Capítulo 5.

Pasaron semanas en donde Giyuu tuvo una lucha interna y crisis sin parar, intentando aceptar la relación que su amigo mantenía con un hombre mucho mayor que él.

Sabito en ese tiempo intentó por todos los medios que ambos pudieran convivir alguna vez o siquiera estar en paz, pero Giyuu era testarudo y se negaba en rotundo a mantener algún tipo de contacto con el mayor. Odiaba verlo cerca de Sabito pero se mordía la lengua y se apartaba.

Interactuar con la pareja era un paso muy grande para él.

Claro, de forma inconsciente luchaba por obtener el tiempo y la atención de Sabito, tener más de lo que su pareja podría. Pero esas eran batallas pérdidas, porque nunca ganaba y solo se lastimaba cada vez más.

Pero cuando estaban en el instituto, Sabito era solo para él.

—Sabes, no me gustan sus amigos —habló Sabito tomando luego un poco de su jugo.

—Ah, ¿sí? —respondió fingiendo desinterés—, ¿eso por qué? —preguntó mirando de reojo a su amigo.

—No he hablado con ellos directamente, pero no sé... Los siento sospechosos, no me siento cómodo.

Giyuu admitía que en el fondo deseaba crear algún tipo de distancia entre ambos, sin embargo, deseaba más el bienestar de Sabito y por lo visto, ese tema parecía en verdad no gustarle. Solo por eso lo habría mencionado, después de todo Sabito no era de los que juzgaba sin conocer. Pero a pesar de todo, quería ser un buen amigo. Incluso si en el fondo dolía.

—Podrías hablar con él sobre eso —habló con el tono monótono característico en su voz—, así se lo harás saber a él y podrán hacer algo al respecto.

—Quizás... Sí. No voy cambiar nada si solo me lo guardo para mí.

—Te sentirás mejor cuando se lo hagas saber y si verdaderamente te quiere... No dejará las cosas estar de esa forma —finalizó mirando el cielo azul en la tan amada azotea que era el lugar favorito de ambos.

Sabito lo miró de reojo y no evitó que en sus labios se formaran una sonrisa un tanto triste. Se sentía culpable por no corresponder los sentimientos de su amigo, pero no podía forzarse a amarlo e incluso para Giyuu ser amado por compasión era demasiado, no quería hacerle eso.

Él desde el primer instante que notó un raro comportamiento en la actitud de Giyuu hacia sí, cayó en cuenta de que su mejor amigo estaba enamorado de él. Fue un golpe fuerte que no se había esperado porque siempre lo vio como un amigo, un hermano.

Mas a pesar de saberlo, no dijo nada. Solo espero a que algún día éste dejara de verlo románticamente o que quizás se declare para rechazarlo como se debe, aunque preferiría no tener que pasar por lo segundo. Lo que menos quería es que su amistad con Giyuu saliera afectada.

—¿Hum? —murmuró Giyuu cuando notó la mirada de su amigo—, ¿pasó algo?

El de cabellos melocotón, aún con su sonrisa, negó levemente con su cabeza. Giyuu merecía ser amado y poder amar a alguien que pudiera corresponderlo en su totalidad.

Pero ese no era él.

—Solo pensaba que eres un buen amigo.

—Oh... —soltó dudoso hasta que desvió su mirar con culpa. Quería decirle que en realidad, no era su amigo. Ya no. Porque lo amaba, hace tiempo que dejó de verlo con ojos de amistad pero ya era tarde para hablar de sus sentimientos— no creo que sea así...

—Lo eres —agregó empujando ligeramente al contrario en modo de juego—, me alegro de tenerte cerca.

—Yo igual...

(...)

Los jadeos inundaron todo aquel departamento y los sonidos de sus labios juntarse el uno al otro, hicieron eco en cada esquina. Aquella noche en donde los dos amantes se reunieron, no desaprovecharon el momento para disfrutar el calor ajeno.

Cuando Sabito se sintió ahogado, decidió romper el fogoso beso que se estaban otorgando y trató de recuperar el aliento mientras ocultaba su rostro entre el cuello de su pareja que solo sonreía ligeramente, a la vez que sus manos seguían puestas en los muslos del menor , aprovechando que éste aún permanecía sentado en su regazo.

