38. Se fue la capacidad

Sofía

—¿Señorita, tampoco querrá recibir visitas de sus padres? —Me preguntó la enfermera.

—¿De mis padres? No sé quiénes son.

—La señora Miranda y el señor Frank, la pareja Burgos.

—Si ya sé de quienes habla, pero... ¿Realmente ellos son mis padres? —Inquirí.

—Sí, señorita, lo que pasa es que usted... —Creo que quiso decirme algo pero luego calló.

—Disculpe, lo cierto es que no quiero recibir visitas de nadie que no conozca —Pareció confundida con lo que le había dicho, pero se limitó a solo a asentir, se acercó a la puerta y giró el letrero de plástico de "Visita, adelante" a "Visita no disponible" y salió mientras jalaba la perilla y cerró la puerta.

Me quedé allí pensativa. ¿Quién había sido ese chico que vino? Según era Albert, pero de donde lo conocía. Yo no lo recordaba, al parecer él a mí sí. Aparte esa duda de mi mente para resolverla después. Me giré sobre el costado derecho e intenté descansar.

__________  

Luego del descanso de más de dos horas, desperté y llamé a la enfermera porque necesitaba ir al baño.

—¿Dígame, que necesita?

—Necesito ir al baño.

—Pero no se puede levantar —La enfermera cortó violentamente la frase —mejor le traigo un pato.

—No. Quiero levantarme e ir al baño.

—Señorita... usted esta... —Buscaba las palabras para decir— débil, necesita primero recuperar fuerzas —La miré obstinada.

—Está bien traiga el pato ese...

—Si se siente incómoda con mi presencia, puedo llamar a su madre para que la venga a ayudar.

—¿Mi madre está afuera? —Asintió —Si, llámela por favor —La enfermera salió.

No recordaba quien era mi madre, sé que esa señora que se llamaba Miranda no lo era, lo hubiera sentido. Sabía que al verla podría recordarla inmediatamente, faltaba que funcionara la reacción madre-hija-por-genética.

Volvió a entrar y le seguía la tal Miranda.

—Señorita, aquí está su madre.

—Hija... ¿Cómo estás? —Dijo Miranda.

—Disculpe enfermera, pero ella no es mi madre —La miré con algo de despreció. No por rabia a Miranda, sino... que ¡Ella no era mi madre! Eso se siente cuando alguien es tu familia. Miranda quedó perpleja cuando dije esas palabras, sus ojos se hicieron de vidrio acuoso, estaba a punto de desbordar todas sus emociones. Al parecer lo que había dicho, le había dolido, como si fuera mi verdadera madre.

—Así no me consideres tu madre... te puedo ayudar —Lo pensé un poco. Pero no me sentía cómoda.

—Gracias... —Estaba casi segura que la señora se llamaba Miranda, pero igual lo pregunté—: ¿Miranda? —Asintió. —La enfermera me ayudará, disculpa si te quité tiempo.

La enfermera miró a Miranda, se volteó y salió, mientras parecía que secaba una lágrima de su rostro.

—Entonces ¿Quiere que la ayude? —Preguntó la enfermera.

—Sí, por favor. Aunque creo que puedo sola ¿Qué debo hacer? —Pregunté.

—Debe poner esto —Señalo algo parecido al bol de comida para perro, pero algo parecido a un ovalo— entre sus piernas, aquí se sentará —Indicó uno de los bordes del objeto —Pero señorita, necesitará de mi ayuda —La fulminé con la mirada, ella no pareció importarle, le resbaló.

Ella me entregó el objeto en las manos y yo esperé que se fuera, pero no, solo se quedó ahí mirando.

—Disculpa... ¿Me podrías dejar a solas?

—Lo siento, mi trabajo es estar pendiente de usted. Y si lo que le da es pena, pues para eso puede cubrirse con la sabana —Su mirada era extraña, parecía que ocultaba algo.

—Okey —Corté.

