Capítulo 19: Secretos en el Nido

Sesenta y dos horas de vigilia mundial.

Seis horas de vigilia para Dacio y Reiseden Krasnodario.

Había padres e hijos que fallecían durante un apacible sueño. Hijos que se quedaban huérfanos, y padres que lloraban por sus descendientes. También había hijos separados de su padre, y algún padre con suerte que recorría todo el mundo para reencontrarse con su hijo perdido en mitad del caos. Familias rotas y reunidas con una cosa en común: ninguna de ellas vivía feliz.

Pero había excepciones. Una en concreto que existía en el lugar más secreto del planeta, donde también había un padre con un hijo que compartía con él confidencias y verdades ocultas para el resto de la humanidad. Una de esas certezas era que ellos habían destruido su mundo, y la otra... que vivían felices tras haberlo hecho.

Reiseden deambuló por cada rincón del Nido. Pasó horas allí dentro con su padre. Sabía que estar ahí era una oportunidad única. Tal vez no se repetiría hasta que Dacio le entregara el testigo como presidente del mundo. Por ese motivo, él observaba con detalle todo lo que componía ese sitio: El metal pulido del suelo, la fría superficie de hormigón de las paredes, cubierta en el exterior por unos paneles que le otorgaban invisibilidad. Sin embargo, el interior daba la ilusión de que estaban en un sótano. La realidad era que se encontraban en un punto perdido del cielo donde nadie podía verles. La población ignoraba que allí se escondía lo más insólito. Había pilas repletas de volúmenes antiguos, archivos en papel del milenio pasado, ficheros digitales con secretos de Estado, códigos nucleares, conflictos clandestinos y amenazas terroristas que se detuvieron a tiempo para que no cundiera el pánico global. Existía un largo etcétera que incluía datos increíbles sobre el universo y el origen de la humanidad, que hasta entonces ningún político se atrevió a desvelar a la prensa.

El presidente observó la mirada entusiasta de su hijo mientras revisaba unas carpetas que podían tener unos diez siglos de antigüedad. En aquellos días, los humanos tenían árboles suficientes para talarlos e imprimir todos sus documentos en papel. Sin embargo, todo el mundo guardaba su información en sus dispositivos electrónicos dado el panorama actual.

—Aún no me acostumbro a esto... —mencionó Reiseden con un grueso papel entre sus manos—. ¿Un folio? ¿Qué es eso? Los únicos que he visto han sido por fotos en Clocktick.

El muchacho pasó las páginas de un dosier que databa del año 2408, titulado como: Información del inventario. Archivo 302. Datos pertenecientes al Área 51 de los Estados Unidos de América.

Había una marca roja en la esquina de cada página que indicaba «alto secreto». Reiseden leía con rapidez y pasaba las páginas con cuidado, pero su cautela no le sirvió de mucho. Dejó intacto cada documento que tocaba, sin doblarlo siquiera, pero se cortó el dedo tras pasar una de las páginas. La fina herida residía sobre su yema. Apenas era visible, y ni siquiera le dolió. Aquello distrajo sus pensamientos hasta llegar a sentirse vulnerable por un instante. Miró su alrededor, se vio rodeado de papeles que contenían palabras escritas por personas olvidadas, víctimas del tiempo, que se habían quedado atrás. La tecnología les había consumido hasta el punto de convertir el papel que rellenaron en algo inservible. Había demasiada historia perdida en cada uno de esos folios abandonados.

—Cuánto ha cambiado el mundo, ¿verdad, padre?

—Cuánto hemos cambiado nosotros. —Dacio le corrigió.

El presidente miró de soslayo el reloj de su intercomunicador. Había pasado más de diez horas con su hijo allí, y ni siquiera asimiló el paso del tiempo. Sonrió para sí mismo, satisfecho, cuando se percató de que esa era la primera vez que pisaba el Nido como un representante del mundo. Hacía tan solo unas horas, ni siquiera conocía la existencia de ese lugar que Vera Trêase Somout construyó para ocultar tantos secretos. Pensó que Vera se trataba de alguien hipócrita.

—Dime, hijo... —divagó Dacio—. ¿Crees que es justo decirle al mundo que tenga presente su pasado cuando se le ocultan trozos de su propia historia?

Reiseden negó con la cabeza.

—Padre, ¿de qué sirve defender la historia si hay partes aquí guardadas que caerán en el olvido?

