2. ¡Ah! Este obstinado profesor

Sofía

«Riiiing» Mi mano delgada toco el botón Stop del despertador que marcaba las 6:40am, me senté al borde de la cama, despertando bien del sueño mientras con los pies tanteaba el suelo buscando mis pantuflas.

—Ah... ¡Ya es viernes tan rápido! —Exclamé para mí.

Ya bien despierta me levanté, caminé hacia el pequeño ropero, saqué una toalla y salí de la habitación. Caminé hacia la izquierda donde estaba el baño solo a una pieza de por medio la cual correspondía al cuarto de limpieza, mientras arrastraba las pantuflas como si tuviera un yunque en cada pie. A los veinte minutos salí del baño y me fui al cuarto, saqué la ropa que usaría esa mañana, tras probarme varias blusas, me quede con la azul celeste, manga corta y unos jean negros que perfilaban mis piernas. Al estar lista, me dispuse a bajar para avisarle a Miranda que me iba la universidad.

—¡Miranda, estoy lista! —Grité bajando las escaleras.

—Ya voy Sofía, estoy terminando de desayunar ¿Acaso tu no vas a desayunar?

—Sí, pero en el cafetín de la universidad —dije mientras entraba a la cocina.

—No, aquí ya te serví el desayuno... Siéntate y desayuna. Por cierto... ¡Cuántas veces te diré que no me llames Miranda, que soy tu madre! Merezco el respeto y dignidad de que me llames mamá o madre ¿no?

—Si... está bien —Mi ánimo delataba lo contrario.

—¿Esta bien? —Dijo Miranda.

—Sí, está bien: Intentaré no llamarte Miranda, sino mamá —repetí como la lección que aprende un niño de preescolar. Por cierto olvidaba decirte que hoy iré a casa de Gisell, terminaremos la tarea luego de clases.

—Está bien, tu padre estará en casa ¿necesitarás algo? Para comprarlo luego de que salga del trabajo.

—No, no me hace falta nada. Por los momentos.

De la nada recuperé la noción del tiempo que había estado en la mesa y miré el reloj.

—¡Miranda! Mira la hora, son las 7:47am, llegaré tarde a clases, por eso no quise comer en casa —Di el último bocado de la comida. Nos levantamos de la mesa, ella tomó su bolso del sofá en la sala, mientras que yo recogía mi mochila del suelo y dirigía mis pasos rápidos al garaje. Entramos al auto para ir camino a la universidad.

—¿Segura que llegaras tarde? —Preguntó Miranda.

—Sí. Estoy segurísima.

—¿Y si paso al salón y me disculpo con el profesor, y me echo la culpa? —Dijo algo seria.

—¡¿Qué?!

—Claro, así también podría sentarme junto a ti y recordar mis días gloriosos en la universidad —noté que todo era sarcástico—. Y así poder estar más tiempo con mi hijita tan bella —Una de sus manos se separó del volante y pellizcó mi mejilla.

—¡Miranda! —Ella rio y me contagió.

Llegamos afuera de la universidad, me despedí de Miranda, y entré casi que corriendo para llegar al salón, intentando ralentizar el proceso de mi llegada, cuando me percaté que la puerta del salón ya estaba cerrada. Me detuve y respiré profundamente para tener más soporte en mis palabras al pedir la aprobación del profesor para poder estar en su clase.

Mi mano golpeó la puerta suavemente, con delicadeza, mostrando respeto y cordura. Del lado de afuera la perilla giró sola, parecía las perillas de las puertas que aparecen en las películas de misterio y terror que en algunas ocasiones vi, además lo que vería del otro lado no sería precisamente rosas y colores. El profesor Carlos Morán se asomó por la puerta dándome una mirada con altivez.

—Señorita Sofía, ¿Que son estas horas de llegada?

—Disculpe profesor Carlos, tuve un pequeño inconveniente con el tiempo.

—Entiendo —dijo cerrando la puerta en mi cara.

Mi mirada fue extraña al notar que el profesor solo me ignoró totalmente, pero para mí eso no sería excusa como para no volver insistir. Toqué de nuevo. Y de nuevo abrió.

—¿Dígame?

—Profesor, ofrecía disculpas, por haber llegado tarde y para que por favor me deje pasar.

—Disculpe señorita, pero usted conoce bien el reglamento de la institución, todo aquel que llegue cinco minutos tarde luego que el profesor haya entrado, quedará ausente en clase.

—Lo sé, pero haga una excepción esta vez, es primera vez que me sucede esto —supliqué.

—No, señorita, si hago una excepción con usted la tendré que hacer con todos a partir de hoy y no quiero que en mi clase todos lleguen a la hora que mejor les parezca. Así que disculpe tengo una clase que terminar —cerró la puerta con más altivez y desinterés aún.

—¡Ah! Este... —Iba a decir una grosería pero me detuve —profesor me tiene obstinada—Susurré. Noté que del pasillo otros estudiantes me observaban. Lo que me hizo sentir un poco avergonzada de que una chica como yo no pudiera mantenerse relajada y que no le importara solo una falta a clase.

Me fui caminando con la mochila casi que a arrastras hasta los bancos que estaban en la pequeña plaza tipo parque que estaba al costado izquierdo de la institución. Allí me senté saqué mi celular y los audífonos, me los coloqué y perdí entre las notas musicales que escuchaba; mientras esperaba que terminara la clase del profesor Carlos para entrar a la siguiente.

Mientras mis oídos estaban con la música mi vista inspeccionaba mí alrededor.

Que progreso había tenido durante todos los cuatro semestres pasados. Como olvidar cuando llegué toda perdida en la universidad, no sabía dónde quedaba nada, me daba pena preguntar cualquier tontería, pero la necesidad por saber cosas te va formando. Te hace seguro de lo que haces, en la mayoría de ocasiones. El último semestre había sido bien pesado, pero si ya había llegado al quinto semestre es porque estaba haciendo bien las cosas, aunque tenía algo de temor por el siguiente, las cosas aumentaban el grado de dificultad. A mí me gustaba todo menos los exámenes, me parecía que era una manera poco fiable para aprender. Siempre pensé que con las exposiciones y defensas se aprende más, pero no podía hacer más que adaptarme a la forma en que evaluaban algunos profesores.

¿Gisell llegaría a tiempo, estaría en clase? —Me pregunté. Saqué mi teléfono del bolsillo y le mandé un mensaje a Gisell.

          Para: Gisell

          Epa Gisell, ¿Qué hacen?

Di por entendido que estaba en clase, para evitar el ¿Estas en clase? Y luego hacerle la pregunta ya mandada.

A los minutos respondió:

          De: Gisell:

          Hola. Estamos viendo una nueva clase. Próxima semana examen.

«Sí, estaba en clase, momento ¡Nueva clase! Justo hoy tenía que llegar tarde. Pero había sido culpa de Miranda. Ya no tenía remedio. Al menos ella estaba dentro y podía prestarme lo visto».

          Para: Gisell

          ¿Está difícil, entiendes?

Pasaron unos segundos.

          De: Gisell:

          Entiendo a medias.

Le respondí:

          Para Gisell:

          Necesito que prestes mucha atención. Ahora me tienes que explicar.

No tardó en responder

         De: Gisell:

        ¿Explicar? No soy buena... nos vemos en un ra...

Llegó el mensaje incompleto, supuse había querido decir "rato". Le mande un mensaje desahogando la molestia contra el profesor, ella me entendería.

          Para: Gisell:

         Okey. No llegué a tiempo, el loco no me dejó entrar. Nos vemos.

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