23. Indescriptible
Albert
Todo un día sin saber de qué otra manera, aparte de estar feliz. Me había dado pena despedirme de Sofía como debía ser, pero la presencia de su padre —Aunque no estaba mirando— Me intimidaba. A pesar que el camino hasta allí no había sido nada fácil, no iba a permitir que tan fácil se fuera. Y como aquel dicho: El que persevera alcanza. Se había hecho realidad. Fui parte estadística de «La tercera es la vencida».
Envuelto en el aire de aquellas calles camino a mi casa, comenzaba a ver todo de distintas maneras. Desde diferentes puntos de vista. Si me habían dicho que la perspectiva de muchas cosas cambiaba, pero nunca llegué a creerlo, hasta que me estaba pasando. Parecía detallar un poco más las cosas, como las flores —Cuyo aroma se colaba sutilmente por la cavidad de mis fosas nasales— de la vecina de Sofía, la que estaba a distancia de dos casas de por medio. El color del pelaje largo del cachorro con el que jugaba una niña mucho más adelante, un color entre amarillo y crema. La sonrisa de la niña, dientes perlados aún de leche por su edad, supuse.
Así me la pasé en todo el recorrido, detallando muchas cosas las cuales no le había dado la importancia muchas veces, como muchas cosas de las que vivimos normalmente, y sin importancia o por rutina no lo hacemos.
No sabía si esperar más tiempo para contárselo a mi familia, en especial a mí madre o contárselo justo al momento de llegar a casa. Gabriel también tenía que estar al tanto de lo que estaba pasando. Estaba descuidando un poco la amistad de mi mejor amigo.
Ese día llegué a la casa y no hice más que encerrarme a ver televisión. Cosa rara, pero era más lo que pensaba que lo que veía. Totalmente distraído.
Al día siguiente luego de despertar tarde, de un profundo sueño, escuché los perros de a lado ladrar. De seguro andaban dejando correspondencia. Fui al baño, lavé mis dientes, me cambié de ropa y bajé directamente al patio para saber cuál había sido nuestra suerte ese día. Luego de recoger algunos sobres en el buzón llegué a la puerta frente a mi casa, sentí un olor salado unido a aliños al vapor. Posiblemente mi madre estaba cocinando. Entré y el mismo aroma —Cuando bajé no lo había sentido— se hizo más intenso llenándome de placer aromático. Ah, Que olor era aquel. Me dirigí directo a la cocina y tal como había pensado ahí estaba mi madre preparando una cazuela con arroz para que acompañara al pollo que se estaba cocinando en el horno. Si algo amaba de la casa, aparte de muchas cosas, era el cómo cocinaba mi madre.
—¡Hola! —Dije sorprendiéndola al pisar con el pie derecho la línea que dividía la sala de la cocina.
—Albert —Me reprimió—, no me asustes así.
—Lo siento —Reí naturalmente.
—¿Tienes hambre? —Preguntó.
—Sí.
—Por cierto, pensé que volverías rápido ayer. Tardaste más de lo que pensé. ¿Pudiste encontrar a Sofía?
Avancé hasta sentarme en la silla individual del mini bar que había en la casa. Apoyándome con los brazos y hablé:
—Sí, yo también pensé que duraría menos, y sí, la encontré. Por eso fue que me tardé, nos quedamos hablando un rato y... —Ya estaba comenzando a meter la pata. Quería contárselo, pero aún no estaba listo para hacerlo— pues fuimos a la heladería esa que queda cerca de la iglesia, conversamos un rato y de ahí la acompañé a su casa y aquí estoy.
—Ah que bien —Respondió.
Sentía que si me quedaba allí me comenzarían a salir las palabras de golpe y serían muchas para poder detenerme luego, así que para prevenir, preferí alejarme del sitio donde podía estar en riesgo de hablar de más.
—Entonces.... Subiré a mi cuarto ¿Me llamas cuando esté listo el almuerzo?
—Claro.
Me levanté del taburete, enrede mi pie —el que me había fracturado hacia un tiempo— y sentí que por poco pasaría lo mismo,pero mantuve el equilibrio, me desenredé, salí de la cocina y subí a mi cuarto. Me recosté un rato a ver que estaban pasando de bueno en la televisión.
Al rato escuché los pasos de mi madre subir por las escaleras de madera, supuse que venía a llamarme para que bajara. Tocó la puerta de mi cuarto.
—Adelante —Respondí al toque. La puerta se abrió y casi acertaba, solo que me traía el almuerzo al cuarto, cosa que pocas veces hacía. La miré un poco sorprendido pero agradecido. Recibí la comida y la coloqué en la mesita junto a mi cama.
