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—¡Mika, podemos hacer una casa con esto para después de nuesta* boda! —gritó con emoción, completamente admirado de tener en sus manos a esa clase de juguete tan extraña.
Jamás, desde que cumplió los cinco años, se había predispuesto a jugar con bloquecitos Lego. En el jardín, todos los días divisaba a sus compañeritos armar figuras extrañas y amorfas, simplemente colocando uno sobre otro y viendo como estos se destrozaban en cuestión de segundos si alguien derrumbaba el trabajo al suelo, lo cual solía suceder a menudo. Pero allí, en casa de Mika, se maravilló por las asombrosas construcciones que el niño tenía alrededor de la sala: autos, robots y un edificio pequeño que, a sus ojos, se veía como lo más increíble que había visto nunca. Se arrepintió por creer que aquellos artefactos eran aburridos y no tenía caso jugar con ellos.
—¿¡Podemos!?
—¡No hasta que me devuelvas a mi Idon* Man!
Los labios se le curvearon en un puchero. El muñeco yacía atascado entre sus piernas y Mika ni en sueños intentaría arrebatárselo de ahí. Yuu lo sabía.
—Pero ya nos casamos, debemos constuir* una casa para la luna de miel.
—¿Qué es eso? —preguntó, levemente interesado.
—¿No lo sabes? —los cabellos dorados del niño se balancearon sobre su frente cuando él negó—. Es cuando dos personas que se casaron van a casa ¡y comen muchas cosas dulces! Por eso se llama luna de miel, porque la miel es dulce —explicó con inocencia, recitando las palabras exactas que le había dicho su mamá.
Su acompañante abrió la boca, de pronto encantándole la idea.
—Entonces, si te ayudo a armar una casa, ¿podemos comer cosas ricas?
—¡Sí! ¡Y podrás ser un superhérue* muy fuerte!
—¡¿De verdad?! ¡Entonces lo haré!
Yuu asintió frenéticamente, feliz por su iniciativa. El niño más alto se dejó caer sobre la alfombra, tomando cuantos bloques pudo y comenzó a posicionarlos de la manera en que su padre le enseñó para que una casa se viera linda y estable. Y mientras él hacía el arduo trabajo, Yuu observaba postrado en el suelo, abrazando a la amada posesión de su 'esposo' contra su pecho y murmurando que finalmente harían la boda oficial.
Una nostálgica sonrisa tiró de las esquinas de sus labios, manteniendo al maltratado, pero al mismo tiempo, pulcro muñeco enfrente de sus narices. Cientos de momentos ligados a dicho juguete y Mika atravesaron sus memorias; sintiéndose, de pronto, que volvía a tener cinco años y a fastidiar al chico para que fuesen una pareja de casados. Destellos de un pequeño Yuichiro visitando la misma habitación, correteando en la misma sala, simplemente estando allí, en esa casa que tantos recuerdos le otorgó a su apreciada infancia, le acumuló en la garganta un ligero nudo de añoranza.
Pero el cuarto no era igual, el hogar había sufrido modificaciones en la estructura, él tenía veintiún años y ya no tenía la energía e inocencia de un niño. Sus pensamientos habían cambiado. Ya no iba detrás de él. Incluso hasta se sentía nervioso e intimidado cuando Mika deambulaba a su alrededor y ni hablar del leve fastidio que le influía a veces que el chico no lo dejara en paz; siempre siguiéndolo con la mirada, arrimándose a su lado, colocando inquietos a los latidos de su corazón.
Rio con ironía. ¿Así debió de haberse sentido él en el pasado?
Bajó la mirada, topándose con el aún abierto cajón. Vio la bolsa enorme de Legos ocupando sitio en una esquina, cochecitos esparcidos en todas direcciones, pelotas pequeñas pintando círculos de colores y algo que se asomaba de entre una cantidad monumental de desgastadas cartas de Dragon Ball Z. Sin poder evitarlo, tiró de lo que parecía ser una pierna de plástico y dejó la diminuta anatomía al descubierto.
Abrió desmedidamente los ojos. Su barbie favorita lo recibió con otro golpe de melancolía.