—Porque a pesar de que Vera defienda esas ideas, no reconoce que en realidad su objetivo es que el ser humano progrese. Su partido no es muy distinto al nuestro, pero está construido de la manera equivocada para simpatizar con el pueblo. ¿Y sabes por qué esconde todo esto? Porque aquí no solo se guardan secretos que podrían haber difundido el miedo en su momento, sino que se conservan errores del pasado. Fueron errores que el ser humano ha cometido, y permanecen escondidos en este sitio invisible con el fin de que se olviden... No se puede defender la historia si se evita parte del pasado que la construye.

A Reiseden le brillaban los ojos mientras escuchaba el breve discurso de su padre. Dacio le miró, y le tocó en el hombro. Entonces compartieron una sensación mutua de orgullo.

—Ahora solo falta que te enseñe tu razón de estar aquí, hijo mío —murmuró él.

—¿Cuál? ¡Dime, padre! —preguntó Reiseden mientras se levantaba de su asiento en menos de un segundo.

Dacio le hizo un gesto con su cabeza para que le siguiera, y avanzó por un extenso pasillo que parecía no tener fin. Las paredes del túnel tenían unos paneles verdes brillantes, el suelo era de un metal tan pulido que podían ver sus reflejos en él, y la tenue oscuridad que tenía esa zona del Nido intrigó a Reiseden. Cuando llegaron hasta el extremo contrario, unas puertas de acero se abrieron, y una voz robótica les invitó a pasar dentro de la habitación contigua. El cuarto estaba limitado por paneles negros, y había tanta penumbra que apenas se podía distinguir el color del suelo que pisaban. Solo existía una única luz que les guiaba hasta la zona central. Cuando llegaron, aquel destello se proyectó sobre la pared de enfrente hasta que creó la forma de un círculo.

—Bienvenido, señor presidente —dijo la luz—. Me alegro de conocerle por fin. No nos han informado de que su hijo le acompañaba.

El holograma que se comunicaba con ellos tenía un acento muy extraño. Reiseden no supo identificar de qué parte de su planeta provenía, pero su padre le ilustró:

—Gracias por recibirnos, Sonna V. Equis.

—¿Sonna V. Equis? —Reiseden lanzó esa pregunta sin pensarlo.

—Discúlpeme —dijo Dacio, y le explicó a su hijo en voz baja al oído—: Estamos entablando contacto con la Comisión Galáctica. No sabía con qué representante hablaríamos, por eso no he podido contarte de qué trata todo esto. Tú solo escucha y saluda a este emisario de Plutón. Su nombre es V. Equis. Pero dirígete siempre a él como Sonna V. Equis. Esa primera palabra es un signo de respeto. No tiene traducción en nuestra lengua, pero sería el equivalente a «señor».

—Lo siento, Sonna V. Equis. —Reiseden pronunció mal el nombre.

—Todavía no entiendo porqué los humanos dicen «lo siento» en vez de pedir una disculpa. Usted puede decir «lo siento» pero eso implicaría poder no sentirse arrepentido. Vosotros, los humanos, sois tan poco específicos que eso me desconcierta... —Se quejó Equis—. De todas maneras, las disculpas son aceptadas. Todos hemos sido principiantes en esto. Es normal que tenga dudas, señor Krasnodario. —Tranquilizó a Reiseden.

—Yo también soy nuevo en todo esto. Estamos a partes iguales —respondió Dacio.

—Estoy al tanto. Por eso, me gustaría preguntarle porqué su hijo le acompaña. Una de las normas más importantes sobre la comunicación de la Tierra y algún miembro de la CG, según tengo entendido, es que solo el representante terrícola pertinente puede realizar este tipo de llamadas. Usted no ha venido en solitario. Espero que tenga una buena razón. A los humanos os encanta quebrantar las leyes, por lo que compruebo.

Y a los humanos también les gustaba mentir, como Dacio estaba dispuesto a hacer.

—Espero que comprenda la situación que está pasando mi planeta. Ese es el motivo de esta llamada urgente. Sé que han informado a la CG de este contratiempo que estamos viviendo en la Tierra, y en vista de que la presidenta Somout ha fallecido... Veo oportuno que mi hijo me acompañe a partir de ahora durante todas mis tareas como representante mundial. Él ejercerá mi cargo en un futuro. Y con esta epidemia, mi futuro más lejano podría reducirse a unas horas.

