13. Bailar con el Diablo bajo la Luna I (59)

 –¿Qué... Qué pasa? –balbuceó Nameless, derrumbada en el suelo.

–La luna habrá terminado de salir del todo –supuso Roca, que se había quedado sujetándole un brazo, por lo que Nameless estaba en la postura de una muñeca de trapo colgando.

Desde el Comedor les llegaban alaridos más intensos y desgarrados, no estaba claro si de los lunáticos o de los no-lunáticos.

–Vale... –aceptó Nameless, con la mano libre sobre los ojos–. Soy una lunática, vale –claudicó jadeando–. Pero no quiero quedarme aquí. No me siento segura. Por favor.

–Que sí, que sí –Roca tiró de su brazo para ponerla en pie y cargar con su peso como el pelele que era.

–¿Dónde vamos? –preguntó suspicaz. Si de normal no se fiaba de la gente del Instituto, en ese momento estaba alerta como un pequeño roedor sabedor de ser la base de la cadena alimenticia.

–A la habitación.

–¿Sí? ¿No me vas a intentar echar?

–Voy a dejar que termine de subirte con tranquilidad. Luego ya veremos.

Nameless parpadeó y trató de enfocar la vista, no tenía ni idea de dónde estaba. No le quedaba otra que confiar en que su Capitana, su despiadada, sádica y psicópata Capitana, la llevara donde había dicho y no a la silla eléctrica. Bueno, si ocurría aquello... su cuerpo se encargaría del trabajo sucio y ella volvería en sí en el gimnasio, probando a subir el rocódromo con cuarenta kilos extra. O los que hubieran sido.

Roca abrió una puerta y un chorro de luz blanca les dio de frente. Nameless se sacudió como si le hubieran inyectado una potente droga directamente en el torrente sanguíneo.

–Ah, sí, se me había olvidado que nuestra habitación da al este –comentó Eisentblut al ver la luna llena y cerró la puerta de una coz.

Nameless cayó en su cama, sacudiéndose febril. Roca la dejó allí y fue a ponerse el pijama.

–¿Por qué duele tanto? –gimió retorciéndose. Daba gracias por no haber cenado gran cosa, porque estaba segura de que lo vomitaría.

–Porque te estás reprimiendo –contestó Roca mientras leía su libraco sobre cuchillos–. Deja que fluya. No intentes contener las ideas que te vengan –recomendó con tono distraído.

Nameless echó un vistazo al interior rugiente de su su mente... y ante ella se abrió un abismo al que vientos huracanados de locura querían hacerla precipitarse. Dio media vuelta y se aferró a la pared, que resultó ser su almohada.

–Tú verás, pero te vas a destrozar –advirtió su Capitana.

Nameless apretó los dientes y se incorporó con dificultad. Iba a ponerse el pijama, eso era lo que iba a hacer, sí; tal vez así se sintiera más cómoda. Estaba peleándose con la sudadera cuando escuchó la risita burlona de Roca.

–¿Qué? –inquirió de mal humor.

–Que todavía no has asumido que eres villana y ahora te toca esto –respondió muy divertida.

–No soy villana –gruñó Nameless, pasando a pelearse con los pantalones–. Tú sabes que no soy villana. Sólo lo dices para fastidiarme. Si yo dijera "Eh, pues creo que soy villana", te reirías de mí.

–Porque no veo que tengas motivación, pero sí potencial. Potencial de rata secuaz. ¿Tengo que recordarte a las animadoras?

Nameless se sentó en la cama. Sí, lo de las Animadoras Infernales había estado bien. Días huyendo de ellas y, de repente, en pocos segundos, las había neutralizado de una forma muy dolorosa. Aunque habría consecuencias... y tendría que estar preparada para ellas.

–¿Vas a quedarte así? –preguntó Roca.

–¿Eh?

–Que si te vas a quedar en bragas.

–Oh.

Nameless se apresuró a ponerse su pijama a rayas.

–¿A que te va mejor cuando dejas que fluya? –propuso Roca–. Los pantalones también.

–Um.

–Que no quiero que te resfríes cuando te eche de la habitación.

Nameless se envaró.

–Quedamos en que no me echarías. Te gané en una carrera.

–¿Y?

–Tú eres la que ha hablado de seguir las reglas de tus juegos sádicos, pues si no empezamos por respetar las apuestas... ¡Yo golpeé al árbol!

–Sí. Y así me gustan las cosas: que cumplas las normas que te impongo y yo... ya veré de que humor estoy –contestó sin darle importancia.

Nameless se puso en pie y se terminó de subirse los pantalones del pijama, vagamente consciente de que la mitad del cuarto era pura oscuridad. Roca se sonreía condescendiente. Nameless no tenía claro si realmente era así de egoísta o si le estaba tomando el pelo, pero igualmente la estaba crispando.

–Eres una dictadora –dijo finalmente.

–Veo que lo vas captando.

–Pero las dictaduras no se crean aplastando a todos.

–¿No? Estoy segura de que es justo así como funcionan.

