El detective René Lefèvre miraba la lluvia golpear los cristales de su oficina en París. Una sombra se recortó contra la puerta; era Madame Duvall, con un misterio que desentrañar. Su marido, un conocido anticuario, había desaparecido junto con una valiosa estatuilla egipcia.Lefèvre tomó su gabardina y sombrero, y se adentró en la noche. La pista lo llevó a los bajos fondos de la ciudad, donde las respuestas se compraban con silencio. Tras un encuentro con un informante, descubrió que la estatuilla era la clave de un antiguo enigma.En el sótano del anticuario, entre reliquias y polvo, encontró un libro oculto. Las páginas revelaban una secta que buscaba la estatuilla para un ritual. Lefèvre entendió que el señor Duvall había descubierto demasiado.Con la policía en camino, Lefèvre confrontó a los sectarios en el último segundo. El anticuario fue rescatado, y la estatuilla, asegurada. Madame Duvall agradeció a Lefèvre, pero mientras se alejaba, una página del libro oculto se desprendió, volando hacia él con el viento. La inscripción en ella era un jeroglífico incomprensible, un misterio adicional que ni el mismo Lefèvre podía descifrar. Guardándola en su bolsillo, sabía que esta noche no sería el fin. Algo más grande estaba en juego, y su instinto le decía que la verdadera historia apenas comenzaba.