Capítulo 12
No te dejes llevar... tienes que detenerlo... mi mente me dice una cosa y mi cuerpo va por su cuenta. Los besos de Ohm me atrapan sin remedio, no puedo hacer más que corresponderle.
De repente se separa de mí y un gruñido de insatisfacción se escapa de mi boca.
—Ven conmigo— no es una pregunta, es una orden y aunque sé que debería negarme, lo sigo sin protestar.
Me lleva hasta su coche, me hace subir y yo sigo sin poder, o mejor dicho, sigo sin querer, oponerme. Mi garganta está cerrada y de ella no salen palabras.
Nos ponemos en marcha y ninguno de los dos dice nada hasta que llegamos hasta un lugar público, lo miro confundido y él me sonríe con malicia.
—Necesitamos hablar, y si vamos a mi casa o a la tuya no lo haremos— ahora me siento el ser más pervertido del mundo, porque estoy un poco decepcionado.
Salgo del coche sin atreverme a mirarlo, el lugar es un parque no muy concurrido, pero con gente lo suficientemente cerca como para que no podamos hacer cosas indecentes.
—Si querías estar en un lugar público, ¿por qué no nos quedamos en el campus?— le pregunto.
—Porque no quería interrupciones de gente entrometida, quería que me escucharas solo a mí.
—No quieres que Yoo Han nos vea juntos— odio sentirme en desventaja, no quiero sentir celos pero es inevitable. Siempre que he estado con alguien bisexual, las chicas han ganado por goleada y detesto que nunca me escojan a mí.
—Yoo Han no significa nada. ¿Qué tengo que hacer para que me creas? Nunca pasó nada entre nosotros, solo te veo a ti. Desde hace días te apareces en mis visiones, te deseo tanto que no puedo mantenerme lejos, eres como un imán que me arrastra sin remedio.
— ¿Me has visto en visiones? ¿Cómo son esas visiones?— le pregunto.
—Los vampiros no dormimos, pero me gusta acostarme en la cama y pensar. Desde el día que me dijiste que no te tocara has estado en mis visiones y...
— ¿Y qué? — le apuro.
—En ellas hacemos el amor. Por favor no te enfades— me dice y yo estoy en estado de shock. Ohm tiene las mismas visiones que yo. ¿Qué está pasando?
— ¿Qué te pones para dormir? — tengo que saber si soñamos lo mismo.
—En casa uso un pantalón de pijama, ¿por qué?
—Negro y de seda — le afirmo.
— ¿Cómo lo sabes?
—Hace unos días tuve un sueño muy extraño, fue antes de ir a tu casa. No sé cómo empezó, sólo me vi entrando por la ventana de una habitación y tú estabas allí con un pantalón de pijama de seda negro y... pues... hicimos el amor. Luego me mordiste y seguidamente me desperté gritando. No tenía marcas ni nada por el estilo, pero fue tan vívido, tan real, que no creo que haya sido un sueño— le cuento de un tirón.
—Entonces fue real, estuvimos juntos en mi casa. Pero yo... no lo recuerdo del todo. ¿Quién eres? ¿Qué eres? — me pregunta con suspicacia.
— ¿Qué soy? ¿De qué hablas? Yo solo soy Fluke, nada más— le respondo, y no me gusta la forma en la que me mira.
—Eres un buscador— me dice y sus ojos me miran recelosos.
— ¿Un qué? Yo no sé de qué me hablas— le digo.
—Dime la verdad, ¿desde cuándo me sigues? — me pregunta agarrándome con fuerza el brazo.
— ¡Suéltame! Me haces daño, Ohm. Yo no te había visto en mi vida, y no soy eso que dices — le digo intentando soltarme, pero es muy fuerte.
Me mira de cerca buscando algo en mi mirada, sopesando si puede creerme, es increíble.
—Perdona, no quería asustarte, pero estoy tan confundido, nunca un humano me había desconcertado tanto— me dice mientras me abraza con fuerza.
— ¿Qué es un buscador?— le pregunto saliendo de sus brazos.
—Son seres mortales, pero no del todo humanos, que persiguen vampiros y otros seres sobrenaturales.
— ¿Vampiros, en plural? ¿Hay otros como tú?— le pregunto asustado.
—En esta ciudad hay cuatro más— me contesta.
— ¿Cuatro? ¿Y los conozco? ¿Son cómo tú o beben...?— necesito saberlo.
— Ellos no están cerca, no te preocupes y no todos son como yo. Se alimentan de la forma, digamos, convencional— me explica.
— ¡Dios mío! —le digo llevándome las manos a la cara.
—Por favor no tengas miedo, no dejaría que te hicieran daño, créeme— me dice para que me relaje.
Lo miro intentando saber si eso es cierto, si es verdad que puede protegerme de otros de su raza. Sus ojos se clavan en los míos y sopeso seriamente si puedo confiar en él.
