Capítulo 2.

Se quedó estático por unos segundos, no supo exactamente cuantos, pero se le hicieron eternos. Trataba de articular alguna palabra, la que fuera. Sin embargo su voz no salía de su garganta y solo sus labios se movían levemente en sus inútiles intentos de forzarse a contestar.

Aquello realmente lo tomó por sorpresa y una vez más se desconoció a si mismo por el ardor que fue recorriéndolo, acompañado con la sensación de levitar en el aire.

No tardó en escucharse un disturbio del otro lado de la línea, acompañado de un “tráeme eso” que reconoció al instante.

—¿Giyuu? —interrogó la voz de Sabito—, ¿qué sucede?

—Eh… —dudó con su voz antes de volver a si mismo. Quiso recordar el motivo principal del por qué había llamado y claro, era porque echaba de menos a su compañero. Aunque no podía decir aquello tal cual— solo quería saber cómo estabas. Como te fuiste tan de repente…

—Ah… ¿Sigues con eso? —preguntó un tanto burlón—. Ya te dije que no es nada, solo estoy en casa de… Alguien.

Se movió ansioso por el piso de su desastrosa sala. Aún tenía la voz del desconocido retumbando en su mente y de alguna manera, pretendía buscar la forma de indagar en la identidad del mismo sin parecer un lunático.

—Oh… ¿Quién? —preguntó queriendo aparentar algo de indiferencia.

Sospechosamente para él, Sabito se tomó un tiempo antes de responder. Aunque no fue la gran cosa, se cuestionó si era necesario tanto misterio para responder una simple pregunta. Sin duda alguna, todo eso daba mala espina al de ojos oceánicos.

—Es… Agh. Te lo contaré mañana, tengo que colgar —contestó con cierta frustración.

Tomioka por supuesto quiso cuestionar las palabras de su amigo pero no tuvo la oportunidad ya que, apenas finalizó la frase, se escuchó el tono característico al finalizar la llamada que indicaba que Sabito lo había colgado.

Perplejo, quitó el móvil de su oído y se limitó a observar a la nada. Pensativo, no tuvo más opción que tragárselo a la fuerza. Debía esperar hasta mañana para saber que se traía entre manos su mejor amigo, más que nada, el interés insistente hacia el tema es porque estaba preocupado. O eso quería pensar.

¡Claro!, él obviamente estaba preocupado por Sabito porque son amigos. El de cabellos melocotón había hecho tanto por él que era normal pensar que todo el cariño que reunió con los años, se transforme en esa ansiedad y malestar por la idea de que Sabito… Su Sabito, pudiera estar en peligro.

Ya después sin quedarse con más opciones, decidió seguir con lo suyo. Nuevamente no tuvo gana alguna de arreglar el desastre que se esparcía por toda la casa, estaba convencido de que lo haría en otra ocasión. O tal vez, cuando Sabito se diera cuenta y lo regañara por ello.

Lo único que hizo por su higiene, fue darse una ducha rápida. Quería deshacerse de todo el estrés que ahora se enterraba en su piel. Así que luego de aquello, fue directo a la cama.

Era algo temprano, claro. Las ocho de la noche. Pero si seguía despierto su mente simplemente se encargaría de formar miles de escenarios irreales que aumentarían ese malestar que se instaló desde la mañana en la boca del estómago. Esa presión que se repartía por turnos con su garganta, para formarse un nudo.

Dio varias vueltas en aquella cama individual. No podía conciliar el sueño, aunque en realidad, siempre le costaba hacerlo. El silencio de su deprimente habitación, de cierta forma, no lo dejaba tranquilo. Porque simplemente eso hacía que las voces de su mente comenzarán a actuar, pidiendo a gritos buscar alguna señal de Sabito.

—Sabito… —murmuró con cierto anhelo.

Finalmente se detuvo de boca arriba, mirando el blanco techo. Cerró momentáneamente sus ojos y entre un ligero suspiro, una de sus manos fue bajando con lentitud desde su pecho y abdomen hasta donde ya se encontraba una erección a medio despertar.

Se sentía de la mierda cada vez que aquello le ocurría porque no tenía respuestas para ello. No sabía por qué a veces, en las noches, la imagen de su amigo despertaba en el sensaciones que le eran extrañas.

Eran amigos, pero aún así…

—Sabito… Ah… —jadeó entre gemidos roncos.

La erección de su miembro se encontraba totalmente despierta, mayormente por la estimulación que él mismo se daba. Se sentía tan culpable de mantener esos pensamientos hacía su compañero, mas le era imposible controlar esa situación.

El clímax de su cuerpo se acercaba. El cuarto en que anteriormente reinaba el silencio ahora era sustituido por la agitación que el joven mostraba justo antes de llegar al aclamado orgasmo.

Se mantuvo unos momentos inmóvil mientras trataba de regularizar su respiración. Su cuerpo se relajó por completo y al parecer, eso bastó para que poco a poco el sueño fuera llegando.

(…)

Al día siguiente, la incertidumbre hizo que llegara más temprano de lo normal al punto de encuentro. Era cierto que todos los días, Sabito y Giyuu iban juntos hasta su respectivo instituto. El de cabellos oscuros, revisó cada dos por tres la hora de su móvil, así como algún mensaje que el antes nombrado pudo enviar. Pero nada. Giyuu envió un texto a Sabito con la intensión de saber de él, utilizando la excusa de preguntar si había tarea. Mas éste no contestó.

