11. Amistades peligrosas V (48)
–Uy, ¿y esa cara? –le preguntó Jeff cuando Nameless se asomó a su cuarto.
Ella se limitó a levantar la mano vendada.
–¿Eisentblut te ha arrancado las uñas? –exclamó el cocinero.
–No, sólo me ha hecho pegarle a un árbol –murmuró entrando.
–Qué bruta.
–Ya ves, qué culpa tendría el árbol –suspiró dejándose caer en un hueco libre en la cama de Ludo, ya que la de Jeff estaba aún peor, con libros de cocina, libretas y, a saber por qué, un soplete–. Hola, Ludo –saludó al ensimismado chaval.
El cocinero se estaba riendo divertido. Qué bien se le daba ser una payasa.
–¿Quieres chocolate resucitamuertos? –ofreció Jeff.
–Sí, por favor. Mis nudillos están terminales.
–¿Y mi destornillador de estrella? –preguntó Ludo.
Nameless se lo tendió al instante.
–Gracias, Jef- Ah, hola, Nameless. Uy, ¿se nos ha fundido una bombilla?
–No, es ella –contestó Jeff mientras preparaba el chocolate en un erlenmeyer calentado con el mechero bunsen de debajo. Sí, ¿por qué no?–. Eisentblut se ha vuelto a pasar con el entrenamiento.
–Hala, ¿y te ha destrozado la mano? ¿Así puedes practicar para Cacharros?
–Ya me las apañaré –murmuró antes de coger la taza que le ofrecía Jeff y darle un sorbo.
–¿Mejor? –se interesó el cocinero.
–Sí...
–Ha vuelto la luz –observó Ludo.
–Perdón.
–Quita, quita. Sólo faltaría que ahora tuviéramos que disculparnos cada vez que se nos escape un poquito de maldad –desdeñó Jeff.
–Vale... Oye, Ludo, ¿te importa si hoy... seguimos con lo de las bombas?
–¡Por mí encantado! –exclamó enviando a un cajón de un empujón todo lo que estaba haciendo–. ¿Tú vas bien en clase?
–Bueno... es seguir practicando con cables y demás chismes, la maña la sigo desarrollando.
–Vale, pues te voy a enseñar cosas divertidas de los temporizadores.
–¿Entonces te lo pasas bien construyendo bombas? –planteó Jeff interesado.
–Es... entretenido.
–Qué guay es ver a una de primera generación descubriendo sus gustos y talentos –comentó el cocineros conmovido y Ludo asintió.
–¿Qué dice eso de mí? –preguntó cohibida, devolviéndole la taza.
–Pues mi padre y mi hermana dirían que... –empezó Khaos, sacando la caja de las piezas para bombas– que es una afición propia de alguien meticuloso y paciente. Y, viendo tus ideas, dirían que también es creativa. Y, dependiendo para qué lo uses, maquiavélica o sociópata o algo así.
–¿Maquiavélica o sociópata yo? –repitió incrédula, cogiendo la placa en la que montaría el tinglado.
–Pues molaría un montón que fueras maquiavélica –opinó Jeff–. Además, ya nos das ideas.
–Ideas creativas vale. Pero "maquiavélicas"... –murmuró y empezó a crear un laberinto de cables.
Ludo le enseñó los trucos por los que, de cortar el cable erróneo, el temporizador aceleraría su marcha o restaría un par de valiosos minutos de golpe. Era curioso aprender lo que en las películas siempre frustraba y ponía en serio peligro a los héroes. En fin, era lo que tocaba.
–Oye... ¿y siempre tiene que explosionar al llegar a cero?
–¿Quieres que no lo haga y que se quede en un susto? –preguntó Khaos, cuya bomba incluía tubos llenos de líquidos.
–No, pensaba en... que explotara a los cinco minutos, por ejemplo, cuando pensaran que todavía hay tiempo.
Los dos chicos se quedaron mirándola fijamente y, de repente, cada uno sacó una libreta.
–¿Tenéis libretas tituladas "Ideas de Nam"? –leyó atónita.
–Claro, tenemos que aprovechar la suerte de tenerte aquí –contestó Jeff.
–Te daré crédito si uso alguna tuya –prometió Ludo cuando hubo terminado su apunte con una letraja imposible.
–Vaaaaaale –aceptó algo alucinada y continuó atando cables–. Em... ya os imaginaréis que no estoy muy enterada de los asuntos del... mundo villanesco. ¿Me aclararíais algunas cosillas? –tanteó.
–Sí, claro. ¿Qué quieres saber? –se ofreció Jeff.
–¿Qué pasa con los Morilec?
