ཋྀ | Capítulo final.
KyungSoo miró con una ceja enmarcada a Haerim, quien estaba parada enfrente suyo, mientras mordía con ansiedad su labio inferior.
Momentos antes de ese encuentro, había recibido su mensaje que (entre muchas cosas que le había enviado, hablando sobre su mal actuar y pidiéndole que la perdonara), recalcaba con gran énfasis que le gustaría poder hablar con él y resolver las cosas personalmente.
El local estaba cerrado por ser fin de semana, así que aceptó sin darle muchas vueltas al asunto. De todas maneras, no perdía nada con ir y escuchar lo que sea que tuviera que decirle Haerim.
Y allí estaban, ambos en su oficina y siendo ambientados por un incómodo silencio que reinó desde el momento en que la omega entró, con la cabeza gacha y cargando sobre su espalda una gran vergüenza que le impedía ver al alfa a los ojos.
Haerim suspiró, tragando con fuerza el nudo que se estableció en su garganta, y cerró sus ojos con fuerza al tomar asiento frente a KyungSoo.
― Me siento realmente avergonzada... no, más que eso. Me siento patética, ¿sabes? ― Se acomodó, apretando nerviosa el doblez de su camisa ―. Te pido una disculpa sincera por lo que hice y por haberte incomodado, estuve muy mal. Entiendo si... no lo sé, no quieras tenerme cerca, y-yo sólo-
― Tranquila Haerim, te perdono.
La omega levantó la vista temerosa, sus labios temblando. El pelinegro pudo observar la expresión triste que en su rostro estaba tatuada, el arrepentimiento siendo palpado hasta con las yemas de sus dedos. Sabía que sus disculpas eran de corazón, y ya no se sentía tan molesto como antes.
Tal vez estar con ChanYeol lo calmó más de la cuenta.
― ¿Qué dices, KyungSoo...?
― Lo que escuchaste Haerim, ya no te mates con algo que forma parte del pasado, al menos para mí.
― Pero lo que hice fue horrible, perseguirte y acosarte de una forma tan obvia... soy una desquiciada.
El alfa negó con su cabeza, expulsando feromonas para tranquilizar el gran nerviosismo por el que Haerim era presa, viéndola con compasión.
― Pediste perdón, ya no es necesario crucificarte a ti misma, Haerim. ― KyungSoo suspiró, la omega aprovechó el silencio para tallarse los ojos y arrastrar así las lágrimas que caían pesadamente, conteniendo sin mucho éxito sus sollozos ―. Tranquila, yo estoy bien con estar en la misma habitación que tú, y seguiré trabajando como lo hacía hasta ahora.
Haerim tomó un respiro profundo, tratando de calmarse porque ya sentía que se desmayaría. Dolía demasiado, la culpa y el arrepentimiento la estaban matando, odiaba sentirse así.
― No sé p-porque pasa esto, yo no... nunca quise esto, en verdad. ― KyungSoo se mantuvo callado, escuchando con atención su confesión ―. Fue como si cayera en un hechizo que me obligaba a perseguirte, no sé como explicarlo sin quedar como una loca... pero no es algo que mi yo consciente haya querido hacer. ¿Lo entiendes?
KyungSoo asintió, un poco confundido.
― No mucho, pero... si viste que estaba marcado, ¿eso no debió haber causado rechazo a tu loba?
― ¡Yo también lo creía! Siempre tuve en claro que los alfas marcados eran prácticamente un repelente para los omegas, porque quedan hasta una categoría inferior a nosotros, pero no lo sé... mi omega se sintió atraída por ti, a pesar de ser un delta.
Ambos callaron, pensando a profundidad el problema que se presentaba ante ellos. ¿Cómo podría haber sucedido eso, y es algo que no debería haber existido? Realmente parecía ser una pregunta sin respuesta, hasta que KyungSoo volvió a hablar.
― ¿Recuerdas algo de ese día? Capaz hubo algo que provocó que entraras en esa especie de trance.
Haerim rememoró los últimos dos meses, haciendo memoria del momento en que conoció al alfa, y logró rememorar de a pequeños trozos lo que había sucedido en ese lapso de tiempo. Tuvo una epifanía al terminar de juntar todas las piezas del rompecabezas, un clic resonando en su interior.
El fatídico día en que entrevistó a todos los postulantes.
