10. El informe I (40)
Roca, efectivamente, fue a hacer pesas y ejercicios bastante más bestias. Después se dio una ducha rápida y bajó a cenar. Miró el hueco vacío entre ella y Full, ya nadie pretendía llenarlo, aunque Nameless llevara varias noches sin aparecer por allí. Eso estaba bien. Roca cenó en silencio. Eso también estaba bien. Ni de lejos hablaría ella tanto si su Subcapitana no fuera tan cotorra. Maldita fuera, para ser una civil, había momentos en los que parloteaba demasiado cómoda.
Después de la cena, salió a dar un paseo nocturno en soledad. Lo que también le gustaba. Tener todo el día a Nameless pegada a ella era desquiciante. Más le valía no tardar en desarrollar su estilo misterioso y desaparecer, para volver sólo cuando la necesitara. No se explicaba por qué todavía no la había matado, aparte de porque Satán se lo hubiera prohibido. Seguramente sería porque la torturaba un poco todos los días y eso lo hacía más llevadero.
Pero Roca frunció el ceño cuando recordó a Nameless sonriendo ilusionada por haber alcanzado con éxito las once zambullidas. Joder, los civiles no celebraban que se les intentara ahogar once veces. Iba a tener que empezar a echar cubitos de hielo en el agua. Y a electrocutarla. Sí, eso estaría bien. Nameless lloraría y suplicaría... y se terminaría acostumbrando. Y lo único que le quedaría a Eisentblut sería burlarse de que se estuviera convirtiendo en una villana. ¡Pero la tortura psicológica era tremendamente aburrida, ella prefería la física!
Roca regresó al edificio de mal humor, empujó a alguien incrustándolo en una pared, bajó a los pisos subterráneos y llegó a una puerta bajo la cual se escapaba luz roja.
–Adelante, Eisentblut –dijo Satán.
Roca entró en el despacho en penumbra del director, que estaba sentado tras su mesa de forma casual, con las llamas infernales ardiendo suavemente tras su silla de respaldo alto. Cerró la puerta tras ella y se quedó plantada en mitad de la estancia.
–Señor –dijo como todo saludo.
–¿Quieres sentarte? –ofreció Satán haciendo un gesto amable hacia una silla.
–No, señor. Espero que esto acabe pronto –contestó con sequedad.
–De acuerdo. Seré rápido –aceptó él y se dobló meticulosamente las mangas de las camisas–. ¿Qué tal tu semana, Eisentblut?
Ella puso los ojos en blanco.
–No es una pregunta de cortesía –aclaró él–. Quiero un informe de tu semana con nuestra civil secuestrada. Sólo era una forma elegante de decirlo.
–Pues entonces sólo dígalo.
Satán suspiró.
–Espero que aprendas a tener clase durante este curso, te quedaría muy bien con los uniformes Elegans.
–La semana ha sido un suplicio –contestó Roca–. Me requiere demasiado esfuerzo el no matarla, herirla de gravedad ni mutilarla –gruñó fastidiada.
–He oído que le disparaste.
–En el chaleco antibalas –desdeñó ella–. Fue más el susto que el daño lo que la tuvo inconsciente un cuarto de hora.
–Hablando de miedo, tengo la impresión de que esa civil te está perdiendo el miedo.
–No, señor, para nada. Pero tiene una curiosa técnica para olvidarse de él a ratos. O acostumbrarse.
–¿Acostumbrarse al miedo?
–Acostumbrarse a lo que le hago. Tengo que ir subiendo el nivel día a día.
–Eso es bueno –exclamó Satán–. Acabará alcanzando un nivel en el que no tengas que contenerte.
–¿Cuándo? No creo que pueda seguir acostumbrándola progresivamente mucho tiempo. Hay veces en las que me encantaría estrangularla con mis propias manos, conteniendo sus pataleos por intentar salvar su miserable vida y viendo sus cara llorosa e hinchada ponerse roja y luego morada –fantaseó relamiéndose.
–¿Y por qué no lo haces? Te prohibí matarla, no torturarla –le recordó con frialdad.
Roca apretó los labios.
–Cuando me contengo para no matarla, esa maldita civil de repente saca fuerzas y humor de yo qué sé dónde para soltar alguna gracieta.
–¿Gracieta? –se interesó el director.
–Ironía. Sarcasmo. Yo qué sé.
–¿Y eso hace que no sigas? ¿Es porque te hace reír?
Roca resopló.
–No lo sé. De repente me parece una de esas villanas que no valen para nada, pero que da igual cuántas palizas les pegues, siempre se pondrán en pie y dirán algo asquerosamente gracioso. Y eso me hace olvidar que es una civil llorica.
–Tal vez ése sea su estilo, junto con el de misteriosa. Misteriosa-graciosa.
–Suena horrible.
