Volvemos a vernos pero las circunstancias no son las mismas. Nosotros ya no somos los mismos. Lo observo entrar enfundado en un traje de diseñador con una sonrisa de cartón estampada en el rostro. Esas que sólo se consiguen ensayándolas durante años. Tengo la necesidad de actualizar su apariencia en la concurrencia de imágenes que llegan desde mi memoria. Atrás quedaron esos besos apasionados que supimos darnos cuando todavía eramos dos estudiantes que defendíamos por sobre todo la transparencia de la justicia. Hoy somos dos abogados exitosos ubicados en lados opuestos de la ley. Nuestros egos se enfrentan en un juicio y sin embargo por algún motivo siento que somos como dos niños compitiendo por una ridícula golosina. Matar o morir. Ganar sin importar el precio.