― Yo me sentí mal especialmente ese día, por estar bajo la presión de mi padre, y tener que conseguir cuanto antes un alfa que me marcara. Es una historia muy larga para contártela ahora. ― KyungSoo asintió, dándole a entender que siguiera hablando ―. Creo que, no sé... oí a mi loba llorar de camino aquí.
Haerim, ya en un estado sensible, sintió sus ojos cristalizarse, salinas lágrimas que no parecían dispuestas a detener su caída, y la omega inhaló profundamente al recordar cada emoción de aquel día.
Los recuerdos azotaron su mente, cayendo tal como granizos en una gran tormenta, golpeándola sin detenerse. Su loba había llorado, y ella la había ignorado. No se permitió sentir ni experimentar nunca durante todos los años antes de su adolescencia, menos cuando se enteró que era una omega.
Desde entonces, nunca conectó con su loba, dejándola a un lado, a lo último que atender, sin importarle las claras señales que le enviaba, como las veces que su ánimo decaía estrepitosamente, cuando lloraba sin razón alguna, y sentirse la peor basura del mundo cuando todo estaba "bien".
Ahora que lograba verlo, su loba pudo salir de su jaula al conocer a JiWoo, y ser libre sin sentirse juzgada. Floreció como una flor en primavera, pura y silvestre, tan feliz de encajar con su parte racional, y compartir los mismos ideales.
Fueron los momentos con esa omega revoltosa que pudo ser verdaderamente feliz, de sacarse de encima esas cadenas que la sociedad les imponía, de elegir lo que sentía y no lo que ellos querían. Pero tuvo que crecer, y chocarse con una realidad que siempre sería la misma, por más cambios que quisieran hacerse.
Su loba quería entenderse con su parte consciente, sin embargo, Haerim creció odiándola, y echándole una culpa que no debía acreditarla sólo a su existencia, pero lo hacía. Pensó que así se resolverían las cosas, resultó estar muy equivocada.
Nunca la entendió, o tal vez se negó a hacerlo.
Todo volvió a empeorar cuando la insistencia de su padre por enlazarla con un alfa llegó, retrocediendo a aquella Haerim que no sentía ni tampoco conectaba con su loba, sino que la rechazaba y renegaba de ella.
Ese día, cuando se tuvo que encargar de dirigir las entrevistas, tuvo el presentimiento de que las cosas andaban mal, tanto así que ni siquiera la paz de su madre pudo tranquilizarla. Nada lo hacía desde hacía tiempo.
Su loba estaba manifestándose, pero ella no la contuvo, sino que la empujó lejos. Sin dar el intento a entenderla, sin dejarla libre para que pudiera desarrollarse.
Terminó siendo una niña de nuevo, tan torpe y caprichosa, que nadie le importaba.
― Oh Dios mío... ¿cómo pude hacerle eso a ella?
El alfa la miró sin entender, su ceño fruncido.
― ¿A qué te refieres?
― Herí a mi loba, y ella bajo tanta presión hizo lo que yo siempre pensaba, de estar enlazada a un alfa debido a la insistencia de mi padre, que la forcé a hacer esto. Ella pensó que así podría solucionar las cosas, y a su vez yo la aceptaría y la querría como tanto deseaba.
KyungSoo pareció comprender el problema de raíz, abriendo sus ojos sorprendido por la información que comenzaba a procesar.
Estar desconectado de tu lobo interior es algo muy grave, mortal en algunos casos. Compartirás tu vida con él y es imposible no querer estar a su lado, porque aunque sean dos partes, forman a una persona entera. Si están separados, todo comienza a ir mal, y uno de los dos podría acabar muriendo debido a ello, y por consecuente, ambos morir.
Haerim estuvo a punto de fallecer, por eso su loba debió forzar su cercanía para que ninguna de las dos muriera.
― Wow...
El azabache estaba mudo, tan impactado como la castaña, que se había quedado sin palabras.
La omega se secó las lágrimas, y con una actitud decidida se levantó de su asiento, mirando con una tambaleante sonrisa a KyungSoo.
― Creo que ya sé lo que debo hacer. Gracias por aceptar hablar conmigo, KyungSoo, solucionas todo.
Ella abandonó el lugar rápidamente, y el alfa quedó estático en su lugar, terminando por sonreír. Le resultaba gracioso que sin hacer nada, lograra solucionar problemas que ni él sabía como hallarles una solución, pero que de alguna forma ayudaba sin querer hacerlo.
