1997

El coleccionista de Muñecas.

Así la prensa lo había bautizado desde la desaparición de la pequeña Emily Bennet, una de las participantes más famosas del concurso "Miss Summer 1997", luego de que su madre entrara a su cuarto por la mañana y descubriera que su hija no se encontraba durmiendo en la cama. Confirmándose así la víctima número ocho del acechador nocturno y el objetivo marcado por el mismo de querer raptar siempre niñas menores de diez años, con cabellos rojizos y llamativos ojos claros.

Al principio todos pensaban que se podía tratar de una red de tráfico de menores o una red de pedofilia cibernética que los policías de delitos informáticos podrían desenmascarar, aunque en realidad los detectives sabían (pero no lo anunciaban públicamente) que de hecho estaban enfrentándose a un solo hombre.

A un monstruo pérfido que siempre dejaba en las escenas del crimen una rosa, una hoja arrancada de un libro y un hueso de animal como firma de su oscuro talento para desaparecer sin dejar rastro. Sumergiendo así a toda una ciudad en la más completa paranoia y a un temor constante de que en cualquier momento las víctimas podrían aparecer ... pero ya transformadas por el monstruo que las había encerrado en su cuento de hadas.

Y esa profecía finalmente se había hecho realidad.

Cuando los cuerpos aparecieron, el dolor depositado en los corazones de los familiares creció y se intensifico aún más cuando la policía confirmo que el culpable había decidido cometer suicidio antes de ser ajusticiado por la ley. Aunque nadie parecía sentir más pena y repulsión que la pequeña Amy Adams. 

La única víctima que había podido escapar después de treinta días de cautiverio bajo las más horribles condiciones infrahumanas jamás imaginadas.

Viva para contar ... y rememorar los eventos de 1997 una y otra vez.

Así que mientras la lluvia caía sobre su departamento sumido en tinieblas, con su taza de café negro y el espectro de un insomnio que venía persiguiéndola desde hacía más de veinte años, Amy todavía seguía pensando en ese triste pasado sin dejar de mirar una y otra vez el tablero de corcho colgado sobre una de las paredes. Con recortes de diarios, fechas, y todo aquello que ilustraban las crudas deficiencias de los investigadores en el caso.

- El expediente está cerrado. El tipo se mató ¿Cuánto más vas a seguir focalizándote en lo mismo? - le había dicho su hermano cuando descubrió horrorizado que ella había llevado el recuerdo de la tragedia a su nuevo departamento de soltera - Tienes muchas razones para empezar a vivir Amy, intentar ser feliz y quizás conseguir otro trabajo diferente ...

Como respuesta, ella solía morderse los labios y tragarse todas las palabras amargas a fin de no herirlo más, y gritarle que ella nunca tendría paz porque ese tipo le había robado la infancia y porque sentía que aun cuando estuviera muerto, la sensación de injusticia que le había dejado todo aquello jamás desaparecería.

- Los investigadores pudieron haber prestado atención a las pistas, haber entendido el mensaje que él quería que ellos entendieran, y si lo hubieran hecho a tiempo quizás .... quizás todas las demás estarían vivas - a esas alturas su voz estaba casi quebrada por el llanto - Tener esto acá me ayuda a recordar que conmigo nada de esto volverá a suceder .... que yo voy a tener cerebro suficiente para resolver cualquier caso que se me proponga.

La discusión terminaba con su hermano dándose la vuelta para irse, cansado de repetir siempre el mismo ciclo de querer hacerla entrar en razón, y ella nuevamente de pie frente a ese tablero que le enseñaba los rostros de las niñitas con las que había estado encerrada.

- Eres la mejor detective que tenemos en el departamento - le había dicho una vez su jefe en la confidencialidad de la estación de policía - Pero cada vez te noto más agotada, más irritada y eso solo demuestra que necesitas hacerte un respiro para empezar a involucrarte más en tu vida privada.

Una vida que solo estaba esmerada en alcanzar el éxito profesional.

Pese a que Amy disfrutaba mucho de hacer natación, pintar con acuarelas y jugar al ajedrez, en realidad no tenía grandes aspiraciones personales ni podía permitírselas cuando el pasado volvía una y otra vez a atormentarla. Cuando soñaba noche tras noche con esos días de infernal cautiverio .... y como él la había forzado a quedarse siempre quieta para "observar" lo que les ocurría a las demás niñas.

- Sonríe y no apartes los ojos - le ordenaba con esa voz que a veces le susurraba en pesadillas - Sonríe y ...no apartes los ojos .... hazme ver lo feliz que estás con el espectáculo.

Sin heridas y ni un solo dedo manchando la pulcritud de su piel. Así el coleccionista de muñecas había ultrajado su alma no una, sino varias veces por treinta días consecutivos, hasta que ella logró escapar a través del bosque con todas esas imágenes opacando su conciencia, con los gritos y los llantos eclipsando sus oídos.

 Y desde entonces se veía a sí misma pero ya en su versión adulta corriendo por el sendero de los árboles ... pensando si debía escapar o volver para ayudar a las demás niñas.

- !Es suficiente, no puedo tener lástima de mí por siempre! - resolvió a la vez que se tomaba una segunda ronda de café hirviente - Ya no puedo hacer nada por ellas ... lo único que puedo hacer está en el presente. En esas carpetas que todavía esperan una pronta resolución.

Sobre el escritorio tenía un montón de papeles desordenados, el monitor prendido y muchas llamadas pendientes en su celular puesto en modo silencio. Una señal de que el mundo del presente la necesitaba.

Para enfrentar aquello que la esperara el día de mañana.


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