— ¿Naciste siendo vampiro? — sigo con el interrogatorio.
—No, los vampiros no tienen hijos, nosotros somos creados.
— ¿Entonces fuiste humano antes?
—Lo fui siendo niño, me convirtieron cuando tenía dos años— me explica.
— ¿Dos años... pero cómo... por qué?
—Yo nací de padres humanos en un campo de siembra, así lo llaman los vampiros. Son lugares donde viven personas normales que son sirvientes de los clanes, ellos tienen niños que después entregan para que los conviertan. A mí me llevaron desde muy pequeño y fui criado por un tutor.
—Pero sigues creciendo, ¿no se supone que no envejeces?
—Ese punto es cierto en parte. Si nos crean siendo niños seguimos creciendo hasta cierta edad y después cada poco tiempo avanzamos algunos años más hasta lograr la madurez. Y luego nos congelamos para siempre.
— ¿Cuántos años tienes? — me aterra preguntar, creo que no me va a gustar la respuesta.
—Me quedé congelado a los veinte años— me responde evasivamente.
— ¿Y desde cuándo tienes veinte años? — quiero saberlo.
—Eso no es importante, lo que realmente importa es lo que está pasando contigo y conmigo. Necesito saber por qué puedes recordar y por qué estamos teniendo esas visiones.
— No tengo ni idea, siempre he sido un chico común... nunca he sido... especial.
—Para mí lo eres— me dice acercándose a mis labios.
—Ohm... por favor...
—Shhh... no digas nada— me susurra mientras sus labios caen sobre los míos. Odio que en cuanto me toca se me olvide hasta respirar, no quiero que tenga tanto poder sobre mí.
—Llévame a mi casa, por favor— logro balbucear liberándome de su beso.
—Está bien— me dice con resignación.
Nos subimos en silencio en su coche y cuando llegamos abro la puerta para salir como un rayo hacia mi casa. Pero Ohm es más rápido y me agarra por el codo antes de que pueda huir.
— ¿Te veo mañana? — me pregunta y puedo ver toda la frustración que siente pasar por su preciosa cara.
Yo no le contesto, simplemente me deshago de su mano y salgo del coche.
— ¡Por favor! — me grita siguiéndome hasta la puerta.
Entonces antes de que pueda reaccionar o arrepentirme de lo que estoy haciendo, lo agarro del brazo y lo meto en casa de un tirón.
Apoyo su espalda contra la puerta cerrada y comienzo a besarlo, como si nunca más fuese a hacerlo. No sé qué me pasa, no me reconozco, es como si mi cuerpo tuviera voluntad propia.
El ansia se apodera de mi cuerpo, mis manos recorren su cuerpo firme y fuerte, bajo mis palmas. Y él después de un momento de shock, me devuelve el beso con la misma intensidad. Entramos en una guerra para ver quién desviste primero al otro. Caminamos hasta mi cama prácticamente desnudos y caemos sobre el edredón blanco.
Ohm sobre mi cuerpo me devora completamente, ninguno de los dos parece tener suficiente.
—Eres precioso— sus manos acarician mi pecho, su toque es como fuego que me marca sin remedio. Me giro poniéndolo debajo de mí contra la cama y me mira extrañado.
—Déjame a mí— le digo besándolo en el cuello. Sigo bajando entre mordiscos suaves y lametones, hasta su pecho perfecto.
No sé qué monstruo de la lujuria me ha poseído, pero agarro sus manos por encima de su cabeza y lo mantengo en su sitio mientras me lo como entero. Sé que podría soltarse, pero no lo hace, solo gime en compensación cuando muerdo uno de sus pezones.
Juego con esos botones marrones hasta que están duros, después sigo mi viaje por su abdomen hasta la erección que me espera, larga y venosa, todo un regalo para los ojos.
Entonces abro la boca y bajo todo el camino hasta la raíz de su polla. Un gemido brutal deja sus labios y yo sonrío en consecuencia. Noto como su cuerpo tiembla por el placer que le hago sentir y eso me enciende muchísimo más. Subo y bajo por su erección a un buen ritmo, no sé qué me pasa, el sexo oral nunca ha sido de mis cosas favoritas, pero con Ohm quiero experimentarlo todo.
Sigo probando el sabor de su excitación un rato más, y cuando creo que está lo bastante excitado desando el camino de vuelta hasta su boca. Mi lengua se enreda con la suya en un beso sucio y demoledor. Acto seguido me deshago de mi ropa interior, que es lo único que me queda puesto.
Aplasto mi cuerpo sobre el suyo, resbalando nuestras erecciones juntas y un gemido de placer retumba en las paredes de mi habitación.
— ¡Joder, eres muy sexy! — me halaga, casi sin respiración.
