Interacción


Hay instintos más profundos que la razón. Frase de Arthur Conan Doyle.

Eiji parpadeo de manera pausada, como el aleteo de una mariposa que calienta sus alas al sol para poder emprender el vuelo. Dio una bocanada de aire los labios tan delicada y pausadamente que apenas separo los labios. Su pecho hizo un leve esfuerzo por esta última acción pero sin acelerar su suave y tranquila respiración, solo la hizo más profunda.

Y durante todo ese tiempo Aslan Jade Callenreese no pudo despegar la vista del muchacho cuyo cuerpo reposaba sobre un bello lecho de sábanas blancas que había mandado colocar en la habitación contigua a la suya y cuyo enorme ventanal daba una excelente iluminación a la habitación de paredes color crema.

Era una locura, se repetía constantemente en su cabeza y sin embargo en el instante en que sus dedos tocaron efímeramente la piel de Eiji Okumura supo que arriesgaría todo por mantenerlo a su lado.

Fue como una corriente eléctrica que en menos de dos milisegundos viajó por todo su ser hasta instalarse en su pecho de una manera tan cálida y agradable que Ash considero haber comenzado a vivir solo hasta ese preciso momento.

Había escuchado atentamente cada indicación de Yut-Lung con respecto a la naturaleza de Eiji, y a pesar de contar con un IQ privilegiado no sabría decir si comprendió toda la perorata que el galeno le soltó, porque estaba más concentrado en tomar entre sus brazos el frágil cuerpo del pequeño conejo Jersey Wooly sin que representara un desboque de sus instintos.

Y ahora a dos días de ese incidente seguía ahí en espera de ver despertar a Eiji, o hasta hace poco, un leve movimiento que delatara que estaba consiente.

Eiji abrió complemente los ojos mirando el techo y después aventurándose a dar un recorrido visual a lo más cercano, observo el dosel níveo que cubría el lecho, el espejo ovalado del tocador y sobre todo en el amplio ventanal que daba a un jardín de ensueño. Una vez descarto cualquier aura hostil intento elevar medio cuerpo para sentarse, la cama mullida de sabanas tan blancas como las nubes le hicieron sentir seguro de propio movimiento.

—Despacio —indico Ash al notar las intenciones del conejo. Acercándose a la carrera para ser de ayuda.

Eiji escucho la advertencia con sorpresa, dio un jadeo e intento girar para alejarse de la procedencia de aquella voz, porque la única razón por la que no notaría la presencia de alguien más en la estancia era porque pertenecía a un depredador.

Las extremidades aun débiles por la falta de movimiento de Eiji lo traicionaron al no lograr sostenerle y dejándolo caer por el borde contrario de la cama.

Ash por su parte abrió grande los ojos al ver lo que había provocado, lanzándose sobre Eiji con la intensión de evitarle una mala caída.

El sonido del golpe fue monumental y sin embargo Ash logro su propósito. O eso creyó hasta que sintió el leve temblor en el cuerpo ajeno. Un tanto preocupado de haber espantado a un más a Eiji alejo sus manos de él, rezando en su fuero interno porque en un intento desesperado por huir no decidiera atacarlo, hiriéndose en el proceso.

Aslan abrió la boca con la intensión de esclarecer el malentendido recibiendo como contestación una risa suave y melodiosa. Eiji no estaba temblando de miedo, sino por el principio de la risa que pronto resonó es la estancia.

Ash se quedó sin saber cómo reaccionar, era tan bello y al mismo tiempo tan desconcertante.

—¿No me tienes miedo? —pregunto con cierto temor Ash dejando asomar si querer su puntiagudas orejas felinas y sus afilados caninos.

—¿Por qué debería? Has estado cuidándome mientras dormía ¿no? Si quisieras atarme tuviste tiempo de sobra.

Y Ash tuvo que aceptar que el razonamiento era correcto.

—¿Cómo te llamas? ¿A qué casta perteneces? —cuestiono Eiji elevándose sobre sus rodillas para tener una posición elevada y así poder tocar las orejas del rubio mientras que Aslan solo aguantaba con toda dignidad el tirón en ella y se tragaba las ganas de sujetar la cintura de Eiji y regresarlo a la cama, porque el chico solo tenía una camiseta suya que muy a duras penas le llegaba a mitad de los muslos, dejándole un panorama por demás tentador.

—Eiji —nombro Ash desviando la mirada.

—Eres un depredador, eso seguro pero... y ese aroma, hueles muy bien —siguió hablando Eiji mientras olfateaba cerca el cuello al rubio e ignorando descaradamente el estremecimiento de Lynx cuando su nariz toco su sensible piel.

—EIJI —casi grito apartándolo al conejo.

El pelinegro solo ladeo la cabeza con curiosidad dejando asomar dos grandes y esponjosas orejas que le robaron el aliento a Ash.

Adorable, pensó el rubio antes de sentir el tibio y confortable cuerpo del conejo sobre el suyo y los brazos delgados pero firmes del Eiji enroscándose alrededor de su cuello.

—Estoy feliz de estar aquí —confeso respirando tranquilamente.

Ash correspondió el abrazo sintiendo como sus manos dibujaban cada curva de aquel cuerpo deseable mientras su cabeza pensaba que él también era feliz de tenerlo entre sus brazos.