La noche avanzó, y el ambiente se tornó más íntimo en el pequeño departamento de Muzan. Sabito se sintió atrapado entre el calor del momento y la culpa que comenzaba a asomarse en su mente. Aunque disfrutaba de la cercanía con Muzan, una parte de él anhelaba la inocencia de sus días con Giyuu, esos momentos de complicidad en la azotea, donde todo era más simple.

—Sabito… —murmuró Muzan, rompiendo el silencio mientras acariciaba suavemente su muslo—. ¿Estás bien?

El chico de cabello melocotón levantó la vista, encontrándose con la mirada intensa de su pareja. Por un instante, se sintió perdido. La confusión lo invadió, y supo que debía ser honesto.

—Sí, solo… —dudó—. Solo pensaba en Giyuu.

Muzan frunció el ceño, y la atmósfera cambió. La tensión se hizo palpable. Sabito se sintió culpable, como si hubiera traicionado a Muzan al mencionar a su amigo.

—¿Aún piensas en él? —preguntó Muzan, su tono cargado de celos.

—No es así… —Sabito se apresuró a explicar—. Giyuu es mi mejor amigo. Siempre ha estado ahí para mí. Solo… me preocupa cómo se siente.

Muzan soltó un suspiro, alejándose un poco. Sabito podía ver la incomodidad en su rostro, y eso lo hizo sentir aún peor.

—¿Y qué hay de nosotros, Sabito? —inquirió Muzan, su voz más dura—. Estoy aquí contigo, y tú sigues pensando en él.

—No es que lo busque… —respondió, sintiendo la presión en su pecho—. Solo quiero que Giyuu esté bien. Él ha estado pasando por un momento difícil.

Muzan se cruzó de brazos, y la habitación se llenó de un silencio incómodo. Sabito sabía que debía elegir sus palabras con cuidado.

—Muzan, no quiero que pienses que… —comenzó, pero fue interrumpido.

—No estoy diciendo que no te importe, pero parece que siempre hay algo que te aleja de mí. —Muzan lo miró con intensidad—. Si realmente te importo, deberías dejar de pensar en él.

Las palabras de Muzan resonaron en su mente. Sabito sintió un tirón en su corazón. ¿Era posible que su relación con Giyuu estuviera afectando su amor por Muzan?

—Lo siento… —dijo finalmente—. No quiero que esto se interponga entre nosotros. Pero Giyuu es importante para mí.

Muzan se levantó, frustrado. Caminó por la habitación, y Sabito lo observó, sintiendo que la tensión aumentaba.

—Quizás deberías hablar con él, aclarar las cosas. —Muzan se detuvo, dándole la espalda—. No puedo ser el segundo plano en tu vida.

Sabito sintió cómo su corazón se hundía. No quería perder a Muzan, pero tampoco podía dejar de preocuparse por Giyuu.

—Dame tiempo —dijo, su voz casi un susurro—. Necesito entender mis sentimientos.

Muzan se giró, sus ojos ardían con una mezcla de frustración y tristeza.

—Está bien, pero no esperes que siempre esté aquí si sigues aferrándote a él. —Dicho esto, salió del departamento, dejando a Sabito solo con sus pensamientos.

La soledad se apoderó del lugar, y Sabito sintió que el vacío se expandía en su pecho. Su mente se llenó de imágenes de Giyuu, de su sonrisa, de los momentos felices que compartieron.

—¿Qué estoy haciendo? —murmuró para sí mismo, sintiéndose atrapado entre dos mundos.

Decidido a aclarar sus pensamientos, tomó su celular y comenzó a teclear un mensaje a Giyuu.

“¿Podemos hablar? Necesito verte.”

Presionó enviar y esperó, su corazón latiendo con fuerza. No sabía qué iba a decirle, pero sabía que debía enfrentar sus sentimientos.

Mientras tanto, Giyuu, en su casa, miraba su celular con ansiedad. Había pasado el día pensando en Sabito, deseando poder estar a su lado, y cuando vio la notificación, su corazón dio un vuelco.

“¿Podemos hablar? Necesito verte.”

La angustia que había sentido en los últimos días se intensificó. ¿Qué estaba pasando entre ellos? ¿Por qué sentía que su mundo se desmoronaba cada vez que pensaba en Sabito y Muzan?

Con determinación, Giyuu respondió: “Sí, donde quieras. Estoy aquí para ti.”

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