Ella me conocía, después de todo era su hijo. Y sé que en especial las madres parecían utilizar ese trance, esa adivinación de pensamientos o acciones por comportamiento. Hizo como la que se distrajo con el programa que estaba viendo, de seguro dándome tiempo para preparar las palabras que estaban a punto de salir de mi boca. Y como toda madre, lo logró.
—Madre... —Dejé la "e" completamente suspendida en el aire.
—¿Dime?
—Sabes que quería contarte algo... pero, sabes me da un poco de pena, pero sin embargo creo que lo correcto es ahora —Creo que por un momento se asustó, porque su impresión no fue la de "curiosa" que yo esperaba.
—¿Cómo qué será?
—Pues... no sé si sabes que me gusta Sofía. —Dije esquivando su mirada. Me sentía todo un adolescente inmaduro preguntándole a su padre sobre qué es el sexo, o de como vienen los niños al mundo. Sí, así mismo, algo estúpido.
—¿Eso hijo? Creo que ya mucho lo sabemos —¿Ya muchos lo saben? A que se refería ¿Mi demostración "interna" de aprecio por Sofía era tan evidente? ¡Lo que faltaba! Me sentía totalmente avergonzado, desnudo ante toda una multitud que espera que dieras tu perfecto discurso.
—¿Cómo así? —Dije imitando el acento colombiano.
—Pues sí, eso ya lo sabemos. Y bueno emmm ¿Eso es lo que me tienes que decir? —Preguntó examinando más a fondo entre mis palabras.
—Sí y no —Dije dudoso de poder continuar.
—¿Por?
—Pues no es solo eso, sí, me gusta pero... hoy comenzamos algo formal —¡Qué estúpida conversación estaba teniendo! Fue lo que pensé por un momento, pero más adelante me sorprendería por lo que iba a escuchar.
—¡Cuánto me alegra! —Fue su expresión, me toco el hombro animándome —Que bueno, de verdad. Ya te notaba extraño —Rio por lo bajo.
—Ajam... entonces te lo conté solo porque eres mi madre, y a pesar que a veces nuestra confianza no es tan entrelazada, pues... quiero comenzar a cambiar eso. Aunque créeme, justo ahora veo que no es nada fácil.
—Entiendo —Su sonrisa se mantuvo y su corazón pareció dar un pálpito fuerte, sus ojos comenzaron a brillar. Avanzó hasta donde estaban mis pies, por instinto los aparté y ella tomó asiento al borde de mi cama. Tenía hambre pero en ese momento sabía que me alimentaría de algo mucho más sabio. Continuó—: Sabes, me alegra mucho que puedas comenzar a intentar a confiar en mí, eso me hace sentir que estoy siendo una buena madre —Sonreí—. Pero lo que te quiero decir es lo siguiente, y quiero que estés muy atento. Un noviazgo no es como muchos lo ven, algo superficial, alguien para intercambiar saliva —Me quedé sorprendido. Estaba siendo muy directa, eso me gustaba pero me sentía regañado, apenado. Era algo extraño escuchar hablar así a mi madre—. Es solo una etapa que se vive en casas distintas—Prosiguió—, distintos corazones, pero que con solo mantener una confianza y respeto, ya comienzan a vivir unidos, no en matrimonio, pero sí por el mismo sentimiento.
¡Wow! Estaba sorprendido. Jamás pensé que mi madre pudiera ser tan sabia. Si sabía que era muy inteligente y todo, incluso la había podido ver en acción pero limitada. Ahí estaba viendo toda una versión ilimitada de la sabiduría que tenía mi madre.
Estaba estupefacto mirándola y siguió:
—No es algo que se toma a la ligera, es un paso de madurez. Que si lo mantienes como tal, podrás llevarlo a otro grado más alto y cada uno con su respectiva recompensa. Conoces y ganas amistad. Se hacen novios y ganas cariño, afecto externo de otra persona y confianza. Se mantienen en respeto y ganas confianza de su familia, de sus amigos, además... el amor se incrementa. Se casan y bueno tienes absolutamente todos los privilegios que no creo sean necesarios que los mencione ahora. Y con esto no quiero decirte que debes casarte ya mismo para disfrutar del resto. Hay una frase muy personal que siempre mantuve viva en todo mi noviazgo con tu padre y es: "Hasta para sentir mariposas en el estómago hay tiempo". Y si analizas la frase profundamente, verás cuánta razón hay en ella. Porque a veces nos apresuramos a vivir todo en un noviazgo y cuando se sube de nivel, ya no hay nada nuevo que ofrecer, todo se vuelve rutina y cuando menos acuerde, la llama del amor se ha extinguido, el cariño ha menguado, las palabras que demostraban amor se habrán desaparecido de la nada, la existencia de un divorcio o una simple separación de parejas informal. Por eso hay que tomarse el tiempo necesario para ir avanzando en madurez, en crecimiento del uno al otro. Porque también a veces creemos que siendo novios es solo para darnos cariño porque para eso fuimos creado y es algo errado, ya que, claro, además de eso también estamos para hacernos crecer unos a otros, en especial en ese tipo de relaciones.