Iba a colocar el pato entre mis piernas, pero cuando las intenté abrir para colocarlo, no pude, no tenía fuerzas, mis piernas estaban dormidas. Si las sentía pero... no las podía mover. La enfermera me notó lidiar con la movilidad de mis piernas, se volteó y distrajo preparando una bandeja con medicamentos. Yo seguí intentando mover mis piernas, pero nada pasaba ¿Por qué no lo había notado? De seguro era la anestesia que me habían inyectado cuando llegué.

—Disculpe enfermera, el doctor me dijo que me habían anestesiado por le herida de mis piernas —Ahora que recordaba... nunca me dijeron que me había pasado ni porque estaba ahí— ¿Cuánto dura el efecto de la anestesia? —La enfermera vaciló, pareció no escuchar.

—Enfermera —Volví a llamar más alto. Ella me miró —¿Cuánto dura el efecto de la anestesia?

—¿De la anestesia? —Pareció extrañada.

—Sí —Estaba colmando mi paciencia. No parecía una enfermera capacitada como para cuidarme.

—Emm... —Miró un reloj imaginario en su muñeca, luego miró el de pared— No... recuerdo. Déjeme que busque al médico y le pregunto —Salió disparada de la habitación, solo pude ver la sombra perderse a dos metros de la puerta. ¿Ahora si podía quedarme sola? Qué raro.

Pasaron más de quince minutos y yo seguía sola en la habitación. Hasta que ella junto al médico que me chequeó desde que había abierto los ojos de un accidente del cual aún no sabía nada, se acercaron, la enfermera tenía la misma mirada desesperada, ansiosa, de pena. ¿Estuvo a punto de llorar? Quizá era idea mía.

—Hola... —Dijo el médico mientras tomaba la carpeta con mi historial y lo hojeaba, seguro buscando mi nombre— Sofía, ¿Cómo estás?

—Bien algo cansada. Esa anestesia es fuerte. Aún no puedo mover mis piernas. ¿En cuánto tiempo pasará el efecto?

—Sí, —Aclaró su garganta con un carraspeo— de eso vengo a hablarte. El que no puedas mover las piernas, no es causa de algún anestésico —¿Si no era eso... entonces qué? —El que no las puedas mover es producto del... —Vaciló, tragó saliva y continuó—: accidente que tuviste.

—Sí, ya supuse que tuve un accidente. No sé cómo fue, pero... entonces ¿Quiere decir que es solo temporal, tengo inamovilidad por el golpe que me llevé?

—No Sofía. El que no las puedas mover, será constante, por el resto de tu vida —Esas palabras impactaron mi vida. A pesar que no recordara nada en ese momento, supuse que era grato caminar, pero ¿Estar invalida?

—Doct... —Mi palabra quedó en el aire, el vació silencioso se las tragó. Noté a la enfermera dar un respingo, mientras tomaba servilletas cercanas y secaba sus lágrimas.

—Lo siento Sofía. Sé que es difícil. Pero... ya evaluamos el posible desempeño que podías tener para recuperar la movilidad de ellas, pero es inútil, estas invalida, confirmado al setenta y cinco por ciento.

Algo me estrujó todo el cuerpo. Mi piel se calentaba de no sé qué. Quise articular palabra, incluso abrí la boca para decir algo y solo salió un aullido bajo. Quité la sabana y la arrojé al suelo, miré mis piernas moreteadas.

—Muévanse —Grité dramáticamente, como si las palabras fueran a revivirlas —Muévanse ¡Ya! —La enfermera no pudo reprimirse más y soltó su llanto, pero me dio la espalda. No me importaba.

Mis lágrimas brotaron solas. No hice esfuerzo por nada para hacerlas surgir. Lo que siguió fue un grito de horror, que incluso fueron atormentadores para mis oídos, el grito lo produje yo misma, caí en crisis, intenté desesperadamente moverme con ayuda de mi torso y manos, pero fue estúpidamente inútil. El doctor me tomó los brazos —Tuvo suerte que había quedado invalida, porque si no le hubiera dado un par de patadas por el pecho y su cara—, la enfermera aún en llanto reaccionó y preparó una inyectadora, supuse con más tranquilizante o anestésico. Me inyectó mientras yo seguía en la lucha de llorar, gemir, gritar, luchar por vencer la anestesia, pero fue en vano. Perdí la conciencia y mis ojos se cerraron.