–Si aplastas a todos, poco te va a durar la dictadura. A la gente cercana la tienes que tratar mejor, darle privilegios.

Roca torció la sonrisa aún más y se puso en pie para acercarse con chulería militar.

–¿Es una amenaza?

–Es política –contestó Nameless.

–Si ahora mi dictadura es esta habitación, puedo aplastarte a ti sin ningún problema –aseguró con una mueca cruel.

¿Sólo esta habitación? –cuestionó desdeñosa–. Qué falta de ambición.

Roca puso cara de desquiciada y se aproximó hasta invadir su espacio personal.

–Cuidado con esa lengua –advirtió peligrosa.

–¿O me la cortarás? –planteó Nameless desafiante. Normalmente hubiera retrocedido asustada, pero en ese momento, si daba un paso atrás, se metería de lleno en la tormenta de locura.

Su Capitana se relamió un poco, lo que le dio mal rollo, a saber qué idea retorcida se le había ocurrido.

–Ya que has mencionado mis juegos sádicos...

–Sabía que vendrías con algo de eso –celebró sarcástica–. Y ya has visto lo que ha pasado esta mañana. Y esta tarde –remarcó como advertencia.

–¿No se te ha ocurrido que precisamente es lo que busco? Pero contigo siguiendo las normas.

Nameless parpadeó aturdida. ¿Roca realmente quería que se las devolviera? Pensaba que sólo era sádica, ¿también era masoquista? Bueno, ya había dicho que jugaba a estrangular a Zack, y que luego él quería invertir posiciones. Demonios, aquello era tan retorcido y macabro...

El roce de la mano de Roca en el cuello la trajo de vuelta a la realidad.

–¿Qué normas son ésas? –se escuchó preguntar.

–Nada de huir. Ni porque vas perdiendo, ni mucho menos porque vas ganando.

–Así que lo de dejarte friéndote... –recapacitó y cayó en la cama cuando Roca la empujó.

–Exacto. Eso no se hace. ¿Te he dejado yo sumergida en un barreño y me he largado?

Nameless negó con la cabeza, diciéndose a sí misma que comprender los juegos de Roca y su familia Darkheart no significaba que fuera a aceptar sufrirlos.

–Y si acordamos que es sin muerte, pues hay que parar a tiempo. Es un arte aprender cuánto se puede apurar sin que sea peligroso –continuó aleccionando Roca, sentándose a horcajadas sobre su cadera, como lo había hecho el domingo–. Si es con muerte, el arte está en saber reanimar. ¿Sin muerte?

Nameless asintió. No era que estuviera diciendo que prefería aquella forma, sino que la preferiría en caso de... Por cierto, a Roca le gustaba sentarse encima de ella y dominarla con todo su cuerpo, ¿no? Diablos, aquello era... morboso. ¡No! Nononono, palabra equivocada. Aquello era inquietante. Sí, eso era.

–Y si te digo que me mires a la cara porque me gusta verte sufrir... –Roca amplió su sonrisa sádica y ansiosa y estrechó sus manos en torno al cuello de Nameless– y que te debatas... Es más divertido cuando cumples esas peticiones.

"¿Divertido para quién?", quiso preguntar Nameless, pero decidió agarrar los antebrazos de Roca, sólo porque ya conocía aquel procedimiento. Miró su cara de demente desquiciada y esta vez, a pesar de que le faltara el aire y le doliera, no tuvo miedo. No, Roca no iba a matarla. Y no porque Satán se lo tuviera prohibido. Se le notaba en la cara. Matarla no, hacerle daño sí, pero sin odio ni saña. Aquello fue lo que la había confundido el domingo, le resultaba confuso mirar a alguien, leer que quería hacerla sufrir y no sentirse mortalmente atacada.

Aun así, seguía doliendo y no era nada agradable. Pero no iba a ninguna parte arañándole los antebrazos a Roca; además, parecía disfrutarlo. De modo que dejó que sus manos actuaran por cuenta propia, colándose entre los brazos de su Capitana, desentabilizándola al golpearla en las sangraduras (Vaya, ¿por qué de repente sabía que así se llamaba la parte opuesta a los codos?) y la agarró de la nuca para obligarla a bajar la cabeza. Aprovechó la inestabilidad de Roca, la volcó sobre la cama y se le subió encima. Era vagamente consciente de que al día siguiente no podría ejercer ni un tercio de la fuerza, pero lo importante era el presente.

–¿Esto es lo que quieres? –le preguntó a Roca mientras la estrangulaba con todo su ímpetu. Al hablar se dio cuenta de que tenía la boca demasiado estirada en una sonrisa. "No, es una mueca de esfuerzo", se prometió a sí misma.

–¿Eso es todo lo que puedes apretar? –se burló Roca, aunque su voz sonaba algo asfixiada.

–Espera que coja la funda de la almohada –respondió, pero se limitó a apretar con saña el musculado cuello de su Capitana.

–¿Vas a metérmela hasta la garganta? –propuso sin tomarla en serio. Para colmo, se estaba dejando.