― Supongo que de nada, Haerim...
Corrió sin detenerse, importándole poco que sus piernas dolieran o sintiera a su corazón a punto de salirse de su pecho. No tenía cabeza para pensar en algo más que no fuera en ella.
Estaba segura que ese día nunca lo olvidaría, no cuando todo en su vida encajó finalmente (aunque se tomó su tiempo en darse cuenta). Aquel sábado que ofrecía un cálido atardecer no era como ningún otro, era especial y revelador. Sonrió, muy nerviosa al comenzar a dudar sobre sus acciones.
¿Estaba bien lo que haría? Capaz debió pensarlo mejor.
Veía a las distintas casas o tiendas pasar a su lado fugazmente, sin encontrar a la que en verdad buscaba, hasta que sin ser consciente se detuvo frente a una en particular. Allí estaba, ese lugar que conocía como la palma de su mano, un hogar que significó su vida entera, y donde vivía una persona que en secreto siempre amó.
Sin pensarlo tocó el timbre, esperando con gran expectativa a que la puerta se abriera. No era dueña de su cuerpo en esos instantes, pues su loba había tomado el control por completo, pero ambas lo sabían, esto sí era algo que ambas querían.
La emoción la arrastró por completo, temblando como una gelatina. Las dudas y miedos la carcomían, sintiendo que una eternidad pasaba por cada segundo que iba contando. Pasaron minutos en los que JiWoo tardaba en abrirle, pero estos parecían ser infinitos dentro de su cabeza.
No sintió su fragancia ni su calor, ella parecía no estar ahí.
Rompió en llanto, pensando que había llegado tarde, que la hizo esperar demasiado y se había ido de una vez por todas. El terror se apoderó de su cuerpo con la sola idea de no tenerla nunca más a su lado, o no ser capaz de aspirar su lindo aroma a frutillas cada mañana que iba trabajar.
Sintió su mundo derrumbarse al no tener respuesta a su constante llamado, apretando con insistencia el timbre. No parecía que ella fuera a salir.
― Por favor JiWoo... ábreme.
No quería perderla, pero sintió que ya lo había hecho. Tantos años tuvo que dejar pasar para darse cuenta de sus verdaderos sentimientos, que marchitó ese amor que ambas compartían, dejándolo abandonado y sin ningún calor.
Cayó hasta quedar sentada fuera de la puerta, haciéndose bolita y llorando con fuerza al no sentir su presencia cerca.
Ella no iba a salir.
Si sintió una estúpida por no haberla buscado antes, de contenerse y no decirle lo tanto que la amaba, porque en realidad siempre lo supo, su lugar seguro era JiWoo, y siempre lo iba a ser. Pero por tontos miedos y la presión de su padre, olvidó su verdadera felicidad, para complacer la de otros.
No buscó su propia alegría, la dejó en lo último en la lista de cosas por cumplir, y fue así como perdió al amor de su vida entera.
Y ella lo sabía, ¡claro que lo hacía! A Haerim nunca le importaron las relaciones genéricas, esas donde siempre se debía ver a un alfa y omega juntos, y no se aceptaba ninguna otra creencia. Se consideraba anti-natural, la aberración del mundo si quiera pensar en otra posibilidad que no fuera esa. Pero de entre toda su rebeldía, terminó siendo una más que se ocultaba de la sociedad para no sobresalir, y romper esos estándares que durante siglos perduraron en la mente de todas las personas.
No lo aceptó, hasta que sintió la pérdida de aquello que tanto amaba.
― Perdóname Chuu, perdón por no haberme dado cuenta antes...
Escuchó cerca unos pasos, y el ruido de unas bolsas pasar cerca suyo. Supuso que era una persona que transitaba por allí, pero todos sus sentidos se activaron al aspirar aquellas características feromonas a frutilla.
Desechada y sin fuerzas, se obligó a elevar su cabeza, sintiéndose bendecida al conectar miradas con ese ser tan puro y frágil que la amó sin barreras, miedo o imposiciones. Sólo con la certeza de saber que tenía sentimientos genuinos, y que nunca se culpó por ello.
― ¿Rimrim?