–Oh, sí. Y no hará gran daño. Pero ni tú ni ningún héroe podrá aplastarla nunca del todo.
–Como una maldita cucaracha.
–Exacto. Dicen que las cucarachas sobrevivirían a un apocalipsis nuclear.
–¿Quiere una cucaracha? –preguntó Roca con asco.
–Sí, a no ser que la transformes en una terrible y despiadada villana, una cucaracha a la que encargarle los trabajos sucios estará bien.
–De acuerdo, señor. ¿Algo más?
–¿Crees que va a seguir evolucionando a este ritmo?
–Ni idea, señor. Evaluar gente no es lo mío. Pero seguiré aumentando la presión, obligándola a acostumbrarse, evolucionar o morir.
–Me gustan las dos primeras.
–A mí la tercera.
–Pues procura no salir ganando, Eisentblut.
–No prometo nada.
Satán suspiró con aire comprensivo. Aquello era lo peor.
–He leído el informe psicológico del doctor Scal Dementia sobre ti.
–¿El de este verano? Ha diagnosticado que mi psicopatía y sadismo han aumentado desde el año pasado –dijo orgullosa.
–También dice que ejerces un gran control, tanto sobre lo que consideras tuyo, como sobre ti misma.
–Eso habría que revisarlo –recomendó Roca–. Considero a Nameless de mi propiedad, o al menos mi problema, y estoy deseando perderla de vista.
–Pero también querrás que reaparezca cuando quieras.
–Claro.
–Vale, pero lo que yo quería remarcar es tu control sobre ti misma.
–Y por eso todavía no la he matado.
–Eisentblut, no quisiera que te ocurriera ninguna desgracia –aseguró Satán mirándola fijamente.
–¿A mí? Esa civil es demasiado inútil, ni aunque reventara una bomba en...
–Eisentblut –interrumpió el director con suave firmeza–, me refiero a la desgracia que te ocurriría si Nameless muriera.
Roca parpadeó. ¿De qué le hablaba? ¿De que la inútil se inmolara?
–Por mi mano –añadió él a ver que no lo pillaba–. Te estoy amenazando, Eisentblut.
–Pues hágalo directamente, joder –contestó ella airada–. Su clase me confunde.
–De acuerdo –suspiró Satán y le brillaron los ojos rojos con más fuerza, a juego con las llamas que se alzaron a su espalda–. Diamont Eisentblut...
–No me llame así –ordenó de inmediato.
–Te llamo como me da la gana. Y como Nameless muera, o quede incapacitada, lo pagaré contigo. ¿Quieres que sea más explícito y te haga una lista de todas las torturas a las que te sometería? –preguntó perverso.
–Tengo curiosidad –contestó ella sin achantarse.
–Otro día, hoy estoy ocupado –aseguró él relajando el aura diabólica–. Simplemente no la cagues y no tendré que empezar una guerra contra tu familia. ¿Entendido?
–Ahora sí, señor.
–Pues vete de una vez, Eisentblut.
Ella asintió y se dirigió hacia la puerta.
–Ah, señor. Vuelva a llamarme como no quiero que lo haga y le ocurrirá una desgracia a sus ojos.
–¿Qué? ¿Que llorarán? Eso sería desagradable.
–¡Que se los arrancaré, joder! –masculló y salió dando un portazo.
Maldita clase, no había forma de amenazar decentemente usándola.
Roca regresó a su habitación de todavía peor humor, decidida a agarrar a Nameless en cuanto la tuviera a mano. Y no tuvo que esperar mucho, ya que su Subcapitana estaba en el cuarto. Pero estaba en el suelo, haciendo por su cuenta flexiones con un solo brazo.
–¿Qué haces? –le espetó cerrando la puerta tras ella y Nameless se incorporó de inmediato–. No te he dicho que pares.
Su Subcapitana regresó al ejercicio, aunque con menos seguridad que cuando había estado sola.
–Te he visto hacer esto alguna vez... Quería intentar a ver si podía –se justificó Nameless.
–¿Cuántas vas?
–Ocho. Con este brazo.
–¿Y con el otro?
–Veinte.
–Haz cincuenta –ordenó y fue a sentarse en su cama.
Por el rabillo del ojo, vio que Nameless abría la boca para quejarse, pero que la cerraba para no arriesgarse a que le ordenara el doble. Roca miró la revista sobre armas que leía cada noche, ya se la sabía de memoria. Tendría que ir a la biblioteca en busca de algo que pudiera entretenerla...
–Tengo ganas de torturarte –le confesó de repente.
Nameless no varió el ritmo de las flexiones. De hecho, incluso se fortaleció.
–A riesgo de arrepentirme... –jadeó al cabo de dos subidas y sus respectivas bajadas– ¿no te basta con obligarme a reventarme los brazos?
–No.
–Ya...
