En el pequeño puerto de Saint-Malo, los pescadores murmuraban sobre una sombra en las aguas. La llamaban "Le Souffle du Mer", el suspiro del mar. Cada luna llena, una figura serpenteante emergía, dejando tras de sí un rastro de perlas luminosas.El joven Étienne, fascinado por las leyendas del océano, decidió descubrir la verdad. Armado con coraje y una vieja cámara, se adentró en el mar en su pequeño bote. La luna brillaba, plena y prometedora, cuando la criatura apareció. Era majestuosa, con escamas que reflejaban la luz lunar como espejos.Étienne capturó la imagen, pero al revelar la fotografía, solo mostraba el mar tranquilo. Las perlas, sin embargo, eran reales, y guardaban un calor que no era de este mundo.Cuando Étienne mostró las perlas a los ancianos del pueblo, sus rostros palidecieron. Uno a uno, comenzaron a contar una historia olvidada, de un pacto ancestral entre el mar y Saint-Malo. La criatura, dijeron, era la guardiana de un tesoro sumergido, y las perlas, una invitación.Étienne comprendió que su encuentro no había sido casualidad. La criatura había elegido revelarse a él, un humano que compartía su respeto por el mar. Con las perlas en su mano, Étienne miró hacia el horizonte. Sabía que su vida estaba a punto de cambiar para siempre, sumergiéndose en un misterio tan profundo como el océano mismo.