Dacio se quedó en silencio, pero luego agregó en una voz astuta:

—Debe saber que los humanos solo rompemos las reglas si hay ventajas tras la desobediencia.

El presidente miró a Reiseden de reojo, y ambos sostuvieron sus miradas durante varios segundos hasta entender lo que pensaban. Debían ser inteligentes y realizar bien sus estrategias cada vez que lidiaran con la Comisión Galáctica. Ninguno de los dos quería que ellos pensaran que los humanos eran una especie idiota e insignificante. Siempre se proponían ir varios pasos por delante de ellos, les contestaban con unas medidas palabras para que pensaran que la humanidad era lista, pero también imperfecta, y por ese último precepto, la Tierra tenía la extrema necesidad de entrar en aquella asociación de especies superiores a ellos. Era su única manera de prosperar.

—Retomemos el tema principal de la llamada, si le parece —propuso Dacio—. Lo único que quiero saber es si la entrada de la Tierra en vuestra organización continúa disponible. Ya hemos cumplido las dos cláusulas que nos impusieron en su momento. Nos pidieron un representante mundial en primer lugar, y ya lo tienen. Al inicio fue Somout, ahora yo lo soy. En un futuro, será él. —Señaló a su hijo—. Lo segundo fue una solución para el problema de los contaminantes. Mi proyecto fue descartado, y escogieron el de Vera. Debería discrepar y defender mi antiguo programa electoral, pero reconozco que Somout consiguió una obra espléndida, una solución factible contra la polución y que el mundo necesitaba desesperadamente. La máquina de limpieza atmosférica funcionaría bien si no hubiera ocurrido el atentado. Yo me comprometo a revertir esta situación.

—Entiendo su posición —interrumpió Equis—. Le comunicaré lo que me han dicho los cargos más altos de la CG al respecto. Tengo una buena noticia y una mala. La buena es...

—Diga primero la mala, si no le importa. Aquí... eso es una costumbre —mencionó Krasnodario con una sonrisa sarcástica, pero por dentro gritaba en rebeldía. Apretó los puños, y se preparó para lo que iba a oír.

—Pues la mala noticia es que la CG se niega a ayudar a la Tierra contra la pandemia. Ya sabe, si hay algún problema de este tipo entre los planetas que forman la alianza, suelen ayudarse los unos con los otros para solventarlos. Ese no será vuestro caso. Tened en cuenta que aún no sois miembros de nuestra organización. La humanidad deberá resolver este conflicto por sí misma —argumentó el plutoniano.

Dacio respiró con alivio. Creía que la mala noticia sería un rotundo «no» para la entrada de la Tierra en la Comisión. Aquello que Equis le comunicó le resultó irrelevante. Él tenía la solución para el atentado desde antes que todo el problema empezara. Solo tenía que dar la orden a sus subordinados para que enseñaran la cura al mundo. Eso sería pronto, o eso esperaba. Su plan dependía de la buena noticia que faltaba por escuchar.

—La buena noticia es que la oportunidad para entrar en la CG continúa disponible.

El presidente sonrió cuando vio el pequeño respingo de alegría que dio Reiseden.

—Recuerde que aún no son miembros de la Comisión. Para serlo deberán resolver esta situación. Tienen que dar una garantía a la organización de que la Tierra está libre de contaminantes. Esa es la única forma de que nos muestre que su planeta es lo suficiente próspero para ingresar —recordó Equis.

Dacio asintió con la cabeza. Era el momento de mostrar la cura al mundo.

—Creo que podríamos finalizar la llamada —sugirió Dacio—. Pondré a todo mi equipo en marcha para terminar con esto. Espero que lo tengamos solucionado en un par de días como mucho. Le informo de que seguiré el mismo plan de Vera. La máquina funcionará durante todo este año, y eso nos proporcionará una atmósfera limpia durante la década siguiente. El artefacto no se puede usar de manera continua. Supone un gasto energético demasiado grande para el planeta. Pero sí le puedo dar esa garantía que me pide. La Tierra será un país próspero por lo menos durante los diez años siguientes. Eso se lo puedo prometer.

—El gasto excesivo de energía podría ser solucionable —intervino Equis—. La CG le ofrecerá ayuda.

El presidente se frotó las manos con entusiasmo.