—Mira, Mika, me vestí para nuestro día de compras —enseñó la pequeña ropita nueva que su madre confeccionó para la muñeca. Mikaela examinó el conjunto ceñido pero decente que aquella traía puesto y luego vio las ropas simples y holgadas que cubrían el cuerpo de Yuu.
—No tienes ropa de día de compras.
—Claro que sí, ¡mira! —plantó a su barbie frente al rostro del niño y este le sacó la mano de un golpe.
—Claro que no, no te pareces a ella —afirmó con crudeza inintencionada.
—Yo soy ella —murmuró triste—. Soy igual a ella.
—No —lo miró toscamente, echándose en la alfombra para acabar con la torre de ladrillos—. Ella tiene el pelo amarillo y tú lo tienes negro —enumeró—; ella es alta, tú eres bajo, ella tiene pintura en la cara, tú no; ella es flaca, tú estás gordo —posicionó el último bloque y culminó su discurso injurioso, sin darle más importancia de la necesaria—, ella es una chica, tú no.
Un silencio sepulcral cayó como lluvia caudalosa, extrañando al pequeño Mika, porque su compañerito Yuichiro jamás se quedaba callado. Volvió el rostro y se sorprendió al ver un río profundo de lágrimas caer desde la cuenca de sus ojos verdes. No supo comprender, en su minúscula mentecita casta, qué es lo que había hecho para que el molesto niño de pronto pareciera romperse frente a él. El primer sollozo salió, fuerte y desde el fondo de su lastimado corazón. Arrojó la muñeca contra la torre, levantándose del suelo y saliendo por la puerta sin avisarle a la madre de Mika y sin interesarle derrumbar el trabajo de su gran amor. No disimuló su angustia, sólo dejó que aquella se liberara por sí sola, mientras trataba de recordar el camino a su propia casa.
Mika le había dicho cosas horribles y desde ese entonces, ya no tuvo ganas de volver a jugar con él.
Una lágrima pintó líneas oscuras sobre la acolchada mejilla. Luego, otra lo hizo por igual.
Se levantó lentamente del lugar, tomándose algunos segundos para apreciarse a sí mismo gracias al enorme espejo que tenía enfrente. Su cabello castaño, su altura modificada debido a los zapatos de suela que normalmente prefería utilizar, su maquillaje ahora estropeado por sus lamentos, su figura terriblemente descarnada, bastante falta de las bonitas curvas que solía tener... pero un chico le devolvía el reflejo. Un chico que de pronto, no se vio contento con lo que comprendió que era.
Parado allí, no entendió en lo que se había convertido.
—Tú la dejaste aquí, ¿recuerdas? —oyó a sus espaldas.
Una segunda fisonomía, mucho más robusta que la suya, se dejó ver sobre el espejo. No había notado, hasta ese momento, lo pequeño y débil que se veía a su lado. Se dio la vuelta paulatinamente, quedándose estático frente al chico que marcó parte crucial de su vida. Pero lo que vio Mikaela en simultáneo, fue un dèjá vu: Yuu parado allí, con su juguete de Iron Man en una mano, su muñeca barbie en la otra, observándolo con los ojos brillantes. Pero aquel día, él lucía demacrado y el resplandor en ellos, como una bruma angustiosa; las lágrimas encontrando su camino en forma de espesos lagos de delineador.
—Lo recuerdo —musitó a duras penas.
La bandeja con comida y algunas bebidas que traía encima, fue olvidada arriba del escritorio. Caminó hasta que su cuerpo y el otro casi no tenían espacio para coexistir y acarició su piel, permitiéndose borrar el rastro de su infelicidad con los pulgares.
—Lo siento mucho, Yuu-chan. Si pudiese volver el tiempo atrás, jamás me hubiese permitido lastimarte así —se disculpó con sinceridad naciente del alma.
Aquel día jamás se había eliminado de sus recuerdos; porque fue la vez en que no volvió a ver a ese niño revoltoso, pero lleno de alegría que, secretamente, levantaba su ánimo cuando sentía que no existía nada más que pudiese hacerlo feliz por un rato. No entendía cómo su comportamiento había destrozado las partículas que lo componían, transformándolo en alguien al que luego, quince años después, no fue capaz de reconocer. Era Yuu, era él, su rostro, su cuerpo, su ser mismo, todo era una estampilla de evidencia; pero al mismo tiempo, no lo era. Fugazmente, lo comparó con la barbie que mantenía aferrada con ahínco.