Yo solo asentía, no sabía que más decir, mi madre era una persona que quizá había vivió más situaciones que le enseñaron muchas cosas. También aprendería las mías, pero así como iba diciendo mi madre, todo iba avanzando por nivel.
A pesar que era toda una charla sobre noviazgo, matrimonio y sexualidad oculta en términos generalizados. Me agradaba, aprendía. Me tenía cautivado en sus palabras, algo extraño. Ella siguió hablando:
—Recuerdo cuando tu padre y yo fuimos novios.Para ese tiempo no existía tanto libertinaje como ahora. Él se acercó a mí en el último año de primaria en aquella escuela de monjas, donde la mitad era de mujeres y la otra mitad de hombres. No nos permitían hablar, y si nos encontraban. Era un castigo seguro o una convocatoria para mis padres. Solo éramos unos niños tontos creyendo que estábamos enamorados. Un día entre la justa división que existía a mitad del colegio, había un agujero del tamaño de una cabeza de un niño de doce años. Del lado de las mujeres yo estaba reunida con un grupo de amigas chismorreando, hasta que él me llamó del otro lado. Las demás niñas que estaban conmigo huyeron despavoridas ante un posible castigo.Ya que prácticamente era un pecado hablar con un niño sin supervisión de los padres. Yo me quedé ahí muy quieta, sin miedo alguno. Comenzamos hablar constantemente, y a regalarme algunas cositas para atraer mi atención y lo comenzó a lograr. Estuvo así hasta graduarnos de la primaria. El colegio continuaba con la secundaria, pero ya a través de aquel agujero no nos podíamos ver. Así que al salir del colegio nos escapábamos a un parque que estaba en todo el frente. Gracias a Dios mi padre ni las monjas nunca se llegaron a dar cuenta. Hasta que un día finalmente me lo dijo, se me declaró y yo acepté. Pero un nuevo problema surgía, mi padre era muy autoritario. Yo era la niña de sus ojos. El amor entre jóvenes era muy mal visto. Era continuamente vigilada y él se atrevió a enfrentarlo de manera respetuosa y pedir ser mi novio formal, que pudiéramos vernos constantemente, sin importar si nos establecían un horario,cosa que era muy natural en esos tiempos. Y extrañamente mi padre aceptó, claro luego de cinco intentos —Ambos reímos—. Pero lo logró con perseverancia,respeto y actitud. Y el resto, es historia de otro capítulo. Entonces... si la quieres, respétala. ¿Te gusta? Demuéstraselo. Son cosas muy básicas Albert que ya conocemos por lógica a veces, pero que de una u otra forma es bueno refrescarlo. Una última y muy importante cosa, habla con el señor Frank. Es su hija, merece que ambos le den el respeto que merece, así como yo también, a pesar que con los hombres sea muy diferente las cosas —Asentí. Ella se levantó y así como había llegado en silencio, así se había ido. Dejando en mi cabeza un mar de sabiduría por aprender. Y de metas y acciones respetuosas que cometer.
__________
Las clases me comenzaban en siete días y otra de las cosas que sabía por lógica que tenía que contarle a mi mejor amigo. Ese mismo lunes a las 10:16am el día iba a la deriva. Pensé en ir a la biblioteca a buscar un libro, pero me detuve al saber que aún tenía uno de hacia 1 mes. Por lo que ya me salía multa. Qué horror.
En la mañana me la pasé en casa, viendo televisión, leyendo un capítulo de algún libro, conversando, conectado a Facebook, revisando aquí y allá. Así se me pasó la mañana hasta una hora antes del almuerzo. Y llamé a Gabriel.
—¡Gabo! ¿Vienes o voy? —Siempre nos preguntábamos eso al apenas contestar la llamada.
—Vienes —Contestó con flojera de hacer el viaje de ocho cuadras a mi casa.
