75
26 de abril, Honolulu, Hawai.
El sol iluminaba aquel día de abril en las islas Hawai, un gran día.
El lado norte de Waikiki Beach estaba cerrado al público por la boda de Marco Reus y su novia Jennel. Todos querían ir pero sólo los más afortunados podían ver el bonito enlace entre la pareja.
Había un altar rodeado con flores y guirnaldas que adornaban también las sillas de colores azules y amarillos. Todo era realmente precioso.
La gente invitada iba apareciendo y comenzaba a tomar asiento. Casi todos los presentes eran futbolistas, ya que el esposo era jugador de fútbol.
Jennel estaba sentada enfrente del espejo. Miraba su rostro maquillado como si fuese un ángel y su moño alto que realzaba sus facciones. Preciosa.
La chica estaba feliz por casarse con el hombre de sus sueños pero a la vez los nervios la carcomían por dentro. No sabía si Marco daría la espantada en el último momento y la dejaría plantada, o si su vestido se manchaba o cualquier otra cosa.
— ¿Estás nerviosa? —preguntó Begoña poniéndose al lado de la muchacha de vestido blanco.
— Un poco, la verdad. —resopló la morena en busca de un poco de alivio.
— No te preocupes, va a salir todo genial. Estás preciosa, todos se van a quedar estupefactos cuando te vean, Jenn. —Bego animó a su amiga mientras la daba un abrazo para salir de la habitación y dejarla sola.
Begoña continuó su camino hacia las afueras del bungalow en el que se encontraba pero alguien se interpuso.
— ¿A dónde vas? —preguntó Morata agarrando la mano de la chica.
— Afuera, ¿qué hacías aquí? —cuestionó la morena entrelazando su mano con la de su novio.
— Estaba buscándote, Bego. —el madrileño acercó a la chica a él para envolverla en un abrazo.
— ¿Qué te pasa? —Begoña estaba extrañada por el comportamiento de Álvaro.
— Nada, es que te quiero mucho y las bodas me ponen sensible. —besó la cabeza de su novia.
— Estás muy raro. —rió. — Yo también te quiero, Moratita. —unió sus labios en un beso y se separó. — Tengo que buscar a las chicas, nos vemos en un rato.
Besó por última vez a su novio y siguió su camino para buscar a sus amigas.
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Mar y Laura ayudaban a preparar los últimos retoques para los vestidos azules de las damas de honor.
— ¿Ha venido Borja? —preguntó Mar intrigada.
— No le he visto, creo que no va a venir. —Laura contestó con cierta tristeza, ya que su novio no iba a estar allí para estar con ella.
— No estés triste, quizá venga. —intentó animar la mexicana.
— No lo creo. —la madrileña siguió con lo que estaba haciendo cuando escucha que la llaman.
— Laura, te buscan. —Isco llegó corriendo señalando a la parte de atrás de uno de los bungalow.
— Sigue tú, ahora vuelvo. —Laura dejó lo que estaba haciendo y fue donde Isco señaló.
Llegó y no vio a nadie.
— ¿Hola? —preguntó esperando una respuesta.
— Hola, tontita. —alguien contestó a sus espaldas.
— ¿Borja? ¿Qué haces aquí? —preguntó sorprendida.
— Yo también te quiero. —dijo con sarcasmo el jugador del Wolfsburgo.
— No seas tonto, me refiero a que has venido, pensaba que no ibas a llegar. —Laura corrió a abrazar a su novio.
— Era una sorpresa, tontita. —besó los labios de la castaña mientras sonreían. — Aunque si te soy sincero, pensaba que alguno de esos iba a estar detrás de ti.
— Sigues empeñado con eso, eres muy pesado, no quiero nada ni con Koke ni con Lucas. —explicó Laura con un resoplido final.
— Lo sé, pero no puedo evitar pensar en que podrías estar con otro. —el futbolista besó la cabeza de su pareja. — Te quiero, tontita.