Ya algo impaciente, marcó el número de su amigo e inició una llamada. Para sus adentros, un sinfín de críticas surgieron. Se sentía una molestia por su insistir con demasía para su gusto, pero estaba intranquilo. Necesitaba hablar con él. Lo malo de todo, no fue que podría quedar como un pesado. Sino que la llamada no fue tomada.

Sabito siempre contestaba sus llamadas.

No le quedó de otra que esperar y esperar. Pero la hora indicaba que ya iba atrasado para llegar a clases. Muy a su pesar, tuvo que seguir sin él. Con la esperanza de que al llegar al instituto, pueda encontrarlo ahí.

Y su preocupación fue en aumento cuando la única mesa vacía, fue la de Sabito. En toda la clase, no pudo prestar ni la más mínima atención. En su mente solo maquinaba las ganas de ir corriendo cuando antes hasta su amigo y asegurarse de que estuviera a salvo.

No sabía de qué ni por qué, pero el siempre hecho de pensar que el de ojos lavanda podría estar en problemas, colocaba una profunda angustia en su pecho.

Quería proteger a Sabito a toda costa, porque Sabito era lo más importante en su vida.

(…)

Cuando finalmente dieron por finalizadas las actividades, rápidamente tomó sus cosas y salió de ahí a toda prisa. Sacó su móvil para revisar alguna notificación que pudiera darle alguna seguridad, pero nada.

Salió del edificio con apuro, tenía la idea de ir corriendo hasta llegar a la casa de su amigo. Sin embargo, no fue necesario. Después de todo Sabito se encontraba parado cerca de un árbol de la entrada del Instituto, vestido de forma casual.

—Giyuu —llamó Sabito cuando divisó a su amigo—, vamos.

En cambio Tomioka no supo como reaccionar. Hace unos momentos se había imaginado de los peores escenarios posibles en donde su amigo estaba en peligro, pero ahí estaba él. Relajado y al parecer, de muy buen humor.

Cuando los dos estuvieron un poco más alejados de la multitud, siguiendo el camino que comúnmente siempre recorrían, Giyuu no aguantó más.

—Sabito… ¿Por qué faltaste hoy? —preguntó sin dirigirle la mirada—, te envié algunos mensajes pero… No contestaste.

—Ah… Hoy me desperté algo tarde —respondió sin mucho detalle—. Olvidé cargar mi móvil así que… Aún no lo he revisado.

No estaba satisfecho con su explicación, sin duda alguna. Pero debió conformarse con ello. El silencio no tardó en reinar. Pero al contrario de las anteriores veces… Se sentía incómodo.

Claro, teniendo en cuenta todo lo ocurrido ayer en la noche, solía pasar que Tomioka se sentía culpable por profanar el nombre de su amigo. Pero había más tensión que la habitual.

—¿Quién era el de ayer? —interrogó con otra pregunta—… ¿Un amigo?

Sabito ya se esperaba una pregunta referente a ello, y se preparó. Sin embargo, aún así se sentía algo frustrado. Quería esperar algo más para dar aquella noticia. Decirlo en el momento más oportuno, pero las cosas no salieron como lo planeó.

Aclaró ligeramente su garganta cuando un cierto escalofrío recorrió su espalda.

—Ugh…

—¿Qué sucede? —preguntó extrañado.

—Un escalofrío —dijo dejando salir una pequeña carcajada—. Alguien se masturbó pensando en mí.

—Ja… Ah, vaya.

Giyuu no supo en donde estampar su rostro por la vergüenza. Seguramente su amigo no tenía idea de lo que hizo aquella noche, pero tenía esa rara frase que justificaba el hecho de sentir escalofríos y vaya que podría ser verdad o tal vez una simple coincidencia. Aún así, se sintió avergonzado.

—Bueno, como sea —murmuró Sabito—. Quería tener el momento oportuno para darte la noticia, sabes que lo haría. Pero… Es complicado.

—Tranquilo, puedes confiar en mí.

—Lo sé…

Sabito tomó aire antes de poder formular alguna palabra, pero algo hizo que su expresión cambiara cuando miró hacia el frente. De repente se detuvo y su ceño se arrugó.

—¿Qué haces aquí? —interrogó molesto— te pedí que me esperaras.

Giyuu de inmediato dirigió su visión a aquella persona. No sabía de quien se trataba pues jamás en su vida se había topado con esos ojos rojo sangre. Pero aquella sonrisa de ligera malicia que se situaba en sus labios le daba un mal presentimiento y por primera vez en su vida sintió un malestar general que le pedía a gritos alejar a su amigo de ahí.

—Lo sé, lo siento. Pero se me hizo imposible hacerlo —respondió sin arrepentimiento aparente—. Te extrañaba.

—Muzan… —murmuró Sabito con cierto enfado— no es momento.

—¿Momento… de qué? —interrogó Giyuu ciertamente consternado—. ¿Quién es él, Sabito?

El nombrado llevó sus dedos al puente de su nariz y lo masajeó, frustrado. Sabía que lo estaba. Siempre hacía eso cuando quería calmarse de una situación que le estresaba, pero eso no le importó a Giyuu. Solo quería una respuesta referente a la identidad del sujeto quien aún se mantenía indiferente a el momento.

—Ah… Giyuu, lo siento por no decirlo antes —suspiró entre sus palabras—. Él es Muzan, mi novio.

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