✿|3|
Mikaela abrió la puerta lentamente, pasando saliva con inquietud, inducida por las mismas reflexiones pesimistas que su acomplejada mente maquinó desde su absurda charla con Lacus, quien luego de recibir un puñetazo en la cabeza, le explicó que sólo quería motivarlo: y bien, lo había conseguido, podía otorgarle el punto. Pero ahora, sentía que hasta se podría defecar encima de puros nervios. ¿Cómo era posible pasar de un león con ganas de comerse al mundo a un pobre gatito asustado?
Vio a Yuu entrar al interior de su hogar, siendo consciente de que se imaginó su boca en su pene. ¡En su pene! ¡La maldita boca de Hyakuya Yuichiro, la cual utilizaba para sonreír tan hermosamente, en su pene, el cual le servía para orinar! Casi sintió náuseas de sólo pensar en el cúmulo de bacterias que éste estuviese ingiriendo.
—Permiso —murmuró en voz baja.
Lo invitó a pasar a su cuarto, atravesando en el camino la sala, en la cual su madre veía la televisión. Caminaron detrás del sofá e hizo señales a todos los astros existentes, rezó a todos los dioses y pidió en todos los idiomas, que ella no se diera cuenta de la presencia del muchacho castaño. Tarde fue, cuando su cabeza se giró cual niña del Exorcista y su expresión asombrada esplendió el lugar, siendo escoltada por un potente grito de absoluto júbilo. En un abrir y cerrar de ojos, la tenía enfrente, acorralando a su compañero entre sus poderosas garras femeninas.
—Oh, Yuu-kun, ¡hace tanto tiempo que no te veía! ¡Estás enorme! —exclamó eufórica, siendo recibida por igual.
—Tampoco yo, señora Shindo —rió dulcemente.
—Sólo llámame Dasha.
Ambos tuvieron una rápida, pero extensa conversación, como si se conociesen de toda la vida y como si su madre acabase de descubrir que poseía otro hijo y jamás lo hubo sabido hasta ese día. Hablaron de sus padres, de su aspecto angelical, sus notas del instituto, sus aspiraciones y deseos para el futuro. Todo aquello en menos de quince minutos. Mika rodó los ojos, escuchando y asintiendo sin agregar dicción al asunto. Finalmente, ella comentó acerca de la última vez en que tuvieron discernimiento el uno del otro y él se sonrojó. Pero no pasó por alto, que Yuu también.
Como método de salvación, por fin dejó salir su voz.
—Mamá, tenemos que hacer un trabajo.
La mirada mortal que recibió de su parte, le congeló las pelotas.
—Y usted, señorito —alzó una de sus rubias cejas, colocando los brazos en jarra—. ¿En qué momento pensabas decirme que Yuu-kun era compañero tuyo?
Boqueó, balbuceando monosílabos incoherentes. Fue peor cuando el chico a su lado lo observó, esperando casi que de brazos cruzados la contestación a la pregunta. Quería jalarse los cabellos por no saber qué refutar a su favor que lo dejase bien parado y no como un estúpido; pero ni siquiera él sabía por qué. Ni siquiera él acababa de creerse, hasta esas alturas, que Hyakuya Yuichiro fuese su compañero de universidad. ¿Demasiado idiota de su parte sería admitir que no lo había reconocido hasta que de casualidad vio una foto de él de pequeño, que el chico llevaba en su mochila para una actividad curricular, y aquello había sido ya hace dos años de ingresados en la facultad?
Y ciertamente, aquella fotografía era muy similar a una que residía en el álbum infantil que su madre aún conservaba. La imagen de un pequeño y risueño Yuu disfrazado de oso panda, abrazando su trasero malhumorado casi lo hizo sonreír.
Aplaudió para sí mismo, lamentándose por ser tan imbécil cuando era tan obvio que aquel niño era el mismo chico que tenía enfrente, con la única diferencia en el color de cabello.
—Mamá... —susurró lastimero, atragantándose de la pena.
La mirada fulminante de ella, se suavizó. Negó con la cabeza, decidida a ignorar el tema por el momento.
—Muy bien, los dejaré ir —su rostro angustiado duró sólo dos segundos antes de extender una enorme sonrisa en sus mejillas rosadas—. Pero puedes venir a casa todas las veces que quieras, cariño, siempre fuiste bienvenido y aún lo serás.
La incomodidad que embargó los cuerpos del par de jóvenes fue palpable, incluso para ella, por lo que, propinándole un último y caluroso abrazo al castaño, les permitió escapar rumbo a la habitación. Un silencio abrumadoramente embarazoso les hizo compañía en todo el recorrido, rehusándose a marcharse en cuanto ambos yacían dentro de las cuatro paredes que parecían sofocarlos, aún si se hallaban cada uno a más de tres metros de distancia. Yuu se quedó parado al lado de la puerta cerrada, sin saber qué más hacer. Mika sólo se dedicó a sentarse sobre su cama.