—En definitiva, Sonna V. Equis, ha sido un placer conocerle. Mi hijo y yo tenemos que retirarnos ya. Hay mucho por hacer.

—Espere, señor presidente. —Su voz detuvo los pasos de Dacio—. Tiene que darme información sobre algo más...

Krasnodario frunció el ceño. Equis dedujo que el presidente no tenía ni idea de a qué se refería cuando vio su reacción.

—Entiendo —afirmó el extraterrestre—. Creí que le habían informado de esto. Vera tenía la orden de dejar constancia de este asunto a su sucesor, pero viendo que falleció de una forma tan repentina... Es entendible que usted no sepa nada.

De repente, la habitación circular empezó a girar. Las paredes se abrieron hasta descubrir una cámara entre ellas. Una considerable cantidad de humo se esparció desde su interior, que se arrastró por el suelo hasta llegar a los pies de Dacio y Reiseden. Ambos se acercaron a paso lento hasta el sitio. La luz del holograma se volvió más intensa. Eso les permitió distinguir con más claridad el contenido de ese espacio. Vieron varios tubos azules que se enredaban unos con otros hasta parar en una máquina cuadrada que producía un ruido vibrante. Parecía una fuente de alimentación. Vieron que el otro extremo de los tubos desembocaba en un tanque de cristal de grandes dimensiones. Contenía un líquido verde que estaba hirviendo como si fuera ácido. Algunas pompas amarillas, resultado de la ebullición, estallaban sobre la superficie transparente.

—A su izquierda —indicó Equis—. Mire el panel de la fuente de alimentación.

Dacio se acercó a la maquinaria cuadrada. Un panel informaba sobre el contenido del tanque mediante unos símbolos ilegibles, parecían jeroglíficos. Intuyó que se trataba del lenguaje nativo de Plutón, y no puso interés en encontrarle significado. Lo que de verdad le dio curiosidad fue la barra de progreso que mostraba la pantalla, que parpadeaba con una luz roja. Señalaba un 87% de progreso.

Tenía una única palabra en el idioma humano encima: «Incubación».

—Está al 87% —informó Dacio—. Pero no comprendo. ¿Qué es esto?

—Un contratiempo que le ocurrió a Plutón durante su expedición a la Tierra. Fue durante el primer año que entablamos contacto con vosotros y establecimos el acuerdo, incluso antes de que Vera Trêase Somout fuera presidenta. Uno de nuestros emisarios comenzó a experimentar su metamorfosis. Una vez que eso le ocurre a alguien de nuestra especie, se le debe conservar en un tanque como ese hasta que finalice su evolución.

Krasnodario se sintió desconcertado. No sabía cómo era la apariencia de un plutoniano, ni siquiera la de Equis. El único concepto que tenía de él era a través de su voz. Tampoco pudo ver al otro extraterrestre que estaba encerrado en el tanque. El líquido verde era demasiado turbio para distinguir algo. Pero cuando Equis pronunció la palabra «metamorfosis», le vinieron a la mente muchos insectos asquerosos, aunque también mariposas.

—Verá, señor presidente... —Equis hizo una pausa—. En realidad, le podríamos haber llevado con nosotros de vuelta a casa, pero era demasiado arriesgado. No teníamos material de incubación en nuestra nave. Por eso siempre os estaremos agradecidos. Vosotros brindasteis cobijo a uno de los nuestros, y construisteis ese tanque con las directrices que os dimos. Lleva aquí escondido desde el año 3502. Ha tardado unos años en llegar hasta ese porcentaje. Falta muy poco.

Reiseden tocó la superficie de cristal con la mano. Estaba ardiendo, pero mantuvo la palma pegada por unos segundos mientras observaba el contenido con atención.

—Ahora sí podemos finalizar la llamada —señaló Equis—. Seguiremos en contacto con ustedes. Recuerde que puede venir aquí si necesita informarnos de alguna novedad. Le deseo suerte, como se dice en vuestro planeta. Y le agradezco una vez más su hospitalidad con uno de los miembros de nuestra especie. Eso nos ayudó a perdonar que ustedes nos excluyeran del Sistema Solar —concluyó en un tono bromista.

El holograma se apagó. La habitación quedó sumida en una penumbra mayor. El nuevo conocido de Plutón pronunció un susurro en su idioma como despedida.

«Ap asta urb wala jar». Significaba: «El último en orbitar se despide».

Este es Dacio :O

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