JiWoo dejó a un lado las bolsas que cargaba, con lo que parecían ser algunas frutas y panecillos en su interior, para acercarse con gran preocupación hasta la castaña, acariciando su rostro con delicadeza, apartando algunos cabellos rebeldes que entorpecían su visión.
― ¡¿Por qué lloras, sucedió algo?!
Haerim no pudo hacer nada más que estallar en llanto, dejando fluir todos esos sentimientos contenidos, miedos y felicidad que se producía al verla con otros ojos, una versión libre y enamorada, contenta y alegre de aceptarse tal y como era.
La abrazó con fuerza, aún teniendo el temor de que desapareciera, por lo que apretó su agarre. Parecía un koala aferrado con gran ímpetu a las ramas de un árbol, pero no le importó lucir desesperada, ya no se engañaría así misma y se permitiría sentir las cosas con la misma emoción que tanto se esforzó por limitar.
― Te amo, te amo y te amo, Kim JiWoo... eres lo mejor que le pasó a mi vida.
La otra chica no supo como reaccionar, totalmente conmocionada.
Ahora, viendo su gran sonrisa iluminar su hermoso rostro, Haerim sabía que por más problemas que se avecinaran, ella lucharía con todas sus fuerzas e iría contra viento y marea con tal de seguir al lado de aquel ser tan hermoso por dentro y por fuerza, que nada más que ella le importaría en el futuro.
― Dime por favor que no estoy soñando.
La castaña rió, alejándose sólo lo suficiente como para poder verla a los ojos, y rozar con cariño la punta de sus narices.
― Claro que no, bonita.
JiWoo explotó en una carcajada feliz, repartiendo piquitos de amor por toda la cara de Haerim, haciéndole saber lo tanto que correspondía sus sentimientos.
― ¿Hace falta que te diga lo que siento por ti, RimRim?
― Quiero escucharte decirlo, y así poder grabarlo en mi cabeza. No quiero olvidarlo nunca.
JiWoo rió como una niña, respirando con agitación. Tomó una bocanada de aire y cerró sus ojos con lentitud, preparándose como si fuera una actriz profesional antes de salir al escenario.
― Mi querida y amada Seo Haerim, con todo el atrevimiento posible, le notifico a mi gran reina lo tanto que la amo.
Sintió su corazón derretirse al oír su bella voz pronunciar con tanto amor su nombre, que no se sintió satisfecha sólo con escucharla una vez, necesitaba (mínimo) mil veces más para recién poder conformarse
― Repítelo de nuevo.
― Mi gran sol que ilumina mis días, nunca más vuelvas a alejarte de mí, porque iré a buscarte tal como hace la luna para poder brillar con tu luz.
― Una vez más.
― Te amo con cada rincón de mi alma, Haerim.
Las lágrimas cayeron, ésta vez de eterna felicidad y no de desesperación y dolor, y sonrió como nunca antes lo había hecho.
― Repítelo hasta que pueda creérmelo...
Un beso que declaraba su amor, un encuentro de destinadas que luego de tantos baches en su camino, pudo culminar en un amor que se profesaría en todas sus vidas siguientes.
Porque en ésta historia, donde se expone lo insólito que es madurar para aceptar tus verdaderos sentimientos, y aprender a arrancarse cadenas que se imponen desde el momento en que nacemos, las promesas de amor viajan más allá de lo que uno puede imaginar, atravesando vidas enteras, traspasando universos y distintas dimensiones que puedan llegar a crearse, porque si es puro de corazón... ese amor que sientas renacerá para ser capaz de guiarte en tu próxima vida.
Todo está conectado, sólo hace falta recordar.
Y tú, ¿ya has hecho tu promesa?
.
.
.
♡
Fin.
¡Y llegamos al tan esperado final! No puedo creer que haya completado ésta historia tan hermosa que tantos obstáculos tuvo que enfrentar para poder tener un digno final, que hasta llegué a pensar que nunca lograría terminarla.
Amé cada parte de esta historia, gracias a quienes la leyeron hasta finalizar y pido disculpas de corazón por haber sido tan distante con las actualizaciones, tengo ese gran defecto, pero ya vieron que valió la pena jaja.
Anuncio que pronto lanzaré una historia que está inscrita a un concurso de escritura y otras independientes, pero las publicaré en su debido momento. Espero seguir leyéndolos en las historias propias que haga, gracias de corazón por leerme. <3
¿Les gustaría leer el epílogo?
Con amor, Lucy.
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