—Mi nombre es Ash, Ash Lynx.

Eiji se separó escasos centímetros para mirarlo directo a los ojos y pronunciar su nombre.

—Ashu —nombro ganándose una sonrisa divertida por parte del rubio que lo hizo ruborizar por haberlo dicho mal. Apretando los labios volvió a intentarlo —Ashhhu...

Y en este punto Ash Lynx uno de los hombres más fieros, y sin corazón de las sanguinarias calles de New York soltó una carcajada limpia y alegre.

Eiji un tanto ofendido inflo los mofletes y escondió el rostro sonrojado en el cuello del rubio. Aunque termino por disfrutar de la risa que estremecía el pecho de Ash y gozando de contemplar su rostro feliz. Acaba de decidir que no le importaba que Ash fuera un depredador porque lo único que él podía ver era a un hombre dulce y protector.

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Shorter dio un resoplido mientras miraba el reloj sobre la puerta que comunicaba el comedor con la sala. Llevaba en la mesa cerca de hora y media esperando a que apareciera Ash para poder comer.

A su lado derecho su pequeño primo Sing Soo-Ling juega con una navaja de bolsillo y al observarlo piensa que son en cierta forma parecidos y no, nada tiene que ver con la sangre o la nacionalidad asiatica. Es más como una congruencia de alma. Sing es un muchacho, para su edad, inteligente y audaz, además de perceptivo y mucho más centrado que su hermano Lao, quien es un estúpido que se deja llevar únicamente por sus instintos. Y los pandas no eran exactamente los más inteligentes sobre la faz de la tierra. Pero había sus excepciones.

—¿Cuánto más va a tardar? —pregunto el menor.

Shorter torció la boca, se colocó en pie muy dispuesto de ir a buscar a su rubio amigo. Pero apenas estirar la mano para tomar el picaporte de la puerta esta se abrió de manera sorpresiva y de esa misma manera un cuerpo pequeño se estrelló contra su pecho.

Shorter parpadeo varias veces antes de que un aroma delicioso le llenara las fosas nasales. Un olor que lo hizo gruñir y crecer las uñas y colmillos. Sus ojos siempre amables se afilaron y por un momento se imaginó con los dientes prensados de tan deliciosa carne.

Ash fue más rápido, tomo del brazo a Eiji para tirar de él y colocarlo a resguardo a su espalda mientras se preparaba para atacar si era necesario.

—Shorter

—Ashu...

Llamaron Eiji y Sing al unísono trayendo de vuelta a la razón a los dos jóvenes.

—Pero qué demonios —gruño Shorter al entender lo que estuvo a punto de hacer.

—Solo aléjate de él —advirtió Ash sin bajar la guardia mientras en los recónditos lares de su prodigiosa mente, ahí en donde brillaba su inteligencia rezagada por sus primitivos instintos esta gritaba que su amigo no era una amenaza y que se estaba comportando como un perro defendiendo su hueso.

Y Ash a pesar de saberlo cierto no podía dejar de pelar los dientes y mal mirar al oriental. ¡Demonios! Tenía que controlarse.

—¿Qué demonios es? —cuestiono con voz alterada Shorter mientras peinaba su cabellos morados hacia atrás y daba vueltas de un lado para otro de forma nerviosa. No lograba conceptuar que acaba de gruñirle a su mejor amigo, que incluso en su mente algo le decía que podía ganarle, someterlo y hacerse de la presa que protegía.

—Eiji no es una cosa, es... —defendió Ash.

—Es una amenaza. ¿Qué fue lo que me hizo? Por Dios Ash estuve a punto, iba a...

Y no hubo necesidad de terminar la frase, Ash asintió con la cabeza.

—Todo está bien ahora —dijo el rubio no muy convencido de sus propias palabras.

Y Sing a unos pasos de ellos pareció pensar lo mismo.

—¿Que raza es? —cuestiono el menor sin retirar la vista del nuevo miembro de su manada, porque a pesar de ser un cachorro, él pensaba un casi adulto, podía notar muy bien un comportamiento atípico en su líder.

—Soy un... —inico Eiji contento de responder porque el niño le agrado bastante, tenía un aroma interesante que deseaba olfatear de cerca.

—Es un Lince, igual que yo —corto Ash sujetando la mano de Eiji y dando un suave apretón para hacerle saber que no debía contradecirlo.

Shorter y Sing elevaron las cejas, era obvio que les estaban mintiendo, sin embargo ninguno de los dos dijo nada. Simplemente tomaron sus asientos en la mesa muy dispuestos a tener su comida en paz.

—¿Dónde está Skip? —pregunto Ash buscando al cuarto miembro de su círculo más cercano.

Sing rio de manera mordaz antes de decir —¿y hasta penas lo buscas?

Ash gruño en advertencia.

—Salió con los chicos a un mandado, volverá por la tarde —respondió Shorter.

Entre bocado y bocado el segundo al mando se decia, que si esa iba a ser su convivencia diaria que quizás era mejor deshacerse del recién llegado.

¿fin?

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N.A.

Un agradecimiento AbigaylEstrella29 quien amablemente me hizo saber que lee esta historia al añadirla a Banana Fish.

My lady, le mando un casto beso. 

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