Las palabras de un simple niño, aún si no iban con desdén, podían causar tanto daño...
Quitó las figuras de plástico que sostenía, mandándolas a descansar sobre la cama y tomó sus largas, aunque rellenas manos, que hasta el momento, era lo único que no había cambiado en absoluto.
Sonrió con ternura.
—¿Estás molesto conmigo por lo que pasó? —interrogó, demasiado cerca de su rostro.
—M-Mhh... —pestañando, intentó ahuyentar un nuevo cúmulo de lágrimas.
Negó con la cabeza, accediendo a que Mika acunara su cuerpo contra el suyo para brindarle el consuelo que desde ese día estuvo buscando. Rodeó la gran musculatura, permitiéndose a sí mismo desahogarse y finalmente tomar a ese chico como siempre había querido. Sus leves llantos, esta vez, eran de alivio. Luego, le siguió una risa. Una risa que brotó desde las cavernas de su corazón y salieron a ser absorbidas por la camisa blanca de Mika. Escuchó sus latidos alborotados yendo al mismo ritmo que los suyos.
—¿De qué te ríes? —preguntó con simpatía.
El abrazo se intensificó y Yuu se permitió carcajearse con regocijo.
—Te tengo, Mikaela Shindo —sonrió, levantando la cabeza para mirarlo a los ojos.
Su boca se abrió pasmada, pero no duró demasiado cuando una risa se le fugó igualmente. Suspiró, apretándolo contra sí.
—Me tienes. Lo conseguiste.
Ambos dejaron fluir las risotadas, sin despegar la mirada del otro. Una vez que intentaron recuperar el aire, Mika se inclinó para apoyar su frente en la ajena, disfrutando de las agradables oleadas de calor que la acción desplegó en su organismo, adentrándose a su sistema por cada poro de su piel.
—Mika... —susurró.
—¿Mmh?
—Esta distancia es insoportable.
Él sonrió.
—¿Sabes qué lo es más?
—¿Mmh?
—Las ganas que tengo de besarte.
Posteriormente, sus labios por fin se encontraron con aquellos finos y acolchonados con los que tanto soñó.
El contacto no fue ni remotamente como él lo había esperado. No habían mariposas volando a su alrededor. No existió algo parecido a una caricia dulce. Sólo sus labios tomándose con anhelo, pasión y apetito reprimido por el pasar de los años. Sus lenguas danzaron en sincronía, tocándose y saboreándose, contentas por sentir las rugosidades fusionarse. Las bocas se acoplaban una y otra vez, botando saliva en exceso, provocando que estas liberaran chasquidos de puro gusto. Luego de entregarse al deseo, de permitir que las puntadas de placer bombardearan sus estómagos, sus caras se alejaron algunos centímetros para ser testigos pícaramente de lo que acababan de hacer.
—He querido besarte desde que estábamos en jardín de infantes —Yuu masculló ido, como confesándole un profundo secreto.
—¿De esta manera? —se burló—. Yuu-chan, tan pequeño y tan pervertido...
—¡No seas tonto! —rio, mientras golpeaba suavemente su espalda con el puño—. Sólo besarte; chocar mis labios contra los tuyos, sin pensar en nada más.
—Pues, ahora podrás hacerlo todas las veces que quieras —Mika sonrió, aunque él no admitiría tan pronto sus tremendas ganas por ansiar lo mismo. Sentía que no tenía que hacerlo, cuando adivinarlo era un juego de niños.
Se rieron al unísono, resguardándose en sus brazos, sintiendo las chispas de lo que un día fue amor no correspondido, derretir las paredes de la caja de cristal en las que encerraron a sus corazones sin notarlo.
este capítulo seguido del otro , fue posible gracias a yoru13 y también dedicado a ella❤ muchas gracias por tus comentarios lindos uwu
dos capítulos antes de que termine .. lo dejo caer
si alguien más quiere dedicación , que me lo diga , que no les de vergüenza u.u
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