Trece

—Nosotros no estamos aquí para ser ángeles a los ojos de personas como tú, somos la parte mórbida entre el bien y el mal— limpio las lágrimas del muchacho con su pulgar—. Tampoco entiendo lo que sientes por qué no soy un humano, mucho menos sensible, pero al ver que tan inocente puede llegar a ser uno lo comprendo. No pretendo ser misericordioso, niño, solo quiero que entiendas que no siempre serán palizas, ni regaños los que recibas de mi parte— suspiró sonriéndole de manera cálida por primera vez—. Y así como te es tan fácil odiarme, no va a costarte ver lo que hace alguien tan amargo por no herirte más— aquello sonó más a una súplica anhelante.

Se sobresaltó al sentir el rostro del chico en su pecho, llorando con desesperación aferrándose al demonio con ahínco, temiendo como nunca, temía a los castigos, a sus palabras tan tentativas a ser verdad, pero era un demonio, los demonios mentían.

—no voy a castigarte, tranquilo— aquello lo relajó como si un balde de agua caliente hiciera contacto con su piel, llevándose consigo todas las preocupaciones que tenían su mente ocupada y atemorizada.

No sabía cómo consolarlo, era la primera vez que alguien le abrazaba sin que él lo obligara a hacerlo. Tan solo envolvió al muchacho entre sus brazos frotando su nariz contra el cabello rubio del pequeño, dejándolo llorar con todas sus fuerzas en su pecho.

Los minutos se extendieron mientras el muchacho calmaba su llanto con los brazos de Jason protegiéndolo con vehemencia, otorgándole un lugar en donde podía llorar y gritar hasta no poder más, y eso hizo, por primera vez desde la muerte de su madre se estaba desahogando, sollozando con fuerza pidiéndole a la vida una explicación, pues hasta ese entonces el dolor que guardaba su corazón le estaba lastimando, lo estaba matando día a día mientras intentaba dormir, recordando la osada felicidad que antes solía tener a su lado, ahora no era más que un muchacho triste que se partía en llanto todo el tiempo.

Jason lo soltó por un momento sintiendo las piernas dormidas, levantó al muchacho llevándoselo al sofá, sentándolo ahí con él sin saber cómo hacerle una conversación que tuviera algún sentido para ambos.

—¿hace cuanto fue?— preguntó preocupándose por el estado del menor, en verdad podía ver cómo el veneno ardía en sus venas, lastimándole hasta la última célula con vida en el cuerpo.

—dos semanas antes de que mi padre me regalara— dijo limpiándose los ojos—. Se quedó dormida en la banca del pórtico— recordó con una sonrisa lúcida sintiendo la mano del otro en su cabeza. Decir algo cursi no era lo suyo, pero al parecer era el momento para arreglar algo de lo que había hecho con el chico, enmendar los errores de semanas atrás, después de destrozarle la vida.

—lo lamento— susurró con la cabeza gacha igual que su pequeño, ambos rotos y sin posible arreglo milagroso.

—¿no vas a castigarme después de esto, verdad?— negó notando el miedo en los ojos del menor, y en lugar de darle atisbo de alegría, se vio asqueado y repugnante, casi débil ante la presencia de un humano, aunque de todas maneras no había mucho que pudiera hacerse, frente a ese niño siempre se sentiría indefenso.

—ve a ducharte— dijo sin expresión en el rostro—. Nos iremos en unas horas, en cuanto termines, búscame en el piso de arriba, necesito que veas algo— una vez que anunció eso se alejó subiendo las escaleras, dejándolo solo para que fuera a ducharse y arreglarse justo como el también tenía que hacer, pero antes debía olvidar lo que había pasado, dejarlo irse como agua entre sus dedos.

Pasando el rato, ambos por lados diferentes el día comenzaba a terminarse, Jason tomó la chaqueta de cuero como último accesorio yendo vestido como la mismísima muerte, completamente de negro, atisbando el color azul de su mirada. Esperaba impaciente a Kyle recargado en la pared junto a una de las habitaciones cerradas, en verdad llego a pensar que el chico se encerraría y no saldría, pero como algunas veces, se equivocó, Kyle iba subiendo mirándose los vaqueros rotos con desdén, haciendo que el otro tuviera inmensas ganas de tirarsele encima y hacerle cosas que ni el pobre chico nombraría. Abrió la puerta ordenándole que pasara primero, descubriendo una biblioteca inmensa que casi nunca usaba, pues todos esos libros para él ya eran viejos y los había leído cientos de veces.

—hay de todo, desde lo más básico hasta idiomas, puedes venir aquí cuando no esté en la casa— su rostro se volvió serio al ver cómo Kyle, mientras admiraba los libros le ignoraba cómo si fuera parte del decorado—. Mocoso— le pego en el brazo sin violencia ni fuerza obteniendo la atención del menor.

—si, amo, gracias— murmuró con verdadera honestidad pasando los dígitos sobre la madera de los estantes.

Quiso caer rendido ante tal palabra, pero no podía, al menos hasta que el chico ya no le odiara con toda su alma.

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