–¿Lo de que son asesinos a sueldo que las familias contratan para acabar con otras familias?
–Ah... Me refería a lo de que sea más peligroso hacerte amiga de un Morilec que el hecho de que lo contraten para matarte. O eso dice Roca...
–Uf... es que con la fama que tienen...
–Mi padre dice que son peores que víboras, que no pueden convivir con nadie, ni siquiera con otros Morilec –respondió Ludo sin dejar de trabajar.
–Sica parece maja... –musitó Nameless–. ¿Los Morilec son majos hasta que te pegan la puñalada?
–La verdad es que sus padres son bastante desagradables. Mi padre dice que son paranoicos, agresivos, maleducados, altivos...
–Etcétera, etcétera –añadió Jeff socarrón–. Pero Sica no es así para nada, eso me ha sorprendido –reconoció pensativo.
–Puede que cambien con la edad –sugirió Ludo–. O que ella haya salido diferente.
–¿Y que haya salido a su otro progenitor? –propuso Nameless.
–Es que los dos son Morilec –le informó el cocinero–. Son primos. Sica no puede ser más Morilec. Así que sería irónico que saliera diferente.
Nameless iba a responderle algo del tipo "menos por menos es más", por decir algo a favor de la idea de Sica siendo maja de verdad, cuando se fijó en que uno de los tubos llenos de líquido de la bomba de Ludo burbujeaba al filtrarse en otro tubo, cuyo líquido se oscureció como nubes de tormenta.
–Ups –se limitó a decir Ludo, mirando su burbujeante artefacto con seriedad–. Jeff, abre la ventana.
–Otra vez –suspiró el aludido, yendo a hacerlo sin demorarse, para, a continuación, enganchar una gruesa goma del marco, en la que el científico chalado colocó la bomba impaciente.
Con una coordinación que demostraba que, efectivamente, no era la primera vez que ocurría, estiraron la goma y lanzaron la amenazante bomba al exterior. Segundos después, sonó la explosión, que no tardó en ser seguida por la onda expansiva. Jeff cerró la ventana justo a tiempo de evitar un objeto arrojadizo, posiblemente una botella, muy seguramente el contraataque de alguien que estuviera en los terrenos. Pero a ninguno de los chicos le afectó un carajo.
Nameless miró su proyecto de bomba y apreció que se mantuviera confiablemente inerte.
–Tío, a ver cuándo afinas un poco –resopló Jeff, dejándose caer en su cama–, que, para ser un genio, la pifias demasiado a menudo.
–La cama no es una superficie muy estable para cosas tan delicadas, debería ir al laboratorio –asumió Ludo.
–Mira a Nam, todavía no he visto que sus chismes echen ni humo, y es novata.
–Pero porque ella usa pocos elementos y muy normalitos –argumentó el genio manazas.
–Pues seguro que cuando empiece a usar líquidos raros, no tendré que lanzarlos por la ventana.
–Bueno, eso es porque ella va despacio, no toma riesgos innecesarios.
–Eso ha sonado muy Dementia, tío.
–Ya. Lo siento, no quería psicoanalizarte –se disculpó con Nameless, que se quedó a cuadros, no le había resultado nada ofensivo–. Además, ya lo harán profesionalmente mi padre o mi hermana cuando te conozcan.
–Ah, pues quiero saber cuánto maquiavelismo le diagnostican –deseó Jeff.
Nameless temía más bien que los Dementia se dieran cuenta de que no tenía ninguna característica villanesca y que en realidad era una civil.
–Toma –le dijo a Ludo, lanzándole su pequeño artefacto cableado.
–¿Un minuto para desactivar esto? –desdeñó él tras cazarla al vuelo y echarle un vistazo–. Está chup-
Y casi se comió la andanada de muelles que le saltó a la cara cuando todavía faltaban cincuenta y siete segundos.
–Te he dicho que no tenía por qué llegar a cero –le recordó Nameless con una risita. La cara que se le había quedado a Khaos era para enmarcar.
Mientras Jeff se carcajeaba y aplaudía, Ludo escupió un par de muelles.
–Has aprendido rápido a manejar el temporizador –apreció, echándole un vistazo más detallado al artefacto–. Pero usas demasiados cables.
–¿Para despistar? –sugirió Nameless.
–¿Pero a quién? ¿A quién no sepa de¡Ay! –se quejó al llevarse un chispazo–. ¿Sigue activa?
–Claro. No ha explotado, sólo te ha escupido muelles –señaló ella, que se estaba divirtiendo demasiado descolocándolo.
–Pero si se ha parado el temporizador.
