Capítulo 4.

Estaba sentado en su sofá, a oscuras. El olor fétido de los residuos de comida y ropa sucia en el suelo ya ni siquiera le afectaba. Nunca se imaginó en ese estado antes, de hecho, desde que su hermana ya no estaba a su lado todo a su alrededor fue decayendo y se fue descuidando en varios aspectos. Solo era Sabito quien lo alentaba a no abandonarse del todo.

Pero ahora, estaba en lo más profundo. En el fondo.

Se odió aún más por permitirse estar así, se despreció por como estaba actuando. Porque con todas sus fuerzas, en aquellas noches de insomnio, trató de aceptar esa realidad y sentirse feliz por su compañero. Pero simplemente su alma se desgarraba con la sola idea de imaginarlo.

Ya iban cuatro días que faltaba al instituto y era cierto que no muchos se preocuparon por su estado, para no decir nadie. Los únicos que llegaron a enviarle mensaje fueron Shinobu quién lo molestó con proyecto que ambos tenían pendiente y Sabito.

Sabito…

Desde lo ocurrido, recibió varios mensajes del antes mencionado. Se le leía preocupado preguntando sobre el estado del chico con ojos azules y enviándole de vez en cuando algunos apuntes de los días en que faltó.

Su corazón latía emocionado cuando recibía dichos mensajes. Se sentía importante cuando Sabito se tomaba el tiempo de pensar en él y enviarle un mensaje, más aún, cuando era insistente como en ésta ocasión. Sin embargo, en el fondo sentía el pinchazo amargo que le hacía divagar en sus pensamientos.

¿Estará con él mientras me envía los mensajes?

Apretó sus dientes con fuerza antes de sacar un suspiro frustrado. A su mente le encantaba torturarle de esa manera e incrementar su miseria era su pasión. Chasqueó la lengua un tanto irritado y volvió a desparramarse en el sofá.

—Creo que faltaré mañana también —murmuró para sí mismo—. No tengo ganas de nada…

Su atención fue dirigida ligeramente hacia la puerta, después de todo, escuchó ligeros golpes en la misma anunciando una visita inesperada. Pero muy bien sabía que no pretendía levantarse para abrir.

—Que le jodan —volvió a decir entre un suspiro, volviéndose a acomodar para quizás dormir nuevamente.

A pesar de que en aquel lugar terminaba con terribles dolores al no estar en una posición favorable, se dio cuenta por fin que en su cama era imposible conciliar el sueño. No le quedaba de otra.

—Giyuu…

Casi escapándose el alma por la boca, Tomioka se reincorporó de un brinco. Aquella voz suave y dudosa que lo llamó, era ni más ni menos que la de Sabito. Miró hacia todos los lados esperando encontrarlo o siquiera que su voz volviera a sonar, mas solo se topó con un pesado silencio acompañado con los alborotados latidos de su enamorado corazón.

Se tomó la cabeza con ambas manos y se regañó internamente. ¿Se estaba volviendo loco a caso?, sabía que estaba pérdida y estúpidamente enamorado de su amigo pero nunca se imaginó a tal grado de imaginarse su voz.

—¡Giyuu, abre la maldita puerta. Sé que estás ahí! —exclamó Sabito golpeando con insistencia ya cuando su paciencia se acabó.

Un escalofrío recorrió su columna cuando lo escuchó una vez más, pero no fue un escalofrío de los ricos. Al parecer no se lo había imaginado y por lo que se escucha, Sabito estaba molesto.

Se cuestionó si era buena idea recibirlo en estos momentos, aún no estaba listo para enfrentarlo y además no se animaba a lidiar con un Sabito molesto. Sin duda, un Sabito molesto no era buena señal.

No obstante, llegó a la conclusión de que muy a pesar de todo lo que él sentía, Sabito no había hecho nada malo y no se merecía todo lo que su inmadurez lo empujaba a hacer.

Sacando toda la valentía que pudo encontrar en él, se levantó del sofá por primera vez en el día y caminó hasta llegar a la puerta. Aún se oían los regaños y quejas de su amigo para que éste hiciera presencia.

Poco a poco y con un nudo en el estómago, rompió aquel obstáculo que lo separaba del chico. Apenas lo hizo, notó que Sabito dejó de hablar y su semblante se puso serio junto con sus manos que se cruzaron sobre su pecho.

—Lo siento, estaba dormido… —excusó el de cabello azabache— ¿Qué sucede?

—¿Cómo qué “qué sucede”? —expresó irritado—. No respondiste a ningún mensaje ni llamada, incluso faltaste al insti… ¿Qué es ese olor de mierda? —dijo llevando una mano para su nariz.

—No tengo ánimos para esto, Sabito… Mañana iré al Instituto si eso te tranquiliza, pero por el momento, quisiera estar solo —pidió con un tanto de resentimiento—. Después estaré como antes.

—Ni loco —respondió empujando ligeramente a Giyuu, entrando junto a él en aquella solitaria casa.