— Te quiero, tontito.
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— ¿Quién la llamaba? —preguntó Mar terminando de poner la rosa blanca en la muñequera del último vestido de dama de honor.
— Borjita. —respondió el malagueño acercándose a su novia.
— ¿Al final ha venido?
Isco pasó de la pregunta de su novia y juntó sus bocas en un beso apasionado.
— Pero Isco, ¿a qué ha venido eso? —preguntó asombrada.
— Llevo mucho tiempo sin verte, tengo que aprovechar. —volvió a besarla haciendo que soltase una risa.
— Que bobo eres, te amo.
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Alba se sentó en una de las sillas para descansar, su tripa ya pesaba bastante y eso la cansaba. Suspiró del cansancio y el calor que hacía en aquella isla.
— ¿Cansada? —preguntó Nacho riendo.
— No me hace gracia, a ver cómo llevas tú a una niña aquí dentro. —comentó con irritabilidad.
— Eres muy fuerte por hacer eso, cielo. Te admiro. —Nacho pasó un brazo por detrás de los hombros de su novia y besó su cabeza.
— Gracias, Nachete. Gracias por darme una familia, jamás lo hubiese pensado.
— No me tienes que dar las gracias, ahora ya tengo a las dos mujeres más importantes de mi vida. —se besaron mientras ponían las manos en la tripa de Alba, pues su pequeña estaba feliz por la relación de sus padres y el amor que se tenían.
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— Alejandra. —llamó Jesé, pero su novia lo ignoró por completo. — Ale. —volvió a intentarlo el canario. — Aleja, cielo...
— ¿Qué quieres, Jesé? —por fin, la chica le dirigió su atención.
— Llevas todo el día evitándome, quiero saber porqué. —el español se sentía la peor persona del mundo.
— Pues porque sí.
— Eso no es una respuesta, vamos, dime qué te pasa. —Jesé agarró la mano de su novia y, extrañamente, ésta no la apartó.
— Es que... —las lágrimas amenzaban con salir. — Me ha dolido que no me haya enterado por ti de que has fichado por otro equipo. Pensaba que yo era la primera persona a la que le contabas las cosas.
— Y lo eres, bebé. Lo eres. Pero quería tener seguro que me iba de París, no quería preocuparte con una posible salida si nada era seguro. —Jesé hizo que Aleja le mirase. — Ahora mismo tú eres lo más importante para mí.
Dos lágrimas cayeron por las mejillas de la venezolana mientras juntaba sus labios con los del canario.
— Te amo, aquí, en París, en Canarias y en el fin del mundo.
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Alejandra corría de un lado para otro buscando a Sofía, tenía prisa por encontrar a la rubia pero un moreno se interpuso en su camino.
— Ale. —Asensio la agarró por el brazo parando el ritmo de la malagueña.
— No puedo hablar ahora, Marco. —se notaba la prisa que tenía, pero eso pareció no importarle al mallorquín.
— Es importante, Alejandra. —la seriedad en sus palabras hizo que la chica se asustase y se olvidase de lo que tenía que hacer.
— ¿Qué pasa, Marco? —los dos fueron a un sitio más apartado donde poder hablar tranquilos.
— Verás, me acaba de llamar mi padre. —hizo una pausa para mirar a los ojos de Alejandra. — Y me ha dicho que hay un equipo que me quiere, es más, casi está hecho mi traspaso.
— Eso es bueno, ¿por qué te preocupa tanto? —la chica no conseguía entender la preocupación de su novio.
— Es bueno pero me preocupa porque voy a fichar por el Manchester United. —el silencio reinó entre los jóvenes. Ninguno articulaba ninguna palabra.
— ¿Es seguro? —preguntó Alejandra con un hilo de voz.
— Sí. —musitó. — Quería decírtelo, pero no sabía cómo.
— Así que te vas de España. —todavía no lo asimilaba.
