En el pueblo de Lushgreen, se contaban historias de un trébol mágico que otorgaba buena suerte a quien lo encontrara. La gente venía de lejos para buscarlo, soñando con la fortuna que cambiaría sus vidas.Un día, un joven llamado Eliot, con la esperanza de aliviar la pobreza de su familia, se adentró en el bosque. Después de horas de búsqueda, sus ojos se posaron en un trébol de cuatro hojas que brillaba bajo un rayo de sol. Su corazón latió con emoción y rápidamente lo arrancó del suelo.Los días siguientes fueron como un sueño. La cosecha de su familia fue la más abundante, el amor de su vida correspondió sus sentimientos, y hasta encontró una bolsa de monedas de oro en el camino. Pero con cada golpe de suerte, Eliot se volvía más codicioso y menos amable.La gente del pueblo empezó a notar un cambio en el ambiente. Las sonrisas se desvanecían, las amistades se rompían, y la desconfianza se arraigaba. El trébol no solo había traído suerte a Eliot, sino también una maldición disfrazada.Una anciana del pueblo, conocedora de los secretos antiguos, reveló la verdad: el trébol no era un regalo, sino una prueba. La buena suerte era temporal y venía con una lección: la verdadera fortuna reside en el corazón y en las acciones, no en un objeto mágico.Eliot, cegado por su avaricia, ignoró las advertencias. La maldición del trébol se intensificó, llevando al pueblo a la ruina. Las cosechas se marchitaron, las enfermedades se esparcieron y la miseria se asentó. Eliot, ahora odiado y temido, fue expulsado al bosque, condenado a vagar solo, con la única compañía de su trébol maldito, símbolo eterno de su codicia.