ཋྀ | Capítulo quince.
― Y eso es todo lo que sucedió el fin de semana. ― Finalizó KyungSoo, haciendo un clap con sus palmas para enfatizarlo.
JongIn sentía que le estallaría la cabeza.
― Espera, déjame ver si entendí bien. ― Tomó un sorbo de su café, que ya se encontraba tibio pero necesitaba pasar algo por su garganta seca ―. Me estas diciendo que luego de verse en el parque, simplemente arreglaron sus problemas, luego fueron a su departamento y ahí tuvieron sexo alocado, donde te marcó.
― Resumiéndolo así, sí, es lo que pasó. ― El más bajo se encogió de hombros, conteniendo una leve risa.
― Tú, un alfa.
― Ajá.
KyungSoo rodó los ojos, ¿tan difícil era entender que estaba marcado? Ni que fuera algo de otro mundo.
― ¡Pero no lo entiendo! ¿No era que lo odiabas y que nunca podrías estar cerca de él? ― El beta frunció el ceño, agitando su mano ―. Pensé que eran enemigos mortales.
El pelinegro divagó, intentando hallar las palabras correctas.
― No lo sé JongIn, las cosas resultaron así, puede pasar.
― Pero entonces... ¿quedaron en ser algo? ¿Van a ser novios por fin?
― Aún no lo oficializamos, pero sí, ya somos pareja. ― El pelinegro notó que sus orejas comenzaron a arder por el pudor. ¿Quién lo diría? Él y su némesis en una relación, no pensó que caería tan bajo.
Su marca ardió.
"Recuerda que puedo oír tus pensamientos, Soo."
Su pecho se oprimió, ¡se había olvidado! Ahora que compartía un vínculo con ChanYeol, podían intercambiar pensamientos y sentir las emociones del otro, aún más a flor de piel cuando su marca era reciente.
― Bueno, cambiando de tema. ¿Cómo van tus dolores de cabeza esporádicos? Hace un tiempo que no te ataca, ¿no?
― Ahora que lo pienso, ¡han desaparecido por completo! Cada vez me atacaban más rápido esos dolores de cabeza infernales, pero ahora siento que estoy como nuevo.
― Es extraño, ¿no tendrá que ver con esto de la marca? Capaz hizo cortocircuito con tu cerebro o algo así, y cambió el chip.
KyungSoo lo golpeó en el brazo, riendo.
― Sí claro, ahora resulta que los dientes de ChanYeol me hicieron una transfusión de neuronas. Idiota.
JongIn se quejó, adolorido.
― ¡Pero no lo descartemos! Igual deberías sacar cita con el médico, tal vez tenga una respuesta a esto.
KyungSoo revolvió su taza con la cucharilla, pensativo. Le resultaba tan extraño todo ese embrollo de los dolores de cabeza, y que hubieran desaparecido casi por completo lo alertaba aún más. Pensándolo mejor, capaz los disparates de JongIn no estaban tan errados.
― Sí, pero en el mientras tanto tendré que buscar trabajo, sino pagaré la consulta con la fe de Dios.
JongIn hizo una mueca, decaído.
― Tienes razón, ahora estás desempleado. ― Palmeó su hombro, en un intento de consuelo. KyungSoo bufó.
― No hace falta que me lo recuerdes...
― Y me has abandonado...
― ¡Qué no, ya deja de joder con eso JongIn!
― ¡Está bien, tú ganas! No lo volveré a decir. ― Ahora el beta se acomodó en su asiento, acariciando su barbilla. De pronto, una idea brillante cayó del cielo hacia su cabeza ―. Ahora que lo recuerdo, creo que vi que necesitaban personal en un restaurante de por aquí cerca.
KyungSoo lo miró con atención, pensando que por fin algo coherente salía de los labios de su mejor amigo.
― ¿Cuál? ¿El de comida italiana?
― ¡Ese mismo! ¿Por qué no intentas tirar el curriculum por ahí? Luego buscaremos más.
KyungSoo asintió, no le desagradaba tanto la idea, se consideraba un buen concinero así que no le iría tan mal.
― Está bien, me pasaré por el local mañana temprano. Ahora tengo que hacer un par de cosas.
JongIn tenía un buen presentimiento de ese lugar, así que esperaba que todo saliera bien para su amigo.
Observó el despejado cielo sobre él, los colores anaranjados esparciéndose por todo su manto, hasta mezclarse con los tonos azulados que advertían la caída de un gigante brilloso.
Mientras iba de camino hasta el lugar que tiempo atrás consideraba su trabajo, la cabeza de KyungSoo no podía dejar de sobrepensar la situación en la que se encontraba, sabiendo que estaba a pocos pasos de retirar las pertenencias que habían quedado sin reclamar. Miró hacia arriba al ver la inmensidad de los edificios, con una fachada que imponía poder y grandeza, pero que no era más que un juego oscuro que era manejado por manos invisibles.
Recordó los malos tratos que no sólo él sufrió, sino que otros ex-compañeros también soportaron, hasta que fueron despedidos al ya no ser considerados útiles. Exactamente, lo que habían hecho con él.
Tanto esfuerzo, tanto empeño que puso en proyectos que luego no fueron continuados, y el tener que ver todo su trabajo tirado a la basura hacía que en su pecho volviera a refulgir la furia.