— En Madrid estoy muy bien pero no tengo minutos y necesito estar en un equipo en el que sea importante. No te pido que lo entiendas, pero sí que lo respetes. —el jugador balear tenía la voz quebrada, pero sus palabras eran firmes.
— Lo entiendo, Marco, y te apoyo en todo. —Asensio no se esperaba esa reacción por parte de su novia.
— ¿De verdad?
— Pues claro, soy tu novia, te tengo que apoyar en tus decisiones. —se acercó al chico y se unieron en un abrazo.
— ¿Quieres venirte a Manchester conmigo? —soltó Asensio aún estando abrazados.
— Sí, quiero.
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Nairy cogió su vaso de ponche, esperando que algo interesante pasara, pues llevaba media hora allí sola sin encontrar a ninguna de sus amigas o alguien con quien hablar.
— Nairy. —alguien dijo su nombre a sus espaldas y la chica se giró.
— Toni. —se sorprendió al ver al alemán.
— ¿Podemos hablar? —preguntó Kroos posicionándose delante de ella.
— No se... —Nay estaba nerviosa por estar enfrente de aquel hombre. — Supongo que sí.
El futbolista agarró su mano y la guió un poco más lejos de aquel lugar lleno de personas.
— ¿Qué querías, Toni? —preguntó la morena abrazándose a si misma, aunque hacía bastante calor ella estaba destemplada.
— Toma. —el centrocampista se quitó la chaqueta de su traje y la puso por encima de los hombros de Nairylein.
— No hacía falta. —sonrió inconscientemente la venezolana ante el gesto del alemán. — En fin, dime lo que querías decirme.
— Quería pedirte disculpas por lo que te dije hace unos meses, fue impropio de mí, yo te quiero demasiado como para no querer verte. —Toni lo contaba con vergüenza, su actitud jamás era despectiva e irrespetuosa, y menos con la chica a la que amaba. — Por favor, perdóname.
— No seas idiota, no tengo nada que perdonarte. Yo debería de pedirte disculpas por haberte engañado, no sé ni porqué lo hice. —ella también lo decía con vergüenza, pues engañó al hombre de su vida por quince minutos de placer con un chico que ni si quiera se preocupó por ella.
— Disculpas aceptadas. —sonrió débilmente Kroos.
— Sé que puede resultar una completa estupidez, pero estos últimos meses he estado bastante mal y creo saber el porqué. Así que, ¿quieres volver conmigo? —Nay estaba a expensas de lo que saliese de los labios del chico, y no se hizo de rogar.
— Claro que sí, Nairylein. Te quiero muchísimo. —sin pedir permiso unió sus labios con los de, ahora, su novia.
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— Donde se habrá metido Chispi. —Alejandra pensó en voz alta, pues su tocaya había ido a buscar a Sofía para advertirla.
— Estaba con Marco. —alguien respondió a su pregunta, resultó ser la persona con la que menos quería hablar.
— No te estaba preguntando. —ella respondió.
— Escucha, quiero que hablemos. —Lucas se acercó a ella.
— ¡Sofía! —Alejandra gritó en el oído de Vázquez al ver a la rubia pasar por enfrente y salió corriendo a su encuentro.
— Genial, me acaban de hacer la cobra, menos mal que no la he ido a besar. —pensó en voz alta el gallego, siguiendo a su ex novia.
— ¡¿Dónde narices estabas?! —preguntó Ale a su amiga llegando a su lado, viendo como Alejandra llegaba corriendo por detrás. — ¿Y tú que? ¿Dónde te habías metido?
— Hablando con Marco, lo siento. —se disculpó Chispi recobrando el aliento.
— ¿Qué pasa, chicas? —preguntó intrigada Sofía.
— Pues que estábamos ayudando con unas cosas al lado de la barra y hemos visto a Dani hablando, con... —Ale se calló antes de terminar para tragar saliva.
— ¿Con quién? —preguntó la rubia nerviosa por tanta intriga.
— Con Jessica.
Penúltimo capítulo.
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