(…)

—¿Hace cuándo no comes algo decente? —interrogó en reproche.

—Me he alimentado bien —respondió con la mirada gacha mientras esperaba como un niño pequeño en la mesa.

—Comer comida instantánea no me parece que te haya alimentado bien, Giyuu —dijo el mayor en un suspiro.

Tomioka se sentía nervioso a más no poder mientras se encogía en la silla de su cocina. Sabito lo había obligado a limpiar la casa junto a él, a bañarse y ahora le estaba preparando algo para cenar. No pudo evitar considerarse una miserable carga para su amigo pero por más que quisiera le era imposible no sentirse feliz de que Sabito estuviera con él ahora y no con… aquel.

Observó a su amigo terminar de preparar la comida que ambos iban a compartir y comenzar a cargarlo en dos plato. Su mente una vez más lo traicionó, haciéndole imaginar un futuro fantasioso que quizás no se haga realidad.

Aunque lo más probable es que nunca lo haga.

—Listo —anunció el chico colocando el plato frente a su amigo—. Hice lo que pude con lo poco que había en el refrigerador. Espero que esté bien.

—No, está bien. Gracias —dijo en lo bajo, tomando la cuchara entre sus manos para probar lo que el contrario preparó. Inevitablemente una sonrisa se formó en sus labios al sentir el sabor. ¿Cómo es que a Sabito todo le salía tan bien? —. Está delicioso…

—¿Hum? —murmuró Sabito alzando su mirada, interrumpiéndose en su degustación—. Ah, sí. Me alegro —respondió también generándose en el una pequeña sonrisa de la misma forma que su compañero, sin mostrar los dientes.

Ambos siguieron cenando en silencio, en esos en donde los dos estaban acostumbrados y que a ninguno le molestaba. Giyuu solo podía describirlo como estar en una burbuja que se va flotando y lo aleja del mundo por unos momentos. Solo él y Sabito. Nadie más.

—Giyuu, creo que es importante que hablemos de lo que sucedió.

Giyuu por un momento sintió que se iba a atragantar, pero por suerte supo disimularlo bien o eso pensó. Sabía que en algún momento tendría que pasar pero definitivamente quería evitar ese tema a toda costa, no estaba listo. Aún no.

—¿Qué sucedió de qué? —preguntó fingiendo ignorancia.

—Sabes de lo que estoy hablando, Giyuu. De mi relación con Muzan —expresó sin rodeos—. Quiero hablar de eso contigo, sin distracciones.

Tracks. Así sintió como un golpe más atropelló a su corazón al oírlo decir, porque una cosa era rememorarlo en su cabeza y otra totalmente distinta que fuera de la misma persona que él tanto quería.

Pero no lo culpaba, él no sabía de sus sentimientos. Sabía que Sabito nunca lo diría de esa manera si supiera de ello, no lo lastimaría así.

—No entiendo por qué quieres hablar tanto del tema, ya me quedó claro —dijo sin evitar sonar algo antipático—. Estoy feliz por ti, aunque…

—Sabes que no es verdad, Giyuu —interrumpió cerrando sus ojos con frustración.

—¿Eh? —soltó confundido—, ¿A qué te refieres?

—Me refiero a lo que tú sientes respecto a eso.

De nuevo sus latidos fueron aumentando con angustia y sus ojos fueron abriéndose un poco más de lo normal por el miedo y la incertidumbre. ¿Se habrá dando cuenta?

—Giyuu, yo-

—¡No es eso! —exclamó un tanto alterado—. Yo estoy feliz de que tengas pareja, solo es que… Yo… Me siento algo excluido y resentido porque no me lo hayas dicho antes. Ya sabes, porque nos decimos todo.

—Pero…

—Además, ese tipo me da mala espina —confesó desviando la mirada con enfado—. No me agrada.

—¿Por qué lo dices? —preguntó Sabito suspirando ligeramente.

—No sé, solo… No me gusta. Me da un mal presentimiento.

—Giyuu, no hay nada de que preocuparse. A pesar de que Muzan es algo… extravagante, es bueno —dijo tratando de calmarlo con una pequeña sonrisa.

—No lo sé… No quiero que te hagan daño —dijo por fin animándose a mirar los ojos lavanda que tanto le encantaban—. Yo también quiero cuidarte y no soportaría si…

—Lo conozco desde un buen tiempo —aseguró tomando la mano de su amigo para apretarla con la suya—. Él no me hará nada, solo dale una oportunidad y lo verás. Yo lo amo.

Ojalá fuera tan fácil, pensó con un leve suspiro lastimero. Amaba sin duda las facciones amables y esos ojos que brillaban con la gentileza que solo Sabito poseía, pero le dolía que todo aquello fuera provocado por otra persona.

Sin embargo amaba más ver a Sabito feliz y aún con su corazón hecho pedazos, sonrió intentando contener las lágrimas que querían escapar por sus dolidos ojos.

—Está bien.

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