Roca la observó continuar. Ahora daba la impresión de que Nameless alcanzaría las cien. Y, si la apretaba lo suficiente, las conseguiría. Resollando medio muerta, lo que sería todavía mejor.
–¿Quieres que te diga lo que quiero hacerte?
–No, gracias –contestó Nameless tras un segundo de duda torturada.
–¿No? –insistió Roca, bajando a acuclillarse frente a ella.
–¿Para qué...? Ni que pudiera... evitarlo –contestó con una nota crispada, sin dejar de subir y bajar.
–No, no podrás –se regodeó–. Pero por ir adelantando la tortura.
–Oh, tortura... psicológica –celebró Nameless, que estaba totalmente roja del esfuerzo excesivo que estaba haciendo.
–Quiero estrangularte –le susurró Roca.
Nameless cerró los ojos como la civil cobarde que era y perdió el ritmo al fin.
–Ahora me toca el otro brazo –respondió a media voz.
–No, te has pasado por siete. Lo que haces por miedo –se burló Roca.
–Hablando he pedido la cuenta. Ahora... –Nameless perdió también las palabras cuando Roca le plantó una mano en el cuello. Estaba caliente y algo sudada–. No es cuestión de que... se me... muscule un brazo más que el... –parpadeó luchando por concentrarse cuando Roca añadió la otra mano, rodeándole el cuello por completo– otro.
–¿No vas a hacer nada?
–Intento desmayarme. Pero no me sale –lamentó su Subacapitana.
La sangre de Nameless era bombeada por fuerza bajo los dedos de Roca, que se regocijó y torció una sonrisa malvada.
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Bueeeeeno, pues este capítulo es especial porque está íntegramente desde el punto de vista de Roca. Vamos a torturar a Nam desde el otro lado de la barrera~
(En realidad espero no espantaros e__e)
Os recuerdo que al final de este capítulo (que son 4 partes nada más), habrá otra encuesta de popularidad. Me pregunto si la popularidad de Roca subirá o bajará con esto...
PD: Ayer escribí la primera escenita de sexo en IEvsHA~ Va en la parte nº 60 (Ésta es la 40)
Para celebrarlo podéis invitarme a un café en ko-fi.com/cirkadia
Por cierto, 40 partes equivalen a 20 semanas non-stop. Y ya veis que tenéis aseguradas otras 10 más, con lo que superaré el medio año. Definitivamente me merezco la paga.
Triste es pedir, pero más triste es no publicar los libros.
Bueno, vamos a por las preguntas, que Anaestheticx se ha puesto a preguntar del tirón lo que podría haber racionado para estas diez semanas que tenemos aseguradas, ay, madre.
Tengo una pregunta (yay!): ¿Cómo viven los villanos? ¿Viven entre los civiles o apartados? ¿Ven la tele? ¿Tienen un canal especial? Yo que sé, en resumen, ¿cómo es la vida de un villano (o héroe) fuera de la academia?
(UNA pregunta, dice la tía. Métete a política, chata)
Veamos, que cómo viven los villanos. Pues naciendo y procurando no morir. Aunque hay quienes siguen adelante pese a la muerte. Gente muy tenaz.
Ah, que me preguntas por usos y costumbres. Pues esto como todo. Hay quienes viven en sus castillos apartados, otres tienen un pisito en la ciudad y disfrutan engañando al vecindario. Hay quien tiene su castillo en lo alto de un risco, pero con un pueblo bastante cerca, al que tiene avasallado (esto les va a los Darkheart, tener la gente lo suficientemente cerca como para meterles miedo y sacarles sangre), también hay algunas comunidades integramente villanescas.
Que si ven la tele. Algunes sí, otres no. Como la vida misma. Seguramente haya uno o dos canales villanescos. Tampoco sería tan raro. ¿Has visto esos programas de comparar armas? "¿Cuál tiene una potencia más mortal?" O artes marciales. "Así es el Sambo, un arte marcial creado para convertir al enemigo en compota de ciruelas". O los de "10 asesinos en serie más escalofriantes de la Historia". Ay, me encantan esos programas ^^
Que cómo es la vida de un villano (o héroe) fuera de la academia. Pufff, mejor elige una familia, porque hay de todo; desde lo más corriente hasta lo más sobrenatural y esotérico, pasando por gente que tiene su propio país, o que curra en una empresa farmacéutica. No sé, hay tanta variedad que necesitaría todo IEvsHA para ser fiel a la verdad. Y supongo que es lo que iré haciendo poco a poco.
Por otro lado, Dianapusca se nos pone metafísica (???)
¿Habria sido Nam una villana por cuenta propia, o la educación civil habría podido enterrar ese potencial?
No lo sé X''''''DDDD ¿Siguiente?
EDIT: Ay, dioses, recuerdo lo que me costó escribir este capítulo. Definitivamente marcó un antes y un después en IEvsHA.
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