¿Hubiera sido distinto si acallaba sus quejas, si sólo mantenía su cabeza gacha sin objetar nada?
No, KyungSoo simplemente no era así, podía soportar muchas cosas, pero aquello excedía sus límites, y por más que el trabajo fuera necesario, se negaba a ir en contra de sus principios con tal de hacer un poco de dinero, a costa de explotación y la gran humillación por parte de sus jefes.
Si aún conservaba el poder de elegir, elegía estar bien consigo mismo y no sentir que traicionaba una pequeña parte de él, esa que nunca calló, y la causante de todos sus problemas durante su vida.
Ya estando en la entrada pricipal, tomó una gran bocanada de aire y dio un paso en el interior. Todo se sentía nuevo aunque no hubiera pasado mucho tiempo, y hasta podía compararlo con la primera vez que pisó el lugar, cuando sólo era un niñato inmaduro que recién entraba al mundo laboral corporativo.
― ¿Eres tú, KyungSoo?
Una voz familiar lo llamó, y dirigió su vista hasta la fuente de ella, conectando miradas con un hombre que estaba en la parte de recepción.
Sus ojos se abrieron enormemente al reconocer de quien se trataba. Hacía tanto tiempo que no lo veía, que le había costado reconocerlo en un principio.
― ¡SeHun!
El azabache se acercó rápidamente hasta llegar a él, estrechándolo entre sus brazos con genuino cariño. ¡Era su pequeño hermanito menor! O así le gustaba llamarlo, porque era uno de los novatos en la empresa al que había guiado y ayudado durante su paso allí, actuando como su instructor.
Habían pasado años de ello, porque luego lo transfirieron a una sede que quedaba en otra ciudad.
― ¿Pero cómo has estado pequeñín? ¡Aún recuerdo como temblabas el primer día! Parecías un pollito.
SeHun mordió su labio inferior, avergonzado por sus palabras, y lo miró receloso.
― ¡Pero ya he crecido, hyung! No puede tratarme como lo hacía antes.
KyungSoo rió, observando al alfa fortachón e incluso más alto que él, recordando cuando sólo era un chico cohibido y tímido que temía del mundo entero.
― Casi no pude reconocerte, ¡cambiaste tanto! Quién lo diría, pareces todo un empresario.
― Fue todo gracias a ti, hyung. Si no me hubieras animado a pedir el traslado, no hubiera conseguido el trabajo de mis sueños, y tampoco conocido a mi pareja destinada.
Los ojos del más bajo se abrieron de par en par.
― ¡Me alegro por ti Hun! Que alegría ver lo tanto que has logrado.
― Por cierto hyung, ¿qué lo trae por acá? ¿No debería estar en su turno de trabajo?
KyungSoo hizo una mueca, cambiando su expresión eufórica a una más desanimada.
― Oh, es que han pasado muchas cosas, y me han despedido. ― La boca de SeHun formó una perfecta o, pero antes de que pudiera emitir sonido alguno, KyungSoo habló primero ―. Luego te contaré, pero ahora tengo un poco de prisa, y vine para recoger mis cosas pequeñín.
SeHun se entristeció, quería preguntarle muchas cosas, no entendía como su gran héroe había terminado así y necesitaba explicaciones.
― Está bien, ¡pero tenemos que reunirnos para hablar con más calma, hyung!
― Aún conservo el mismo número, así que puedes escribirme y acordamos un encuentro.
SeHun sonrió ampliamente, asintiendo con más ánimo, y se alejó para ir hasta la parte interna del mostrador, y de allí sacar una mediana caja que contenía sus pertenencias abandonadas en su escritorio.
Un nudo se instaló en su estómago, al caer en la realidad que atravesaba; desempleado y obligado a olvidar toda su historia en aquella agencia, el tener que desterrar por completo la felicidad de reunirse con su mejor amigo todos los días, de no volver a conversar sobre las próximas reuniones.
El ya no tener un lugar al que llamar hogar.
― ¡Nos vemos la próxima, hyung!
Sólo pudo despedirse con un bajo "hasta pronto, pequeño", cuando tomó con gran pesar aquella caja que guardaba todos los momentos más importantes en su vida.
KyungSoo intentó suprimir un sollozo cuando se encontró caminando en dirección a la salida, sabiendo que ya no volvería a pisar aquel edificio.
Todo pareció revolverse en su interior, y su parte más sensible salió a flote cuando su coraza dio el brazo a torcer.
Hacía días que no se había tomado el tiempo de hablar de lo que más le angustiaba. ¡Claro que le afectaba! No era de piedra tampoco.
Cuando todo empezó a nublarse, su marcá punzó por un instante.
"Estoy aquí."
KyungSoo hizo un tierno mohín para retener un estruendoso llanto que amenazaba con salir, sintiendo como una reconfortante calidez recorría su pecho.
¿Por qué se aceleraba su corazón con tan sólo pensar en él?
El azabache deseaba que tuviera el poder de teletransportarse, y así poder estar entre los brazos de la persona que más amaba en su vida, esa a la que identificaba como su lugar seguro, donde podía ser él mismo, y no un cascarón vacío que fingía estar bien.
Con ChanYeol, no se sentía juzgado en absoluto.
"Siempre voy a estar aquí."
Al fin y al cabo, tal vez sí tenía un lugar al qué llamar hogar.
gracias por leer! ♡
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