Tres

No sabia que hacer, se quedo ahí de pie intentando engullir lo que aquel hombre le había dicho y como lo había llamado, necesitaba arriesgarse a preguntar, no importaba bajo que costo, no podía dejarlo con la información a medias cuando lo que quería era la verdad.

Siguió por donde aquel hombre se había ido, encontrándoselo justamente en la cocina, arreglando un par de cosas que claramente no eran su problema. El brillo glaciar de su mirada se posó en la del chico, suspirando fastidiado, sentándose finalmente en un taburete de la isleta.

—¿que quieres?— cuestionó mirando al chico con claro aburrimiento.

—quiero saber por qué me llamaste sirviente— riñó haciendo que las cejas del hombre se encarnarán aún con el rostro completamente muerto, sin ninguna emoción de por medio que no fuera el enojo que crecía en su interior.

—ven, te diré— el chico, confiado se acercó a él recibiendo solo una dolorosa bofetada que aguó su mirada y apretó el nudo que crecía en su garganta—. Disciplina— pronunció sujetándolo por el cuello de la camiseta con tan solo una mano—. Ahora, vuelve a preguntar, si no lo haces correctamente tendré que mallugarte la cara, ¿eso quieres?— negó sintiendo su labio inferior temblando—. Anda que no tengo todo el día— resopló.

—quisiera saber por qué me llamó sirviente— miró el rostro del hombre ladearse, esperando tanto esa palabra salir de los labios del muchacho—. Amo— susurró logrando que lo soltase.

—nombre— movió su mano indicándole al muchacho que hablara—. ¿Que? ¿Ahora el gato te comió la lengua? Dime tu nombre.

—Kyle— dijo con miedo.

—no es como si me interesara tu apellido, así está bien— lo miró de perfil notando que el chico no paraba de mirarlo con resentimiento, parecía que quería golpearlo—. Mírame a los ojos una vez más y te quedarás ciego, lo harás solamente cuando yo te lo pida— señaló y Kyle bajo la mirada llorosa al suelo.

—¿puedo sentarme?

—no, no puedes— espetó—. Y parece que te falto algo en la pregunta.

—¿puedo sentarme, amo?— el chico no podía hacer nada más que cerrar los puños con fuerza.

—en el suelo, si— bufó—. Déjame ver, quieres saber por qué eres un sirviente,
Kyle— el mencionado asintió—. Es sencillo, los chicos que llegan aquí yo los compro.

—¿que?— jadeó con fuerza al recibir otra bofetada el doble de fuerte que la anterior.

—no hables, no pedí tu opinión— negó continuando con lo que estaba diciéndole—. Tu padre, como muchos de los que se hartan de sus hijos, te publico en la red por un módico precio que me pareció demasiado bajo para una adquisición de este tipo, ahora veo que en verdad quería deshacerse de ti, eres un chico en perfectas condiciones, y más que nada pretendo hacer que te quedes así, siempre y cuando obedezcas y no me hagas enojar, por qué si eso pasa, este bonito rostro tuyo se va a volver un mapa— sonrió malicioso pellizcándole la mejilla, donde se resbalaban ya las primeras lágrimas—. No hay necesidad de llorar— limpió las lágrimas del muchacho con su pulgar levantándose del taburete, acercando los labios al oído de Kyle—. Habrá cosas peores

El chico se quedó inmóvil al escucharlo tan seguro y como una puñalada en el pecho.

—ah, y tienes un cuarto asignado, no quiero verte aquí abajo todo el rato o me estresaras, tus tareas empezarán mañana, así que no me molestes— suspiró.

—no sé dónde está— musitó refieriendose a la habitación que le habían asignado.

—yo no voy a buscarla por ti, ándate antes de que me den ganas de partirte la cara— rebuznó asustando al chico, quien como alma en pena se fue a buscar la habitación, tomándose eternidades, en un lugar tan grande le era difícil adivinar, pues la mayoría de las habitaciones estaban cerradas y solo quedaba una, que al abrir deseó estar en su casa. Solo había una manta tirada en el suelo, una almohada mullida y una cobija vieja. Se sentó en el suelo abrazándose a si mismo al tiempo que sollozaba en silencio, lamentándose y temiendo por su vida al estar con ese hombre bajo el mismo techo.

Después de todo, las palabras de su padre si eran mentiras.

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