–¿Y? –preguntó poniéndose en pie con suavidad, para ir a correr a esconderse detrás de Jeff, que seguía riéndose sin control.
–Qué retorcido –murmuró Ludo, afanándose en desactivarla–. Ay.
–Nam, ¿qué explosivo le has puesto? –quiso saber Jeff–. ¿Tengo que abrir la ventana?
–No creo, es una pila de botón pequeñita. Amarilla –respondió buscando hacer hueco entre la cama y la pared.
–Jeff, abre la ventana –pidió Ludo al instante, casi alarmado.
–Tío, que la pila chunga esa la tienes delante, en la cama –le desveló Jeff–. Que Nam se está quedando contigo –volvió a carcajearse.
–Esto de no saber cuándo puede explotar me desquicia –reconoció Ludo.
–Era la idea –respondió Nameless metiéndose en el hueco creado–. ¿Te doy una pista? –sugirió inocente.
–¡No! –se negó Khaos.
–Me recuerda a tu presentación en Discursos: un lío tremendo y palabras para marear –opinó Jeff.
–Vale, pero ponte a cubierto. Ahora, ahora –instó tirándole de la manga para que se apresurara.
Ludo terminó de ponerse nervioso y lanzó el artefacto hacia Nameless, que lo cazó al vuelo y lo colocó sobre la cama del cocinero.
–Ey, que los recetarios son importantes –advirtió Jeff, poniéndose repentinamente serio.
Entonces a la bomba le saltó la tapa y surgió otro muelle, éste con un cartelito que ponía "Boom". A Jeff volvió a darle la risa de inmediato.
–¿Ni siquiera explota? –exclamó Ludo.
–Sólo he hecho un juguete mecánico –se excusó Nameless–. No me he atrevido a más con la mano así.
–Pero has ido a esconderte...
–Tío –le reprochó Jeff, tirado sobre sus queridos recetarios.
–Vale, que estaba fingiendo para meterme presión –cayó en la cuenta Ludo.
–Y por eso ella lo peta en Discursos y tú no.
–Hablando de eso, creo que tenemos pendientes algunas respuestas libres –recordó Nameless.
–Ah, sí –resopló Khaos.
–¡Pero primero cenamos! –declaró Jeff y tuvieron que plegarse a sus deseos.
Después de alimentarse de forma nutritiva y excesivamente deliciosa, se pusieron con los deberes de Discursos.
–¿Cómo darías la bienvenida a un héroe que vuelva a casa y te encuentre allí? –leyó Nameless y previo el resoplido de Ludo antes de que se produjera.
–Si no quiero recibirlos en mi laboratorio, está claro que no pienso ir a sus casas.
–En tu caso supongo que sería más creíble que fueras al laboratorio de un héroe científico, a robar y espiar, como aquello que contaste de tu madre, que te pillen allí y no quieras parecer un ratero e improvises que en realidad estabas esperando.
–¿Rapiñando yo? –preguntó Jeff haciendo teatro–. No, qué va, estaba esperándote –añadió poniendo pose de interesante.
–Eso tendrá que ser –suspiró Ludo mientras apuntaba la respuesta en la hoja que les había proporcionado la profesora–. Qué imaginación tienes para estas cosas, Nameless.
–Vale –intervino Jeff acaparando la atención–, yo está claro que daría la bienvenida con la cena preparada. La cuestión sería elegir qué cena en concreto, porque puedo hacer tantas. Desde aspecto delicioso hasta horrible. Envenenadas. Sólo drogadas... –se quedó mirando al techo–. Bah, yo lo que quiero ver es el bienvenida de Nam, que tiene que molar.
Ella se encogió de hombros y se puso en pie para ir a apagar la luz. Obviamente, tenía que ser en la casa a oscuras del héroe. Al apretar el interruptor, se quedó mosqueada por la sensación de que la luz se había esfumado un instante antes de lo debido. Prefirió ignorarlo y dio comienzo a la función.
_____________________________
_____________________________
Bueno, bueno, bueno, Nam bombera. No, esperad, creo que no se dice así en castellano. Bomberwoman, vamos (?) XD
¿Cuánto maquiavelismo le auguráis vosotres~?
Si os ha parecido que el trolleo a Ludo ha molado, podéis darle una propina *guiño* *guiño* en ko-fi.com/cirkadia *codazo* *codazo*
(PD: Sigo fuera de casa y he cambiado de pc respecto a la actualización anterior, pero igualmente se ha comido espacios. He intentado corregirlo a mano, a ver qué tal.)
EDIT: Ea, ahora seguro que tiene lo de los espacios arreglados. ¡Y dale, Nam, haz tu magia oscura!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top