__________  

Estuve dos semanas más luego de que me enteré que estaba inválida, ahí en esa clínica y aún no podían darme de alta. El aburrimiento era fatal. Miranda, Frank, Gisell, Cándida y Albert me seguían visitando, no se apartaban de la sala de espera.

A la tercera semana me dijeron que ya estaba lista para la silla de rueda, que había mostrado mejorías. ¿No sé en qué? Mis piernas jamás servirían.

Me enseñaron a bajarme de la camilla y sentarme en la silla. Me sentía con más libertad, Ya podía salir de la habitación hasta el área verde de la clínica, bajo supervisión, pero me importaba era que al fin pude ver el sol, sentir el aire natural que se colaba entre mis ropas.

Fui libre de aquella prisión médica a la cuarta semana. Me llevaron a casa de Frank y Miranda, ya me caían bien, a pesar que no me sentía relacionada en nada con ellos, no los sentía mi familia.

Cuando llegué a la casa, me pareció algo chica para ser solo tres personas. Conmigo ahora. Esa primera semana noté como Frank, Albert, Miranda y Cándida sacaban cosas del cuarto de huéspedes y lo subían al ático, incluso algunas al sótano, estaban desocupando el cuarto de huéspedes, mientras instalaban la cinta corredora en las escaleras para que pudiera subir con la silla de rueda a la que según ellos, era mi habitación.

Ambos —Miranda y Frank— me seguían hablando y contando cosas, en especial algo que constantemente me decían es que eran mis padres, aunque no les creí mucho. Sin embargo no recordaba los que llegarían a ser mis verdaderos padres. Por respeto les decía señor y señora. Me dijeron que les dijera mamá y papá. Pero no sentí la suficiente confianza y relación de cariño como para hacerlo. También me dijeron que a causa del accidente que había tenido, era la causa del que no recordara nada de lo que pasó antes de eso.

Ellos me mostraron cosas a ver si recordaba algo, pero las anécdotas que contaban se me hacían totalmente ajenas, desconocidas. Según ellos antes yo caminaba, estudiaba y estaba a punto de graduarme. Seguía sin recordar nada, excepto lo que viví desde que desperté del hospital.

Entraron a un cuarto y salieron con una inmensa caja donde había álbumes de fotos. Vi fotos de una niña que realmente se parecía a mí junto a Miranda y Frank. Todo me hacía estar muy nerviosa ¿Estaba secuestrada? Ellos dijeron que perdí la memoria, pero ¿Cómo les creía? A pesar que me enseñaran cosas que eran mías, que viví y todo lo demás no me sentía yo. Algo faltaba.

__________  

Pasaron semanas muy incómodas. No podía caminar, estaba todo el día en una silla de ruedas. Miranda me ayudaba todos los días a levantarme y junto con Frank me sentaban en la silla de ruedas. También me habían enseñado a usar la cinta corredora que sostenía mi silla de ruedas para subir y bajar. 

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Un día revisando las cosas que tenía encontré fotos de mí junto a un chico abrazado, y otras dos personas, otro chico y una chica. Nos veíamos muy amigos, pero ni la remota idea quienes eran. Miranda entró:

—Hola Sofía ¿Cómo te sientes hoy?

—Supongo que igual que ayer, bien. ¿Quiénes son ellos? —Pregunté y señalé a la foto.

—Ellos son tus mejores amigos. Albert, Gisell y Gabriel. Momento ¿No los recuerdas? —Se sorprendió.

—No... no sé quiénes son.

—Albert fue quien te dio aquellas flores a los días de haber despertado del accidente —Negué. No recordaba quien era, no recordaba las flores.

Ella se levantó y salió de mi cuarto apurada. Yo seguí revisando la gaveta y encontré más fotos, notas y muchas decían de Albert, con quien me veía más unida. Así como tuve curiosidad, así se fue.

