no". La mente le parpadeó un par de veces mientras ascendía prácticamente sin moverse.
Nada más salir al aire, se desplomó jadeando y su cerebro pidió un reinicio del sistema.
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Bueeeeeno, pues ya veis que he cometido la maldad de que Nameless estuviera en prácticamente todas las escenas anteriores e_e Y que es, si no la culpable, al menos la inductora de alguna que otra muerte e__e;;; (Foster le va a coger manía a este paso...)
A día de hoy tengo material para publicar hasta el 17 de noviembre. Me propuse en su día publicar durante un año del tirón, pero voy a andar muy justa. Sería aguantar hasta finales de enero. Haré lo que pueda.
Podéis apoyarme invitándome a un café [https://ko-fi.com/cirkadia]
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EDIT: Conseguí publicar el año del tirón. Y espero hacer lo mismo ahora con la 2ª temporada. Venid a mi Patreon para apoyarme, podéis desde 1$ [www.patreon.com/Cirkadia]
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