13. El retrato de Doña Clara
En la mansión de los Valdemar, colgado en la pared del salón principal, había un retrato que atraía todas las miradas. Era el de la matriarca, Doña Clara, con sus ojos penetrantes y una sonrisa enigmática que parecía seguirte por la habitación.
Los rumores decían que el retrato estaba poseído, que Doña Clara había hecho un pacto con fuerzas oscuras para mantener su influencia en la mansión incluso después de su muerte. Los sirvientes evitaban pasar tiempo cerca del cuadro, y los visitantes a menudo comentaban lo inquietante que era su presencia.
Una noche de tormenta, el bisnieto de Doña Clara, Javier, desafió las advertencias y se quedó observando el retrato. Quería desentrañar el misterio que había atormentado a su familia durante generaciones. A medida que las horas pasaban, los ojos del retrato parecían cobrar vida, y la sonrisa se torcía en una mueca burlona.
Javier no podía apartar la vista; estaba hipnotizado. La figura en el retrato comenzó a susurrarle, revelando secretos familiares y antiguas tragedias. Con cada palabra, Javier sentía cómo su voluntad se debilitaba, como si el espíritu de Doña Clara intentara apoderarse de él.
Cuando el reloj dio las doce, un rayo iluminó la habitación, y por un instante, Javier juró ver a Doña Clara salir del marco. Gritó y cayó al suelo, inconsciente.
Al día siguiente, lo encontraron tendido frente al retrato, con una sonrisa enigmática en su rostro, idéntica a la de Doña Clara. El retrato, sin embargo, había cambiado: ahora mostraba a Javier sentado en el trono de la matriarca, con sus ojos penetrantes observando a todos los que se atrevieran a mirar.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top