—Okey. Aunque aquí ya hay almuerzo preparado —Dije para envolverlo, él nunca rechazaba un tan rico almuerzo de mi madre. La línea quedó en silencio. Lo estaba pensando.
—Me corrijo. Voy —Lo sabía.
—Sí, mejor —Sonreí.
Pasaron treinta tres minutos hasta que llegó. Lo esperamos para poder almorzar. Y luego a mi cuarto a jugar con mi dichosa consola y otro juego de su tío que ya habíamos jugado, pero no me aburría ni me divertía. Pero no me podía quejar, eran juegos que aún no estaban a la venta, y si estaban, eran difíciles de conseguir. Jugamos un rato.
A pesar de ser hombres, él y yo a veces —Muy rara vez— nos contábamos cosas muy íntimas que solo nosotros dos sabíamos. Lo que yo le diría no sería nada nuevo ni exuberante. Pero era él ya lo tenía que saber. Seguimos jugando por una hora seguida sin parar más que poner pausa al juego para ir al baño o tomar agua.
Me quedé esperando poder entrar en tema —Porque mientras jugábamos también hablábamos de varias cosas— pero eso nunca pasó. Así que hablé:
—Gabo ¿A que no sabes?
—No, no sé —Dijo con sarcasmo.
—Estoy con Sofía —Dije inseguro, mientras maniobraba con el control en la mano a mi personaje en el juego, sin saber que esperar. Él actuaba a veces extraño. Pero no, no dijo nada. Solo siguió mirando, por un momento pensé que no había escuchado y quise volver a repetir; pero cuando me preparaba para hacerlo, respondió:
—Ya me lo imaginaba. —¿Se lo imaginaba? Creo que no ya no era necesario contarle nada a nadie. Mi vida supuestamente privada, creo que estaba siendo más publica que la circulación de un periódico regional.
—¿Te lo imaginabas? —Pregunté.
—Sí.
—¿Por qué?
—Porque estabas actuando muy extraño y distante conmigo. Más bien me pareció raro que me llamaste hoy —Me sentí un idiota por un momento. Quizá lo había sido y no me di cuenta. Tenía rato que no veía a Gabriel por andar con Sofía que también me estaba ganando espacio de importancia en la vida.
—Ah lo siento —Dije apenado.
—Tranquilo, en algún momento todos pasamos por esa etapa. Así que no te extrañe cuando en algún momento comience a actuar distante contigo —Se burló, yo solo sonreí —. ¿Y bueno, que tal?
—¿De qué? —No supe a qué se refería.
—¡De tu y Sofía!
—¡Ah! Todo bien, tranquilo —No quise explayarme mucho, porque sabía la pregunta que vendría, la respuesta que le seguiría y el sarcasmo a flote aparecería. Y así fue.
—Qué bueno ¿Desde cuándo son novios? —Esa era a la pregunta que no quería contestar. Solo había pasado un día. UN DÍA. Ya les andaba contando a todos como si fuera un gran evento público el cual había sido plasmado hacia un tiempo. En serio, estaba siendo todo un idiota con esto de una relación formal. Creo que esa era una de las desventajas de tener novia a los dieciocho años.
—Desde ayer en la tarde —Respondí y él instintivamente pausó el juego y me miró.
—¿Desde ayer? —Preguntó exigiendo saber más.
—Sí, desde ayer —Dije apenado.
—¡Desde ayer! ¿Y me lo cuentas hoy? Te pasaste. Primero debiste decírmelo ayer mismo, pero segundo no es para que andes diciéndolo todo al segundo día sin saber si justo ahora te pueda estar engañando con otro, o ya se arrepintió de la respuesta que te dio ayer o quien sabe que otra cosa —Me hizo entrar en un mar de dudas, las cuales, algunas sabía que eran totalmente falsas, pero otras les daba el beneficio de la duda. ¿Y si ya se había arrepentido? ¿Qué pasaría? ¡No! No lo creía.
—Bueno ya. Estas exagerando.
—Yo pensé que tenían como un mes o algo parecido. Como te vi tanto tiempo con ella, pensé que eras un poco más rápido cortejando a una mujer —Se bufó.
—Ya, ya. Cada quien tiene su modo de actuar, aunos les sale bien haciéndolo rápido y otros no. Yo no soy de los rápido soy... delos «Lento pero seguro» —Ambos nosreímos. Tenía días que no escuchaba mi humor malo y pesado. Una semana paracomenzar clases. Ella y yo. Aparte el resto del mundo.
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