–No, voy a rodearte el cuello y a hacerte un torniquete –prometió con los ojos muy abiertos y sintió un estremecimiento de anticipación.

Roca la miró fijamente un segundo, la agarró con fuerza y volvió a invertir posiciones. "Vale, se ha ofendido, se ha cansado de dejarse y ahora...", estaba pensando Nameless, cuando se dio cuenta de que Roca no estaba estrangulándola con más fuerza, sino que la estaba besando con salvaje intensidad. Una mano la mantenía sobre el cuello, como para asegurarse de que siguiera allí, mientras que la otra bajaba con fuerza por su costado, directa a enroscarse en torno a su cintura.

A Nameless le llevó unos segundos asimilar todo aquello, segundos en los que los labios de Roca abrieron los suyos. Nameless se estremeció entera al sentir el roce de sus lenguas. No entendía nada. De modo que agarró a Eisentblut por las sienes y la separó.

–¿Roca? –preguntó aturdida, recuperando el aliento.

–Ah, sí, estas cosas pueden pasar.

–¿Sí? ¿Suele pasar que te... dé un calentón cuando estás estrangulando a alguien?

–Se te ha puesto una cara muy morbosa cuando has dicho lo del torniquete –reconoció Roca relamiéndose.

–Oh –dijo, recordando cómo los músculos habían tirado de su sonrisa y ojos–. Esto es... inesperado.

–Para mí también. Normalmente no me atraes nada, flacucha cobarde, pero lunática tienes tu puntillo.

–Ah... ¿Y te relames un poco cada vez que... piensas en eso?

–Pues creo que sí –asintió.

–Vale... Ahora ato cabos –murmuró recordando anteriores ocasiones durante aquel día.

–Umm, ¿te hace bondage? –sugirió queriendo sonar tentadora.

–¿Qué? –exclamó Nameless–. Roca, para el carro, por favor.

–¿Seguro? –susurró acariciándole el cuello con la mano que seguía allí. ¿Por qué la maldita tenía que dar tanto calor?

–T-Todavía estaba intentando encontrar la diversión a esto de ser estrangulada. Y estrangular. Y... bueno... ¿recuerdas eso de "las cosas de una una"?

–Pensaba que sólo era para las torturas –refunfuñó Roca.

–Ya, bueno... –empezó, buscando una forma de rechazarla con tacto.

–Da igual –gruñó Roca–. Con tanto balbuceo me has cortado el rollo –dijo incorporándose.

Nameless se sentó a su lado, demasiado incómoda. Lo peor era que no tenía ni idea de si le había gustado o no. Es decir, no había sido horrible, pero tampoco se había sentido a gusto. Para colmo, también se sentía mal por el corte que le había dado a Roca.

–Pero... podemos seguir... con lo otro –propuso Nameless a media voz–. Para ver si le termino de encontrar la diversión –añadió para justificarse. "Además, vas a seguir haciéndolo cuando te plazca; cuando antes me acostumbre, mejor".

Roca volvió a sonreír.

–Ven, anda, que te voy a enseñar cómo se hace –prometió muy serena, para lo que ella era–. Te va a venir bien en las clases de Kill, que te he visto peor de torturadora que de víctima.

–Ya, bueno... –musitó mientras Roca se tumbaba y la hacía subirse encima–. Soy civil... y una rata, ¿recuerdas? –planteó, procurando no ruborizarse porque sentarse a horcajadas implicara separar las piernas. Notaba una humedad caliente entre ellas y temía que aumentara en aquella posición.

–Y te voy a convertir en la rata más terrorífica –repitió Roca–. Pon las manos, venga.

Nameless obedeció, pensando que si notaba humedad en su entrepierna, tal vez sí que le había gustado...

–Rodea bien, sé firme, pero el trabajo recae en los pulgares –explicaba su Capitana.

–Para aplastar la tráquea, sí –aportó Nameless intentando concentrarse en la lección, preguntándose dónde acabaría aquello.

Y entonces se abrió la puerta sin golpeteo de aviso.

–¡Listo! –anunció Ludo y Nameless se irguió como si la hubieran conectado a la silla eléctrica.

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Weeeeeeno, se ha quedado buena noche lunática, ¿no? e//w//e

¿Algo que comentar? >_>
*intenta disimular que está nerviosa por las reacciones al RoNam*
*pasa a reírse porque el nombre del ship le recuerda al malo de Guardianes de la Galaxia*

Y, nada, esto no ha hecho más que empezar.
Próximamente: Nameless tiene una noche movida por culpa del resto de lunátiques.

Enviadle cafés para que se mantenga alerta *guiño* *guiño*
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Y con vuestro dinero también podéis conseguir el primer recopilatorio de IEvsHA, para que lo tengáis en vuestro PC, hasta que les dioses del formateo así lo quieran (??), ajeno a las caídas de conexión que no dejan ir a la siguiente parte cuando la cosa está interesante.
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EDIT: Uy, el rollito entre Nam y Roca~~ Si supierais lo que estoy escribiendo ahora... ejejeje

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