—Te deseo, mucho— le digo y sin mediar más palabra consigo el lubricante que está en la mesita de noche e impregno bien su polla, hasta que está suave y resbaladiza. Y sin darle tiempo a asumir lo que hago, me siento sobre su hombría hasta que mis muslos tocan los suyos.
—Umm... delicioso— le digo sin pudor alguno.
— ¡Joder, lo necesitaba tanto! — me dice cogiendo mis caderas para moverme al ritmo que le gusta.
Pero yo quiero más, necesito más, me muevo frenéticamente buscando sentirlo más profundo, más fuerte.
Me gira de repente, dejándome bajo su cuerpo, me penetra salvajemente, pero sigue sin ser suficiente.
—Quiero más. Más duro, rápido... te necesito... por favor— balbuceo, casi no puedo respirar.
—No. Vamos a tomarlo con calma, quiero sentirte— me dice intentando controlar la situación, y eso me enfurece y me excita a partes iguales.
—Te quiero fuerte y duro— le grito mientras vuelvo a estar sobre su polla.
Me muevo sobre ella sin parar, arriba y abajo. Después mis caderas hacen círculos alrededor hasta que mis piernas flojean. Ohm intenta tumbarme, pero no le dejo. Esta lucha encarnizada por el control me tiene loco de lujuria.
En un momento dado está sobre mí, moviéndose acompasadamente. Su vaivén lento, con una cadencia exquisita me enloquece. Me mira con el triunfo brillando en sus ojos, pero yo me muerdo el labio inferior y después saco mi lengua para lamerlo. Eso lo desestabiliza por un segundo, su mirada se clava en mi boca y puedo escuchar como un gemido se escapa de sus labios cerrados.
—No hagas eso— me dice muy serio.
— ¿El qué? ¿Esto? — le digo mordiendo mi labio hasta hacer que sangre, mientras aprieto mis piernas a su alrededor, acercándonos todo lo posible.
Entonces algo se rompe dentro de Ohm, sin dejar de mirarme aumenta el ritmo y la rudeza de su empuje dentro de mí.
—Sí...— logro decir en un largo suspiro de placer.
Cada vez estamos más excitados y al borde del orgasmo. Sus gemidos rompen mi control y mi cuerpo tiembla ante tantas sensaciones juntas.
Mis dientes muerden mis labios en un intento por dejar de gemir tan alto y acabo por hacerles sangrar. Ohm se detiene en shock, me mira con esos ojos rojos suyos y se tira a por mi boca, devorándome completamente.
Me besa succionando mi labio, se sienta conmigo sobre él, empujando muy fuerte haciéndome chillar de placer. No sé qué me pasa, mis dedos arañan mi piel dejando un reguero de sangre bajando por mi cuello.
La cara de Ohm es de un hombre torturado, que lucha contra su propia naturaleza. Guío su boca hasta mi cuello y entonces se rinde. Sus colmillos traspasan mi piel y músculo, duele mucho, pero a diferencia de la primera vez, puedo apreciar el placer de esta conexión que nos une.
Sigo moviéndome sobre él, sin parar, cada vez más enloquecido. Mis manos recorren su cuerpo perfecto, su olor único me hace enloquecer. Algo extraño crece en mi interior, un ansia que jamás he sentido antes. Entonces miro su cuello, tan cerca de mi boca, tan deseable que no puedo evitarlo y entierro mis dientes en él, hasta que siento el sabor metálico de su sangre en mi lengua.
Mis papilas gustativas se deleitan con este sabor, tan nuevo y a la vez tan adictivo que no puedo parar. Miles de estrellas explotan tras mis ojos cerrados, hasta que noto como Ohm se queda petrificado y me aparta con brusquedad, alejándose de mí.
Intento por todos los medios que vuelva a acercarse, mis labios ansían el calor de su piel y el sabor de su sangre.
— ¡Reacciona, Fluke! — me zarandea con fuerza, pero yo solo puedo oír el zumbido de su sangre corriendo por sus venas.
— ¡Vamos! ¡Vuelve en ti! — me grita y entonces como quien despierta de un trance, lo miro.
Sus ojos angustiados, sus manos agarrándome con fuerza me hacen volver a la realidad. Siento su sangre en mi boca, y entonces me doy cuenta de lo que he hecho. Salgo corriendo hasta el baño y vomito sin parar. Las arcadas son incontrolables y cuando al fin logro calmarme, me levanto del suelo y me miro en el espejo del baño.
Un grito ahogado sale de mi garganta. Mis ojos, no son mis ojos. Son de color rojo, rojo sangre como los de Ohm.
— ¿Ohm?... — me doy la vuelta y lo veo en la puerta del baño, me mira como si no me conociera y es lo último que veo antes de que todo se vuelva negro de repente.
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