Capítulo 3.

Giyuu quiso pedirle a su mejor amigo que pudiera repetir sus palabras, porque creyó escuchar mal. Aunque en el fondo sabía perfectamente que por el semblante de Sabito, no era una mera broma.

Miró a los ojos del joven de cabellos melocotón, queriendo buscar de alguna manera alguna explicación hacia esta noticia que lo había impactado de sobremanera.

—¿Pareja? —cuestionó en un tono de cierto pesar.

Y sí, porque en el momento en que lo escuchó decirlo, sintió un peso instalarse en sus hombros que no supo explicar. Sus piernas se sentían ligeras e incluso pensó que podía desplomarse. Pero más que nada, lo que se le hacía insoportable fue el vacío que se formó en su pecho.

—Sí… Siento no haberte dicho desde un principio pero… Fue difícil. No estaba seguro de como ibas a reaccionar respeto a esto.

Sus ojos parpadearon un par de veces y luego posó su vista al suelo, procesando. ¿Cómo que no estaba seguro?, se suponía que ellos eran amigos. Que se confiaban y se conocían de todo. Su cabeza no paraba de darle vueltas al asunto, ya que estaba en un remolino de emociones que lo sobrepasaban.

Nunca fue bueno con esas cosas. No sabía expresar su sentimientos y lo más triste fue que se suponía que Sabito sabía reconocerlo, pero no fue capaz de darse cuenta de lo dolido que estaba.

—Giyuu… ¿Te encuentras bien? —preguntó Sabito queriendo tocar el hombro de su amigo, sin embargo éste retrocedió unos pasos, impidiéndolo—. Hey… —murmuró ciertamente dolido por esa acción.

—Debe haber sido una noticia algo fuerte para él —habló el mayor de ambos—. Tal vez no sea de mente muy abierta. Pero debes saber que el amor, es amor. Deberías estar feliz por Sabito, es tu amigo, ¿no?

El de ojos azules de inmediato frunció el ceño por su comentario. Por supuesto que sabía que en el amor, no importaba el género y sin duda alguna aceptaría a su Sabito tal y como es. Quería estar feliz por su amigo, pero sencillamente no podía. La sorpresa fue tanta que la presión en su garganta no le permitía hablar, incluso aunque no se sintiera de esa manera, el hombre le causaba un mal presentimiento. Esa sonrisa cínica que portaba en sus labios era lo que más le irritaba.

—Giyuu, vamos… Hablemos —insistió Sabito queriendo volver a acercarse al joven—. No me hagas esto…

De repente a Tomioka se le hacía difícil respirar. No podía aceptarlo. No quería. Tampoco podía comprender la razón de todas sus emociones que se le desbordaban, estaba tan aturdido que se desesperaba por descargar aquella sensación.

—Yo… —habló queriendo reunir todas las fuerzas en él para que su voz no flaqueara. Pero sus ojos ya lo traicionaban desde un inicio cuando comenzaron a llenarse de lágrimas—. Tengo que irme.

Sabito intentó detenerlo con preocupación antes de que éste se fuera del lugar, pues tampoco creyó que la noticia fuera tan impactante para él. Mas era por esa razón que esperaba darle esa información de una mejor manera. Apenas quiso seguirlo, una mano lo detuvo.

Al mirar hacia atrás, encontró a su pareja quien lo había sostenido de la cintura hasta atraerlo por completo a él. Sabito frunció el ceño.

—Iré tras él, te dije que esperaras porque no quería que esto ocurra —regañó el menor intentando zafarse. Aunque le fue imposible por la fuerza que poseía el contrario y que además, rió con diversión—. ¡Muzan!

—Deberías dejarlo solo por esta vez —dijo apegando más su cuerpo al del contrario—. Tú bien sabes lo que él siente por ti, debió ser duro para él. Me da pena y todo, pero si no lo dejas afrontar las cosas por su cuenta, siempre dependerá de ti.

Sabito bajó la mirada con preocupación, admitiendo que su pareja tenía algo de razón en sus palabras.

—No quería lastimarlo… Le tengo mucho aprecio.

Muzan tomó la barbilla del joven e hizo que alzara la mirada para que a continuación, sus labios tocaran los suyos en un fogoso beso.

—Son cosas que a veces no se pueden evitar, no depende de ti —murmuró cerca de sus labios, aún con una ligera sonrisa—. Ya hiciste mucho por él, descansa un poco.

(…)

Corrió como pudo a toda prisa. Todo lo que sus pies pudieran permitirle, incluso si nadie lo estuviera persiguiendo, quería escapar.

¿Escapar de qué?, no sabía. Tal vez de la realidad que se negaba de aceptar. Desde hace unos meses, en su mente se asomaba la razón de todos sus sentimientos hacia su amigo mas siempre esquivó ese pensamiento.

Estaba enamorado de Sabito.

Y ahora más que nunca esa realidad lo golpeaba en el rostro sin piedad. De otro forma no podía explicar el dolor que su pecho estaba experimentando, ya que después de todo, normalmente no reaccionaría así. Él no era así, pero con Sabito todo era diferente.

Esperó a que su amigo pudiera llegar a buscarlo por la noche en su casa, como siempre sucedía en las casi nulas discusiones que tenían.

Pero se quedó dormido antes de que eso pudiera pasar, porque Sabito nunca llegó.

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