Escuché la voz de Miranda en el pasillo junto a la de Frank.

—Debemos llevarla de nuevo al médico —¿Qué pasaba?

__________  

Días después de ese suceso, me llevaron a una cita médica. Miranda contó que yo había olvidado cosas de cuando había despertado del accidente. ¿Qué cosas eran? Si recordaba haber despertado adolorida y de ahí solo el que me hayan enseñado a usar silla de ruedas. El doctor me examino, me hizo un par de preguntas luego me pidió que esperara en el pasillo junto a su asistente. No sé qué dijo el doctor adentro. 

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Diciembre llegó, en la casa adornaron muy sencillo, miraba por la ventana el vecindario y el resto si estaban muy adornadas, llamativas.

Un día vi que Miranda estaba hablando por teléfono algo preocupada, me acerqué. Ya era practica andando en la silla de ruedas, en un segundo estuve a su lado.

—Sí, sí. Está bien. Ahora sí, cuando puedas —Colgó mientras daba un sollozo.

—¿Qué pasa señora Miranda? —Pregunté.

—Nada hija —Me sentía incomoda y extraña cuando me decían así y yo no sentía ese tipo de relación.

No creí mucho lo que me dijo. Dio la vuelta y se fue a la cocina. Yo como todos los días no tenía mucho que hacer. Me acerqué al sofá y encendí el televisor. Justo ofrecían un informativo donde decían que se cumplía justo un mes desde que unos estudiantes habían sido atropellados por una mujer alcohólica, pero que ya a la mujer le habían dictado juicio y cumpliría sesenta años de condena. Mientras narraban mostraban imágenes reales —Supongo— de un camarógrafo improvisto grabando cuando la camioneta chocó un auto estacionado y se dio a la fuga, se veían personas tiradas sobre el césped de la orilla de la acera, todo rápidamente, no enfocaban nada a la vez. La cámara se movía mucho.

Frank apareció y apagó el televisor.

—¡Hey! Lo estaba viendo —Proferí.

—Lo sé. Pero esa noticia es vieja.

—Pero quería saber que pasó.

—No creo que sea de agrado ver ese tipo de noticias donde... gente muere y le dañan la vida a estudiantes.

Ellos a veces actuaban extraño. Recordé que dijeron que el que yo estuviera así era causa de un accidente. Así que le dije:

—¿Ese accidente fue el causante de cómo estoy? —Se quedó tieso, como de piedra, pero asintió.

No supe que hacer si enojarme u olvidarlo como el resto de las cosas que según ellos olvidé.

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Un par de semanas después de ver el informativo ante la puerta apareció el chico con quien yo salía en la foto. Saludo a mis "padres" y luego se me acercó y me abrazó muy fuerte. Tenía un perfume que olía rico, por un momento me perdí en el olor, pero reaccioné y me moví un poco hacia atrás.

—¿Quién eres?—Exclamé. Sus ojos se agrietaron, un brillo comenzó a aparecer.

—Soy Albert —Miró a Miranda y a Frank buscando apoyo, ellos asintieron a la vez —Yo... soy tu novio.

—¿Mi novio? —¿Tenía novio y aún no lo sabía? El chico no era feo, pero... no lo había visto jamás, solo en las fotos. Yo le sonreí por amabilidad. No sentía nada por él más que amabilidad de visitante.

—¿No me recuerdas? —Preguntó.

—Bueno recuerdo... —Todos pusieron cara de impresión— que te vi en una foto en una gaveta de mis cosas y ahora veo que eres tu —La cara de ellos volvió a caer en decepción. Pero no. No sé quién eres, no te recuerdo —El asintió, me dejaron en la sala y ellos se fueron a hablar a la cocina. De reojo miraba a donde estaban a ver si lograba escuchar algo, pero era inútil.

Estaba comenzando a nacer de nuevo pero con una edad ya mayor. Dieciocho años. Me contaron que en Marzo del año que seguía cumplía los diecinueve.   

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