Una dócil melodía de pesadas respiraciones era la decoración ambiental y por más que luchaban por hacer algo al respecto, la tensión era demasiada para sólo echarla a un lado y actuar como si nada hubiese ocurrido.
Yuu tomó el primer paso, quitándose la mochila de la espalda y abriéndola para sacar sus útiles.
—Yo... umh... traje tu carpeta.
—¿Eh? —siseó, sin atreverse a mirarlo.
—Sí, tu carpeta —se acercó para extendérsela—. La olvidaste ayer en la biblioteca.
Mikaela volvió a encestarse una cachetada mental. ¿Cuántas veces debía quedar como un tonto frente al chico que le gustaba para estar satisfecho consigo mismo?
—Gracias.
Avergonzado, la recibió. Luego todo volvió a ser como en un principio. O por lo menos, hasta que su compañero se hartó.
—No podemos seguir así —gruñó. Enterró una mano sobre su cabello cansinamente—. Sólo hagamos como que nada pasó y acabemos con esto de una buena vez.
Él estuvo de acuerdo.
Recriminándose la falta de educación, lo invitó a acomodarse en su cama mientras se encargaba de buscar algo para beber y así ejecutar la excusa perfecta para respirar en paz lejos de las feromonas masculinas dulces asfixiándolo, las cuales se resumían a su perfume frutal. Abandonó el sitio, dejando a Yuu allí mientras tanto. Corrió a la cocina, sujetándose contra la encimera, tratando de serenar las cavilaciones manifestándose como rubor. La viva imagen de la ajustada ropa recubriendo aquella delgada figura, su lindo cabello perfectamente peinado, un bonito, aunque sutil maquillaje acompañando la belleza natural de sus facciones, a pesar de que nunca tuvo la oportunidad de verlo sin él, pero no dudaba que fuese precioso...
Tenía a Yuichiro en su cuarto.
Él estaba allí, entre toda la mugre que olvidó limpiar en la mañana. Lanzando un quejido, asomó una silla para desplomarse a gusto. Pero obviando aquello, un hecho es que tenía a Yuu en su cuarto. En su cama. Respirando el probable hedor de su cueva virgen.
De pronto, temió por lo que fuese a pensar de él, porque, ¿acaso la habitación de una persona no refleja quién es? Tragó pesado. Aunque, bueno, nada podía hacer hasta esas alturas. Lo único que lo impulsaba a no tirarse al suelo y golpearse la cara, era saber que tenía a Yuu en su cuarto.
Y aquello lo tenía tan malditamente excitado cual puberto de trece años: tal y como su cueva virgen lo demostraba, a pesar de ser bastante mayorcito en realidad.
Yuu, por otro lado, sin saber exactamente qué hacer, se sentó en el colchón. Era cómodo, esponjoso y sintió ganas de tumbarse que no reprimió. Estaba acostado en la cama de Mikaela Shindo. El lugar donde él dormía, soñaba y probablemente hacía... espantó el pensamiento. Se giró contra la almohada, aspirando el aroma impregnado. Definitivamente olía a él. Era su perfume. Sonrió, creyendo que debía verse como un lunático.
En su defensa, a partir de aquel momento, era adicto al incienso de esa habitación. Tan masculino, tan Mika... tan de hombre activo, pensó, riéndose burlonamente.
Levantó su cuerpo de la blanda superficie, dándole un vistazo al cuarto en general. Paredes blancas con algunos pósteres de videojuegos, películas de acción y algunas series de animes. Una que otra prenda tirada en el suelo, bolsas de frituras vacías desperdigadas aquí y allá, un ordenador monstruoso y una consola PS4 bajo una pantalla plana. Tan él, citó en su cabeza, examinando la sobrecargada caja de discos a un lado. En una esquina, un poderoso armario se alzaba altivo, ocupando prácticamente la amplificación del muro de principio a fin. Uno de sus cajones levemente abierto, debajo de una prolongada puerta con espejo, capturó su atención. Entró en conflicto: pues mientras su insaciable curiosidad le exigía acercarse a explorar, la otra, más cuerda y fría, le reprochaba el hurgar en cosas ajenas. Pero la primera ganó por goleada y en cuanto menos lo planeó, se hallaba agachado a la altura del pequeño compartimiento de madera. De reojo, fue testigo de su reflejo cometiendo una travesura.
Esperó encontrar algo tan vano como ropa, incluso el espacio vacío o paños menores, quizás. Pero nada como lo que sus esmeraldas inspeccionaban. Nada como aquel objeto que lo llevó a un recorrido por la niñez. Con manos temblorosas, acabó por abrir el cajón y, de allí, lo extrajo.
Sonrió, sosteniendo entre los dedos al juguete de Iron Man de Mika.
gracias por leer , los tkm💗
les cuento igual que no falta mucho para que esto termine , pero no se preocupen porque traigo más vainas para ustedes uwu
leyeron el manga? :'''')))))))
[espacio modificado para dedicar este capítulo a RiverTheHell , mil gracias por tu apoyo💕]
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top